N.A: Como ya he acabado los exámenes, aquí traigo una nueva historia de SouHaru. Ay, Dios, yo shippeo todo en Free! ;; (?)

Pairing: SouHaru [SousukexHaruka]

Advertencias: Relación hombrexhombre, lenguaje vulgar en ocasiones.

Disclaimer: Free! y sus personajes le pertenecen a Kyoto Animation.


-Sousuke, a ti... ¿Te gusta Haruka?

La pregunta, realizada inocentemente por el chico pelirrojo, logró que el nombrado dejase de hacer todo aquello que hasta ahora le mantenía ocupado. ¿Había escuchado bien? ¿Rin había utilizado su nombre, "Haruka" y "gustar" en una misma oración? No, aquello era imposible, tenía que haber escuchado mal, porque estaba claro que esas tres palabras en una oración eran incompatibles excepto que ésta contuviese un "no" de por medio.

-¿Qué has dicho? –El de cabello oscuro, que se había girado completamente enfocaba ahora su vista en los ojos de su compañero, que no parecía estar muy relajado.

-N-Nada, quiero decir, olvídalo… Se me cruzó un cable, mezclé nombres, sí, uhm, sí… Iba a preguntarte sí te gustaba la cabal-digo, no, la ensalada César, ¿sabes?

Sousuke soltó un suspiro, ¿A qué venía todo eso? ¿Rin se pensaba que él era tonto? Puede que nadar cuando tu hombro te ha dejado claro que no debes hacerlo no sea lo más inteligente del mundo, pero de ahí a creerse una excusa tan barata como la que el de orbes ardientes acababa de usar había un trecho. Uno muy largo.

-Rin, no soy estúpido. Repite exactamente lo que dijiste la primera vez.

El nombrado se quedó callado, como meditando seriamente lo que iba a decir y las consecuencias que tendría. ¡Qué mala suerte la suya! No debería de haber dicho algo como aquello, nunca debió de haberlo dicho. Ahora tendría que pagar las consecuencias, sabía que Sousuke no le pegaría ni nada similar, pero era probable que se enfadara y no le prestase los ejercicios de literatura, y la verdad, no le apasionaba mucho la idea de tener que hacerlos, lo suyo era ser nadador olímpico, no las derivadas.

-Está bien… Pero prométeme una cosa –el de ojos turquesas solo suspiró, dado a entender que aceptaba cualquiera que fuera su condición– No te vas a enfadar y me dejarás tus ejercicios de literatura.

El otro asintió casi imperceptiblemente. Ni siquiera sabía porque el pelirrojo le pedía algo como eso, por muy enfadado que estuviese, no podía dejar que Rin suspendiese literatura, era evidente que le dejaría sus apuntes.

-Lo has prometido, Sousuke, no debes faltar a tu palabra, ahora… –El tiburón suspiró, como tratando de conseguir la valentía que le faltaba para formular la pregunta del aire– Lo que dije fue… ¿Te gusta Haruka?

En definitiva, y ahora que lo había escuchado una segunda vez, sabía que la oración si estaba compuesta por "Sousuke", "Haruka" y "gustar" sin un "no" en medio, ahora solo faltaba encontrarle sentido a la pregunta, porque obviamente, una cuestión como esa carecía no solo de sentido, sino también de fundamento o base. El de ojos turquesas empezaba a cuestionarse seriamente si Rin se encontraba en todas sus capacidades.

-Rin, ¿has dormido bien hoy? –Preguntó como una media sonrisa–Me parece que estás desvariando. Hace dos días me preguntabas sí lo odiaba e insistías en que me tenía que llevar bien con él y hoy cuestionas si me gusta.

-Muy gracioso, pero he dormido perfectamente. Y esto en parte viene en parte por lo que me contestaste el otro día, dijiste que no le odiabas, ¿cierto? –El menor volvió a asentir, no es como si Nanase fuera alguien digno de su devoción, pero Rin lo consideraba importante y el expresar abiertamente ante el pelirrojo la inexistencia de afecto entre el de ojos zafiro y él no traería nada bueno–Teniendo en cuenta tu respuesta y que nunca te vi acercándote a hablar con Haru, intuí que lo vuestro tampoco era una relación de amistad, sino más bien algo neutral.

