Pokémon no me pertenece.


Era más de las doce de la noche en el Monte Moon cuando cierto pelirrojo entrenaba con todo su ser junto a su Feraligatr, haciendo que cada roca temblase ante los fuertes y potentes ataques que el pokemon de tipo agua les asestaba. Tras el último hidrobomba, el chico llamó a su compañero y éste fue a su pokeball a descansar.

Al encontrarse cerca de la salida, no dudó en salir de la cueva para cerciorarse de que se le había ido el tiempo sin que ni si quiera lo notase. Bufó, molesto, cuando se encontró con una tienda a la cual no dudó en acercarse para llamar, con suerte de encontrar cobija por esa noche. Volvió a bufar al darse cuenta de que estaba cerrada, ''normal'', pensó, ''cerrarán por la noche''. Entonces se dio la vuelta, dispuesto a irse por donde había venido, además; muchos entrenadores no estaban disponibles por la noche, así que Silver no lograría entrenar en condiciones, y sin esos entrenamientos sus pokemon no llegarían a ser más fuertes.

No lo suficiente para derrotarla.

Negó con la cabeza ante esos pensamientos, viendo de nuevo la cueva en la que segundos antes había estado entrenando. Pensó en algún método para iluminar vagamente el pasaje para volver a cualquier sitio más seguro que una cueva llena de pokemon salvajes cuando escuchó como algo se acercaba rápidamente hacia su posición. Unos segundos después, el joven pelirrojo era embestido por un Meganium.

''¿Qué narices?''

A duras penas pudo deshacerse de aquel pokemon, y a duras penas quiere decir arrastrándose por el suelo hasta que logró ser libre de nuevo. Cuando se disponía a sacudir su vestimenta del polvo fue cuando lo observó detenidamente y es que era extraño ver a un pokemon así en una cueva, y más extraño aún sin un entrenador cerca. Espero un breve periodo de tiempo para ver si alguien aparecía, pero no hubo sonido alguno.

Silver sonrió, llamando a Feraligatr, quizás con aquel pokemon si podría entrenar un rato, y, ¿quién sabe? A lo mejor se le iba el sueño que le estaba entrando. Tomó una posición ofensiva mientras su Feraligatr rugía ante la emoción, cuando una voz los detuvo.

- ¡¿Qué te crees que haces, Silver?! – Una voz bastante conocida hizo eco por todo el lugar, haciendo que Silver suspirase y disipase toda búsqueda de entrenamiento contra ese Meganium.

- Hn... - Fue lo único que salió del chico cuando vio a la dueña de la voz, ''cómo no'', su voz resonó en su cabeza, y es que el pokemon de planta tenía una dueña, y no una cualquiera.

- Deja a mi Meganium en paz. – Alegó con el ceño fruncido, acercándose a su pokemon con cariño. Una vez a su lado, comenzó a acariciarle la cabeza. – Lo siento pequeño, ¿te ha asustado? – Preguntó Kotone posando sus ojos sobre el muchacho que tenía delante.

- Eres tú quien lo ha dejado ir. – Se defendió él. – Pero bueno, tú sabrás que haces con tus pokemon, a saber qué hubiera pasado si yo no hubiera sido el entrenador que lo encontró. – Dejó caer, girando sobre sus talones para volver a la salida de la cueva hacia la tienda cerrada junto a su Feraligatr.

- Esto... ¿Silver? - Llamó la joven, ahora más calmada. - Me he perdido... - Susurró lo suficientemente alto para que éste le escuchase.

- ¿Y qué me quieres decir con eso? – Los ojos del chico se posaron en ella, girando únicamente su cabeza para que verla.

- Tengo miedo… - Confesó, acercándose al chico lentamente. Él arqueó una ceja, girándose por completo sin saber muy bien qué decir, y es que la joven estaba temblando, aferrándose a su Meganium como si la vida dependiese de ello. - No quiero estar sola… - Murmuró bajando la mirada.

