Nota: "Arabella" se pronuncia "Arabela" y el apellido que aparece en este primer capitulo es "Phonix", no Phoenix como muchos pensaran que lo he escrito mal. No tiene nada que ver con los fénix.

Arabella Figg

Por: Luz y Julieta

Capítulo primero

Razones del futuro

Eran los últimos días de su último año en Hogwarts. Tom revisaba y perfeccionaba una y otra vez sus ambiciosos planes; viajar lejos, lo antes posible, para profundizar así las Artes Tenebrosas, a las que se había dedicado con tanto afán. Aún así algo se lo impedía. Aunque su cabeza lo negara, un extraño sentimiento respecto a su carácter no le permitía moverse con completa voluntad. Era una chica de su nivel, de Ravenclaw... ¿Qué hacía él pensando en una de esa casa de perdedores? Pero…  Marla era tan bella... - y también tenía una descendencia poderosa - Sólo tenía que armarse de coraje… Tras darle vueltas al asunto  y convencerse en su propio y ciego egoísmo, tomó una decisión y fue en su búsqueda para "hablar". Bajó las escaleras de las mazmorras, sabiendo que Marla saldría de la clase de pociones. Sabía que estaría en una de las mazmorras, esas frías que le gustaban tanto. Pero cuando fue por ella, no le halló. Desalentado, salió del lugar y comenzó a subir las escaleras hacia el primer nivel, pero se detuvo. Había oído un ruido, una palabra, no lo sabía.

Movido por la curiosidad, fue hacia el lugar de donde había provenido el sonido y, al mirar por la puerta entreabierta de la mazmorra mas pequeña de Hogwarts, sintió si como lo hubiera acuchillado por la espalda...

- ¡¿Qué?! – quiso gritar, pero ningún sonido salió de su boca. Sólo permaneció abierta a no mas dar, por un buen rato.

Allí estaba Marla, esa chica única que había llamado en algo la atención de su vida, besándose con Marcus Figg. Tom se quedó inmóvil, casi sin respirar. No podía ser...

¿En que se había ido el tiempo? ¿Cómo había dejado que sucediera? Ahora él estaba sólo... Marla nunca le había correspondido...

Con las imágenes dando tumbos en su cabeza, corrió a ciegas hasta la sala común de Slytherin, su casa. No había nadie, a si que se sentó en una de las enormes sillas de madera tallada frente al fuego.  

- ¿Por qué? - pensó, cegado de dolor y de furia - ¿Por qué con Figg? ¿Por qué, si yo soy mejor, soy prefecto, soy muchísimo más inteligente? ¿Por qué? ¡No lo entiendo!

Sin dejar de torturarse imaginando lo inimaginable, se detuvo a mirar el fuego que ardía delante y se dio cuenta. A pesar de que le dolía admitirlo, se dio cuenta que era obvio el por qué.

Él nunca se había acercado a ella para tratar de simpatizar. ¡Era obvio que no le correspondiese ese sentimiento! Volvió a enfurecerse. Nunca había sabido como tratar con la gente, fuera del parámetro del trabajo. Posiblemente nunca se había enamorado.. sólo del poder, del poder: perdición de su vida.

- Tal vez... – se dijo, mientras entornaba sus ojos oscuros hacia el fuego, que refulgía con furia. – Tal vez si entreno mis poderes... tenga una oportunidad... Merlín y Slytherin se llevarían muy bien...

Con una última mirada, Tom apartó sus ojos de la chimenea y, como escuchó pasos, trató de ocultar su consternación. Pero la muchacha que había aparecido en la sala común se detuvo y lo observó con ojos cautelosos.

- ¿Pasa algo, Tom? – le preguntó, semi-cerrando sus ojos adivinando lo que sucedía.

- Nada, Mylten – contestó, tratando de hablar despreocupadamente – Solo que el humo del fuego me ha herido los ojos.

La muchacha le dirigió una mirada aguda e inteligente, a la vez divertida y salió de la sala común sin decir una palabra. Tom se rehusó a mirar el fuego para no verse en la estupidez de sus sentimientos nuevamente y se fue a su dormitorio.

Pasaron los días, un poco más cálidos por la entrada de la primavera, pero Tom estaba más helado que nunca. Había perdido a quien más deseaba y, a pesar que sus compañeros habían intentado alegrarlo, no habían logrado nada. No podía dejar de ser tan frío como si cada una de sus palabras y sus miradas fuera de hielo.

Llegó la graduación, y él se graduó con honores, como uno de los estudiantes más inteligentes de Hogwarts. Tomó el expreso de Hogwarts de vuelta a King Cross y apenas llegó, fue directo al orfanato a retirar sus cosas, ya que era mayor de edad y podía emprender rumbo a Albania, donde se encontraba una gran concentración de magos expertos en Artes Tenebrosas...

- Ya verá – pensó, mientras salía del orfanato – Ya verá que soy mejor.

