I. Encuentros.

La biblioteca era más grande de lo que pensaba. No era para nada como la vieja biblioteca que, meses antes, había visitado con Armin en el otro distrito. Aquí había una hermosa variedad de libros y enciclopedias; estaba seguro que encontraría cualquier libro que deseara. Pero, por ahora, aquello no ocurría. En aquel laberinto literario no lograba dar con el que buscaba. ¡Cuánto necesitaba a Armin ahora! En la biblioteca tenía mucho que ver y poca gente a la qué preguntarle. Casi ninguna le daba una respuesta correcta, ya que terminaba encontrando otros libros que no necesitaba o, simplemente, le decían que no sabían. ¿Qué tan difícil era encontrar ese libro? Quizá porque era idiota y no se había acercado a quien estuviera de bibliotecaria. Llevas poco en esto, Eren. ¡Pero no puedes ser tan distraído como para no pensar en eso primero!, se regañó en su mente.

Se metió las manos en los bolsillos de sus pantalones café oscuro y caminó hasta la entrada, donde tenía que estar la persona encargada. Al llegar, para su sorpresa, no encontró a una chica de gafas y pelo tomado, sino a un chico con cara de pocos amigos y serio. Estaba anotando algo en una hoja de papel blanca.

—Disculpe —llamó su atención Eren— ¿Dónde puedo encontrar…?

—Qué sé yo. No trabajo aquí —respondió cortante y honestamente el de cabello oscuro.

—Pero estás...

—La mujer que espero trabaja aquí. Si no es tan urgente, puedes esperar a que vuelva —el hombre levantó la vista hacia Eren—. De lo contrario, puedes volver otro día.

Eren asintió y se quedó quieto, esperando por quien trabajaba ahí. Realmente, no quería volver otro día porque quería el libro ahora, así que ahora lo tendría. Siempre lograba tener lo que quería, nada podía contra su voluntad de conseguir lo que deseaba.

La presencia del otro chico lo incomodaba un poco, sentía que en cualquier momento saltaría a morderlo. Miró su reloj para encontrar que habían pasados dos minutos, dos lentos minutos que se habían sentido mucho más largos que de costumbre. Algo en la persona que, a ratos, levantaba la mirada para encontrarse con unos ojos verdes impaciente, lo ponía nervioso.

Suspiró. Quizá ese hombre con cabello oscuro y ojos grises podía con su voluntad, así que pensó que mejor sería venir mañana junto a Armin, quien conocía la biblioteca como su propia casa. Se dio media vuelta y empezó su camino hasta la salida. En ese momento la voz del chico lo llamó.

—Oye, espera.

Eren se detuvo y miró sobre el hombro. Seguramente quiere saber mi nombre o tener mi número, ay. ¿Por qué los chicos se interesan tanto en mi?. Últimamente ya se había encontrado en situaciones donde le pedían su número o nombre. Aunque, honestamente, no le molestaría si el chico le pedía alguna de las dos cosas.

—Allá viene—, dijo para su sorpresa. Nota mental: No pensar tanto cuando alguien te llama, menos en un lugar público.

Eren miró hacia donde apuntaba el chico y vio a una mujer alta con gafas y el pelo tomado. Si no se equivocaba, ella era Hanje, Hanne... ¡Hanji! Así le había dicho Armin la otra vez. Traía con ella una enorme sonrisa y unos libros. Se acercó animada al lado del chico que había tomado su lugar y le comentó con una sonrisa:

—Han llegado los últimos tomos, Levi. He estado mirando y las imágenes están muy detalladas. Y el texto, ni hablar del texto, todo está muy bien hecho.

—Lee en tus ratos libres, Hanji. Ahora estás trabajando y tienes al mocoso esperando.

