Los personajes de Candy Candy pertenecen únicamente a Kyoko Mizuki y Yumiko Igarashi, esta versión del final ha sido hecha sin fines de lucro y por motivos de entretenimiento.
Definitivamente todo parecía ir bastante rápido, hace apenas unos días se había enterado de que el tío abuelo William era en realidad Albert, pero en estos momentos, luego de que él le dijera aquellas viejas palabras "eres más linda cuando ríes que cuando lloras" simplemente fueron algo muy difícil de asimilar, nadie que no fuera ella o su príncipe de la colina las conocían, lo primero que hizo al escucharlas fue voltear a ver a la persona que las estaba pronunciando, pero al verlo a él, parado justo frente al padre árbol sus piernas automáticamente corrieron a su encuentro, no podía parar de llorar, no podía entender como pudo haber vivido todos estos años sin haberse dado cuenta. Albert, el tío abuelo William y el príncipe de la colina eran la misma persona, que enredoso era el destino y que curiosa era la manera en que une a las personas.
Cuando llego a sus brazos, se aferró a ellos y lloro con más intensidad, la felicidad simplemente se desbordaba por sus ojos en forma de lágrimas y Albert se disponía a acariciarle el pelo mientras ella se tranquilizaba, poco a poco su respiración se fue haciendo menos agitada y Albert le levanto el rostro tiernamente para verla directamente a los ojos.
-¿Porque lloras Candy? Pensé que saber esto te pondría muy feliz… - dijo Albert mientras sostenía su rostro con su mano izquierda.
-Lloro de felicidad Albert, es solo que…- Candy agacho la mirada que hasta hace un momento estaba fija en un par de ojos azules.
-¿Es solo que qué Candy?- dijo Albert al ver como ella se escondía entre sus rizos.
-Es solo que he vivido todo este tiempo buscando a mi príncipe de la colina y tú estuviste ahí todo el tiempo- Candy no pudo evitarlo y nuevamente se refugió en sus brazos.
-Por un momento me hiciste pensar que no fue buena idea decírtelo- Albert la apretó a él- pero ya que dices eso, veo que he acertado.
Candy se separó de él y de un momento a otro lo miro con cierto coraje y una gran interrogante se dibujaba en su rostro- ¿pero porque no me lo dijiste antes?- ¡oh no! en ese momento recordó que ella le confeso ciertos detalles del príncipe cuando vivían juntos en el Magnolia, ¡qué pena! pensó, entonces su rostro cambio tornándose sonrojado.
Albert solo la veía en silencio.
-Incluso te hable del príncipe, bueno… te hable de ti y de cuán importante fuiste… -ella estaba verdaderamente apenada, le había dicho a Albert tiempo atrás que él había sido su primer amor y que había sido por la ilusión de encontrarlo que hizo tantas cosas.
Albert estaba dispuesto a decirle la razón de porque no le había revelado antes este secreto pero justo cuando iba a articular palabra se vio interrumpido por George, él siempre tan oportuno.
Candy le dedico una mirada que él interpreto como una invitación a seguir hablando, sabía que la curiosidad la estaba carcomiendo, pero para poder hablar de un tema tan importante para Candy, tenía que contar con más tiempo del cual no disponía ahora, eso sin tomar en cuenta que George no paraba de sonar el claxon.
Luego de unos segundos, él le pidió disculpas, tenía que irse, eso era obvio, ambos pusieron los ojos en blanco en señal de desaprobación, todo parecía ir tan bien, pero como siempre habían sido interrumpidos. Albert le ofreció el brazo a Candy para bajar juntos la colina de Pony, ambos descendieron en silencio, ninguno de los dos se atrevía a decir ni una sola palabra, más aparte de que, en sus cabezas las preguntas e hipótesis se arremolinaban como un torbellino.
No paso mucho tiempo luego de que llegaran al hogar, ya todos estaban afuera listos para despedir al señor William, George siempre tan eficiente y educado había hablado con la señorita Pony y la hermana María, tenía que llevarse al señor William, ambas sugirieron que esperara un poco mientras le ofrecían una taza de té y él había accedido con cortesía, pero luego de que vio que el señor y la señorita Candy no se disponían a bajar, con toda la pena del mundo se vio obligado a llamarlos con el claxon del coche, supo que había interrumpido algo sumamente importante por la mirada inquisitiva que le dedicaba la señorita Candy, el señor William se veía normal, tal parecía que ya estaba acostumbrado a este tipo de situaciones.