*

Marla y Marcus consiguieron trabajo rápidamente, a las pocas semanas que habían salido Marcus estaba en el departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas, pero Marla sorprendió a todos con su elección. Ella entró en la Escuela de Entrenamiento Especializado Contra Fuerzas Oscuras, recién fundada por un tal Mundungus Fletcher,  graduado en Hogwarts solo tres años antes.

 Los dos seguían con su relación afectiva, pero nada demasiado comprometido debido a que solo llevaban dos meses de novios. Ninguno de los dos recordaba a un tal Tom Riddle, de Slytherin.

Pasó un año y seguían enamorados, como atraídos por una poción de amor extremadamente poderosa. Eran una estupenda pareja.

 Una tarde de fines de verano fueron a Hogsmeade, a celebrar su año y medio de noviazgo. Caminaban por un hermoso sendero de adoquines, donde la hierba crecía con fuerza a través de los huecos dejados por el bruto de las piedras. Florcillas crecían todo alrededor y abundaban en manchones por el colorido césped. A lo lejos algunos corderitos pastaban bañándose en la luz del caluroso sol del atardecer.

- ¡Hace tanto que no venía por aquí! - exclamó Marla de la mano de su amado, mientras caminaban hacia la calle principal. – Me encanta este lugar, especialmente en esta época del año.

- Me alegra eso – sonrió Marcus, volteando su cabeza para mirarla. Saliendo de su ensueño recordó algo importante y le apretó la mano – Eh... Marlita, preciosa, ¿me esperarías un momento aquí mientras... voy a buscar un encargo? Vuelvo de inmediato.

- No te preocupes, cariño. Ve no más. – Sonrió ella - Aquí estaré cuando regreses.

Ya habían entrado en el camino principal, el que daba a las tiendas del pueblo.

Marcus la miró sonriendo y se alejó caminando sin demora. Para pasar el rato, Marla se dedicó a mirar unas vitrinas donde había unos preciosos vestidos. No notó que alguien la observaba desde lejos.

Tom Riddle, que iba caminando entre los árboles, se sorprendió cuando vio a Marla parada allí, observando una vidriera, en Hogsmeade. Frenó en seco y miró otra vez para asegurarse que no era su imaginación. Pero no. Marla seguía allí, de pie frente a un negocio. Tom no lo podía creer.       

                   ¡Era como un sueño! Recién había llegado de un largo viaje desde las tierras de Albania, donde se había enfrentado a grandes y poderosos magos oscuros, con los que había terminado estrechando manos para unir fuerzas. Olvidando por un momento lo que se había propuesto, se acercó caminando, para tratar de entablar una conversación. Todavía no se había olvidado de lo que había visto en los últimos días del curso, pero había pasado ya un año y como Marla estaba sola en ese momento, no podía perder la oportunidad de cambiar algo… aunque fuera pequeño.

- ¿Marla? – preguntó repentinamente Tom, cuando sólo estaba a un metro de la joven. Ella volteó, sorprendida - ¿Eres tu?

-¡Ay! – Fue la primera reacción de Marla, cuando se encontró cara a cara con él – Me asusté... – Marla miró a Tom, vacilando – Perdón… es que no recuerdo quien eres… creo haberte visto…

Tom afirmó con la cabeza y con la mirada. Marla tragó saliva –Tom Riddle, el chico de Slytherin, ¿ahora me recuerdas?

- ¡Hola! Eh... ¡cuánto tiempo sin vernos! – siguió Marla, bastante confundida y con cierto aire de desagrado.

- Realmente a pasado mucho tiempo – replicó Tom - ¿qué hay de tu vida?

- Eh... Yo... bueno, estoy estudiando - dijo cortante Marla, deseosa de terminar la conversación.

- Ah, ¿si? ¿Y que estudias? Supongo que debe ser algo muy interesante si se trata de ti – siguió Tom. Marla se horrificó… ¿la estaban... cortejando? 

- Yo estoy estudiando en la Escuela de Entrenamiento Especializado Contra Fuerzas Oscuras – declaró ella, con una mirada entre asustada y decidida. Algo había escuchado de la terrorífica reputación de Riddle.

Tom se quedó petrificado, sin atinar a mover un solo músculo. Marla lo observó con atención.

- Ah... – logró decir luego de unos segundos – Bueno, yo me voy, adiós

Tom dio media vuelta y se fue, absolutamente frustrado y una creciente ola de odio.

- No puedo creerlo – pensaba, furioso y amargado – Ahora tendré que enfrentarme a ella... Seguramente todo es culpa de ese Figg. Gryffindors. Apestan. Mejor me voy.

Y nunca más se supo del inteligente y encantador alumno que se había graduado en Hogwarts como uno de los mejores. Salvo por algunos profesores y algunos ex compañeros, nadie se podría haber imaginado que, luego de ese momento, ese instante que lo destrozó por completo, Tom Riddle había pasado a ser historia y había nacido el mago que luego aterraría a todo el mundo mágico.

*

Apenas Riddle desapareció Marcus volvió junto a su novia.

- ¡Marla!, no sabes lo que... – comenzó, pero se detuvo al ver su cara - ¿Te sientes bien, querida?

