Los personajes pertenecen a Hiro Mashima y la portada a la diosa de Rusky Boz.


Libertad.

Eso era lo que Gajeel sentía en este momento. Con la semana tan estresante que había tenido, con la mudanza y el traslado de todas sus cosas a su nuevo departamento, sentía como si fuera la primera vez en un largo tiempo, en la que se podía sentir así. Cazar lo hacía sentirse así.

Corría sin rumbo buscando presas, era divertido y lo hacía sentirse completamente relajado. Su cuerpo humano era un caparazón, una carga, cuando estaba sobre sus cuatro patas corriendo de esta forma, era el único momento donde se sentía completamente libre.

Si, ser un humano también tenía sus ventajas, pero él había nacido siendo un hombre lobo, al igual que su padre, no era un simple convertido a raíz de una mordedura, la sangre licántropa corría por sus venas.

No era luna llena, tampoco era necesario que lo fuera, era una de las ventajas de decender de linea directa de un licántropo puro, como lo era su padre, podía convertirse a su antojo, y tenía un dominio total de su conciencia a todo momento, y no era la única ventaja, él no era un simple hombre lobo, podía convertirse en un lobo completo, el cuál ante el ojo inexperto, sería irreconocible como un ser cambiante, e incluso su padre le había enseñado a manejar la forma intermedia, aquella en que conservaba su cuerpo humano, a excepción de las extremidades, las orejas y también la cola, que venía en el combo.

Era uno de los pocos que quedaban, y ese era el motivo por el cual se había mudado a Magnolia, había logrado averiguar sobre la existencia de otros dos hijos de pura sangre y quería encontrarlos. Eso y su nuevo trabajo, al fin y al cabo, era un hombre de 27 años, tenía responsabilidades y cuentas que pagar, no podía evitarlo, no podía vivir siendo un lobo, no era vida para él, su padre lo había educado distinto.

Metalicana le había enseñado todo lo que pudo hasta la edad de 8 años, cuando lo perdió y se convirtió en un cachorro abandonado, ya que tampoco conocía a su madre. Solo sabía que había muerto cuando él era demasiado pequeño para recordarla, aunque su padre siempre le hablaba de ella, contándole que era mas que amor lo que los unía como pareja, era el destino que los había juntado, y que él era fruto de eso, y que sabía que algún día le iba a suceder lo mismo.

Por eso cuando lo perdió, sentía que no tenía nada, estaba solo, y enojado, por lo que optó por quedarse en un modo de transformación completa. Podría haberse quedado así convertido en lobo, de hecho, lo hizo un tiempo, casi llegando a convertirse en un perro callejero. Pero conoció a otro hombre lobo, que lo reconoció como tal y lo ayudó a encaminarse, además sabía que su padre no hubiese querido eso para él, por lo que intentó convertirse en algo de lo que estuviera orgulloso.

De pronto, el viento del bosque del este de Magnolia sopla, trayendo hacia Gajeel el olor de su presa, y haciéndolo sonreír por dentro, no era que tampoco en su forma lupina pudiera notarse, pero el destello en su mirada si lo delataba. Se dirige lentamente hacia un claro, donde había un grupo de ciervos, veía a varios cervatos con sus madres, y allí estaba, supo al instante quien era el líder de esa manada y quien se convertiría en su próxima presa.

Podía comer comida como cualquier otro ser humano, y eso lo hacia pensar en que debía encontrar un nuevo lugar en esta ciudad donde hicieran las hamburguesas casi crudas como al lugar al que solía ir en Oak Town. Él no necesitaba la caza para sobrevivir, pero era gratificante, además le gustaba poner en práctica sus habilidades, no era que hubiera mucho para hacer en estos tiempos para un hombre lobo, las guerras entre las criaturas del inframundo habían quedado en el olvido, su padre le había contado leyendas, que por su antigüedad a veces dudaba que hayan ocurrido alguna vez, y solo las tomaba como cuentos de niños.

