Los pensamientos de Kai (Kai/Max)
Disclaimer: Ya saben
Contenido: yaoi, lemon, shonen-ai, etc.
Dedicatoria: dedico esta especialmente a Ty Hiwatari.
Observaciones Generales: Este es un fic en 1º persona, la mayor parte del texto expresa los pensamientos y sentimientos de Kai, así como los diálogos entre los diversos personajes y él.
Los inviernos rusos son bastante fríos, no de balde vencieron la resistencia de Napoleón, pero a mí me agrada este clima gélido; se parece a mi carácter moldeado por fuerzas a veces buenas, y otras brutales. Yo, Kai Hiwatari, de esa forma me defino.
Recorrí mucho camino en esta corta vida, pero de una cosa me percaté; donde me fui, sea San Petersburgo, Petrogrado, el Volga, la nieve siempre fue la misma. La primavera cuando llegaba hacía los blanquecinos bosques reverdecer, volver a la vida. Por mi parte, el periodo de deshielo nunca llegaba a mi corazón.
Hoy soy frío en lo tocante a sentimientos, pero no nací de esa forma. Me moldearon como hacen con una pieza de hierro: a martillazos. Como casi todos, los primeros años lo pasé feliz y creyendo que eso no acabaría jamás. Pronto empezaron los problemas, las desgracias se sucedían, no consigo hasta hoy atinar por qué todo aquello ocurrió conmigo de manera tan rápida.
Fui creciendo, y conocí amigos que me llevaron por buenos y malos caminos, en ese periodo mi rostro fue endureciéndose por la necesidad de defenderme. Aquellos que no se intimidaban por mi expresión conocían la fuerza de mis puños.
Lo que aprendí andando con esos amigos fue no confiar en nadie. Toleraba las personas, pero jamás confié en nadie que no fuera en mí mismo.
Todos querían saber mis orígenes, pero no decía nada, no es de mi hábito hablar pues eso es manifestación de confianza.
No confiaba en mis enemigos, en mis amigos, en quienes me lastimaron, quienes me tendieron la mano, los que me rodeaban, quien estaba arriba y debajo de la tierra donde piso. Y resultaba que siempre tuve razón.
La ley que me guiaba era la Ley del Más Fuerte: los débiles no cuentan, pasa por encima de ellos. Uno debe ser inteligente, pero la fuerza cuenta en muchos casos.
Cuando pasé a estar bajo la custodia de mi abuelo me obstiné más. Ese lujo sibarítico no pagaba un día siquiera de la felicidad y el amor que perdí, solamente me recordaba a las personas que alguna vez amé, pero que enterré eficazmente en los remansos de mi memoria.
Al alejarse de las personas uno comienza a creer en la capacidad de hacer las cosas solo, sin que nadie interfiera. Así sucedió conmigo.
Por esas épocas necesitaba alguna actividad que me permitiera descargar la furia que me consumía, y fue como comencé a practicar el blade. A principio no fue tan fácil dominar la técnica, pero poseo una persistencia férrea que me permitió llegar cada vez más a la perfección. Hice lo posible y lo imposible para sobresalir pero siempre de manera independiente.
Al paso que subía los escalones del éxito, muchas ofertas de participación en equipo me fueron hechas, rechacé casi todas, participé en algunos; pero como no me doy bien en trabajo de equipo los abandoné.
El siguiente paso que tomé fue no incluirme nuevamente en ningún equipo, estaba harto que me dieran órdenes y digan qué estrategias debía usar. Los siguientes torneos participé en la modalidad individual con el desempeño impecable de siempre.
Vencer las batallas compensaba de cierta forma las deficiencias que yo tenía, y la práctica incesante me hacía olvidar del dolor continuo que me atenazaba.
Moscú estaba entrando en primavera, los últimos cristales de hielo se derretían por el débil calor del Sol que hacía resplandecer la cúpula del Kremlin. Los alerces de la Plaza Manezh mostraban los verdes brotes y la cálida humedad flotaba en torno a mí mientras paseaba entre los añosos árboles.
Dirigí la mirada hacia el Polideportivo Dynamo, donde pusieron una gran placa, declaraba abierto la temporada del Torneo Asiático de Beyblade. Dos días tras me inscribí en el Torneo por la categoría individual y deseaba saber con quién me enfrentaría de esta vez en la arena. Sea quien fuera, no iba permitirle llevarse el título de la categoría.
