- ¿Por qué lloras, te has perdido? – preguntó una chica de ojos verdes y cabello rizado oscuro que vestía un bañador.

Greg no dijo nada, miró con desconfianza a la chica que se sentaba a su lado.

- Mis padres y mi hermana están allí.- señaló donde se encontraban.- Te pueden llevar con tus papás si no los encuentras.

- No me he perdido, mi casa es esa.- señaló un edificio militar que había justo detrás de él.

- ¿Y por qué lloras entonces?

- Porque no me gustan las niñas pesada como tú.- esperó que eso fuera suficiente para que se marchara.

- Mentira, ya estabas llorando antes de que yo llegara, y quiero que sepas que no soy una niña pesada. Solo me preocupo por ti.- colocó sus pequeñas manos a cada lado de su cadera.

- No me conoces.

- ¿Y qué? También puedo preocuparme por las personas que no conozco.

- Pues yo no hablo con desconocidos.

Lisa frunció el ceño, no estaba dispuesta a dejarlo en paz sabiendo que algo le pasaba. Su orgullo se lo impedía.

- Soy Lisa, y si me dices tu nombre dejaremos de ser desconocidos.

Greg rodó los ojos y la miró por un segundo.

- Yo soy House.

Lisa se cruzó de brazos molesta.

- Ese es tu apellido, no tu nombre.

- Pero me gusta que me llamen así, confórmate con eso.

Ambos permanecieron en silencio hasta que Lisa se dio cuenta de que la rodilla del pequeño estaba sangrando, tenía una pequeña herida.

- ¿Te duele mucho? – señaló su rodilla.

- Un poco.- apretó los dientes.

- Iré a por mí maletín.

Greg observó como Lisa iba hasta donde estaban situados sus padres y sacaba un pequeño botiquín de una mochila, luego corrió hacia él de nuevo.

- Me lo regalaron por mi cumpleaños, siempre viene conmigo.

- Pensé que a las niñas os gustaban más los peluches y las muñecas.

- Ya, pero yo ya no soy una niña.

Greg sonrió mostrando sus hoyuelos.

Lisa cogió un algodón y lo presionó con cuidado sobre la herida.

- Tienes que mojar el algodón en el agua.

- ¿Por qué?

- Porque el agua del mar está salada y así la herida se curará más rápido.

- Te escocerá, como cuando te cae champú en los ojos.

- Da igual, yo tampoco soy un niño ya que llora por esas cosas.- pronunció con cierta chulería.

Lisa hizo caso a Greg y empapó el algodón en agua, luego presionó el algodón de nuevo sobre la herida. Al pequeño se le saltaron las lágrimas pero intentó ocultarlas con las mangas de su camisa. Al terminar Lisa colocó una tirita sobre su rodilla y la besó.

Greg hizo una mueca de desagrado.

- Así no se cura mejor ni más rápido.

- Ya lo sé, pero mi padre siempre lo hace para que me sienta mejor. Y yo también quiero que tú te sientas mejor.- le sonrió.

Arlene llamó a su hija desde lejos mientras agitaba los brazos, era hora de irse.

- Tengo que irme, pero todavía voy a estar tres días más de vacaciones, ¿Te veré otra vez?

- Tal vez.- se encogió de hombros.

- Hasta pronto, House.- le sonrió y salió a correr.

Greg observó como el padre de Lisa levantaba a su hija en brazos y le daba vueltas, a él también le encantaría que su padre jugara con él de esa manera. Bajó la mirada y pisoteó la arena mientras sus ojos volvían a acumularse de lágrimas.

Blythey había salido a comprar un par de cosas y volvía dando un paseo por la playa, cuando estaba cerca del edificio observó a su hijo sentado en la arena. Se arrodilló frente a él y le miró a los ojos, enseguida supo que había estado llorando.

- Oh cariño, ven aquí.- Blythey tomó a su hijo en brazos y besó su mejilla.- ¿Esos chicos han vuelto a aparecer por aquí?

Greg no dijo una palabra, simplemente apoyó su cabeza sobre el hombro de su madre.

- Volvamos a casa, ya tendré yo unas palabras con sus madres.

Una vez en casa lo sentó sobre la mesa de la cocina y levantó su barbilla mientras lo miraba con preocupación.

- ¿Quieres hablar con mamá de lo qué pasó con esos chicos?

Greg negó con la cabeza mientras bajaba la mirada.

Blythey quitó con sumo cuidado la camisa azul celeste a su hijo y comprobó que tenía varios hematomas.

- Dios mío, ¿Qué te han hecho? – pronunció asustada.

John apareció en la cocina y miró a su hijo mientras se llevaba el dedo índice a sus labios y le prohibía decir una palabra.

- ¿Puedo ir a jugar a mi habitación? – miró suplicante a su madre.

- Déjalo ir, no es para tanto, ni siquiera debe dolerle.- dijo su marido.

Greg desapareció de la cocina en un abrir y cerrar los ojos mientras subía las escaleras de su habitación.

- Esto no puede quedar así, no permitiré que le hagan más daño a nuestro hijo de esta manera. Ya no es un juego de niños.

- Yo hablaré con ellos, no desearán volver a hacerlo.- posó la mano sobre el hombro de su esposa.

Greg se tumbó en su cama y apoyó la cabeza en la almohada mientras apretaba los dientes, no quería llorar, ya estaba cansado. Intentó pensar en otra cosa pero no conseguía distraerse, hasta que pensó en ella, en Lisa. La chica simpática que había conocido en la playa esa misma tarde, quería volver a hablar con ella, quería que fuese su amiga. Él no tenía amigos por aquí, hacía tan solo dos semanas que había llegado y siendo verano no había podido ir al colegio. Necesitaba a alguien, a alguien que le hiciese olvidar el infierno que tenía que vivir todos los días en su casa, con su madre preocupada todo el día por él y su padre siendo el causante de todos sus problemas. Pero él tenía que ser fuerte y estar callado, no podía desvelar que el responsable de esos golpes era su padre, él jamás se lo perdonaría. Tampoco quería hacer daño a su madre, pero a veces era una carga demasiado pesada para él. Se quedó dormido, había sido un día muy intenso.

Oyó como alguien giraba el pomo de la puerta y por un momento sonrió pensando que era su madre, pero su sonrisa se desvaneció cuando vio que era su padre. John cerró la puerta tras él y todo volvió a ser oscuridad de nuevo.