Además él era lo suficientemente cuerdo como para mantener ciertos instintos reprimidos, y por mas que su especie tuviera la fama de atacar a otros hombres, el prefería no hacerlo. No quería delatarse y que se de comienzo a una "cacería de brujas", eso se lo dejaría a esa gente, con la que prefería no tener que tratar. Solo tenía un amigo, bueno, era una amiga. La había conocido de su etapa de rebeldía, cuando tenía 16 años, aunque siempre se había considerado un rebelde, pero en esa época, había formado una especie de banda con otros adolescentes solitarios, abandonados y excluidos dentro de esa sociedad que se manejaba bajo las sombras. Eran dos vampiros, dos hombres lobo, uno de los cuales era Gajeel y una bruja. Su única amiga, bueno, quien lo crió también era su amigo, pero a él le gustaba pensar que eran mas bien hermanos.

Volvía a enfocarse en lo que tenía frente a sus ojos.

Todas sus características lo hacían prácticamente invisible, los ciervos no sabrían, hasta que fuera demasiado tarde, que era lo que los había atacado. Su pelaje completamente negro, lo camuflaba con la noche, a pesar de llevar piercings sobre ambos ojos, su hocico y orejas, estos quedaban tapados por el pelo, las almohadillas de sus patas absorbían el impacto de sus pisadas, y el suelo, cubierto con los restos de hojas del otoño, se encontraba húmedo por la lluvia de la noche anterior, lo que lo hacía perfecto, ya que amortiguaba cualquier sonido. La poca luz de luna que brillaba, ya que era menguante, solo caía sobre el claro, y se veía reflejado en sus ojos rojos. Su visión era excelente en la noche, y sin mas preámbulos, se coloca en posición de ataque.

Gajeel era un solitario, un renegado, los lobos se manejaban en manadas, atacaban en manadas, pero él no soportaba recibir ordenes. Era un cazador poco ortodoxo. Había cazado en grupo antes, pero nunca había funcionado, por lo que tuvo que aprender a hacerlo solo, pero por lo menos lo hacía a su manera.

Da un solo salto, y cae sobre su presa, el ciervo intenta dar pelea, pero por mas grande que fuera su cornamenta, no podía con la eficacia de un depredador como Gajeel, que se aferraba con sus dientes sobre el cuello del ciervo. Sabía que debería haber ido hacia sus patas para hacerlo perder el equilibrio, pero a él le gustaba hacerlo directo, para asfixiar a su presa. Los otros escapan, pero no le importaba, no los iba a perseguir, solo quería al mas grande y fuerte de esta manada, y lo tenía a su merced. El ciervo cae de costado, y Gajeel rompe el cuello como si fuera una rama seca, caída de algún árbol.

Certero y letal, esas palabras lo definían como cazador. Comienza a alimentarse, ya que con la semana que se avecinaba, sabía que iba a pasar un tiempo hasta que pudiera volver a hacerlo de esta forma. La luna llena afloraba sus instintos mas primitivos, y por mas que fuera consciente, a veces sentía que no podía controlarse, por lo que en esas noches, se mantenía encerrado hasta que amanecía. Estaba entretenido comiendo, cuando lo siente.

Esa opresión en el pecho, ese instinto que aunque pasaran los años, aún no podía comprender del todo. Él lo sentía como un peso, como gravedad, algo que lo detenía en su lugar, y le quitaba su amada libertad. Una cadena, si, esa era una buena palabra. Era como si lo hubiesen encadenado, y tiraran del otro extremo para obligarlo a ir hacia un lugar desconocido. Por mas que fuera fuerte, no podía quedarse en el sitio en que estaba, todo su cuerpo le pedía que vaya en dirección hacia el otro extremo de la cadena. Vio el ciervo bajo sus patas, y pensó que era una lastima, dejar una cena a medio terminar, pero tenía que irse y buscar cual era el origen de esto que lo perturbaba.

