Vengo con un nuevo fic... espero que sea de su agrado y recibir sus opiniones.

DISCLAIMER: Los personajes pertenecen a Masashi Kishimoto


Me acerqué al televisor y presioné el boton de apagado. Ya estaba harta de ese tipo de noticias, todo parecía tan... irreal. Yo jamás había creído en esas cosas porque son irracionales, y ahora me salen con que de sobrenatural no tienen nada. ¡Claro, si es muy natural que hayan zombies! Es cierto, dicen que hay una explicación racional para esto. Al parecer, en la cultura vudú, las que son hechiceras o brujas envenenan con distintos elementos complejos a las personas y las introducen a un estado de semi-muerto en el cual se anula su voluntad y memoria. Se propaga como un virus al tener contacto con la putrefacta sangre del zombie. Como efectos secundarios la ponzoña les genera problemas en las cuerdas vocales dejando una voz grave, enfermedades de piel y debido a las drogas no son capaces de generar largas y complejas oraciones. En resumen: son personas que están de forma permanente bajo los efectos de drogas que anulan sus facultades y atacan su sistema nervioso generando la rabia(lo que hace que se muerdan unos a otros para contagiar a los demás).

Al parecer la actual epidemia zombie comenzó con la maldita cultura vudú, pero los mismos "maestros vudú" que zombificaron a las personas con drogas y venenos para tenerlos a su servicio fueron incapaces de dominarlos. Hay muchos virus que alteran la conducta de su portador, y al parecer, éste fue el caso. Ahora vivimos en un mundo desorganizado y con miedo por la epidemia zombie. Por fortuna Japón es una isla y los que tienen muerte cerebral no pueden nadar. Aún estamos a salvo, pero al parecer se está propagando.

Agarré mi cartera y salí a la calle. Allí estaba estacionado mi convertible plateado, que me había costado un ojo de la cara, pero por lo menos estaba acorde a la imagen que debe dar una empresaria. Tomé la llave y pulsé el botón que abre de manera automática las puertas para subirme a continuación. Suspiré y arranqué el automóvil.

Mi hermano se había vuelto más humano con el tiempo, pero seguía siendo frío. Eso sí, se notaba su esfuerzo por cambiar. Desde que se hizo jefe de la empresa para poder hacer el bien y no el mal, la gente dejó de tenerle miedo y comenzó a apreciarlo. Claramente se nota que hace todo lo que puede por sus trabajadores y se preocupa mucho por ellos.

En mi caso, soy una trabajadora del máximo rango en la empresa. Al igual que en todas las empresas de japón, los trabajadores son clasificados por rangos: Gennin, Chunnin y Jounin. Logré convertirme en Jounin gracias al trabajo duro. Pero no quiero desviarme del tema de mi hermano menor.

Al contrario de mi hermano Kankuro, yo aún no me termino de acostumbrar a esa nueva faceta de Gaara. Es cierto, las cosas cambiaron mucho, pero él es mucho más cercano a Gaara que yo, aunque lo amo con toda mi alma por el simple hecho de ser mi hermano.

Llegué a la avenida principal en la que siempre me atoro por el tránsito y me sorprendí por los pocos automóviles que habían allí. ¿Qué estaba sucediendo? Aceleré con el propósito de entender lo que sucedía pero no encontraba explicación alguna para esa soledad tan inusual. Eché el auto a un lado de la avenida y lo apagué para bajarme y caminar.

Todos los comercios estaban vacíos, desordenados, con los carteles de neón caídos y los vidrios rotos. Avancé por el medio de la acera, después de todo no había riesgo de que me atropellaran. Habían autos chocados, subidos a las veredas, incluso algunos estaban en fuego. Noté con un escalofrío las manchas de sangre que se extendían por todo el lugar, como si alguien hubiera marcado su territorio con ello. Pero lo peor era ser la única ahí. Era como si todas las personas hubieran sido tragadas por la tierra, o como si un huracán hubiera pasado por allí y se los hubiera llevado a todos. No había un alma. Me acerqué a uno de los automóviles y pude comprobar que me equivocaba. El asco me invadió al ver una persona allí dentro, llena de moscas y hormigas, toda ensangrentada, con el torso abierto dejando ver lo que quedaba de sus órganos. Era como si algún animal carroñero se hubiera alimentado de ese cuerpo sin vida. Algo mareada por la visión, volví al medio de la acera.