Albert soltó de su agarre a Candy y se dirigió hacia la señorita Pony y la hermana para despedirse, cuando nuevamente se encontró con los ojos de Candy le dedico una de esas sonrisas que solo usaba con ella y subió al coche, listo para partir. Estaba muy apenado y hasta cierto punto nervioso, no sabía cómo iba a reaccionar ella y si iba a comprender el significado de sus palabras, cuando ella le pregunto el motivo de porque pospuso tanto la revelación de su secreto, estaba dudoso en decírselo, una oleada de nervios lo embargo y no podía articular palabra, para su suerte cuando George llego lo interrumpió justo en el momento exacto. Luego de unos minutos de silencio desde que se subió al coche, regreso a la realidad.
-George y a todo esto, ¿Por qué tanta urgencia?- pregunto William.
-Bueno William el señor Rockefeller Junior desea verle antes de que parta a Boston, al parecer su padre se encuentra muy delicado de salud y quiere estar cerca de él mientras esté hospitalizado. – comento George de manera sumamente tranquila.
Albert lo observaba y solo asentía en silencio.
-Usted sabe que la salud del señor Rockefeller está bastante débil desde hace años y es por esa razón que no quiere dejar ni un cabo suelto, me pidió que viniera a buscarlo lo antes posible y poder dejar las clausulas listas para hacer el contrato. –Añadió George luego de que William no dijera nada.
-Sí, comprendo, la familia es primero. –Fue lo único que dijo Albert antes de volverse a enfrascar en sus pensamientos, lo que acaba de confesarle a Candy era algo muy importante y aunque muy en el fondo no deseaba revelar la razón de su silencio, esperaba tener el valor para hacerlo.
El transcurso hasta Lakewood fue tranquilo, Albert seguía inmerso en sus pensamientos y George comprendía que debía respetar ese silencio.
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Luego de que Albert se marchara ella se había pasado la tarde muy callada, cosa poco habitual en ella, la hermana María y la señorita Pony rápidamente notaron este cambio de humor, sonreía cuando se necesitaba pero la mayor parte del tiempo se la pasaba pensando y parecía estar en otro lugar que obviamente no era el hogar de Pony, pero decidieron no comentarle nada al respecto, sabían que sus razones tendría para estar así y que cuando ella se sintiera lista les diría la razón.
Habían pasado ya dos días desde que había visto a Albert por última vez, las cosas en el hogar diariamente eran las mismas, levantar a los niños, orar, desayunar, asistir en las clases, comer, recibir el catecismo, vigilar a los niños en sus horas de recreo, ayudar en la cocina y en los demás quehaceres que se presentaran, preparar la cena y acostar a los niños, y así se repetía este ciclo al día siguiente. Por suerte con tantas cosas que hacer había tenido poco tiempo para sumergirse en sus pensamientos, la curiosidad le carcomía el alma y pensó para sí que el dejar una conversación a medias a alguien tan curioso como a ella definitivamente también debía ser un pecado.
Sabía a ciencia cierta que desde que él había tomado el mando de la familia, tenía muy poco tiempo libre, los negocios, contratos y reuniones absorbían todos y cada uno de los minutos de su día y no era de extrañar que tuviera que hacer viajes a distintos lugares para poder realizar todas esas tareas, ya se le notaba cansado y hasta se podría decir que un poco ojeroso, pero su humor al parecer seguía siendo el mismo, fue lo que pensó mientras retiraba del horno a una tarta de manzana.
El día había transcurrido bastante tranquilo, al parecer no faltaba mucho para que atardeciera, era el momento justo para subir a la colina de Pony y ver morir el día, sabía que con esto podría rememorar mejor lo sucedido hace dos días y podría por fin obtener un poco más de tranquilidad.
Sus madres aún seguían ocupadas con los niños, ellas seguían preocupándose cuando la veían trepada en un árbol, así que con mucho sigilo salió de la estancia y corrió lo más rápido que pudo, sentir el aire fresco correr por sus mejillas sin duda era una de las cosas que más disfrutaba de este lugar, cuando finalmente llego a la cima escalo al padre árbol de manera espectacular y se sentó en su rama favorita, el ocaso se apreciaba de manera preciosa desde ese punto y miraba como los vivos colores del atardecer iban muriendo poco a poco mientras la oscuridad se hacía victoriosa sobre ellos, era tiempo de irse, se bajó del árbol muy ágilmente y cuando toco el pasto se quedó quieta unos segundos, allí había estado parado Albert cuando le dijo esas palabras, desde allí imagino como había sucedido todo, sonrió un poco imaginando como se vería ella ante tal revelación, y con esa misma sonrisa apresuro el paso de regreso al hogar.