Mocoso. El chico se llamaba Levi lo llamó mocoso. ¡Nadie le decía así! Ni su madre lo llamaba así cuando se enojaba.
Una vez pasado los segundos de tragarse que le habían llamado mocoso, se sintió agradecido de la mujer al haber dicho el nombre de su reemplazante. Levi era un lindo nombre para un chico lindo como él. ¿Qué? Eren se dio un golpe mental al caer en cuenta de lo que estaba pensando. Y cuando volvió a la realidad, tenía dos miradas en él.

—Disculpa por hacerte esperar —habló Hanji— ¿En qué puedo ayudarte? ¿Levi te ha mordido?

—Hanji —espetó Levi.

Eren rió.

—Necesito encontrar un libro.


Durante la siguiente semana visitó cuando podía la biblioteca junto a Armin, el cual emocionado le mostraba diferentes historias a Eren, quien, por su parte, se emocionaba junto a su amigo de la infancia, aunque también se decepcionaba un poquito al no encontrar siempre a Levi, al cual había vuelto a ver en tres ocasiones. Sin embargo, esas tres ocasiones fueron a distancia y no volvió a hablar con él.

—Deberíamos irnos, Eren. Son las seis y media, —habló Armin cerrando el libro— es buena hora para volver.

—Me quedaré un rato más.

—Eren, —llamó Armin— sabes que una parte del camino es peligroso. Si se hace más tarde, podría ocurrir algo.

—No pasará nada, Armin —aseguró Eren—. Si ves a mis padres o a Mikasa, diles que estaré aquí, por favor.

Armin intentó convencer a Eren de que lo acompañara a casa, pero no logró que el otro cediera. Eren estaba decidido a esperar a que Levi volviera a aparecer, ya estaba cerca la hora en que lo había vuelto a ver. Y aunque esperó hasta las ocho, Levi no apareció, provocando una pequeña frustración en él. No sabía cuál era el motivo para volver a verlo. No es que se haya enamorado a primera vista o algo así, aquello no ocurría en la vida real. Tan solo era que desde ese día que quedó curioso con respecto al chico. Nunca había visto a alguien tan serio como él.

Se metió las manos en los bolsillos mientras caminaba por la vereda, la cual no estaba muy iluminada porque algunos árboles había crecido mucho e impedían que la luz llegara correctamente. Unos negocios y callejones acompañaban su lado izquierdo, y poca gente transitaba por estas calles, que no tenían tanta buena fama.

—Mamá me regañará cuando llegue. Y Mikasa también —iba hablando en voz baja Eren.

—Chico, ¿por qué tan solo a estas horas? —una voz divertida lo sacó de la conversación que mantenía consigo mismo— ¿No te enseñaron que existe gente mala? ¡Los niños pequeños deben estar durmiendo a estas horas! —se burló un hombre delante de él. Escuchó también unas risas, así que el tipo no estaba solo.

Mierda, ahora sí se había metido en problemas.

—Déjenme en paz —Eren empujó al hombre del medio pero un segundo lo agarró del cuello de la camisa y lo tiró contra la pared, arrinconándolo de espaldas ahí.

—Parece que este mocoso se cree un chico duro —dijo una voz molesta y aguda.

Y lo era. No iba a dejarse ganar por un trío de imbéciles. No tenía miedo a luchar con la gente, no era su primera pelea y no iba a ser la última. Tenía mucho que hacer todavía como para que un trío de ladrones lo fuera a matar a golpes en esa oscura calle. Y con sus fuerzas golpeó con el puño el estómago de quien lo tenía acorralado en la pared.

El tercero, más alto y que se mantenía en silencio sacó un arma blanca. Eren maldijo y logró evitar que lo hirieran pero fue a parar a los brazos del primero. Se preparó para el dolor que venía pero no llegó. Eren observó como el alto era reducido al piso, como el hombre que lo sostenía temblaba, lo soltaba y corría. El tipo de la pared se enfrentaba al misterioso. Todo ocurrió rápido ante sus ojos.

—¿Estás bien? —preguntó el misterioso. Y esa voz fue conocida para Eren.

Aunque era un pensamiento que no venía al momento, pensó que Levi era diez centímetros más bajo que él.

