Disclaimer: Todos los personajes, así como el mundo en el que viven, no me pertenecen. Son obra de J.K. Rowling.

N.A: ¡Hola! Después de mucho tiempo con esta historia bloqueada, me he dado cuenta de que era mejor recortar y adaptarla en algo más corto, por lo que me puse manos a la obra... ¡Y aquí está! En capítulos siguientes habrá algún fragmento original del Príncipe Mestizo, por lo que aparecerá en negrita (ya lo recordaré en su momento). Intentaré actualizar todos los días, por lo que no habrá que esperar mucho para saber lo qué pasará. Sin nada más que decir, ¡Espero que os guste! Para cualquier queja, maldición, duda, opinión o lo que queráis decir, os leo en los reviews. ¡Besotes a todos!


Capítulo 1

Hermione ya estaba esperando a que comenzase la clase de Aparición en el Gran Comedor. Esa mañana no había visto a Harry ni a Ron a la hora del desayuno, algo que le había alegrado mucho, puesto que no quería encontrarse con sus amigos, y menos tener que ver como Ron y Lavender se besaban a escasos metros de ella.

―¡Buenos días a todos! ―El mago que impartía las clases ya había llegado hasta su lugar, situándose al frente del salón―. Es hora de que comencemos la clase.

Con el revuelo formado por todos los estudiantes que querían estar cerca del instructor para no perder detalle y ser capaces de aparecerse aquel día, Hermione no se dio cuenta de la ausencia de dos personas.

Nada más finalizar la clase, Hermione salió a toda prisa del salón en dirección a la biblioteca. Desde que no se hablaba con Ron pasaba mucho tiempo a solas en aquella sala donde se encontraba segura y protegida por todos los pesados volúmenes que habitaban allí y que encerraban tanta sabiduría entre sus páginas.

―¡Hermione! ―Una voz angustiada que la llamaba hizo que la chica levantase la vista del trozo de pergamino en el que se encontraba trabajando―. ¡Por fin te encuentro!

―¿Ginny?

El estado en el que se encontraba la pelirroja, así como el grito que dio al verla y que hizo que se llevase una reprimenda por parte de la bibliotecaria, Hermione se apresuró a recoger sus cosas y a salir de allí junto con Ginny.

―Ginny, ¿se puede saber a qué ha venido ese grito? Sabes que la señora Pince no permite que se levante la voz lo más mínimo, ¡Podrían habernos dejado sin entrar durante una temporada!

―Hermione, para un momento ―Ginny la miraba con una mezcla de preocupación y enfado―. ¿Crees qué me importa un mínimo lo que me diga la señora Aquí-no-se-puede-hablar cuando mi hermano ha sido envenenado y casi muere?

―¿Qué? ¿Está bien? ―Hermione se llevó las manos a la boca―. ¡Sabía qué algún día iba a pasar algo de esto! Llevo años diciéndoles a Fred y a George que esos experimentos suyos les iban a traer problemas… ¿Os vais Ron y tú a San Mungo? Tus padres deben estar muy preocupados… Si le estás buscado, yo no sé dónde están ni él ni Harry…

―Hermione… ¿De qué diablos estás hablando? Llevo buscándote toda la mañana. He ido a buscarte después de tu clase de Aparición, pero Neville me ha dicho que te había visto salir corriendo de allí… ―Ginny cogió aire antes de continuar―. No han sido ni Fred ni George, sino Ron… Ron ha sido envenenado y si Harry llega a tardar unos segundos más en reaccionar, él hubiera muerto…

En ese momento, el muro que había construido Hermione alrededor de su corazón desde aquella vez que vio a Ron besar a Lavender en la sala común se vino abajo. Los libros que llevaba en las manos cayeron al suelo con un fuerte estruendo.

―Ron… no, no puede ser… Ginny no es posible que él… que si él hubiera… que él y yo no… llevamos meses sin hablar y si él… entonces… ―Hermione parecía no reaccionar a lo que acababa de decirle Ginny. Solo era capaz de negar con la cabeza y hablar para sí misma, trabándose y dejando las frases incompletas, como si su cerebro hubiese olvidado como formular una oración con sentido―. ¿Dónde…?

―Vamos, te llevaré a verle ―Ginny recogió los libros de su amiga y, llevándole del brazo, la guió por los pasillos del colegio―. Tienes que estar con él, sois amigos y creo que debéis hablar, ya habéis hecho el idiota los dos durante mucho tiempo…

Hermione no volvió a abrir la boca en todo el camino de vuelta a la enfermería. Cuando llegaron ya estaban allí Harry, Fred y George. La señora Pomfrey les había prohibido entrar junto con los señores Weasley, por lo que tendrían que esperar fuera.

