Capítulo 1. Fuera de Konoha.
No hubo un capítulo más horrible en toda la historia del mundo ninja que la cuarta guerra. ¿Quién hubiese imaginado que un fantasma del pasado regresaría para provocar tanto desorden en un mundo donde los crímenes estaban controlados? Uchiha Madara fue el precursor de un golpe de estado a escala mundial y de la mayor violación a la supuesta paz que los Cinco Grandes Países intentaban controlar. Durante 1 largo año no hubo seguridad en ningún sitio del amplísimo territorio. Cada rincón estaba invadido por un sinfín de asquerosos parásitos de color blanco y costillas gigantes que te atrapaban y te succionaban hasta lo más mínimo de tus energías; cuerpos de antiguos personajes que una vez ahogaron los oídos de anécdotas de quienes escuchan y predicaban sus nombres y que deberían estar descansado en paz, en vez de vagar sin objetivos propios por un mundo donde ya no pertenecían.
Yakushi Kabuto se las arregló muy bien para controlar al ejército de muertos vivientes del disponía para Uchiha Madara, aunque este, en el fondo, solo velaba por sus propios intereses. Sin embargo, el mundo ninja contaba con un héroe predestinado que salvaría el día no solo una vez, sino varias veces. Uzumaki Naruto pasó de ser el héroe de Konoha, a ser ''El Héroe del mundo Ninja''. Bastaba con vencer a los caudillos para acabar con el caos. Naruto decidió dejar de lado sus aspiraciones personales para concentrarse únicamente en salvar a su preciada aldea y a sus integrantes, contando con ese apoyo y reconocimiento que desde pequeño deseó, de la amenaza de unos desalmados psicópatas que conspiraban contra cada ser viviente de su mundo. Lo consiguió. Sin embargo nunca pudo salvar a quién había hecho su objetivo hace 4 años.
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Por las calles desoladas de una pequeña aldea, una figura se movía, siendo apenas alumbrada por la tenue luz de los parpadeantes farolillos. La delicadeza del contorno de su cuerpo, daba a entender, a grandes rasgos que se trataba de una mujer. Caminaba a paso sereno. El silencio solo era interrumpido por el eco de sus pasos. Su cabello, largo hasta la espalda, caía en picada, recogido por una movediza coleta. Su cabello, a juzgar por la carente luz, se podía notar de un color rojizo oscuro.
Paró frente a un establecimiento, con un cartel parpadeante de los colores rojo y amarillo, donde se podía observar las enormes letras ''Bar Akashio''. Sin vacilar abrió con ambas manos la puerta, dando paso a una habitación, con las particulares características de un bar. A un lado, se extendía una larga barra, con varias sillas, algunas ocupadas por lugareños, o extranjeros. A paso ligero caminó hacia algún lugar en la barra, entre dos butacas totalmente vacías. Se sentó, a la par de insinuante, dejando ver sus torneadas piernas, ganándose más de una mirada pervertida. Llevaba una falda roja, abierta por los lados, cuyos extremos de las aperturas, eran atadas por unos lazos negros. Su blusa, negra se ceñía perfectamente a su delicada cintura. Una apertura parecida a la de la falda, pero más pequeña, en el nacimiento de sus pechos, atadas también por dos lazos, pero de color rojo, y en su espalda, un círculo, de contorno blanco, y fondo negro. Bajo esta misma blusa, una malla, que apenas y ocultaba el ligero escote.
-¿Qué desea tomar señorita?- le preguntaba el hombre de detrás de la barra, quien en casi acto reflejo, posó su mirada sobre sus pechos.
-Sake- respondió cortante sin siquiera levantar la mirada.