Todavía recordaba la primera vez que lo sintió, fue unos días después de cumplir los 5 años. Era muy pequeño, y los recuerdos de esa época, al igual que para cualquier niño, eran difusos, pero no hay un detalle que no recuerde de ese día. El viento en su pelaje, y los aromas que este traía consigo, aún podía sentir la calidez del sol, que sobre su pelaje negro lo hacía lucir brillante, y escuchar el sonido del caudal de agua de un río cercano. Estaba corriendo junto a su padre, cuando sucedió por primera vez. Lo detuvo en seco, lo desorientó, todo lo que tenía a su alrededor se hizo difuso, sintió una opresión fuerte en su pecho y le pareció escuchar el llanto de un bebé, pero ¿dónde?, no estaban cerca de ningún pueblo, estaban muy alejados, donde nadie los pudiera observar, por lo que corrió, no sabía ¿por qué? solo sabía que debía hacerlo, algo en su corazón se lo decía. Sabía que había corrido a toda velocidad, asustando a su padre, que empezó a perseguirlo preocupado. No entendía que era lo que experimentaba, solo podía pensar en el color ámbar con destellos avellana.

Cuando su padre lo alcanzó, estaba oculto en el hueco de un árbol, hecho un bollo, para hacerse mas pequeño, y muerto de miedo. Costo trabajo hacerlo salir de allí, Metalicana no podía entrar a sacarlo, así que tuvo que convencerlo de que no había peligro alguno. Gajeel recordaba que a pesar de todo, de que no le había dicho nada, y simplemente se había alejado de su lado sin avisarle, su padre nunca se mostró enojado, y cuando pudo detenerse a contarle todo lo que había sentido, sus palabras fueron: -Ya nació...- Pero las había dicho para si mismo. Nunca le explicó mucho, la respuesta siempre era que, cuando fuera mas grande, le diría todo lo que necesitaba saber. Pero nunca llegó ese tiempo.

Hubo varias ocasiones en que volvió a pasar lo mismo, desorientándolo y poniéndolo rumbo a ningún sitio, hasta que lograba calmarse. Pero esta vez, era diferente, era cercano, parecía que lo que sea que estaba hacia el otro extremo era alcanzable. Por lo que se dejó guiar, siguió a su instinto y se apresuró a ir a cualquiera fuera su destino. Estaba cansado de tener miedo, incertidumbre, quería saber que era lo que lo estuvo acechando desde pequeño.

Atravesó el bosque en un parpadeo, y llegó a un estacionamiento. Estaba prácticamente vacío, a excepción de unos pocos autos. Era iluminado por unas cuantas farolas, la mayoría estaban rotas y había una, hacia el otro extremo opuesto a él, que se apagaba y prendía intermitentemente. ¿Aquí estaba lo que lo que estaba buscando? No veía nada raro, aunque pudo reconocer el edificio, era donde iba a empezar a trabajar el lunes siguiente. Se sentó en el suelo decepcionado, si su trabajo era su destino, era bastante patético. Movió la cabeza, y suspiró, comenzó a dar media vuelta para alejarse, cuando escuchó un grito. Su pelo se encrespó, su respiración se tornó agitada y sus pupilas se dilataron, algo en ese grito despertó lo peor en él.

Provenía de debajo de la luz intermitente. Un auto gris estaba estacionado allí, se dirige a toda velocidad, y se detiene cuando observa a un hombre abalanzarse sobre una chica de pelo azul.

-Ya te dije que te di todo lo que tenía.- Le decía ella mirando al cuchillo que el sujeto sostenía sobre su cuello.- Aquí tienes las llaves del auto, llévatelo si quieres.- Le extendía las llaves.

-¿Tienes que ir a algún sitio acaso?- Le decía el tipo muy cerca de su rostro, a medida que ella trataba de alejarse lo mas posible.- Podemos divertirnos, nadie nos molestará.- Ella lo miró entrecerrando los ojos.- No se te ocurra volver a gritar.- Apretó un poco mas el cuchillo contra ella, y una gota de sangre resbaló por el filo. Un gruñido hizo que ambos se dieran vuelta en dirección al estacionamiento.

Y eso fue lo último que hizo el ladrón, porque Gajeel se abalanzó sobre él con todas sus fuerzas y embistió en el costado de su cuerpo para empujarlo y alejarlo de la chica. No podía morderlo, si lo hacía iba a haber una escoria convertida en hombre lobo, y no quería eso, y si lo mataba, bueno, que se involucre la policía no le convenía, y menos en el lugar donde comenzaría a trabajar. Pero no podía permitir que la lastimara. El tipo era listo, y rápido, no en mucho tiempo se estaba reincorporando del suelo, y lo atacaba con el cuchillo.