Al entrar en el Estadio observé la cantidad de gente que estaba presente, y la lista de los competidores inscriptos para el Torneo estaban ordenados en un gran letrero. Se presentaron mucho rusos, pero también participarían personas de otros países.
El Torneo comenzó con las competiciones de equipos, algunos de los cuales conocía bien porque pasé por ellos. En ese momento entró el equipo adversario, quedé sorprendido por lo que vi.
Era el grupo más heterogéneo que conocí, estaba compuesto de un nipón, un estadounidense y un chino. Impresionante el espíritu de ayuda que reinaba entre ellos; participé en varios equipos compuestos solamente de rusos, pero nunca hubo verdaderamente la intención de ayudarnos unos a otros, solamente tratábamos de sobresalir por cuenta propia sin preocuparnos por los demás. Pero ese día reconocí que aquel era un equipo en el sentido estricto de la palabra.
Casi sin esfuerzo vencieron a sus desafiantes, llegaron a los finales; antes de terminar aún debía competir la categoría individual, finalmente entraría en acción.
Como siempre derroté a cada uno de ellos, al final de cada disputa les dediqué la más fría mirada que tenía para que, de hoy en adelante, sepan lo equivocado de cruzarse con Kai Hiwatari.
Recorrí las graderías con la misma mirada pétrea, y me percaté que aquel grupo curioso sonreía, parecían complacidos por mi victoria, ¿por qué se pondrían felices con la victoria de un desconocido?
Se levantaron de sus lugares y vinieron hacia mí. El nipón, de cabellos marinos y actitud amistosa, me extendió la mano y dijo:
- Un desempeño impresionante. Permíteme presentarme, mi nombre es Takao Kinomiya, ¿y tú?
Pensé dos veces antes de contestarle. ¿Este piensa estar hablando con quién?
- Mi nombre es Kai.
Acto seguido el chino de felinos ojos y cabellos azabaches agregó:
- Un gusto conocerte. Yo soy Rei y hemos venido exclusivamente para la competición.
El tercero, un pequeño rubio de ojos azules me extendió tímidamente la mano y dijo en voz baja:
- Ehh… pues… mi nombre es Max.
Alcancé a distinguir un brillo distinto en los ojos del rubio, un brillo que no me era totalmente desconocido porque los vi más de una vez por parte de los integrantes de mi equipo, era una mezcla de lujuria y codicia que solamente conducía a la perdición. Ya me exploraron con ese tipo de mirada y por experiencia sé como es desagradable.
Los saludé y, tanto a él como a los otros, traspasé con la mirada, pero no parecieron notar.
- Oye, somos de lejos, y como eres de aquí, te invitamos a que vengas con nosotros para recorrer Moscú. ¿Quieres? – propuso el peliazul.
Tenía la respuesta preparada para estos casos.
- No.
Dije de una forma tan contundente que no existía la posibilidad de discutir o llegar a un acuerdo. Sin embargo el rubio puso una mano sobre mi brazo y dijo:
- Por favor, ven con nosotros, ¿ok?
Habló en un tono más parecido a una súplica, quebró en pedazos mi respuesta anterior y sentí no haber otra opción.
Asentí con la cabeza, y él sonrió agradecido.
Caminamos en dirección a la salida mientras los tres charlaban animadamente. Por alguna razón que escapa de mi entendimiento me sentía bien estar entre ellos, durante mucho tiempo anduve solo y era raro estar en compañía de otros.
Intentaron hacerme hablar por todos los medios, pero les contestaba solamente por monosílabos. Pensaba que era excelente estar junto a ellos, pero no debía hacerlos creer en la posibilidad de trabar amistad.
Una brisa gélida aún recorría entre los alerces de la Plaza Manezh cuando estuvimos paseando por allá. El rubio me miró unas doscientas veces desde que salimos del Estadio y comentó:
- Parece que no eres de hablar mucho, ¿verdad?
- Menos de lo que tú piensas.
- Ya veo. ¿Vives por aquí cerca?
- No.
Como ya me estaba fastidiando la insistente mirada, le pregunté sin rodeos:
- ¿Por qué tanto me miras?
Por toda respuesta se sonrojó. No entendí el motivo por el cual se puso así, aunque pude imaginarlo. No se separó de mi lado en todo el tiempo que andamos.
Llegamos a la dacha (n/a: dacha, en ruso, significa 'casa de campo') y cometí el acto más irracional de todos: los invité a entrar. Dirán que estuve ardiendo en fiebre si les contara, además, que les dije para quedarse aquí.
