Umbra et claritas: Theo y Luna.
Notas del fanfic:
Historia romantica entre Theodore Nott y Luna Lovegod, situado en el sexto curso de Theo en Howgarts.
Clasificado 18+ por escenas crudas, y tambien por escenas XXX, sin embargo, las escenas XXX no seran crudas.
Disclaimer: Hasta donde yo se mis documentos no ponen Miss Rowling, asi que los personajes no son mios.
Ojala lo disfruten.
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Umbra et claritas.
Theodore Nott acechaba a la jovencita. Bueno, tal vez acechar no era el verbo mas adecuado. Espiar, seguir, admirar en las sombras; eso era mas adecuado. Ella era un año menor que el y era simplemente encantadora. Detestaba y despreciaba a los tarados que no se daban cuenta de cuanto ella valía, si bien, internamente, deseaba ser el único en darse plena cuenta de cuanto ella valía, porque si no...
La competencia no era algo que se le diera bien a Theo. Que Draco Malfoy quería ser el príncipe de Slytherin: adelante. Que la sangre sucia de Granger quisiera lucirse en todas las clases: por el no había problema, odiaba la atención.
Había aprendido a gozar de la soledad y de las sombras desde muy pequeño, desde que la madre sangre limpia de alquiler que lo parió terminó su contrato y se fue, dejándolo solo con su padre, ese anciano extraño. Había veces en las que Theo se preguntaba si el viejo brujo en verdad seria su padre. Leyó muchas historias acerca de brujos y sus hijos y de entre todas ellas le impresiono particularmente la de "El libro de piedra". En esa historia el malvado hechicero tenía un hijo únicamente para convertirlo en guardián de su libro de piedra, haciendo de piedra también al chico.
¿Algo similar tenia planeado su padre para el?
Convertirlo en piedra tal vez no, pero acerca de ser visto solo como un instrumento para que el apellido, la fortuna y la maldad de los Nott pasasen a la siguiente generación, eso definitivamente si. Habia pasado a relevar a su padre como mortifago cuando fue capturado el verano pasado en el ministerio, al igual que su mejor amigo. Este era el señor Malfoy y el único amigo de Theo era Draco. Y era un buen chico, pero definitivamente no era lo que se entiende por un gran amigo: un chico obsesionado por exhibirse, agradar y ser el mejor en todo, hasta en el quidditch, a pesar de tener tanto talento como un saco de fertilizante sobre la escoba.
Pero era el único con quien Theo hablaba y el único que de verdad lo escuchaba. Pelaba esos enormes ojos grises y lo miraba con respeto cuando le revelaba alguna cosa para el obvia.
Por eso, su sorpresa fue grande cuando en un pasillo lo cogió bruscamente del brazo y le prohibió llamar Lunática a Luna Lovegod.
Aquello, que a Draco le parecía una diversión tan hogwartsiana como tirar de cosas a Mirtle la llorona o pinchar los tentáculos del calamar gigante lo miro pelando los típicos ojotes, pero en vez de las palabras de admiración lo que salió de sus labios fue un:
-¿Y que diablos te importa como le llame a esa?
-Me importa porque me gusta.
Draco puso una cara neanderthaloide igualita a la de sus guardaespaldas y luego dijo con voz sofocada:
-¿¡Que te gusta Luna... - estuvo a punto de decir Lunática pero el brillo de los ojos azules se lo impidió - Lovegod?!
-Si.
Theo lo retaba con la mirada; Draco se contenía. A él lo respetaba. Era el único a quien respetaba. Crabbe y Goyle seguían de cuerpo presente.
-Pudiste tener mejor elección, Nott.
-Lo mismo te digo, Malfoy.
El horror andante que era Pansy Parkinson no era buena elección ni para un troll de la montaña.
Luego de esa declaración de principios, hacia ya mas de un año, no volvieron a tocar el tema. Theo la miraba en los pasillos y en el gran comedor, sin embargo, eso no era suficiente... tenia que verla un poco mas. Oír su voz. Y si era un día muy, muy afortunado, oler el perfume de su piel.
La siguió un poco, algo sicopatamente, pero muy discreto, y normal, después de todo, todo mundo se seguía a hurtadillas en ese castillo. Se dio cuenta de que a veces iba al bosque. Se quitaba los zapatos y bailaba sobre la hierba o se arremangaba la camisa y se arrastraba por el suelo buscando sabría Merlín que cosas bajo las piedras. O...
Le daba pena recordarlo. Le ponía rojo hasta las orejas. Pero lo diremos: o se quitaba toda su ropa y se metía a nadar en un estanquito oculto en el bosque, una especie de manantial en una hondonada particularmente bonita, rodeada de arboles jóvenes y de flores. Del estanquito salía un arroyuelo que corría hacia el lago.
