01: La prueba
"…Las Llamas son, en pocas palabras, la manifestación física del alma. Son un poder presente en toda criatura mínimamente consciente, desde el animal más simple a la especie más desarrollada, la de los humanos. […]
Hasta el día de hoy, su uso ha estado reservado a unos pocos afortunados que, gracias a una herencia genética ligeramente mutada, podían acceder más fácilmente a esta reserva. Sin embargo, las recientes investigaciones del doctor Rossene nos han proporcionado no sólo el conocimiento sino también las herramientas necesarias para despertar las Llamas en cada uno de nosotros sin importar la raza, sexo o edad. Pronto no quedará ninguna familia que no pueda aprovecharse de ellas.
¡Pensad en las posibilidades, en las puertas que este descubrimiento puede abrirnos! ¡Se acabaron los estudiantes desmotivados! ¡Se acabaron los jefes menos capacitados! Cada persona podría ser inmediatamente clasificada de la manera más justa e igualitaria jamás vista; directamente a través de su alma. El mundo se dirige sin duda a un futuro mejor. Sin ninguna duda, este avance puede llegar a superar el momento en el que los humanos descubrieron el fuego…"
Transcripción del discurso de D. Andrea Haxly en la conferencia de prensa durante la entrega de los premios Nobel, a 9 de octubre de 2025.
Una alarma pitaba insistentemente en algún punto sobre su cabeza. Rezongando por lo bajo, el adolescente se dio la vuelta y, apoyado sobre el estómago, tanteó con la mano hasta llegar al objeto transgresor, dejando que cayese al suelo a su lado. A continuación volvió a meter la cabeza bajo las sábanas, murmurando algo que sonaba sospechosamente como "cinco minutitos más".
Alrededor de quince minutos más tarde, el móvil comenzó a sonar; todavía medio dormido y con ojos vidriosos, el pelirrojo lo recogió, respondiendo a la llamada sin siquiera echar un vistazo a la pantalla. "¡Enma Kozart! ¡Más te vale estar despierto y listo para cuando llegue o te la cargas!"
La voz de su amiga de la infancia consiguió espantar a los últimos vestigios de sueño, y dio un grito espantado al tiempo que recogía la alarma abandonada en el suelo. ¡Se había quedado dormido!- ¡Lo siento Adel, te prometo que estaré esperando abajo, de verdad!
"¿Has vuelto a olvidarte del día que es hoy? ¡Es la tercera vez que te presentas a la ceremonia de clasificación para institutos y academias! No puedes volver a fallar, ¡no puedes llegar tarde de ninguna manera!" Antes de que pudiese replicar, la llamada se cortó, haciendo que palideciese de miedo. Si la morena le había colgado tan bruscamente, sólo podía significar dos cosas: una, estaba absolutamente furiosa con él y dos… ¡casi debía de haber llegado!
Tropezándose con las sábanas y casi dándose de cabeza contra el armario, se puso rápidamente la primera camisa limpia que encontró y los pantalones que había dejado tirados en una silla la noche anterior y salió disparado a la cocina en busca de algo comestible; a continuación cerró la puerta de fuera de un portazo. Apenas había pasado un minuto cuando el chico volvió corriendo al piso, para recoger la mochila que había quedado olvidada en una esquina, antes de salir de nuevo, saltando los escalones del descansillo de dos en dos en su prisa por evitar una bronca.
Enma Kozart no era alguien especial; de hecho, nadie le miraría por segunda vez en la calle. No destacaba en sus estudios o en los deportes, y a pesar de que ya había cumplido los catorce todavía no había logrado pasar las pruebas para ninguna de las seis ramas de formación.
El Sistema de Clasificación tenía ya cerca de setenta años, y era un trámite obligatorio para todos los niños entre los nueve y los catorce años; consistía de tres partes; una prueba de aptitud, una entrevista y finalmente lo más importante, la adjudicación del anillo y brazalete que permitía a cada persona utilizar a su propia Llama. Aquellos que probaban ser capaces de acceder a ellas sin ayuda de objetos externos eran inmediatamente enviados a las Academias de Estudios Avanzados.
Sinceramente, a Enma le aterrorizaba la perspectiva; había conseguido pasar la prueba de aptitud por los pelos en su segundo intento, pero la entrevista había sido un completo desastre; y ahora se enfrentaba a su última oportunidad para pasar; si un niño no conseguía descubrir su poder antes del tercer intento, se convertía en un paria, una persona prácticamente sin derechos que no podía acceder ni a la educación ni a un trabajo digno, aunque pocos eran los que se veían obligados a ello. A menudo se preguntaba por qué era distinto a los demás.
