Cap. 1
La pareja de recién casados caminaba por un camino perdido en medio del bosque, de buenas a repente la mujer se detuvo por completo girando la cabeza de un lado a otro, para luego mirar a su marido, por lo que habían dicho los nativos cruzar esa isla, ubicada en algún lugar del Mar Caribe y el Océano Atlántico, en la que estaban pasando su luna de miel, no llevaba más de una hora. Cuando le habían dicho esto había decidido ir a las playas del otro lado del lugar para alimentar su espíritu aventurero, pero ahora que prestaba atención llevaba más de cuatro horas caminando y el lugar donde pisaban no era un camino, más bien estaba perdidos en medio de los arboles.
— ¿Estas seguro que este es el camino correcto? —preguntó la mujer de cabello castaño y ondulado, mirando a su marido con sus ojos grises. Este se detuvo y la miró con esa cara que ella ya tan bien conocía, esa que indicaba que el que hablaba era su orgullo.
—Claro que sí —respondió para luego sonreírle. Estaba cien por ciento segura que su esposo no tenía ni idea donde estaba parado. De repente a lo lejos pudo ver que entre los árboles había una gran construcción de piedra.
— ¡Mira! —exclamó—, quizás podamos pedir ayuda —completó mientras señalaba con su dedo lo que había descubierto. Su marido siguió el dedo de su mujer con la mirada y descubrió que se refería a aquella construcción no muy lejos de ellos.
—Quizás viva algún nativo y pueda decirnos como volver —indicó mientras tomaba a su esposa de la mano y comenzaba a tirar de ella para llevarla hasta el lugar que había descubierto, pero al llegar se dieron cuenta que era poco probable que alguien viviera allí. La construcción estaba algo abandonada, y tenía una única ventana sobre la pared del fondo; pero de todas maneras se notaba que era visitada con cierta frecuencia, ya que la maleza que crecía en la pared era muy pequeña, alguien se encargaba de sacarla. La puerta de entrada era de una pesada y gruesa madera oscura, pero por el desgaste del tiempo con algunos empujones esta cedió.
—Creo que no deberíamos entrar —dijo asustada, mirando como su marido daba unos pasos hacia adentro, la idea de pedir ayuda en ese lugar le había dejado de agradar cuando se dio cuenta que aquello no era una casa y a verlo por dentro confirmo lo que estaba pensando. El lugar no era muy ancho, pero si largo, constaba de una única habitación y no tenía muebles, a eceptuar del que parecía ser un altar ubicado en el fondo de la construcción, este estaba rodeado de flores y otras cosas que servían de ofrendas y era iluminado por algunas velas y la tenue luz que entraba por la ventana—. Esto es un santuario, deberíamos respetarlo —informó tomando a su marido del brazo.
—No vamos a hacer nada malo —respondió para seguir acercándose. La mujer aún temeraria volvió sobre sus pasos y se acerco hasta unas flores silvestres que daría como ofrenda para que la gente del lugar no se ofendiera porque irrumpieron en su lugar sagrado. Luego se acerco a su marido casi corriendo sin disimular que le daba tanto miedo estar allí adentro como quedarse afuera sola.
Cuando llegaron hasta el altar la pareja quedo sorprendida por lo que estaban viendo, la mujer soltó las flores sobre el mismo para con sus manos ahogar un grito producido por el espanto. Sobre aquel altar yacía una joven de cabello castaño y piel blanca, pero no lo suficientemente blanca como debería estar si estuviera muerta. Al terminar de acercarse quedaron aún más sorprendidos, la joven además tenía entre su pelo un par de orejas de gato de color café con leche y desde abajo de su cuerpo descansando a su lado se encontraba una cola del mismo color, ambos la recorrieron con la mirada y notaron que sus manos acababan en unas largas uñas y que en su mano izquierda tenía un tatuaje de un dragón rodeado por fuego. La mujer con delicadeza movió el pelo de la chica para descubrir que no había orejas de humano y cuando toco las que estaba en su cabeza pudo ver que eran reales y que estas estaban tibias.