En menos de 5 minutos, escuchó el sonido del cristal contra la madera. Extendió una de sus manos, cubiertas por un guante negro de fina tela hasta los dedos, hacía la botella. La inclinó hacia el vaso, sintiendo el chorro del líquido golpear contra la paredes del vaso en un murmullo. Dejó la botella, y agarró el áspero vaso, llevándolo lentamente hasta sus labios. Bebió el líquido, sintiendo el agradable calor en su garganta. Pero su momento de placer íntimo con el alcohol fue interrumpido por la creciente bulla que cada vez iba subiendo más el volumen.
Se limitó a observar por encima de su hombro para divisar el hipocentro del bullicio. En una de las mesas donde había 2 sujetos, uno encapuchado y sentado y otro como un cíclope (debido a que tenía un solo ojo) que reclamaba al más pequeño un no sé qué sobre una deuda. Pudo escuchar la ''charleta'' desde su sitio.
-Págame lo que me debes, maldito bastardo- eran las soeces palabras del hombretón. El encapuchado por alguna razón le ignoraba y se negaba a hablar, sin embargo el gordo no desistía-. ¿Me estás ignorando, enano?
La chica veía el comportamiento del pequeño bastante sospechoso, ya que el gorro le cubría toda la cabeza sin dejar ver siquiera la boca. Inconscientemente se alarmó cuando el hombracho agarró del cuello del saco al chico, haciendo un estruendo de la silla y la mesa y más todavía cuando él no hizo ningún ademán de defenderse. El hombre estaba furioso, y seguía reclamando. El grito de dolor fue tan inesperado como fuerte cuando el chico puso lentamente su mano sobre la del hombre y la apretó con tanta fuerza que Sakura casi escucha los huesos crujir. El tipo le soltó de golpe retorciéndose e intentando zafarse del agarre pero el chico en un movimiento casi imperceptible le estrelló contra la mesa. El primer sujeto quedó inconsciente y babeando encima de la misma. Los que habían estado alrededor observando sin hacer nada se habían dispersado asustados de la escena que acababan de presenciar.
La chica en su experiencia no podía dejar impune a aquel moroso que pensaba marcharse sin pagar la supuesta deuda, así que intervino.
-¡Eh, tú!- exclamó ganando la atención y provocando un silencio general. El sujeto encapuchado, con la cabeza gacha, dio un respingo.
-Sakura-san- pronunció uno, demostrando un gran respeto. Por su parte, el extraño sujeto levantó un poco el rostro y Sakura por primera vez divisó su boca, rodeada de una piel blanca-. Sakura-san, por favor, resuelva esto.
El encapuchado dio media vuelta dispuesto a irse y nadie intentó evitarlo, y ni siquiera los gritos de Sakura le detuvieron. La chica salió corriendo fuera del bar en su busca y le encontró huyendo por una esquina. Sin pensarlo fue tras él adelantándole y cogiéndole por el cuello y estrellándole contra una pared.
-Tu nombre- exigió amenazadoramente-. Ahora- el sujeto aún con el rostro cubierto se mantenía en silencio. Sakura perdía la paciencia y ya que el no mostraba ninguna intención de dar la cara, ella le hizo darla. Agarró la capucha y se la quitó de un tirón. El pelo castaño. A su encuentro había dos ojos de un negro profundo que la miraban de la misma forma en que miraría a una roca. Dicen que los ojos son la ventana del alma, pues parecía que carecía de ella.
-Kuro Tetsu.
-¿Qué?- dijo Sakura, después de salir de su distracción.
-Me llamo Kuro Tetsu- repitió con pesar por el agarre de la chica.
-¿Qué le debías a ese hombre?
-Una gran suma de dinero.
-¿Y eso?
-Estaba sin blanca, necesitaba dinero y ese tipo se ofreció a dejármelo. Resultó ser ruin manipulador- todo esto lo dijo con mucha dificultad, no solo por el agarre, sino porque era notable lo desagradarle que le parecía tener que darle explicaciones a esa mujer.
-¿Cuánto es?- preguntó después de una breve meditación.
-1000 Ryo (N/A. aclaro que no estoy segura de la cantidad exacta, aproximadamente 100 euros y/o 120 dólares).
