Disclaimer: los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Llévate la luna

Chapter 1

—¿Tienen alguna pregunta? —se dirigió Phil Dwyer (coach) al grupo de periodistas deportivos que estaban frente a ellos.

Edward Cullen joven promesa estaba siendo presentado ante los medios de comunicación luego de ser contratado como jugador ocupando la posición de delantero para el cosmos, equipo de fútbol soccer profesional que representa al estado de California. El chico se encontraba nervioso, mesaba su pelo cobrizo cada dos minutos mientras miraba en dirección a su primo Emmett, quien ocupa el primer asiento frente a ellos, mezclado entre tantos periodistas, el gorilon de su primo parecía más un guardaespaldas, que su familiar, y eso era bueno. Porque de ahora en adelante Edward se convertiría en figura pública, con todos los ojos deportivos puesto en el chico de dieciséis años quien salió de un pequeño pueblo desconocido o, al menos sin mucho interés, Forks Washington.

—¿Desde qué edad comenzó tu pasión por el soccer? —preguntó un reportero de la cadena NBC, Phil asintió para que el joven cobrizo continuara. Sabía que estaba nervioso así que llevó su mano al hombro del chico, dándole valor.

—Bueno, juego fútbol desde los tres años. Así que, puede traducirse que los pañales fueron mi primer balón —respondió con cierto nerviosismo intentando bromear, haciendo a los presentes sonreír y eso lo relajó, un poco.

—¿Por qué el número siete en tu playera? ¿Es acaso tu número de la suerte? ¿Algo especial? —se dirigió el reportero de ESPN poniéndose de pie ante la improvisada tarima donde se hallaba Edward.

—Me gusta el siete, eso es todo. —dijo con una sonrisa torcida.

—¿Te gusta que se refieran a ti, como el novato Cullen? —dijo un afiliado de la cadena Fox, con toda la intención de incomodar al joven que estaba frente a él.

—En realidad no me importan los apelativos, sé quién soy y qué quiero. Pocos tienen la oportunidad de tener mi edad y estar jugando en un equipo profesional. —La respuesta arrancó varios aplausos y eso animó al chico; su entrenador lo miró con orgullo al saber que no se había equivocado de elegirlo entre tantos jugadores.

—¿Qué pasará si no cumples con las expectativas para el equipo? —volvió a tomar la palabra el mismo reportero— ¿No piensas qué es mucha promoción para alguien que no ha jugado todavía con el cosmos? ¿Podrás con la presión?

Edward entrecerró los ojos mirando fijo en dirección al joven hombre que se mantenía de pie, no distinguía muy bien el nombre que llevaba en su carné, pero sabía que su persona no había caído en gracia.

A los segundos tomó la palabra su coach.

—Señor Black. Es una pregunta por periodista. Y a usted ya se le respondió la primera, no habrá más. —Phil se puso de pie dando por terminada la entrevista.

—Para el diario estatal —se escuchó una voz femenina, Edward también estaba de pie pero decidió escuchar— ¿Tu corazón tiene dueña? —las risas no se hicieron esperar, era normal que una reportera saliera con esas preguntas— Lo digo porque ahora te lloverán las niñas, eres muy joven y guapo.

—Estoy enamorado de mi profesión —fue lo único que respondió un poco abochornado, los reflectores continuaron a todo, cada reportero deseaba lograr la mejor toma del nuevo jugador del equipo favorito de la MLS.

Se dirigieron tras bastidores, caminando a paso lento por los pasillos del estadio dónde dejaría el alma por su camiseta, bajó su mirada sobre su torso para ver los colores que defendería con el corazón. La camiseta color blanco con unas franjas diagonal azul y amarillo con la marca patrocinadora en el lado derecho, eran su sueño hecho realidad, uno de tantos.

Phil; un hombre poco más de cuarenta era un cazatalento, se había dedicado a buscar jóvenes con ganas de jugar con el alma y no solo mostrar la cara bonita para hacer comerciales como muchos hacían. Él había descubierto a Edward en un partido local que se jugaba en su ciudad. Y desde que lo vio supo que él era lo que necesitaba; después de contactar al padre del chico dialogaron por varios días hasta llegar a un acuerdo, donde Emmett McCarty de veintiún años quedó como tutor haciéndose cargo del chico. Al ser Edward menor de edad, necesitaría de un hombre como su primo quien estudia abogacía en la universidad de California.