—Esto tiene que ser una broma —comentó la mujer asustada y preguntándose que era todo eso. Su marido la miró mientras que se acercaba al pecho de la chica, para momentos después apoyar su oreja sobre este. Al llegar a esa posición abrió los ojos mirando a su mujer.
—Esta viva —dijo al sentir el leve latido del corazón de la chica y además percibir sobre su frente el tibio aliento de la joven.
De la nada la joven comenzó a mover los parpados y al abrir los ojos dejo ver unos brillantes y felinos ojos marrones; mirando a todos lados desorienta empezó a enderezarse en su lugar, mientras tanto la pareja asustada comenzó a caminar lentamente hacia atrás sin sacarle la vista de en sima al ser que se estaba parando no muy lejos de ellos. Cuando la joven termino de pararse miró a todos lados tratando de descubrir en donde estaba. En su recorrido pudo ver a la pareja que se movía sigilosamente y planto su mirada en ellos, quien de repente no pudieron moverse más. Asustada la mujer comenzó a llorar sin saber si era por el miedo que tenía o por ese demonio que no podían moverse.
— ¿Donde estoy? ¿Y qué año es? —preguntó con la mirada clavada en ellos sonriendo de lado.
—Estas en el caribe y es el año 2014 —respondió el hombre. Ella enarco una ceja analizando lo que había oído, la última vez que ella recordaba una fecha era en el año 1974, es decir, cuarenta años atrás. Recordaba haber sido herida por un cazador y dada por muerta por este, pero nada más, calculaba que su padre le había dado este lugar para que se recuperara de las heridas causadas por ese maldito, aunque estaba segura que no había sido el tiempo suficiente debido a su falta de energía. Cuando intento hacer un paso más su cuerpo fallo y casi se desmoronaba, necesitaba urgente un cuerpo. Miró a la mujer que tembló ante su fría mirada, pero no era buena idea por más que ella fuera una nekomusume y una de sus habilidades propia de esa clase fuera apoderarse de otros cuerpo, esa mujer era muy atlética y estaba en muy buena forma y ella no estaba en sus mejores momentos para luchar contra alguien así por más que fuera una simple humana. Debería buscar algo más fácil pensó mientras se transformaba en una bola blanca. Los dos humanos quedaron atónitos ante la bola blanca que luego de pasar por sobre sus cabezas se perdió en el cielo, al desaparecer eso al fin pudieron moverse y sin pensarlo dos veces salieron corriendo. En menos de veinte minutos llegaron al pueblo gritando y llamando la atención de todos.
—La chica era un monstruo —grito ella— y la bola blanca —completó él. Todos los que estaba presentes los miraban como si fueran unos locos, pero la gran mayoría de las personas propias de aquel lugar sabía de que hablaban y comenzaron a preocuparse gravemente. Aquella joven con rasgos felinos, llamada Misao había sido dado a ellos para que la protegieran de todos y de todo durante el tiempo que tardara en recuperarse, siendo el tiempo estimado cien años, a cambió el pueblo tendría la protección de los dioses; ahora que la mujer gato había sido sacada de su sueño y esta había huido temían a la furia de los dioses.
Japón
La gente se amontonaba para observar como paramédicos y bomberos corrían de un lado a otros asistiendo a los heridos en un terrible accidente que había tenido lugar momentos atrás; dos autos había colisionado haciendo que uno chocara contra un poste y abollara el chasis de este y el segundo se había volteado por completo. En el primero iban dos jóvenes de no más de veinte años, ambos tenían algunas heridas pero estarían bien, en cambio los del otro auto no había tenido la misma suerte, en este iban una familia formada por un matrimonio y su única hija. El matrimonio había muerto en el momento del choque, pero la hija de no más de quince años, que en ese momento estaba siendo atendida por los médicos se había salvado pero estaba en estado critico.
Mientras la joven estaba siendo acomodada en la camilla, esta comenzó a entrar en paro, producido por la cantidad de sangre que había perdido, la gente corría de un lado para el otro formando un desorden organizado, fue cuando pensaron que la chica no podría ser salvada que una luz apareció en el cielo dejando a todo el mundo sin habla, lentamente esta bajo hasta entrar en el cuerpo de la chica que momentos después se sentó desorienta mirando hacia todos lados para después sonreír de lado.