Cuando finalmente llego la noche, Candy ayudo a sus madres a recostar a todos los niños en sus camas, luego de eso se dirigió a la cocina por un poco de leche tibia, sus madres aún estaban en el despacho, por lo que trato de no hacer mucho ruido al subir las escaleras, luego le vino una gran idea a su cabeza, necesitaba escribir, o mejor dicho necesitaba hacer una carta para Albert y poder desahogar allí sus inquietudes, si seguía guardándose para sí las cosas seguramente estallaría, estaba feliz, muy feliz, pero ¿Cuántas entidades más tendría Albert?
Coloco el vaso de leche en el pequeño buro y se dispuso a ponerse su pijama, inmediatamente se sintió más cómoda, acerco la silla al escritorio y busco una hoja de papel, luego recordó que había traído con ella un poco de leche y camino hasta el buró para bebérsela. De nuevo lista en el escritorio tomo la pluma y se apresuró a escribir su carta.
Lo primero que se le vino a la mente fue ponerle como remitente Querido Albert, pero luego de pensarlo mejor quiso torturarlo un poco y opto por ponerle… Querido tío abuelo William.
Las palabras parecían esconderse en lo más recóndito de su memoria, no sabía que poner exactamente, tal vez no había sido una buena idea después de todo pensó, luego las palabras comenzaron a brotar como por arte de magia dejando atrás la timidez, observando a través de la ventana, miro que el cielo estaba estrellado y continuo escribiendo…
Me pregunto bajo que cielo estarás viajando ahora.
Nunca pensé que estarías tan ocupado como la cabeza de la familia Andrew. Te agradezco mucho el que hayas venido hasta el Hogar de Pony a pesar de tu ocupada agenda preparada para un nuevo negocio.
Y, y… Siento como si todavía estuviera soñando.
El Príncipe de la Colina era… No sabía que era Albert.
Eso significa que… ¡El tío Abuelo William era el Príncipe de la Colina!
Oh, todavía estoy temblando con sentimiento y sorpresa.
Después de que revelaste tal secreto, pronto llegó George a recogerte y de nuevo, te desvaneciste en un abrir y cerrar de ojos de la Colina de Pony.
Tal vez por eso parezca que todo es un sueño.
Siento que estoy flotando.
Nunca he olvidado al Príncipe de la Colina.
No creo poder dormir esta noche.
Candy.
Pensó un poco luego de releerla varias veces si lo que contenía la hoja era lo que de verdad esperaba dar a entender, asintió dando por sentado que estaba bien y busco una hoja más para hacer el sobre, siempre había tenido la idea de hacer las cosas bien, pero esta vez puso más empeño en la forma de armar el sobre, quería que estuviera perfecto, cuando al fin estuvo listo doblo la carta con sumo cuidado y lo deposito dentro de este, sello y escribió el remitente y demás datos necesarios para enviarla mañana mismo en cuanto el sol saliera. Estaba ansiosa por recibir la respuesta, luego recordó que aún no la enviaba hizo un gesto tonto, guardo el sobre, apago la vela que hasta hace poco le alumbro mientras escribía y se dirigió a su cama. Pronto amanecería y entonces la cuenta regresiva empezaría, cerró los ojos y esperando soñar algo lindo se durmió.
A la mañana siguiente se despertó bajo los primeros rayos del sol, estaba ansiosa por mandar la carta que había escrito, ya se imaginaba la cara que pondría Albert cuando viera como se refería a él, pero al parecer el señor Matthew no se dignaba en aparecer y comenzaba a desesperarse, la hermana María y la señorita Pony la miraban divertidas desde la ventana del despacho, al parecer ella nunca cambiaria. Luego de unos minutos que Candy interpreto como el más largo de los retrasos el señor Matthew apareció, corrió a su encuentro y este la saludo con mucho entusiasmo, ella no podía esperar más y le entrego el sobre mucho antes de que este abriera el buzón y no tuvo otra cosa que hacer más que reírse cuando Candy lo apresuro a irse para que enviara la carta.
Continuara…
NOTAS DE AUTORA:
La historia está basada tanto en el manga como en el anime y no poseerá contenido LEMON ya que lo veo innecesario.
Las versiones de la correspondencia han sido sacadas de las traducciones oficiales de Candy Candy Final Story (CCFS).