—Bienvenido a tu nuevo club —el coach se dirigió a Edward quien emocionado se acercó al palco desde donde se observaba todo el estadio, silbó por lo bajo al tiempo que extendía sus brazos hacia arriba, una manera de agradecer al todopoderoso—. Mucha suerte, Edward.

Sin pensarlo el joven lo sorprendió con un fuerte abrazo, entre risas y nerviosismo por todo lo que le he esperaba en ese lugar.

—Tu nueva residencia está ubicada a unos cuarenta minutos de aquí en Malibú —prosiguió Phil―, es una casa a orillas de una playa privada, también está a tu disposición el nuevo coche.

—No te defraudaré, nunca. —el joven volvió a abrazarlo con demasiado entusiasmo, casi podía adoptar a Phil como otro padre.

Así metieron la nueva dirección al GPS del volvo para encontrarse con su nuevo hogar.

La quijada de Edward se mantenía desencajada por la impresión de ver frente a él la hermosa casa de playa que ocuparían su primo Emmett y él por unos tres años, según el contrato. Sin poder contener más la emoción dejó caer al piso la mochila que llevaba colgada en su hombro, se lanzó a correr dentro de ella tumbando cuadros y saltando arriba de los inmaculados sofás blancos, también pateo algunos almohadones en color rojo que estaban sobre los sillones. Después echó un vistazo a la pequeña cocina cromada, tomó una manzana y se la llevó a la boca para darle un gran mordisco, cuando eso sucedió se dio cuenta que la manzana solo era parte de la decoración y de inmediato la botó al sexto de basura, no dio comentario, solo subió los cuatro escalones que se divisan saliendo de la cocina y vio emocionado las alcobas. Él eligió la más grande; justo esa de cama extra grande con edredón de plumas en color azul, tiene una ventana grande para poder apreciar el océano pacífico, allí se quedó perdido en sus ensoñaciones mirando el hermoso mar.

—¿Ya terminaste de jugar? —Ese era Emmett, quien se había mantenido observando como su primo favorito se volvía loco por los lujos de su nuevo hogar.

—¡Cállate! —Edward le lanzó una suave almohada, que él atrapó sin mucho esfuerzo—. Vamos a la playa —Emmett rodó los ojos pero caminó tras él.

Ambos chicos bajaron entre empujones y halones de camiseta hasta llegar a la puerta corredera que Edward abrió sin ningún problema, se volvieron a quedar boquiabiertos cuando se dieron cuenta del hermoso jacuzzi con agua hidromasaje que estaba justo en la parte trasera, corrieron por todo el piso de madera sin siquiera voltear a ver las tumbonas que estaban junto al enorme jacuzzi, saltaron hasta la arena sin tomarse la molestia de bajar los seis escalones que separan el piso del patio de la arena, corrieron hasta meter los pies en las templadas aguas oceánicas.

—Esto parece un sueño —fue lo único que Edward podía decir. Todo por lo que había luchado por años por fin se estaba convirtiendo en una realidad. Y estaba seguro que solo era el principio, a sus cortos dieciséis había tenido la oportunidad de pertenecer a un equipo de la MLS, y quería mucho más.

—Es tu sueño, Edward. Disfrútalo porque de aquí no te baja nadie —Emmett lo animó—. Por cierto soñador, es hora de hablar con tía Esme.

El cobrizo obedeció, sacó su celular del bolsillo de su short y dio unos cuantos toques a la pantalla táctil para segundos después escuchar la voz de su amada madre.

Mi cielo, ¿todo bien?, ¿por qué tardaste en hablar?, ¿ya comiste? Recuerda: no te debes malpasar. Por cierto, te veías muy guapo en televisión —el chico alejó un poco el celular para que su madre no escuchara la risa ahogada que luchaba por esconder, era la costumbre de cubrirse con un brazo la boca cuando Esme se volvía un tanto exagerada. Y para él era lo más gracioso y maternal, sin poder evitarlo se le hizo un nudo en la garganta. La estaba echando de menos.