¿Dónde estaban los defensores de animales cuando uno los necesitaba? A este hombre no le importaba nada, y ahora le acaba de provocar otro corte en su hocico y lo arrojaba contra el cordón de la vereda que rodeaba el estacionamiento.

Este asunto de no poder morderlo lo limitaba demasiado, solo podía embestir, o tomarlo de la ropa y zamarrearlo. Ponía todas sus fuerzas en eso, y pudo lanzarlo contra el auto, logrando un golpe bastante potente que casi noquea al sujeto, que trata de volver a ponerse en pie, pero le estaba costando. Gajeel se acerca a centímetros de su rostro y gruñe mostrando todos sus afilados dientes, y el tipo huye del miedo.

Tenía que asegurarse que la chica estaba bien, era lo único que ocupaba su mente en este momento. Se asoma hacia el costado del auto, ella aún seguía parada allí. La había asustado, pero al menos, estaba bien, y el ladrón había escapado.

-Perrito...- Ella extendía una de sus manos temerosa, Gajeel la observa extrañado, pero comienza a acercarse, lentamente ya que estaba rengueando del golpe que se había dado, cuando el tipo lo empujó.- No te haré nada, ven...- Lo llamaba ella.

Por alguna extraña razón, él confiaba, no era que una chica como ella pudiera con un pura sangre como Gajeel. Comienza a acercarse muy lentamente, y sin perder el contacto visual en ningún momento. Era una chica bastante baja, no pasaría el metro cincuenta, tenía tacos negros, estaba vestida con una camisa blanca, y una pollera gris al cuerpo, que resaltaba sus caderas, su pelo azul era claro, estaba sujeto por un pañuelo negro.

El color de su cabello le hacía recordar al celeste del cielo en una tarde despejada, aún cuando era iluminado por una lampara que funcionaba mal, le hizo querer saber como se vería durante el día. Su tez era muy clara, opuesta a la de él mismo que era mas bien bronceada. Su voz le daba tranquilidad, era como escuchar el correr del agua en un río. No restaba nada de distancia entre ellos, y podía sentir su aroma, era reconfortante, similar al que podía olfatear cuando estaba en el bosque. Y entonces ella apoya su pequeña mano en su hocico, y pudo sentir la calidez que de ella emanaba, era como la calidez del sol, pero concentrado en la chica frente a él. Y pudo ver a sus ojos, que lo miraban con preocupación: ámbar y destellos de avellana. Estaba embelesado contemplándola, no comprendía por que.

-Gracias, perrito, me salvaste.- Le decía aún acariciándolo, él se dejaba, era raro, nunca dejó que nadie lo hiciera, él no era una mascota, ni nada de eso, pero no podía resistirse. Ella separa su mano, para tocar los piercings en su hocico y sobre sus ojos.- ¿Quién te hizo esto?- Le hablaba como si pudiera responderle.- Esto es crueldad animal, no deberían hab...- Se mira sus manos, y nota la sangre, lo mira de vuelta e intenta revisarlo, tenía una herida en el estómago por la cual perdía bastante sangre.- Oh no, debemos llevarte a un veterinario.- ¿Debemos? ¿Ella y quién mas? Cierto, él. ¿Eran un equipo ahora solo porque la salvó? Ese pensamiento lo hizo reír. Además, a él no le preocupaban las heridas, cicatrizarían para la mañana, había sufrido heridas peores, y sin embargo aquí estaba, aunque le gustaba verla preocupada por él. Ella tanteaba el suelo en busca de algo: las llaves, ve como las levanta del suelo, y se pone en pie, acomodándose la pollera. Busca en la cajuela del auto y saca una cobija, Gajeel la observa mientras abre la puerta trasera, y acomoda allí la cobija. -Ven, sube.- Da unas palmadas al asiento.- Iremos a ver a un veterinario.- Él no necesitaba un veterinario, ya estaba sanando, pero por alguna razón quería estar un rato mas con ella. Así que sube, le costó un poco, ya que aunque el dolor de la pata era menor, aún molestaba.