Sousuke seguía la historia de Rin, preguntándose como ese chico era tan bueno para elaborar descabelladas teorías e incapaz centrarse en un texto de literatura durante más de medio minuto. Debería de estar estudiando en lugar de pensar tonterías sobre Nanase y él, pero sabía que el pelirrojo y el verbo estudiar no eran precisamente buenos amigos.

-Pero, me di cuenta que tu no actuabas como si vuestra relación fuese realmente neutral. –El azabache elevó una ceja, en señal de confusión– Haru obviamente sí porque independientemente de con quién trata su expresión es la misma, pero tú no, tú le mirabas mucho y continuamente.

-¿Qué yo lo miro mucho? ¿Y continuamente? –Aquello no tenía sentido, el no tenía nada que mirar en Nanase.

-¡Exacto! Durante una de las competiciones, no pude evitar darme cuenta de que tú mirabas mucho a Haru.

-Tú también lo haces.

-¡Claro que sí, pero yo lo hago desde el ámbito profesional! Soy el capitán del club, tengo que saber del estado físico de nuestros rivales más directos.

-¿Y qué te hace pensar que yo no lo hago también de esa manera? Es decir, como desde pequeño no parabas de hablar de ellos, es normal que quiera saber el estado físico de aquellos rivales que consideras tan importantes, ¿no? No sería justo sí ellos no se entrenaran para batirte cuando tú trabajas tan duro día tras día. –Buen argumento Sousuke, el de cabello oscuro se auto-felicitó por su gran desempeño a la hora de calmar los sin-sentidos de su compañero de cuarto, aunque no entendía el tener que justificar algo que no había hecho, al menos no conscientemente.

-Sí, claro. Eso también lo pensé. –Por supuesto Rin no había desechado la idea de que el de ojos turquesa tan solo estuviese interesado en el estado físico de los contrarios porque parecía estar ligeramente obsesionado con el hecho de que ellos debían ser tan fuertes como Rin para ser considerados rivales adecuados– Pero… Y ahora viene lo importante, un compañero del club, a quién le voy a mantener el anonimato por su propia seguridad física, me comentó que en una de las competiciones, vio que tú, Sousuke Yamazaki, acorralabas a Haruka Nanase contra una máquina expendedora.

El de cabello oscuro tardó unos segundos en procesar lo que acababa de pasar. No había nada peor que encontrarse en la situación en la que estaba ahora, obviamente no podía negar que aquello había pasado, porque había testigos –la próxima vez se encargaría de que éstos no existiesen, en menudo problema le habían metido– y Rin no se quedaría satisfecho con una respuesta mediocre, porque él sabía que lo que su amigo esperaba era que confesara que allí se declaró a Haruka como en una de esas novelas románticas a las que el pelirrojo se había aficionado recientemente, pero obviamente aquello no podía distar más de lo que en realidad había pasado, aún así, decirle "lo estaba amenazando", no parecía la solución adecuada, pero menos adecuado sería cumplir las fantasías melodramáticas de Rin.

-Solo estaba hablando con él. –La solución más rápida y sencilla, aunque sabía que debería rezarle a cuanto dios conociese para que aquello calmase al tiburón.

-¿Y tú sueles acorralar a la gente contra una máquina expendedora para hablar? ¿Es tu método estándar? ¿Tienes variantes por si no hay máquinas expendedoras cerca cuando quieres hablar con la gente?