Todo aquel que había visto lo sucedido decía que había sido un milagro y hasta los médicos empezaron a creer que era verdad. La joven había sido trasladada al hospital, ya que tenía profundas heridas en la cabeza, abdomen y pierna, pero estas heridas al cabo de tres días habían sanado por completo casi al punto de parecer que nunca había sido herida en ese lugar. De todas manera los médicos decidieron dejarla una una semana ingresada en el hospital para controlarla físicamente y para que asistentes psicológicos hablara con ella por lo de sus padres. Una vez que ella fue atendida correctamente se le informo lo sucedido con sus padres y a los médicos y a todos sus conocidos le preocupo su reacción, mejor dicho su falta de ella. La joven no lloro ni dijo nada respecto a la noticia y eso preocupaba a todos lo que las rodeaban.
Habían pasado tres meses del accidente, la joven conocida como Milidy Inakegui había sido de alta por pedido suyo, una semana después del mismo justificándose con que ella se encontraba perfectamente bien. Todos los que la conocían notaban el gran cambio de personalidad que estaba había sufrido, pero trataban de entenderla porque no era fácil para nadie sobre llevar un cambio así en su vida. Ella seguiría su vida en su ciudad natal hasta que su tío terminara de organizar todo para llevarla con él. Ese sería su último día allí y ella lo había aceptado sin ningún problema porque decía que nada la ataba a ese lugar.
—Milidy —la llamó un chico desde la puerta del aula, esta sentada en su banco apenas giro la cabeza dándole a entender que lo había escuchado. El joven se sentó en su lugar junto a ella y la miró con dulzura— ¿Cómo estas? —le preguntó como todas las mañanas cuando llegaba a clases. Quien él creía que era Milidy levantó la cabeza y lo miró fijamente. Desde aquel accidente lo único que quedaba de Milidy Inakegui era su cuerpo, no era por las cosa que había vivido que su personalidad había cambiado tanto, era por el echo de que ya no era, literalmente la misma persona, quien ella era realmente ahora era Misao, que al ver el cuerpo débil de la chica uso la oportunidad para tomar su lugar.
—Eh estado mejor —respondió con su habitual vos. Misao sentía pena por ese chico, que por lo que entendía era el novio de Milidy, se veía que la amaba mucho y recordó por unos instantes como ella había sido amada en el pasado y se preguntó donde estaría él ahora.
—Estas muy cambiada —repitió como todas las mañana. El joven recordó a la chica de la cual se había enamorado, dulce, atenta y amable; mientras que ahora era fría, calculadora y de mal carácter, trataba de creer que era por lo que le había sucedido, pero le dolía admitir que la estaba perdiendo— ¿Todavía sientes algo por mi? —preguntó tomándola de la mano, la joven miró el contacto pensando que el chico, a pesar de que para ella a los humanos no eran sus seres favoritos, era bastante agradable.
—Eres un buen chico y te mereces ser feliz —comenzó mientras soltaba un largo suspiro, pensando que le debía Milidy dejar que por lo menos la relación con ese chico rubio de ojos celeste terminara bien—. Hoy me voy a ir a otra ciudad y quizás pase mucho tiempo antes de que nos volvamos a ver o pueda que no nos volvamos a ver —el chico la miró con tristeza, pero asentía dándole a entender que comprendía su punto y con eso pudo ver minimamente lo que ella había sido.
—Podemos ser amigos ¿Verdad? —preguntó nervioso, no la quería perder, sabía que quizás no se volvieran a ver, pero esperaba que si y que pudieran volver a tener aquello que se estaba perdiendo.