Ella cierra la puerta, da la vuelta al auto y se sube al asiento de conductor, dejando un morral en el asiento de acompañante. Gajeel se queda recostado pensando. Le hubiese gustado al fin averiguar que era eso que lo estaba atrayendo hasta este sitio. Y entonces ella enciende el motor, y automáticamente todo lo que pudo hacer fue limitarse a intentar no vomitar. Ella lo observa, y piensa que es a raíz de las heridas, y acelera, lo que hace peores las nauseas de Gajeel.

-No puede ser, es la única veterinaria que conozco que atiende las 24 hs y esta cerrada.- Vuelve a mirar hacia atrás nerviosa.- Espérame un momento, ya vuelvo.- Se bajó del auto, y al menos con el vehículo detenido Gajeel pudo recomponerse un poco. La ve volver con una bolsa enorme que parecía ser de una farmacia.- Fui a la farmacia y compré esto.- Le muestra la bolsa, y parecía que había comprado la dotación anual de vendas y gasas para la Cruz Roja.- Vamos a mi casa, y veremos tus heridas,- Enciende el motor.- y mañana a primera hora, iremos al veterinario.-

Hace su mano hacia atrás y lo acaricia, lo que ayuda a calmar su malestar, hasta que el coche empieza a moverse. Pierde la noción del tiempo, pero calculaba que no habrían pasado mas de diez minutos, cuando vuelven a estacionar, ella toma la bolsa y su morral y sale del auto. Abre la puerta trasera.- Ven, baja.- Gajeel lo hace, y observa como ella retira la cobija, y la tira en un cesto, ya que estaba manchada con sangre. Ella pone un dedo sobre su boca y lo mira.- Shhh, no hagas ruido porque aquí no se permiten mascotas, pero nadie tiene porque enterarse que estas aquí, ¿no?- Se agacha para intentar levantarlo, pero Gajeel se retuerce, él estaba bien, podía caminar solo.- Esta bien, no te molestes. ¿Podrás caminar solo?- Él la miro como diciéndole:-Por supuesto que puedo caminar solo.- Y ella dándose cuenta se rió.- Ven, es por aquí.

Entraron a un edificio de diez pisos, por lo que podía ver, subieron en ascensor hasta el séptimo. Casi llegando al final del pasillo, se detuvieron, ella sacó sus llaves y entraron al departamento. No era muy grande, pero Gajeel se sorprendió de ver la cantidad de libros que había, hacía que el ambiente pareciera mas pequeño aún, ya que todas las paredes estaban cubiertas de libros. Era como estar en una biblioteca. Ella lanza su bolso a un sillón y se sienta en el suelo frente a él, sacando las cosas de la bolsa.- Esto va a arder un poco.- Le dice apoyando un algodón envuelto en gasa, empapado en antiséptico, sobre la herida del hocico. Él emite un quejido.- Perdón, perdón, es necesario. No queremos que se infecte, ¿no? Déjame...- y vuelve a limpiar la herida y el pelaje, pone un apósito sobre la herida, y continúa con el resto. Al finalizar Gajeel parecía un lobo disfrazado de momia, pero ella se sentía complacida con su trabajo, así que él no se quejaba.- Mañana iremos a ver al veterinario, y luego te buscaremos un hogar. No puedes quedarte conmigo, porque no tengo espacio, y en el edificio no lo permiten. Pero no dejaré que te quedes en la calle.- Le sonríe y lo acaricia.- Eres un héroe después de todo.

Era un chica agradable, y sumamente hermosa, era en lo que Gajeel se concentraba, cada vez que ella le ponía esa cosa que ardía, para que sus heridas no se infecten. La observa como va a la cocina y busca un par de bowls, en uno coloca agua, y en el otro un trozo de carne. Gajeel se acerca y hace a un lado la carne, porque ya había comido, pero toma el agua.- Entonces esto lo guardo para mañana.- Ella toma el bowl con la carne y lo guarda en la heladera, y luego se va a la habitación donde trae otra cobija y la pone en el suelo.