Silver suspiró mientras se pasaba una mano por su rojizo cabello, despeinándolo ante la frustración que sentía porque su rival tuviese miedo de estar sola en una cueva cuando se paseó sola por toda la región de Johto, parte de Kanto, o incluso toda ésta; además de vencer al Alto Mando y al Campeón Lance... Era difícil de asimilar.

- ¿Me estás diciendo que tú, la chica que ha viajado por todo Johto y ha vencido al Alto Mando, además de a ese enclenque de Lance, le tiene miedo a estar sola en una cueva? - Inquirió él, dejando escapar todo lo que pensaba en aquel momento. – No te comprendo.

- ¿Es que tu no le tienes miedo a nada?

- No, a nada. - Alegó con una sonrisa ladeada, típica de él. - Pero bueno, supongo que hoy puedo hacer una excepción, ya que me siento generoso. Pero sigo sin saber por qué tienes miedo de estar aquí sola, como ya he dicho se te considera una de las mejores entrenadoras de todo Johto. - Repitió. - Además, siempre me ganas... - Silver se sorprendió ante las palabras salidas de sus labios y rápidamente cerró la boca, maldiciéndose por dentro.

- ¡Pero no siempre estuve sola, las noches las solía pasar en las ciudades! - Exclamó. - O si no… Habían más entrenadores para hacerme compañía… - Dijo ella mirándole más fijamente, y el muchacho pudo respirar en paz ya que Kotone no había mencionado nada de lo que el chico había dicho sobre su habilidad de dejarle para el arrastre cada vez que combatían.

- Está bien, además ya he dicho que por hoy podemos ir juntos, pesada. – Y con esto llamó de nuevo a Feraligatr para que descansara en su pokeball y esperó a que la castaña se acercase para que ambos pudiesen salir de la cueva; así que observó detenidamente como ésta guardaba a su Meganium en su pokeball y juntos abandonaron la oscuridad del Monte Moon, dirigiéndose donde se encontraba la tienda cerrada, que; por lo que Silver pudo apreciar los minutos que estuvo fuera, también había un camino hacia el otro lado.

Pasaron unos agradables segundos en silencio hasta que la fémina de la pareja comenzó a suspirar y a soltar quejidos de lo oscuro que se encontraba el lugar y del miedo que eso le daba. El chico, por su parte, solo pudo atinar a resguardar sus manos en los bolsillos de su pantalón mientras que con pequeños soplidos retiraba el flequillo que le impedía seguir mirando hacia delante.

Cuando el silencio acabó por completo.

-Silver… - Llamó ella. - ¿Qué hacías aquí? – Preguntó, dejándose llevar por su curiosidad.

-¿Acaso no es obvio? – Dijo él secamente. - Entrenar.

-¿Por la noche? – Continuó ella.

-Se me pasó la hora, simplemente. – Alegó el pelirrojo, suspirando por las preguntas de la chica. Sin embargo un sonido proveniente de uno de los árboles que se encontraban a sus alrededores les sacó de la tan animada charla e hizo que Kotone pegase un pequeño chillido de terror, aferrándose al brazo de Silver como si éste le fuese a proporcionar una protección total. El pelirrojo, por su parte, adquirió un tono rojizo en sus mejillas ante tal acción por parte de la muchacha e intentó quitársela de encima, pero la castaña hacía caso omiso de sus intentos.

- Tengo miedo… - Murmuró, aterrada. – Silver, abrázame. – Ordenó, buscando con sus ojos café los plateados de éste.

-¿Estás loca? – Dijo él, frunciendo el ceño mientras evitaba todo contacto visual. – No lo haré.