- Eh, sí – contestó ella - Solo que me encontré con el insoportable de Riddle… ¿lo recuerdas?

- Ah, sí, creo… era bastante desagradable… me daba escalofríos – en la cara de Marcus apareció un ademán de preocupación - Bueno, ya se fue ¿no?

- Si, si querido, no te preocupes...

Reinó un silencio pegajoso, que Marcus rompió.

- ¿Quieres ir a dar una vuelta al parque? – preguntó, con un notorio entusiasmo.

- Sí, vamos. Siempre tan buenas ideas – sonrió, dejando paso a un tierno beso.

Y partieron rumbo al parque que estaba al final del pueblo, cerca de una casita en una colina, que al parecer estaba abandonada. Se sentaron en una banca, bajo un enorme sauce que les daba una agradable sombra para el calor de esa tarde de verano.

Un silencio cayó sobre ellos. Pero no esos de incomodidad en los cuales no hay de qué hablar, si no en los que uno se entiende a través de los pensamientos… especialmente en el caso de personas de sangre mágica. Marla pensaba en lo que había sido estas vacaciones, como seguirían los estudios, cosas simples y de su vida cotidiana. Marcus estaba concentrado tratando de  ver como le diría, cómo le preguntaría…

-amor, ¿qué es el encargo que hiciste?- Marla lo sacó de toda concentración y él se tupió entero.

-¿Encargo? ¿Yo? Eh… ah! Si el encargo, este, yo…- Marcus rebuscó nervioso en sus bolsillos murmurando cosas incomprensibles.

-¿Marcus… Qué buscas?

Sin decir palabra alguna tomó la mano de Marla, la beso levemente, la abrió y puso en su palma una pequeña cajita azul almohadada. Marla estaba seria. Mas allá de su seriedad, impresionada, la había tomado demasiado por sorpresa, no fue capaz de articular palabra.

El semblante de Marcus temblaba. Se sentía desilusionado- Está bien, comprendo. A pasado muy poco tiempo y…- se detuvo. Vio en el suave rostro de su novia una sonrisa que iba apareciendo. Una sonrisa alegre y tierna y a la vez una lágrima que resbalaba por su mejilla.

Comprendiéndose mutuamente se abrazaron y culminó en un largo beso, dando supuesto que se querían.

Pasaron los meses y planearon el matrimonio para el día 4 de Marzo, terminando el invierno. En ese entonces, Tom Riddle, que había vuelto a Albania, había cambiado mucho... se había transformado absolutamente. Entre tantas peleas, hechizos y duelos, estaba absolutamente diferente. Sus ojos se habían vuelto rojos y tenía la voz fría, rasgada... muy dura... y era muy poderoso. Estaba absolutamente irreconocible. Miles de planes rondaban en su cabeza... si antes era cruel, ahora lo era más... Si había sido capaz de matar a su padre y a una chica de su escuela, ahora era capaz de matar a cualquiera que se atravesara en su camino. Ya había formado un gran círculo de magos tenebrosos y cada vez se acercaba más a ser el líder. Pero todavía no estaba dispuesto a demostrar su poder, debía tener cuidado... debía seguir aumentando sus conocimientos antes de hacer nada.

Ya llegaba marzo, y tras el cruento invierno que acababa, todos estaban muy emocionados por la boda de la familia Phonix y Figg. Faltaban solo ocho días y ya se había comenzado a preparar la fiesta.

- ¡Ay, Marlita, te ves espectacular! – fue el grito de Gabrellié cuando Marla se probó el vestido que se había hecho. Era una pieza ajustada a la cintura y después caía muy ancho hasta el suelo y, para el broche de oro, llevaba una cola de tres metros de largo.

Finalmente llegó el día y la Iglesia de Hogsmeade estaba abarrotada de gente: todos conocidos del trabajo y compañeros de Hogwarts.

Fue una ceremonia memorable. Sus viejos amigos se dedicaron a poner los más maravillosos encantamientos de decoración, flores que lanzaban un destello y caían suavemente hasta llegar a las cabezas de los invitados y desaparecían,  estandartes colgaban en las paredes, a la derecha mostrando un antiguo dragón rojo que era el escudo de la familia Phonix y a la izquierda un complicado árbol que tapaba la entrada de un castillo: el escudo de la familia Figg, y muchas otras decoraciones.

Con los anillos ya entregados, Marcus y Marla se besaron.

Tom Riddle, en otro lugar del mundo, sintió una puntada en el corazón y se dio cuenta que lo que más temía se había cumplido. Furioso, no pudo contenerse más y voló en pedazos el edificio que tenía más cerca. Luego, levantó la mirada al oscuro cielo.

- ¡Juro por mi vida que no volveré a sentir nada, ni miedo, hasta vengarme! – gritó fuertemente, y un rayo atravesó el cielo.

Sabía lo que quería. Tenía que vengarse de Figg, no dejar que le estorbara más en sus planes... y lo haría lo que fuera, como fuese. Este fue un juramento que nunca pudo romper y satisfizo con muchas mas muertes que las que hubiera podido ver en su vida… muchas muertes injustamente provocadas.