-Puedes dormir aquí. Yo voy a bañarme. Buenas noches perrito.- Le da un beso en la cabeza, y aunque sabía que no era posible, Gajeel se siente sonrojar. Pero eso no quería decir que fuera a dormir en el piso, como un perro cualquiera.

Empieza a recorrer el departamento, aunque no había mucho por ver. La cocina ya la había visto, estaba en el living o biblioteca, el baño estaba cerrado, y escuchaba el sonido de la ducha, y solo quedaba una puerta, era la habitación, que también estaba llena de libros, pero no lo sorprendía.

La cama estaba destendida. Se sube y se acuesta en ella del lado izquierdo, ya que allí podía ver hacia la ventana que daba afuera. Sabía que debía marcharse, pero estaba cansado, y tal vez podría dormirse un rato, y luego escabullirse y volver a su casa.

Ella entra a su habitación desnuda, secándose el cabello, con una toalla, Gajeel se queda congelado, no siendo siquiera capaz de respirar. Era una visión, y él convertido en un perro, que injusticia. Sentía casi lo mismo que cuando estaba frente al ciervo, era como estar frente a su presa, pero esta era una debía conseguir transformado en humano. Su cabello goteaba, y una gota caía por su espalda. Ella se estaba colocando un shorcito y él pudo ver como se inclinaba, y el ver su trasero lo hizo relamerse. Cuando se da vuelta poniéndose la remera, la ve de frente y sabía que iba a necesitar una ducha fría después de esto.

Ella se bajaba la remera y lo observa.- Hey, ¿tú que haces ahí?. Esa es mi cama.- Lo regaña pero sonriendo. Acomoda un poco las sábanas y las cobijas, y se tapa a ella y a Gajeel al lado suyo.- Bueno, supongo que mañana deberé lavarlas. Te dejaré pero solo porque estás herido.- Le aclaraba.- Además estoy muy cansada, llevó leyendo todo el día, creo que me quedaré ciega jaja.- Le contaba.- Y supongo que tú también estás cansado, ¿no es así, perrito?- Se queda pensando. -Deberíamos buscarte un nombre.- Lo observa y le toca los piercings sobre los ojos, Gajeel siente la calidez de sus manos.- Kurogane. Si, puede ser, significa "acero negro" en japonés. Te queda bien, cualquier cosa, cuando tengas un dueño, puede cambiarlo.- Le sonríe.- Pero no da que siga llamándote perrito, eres enorme.- Él soltó un resoplido divertido.- ¿Qué eres? ¿Una mezcla entre un husky y un grandanés?- Ella se reía de su propio chiste, y a Gajeel le encantaba como sonaba su risa.- Pero tus ojos son mas lindos. Rojos, es un color extraño, pero único, te sienta.- Lo vuelve a acariciar.- Bueno Kurogane, yo soy Levy,- Se presentaba, y Gajeel pensaba que el nombre realmente sonaba bien para ella.-y creo que oficialmente es la hora de ir a dormir. Buenas noches.- Apaga la luz y se da vuelta para enfrentarlo.

Sentía una sensación de placidez, que no había experimentado nunca. Se deja llevar por el sueño, mientras ella lo tomaba suave del cuello y lo abrazaba en sueños. Era como que pertenecía allí, junto a ella, era extraño, pero parecía natural.

Comienza a notar como sus músculos se transforman, todo el pelaje desaparecía, las garras se retraían, sus extremidades se alargaban. La incomodidad del regreso a su forma humana se acababa. ¿Dónde estaba? Cierto, con la chica de pelo azul, Levy, era su nombre. Ella estaba a su lado y apoyaba su cabeza en su pecho. Fue una noche estresante, pero valió la pena salvarla, era una buena persona, y no se merecía lo que sea que ese infeliz quería hacerle. Y al fin y al cabo, él estaba para protegerla, ¿no? ¿Era eso? Se dejó llevar por sus pensamientos y se quedó profundamente dormido.