Kotone bufó y se separó de su brazo como si la extremidad del de ojos plateados quemase e hinchó los mofletes, claramente ofendida por las palabras del chico. Silver, por su parte, solo pudo suspirar de forma cansada y retomar el paseo. Así siguieron caminando hasta que al cabo de un minuto más o menos la joven de Pueblo Primavera se paró, haciendo que Silver la buscase con la mirada a su espalda, encontrándola paralizada mirando hacia su derecha. El chico siguió la trayectoria de la castaña mirada de su rival, encontrando un lago de aguas cristalinas donde se reflejaba la luna llena de aquella noche, y, allí, unos Clefairy danzaban sin ningún tipo de pudor alrededor del lago, proporcionando un espectáculo digno de ser recordado por la eternidad.

El de cabellos rojos parpadeó varias veces para salir del trance que aquel panorama le proporcionaba y miró a Kotone, que seguía absorta ante la secuencia de imágenes que tenía en frente. No pudo evitar sonreír de forma sincera al verla así, tan ensimismada, con los ojos brillantes ante la emoción de ver aquella inusual danza, con la luz de la luna como única fuente de luz. Sin embargo, rápidamente borró aquella sonrisa y carraspeó, intentando llamar la atención de la chica.

- Tierra llamando a Kotone... Si no necesitas compañía me puedo ir, ya sabes... – Llamó Silver con un tono de voz más alto de lo normal.

- Eh… ¿Qué? - Preguntó, desconcertada. - Perdón no te estaba escuchando, ¿decías? – Dijo ella, saliendo del trance.

- ¿Quieres acercarte más? – Preguntó él, en un intento de ser amable con la muchacha, quien asintió formando una pequeña sonrisa en sus labios mientras se acercaba a él para que ambos pudieran ver más de cerca, juntos; quedándose al amparo de un árbol que estaba junto al lago.

- ¿No es... Espectacular? – Preguntó ella mirando al lago con los ojos aún brillantes de emoción. – Podría decir que incluso romántico... - Murmuró más para ella que para él. - Los Clefairy bailando sin ningún tipo de vergüenza, la luna llena bañándonos con su luz, el agua en paz… Es muy... - La chica mordió su labio inferior, buscando la palabra correcta. - Precioso.

- Me parece que no tanto como tú. - Dejó escapar sus pensamientos por segunda vez aquel día, sin ni si quiera apartar los ojos de la escena que tenía delante; entonces fue cuando se dio cuenta de la metida de pata que acababa de hacer y apretó los labios mientras desviaba la mirada, con suerte de que Kotone, de nuevo, no se hubiese percatado de lo dicho. Negó con la cabeza y volvió a mirar a los pokemon de tipo normal, relajándose. Ahora fue el turno de la castaña el reposar sus ojos sobre su acompañante quien, absorta por el momento, no se enteró de lo que el chico acababa de decir; mirándole con el ceño casi fruncido para inmediatamente relajarlo al encontrarlo tan tranquilo disfrutando del espectáculo.

Fue entonces cuando un par de Clefairy se aproximaron a ellos, sin ningún miedo de que alguno de ellos pudiese perturbar su danza; y comenzaron a bailar entre sus piernas. Kotone dejó escapar una risa mientras Silver se ponía nervioso intentando no dañar a ningún Clefairy, cuando éstos lograron que el joven perdiese el equilibrio, acabando cayendo sobre la castaña.

Bufó mientras escuchaba algo parecido a risas por parte de los pokemon, e intentó incorporarse de nuevo cuando sintió un cuerpo debajo del suyo. Así, plateado contra castaño se encontró, y Kotone se sonrojó hasta las orejas, pudiendo pasar por el cabello de Silver perfectamente de lo roja que estaba. Él, por su parte, sentía que estaban muy cerca, demasiado cerca, lo que nunca antes habían estado y se sintió enloquecer. ¿Qué narices le estaba pasando aquella noche? Sabía que algo no iba bien con ella... Pero... ¿Tan fuerte era eso que sentía? Negó con la cabeza cuando sintió el aliento de la chica entremezclarse con el suyo, y fue momento de separarse mientras sus mejillas se coloreaban levemente. Una vez a una distancia prudente, se sentó contra el árbol en el que se resguardaban.