—Gra... —comenzó Eren mientras se acercaba a Levi.

—Ahórralo. No me gustan las muertes innecesarias —cortó Levi—. Además esos idiotas no me caen bien.

—Gracias de todos modos —su madre le había dejado claro que la educación siempre iba primero.

Levi asintió.

—Te acompaño el resto del camino, estos tipos tienden a volver. Su idiotez es tan grande como su orgullo.

Eren no dijo nada hasta llegar a la esquina para cruzar la calle. Había seguido a Levi sin acordarse de que se hacía tarde y de que ni siquiera le había comentado a Levi hacia donde iba. El más bajo tan solo empezó a caminar y Eren lo siguió.

—Voy a casa —habló Eren, mirando el perfil de Levi.

—Vivo cerca de ti —Levi informó—. Te he visto antes.

Buscó en su mente algún momento en que haya visto a Levi antes, pero no encontró nada. O él era muy despistado o Levi sabía ocultarse.

—¿Levi es tu verdadero nombre? —se sentía raro mirar al chico hacia abajo.

—Sí.

—No te he visto antes. ¿Llevas mucho tiempo?

—Dos años.

¿¡Dos años!? Era imposible que en dos años no lo hubiera visto. Eren no evitó que la sorpresa se mostrara en su rostro.

—No paso mucho tiempo en casa —aclaró Levi al notar la cara de Eren—. Podría decir que recién este año he empezado a vivir ahí.

—¿En dónde vives? —quiso saber Eren para poder dejar de sentirse como una persona distraída.

Levi no respondió. Era un tipo de pocas palabras o se estaba hartando de él. Así que cuando llegaron a la casa de Levi, la cual quedaba a unas doce o más casas lejos de Eren, ahí obtuvo su repuesta. No había aceptado pasar a su casa hasta que viera que tan lejos vivía Levi de él. ¿Es que cómo no se había dado cuenta antes? Otro golpe mental para él.

Frente la reja que daba a un limpio y cuidado jardín habían dos personas. Un hombre alto rubio con una mujer de cabello castaño que reconoció como la chica de la biblioteca. Levi a su lado frunció el ceño.

—¿Te has hecho un amigo, Levi? Y es el mismo chico que vimos antes —comentó Hanji con cierta diversión.

—Bien hecho —habló el rubio.

—Idiotas —respondió Levi—. ¿Qué quieren?

Entre los tres hubo un intercambio de miradas y un mensaje secreto. Eren intentó entender algo, pero entre los tres parecían crear un muro que solo ellos podían atravesar.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó el rubio.

—Eren Yeager —respondió Eren viendo como Levi, por primera vez, parecía interesado en el tema. Y como un brillo de emoción salía de Hanji.

—Un gusto, Eren. Erwin Smith —se presentó estrechando la mano de Eren.

—¿Quieres pasar con nosotros, Eren? Puedes conocer el lado oculto de Levi, ese lado que derrumbaría su fama —bromeó Hanji.

Eren pensó en aceptar, pero el cielo oscuro no le gustaba mucho ya. Era hora de volver a casa antes de que Mikasa llamara a la policía.

—Si no vuelvo luego, mi madre se preocupará.

Levi rió a su lado.

—Ven mañana. Hoy nos quedaremos con Levi, no te preocupes si este pequeño —apuntó a Levi— te mira raro o algo, es así.


Carla no había puesto mucho interés en la salida de Eren, tan solo había hecho prometer que llegaría antes de que anocheciera porque podía pasar cualquier cosa, y no quería tener que llevar un hijo muerto o traumatizado. Además, de que los aliens podían llegar y abducir a Eren, así que tenía que estar en casa cuando aun hubiera sol. Y como Hanji no le había dicho a qué hora tenía que ir ni menos por qué, encontró que ir a las dos de la tarde era una buena idea, porque lograría llegar antes de que los aliens lo abducieran. Tocó el timbre en la reja de la casa de Levi. Estaba un poco nervioso ahora, no paraba de moverse en su lugar.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Levi saliendo al jardín. Seguía con la misma expresión de siempre. Al parecer, su seriedad no cambiaba.