Sakura soltó el agarre y caminó otra vez hacia el interior del bar. El chico la siguió con la mirada y la siguió. La vio dirigirse hacia la mesa dónde el hombretón se recuperaba del golpe. Buscó en el bolso que llevaba en la cintura, y sacó unas monedas de oro las cuales se las entregó, luego de dedicarle unas palabras que el hombre aceptó con educación. Volvió hacia él, que le esperaba sentado en la barra.
-Has pagado tú- la chica asintió con la cabeza-. ¿Por qué lo has hecho?
-Porque comprendo que no tengas dinero. Sinceramente por las pintas que llevas no me extraña- dijo, señalando los pantalones viejos que llevaba-. Aún así es injusto que ese hombre se quede sin su dinero, así que como a mí me sobra, decidí pagarlo por ti.
-¿Sin nada a cambio?- preguntó desconcertado.
-Claro que quiero algo a cambio- le respondió lazándole una mirada picarona y dedicándole una sonrisa cómplice, pero al notar que el chico no se inmutaba, acomodó su semblante-. Estoy muy sola últimamente, debes aceptar pasar todo lo que queda de noche conmigo- el chico asintió, y Sakura pidió al camarero unos tragos.
Hablaron durante mucho tiempo, sobre nada más que cosas pueriles, carentes de suma importancia. Pero a cada pregunta y respuesta se conocían cada vez más. Él, como le había indicado ella, también pidió sake al de la barra, quién le dedicó al chico una mirada desdeñosa, por estar en compañía de semejante mujer. Al estar hablando un rato, descubrieron que ambos tenían 25 años. Sakura le habló de su aldea, y de sus compañeros de equipo. De su hiperactivo amigo, también héroe del mundo shinobi Uzumaki Naruto. De su pervertido sensei, que siempre llegaba tarde poniendo excusas increíbles, y que siempre andaba con su libro del ''Icha Icha Paradize'', y por último del reservado y raro Sai. Le contó sobre los deseos del chico de comprender los sentimientos, y de las horas que le dedicaba a los libros, y también de los malos momentos que pasó el pobre, al ser malinterpretados sus acciones. Tetsu, la escuchaba atento. Sin embargo algo lo tenía incómodo, pero logró disimularlo.
Así el tiempo pasó y Sakura ya estaba lo suficientemente borracha para caer dormida en cualquier sitio cómodo.
-Fue un gusto conocerte Tetsu- dijo con un gesto sinceramente entusiasta.
-Igualmente Sakura- respondió más por educación que otra cosa.
-¿Qué te parece si quedamos mañana aquí?- sugirió con efusividad mirando sus ojos negros, que se iluminaban por los cambios de la luz del cartel- asintió automáticamente. -Pues nos vemos mañana aquí a las 6 de la tarde, ¿te parece?- volvió a asentir-. Sayonara- se despidió agitando la mano y dándose media vuelta.
El chico, se mantuvo observándola hasta que desapareció entre la etérea neblina de la noche. Una vez fuera de su plano de visión, cambió drásticamente sus facciones, a una mirada helante. Dio media vuelta también, dirigiéndose a ningún punto en específico. Caminó un tiempo, hasta llegar a lo que parecía un pequeño apartamento. De un salto, llegó hasta el balcón, y con seco movimiento deslizó la puerta corrediza. Una vez dentro de la habitación, se sacó la camiseta, tirándola con desdén hacia una cama, que había en una esquina. Caminó frente a un espejo, colgado en la pared. Se miró en él y junto sus manos. Una nube de humo lo rodeó, haciendo mover suavemente un mechón de su cabello, ya no castaño, sino negro y poco a poco fue esparciéndose. Frente al espejo se alzaba otra imagen. La habitación estaba oscura, y solo se veía delante del espejo, la negra sombra de una silueta, y resaltando en algún punto de lo que parecía ser la cabeza, unos notables ojos de color rojo.