Ella le imitó, sentándose a su lado mientras intentaba disipar aquel color rojizo que se había asentado en sus mejillas cuando una brisa sopló obligándola a abrazarse a sí misma por el frío que ahora sentía. ¡Si era casi verano! Respiró profundamente y maldijo su vestimenta poco apropiada para las noches frías.

- Silver… - Llamó al chico. - Tengo frío… - Se quejó, mirándole de reojo.

- ¿Y qué quieres decirme con eso…? – Dijo él sin torcer la cabeza para encararla, pero no recibió respuesta alguna por parte de la castaña, así que, rindiéndose, giró la cabeza para encontrarse a una Kotone tiritando de frío y abrazándose a sus piernas para conservar un poco el calor corporal que tenía. Apretó los labios ante el cosquilleo en el estómago que la visión le provocaba, como si centenares de mariposas hubieran estado allí todo ese tiempo y ahora desearan salir de su jaula; y quiso golpearse para parar aquellas sensaciones, pero lo único que pudo hacer fue suspirar y quitarse su chaqueta poco a poco para tendérsela a Kotone.

- Gracias… - Consiguió articular la castaña, pero por su parte se sintió culpable ya que el chico acababa de quedarse en manga corta por intentar que ella no tuviese frío, así que se acercó a él y pasó la chaqueta por los hombros de los dos. Sin embargo, era demasiado estrecha como para que ambos pudiesen respetar el espacio personal del otro. La joven se sonrojó, esperando algún regaño o reproche del chico, pero nunca llegó.

Por su parte, Silver se sintió incluso más relajado ante aquel acto, incluso agradecido, pero no lo demostró.

- Silver... - Llamó la chica de nuevo, y el susodicho pensó que al final le gastaría el nombre.

Pero tampoco le importaba.

- ¿Qué pasa? – Dijo él volviendo a mirar a los Clefairy.

- Sin un chico como tú a mi lado no hubiera podido convertirme en lo que soy ahora. – Susurró ella ahora muy cerca de él, abrazándose al brazo del pelirrojo y apoyando su cabeza en el hombro del chico, mandando lejos el espacio personal y la privacidad del otro. Diciéndose a sí misma que oportunidades así no había muchas en la vida.

- ¿En una miedica, quizás? – Bromeó él.

- No tonto, en una gran entrenadora. – Corrigió ella mientras le asestaba un golpe con su brazo libre cuando notó que su parte de chaqueta se caía de sus hombros. Fue a tomarla deshaciendo el agarre que mantenía en el brazo del chico, pero éste fue más rápido, acomodando su chaqueta en los hombros de Kotone de nuevo cuando se dio cuenta de lo cerca que quedaba su rostro del de ella.

Tragó saliva mientras el carmesí de las mejillas de la joven aumentaba. Se sentía extraño, y por unos momentos sintió el impulso de cometer una locura, pero se pudo contener a tiempo, retirándose lentamente hasta impactar su espalda contra la corteza del árbol.

- Kotone… - Llamó el chico ahora. – Puedes dormir si quieres, debes estar cansada.

- No creas… - Alegó ella cuando un bostezo se escapó de sus labios. - Uy...

- Duérmete. – Ordenó él en un susurro, y así fue como ella cayó en un profundo sueño.