La luz del sol, que atravesaba la ventana molestaba a Levy, sacándola de su sueño. Hacia tanto que no dormía tan bien. Y ahora por no haber bajado la persiana, su sueño se veía interrumpido. Era sábado, podía dormir hasta tarde. ¿Por qué olvidó la ventana? No quería abrir los ojos, porque sabía que si lo hacía, ya no podría volver a dormir. Se acurruca mas en la almohada al lado suyo. ¿Qué almohada? Trató de recordar. El perro. Es verdad, pero esto no se sentía como un animal peludo, era mas bien suave, caliente al tacto, fuerte y ¿musculoso?. Abre lo ojos de par en par, y se encuentra a si misma abrazada a un hombre que desconocía. ¿Cómo había llegado a su cama? ¿Y dónde estaba el perro? Estaba paralizada, cuando siente como él la abraza por la cintura para atraerla hacia él.

-Es temprano Levy, vamos a dormir.- Le dice. ¿Sabía su nombre? Inhala fuerte y grita con todo el aire que le permitían sus pulmones, el hombre se cae de la cama del sobresalto, y ella se levanta y lo enfrenta.

-¡¿Quién eres?!- Le pregunta.

-¿Así es como despiertas a la gente por la mañana?- Le dice ya de pie y restregándose los ojos. Estaba completamente desnudo, y... totalmente despierto.

Ella le arroja una almohada.-¡Cúbrete!- Y se tapa los ojos con una mano.- ¿Ya está?- Pregunta nerviosa.

-Creo que necesitaré una almohada mas grande, gihi.- Encima se reía de ella, deja caer su mano, y ve como sostenía la almohada, para cubrir su virilidad.

-¡¿Quién eres?! ¡¿Cómo entraste a mi departamento?! ¡¿Y dónde...- Se detiene y comienza a buscar por la habitación, se va rápido al living y él la sigue, mientras ella revisaba la cocina y el baño.- ¿Dónde está Kurogane?- Le dice enojada.

-Tranquila, enana, puedo explicarlo.- Ella lo mira y él duda, pero no le dice nada. Ella continúa observándolo, a la espera de su explicación.

Él tenía puesto dos apósitos en el rostro, sobre la nariz y en la mejilla derecha, el brazo derecho vendado, y la cintura igual, pero lo que le llamó la atención fueron los piercings. Dos a cada lado de su nariz, dos bajo su mentón, y tres donde debería haber habido cejas, por lo menos, esos eran los que podía ver. Su cabellera era negra, y muy larga, caía desordenada sobre su rostro, dándole un aspecto mas juvenil, podía darse cuenta que debía tener un par de años mas que ella. Su piel se notaba suave, y con un bronceado que no desentonaba con su aspecto. Su cara era angulosa, su quijada fuerte y sus pómulos marcados, su nariz era recta y masculina, sino fuera porque era un intruso y un degenerado que se había metido en su departamento, en su cama y desnudo, le hubiese parecido sumamente atractivo. Lo miró a los ojos, rojos, no como en un ocaso, o en alguna fruta de ese color, eran como la sangre. Y ahí fue cuando lo supo.

Se llevó las dos manos a la boca, y lo miró horrorizada.-Oh, no. Yo se lo que eres.- Él la miró sin entenderla.- Un hombre lobo...


Nuevo FIC. Muy yo, que amo toda la onda vampiros, hombres lobo y todo eso.

Espero que les haya gustado. Como siempre va a estar centrado en Levy y Gajeel, mi OTP favorita, porque si, lo admito orgullosa, soy Gajevy trash jeje.

Espero que me sigan, voy a publicar una vez por semana, después de terminar GTA Magnolia, mi cerebro no da para hacerlo mas seguido, o estallaría, pero prometo ser constante, supongo lo haré los viernes, este lo puse antes para que quede pegado al final de GTA.

Rated M, por obvias razones, violencia, lenguaje y lemon. Si, soy una perversita, también lo admito jeje.

Bueno, díganme si gustó o no, me encanta leer las review y responderlas :)

Así que sin mas, acá le dejó el primero de todos los capítulos de esta historia.

BianWW