Hice algo verdaderamente estúpido pero no me arrepentí en absoluto, últimamente ya estaba cansado de ver solamente a la servidumbre de la dacha obedecer órdenes como autómatas; creí que estaba bien oír conversaciones animadas por esos salones.
El mayordomo pasaba de un aposento a otro, obviamente abrumado por las mil órdenes de mi abuelo. Le encargué otra tarea.
- Dimitri, arregla los cuartos reservados, tendremos huéspedes e irás recoger sus pertenencias tan pronto hagas lo pedido.
- Sí, señor.
- Y ustedes tres, siéntense por favor. Esperaremos la cena y están más que invitados.
Los chicos quedaron impresionados con el lujo de la decoración, aunque recuerdo yo también impresionarme al principio, pero actualmente detestaba todo aquello, la felicidad no estaba impregnada por esos objetos.
Los tres conversaron más entre ellos y yo me limité a escucharlos. Por tres segundos pensé en lo bueno de poder ser parte de aquel equipo, aunque disipé rápidamente ese pensamiento. ¡Qué demonios! Ese pequeño rubio continua observándome, ¿qué le pasa?
- La cena está puesta, señores.
- Spasibo, Dimitri. Takao, Max y Rei, acompáñenme.
Por primera vez los llamé del nombre, ya es un progreso para quien siempre despreció a todos.
- Dimitri, ¡no pongas la mesa como siempre! Hoy pondrás esta silla allí, y esta otra allá.
- Pero yo pensé, señor…
- ¡No pienses, Dimitri! ¡Hazlo!
- Sí, señor.
Cuando mi abuelo estaba presente cenábamos los dos en la mesa de caoba, que medía seis metros de largo. Se sentaba en un extremo y me obligaba a sentarme en el otro, usaba esa estrategia para evitar que le haga preguntas o charle con él. Hoy era excepción, deseaba tener a todos juntos, no distantes.
La mesa estaba dispuesta para un banquete. Arenques de Mezen era el plato principal.
Bastante curioso era ver a Takao comer como si no se saciara jamás, y Rei tenía una conversación inteligente, pero Max no aparentaba comer, revolvía el plato sin parar.
- ¿Qué pasa, pequeño Max? ¿No te gusta el pescado?
- Oh, Kai, está excelente pero… me siento cansado. Quisiera dormir.
- Te acompaño a la habitación.
Lo llevé a la cama y dispuse todo para que estuviera cómodo, apagué las luces y mencioné:
- Que tengas buenas noches, pequeño Max. Si necesitas algo es solo ir a la última puerta de la izquierda, estaré allí.
- Gracias, Kai y… sí que eres lindo.
Esas últimas palabras me hicieron el mismo efecto de un chorro de agua fría, pero no me alteré. Solamente porque apagué las luces se animó a decirme eso, caso contrario estaría más rojo que una fresa.
Volviendo a la sala, encontré que ya terminaron la cena.
- ¿Qué se hizo de Max? – preguntó Takao.
- Dijo que estaba cansado y lo levé a su habitación – contesté.
- Qué raro, no suele ir a la cama tan temprano – comentó Rei.
- Con todo lo que comí, creo buena idea ir dormir yo también.
- Los acompaño – dije.
Entraron cada uno al aposento designado y yo me dirigí a la mía. Fue un día cansativo y quería reposar.
Dejé las ventanas entreabiertas para que entrara la fresca brisa nocturna, el reloj marcaba las doce, estaba sumiéndome en la inconsciencia del sueño cuando veo alguien reflejado por el espejo de la pared.
Era Max, entró silenciosamente como un ratón y quedó parado en el marco de la puerta. Lo miré y se aproximó, quedó sentado al borde de la cama.
- ¿Qué necesitas, pequeño Max?
- Quisiera conversar contigo.
- ¿Ahora? Es muy tarde, dejemos eso para mañana.
- Mañana quizás sea tarde. Bueno… supongo que sabrás mis intenciones.
- Por supuesto que sí.
- ¿Y qué piensas?
- Lo único que puedo decirte, pequeño Max, es que te equivocaste de persona. Tú quieres a alguien que probablemente no va a corresponderte.
- Oye, ¿por qué me dices "pequeño Max"? No soy tan pequeño así.
- Pero tienes menos edad que yo.
- ¿Y eso qué? Para amar no hay edad.
- Eso es verdad, pero la persona que elijas es lo que cuenta.
La luz de la Luna entraba por los cristales y resaltaba los grandes ojos de Max. Miró al suelo y continuó:
- Entonces, ¿no piensas corresponderme?