No había que ser muy listo para saber que aquello no había satisfecho, ni por asomo, la curiosidad de Rin, pero Sousuke estaba cansado del tema, hablar de Nanase se había vuelto algo común en las conversaciones con el pelirrojo, y las indirectas de éste sobre mejorar su relación con el delfín eran cada vez más frecuentes, parecía que no existiese otro tema en el mundo, oh, mentira, el resto de chicos del Iwatobi ocupaban lo que Haruka no hacía en sus conversaciones. ¿No podían hablar del tiempo, por ejemplo? Le tenía un gran aprecio a Rin, pero a veces su mente melodramática y monotemática le ponía de los nervios.

-Tu hermana me contó que el año pasado acorralaste a Nanase contra una reja en el centro comercial. ¿También tienes tú la costumbre de acorralar gente para poder hablar con ella?

-E-Eso… No te desvíes del tema, Sousuke. No caeré en algo como eso.

-Es que no hay tema, Rin. Sí es cierto que lo "acorralara" como tú dices, pero fue porque él estaba tan concentrado en la compra de una bebida que no estaba por la labor de prestarme atención, solo quería hablar con él, pero esa fue la única forma que encontré de asegurarme de que me escuchara. Si tú hiciste lo mismo una vez, no veo qué razón tienes para decir que por algo como eso me gusta Nanase. Volvamos a estudiar, tú más que nadie deberías comenzar a practicar algo de literatura.

El pelirrojo comenzó a quejarse y a reprocharle a Sousuke que realmente no había respondido su pregunta, y que eso era razón de sobra para sospechar que ahí había algo más, el otro le fulminó con su mirada y le dijo que no había nada que contestar, que se centrara en literatura, pues sus novelas románticas no harían que aprobase el examen, sino todo lo contrario, pero obviamente el de ojos rubí no iba a concentrarse con una de los protagonistas de su imaginaria obra melodramática rondando por la habitación, así que el más alto decidió irse a dar un paseo.

Quizás debería haberse quedado en su habitación leyendo e ignorando las tonterías de Rin, así, al salir de Samezuka para pasear, sus pasos no le habrían llevado a la zona que más frecuentaba el tan apreciado rival de Rin. Ni siquiera sabía porque estaba ahí, no había notado cuando sus pies habían decidido tomar ese rumbo, su subconsciente le había jugado una mala pasada, una mala pasada que pasó a la peor pasada del mundo cuando cierta voz apareció detrás de él.

-Yamazaki.

Al de ojos turquesa no le hice falta girarse para saber a quién pertenecía esa voz monótona y carente de emoción que había pronunciado su apellido. Solo alguien podía tener ese tono tan irritantemente neutral.

-Nanase. –Contestó al momento de girarse para confirmar que, evidentemente, había acertado y si se trataba del pequeño delfín– ¿Qué pasa?

-Nada –El de orbes zafiro contestó con simpleza, simplemente pensó que al encontrarse con alguien conocido en la calle, debía saludar– ¿Qué haces aquí? Samezuka está lejos, deberías volver.

Sousuke habría apostado que cualquier otra persona que dijese esas exactas palabras, parecería preocupada por él, pero se trataba de Nanase, y obviamente, las preguntas las hacía más por mera cortesía que por preocupación real, de lo contrario habría alguna emoción en su permanente cara de aburrimiento.

-Nada que a ti te interese, volveré cuando considere. –Acató el más alto, ni de broma le iba a decir que tras la estúpida charla con Rin sus pis le habían guiado allí sin que pudiese darse cuenta hasta haber llegado, más apenas unos segundos después cayó en la cuenta de que estaba siendo muy borde para alguien que pretendía mejorar su relación con el delfín, Rin se lo había pedido, no podía decepcionarle, pero es que mantener una conversación razonable con alguien que no cambia nunca su expresión ni tono de voz era un tanto exasperante y complicado.

-Vale. Haz lo que quieras, pero por lo menos avisa a Rin de que llegarás tarde, es el segundo mensaje que me envía asegurándome que has desaparecido tras una pelea con él y que tenemos que llamar a la policía antes de que te secuestre alguien. –El delfín le mostró su móvil, los mensajes de Rin se mostraban en la pantalla, las letras estaban desordenadas, y la mayoría del mensaje estaba escrito en mayúsculas que denotaban que Rin no estaba estudiando si no preocupado por un posible secuestro.