—Mami, estoy bien. Malibú es una ciudad muy hermosa, espero que papá y tú vengan pronto a verme. —se quedó pensativo observando la casa donde ahora viviría, era muy diferente a su humilde hogar. Claro su casa de Forks no tenía lujos, incluso el piso de madera rechinaba por lo viejo, pero en ese lugar había pasado los mejores momentos con sus padres. Y estaba convencido que ninguna otra casa le daría nunca el calor de hogar que la suya.

Por supuesto, cariño. Iremos muy pronto… te mando besos. Te paso a tu padre, saludos a Emmett. —sabía que Esme estaba siendo fuerte, esa era la razón de no querer hablar por mucho tiempo con él.

Hijo, me da gusto que estés contento. Me sentí tan orgulloso de verte en televisión, lo hiciste muy bien, grabé toda la entrevista con mi móvil la primera de muchas que también grabaré. ¿Cuándo empezarás a entrenar con el equipo? —su padre siempre apoyando cada paso por pequeño que fuera siempre estaba ahí alentando como el mejor fan.

—Mañana, pa —esbozó una enorme sonrisa—. Por fin mañana empezaré mi sueño, por todo lo que hemos luchado, ahora puedo decir que todos los ajetreos de jugar en una y otra ciudad han valido la pena.

Así será, campeón… mi campeón —Carlisle hablaba con orgullo de su único hijo, del niño de antes quien jugaba con uniformes de segunda mano y viejos tacos. Ese mismo pequeño quien se enamoró de un balón de soccer, ese mismo que se enseñó a crear jugadas, ese que ahora y siempre daba el alma en cada juego, ese era su campeón. Su charla se extendió por veinte minutos más entre buenos deseos y consejos que siempre atesoraba en su corazón.

El matrimonio Cullen, tienen una humilde panadería en su ciudad, que mucha de las veces habían descuidado por viajar con su hijo para que jugara contra otros equipos de diferentes regiones y más de una vez habían estado a punto de ir a la quiebra, claro que Edward era consciente de lo difícil de estar apoyándolo desde niño, sobre todo para su familia que es de recursos limitados. Es esta una de las razones que el joven hará lo posible por ganarse un lugar en el ámbito deportivo.

Después de estar escuchando las escandalosas tripas del estómago de su primo decidieron salir a buscar algo de comer. Edward conducía su nuevo coche un volvo plateado. Aunque el tráfico de la ciudad le daba un poco de miedo es que no se asemejaba ni un poco con los escasos autos que andaban en Forks, optó por llegar al primer restaurante que se encontró en la avenida, además que estaba muy cerca de su nueva casa.

—¡Bienvenidos al paraíso sea food! —dijo una alegre rubia de mirada azul, su edad no pasaba de los treinta y cinco que al percatarse de que el chico cobrizo era el nuevo jugador del cosmos, porque ella lo había visto en el televisor unas horas atrás, no pudo contener su euforia—. ¡Oh, por Dios! Te acabo de ver por la tele, eres Edward Cullen.

—Sí, lo soy… —miró un poco sorprendido cuando la camarera sacó su móvil y empezó a tomar foto tras foto, bajo la mirada burlona de su primo.

—Necesitaré fotos para exhibirlas en la pared de este humilde restaurante.

—Ojalá y recibamos un descuento como clientes distinguidos —intervino Emmett—. Además, nos acabamos de mudar cerca de aquí y ninguno de los dos tiene la menor idea como se prepara un café.

Edward abrió los ojos un tanto avergonzado por la confianza de su primo.

—Por supuesto que así será. Soy Renee Swan. —Alargó la mano para saludarlos con mayor confianza—. Mi esposo y yo somos los dueños de este restaurante, que aunque no es muy fino la comida es exquisita, incluso aquí está mi número personal para cuando quieran alguna otra comida que no sea mariscos.