Primero estaban los Tormenta, dados a la discusión fácil y muy duchos en la dialéctica, si bien tendían a ser un poco violentos. Era fácil encontrarles al frente de la contabilidad en empresas, o en cargos administrativos y directivos de responsabilidad. Entre sus estudios destacaban las matemáticas y física; juguetes y tebeos eran vistos como un signo de debilidad que se extirpaba prontamente una vez los estudios especializados daban comienzo.
Los Lluvia, por otra parte, eran un grupo tranquilo y afable, especialmente versados en las Artes y que encontraban trabajo en orquestas, teatros, como cantantes, escritores de novelas o mangakas. Desde pequeños se fomentaba su imaginación y creatividad y, mientras sus compañeros se afanaban en sus libros de texto o pelotas, ellos siempre podían ser encontrados con un instrumento o una hoja en blanco entre las manos.
Los Sol eran un grupo difícil de clasificar: algunos estaban permanentemente felices y otros vivían en una depresión continua; lo que sí era cierto era que se trataba de personas que vivían en los extremos, que no se conformaban con permanecer en la media. Instruidos desde la infancia en biología y química, la mayor parte de ellos encontrarían su vocación en la medicina o la investigación científica.
Los Nube, a su vez, eran gente algo solitaria que, por diversos motivos, nunca parecían capaces de formar verdaderos lazos de amistad con nadie. Adelheid había sido clasificada como Nube en su segundo intento, aunque Enma siempre había sospechado que la morena no se encontraba realmente a gusto entre sus compañeros. Los Nube eran las fuerzas militares y de seguridad, entrenados en el arte de la guerra y la lucha desde niños; la violencia que estaba estrictamente prohibida entre los demás era con frecuencia obviada si provenía de uno de los suyos.
Pero si ellos eran un grupo temible, los Niebla eran todavía más amenazadores. Nadie sabía muy bien qué pasaba una vez los niños entraban a formar parte de este grupo, pero todos ellos eran manipuladores y audaces, dados al drama y la exageración, y sus dotes de orador competían con las de los Tormenta, si bien los Niebla tendían a engatusar y hacer trampa en sus debates.
El último grupo era el de los Relámpago. De entre todos ellos, los Relámpago eran frecuentemente considerados como los más cobardes y perezosos, pero su lealtad no tenía límites. Ellos eran los responsables de las grandes obras de arquitectura e ingeniería; si bien sus estudios incluían matemáticas y dibujo, rara vez se mezclaban con los Tormenta o los Lluvia, dedicándose en cambio a la súper-especialización y al estudio de las técnicas de grandes figuras del pasado. Rauji, el otro amigo de Enma, era de esta clase.
En el periodo post-Rossene había existido un séptimo y misterioso grupo, del que apenas se podía hablar y que ya había sido prácticamente borrado de los archivos. Eran conocidos como los Cielo, un pequeño grupo de élites que podían convertirse en líderes en cualquier campo, personas versátiles capaces de comprender y trabajar con cualquiera de los otros grupos.
Enma, como todos los chicos de su generación, apenas sabía nada salvo que su codicia les había corrompido, hasta llevar, hacía unos cincuenta años, a la redacción del Manifiesto del Clima que buscaba reducir la supremacía de todos los usuarios del Cielo y que finalmente llevó a su erradicación completa. De vez en cuando un niño nacía con esa Llama, con el llamado "síndrome de Timoteo" en dudoso honor del último Cielo de renombre; esos niños tendían a desaparecer rápida y misteriosamente o a convertirse en parias, y generalmente acababan como criminales.
A pesar de todo, Enma nunca se había sentido atraído por ninguno de ellos. No tenía el cerebro necesario para ser un Tormenta o el valor para ser una Nube. Lluvia podría haber sido algo a lo que llegaría a acostumbrarse de no ser un negado para todo lo que requiriese habilidad manual, y era demasiado tímido para ser un Sol. Ni que decir tiene que la Niebla estaba fuera de sus posibilidades.
Ni en sus más alocados sueños se le ocurrió que podría ser uno de los malditos; no tenía dotes de liderazgo y podía contar a sus amigos con los dedos de una mano. Suponía que no le quedaba más remedio que intentar convertirse en un Relámpago.
…¿Qué iba a ser de él?
Apenas había salido del portal cuando alguien le cogió del brazo y comenzó a arrastrarle calle abajo; el pelirrojo levantó la vista para encontrarse con su mejor amiga, Adelheid Suzuki, frunciendo el ceño en su uniforme púrpura.
-¡A… Adel! ¡P…Para! ¡Todavía tenemos tiempo! ¡Adel! –gritaba mientras daba traspiés en su intento de mantener el ritmo de su compañera.
