"Yo solo quiero un cómplice con el que huir de la justicia. Ser unos forajidos y morir en un tirotero".
Un sol resplandeciente se dejaba ver por entre las cortinas del diminuto apartamento que ocupaba. Las sirenas, motores de coches y el barullo de las calles se escuchaban de fondo. Todo el ruido se colaba por sus ventanas. Lucy detestaba eso. Con una taza de café humeante entre sus manos, miraba todas las fotos esparcidas en lo largo y ancho de su cama ignorando todo sonido molesto.
Es septiembre y me duele su rutina.
Pero despierto en Tokio y todo huele a nuevo.
En el viaje pierdo mi acento... a mi primero amor.
Y estoy tan sedienta de drama en mi vida
que necesito inventarme uno.
Quiero que me duelan.
Que me muerdan.
Ser una bestia herida.
Me muero por conocer a mi próximo ex.
Vagar sin rumbo entre los hombres.
Entrar en el juego.
Llorar
¿Por quién?
No lo sabía aún.
Dio un sorbo a su café y lo soltó encima de su mesita de noche.
Cogió tres de las fotos que había encima de su edredón. En las tres salía ella con tres chicos distintos. Tres acciones distintas y tres historias distintas. Un beso, un abrazo, una mirada...
Parecía de hace mil años.
A la espera de algo extraordinario
camino en busca de mi gran amor.
Y así paso las noches bailando.
Dando vueltas.
Por los peores/mejores locales de la ciudad
en busca de cualquier canalla
que me saque de dudas
y me cure todas estas ganas.
Ellos.
-Amantes de metáforas baratas-
beben whiskey solo
y se visten con abrigos de muertos.
Leen a Carver, Bukowski, Houllebeco
y se sienten rotos e intensos.
A todos los creo amar.
Joder.
Soy tan joven y estúpida.
Se peinaba su larga melena rubia mirándose al espejo sin ningún sentimiento en especial mostrado en su cara. El pelo que le caía hasta la cintura siempre fue su orgullo, su parte más atractiva a sus ojos.
Un poco de perfume y listo.
Vestida con una falta negra y un abrigo rojo, abrió la puerta de su apartamento y se impulsó hacia las calles de la gran ciudad nocturna.
Era una chica atractiva. Bastante. No podía evitar salir a la calle y que más de alguno se girase a verla. El movimiento de sus caderas hipnotizaba a cualquiera.
Envidia, atracción, rabia, fascinación,... Tenía que lidiar con todo eso siempre.
Solo soy un cuerpo adolescente,
poco más.
Pero oye, tengo mi público.
Tomaba una cerveza mientras se fijaba en su alrededor. Gente más bebida de la cuenta, chicas más receptivas que nunca, parejas dándose el lote... y otra entrando al baño para saciar sus deseos llenos de lujuria.
Ahora estaba sola. Las dos amigas con las que vino a ese lugar habían encontrado alguien con el que pasar la noche, así que probablemente terminaría su cerveza y volvería a casa.
Cambió de pierna y cruzó la izquierda. Y parece que aquello bastó para que ocurriera.
Suena la peor canción de la historia
en un turbio bar de Roppongi,
y apareces tú.
En un intento por impresionarte
te hablo sobre la insoportable levedad
de encontrar el amor verdadero
en una ciudad en la que el romanticismo
ha muerto.
Tú sonríes y me dices que ser moderno ya no es moderno.
Que enamorarse es "mainstream",
pero que la vida es demasiado corta
para no besar con lengua.
El chico se acercó a ella y acarició suavemente su cara con sus labios, luego su nariz y, finalmente, los labios de ella.
Fue genial juguetear con su lengua.
Para lo poco que me gustas,
no sé a qué vienen
estas ganas tontas de volver a verte.
De la mano, se dirigieron a las escaleras del metro. Sabía que podría no volver sola a casa, pero no quería. No, con él no.
No podía convertir aquello en un polvo de una noche.
Miró al chico a los ojos y le dio un último abrazo. El chico sonrió y la besó.
Quizás sea el comienzo
de algo especial,
quizás no.
Pero vuelvo a casa sin mirar atrás
por miedo a que esa última imagen de nosotros
se convierta en una promesa.
La mañana se tornó nublada. El olor a tierra mojada que entraba por la ventana hacía suponer a Lucy que llovería en breves minutos.
Desnuda, solo tapada con su edredón, observaba el exterior. No podía quitarse a ese chico de la cabeza.
La noche nos hizo valientes
para revelar los secretos
que no podemos confesar
estando sobrios
y dudo si enviarte
el típico estúpido mensaje.
Pero hoy solo soy un par de ojeras.
No sé
si esto que siento es amor
o es la resaca de hoy
pero como siga entrando esta brisa
por la ventana
voy a acabar -enamorándome- llamándote.
Reían sin parar, solo estaban ellos dos. Parece increíble lo corto que puede hacerse el tiempo cuando estás con alguien especial.
Incluso si estás en el peor antro sucio de toda la ciudad, a Lucy le parecería el lugar más bonito del mundo. Se sentía especial, única, por primera vez en la vida.
En la segunda cita
conjugamos el amor y las cervezas
hasta perder la cuenta
-y la cabeza-.
Uno. Dos. Tres. Cuatro.
Los setenta escalones
que nos separan de mi casa
pesan.
Se hacen eternos.
Y solo pienso
en que he cambiado las sábanas
y tienes que venir a mancharla
con tu amor.
Lucy besó al chico. Creía que era la primera vez que sentía tantas ganas de besar a alguien. De poseerlo. De hacerlo suyo.
El chico le acarició la espalda por debajo de la camiseta y desabrochó su sujetador. Ahora podría acariciar libremente su delantera.
No hace falta que te enamores de mí.
Solo quiéreme bajito.
Los suspiros y gemidos se oían por toda la habitación, que parecía más desordenada que nunca. Y la lluvia golpeaba y mojaba el cristal de su habitación.
Hay gente que va al gimnasio
para ponerse en forma.
Nosotros preferimos
otro tipo de agujetas.
¡Buenas, gente! Sé que llevo mil años sin actualizar mis otras historias y lo siento mucho por ello. Estoy demasiado liada con los estudios y cuando tengo un poco de tiempo libre siempre me surgen cosas :( Perdón.
Pero eso sí, estoy trabajando en mis historias (aunque esté tardando la misma vida en escribir un triste capítulo). Además, a todo esto hay que añadirle que tengo el cerebro chamuscado de tanto estudiar y la inspiración se me escapa -_-u. ¡Lo siento muchísimo! Pero prometo que estoy haciendo lo más que puedo y volveré algún día (en forma de chapas :D Ok, no).
En fin, después de soltaros todo estos os preguntaréis "oh, no tiene inspiración para sus otras dos historias, pero bien que ha escrito una nueva". NO. Esto no lo he escrito yo. No todo, al menos.
Esta "historia" está adaptada a un libro de ilustraciones que me dejó una amiga hace unos días. Las frases en cursiva no son mías, sino de la ilustradora Saran Herranz. Os invito a echar un vistazo a su libro "Todo lo que nunca te dije lo guardo aquí". Las frases, junto con las ilustraciones, son geniales y te hacen pasar un rato agradable leyendo y mirándolas. Las frases que no van en cursiva sí las he redactado yo misma (tampoco son nada del otro mundo xD Como os he dicho mi inspiración es nula en estos momentos) basándome en las ilustraciones.
Por tanto, los créditos de esta historia son para Sara Herranz. No me pertenecen.
Eso es todo. Un abrazo a todos y prometo volver.
Nos vemos n.n