—Claro —exclamó— puede que algún día pueda venir a visitarlos o tu a mi —dijo para hacer sentir mejor al chico, sintiéndose orgullosa por lo que había podido lograr. En ese tiempo viviendo con humanos había aprendido bastante de ellos y de sus costumbres pero cuando su nuevo cuerpo recuperara sus poderes volvería al Reikai y no volvería a ver a ese chico ni a ningún otro humano. Mientras pensaba eso la chica se miró su mano izquierda pensando que cuando su marca volviera a parecer iba a tener el poder suficiente para ir al mundo espiritual. En esos tres mese lo único que había podido recuperar con largas horas de entrenamiento era su velocidad y su capacidad para manejar los wakizashis y apenas había podido invocar al Kaji sei, era solo cuestión de tiempo para ser la misma de antes.
Ya era de madrugada cuando Misao llegaba a su nueva ciudad sentada en asiento de copiloto del auto que manejaba su tío Tsubasa Inakegui, hermano menor del padre de Milidy. Ambos había viajado casi todo el camino en un cómodo silencio y la joven pensaba que había algunos humanos rescatables. Su tío solo le hablaba para preguntarle algunas cosas pero no la presionaba ni le decía cada dos segundo lo cambiada que estaba, quedo sorprendida cuando se dio cuenta que estaba manteniendo una buena conversación con ese hombre y sonrió quizás no fuera tan malo. Cuando llego a su nueva casa, que en realidad era un departamento, pensó en la sensación que tuvo en el primer instante que puso un pie en el suelo de esa ciudad sintió gran cantidad de energía que rodeaba el lugar dejándola totalmente estupefacta.
Esa misma mañana tenía que ir a la escuela, por más que su tío le permitía faltar ese día prefería estar fuera para poder seguir entrenando antes de volver y buscar alguna entrada al Reikai. Mientras se ponía su uniforme rojo se detuvo a mirarse en el espejo de cuerpo completo que había en su nueva habitación, nunca se había puesto a mirar detenidamente como era su nuevo cuerpo. Milidy era bastante alta para ser mujer, mediría al rededor de un metro setenta, tenía una figura estilizada y atlética quizás fuera por su duro entrenamiento, tenía unos redondeados y respingados pechos que llamaban bastante la atención. Su cabello era negro y lacio, llegaba casi a sus caderas y su frente era cubierta por un flequillo recto, debajo de este se escondían unas redondeas cejas, sus ojos eran de un color verde opaco y su nariz era respingada. Estaba muy conforme con el cuerpo que había tomado.
Iba caminando hacia lo que sería su nueva escuela cuando se cruzó a un chico de uniforme verde que caminaba despreocupado con las manos de tras de la cabeza, distraida por mirarlo tanto se lo choco, tranquilamente pudo haber echo un salto y caer parada pero no todos los humanos tenían tanta agilidad por lo que cerro los ojos para esperar el golpe; pero este nunca llego, cuando abrió los ojos el chico al que venía mirando se encontraba frente a ella sosteniéndola entre sus brazos, el joven tenía cabello negro y ojos marrones y sorprendente mente una enorme cantidad de reiki.
—Muchas gracias —dijo mientras se enderezaba pero siempre quedando entre los brazos del chico, este que se mantenía serio hizo un gesto raro que hizo que la chica riera.
—No hay de que, se que es difícil no distraerse mirándome —agregó despreocupadamente haciendo que la chica se riera mas fuerte.
—Yusuke —llamó una voz de mujer a lo lejos, por lo que el joven la soltó de golpe y se voltio para mirar a la chica que lo llamaba, Misao sonrió pensando que de seguro aquella jovencita era la novia de aquel chico llamado Yusuke.
—Me tengo que ir —exclamó mientras agitaba su mano y corría hasta donde estaba la chica. Misao siguió su camino a la escuela pensando que es chico era digno de investigar.
Misao se encontraba hablando con la que parecía ser la directora de la escuela, era una mujer bastante agradable pero parecía estar algo loca, tenía unos anteojos redondos, pelo rubio bastante desaliñado y sus labios estaban pintados de un color rojo demasiado llamativo. La mujer de la que ya no recordaba el nombre le explicaba cada una de las cosas que debería saber, Misao la miró una vez más y luego se distrajo mirando por la ventana de la sala en donde estaban.