Los hizo añadir su número a los móviles de los chicos bajo su supervisión, también les contó un poco la historia del pequeño restaurante, prometiendo que no se perdería ni un solo juego del cosmos.

—No deberías ser tan confianzudo, casi obligaste a la señora para que nos diera un descuento —el joven regañaba a su primo quien no se tomaba la molestia de prestarle un poco de atención, pues seguía degustando su sopa de verduras con camarones.

—Es bueno tener quien nos cocine a bajo precio —respondió con la boca llena.

Edward puso los ojos en blanco, limitándose a comer su filete a la plancha con verduras al vapor, su alimentación siempre es de suma importancia para él, ya que es necesario mantener un balance entre su ejercitado cuerpo y su ingesta de alimentos para rendir un mejor desempeño como jugador, también está demás decir, que su cuerpo se mantiene libre de sustancias tóxicas número uno: es demasiado disciplinado y segundo: como jugador profesional debe ser sometido al antidoping de manera frecuente.

Se puso de pie después de haber acabado su deliciosa comida, sin despegar su vista de su celular no había dado ni tres pasos cuando su torso fue golpeado por otro cuerpo, levantó la vista para encontrarse con un par de ojos marrones que lo vieron por milésimas de segundos antes de mirar al piso avergonzada, lo supo por lo sonrojado de sus mejillas, era una chiquilla tan menuda que el tope de su cabeza llegaba apenas a su pecho. Ambos intentaban seguir su camino sin embargo cada vez que se movían lo hacían en total sincronía que era imposible salir de ese espacio, la chica no volvió a levantar su vista, así que lo único que miró de ella fue su largo y brilloso cabello castaño el cual caía en ondas sobre su esbelta espalda.

—Lo siento. —Edward se disculpó, volviendo a golpear su cuerpo de nuevo contra ella, ahora por culpa de Emmett.

—Camina… —Emmett empujó su espalda con sus grandes manos haciendo golpear de nuevo su torso con la menuda chica castaña, avergonzado por no poder detener a su hiperactivo primo, se hizo un lado y caminó a grandes pasos hasta el estacionamiento, y de un portazo se adentró en el volvo para mirar hacia el restaurante.

—No vuelvas a hacer eso —advirtió malhumorado colocando el cinturón de seguridad para echar andar el vehículo. Edward estaba molesto por quedar como tonto ante la jovencita que había golpeado por culpa del grandulón, Emmett ni siquiera lo miró solo se limitó a sonreír desde su lugar.

—No sabía que los minions fueran de carne y hueso —canturreo Emmett sin dejar de zambullirse los camarones empanizados que llevaba en un pequeño plato individual— Por cierto, debes retomar las clases online, ¿recuerdas? Es la condición para seguir en el equipo.

Edward solo crispó la frente, no iba debatir de nuevo. Qué él no necesita estudiar para ser jugador profesional, porque sabía de sobra que ese era un requisito cuando firmó su contrato. Si bien la escuela nunca fue su mayor interés, entendía que al menos necesitaba terminar la secundaria.

Así llegaron de nuevo a casa donde el joven adolescente aparcó el volvo en la cochera, Emmett se fue a su habitación mientras Edward se quedó desparramado en el sofá del salón hasta quedarse dormido. No supo en realidad cuántas horas habían pasado, solo se dio cuenta de la oscuridad dentro y fuera de casa, se incorporó un poco dolorido por ver dormido tantas horas en una misma e incómoda posición y caminó a tientas hasta prender la luz del salón. Miró el reloj de pared y se dio cuenta que eran las veintidós horas, el silencio lo hizo suponer que su primo también estaba dormido, así que él también haría lo mismo desde su habitación. Sólo antes se percató que la cortina blanca que adornaba la puerta corredera se movía incesante, se acercó y se dio cuenta que estaba abierta, hizo un mohín por ver sido tan descuidado y se prometió que todos los días él se encargaría de cerrarla. Pero hubo algo que llamó su atención, no, mas bien alguien.