Silver quiso imitarla, pero no pudo encontrar la paz necesaria para dejarse llevar por el sueño, así que se limitó a observar el lugar ahora que los Clefairy se habían ido dejando al lago completamente solo. Una sonrisa se escapó de sus labios y sus ojos acabaron fijos en la chica quien dormía plácidamente apoyada sobre su hombro, y esto hizo que ampliase más su sonrisa, ya que, ¿cómo podía cambiar tanto una persona mientras dormía? Dejó escapar un largo suspiro mientras sentía la respiración pausada de la joven que tenía al lado con los ojos cerrados, mejillas sonrojadas y labios entreabiertos. Y sintió que allí, en aquel preciso instante en ese lugar perdido de la mano de Arceus, quería besar a la que había sido su rival por tanto tiempo; y sabía por qué sentía aquella necesidad, y era porque aquella chica le sacaba de sus casillas cada vez que le ganaba, y a su vez le hacía sonrojar ante cualquier invasión de espacio personal hasta quedar como el color de su pelo.

Y porque sabía que cada día que pasaba, se enamoraba incluso más de la pequeña castaña.

Pero no podía hacerlo, no podía porque si se movía un poco la iba a despertar y no podría perdonarse por ello, así que maldijo sus ganas de besarla, maldijo el día en que se enamoró de la joven que tenía al lado y maldijo el día en que pasó de ser su rival a ser el chico que la buscaba en cada parte del mapa para toparse casualmente con ella y así pasar unos minutos de su vida chinchándola, retándola, o simplemente mirándola. Se sentía débil y a su vez increíblemente fuerte, y era frustrante para él, ya que, por primera vez, no podía ser el dueño de sus actos.

Así que decidió depositar un pequeño beso sobre el cabello de la joven, un corto y tímido beso de buenas noches, y así, maldiciéndose por todas las razones por las que se había enamorado, cayó dormido sobre la cabeza de Kotone.


La joven parpadeó varias veces antes de abrir los ojos completamente. Bostezó y se acomodó mejor en su almohada improvisada cuando se dio cuenta de que se encontraba dormitando sobre el brazo de una persona. Y no una persona cualquiera, no, Kotone sabía que allí estaba él, Silver: conocido, contrincante, rival, amigo, y... Bueno, y el chico del que llevaba enamorada desde que se enfrentaron antes de que afrontase el reto del Alto Mando. Suspiró mientras deshacía el agarre de sus manos y movió un poco la cabeza del chico para que ésta reposase sobre el árbol.

Mordió su labio inferior, debatiendo entre o bien irse o bien quedarse hasta que el chico despertara. Sin embargo, el sueño del chico duró menos de lo que deseó, quien ya se encontraba abriendo los ojos lentamente, intentando acostumbrarse a la luz del sol que ya aparecía por entre las montañas.

- Buenos días. - Murmuró la joven con un hilo de voz mientras se quitaba de los hombros la chaqueta del pelirrojo, dispuesta a levantarse.

- Hn... - El chico intentaba interiorizar todo lo ocurrido la noche anterior, cuando la vio. - Buenos días... - Murmuró mientras intentaba incorporarse también, a la par que la joven, sin embargo, perdió el poco equilibrio que tenía hasta caer sobre la castaña, quedando a escasos centímetros de la cara de la joven que ya se encontraba rozando el color de cabello de su rival en las mejillas. Silver, por su parte, perdió toda la fuerza de voluntad que había guardado la noche anterior y terminó rozando sus labios con los de ella.

Y Kotone no se apartó, haciendo que el pelirrojo profundizase todo lo que podía el roce que terminó en convertirse en algo fogoso y apasionado, dejando escapar todo lo que nunca habían sido capaces de decirse. Hasta que la falta de aire se hizo presente, cortando el contacto lo suficiente para que ambos recobrasen el aliento.

- Silver... - Allí iba ella de nuevo.

- Shh... - Cortó el susodicho, volviendo a impactar sus labios contra los de la castaña.


Quería actualizar esto porque odiaba como estaba redactado; gracias por los reviews que recibí en su momento, sois encantadores.

Adoro esta pareja desde lo más profundo de mi corazón y sinceramente necesitaba contribuir de alguna forma escribiendo este pedacito de mi imaginación, espero que os haya gustado.

¡Nos leemos!