-E-Esto es exagerado… –Rin era un melodramático, sí, Rin tendía a llorar con facilidad, sí, pero aquello se salía de su control, no podía mandar mensajes tan alarmantes de una manera tan alegre, como quién reparte rosquillas, gracias a que Nanase era inmune a cualquier tipo de emoción y ni siquiera le había prestado atención a la apocalíptica teoría del pelirrojo, mientras Sousuke consideraba la posibilidad de que en realidad se lo hubiese mandado a más personas que sí se hubiesen creído tan catastrófica situación, se dio cuenta de que el más bajo había guardado su teléfono y se disponía a irse, sin despedirse ni nada– Eh, espera, Nanase.

El otro ni siquiera se molestó en contestar, tan solo se giró, posando sus ojos zafiro sobre el de ojos turquesas, que se preguntó porqué le había llamado para empezar, justificó su acción diciendo que solo estaba tratando de hacerse amigo del chico.

-¿Solo querías decirme eso? –Haruka asintió, como si aquello fuese la cosa más obvia del mundo– Pues al menos despídete, hombre.

Haru no entendió demasiado a que venía eso, de todas las veces que se había cruzado con Sousuke, nunca se había despedido de él –principalmente porque no le había saludado, para empezar–, pero decidió que lo mejor sería hacerle caso o sería acorralado de nuevo contra una máquina expendedora hasta despedirse correctamente.

-Adiós.

Y allí acabo la conversación –sí así se le podía llamar–, Haruka siguió su camino hasta su casa, había ido a comprar y al parar para decirle a Yamazaki lo desesperado que estaba Rin por su repentina ausencia injustificada y había perdido un tiempo muy preciado que podría haber usado en la selección de la mejor caballa del mercado, pero a lo hecho, pecho. Y el de ojos turquesas se dispuso a volver a Samezuka, no porque Nanase se lo hubiese recomendado – ¿Acatar una orden o consejo de Nanase? ¡Jamás! – sino porque Rin estaba seriamente preocupado. Pero algo le rondó la cabeza durante todo el camino de vuelta, no habían sido tantas, pero recordaba haberse topado con Nanase alguna vez cuando salía de Samezuka, y nunca habían hablado, pero hoy el delfín lo había hecho, aunque solo para incriminarle indirectamente que volviese a su escuela porque Rin estaba histérico y era él quien recibía las consecuencias con mensajes de más de 15 líneas en pura mayúscula que repetían una y otra vez la apocalíptica tesis sobre el paradero de Sousuke. Y eso le hizo pensar que Nanase veía totalmente innecesario hablar con él excepto que una razón externa –mensajes perturbadores por parte del tiburón– así lo exigiesen.

Aquello le molestaba un poco, ¿acaso Nanase no podía hablarle si no era obligado? ¿Por qué no? Quería que el delfín le hablase sin ser obligad-espera, no, él no había pensado eso, no, no confusión cerebral. Las asquerosas historias romanticonas de Rin le estaban afectando al cerebro sí, debía ser eso. Decidió que en cuanto llegara a Samezuka se tiraría en la cama y se pondría a leer –cosas decentes y que quitasen al delfín de su mente, como el origen del universo– para despejar un poco la mente de esa molesta sensación de "Nanase-no-habla-contigo-si-no-es-por-obligación", y acordó también que no le diría al capitán de su club que había mantenido contacto con el chico, a saber con qué le saltaría sí se lo contaba. Prefería no saberlo.

Pero incluso cuando llegó a su habitación, escuchó atentamente la sarda de teorías espantosas de Rin sobre todo le que había podido pasar, leyó al menos 345 páginas sobre el Universo y sus increíbles orígenes, y puso música a todo volumen, fue incapaz de quitarse a Nanase de la cabeza.

Todo era culpa del pelirrojo, sus teorías y sus libros románticos.