En la tenue luz del patio se distinguía la silueta de una chica bailando en la orilla del mar, el vestido blanco que llevaba se movía de un lado a otro con la suave brisa de la noche; ella contoneaba sus caderas de una forma encantadora a la vez que movía sus brazos en un baile hipnotizante, porque no se explicaba, ¿cómo llegó? hasta el barandal de madera donde se recargó sobre sus antebrazos para admirar a la jovencita quien de pronto dejó de bailar para girar su cabeza en su dirección, lo único atinado que pudo hacer fue esconderse en las tumbonas que estaban justo al lado de él. Sonrió divertido por la osadía de andar de mirón, dejó pasar un par de minutos y muy lentamente se incorporó y se dio cuenta que la chica estaba sentada sobre la arena. La observó un par de minutos, como deseando que volviera a bailar lo cual no ocurrió, ella sólo se mantenía quieta con sus brazos abrazando sus piernas y su cabeza apoyada en sus rodillas.

Edward estaba a punto de volver a dentro para seguir con su reparador sueño. Cuando la voz de Emmett se lo impidió.

—¿Baila bien, verdad? —el tono pícaro lo hizo rodar los ojos con exaspero, se volvió hacia el barandal y siguió mirando con interés a la chica quien ahora estaba recostada con su oscuro y largo cabello esparcido por la arena—. Me parece que es la misma de esta tarde, ¿no crees?

—No sé de quién hablas —contestó dirigiéndose hacia dentro de la casa con Emmett tras sus pasos. Se fue a la cocina para abrir la nevera, la cual estaba vacía y de inmediato cerró, abrió todos los gabinetes y los encontró vacíos, torció la boca en desaprobación—. Mañana haremos el super, no hay nada para comer, ni siquiera hay agua potable.

—¿Edward, eres gay? —Emmett siempre iba al grano.

—Que nunca haya tenido novia, no significa que lo sea. Simplemente no estoy interesado en nada que no sea el soccer, ¿satisfecho? —era cierto, su pasión siempre ha sido el fútbol y desde siempre se había propuesto ha que nada sería más importante que eso, excepto por sus padres, claro está.

—La vida no es sólo fútbol, tienes dieciséis años. Un día te vas a enamorar como cualquier simple mortal, ¿qué tiene de malo? Tienes que vivir como cualquier otro adolescente.

—¿Cómo cualquier otro adolescente? —repitió Edward— La mayoría de los adolescentes en estos momentos están fumando marihuana en algún lugar, dándole problemas a sus padres, sin dejar de mencionar que tienen sexo sin protección con cualquier chiquilla. Eso es lo que hacen los adolescentes de hoy. Y yo no estoy interesado en eso.

—No necesariamente, también estudian, tienen novias y un trabajo, sin olvidar que están disfrutando sus dulces dieciséis. —Edward enarcó una ceja ante la respuesta pero decidió zanjar el tema. Sabía que su primo era imposible.

Subió a su dormitorio y se arrojó sobre la cama, quitó sus vans con los mismos pies, también se despojó de su camisa para arrojarla al piso y se rodó para quedar boca abajo, apretó los párpados intentando dormir y después de minutos sin que el sueño llegara se levantó para mirar por la ventana, no quiso mirar en dirección donde estaría la chica. Así que decidió perder su vista en el inmenso mar oscuro, después de flaquear varias veces y comprobar que ya no estaba, se preguntó, ¿quién era ella? Movió su cabeza de un lado a otro tratando de pensar en otra cosa.

Nunca antes ninguna niña había llamado su atención y estaba convencido que este no sería el momento, así que ordenó a su cerebro a concentrarse para entrenar porque eso es lo importante, se volvió a la cama con una amplia sonrisa, mañana era su gran día y nada nunca podría ser mejor que patear un balón de fútbol y retaba al destino a que lo demostrara...


Hola de nuevo, una vez más estoy aquí, trayendo para ustedes una nueva historia.

Sólo les pido de favor que me apoyen en esta nueva aventura, donde traeré cada lunes un capítulo nuevo. Espero sus comentarios que son mi mayor motor para arrancar este viaje que empieza por la adolescencia de nuestros protagonistas.

¡GRACIAS POR LEER!

Lau