―¡Por fin la he encontrado! ―Ginny se acercó hasta donde estaban los tres chicos, soltando a Hermione del brazo―. Estaba en la biblioteca.

Hermione se alejó del lugar donde se encontraban sus amigos y, apoyada en la pared, se dejó resbalar hasta el suelo. Aún sumergida en aquella pesadilla que parecía no querer abandonarle, enterró la cara en las rodillas y dejó que sus lágrimas escaparan de sus ojos. Unos minutos después sintió como alguien se sentaba a su lado.

―Él está bien, Hermione. Solo necesita reposar un poco ―la voz de Harry sonaba distante para ella, pero fue suficiente para que, poco a poco, su alma volviera a su cuerpo y ella volviese a la Tierra―. Gracias a Merlín que estábamos en el despacho de Slughorn y pude coger un bezoar. Esos calderos de chocolate eran para mí, si yo no hubiera sido tan estúpido y los hubiese tirado, nada de esto habría pasado…

―Harry… ―su voz sonaba ronca, algunas lágrimas continuaban rodando por sus mejillas―. Si Ron hubiese muerto… yo… yo no me perdonaría nunca no haber hablado con él y haber hecho las paces… No puedo dejar de pensar lo poco que ha faltado para que él…

―Lo sé, pero no ha pasado nada. Él sigue aquí y podréis hacer las paces ―Harry no sabía qué hacer para que su amiga dejase de llorar. Todos sabían que él no era muy bueno en todo el tema de los sentimientos y, menos aún, en consolar a las chicas. Sin embargo, por una vez hizo un pequeño esfuerzo y le dijo aquello que creía que ella necesitaba escuchar―. Hermione, él te echa mucho de menos, su orgullo no le permite decirlo en voz alta, pero le conozco lo suficiente como para saberlo.

Hermione reposó su cabeza en el hombro de Harry. Sabía que aquella confesión no era algo que su amigo hiciese normalmente, pero el gran esfuerzo que había hecho Harry al decírselo, la hizo sonreír levemente.

―Gracias Harry, por todo…

―No tienes que darme las gracias ―a Harry todavía se le helaba la sangre al pensar en lo cerca que había estado de perder a su amigo―. Ron es mi mejor amigo y de haber sido al revés, él hubiera hecho lo mismo por mí.

En ese momento la puerta de la enfermería se abrió, dejando salir a los señores Weasley. Harry y Hermione se levantaron y se acercaron hasta el grupo, donde fueron recibidos por un gran cálido abrazo de la señora Weasley.

―Creo que podemos marcharnos y dejar a los jóvenes con el joven Weasley ―Dumbledore abandonó la enfermería junto con la profesora McGonagall―. La señora Pomfrey les dejará pasar ahora que nosotros nos vamos. Minerva, Molly, Arthur, ¿les gustaría acompañarme a mi despacho? Como director de esta escuela no puedo permitir que nadie que esté aquí se quede sin su desayuno.

Los adultos se marcharon hacia el despacho del director, dejando a los tres Weasley y a Harry y Hermione en la entrada de la enfermería. Ante la atenta mirada de la señora Pomfrey, quien les esperaba en la puerta para que pasasen, el grupo entró y se dirigió hasta la cama en la que descansaba Ron. Su piel se encontraba más pálida que de costumbre y el pelo le caía por la frente desordenadamente.

Ginny y Hermione se sentaron en las sillas que había junto a la cama. La castaña miraba a su amigo como si en cualquier momento este fuera a desvanecerse ante sus ojos. George dejó un pesado paquete en la mesilla y se sentó en la cama de al lado, junto con Harry y Fred.

―Vaya manera de pasar su cumpleaños, ¿no creéis? ―Fred habló más para sí mismo que para el resto del grupo―. Y pensar que nosotros habíamos venido hoy a Hogsmeade para darle su regalo en mano… Cuando nos hemos enterado de que habían suspendido la excursión y hemos venido hasta el castillo…

―¿Por eso os habíais enterado vosotros antes que yo? ―Ginny aún no había entendido cómo sus hermanos habían sabido tan rápido lo que pasaba―. Me ha sorprendido mucho que fuerais precisamente vosotros los que me dijeseis todo esto…

―Si… justo cuando entrabamos al castillo con Hagrid, la profesora McGonagall nos contó lo que había pasado y nos pidió que te buscásemos a ti mientras ella mandaba un Patronus a casa.

Hermione había dejado de escuchar lo que sus amigos estaban diciendo y, un poco cohibía, se atrevió a colocar el cabello de Ron, apartándolo de su frente. Ese simple gesto hizo que la joven se sonrojase ante lo que pudieran pensar los demás. Sin embargo, ninguno de ellos se dio cuenta, ya que estaban mirando a la puerta.