-Ni hablar. No puedes llegar tarde, Enma. Tienes que causar buena impresión y todavía tenemos que revisar lo que vas a decir –de pronto su mirada se oscureció, y sus siguientes palabras fueron apenas un murmullo-. Por favor, tienes que tomártelo en serio.
Enma sólo pudo asentir mientras corría a su lado, mirando fijamente al suelo para contener sus lágrimas. ¡Por supuesto que se lo tomaba en serio! Estaba tan desesperado como ella, o quizá más por pasar la prueba. ¿Qué iba a ser de su vida si no lo hacía?
No intercambiaron ninguna palabra más hasta que el gran edificio que era el Instituto General de Estudios Primarios apareció ante ellos. En la entrada, un gran número de niños excitados esperaban a que las grandes puertas se abriesen; Enma descubrió con tristeza que no había nadie de su edad.
-Todo irá bien, Enma –dijo su amiga, dándole un empujoncito hacia la puerta. Su voz sonó extrañamente como una plegaria-. Sé que puedes superar esto.
El asintió en silencio, sin saber que esas palabras habrían de convertirse en su despedida.
El pelirrojo podía sentir como el corazón se le salía del pecho mientras salía de la prueba de aptitud, cinco horas más tarde. Había pasado días revisando el contenido con Adelheid; aunque estaba seguro de que había fallado completa e irremediablemente en ciencias naturales y dibujo artístico, en un arrebato de lucidez había conseguido hallar el centro radical de tres círculos en dibujo técnico y no lo había hecho del todo mal en cálculo matricial, si bien sabía que el problema de optimización se le había ido de las manos.
Tomo aire como un hombre a punto de dirigirse al paredón antes de entrar a la sala de entrevistas. El interior era sobrio y frío, el mobiliario reducido a una silla delante de una mesa donde seis personas esperaban, una de cada rama. Temblando como una hoja, ocupó asiento. Tres de las personas del cuarto ya le habían examinado antes, y una de ellas, una mujer algo mayor de gafas plateadas, le miró con una extraña mezcla de pena y condescendencia.
-Kozart, Enma. Nacido en Namimori, Japón, el 10 de octubre de 2093, tercer intento –dijo el hombre en el centro, mirándole por encima del papel que llevaba en brazos y Enma sintió el impulso de pedir perdón tal era la intensidad de su mirada. Llevaba una corbata púrpura y un traje impoluto, y se sentaba tieso como un palo en la silla-. ¿Es correcto?
-Sí… Sí señor –murmuró Enma, antes de golpearse mentalmente por su debilidad. ¿Qué le había dicho Adelheid? Tenía que parecer seguro de sí mismo y no dejar que le mangonearan. Contuvo un suspiro y levantó la vista, centrándose en la otra mujer presente, que tomaba notas en la esquina derecha con una sonrisa en los labios. Al sentir que la observaba, la mujer asintió mínimamente con la cabeza, bamboleando los pendientes azules adelante y atrás.
-Relájate, Enma. No vamos a morder –se rió la mujer mientras sus ojos brillaban divertidos. Enma trató de obedecer y tomo una bocanada de aire antes soltarlo lentamente por la boca.
-Dinos, ¿dónde te ves dentro de diez años?
Y la tensión volvió a apoderarse de él, acompañándole durante el resto de la entrevista mientras tartamudeaba las respuestas que su amiga le había hecho memorizar sin permitirse cruzar la mirada con nadie más. Tres cuartos de hora más tarde, el hombre en el centro de la mesa depositó la lista con un golpe seco, y dijo- Es suficiente. Pasemos a los anillos.
Enma abrió mucho los ojos y tuvo que contener un grito de alegría; ¡había pasado a la parte final! Con trepidación observó la caja de madera de ébano frente a él, con seis anillos dispuestos en dos filas.
Los anillos de la Nube y la Tormenta fueron despachados rápidamente, y pese a todo no pudo sino sentirse aliviado cuando la Niebla pasó a unirse al grupo de los desechados. El Sol la siguió algo después, aunque presa de una desesperación creciente Enma estuvo casi un minuto tratando de que le respondiese. La Lluvia, pese a ser el elemento de la tranquilidad casi trajo lágrimas a sus ojos, y antes de que pudiese comprender lo que sucedía, se encontró frente a su única esperanza: el Relámpago.
Lo cogió con reverencia, deslizándoselo por el dedo anular donde le quedaba algo holgado y cerró los ojos, apretando los párpados con fuerza. "Por favor" le suplicó, formando las palabras con los labios aunque ningún sonido se escapase de ellos. "Por favor, enciéndete."