—Señorita Inakegui —la llamó la mujer, esta reaccionó y la miró tratando de hacerle creer que siempre la había estado escuchando—. La llame varias veces, parece como si no fuera su verdadero nombre —comentó para luego soltar una molesta carcajada, la morocha se tenso en su asiento, queriendo interpretar a esa mujer, los humanos era muy raros por lo que le costaba saber si bromeaban o no—. Vamos linda era una broma —dijo la mujer haciendo que Misao se relajara—. Ven te acompañara a tu salón —agregó mientras se paraba, Misao la imitó y la siguió hasta lo que debía de ser su nuevo salón de clases.
—Chicos —grito la mujer para que todos le prestaran atención—-. Hoy tendrán una nueva compañera —indicó señalando a la chica que hizo un paso al frente con la cabeza bien erguida y mirando a todos analíticamente—. Puedes presentarte linda —luego de darle un empujoncito la mujer se fue del salón dejándola en aquel lugar sin saber muy bien que hacer, sabía que debía hablar como Milidy, porque si decía algo muy propio de ella sería raro.
—Soy Milidy Inakegui, tengo 15 años y vivo con mi tío —dijo mientras se cruzaba de brazos, odiaba estas cosas de los humanos, para que necesitaban tanta formalidad.
—Muy bien puedes sentarte —le indicó la profesora al ver que la chica no diría nada mas—. Minamino levanta la mano por favor —cuando la humana dijo eso para indicarle donde sentarse la mirada de ese joven y la suya se cruzaron por unos segundos dejándola confundida, involuntariamente camino hasta su lugar y se sentó pensando que esa mirada intensa ya la había visto con anterioridad. Pero nunca había visto a ese joven de pelo largo de color rojo y unos profundos ojos verdes esmeralda—. Saquen sus libros y empiecen con los ejercicios de la página 129 —Misao volvió en si cuando escucho hablar a la mujer y comenzó a mirar su mochila, para tratar de descifrar cual de los siete libros que llevaba era el correcto.
—Es el de tapa roja —escuchó que una voz masculina le decía desde sus espaldas, ella se volteó y se encontró que el hermoso pelirrojo le sonría mostrándole su libro— Soy Shuichi Minamino —se presento respetuosamente.
—Milidy Inakegui —respondió ella—, gracias por la ayuda —agrego señalando el libro mientras sonreía.
La clase transcurrió con normalidad y el resto del día también. Cerca de las siete Misao se paro en el techo del edificio donde ella vivía para buscar la energía del chico de la mañana, en su cuerpo habría sido más rápido, pero de todas maneras acabo de unos minutos encontroó al reiki del chico que estaba acompañado por tres demonios, de los cuales dos disimulaban bastante bien su energía. Con gran velocidad se encamino hasta donde estaba aquel extraño joven, al llegar se quedo parada sobre un árbol que la dejaba bien oculta de los presentes. Efectivamente había tres demonios, pero hubo uno que llamo su atención era alto, pelirrojo y llevaba puesto el uniforme de su escuela, enfoco su vista y quedo sorprendida ¿Qué hacía Shuichi Minamino allí?
—Me retiro caballeros —informó el pelirrojo para después salir del lugar a gran velocidad, impidiendo que alguno de los otros presentes pudieran decir algo.
—Espera Kurama —exclamó enojado el otro demonio de baja estatura y cabello negro. Misao recordaba a ese Yokai llamado Hiei, pero no era eso lo que la dejo sin palabras era escuchar el nombre de Kurama después de tanto tiempo y que a quien ella recordaba siendo un Kyubi frío, controlador y un poco déspota ahora era un humano, uno con el que ella compartiría todos los días un aula de clase. Sentía que el corazón se le paraba, estaba estupefacta, feliz y quizás triste a la vez, no sabía como sentirse al volver a saber de el después de tantos años sin saber de él, pero había de algo que estaba segura, lo amaba, siempre lo amaría.
Disclaimer: La historia no me pertenece, ni los personajes, solo Misao/Milidy que es de mi propia invención.
La historia será modificada y algunas personalidades también.
Espero que les guste, Yu Yu hakusho es mi anime favorito y hace mucho que quería escribir esta historia.
Saludos
Emi :)