Me deshice de los tacones que solía llevar para trabajar ya que me incomodaban demasiado para caminar en ese momento. No me preocupé por llevarlos conmigo, los dejé en el mismo lugar que me los quité. Habían cosas más importantes, como la soledad y el silencio absoluto del lugar.

Todo estaba tan... abandonado. Me detuve y observé minuciosamente a mi alrededor. ¿Qué había pasado con las personas? ¿Por qué habían desaparecido todas? ¿Por qué estaban... muertas? Analicé las posibilidades, pero me era difícil encontrar alguna solución. ¿Podría ser que...? No, imposible. Como bien dijeron, los zombies no pueden nadar, estamos completamente a salvo. Pero, ¿y si no habían venido a nado? Mi cuerpo se congeló al pensar en esa posibilidad. ¿Cómo pude haberme confiado de esa manera? Existen los aviones, y el resto del mundo está en caos. Es cierto que los muertos vivientes no pueden manipular algo tan complejo como un avión, ¡pero alguien pudo haberlo hecho!

¡Eso lo explicaba todo!

Un ruido como de algo arrastrándose me sacó de mis pensamientos. Volteé hacia el lugar donde creí haber escuchado eso y pude ver con claridad de qué se trataba. Un zombie. Tenía la piel podrida, como si sus células no se regeneraran, dejándola de un extraño color marrón. También habían zonas en su cuerpo donde la piel se había caído, como si de la pintura de una pared se tratara. Pude ver como se aproximaba a mí con movimientos lentos y torpes, como si su cerebro tuviera problemas para enviar las señales al resto del cuerpo. Tal como había escuchado, las drogas afectaban su sistema nervioso. Un sonido profundo y gutural salió de la garganta de ese... monstruo. Sentí una oleada de olor fétido inundar mis fosas nasales y decidí que ya era hora de pelear. Huir nunca fue lo mío, tengo un carácter fuerte y le hago frente a todo. Mi mejor amigo Shikamaru me dice que a veces puedo ser muy tétrica.

Me abalancé sobre el zombie a paso decidido ya que no soy de las que esperan para comenzar una pelea y golpeé su cabeza. Con todo esto de la epidemia, había leído que el único punto débil conocido en los no muertos era su cráneo. Se tambaleó hacia atrás, pero no cayó, al contrario, se me vino encima con más fuerza. Sentí como mi traje se ensuciaba con esa sangre putrefacta, pero no me dí por vencida. Le di un buen golpe en el pecho, y esta vez sí sirvió para hacerlo caer... y también para darme cuenta de una cosa: se trataba de una mujer. Los pechos que colgaban flácidos bajo esas ropas raídas me lo hicieron notar. Sonreí con autosuficiencia, tener el viento a favor en la pelea me había ayudado después de todo. Me agaché junto al cuerpo que gritaba cosas inentendibles realizando vanos intentos por incorporarse y le tomé la cabeza. La giré hacia un lado con velocidad y pude escuchar un crac.

Me autofelicité por el éxito conseguido aunque no fuera para tanto, después de todo, era uno sólo. Me puse de pie y levanté la vista para darme cuenta de que aún era pronto para cantar victoria. Una manada de muertos vivientes se aproximaban a mi a pasos torpes y comenzaban a rodearme. Esto sería difícil, una mordida y estaba muerta.

Me puse en posición de ataque y con mi vista enfoqué a cuantos muertos vivientes pude para poder seguir sus movimientos. No dejaría ningún punto ciego.