Pero por mucho que trataba de conectar con el anillo, cuando parecía que lo tenía la fuerza se escapaba de su alcance, presente pero sólo un centímetro demasiado lejos.
Había fallado. Disculpándose en voz baja, le devolvió el anillo al hombre de la izquierda, un joven de camiseta verde que parecía incapaz de saber qué decir. El último ocupante de la sala, entre el Nube y la Lluvia, suspiró- Parece que es suficiente. Si no es capaz de encender los anillos, no hay lugar para él en nuestra academia
-Esperad –dijo la mujer que ponía cara de malos amigos- todavía queda otro anillo.
Su compañera Lluvia fue la primera en comprender sus palabras y parecía totalmente escandalizada- ¡No se te ocurrirá darle ése! ¡Es imposible!
Haciendo de tripas corazón, Enma reunió lo que le quedaba de valor (o quizá fuese sólo pánico. ¿Quién podría saberlo a estas alturas?)- ¡Dejadme intentarlo, por favor!
Su petición fue ahogada, sin embargo, por la discusión acalorada que se había apoderado de sus examinadores, subiendo de tono hasta que el hombre del centro, el Nube, golpeó la mesa con fuerza, haciendo temblar el agua de los vasos- ¡Ya basta! Sacadlo.
-¡Pero…! –la Lluvia trató de continuar su argumento, pero fue silenciada por una mirada de su superior y cruzándose de brazos se dejó caer en su asiento, incapaz de ocultar su incomodidad. Al verla, la resolución abandonó a Enma, y sólo cuando vio la caja, envuelta en cadenas, que contenía el último de los anillos comprendió lo que le estaban pidiendo.
La caja era naranja, carente de ornamentos, ni siquiera la marca característica de los otros seis elementos; era un color que todos habían aprendido a mirar con desconfianza, aunque sólo fuese por las historias que se contaban para asustar a los niños; el color del Cielo.
Con manos temblorosas tomó el anillo de manos del examinador, notando como le fallaba la respiración, pero se obligó a calmarse. Era imposible que, habiendo fallado en el resto, pudiese encender la Llama maldita. No era un líder, no era ambicioso ni manipulador. No era un Cielo. Recuperando parte de su aplomo, y deseando acabar con esta vergonzosa experiencia de una vez por todas, mantuvo la bisutería en su puño y cerró los ojos.
Y, para su sorpresa y absoluto horror, el anillo se encendió en una pequeña llama naranja, apenas un chispazo apagado que pronto se extinguió. El silencio se filtró en la sala, ahogando a los presentes como si hubiese sustituido todo el aire por un veneno particularmente dañino. Nadie se movía, salvo por el temblor que poco a poco se apoderó, más violento que nunca, del cuerpo del pelirrojo. Los siguientes acontecimientos se nublaron y mezclaron entre sí en un conjunto de pánico, incredulidad y pura adrenalina en el que la razón no tenía lugar. Puro instinto animal se adueñó de su cuerpo y le impulsó a darse la vuelta y huir, dando un portazo tras de sí. Ignoró a los estudiantes que todavía esperaban tras él, nunca oyó la orden encolerizada del entrevistador Nube cuando por fin recuperó el habla, segundos tras su partida, y sólo siguió corriendo, incapaz de ver ni oír lo que sucedía a su alrededor.
Corrió y corrió y ya había huido del campus cuando sintió a sus perseguidores tras él, gritando improperios y acercándose en todas direcciones. La respiración le venía a golpes entrecortados y comenzaba a tener tirones en las piernas, resoplando sin saber si era por el cansancio o por su situación.
Callejeando por calles más y más pequeñas, corrió hasta perderse entre la maraña de calles peatonales junto a los edificios de Administración de la ciudad, pero nunca logró zafarse de sus verdugos. Incluso ahora era capaz de oírles, cada vez más cerca, hasta que por fin se le escapó un sollozo y comenzó a tambalearse, moviendo los pies mecánicamente mientras esperaba lo inevitable. De pronto una mano le cogió del brazo, al tiempo que alguien le tapaba la boca obligándole a doblar la esquina y entrar en un callejón sin salida.
No sé cada cuánto podré actualizar, pero esta es la primera vez que publico en español (lo sé, lo sé, vergüenza me tendría que dar :P) así que espero que os guste ^^. Hacía mucho que quería poder publicar algo de ciencia-ficción, así que veremos a dónde nos lleva esto ^^.
El origen de los nombres en este capítulo:
Andrea Haxly - Aldous Huxley, 1894-1963 (Autor de "Un Mundo Feliz")
Doctor Rossene - Eldon Rosen, dueño de Rosen & Co. (¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas?)