―¡RO-RO! ¿POR QUÉ NADIE ME AVISÓ DE LO QUE LE HABÍA PASADO? ―Lavender entró en la enfermería gritando, deteniéndose en seco al llegar a la cama en la que se encontraba Ron―. ¿Qué hace ella aquí?

―¿Qué haces tú aquí? ―Hermione se levantó y se encaró a Lavender. Aquella rubia insoportable no iba a molestar a Ron cuando necesitaba reposar.

―Por si no te has dado cuenta, YO soy su novia ―Lavender se giró entonces hacia Harry, haciendo caso omiso de la mirada de desprecio que le dirigía Hermione―. Harry, deberías habérmelo dicho a mí. Me he tenido que enterar por Neville… Y llego aquí y me encuentro de que ella ya lo sabía.

―Él es mi amigo pedazo de estúpida ―Hermione levantó la voz más de lo común, haciendo que sonara mucho más aguda―. Y por si no te has dado cuenta, casi muere hoy.

―¡JÁ! No me hagas reír Granger. Llevas meses sin hablar con él. Pero claro, ahora que ha sido envenenado y que se ha vuelto tan interesante, tú vuelves a ver si puedes llevarte algo de su fama, ¿verdad?

―¿Tú te estás oyendo? ¡Eres el ser más engreído, estúpido, egocéntrico y patético que he visto en mi vida!

Harry y los Weasley observaban la discusión entre las dos chicas sin abrir la boca. Todos pensaban aquellos adjetivos que Hermione había dirigido hacia Lavender, pero creían que era mejor que ellos no aportasen sus propias ideas.

―Heeeee….mmmm….neee ―todos se giraron hacia Ron que, con los ojos aun cerrados, parecía estar hablando en sueños―. Her… Heeer…Miiione…

―Estoy aquí. Estoy a tu lado Ron ―Hermione se sentó de nuevo en la silla y le cogió fuertemente la mano a Ron, mientras unas lágrimas silenciosas caían de sus ojos―. Estás bien, ¡Oh, por Merlín! Creí que te perdía…

Ante estas declaraciones, Lavender gritó y salió de la enfermería corriendo y despotricando sobre Hermione. Los demás decidieron darles un tiempo a solas a los dos amigos y, en silencio, fueron dirigiéndose hacia la salida.

Una vez solos, Hermione acarició suavemente el rostro del pelirrojo, quien abrió los ojos ante el contacto.

―¿Cómo te encuentras? Yo… yo quería decirte que… lo siento… siento no haberte hablado durante estos meses y siento haberte lanzado aquellos canarios cuando tú y Laven…

―Hermione, por favor, deja de hablar por un segundo ―Ron hablaba lentamente y haciendo un gran esfuerzo vomitar lo poco que aún quedaba en su estómago―. Soy yo quien tiene que disculparse por todas las gilipolleces que he hecho… Por reírme de ti en aquella clase de Transformaciones… No debí imitarte con esa crueldad, y menos, para dejarte en ridículo…

Hermione agachó la cara recordando aquel horrible día. Era verdad que Ron había sido muy cruel con ella, y las risas de Lavender todavía sonaban en su cabeza, burlándose de ella cada vez que levantaba la mano en alguna clase para contestar a una pregunta. De repente, la mano de Ron la obligó suavemente a levantar la cabeza.

―Te echo mucho de menos Herms, ¿Crees que podrás perdonarme y volver a ser mi mejor amiga? Cuando he llegado aquí, antes de que la señora Pomfrey me obligase a tomar esa asquerosa poción, en lo único en lo que podía pensar era en lo cerca que había estado de morir hoy… Te juro que si hubiese muerto, hubiera vuelto como fantasma y te perseguiría durante toda tu vida hasta que consiguiera que me perdonases. Sabes que podría ser un fantasma muy pesado.

Hermione sonrió ante la imagen de un Ron fantasma persiguiéndole por todo el castillo suplicando su perdón y quejándose de no poder volver a comer nunca más. Pero esa sonrisa duró poco, pues ella no quería un Ron fantasma, ella quería a su amigo allí a su lado; quería volver a hablar con él y con Harry siempre, sin tener que esperar a que ellos dos no estuviesen juntos para acercarse a Harry.

―Claro que te perdono Ron. Yo también te he echado mucho de menos ―ambos se quedaron en silencio. La señora Pomfrey salió de su despacho con una botella de poción en su mano―. Creo que es hora de que me marche, tienes que tomarte la poción y descansar.

―¿Vendrás mañana a verme?

―Por supuesto. Te veo mañana Ron y… Feliz cumpleaños.