- No negué ni confirmé – contesté, hasta yo quedé sorprendido con mi respuesta – pensaré.
- Eso es mejor que nada – dijo sonriendo, se aproximó más y me dio un fugaz beso en los labios – Hasta mañana.
Salió silenciosamente como entró y quedé allí extendido, sin entender más nada. Para colmo esperaba una respuesta al día siguiente y no quedaba otra opción a no ser pensar; pasé las siguientes tres horas intentando ordenar mis pensamientos entremezclados y volver a raciocinar.
Realmente fue mala idea invitar a estos tres a quedarse, ahora Max intentaba romper el equilibrio de donde no quería salir. Me era cómodo vivir excluido de los sentimientos de las personas.
Max no fue el primero a abordarme de forma tan directa, recuerdo un chico, un ruso que estuvo tres meses en el equipo, puso en manifiesto sus intenciones conmigo. Pensé que iba a ser solamente un juego, y decidí seguirle la corriente cuando sucedió lo inevitable: empecé a quererlo de verdad. Viví en función de él hasta que un día dijo que se marcharía a otra ciudad, los siguientes meses sufrí mucho por su ausencia y decidí no volver a confiar mi amor a más nadie. Ya me estabilicé hasta este momento, cuando viene un rubiecito del otro lado del mundo y amenaza derrumbar los muros donde juré recluir mi corazón. No quería volver a tener ese sentimiento que últimamente calificaba de patético.
Garganta seca, voz temblorosa, pérdida temporal de la memoria, escalofríos, palidez, todos esos eran síntomas de que uno cayó en la trampa de la pasión incontrolable, y yo prometí no manifestar ninguno de esos desvaríos. Esperaba no despertar con todos ellos juntos cuando diera a Max la respuesta.
Por la mañana encontré a Rei, Takao y Max en el comedor. Dimitri providenció el desayuno de ellos. Max se complació en verme mismo sin saber qué respuesta le daría, me acerqué lentamente a la mesa.
- ¿Qué tal has dormido, Kai?
- Bien, Rei ¿y ustedes?
- Fabulosamente bien.
La verdad era que no dormí tanto, estaba extenuado y Max se acercaba para oír mi respuesta. Takao y Rei terminaron de desayunar y dijeron:
- Iremos practicar el blade, Kai. Acaba y ven con nosotros.
- Está bien, pueden adelantarse.
Max y yo quedamos solos en el comedor, en ese instante los cinco síntomas que más temía se presentaron con todas las fuerzas. No conseguí emitir palabra al inicio, respiré hondo y tartamudeé:
- Lo siento, Max, pero… pero… no puedo corresponderte y… lo si-siento…
Bajé la mirada, Max estaba consternado por la negativa pero no duró mucho. Sentí sus manos levantar mi cabeza y escucharle decir suavemente:
- Si esa es tu respuesta, Kai, me lo repetirás… mirándome a los ojos.
Por más que intenté no conseguí decirlo nuevamente, sentí como si una soga se cerrara en torno a mi cuello. Entendió que mi negativa era falsa y agregó:
- Ya imaginaba tu reacción, Kai. Dices una cosa y piensas otra, ¿por qué no dices la verdad? A pesar de saber tu respuesta prefiero escucharlo viniendo de ti.
- ¡Qué demonios! Si sabes, no me obligues.
- Vamos…
- ¡Está bien! Yo… te quiero.
- ¿Viste como no costó nada?
Ahora verdaderamente estaba perdido; me abrazó y jugueteó tiernamente con mis labios entre los suyos, a mi vez lo empujé por la mesa y besé locamente, casi ahogándolo. Me aparté y dijo con voz queda:
- ¡Vaya, Kai! Aparte de ser lindo eres algo violento.
- No me conoces ni a la mitad. Además quien dictará las reglas del juego seré yo.
- ¿Cómo así?
- Hay varias reglas que deberás seguir si deseas estar conmigo. La primera de ellas es: no harás nada que nos envuelva a ambos sin consultarme primero.
- Eso acepto con gusto.
- Y mucho cuidado con la traición, soy bastante celoso con lo que es mío.
- Como si pudiera pensar en otro que no fueras tú.
- ¿Vienen o no afuera? – oí decir a Rei.
- Vamos – dije – ya están sintiendo falta de nosotros.
- Pero antes me darás un beso.
Se lo di uno suficientemente bueno para que se sostuviera hasta la próxima vez que nos veamos juntos. Salimos por la puerta lateral para entrenar con los otros.