La primera vez que la vio llegar ahí y quitarse todo lenta y metódicamente, tirando prenda tras prenda en el césped sin ningún cuidado casi se le paró el corazón. No podía creer que ella de verdad iba a desnudarse, creía visiones aquellos senos pequeñitos que cada vez estaban un poco mas grandes; cuando se metía en el agua y los pezoncitos rosados se erguían se sentía ahogar. Era una visión celestial. Perfecta con su cabello largo y enredado, ya fuera flotando en torno suyo o pegado en húmedos mechones a su cuerpo. Era una Venus rubia a la que le debía la mejor chaqueta de su vida. Incluso mejor que aquella que compartió con Draco, por curiosidad.
La amplia curva de sus caderas era un sendero donde el quería perderse, y el huequito entre sus muslos, el anuncio glorioso de otro huequito mas arriba. Uno en el que estaba seguro se escondía el significado de la vida, o algo así.
Y como la diosa de la luna el era feliz así, amándola cada vez mas, seguro de sus sentimientos a pesar de nunca haber cruzado una palabra con ella. Feliz, en su idilio silente y oculto hasta que Harry Potter vino a joder el asunto.
Ya casi era el día de su aniversario, de su primer aniversario: 365 días desde aquel maravilloso día en que vio desde una ventana de la biblioteca que se dirigía alegremente al bosque y decidió (¡Oh, supremo exfuerzo!) seguirla. El primer día que la vio ponerse catarinas en el cabello y acariciar el huesudo hocico de los thestrals.
Iba a ser su aniversario y el meditaba que hacer para festejarlo cuando Peeves irrumpió en la sala común gritando que Lunática y Pipipote era novios, con lo que se desató la hilaridad general y hasta Goyle pudo colgar una agudeza sobre el buen tino de Potter al elegir pareja.
¡Theo estaba completamente indignado! ¡Le hervía la sangre! Ese tarado, con su Luna, prestándola a que la compararan con la gallinita china que parecía parroquiana del burdel de otro amigo de su padre, el señor Yao... Nunca perdonaría a Potter, estúpido Potter...
En medio de su furor sintió sobre si los ojos grises del único otro slytherin que no se chanceaba.
La mirada de Draco parecía preguntarle: "¿Y que vas a hacer al respecto?"
Nada. Derrotado y rumiando su odio y su infelicidad presenció al día siguiente como Potter exhibía a su Luna en la fiesta del viejo Slug. De buena gana le había vertido la olla del ponche encima.
Pero su Luna se veía divina: nunca la había visto arreglada. Ignoraba si había asistido o no al baile del torneo de los tres magos, hacia dos años. En todo caso, hacia dos años aun no la amaba. Aun no se había enterado de que existía.
Draco no estaba en la fiesta así que no tenia con quien sentarse y estaba sentado solo junto a la olla del ponche, alegrándose de que el viejo Slug lo sirviera con piquetito. Tenia la mirada un poco turbia y había respondido con secas cabezadas los escasos saludos. Con monosílabos al profesor que se holgaba de por fin tenerlo en una de sus reuniones.
Había asistido solo por verla y la estaba viendo. En un determinado momento dijo un chiste que hizo a todos cagarse de risa luego de un segundo de estupefacción. Luego se separó del grupito y se acercó, como en cámara lenta, derechita a el. El sentía latirle el corazón muy de prisa. Estaba seguro de que ella iba a decirle que lo amaba o algo así. Y el iba a contestarle que vivirían juntos para siempre u otra cursilería por el estilo que se le antojaba todo menos cursi en esos momentos.
-Hola. Un vaso de ponche, por favor.
Sus ojos claritos lo miraban con ingenuidad y le tendía su vaso vacio. Aturdido, Theo lo tomó, lo llenó con el cucharón y se lo devolvió.
-Gracias.- dijo ella y se dio la media vuelta, bailoteando y desviándose de su camino para examinar muy de cerca unos muérdagos.
"¡Que el imbécil de Potter no se acerque ahora porque lo maldigo!" - repetía en su mente, sin pensar siquiera en acercarse él.
Luego trajeron a Draco, que intentaba colarse en la fiesta o eso decía y tuvo que aguantarlo el resto de la velada, junto a la olla del ponche, con su gesto de pocos amigos que disuadía a todos de ir por otro vasito.
Tampoco fue que quedase algo del ponche luego de la euforia que lo asalto al oir a un tipo comentar que Luna y Harry iban en plan de amigos.
Continuara...
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Notas finales del capítulo:
Proximo capitulo: "Tu eres el chico del ponche" ¿Tendra Nott el valor suficiente para hacer que su romance con Luna deje de ser mental?
Besitos a la Black.