—Hanji me dijo que viniera.

—Es mi casa, no la de Hanji —Levi se dio media vuelta para ignorar a Eren, pero un gritó con el nombre del chico llegó desde la casa y, a los segundos, Hanji estaba abriendo la reja muy alegremente.

—Has llegado un poco temprano, Eren. Ahora tendrás que conocer el lado maníaco de Levi.

Eren no entendió hasta que vio al chico limpiar una y otra vez el suelo hasta que se convenció de que no quedaba ninguna mínima mancha. Estaba seguro que su madre amaría a Levi con esa obsesión por el orden y la limpieza. Erwin se levantó de su asiento y caminó hasta Hanji, a quien le susurró algo en el oído y, para sorpresa de Eren, se fueron.

—Oye, Eren —habló Levi—. Trae el paño que está en la cocina.

El menor miró hacia todos lados, preguntándose cuál sería la cocina.

—¿Por qué no se lo pides a los demás? No tengo idea de dónde están las cosas.

—¿Es que ves a Zoe o a Erwin cerca? —preguntó Levi mirando a Eren.

—No…

—¿Qué significa entonces? —Levi bufó ante la respuesta del chico. Estaba seguro que Eren había notado como Hanji e Erwin salían a continuar con los planes. Ahora habían avanzado un poco más con aquel inesperado encuentro, pero todavía era muy temprano para pasar a la siguiente fase. Ahora tendría que él entrar a poner su parte para conseguir que todo salieran bien.

Eren quiso hacer callar a Levi por tratarlo como un idiota pero prefirió guardar silencio porque, si el tipo cuando no estaba molesto tenía esa actitud, quizá cómo sería cuando estuviera realmente molesto.

—No sé dónde está la cocina.

Levi soltó la escoba y fue a la puerta que estaba a unos metros detrás de él. Cuando volvió, Eren recibió un paño en su cara y una orden.

—Limpia ese mueble.

—No entiendo para qué Hanji me llamó. Ni siquiera mi madre me obliga a limpiar.

—No te ha llamado para limpiar, idiota. Quiere que estés aquí porque… —Levi bufó y no terminó de decir. No iba a decirle a aquel niño que las razones de la invitación de Zoe eran que: primero, el nombre del padre de Eren estaba entre la lista de miembros de aquel grupo que se hacen llamar los Titanes; segundo, que Eren parecía saber manejar el humor de Levi y que se hicieran amigos no estaría mal, porque realmente Levi necesitaba más amistades. "Necesitas conocer gente, Levi. Hasta los perros huyen de ti con esa mirada. Además, si le agradas al chico, puede que quiera contarte sobre su padre, lo cual nos serviría. Y, lo otro, no puedes negar que es atractivo con esa carita", le había dicho Zoe guiñándole un ojo. Levi tan solo se limitó a mirarla y decirle: "¿Es que quieres que salga con ese mocoso? No seas idiota".

Después de terminar con el primer mueble, Levi lo había mandado a otro y seguía negándose a hablar. Ahora, Eren deseaba que los amigos de Levi llegaran luego para que lo sacaran de la limpieza. Era la segunda vez que volvía a limpiar el mueble porque para Levi no estaba limpia. Terminaría sacando filo a las puntas a ese paso.

—¿Para qué querían que viniera? —preguntó Eren intentando sacar tema. Dejó el paño sobre el mueble, viendo que este brillaba de limpio; esperaba que esta vez fuera suficiente para Levi.

—Pregúntaselo a ella. Yo no te invité —respondió con su amabilidad Levi, acercándose a mirar como iba Eren con su trabajo. Se quedó al lado de él y apoyó su mano sobre el hombro de Eren, haciendo que este último se sobresaltara—. No está mal.

Eren suspiró aliviado. ¡Ni siquiera su madre lo obligaba a limpiar tan duro!