HARRY POTTER Y LA HISTORIA ANTES DE ÉL
Por M. Mayor
Escribí Harry Potter y la historia antes de él antes de la llegada de "Harry Potter y las Reliquias de la Muerte". Sin embargo, he rescatado algunas características de la novela original (por mero capricho).
Esta es la quinta y última parte de Cuando la primavera tiñe al sauce. He finalizado mi saga.
Feliz lectura.
Y la muerte no tendrá dominio.
Muerto es desnudo, todos serán uno
Con el hombre en el viento y la luna occidental;
Cuando sus huesos estén limpios
Y limpios sus huesos se hayan ido,
Tendrán estrellas en los codos y pies;
Aunque vayan locos serán cuerdos,
Aunque se hundan en el mar se elevarán,
Aunque se pierdan los amantes el amor no,
Y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio, Dylan Thomas.
1
Por ti, Harry Potter
Si no estaba equivocado, aquella era la doceava vez que se quedaba dormido hasta mediodía. El sol se colaba por las cortinas y le quemaba el rostro. El verano era tan caluroso que dormir en pijama le resultaba casi imposible.
Harry se levantó con pesar, sin gafas, despeinado y aún somnoliento. Vivir en Grimmauld Place había traído las más locas e inimaginables aventuras. Había volado ya en la enorme motocicleta negra y se había caído de ella; había estado charlando, riendo y jugando hasta el amanecer. Incluso el quidditch era permitido ahí, pero no sólo en el gran jardín trasero, sino también dentro de la casa. Había días en los que habían convertido el recibidor en una mini cancha.
Todo estaba concedido. Harry se desvelaba todos los días y se despertaba a la hora que deseara. Comía lo que le apetecía y hacía lo que le placía. Pequeños lujos que nunca había soñado en la casa de los Dursley. Cosas que no se habría atrevido siquiera a imaginar. La vida le había comenzado a devolver todo lo que en diecisiete años se había perdido.
Despertar así, cada día, lo llenaba de una júbilo que nunca había sentido antes. No sólo era el hecho de verse rodeado de felicidad plena, sino también encontrarse con las personas adecuadas y en el lugar correcto. Su padrino estaba con él, aquel hombre que apenas había conocido hacía cuatro años atrás, pero que sentía quererlo de toda la vida. Sabía que había sido el mejor amigo de su padre y por lo tanto, suyo también. Y no sólo era eso, en él encontraba un hermano mayor, un consejero, un cómplice, un protector y un padre, entre muchas otras estupendas cosas más que Sirius Black significaba para él.
Y también la persona más descuidada y permisiva que había conocido en toda su vida, inclusive había cosas que a Harry le parecían peligrosas y Sirius se carcajeaba y las hacía de cualquier modo. Haberse caído de la moto fue, por ejemplo, una de ellas.
Habían estado viviendo en la antigua y ancestral casa de los Black desde que comenzó el verano. Después de que Harry hiciera por segunda vez lo que el destino le había confiado: Voldemort estaba finalmente acabado.
Harry muchas veces tenía la sensación que al despertar se daría cuenta que nada de eso había pasado, se despertaría de esa magnífica ilusión, con la angustia que le producía pensar que pudiese encontrarse de nuevo en las situaciones pasadas. Pero llevaba mucho rato sin que eso sucediera.
Efectivamente Voldemort estaba muerto. Esa última batalla en el castillo de Hogwarts lo había dejado marcado de por vida, si es que no lo estaba antes. Estuvo a punto de perder a sus seres amados, incluso creyó que eso ya había sucedido y como un milagro, uno muy grande, su padrino había regresado del misterioso "arco de la muerte", del cual se decía nadie regresaba. Pero él lo había hecho, había vuelto para encarar la última guerra, incluso había luchado contra quienes tenía que ajustar cuentas.
Cada segundo que Harry había vivido al lado de Sirius le hacía sentir una enorme gratitud con la vida, al fin no se encontraba solo. Era asombroso estar con él, recurrir a su apoyo y sentirse en un verdadero hogar, como el que seguramente habría tenido con sus padres. Y Dumbledore le había dicho que nunca había visto a Sirius tan feliz. Porque él, Albus Dumbledore estaba vivo también.
Había razones de sobra para sentirse feliz. Incluso cuando unas voces acaloradas provenientes del vestíbulo llegaban hasta sus oídos.
—Me parece que estas horas de visita son un poco… inoportunas, Molly.
—Ni lo menciones, Sirius. No estoy muy contenta contigo.
—¿Ahora qué he hecho?
—¿Qué no has hecho o dejado de hacer? —la voz de la señora Weasley sonaba exasperada—. ¿Dónde está Harry?
—Creo que no deberíamos hacer tanto ruido, sigue durmiendo.
—¿Durmiendo? —exclamó, sorprendida—. ¡Santo cielo! ¿Ves la hora que es?
—¿Hay algo de malo?
—¿A qué hora se acostó ayer?
—No lo sé, ¿por qué tendría que saberlo? —Sirius parecía indiferente—. No estoy controlándole su lista de quehaceres como elfo doméstico.
—Pues deberías, Sirius. Deberías. ¡Responsabilidad, esa es la palabra!
—¿Respon… qué? —bromeó Sirius.
—¡Eres imposible, Black!
A Harry le había hecho mucha gracia, aunque no le apetecía bajar a saludar a la señora Weasley, estaba molesta y con Sirius de su lado sabía que no tenía posibilidad. Se quedó escuchando un poco más.
—Dumbledore me ha pedido que viniera a visitarlos —dijo Molly, se escuchaba una bolsa de papel crujir—. He traído lo indispensable para almorzar y hacer una buena cena.
—La cena puede quedarse, pero por lo demás estamos bien.
—No, no lo están. Dumbledore dijo que debemos vigilar lo que hacen Harry y tú.
—Vaya, no estoy haciendo experimentos malignos con el muchacho —dijo con un poco de exasperación—. ¿Qué cena has traído?
—Lo suficiente para todos.
—¿Todos?
—Sí, todos. La Orden viene a cenar.
—Vaya, estas cosas son muy sorpresivas por la mañana…
—¿Mañana? —exclamó la señora Weasley—. ¡Es más de mediodía!
—Utilizamos otro horario, de otro país, donde vive gente normal.
—Despierta a Harry, les prepararé el almuerzo.
—Me gusta la mantequilla, ¿puedes ponerle doble a lo que sea que vayas a hacer?
Al parecer la señora Weasley había emitido algún quejido, pues Sirius subía rápidamente las escaleras como huyendo de ella. Harry ya se encontraba lo suficientemente despabilado y miró divertido a su padrino.
—Tenemos visitas, Harry. Una señora muy malhumorada.
—Sí, ya la escuché, me alegra que haya venido —sonrió Harry, comenzaba a oler la mantequilla derretida en el sartén.
—Vendrá la Orden a cenar, ¿estás de acuerdo con eso?
—Por supuesto.
—Bueno, sólo quería conocer tu opinión… porque yo no estoy muy de acuerdo —dijo Sirius, rascándose la cabeza—. Quizá sería bueno tener a Lupin, Tonks, Moody y los demás por aquí, pero…
—No creo que venga Snape. No hace visitas de este tipo.
—Espero que no, aunque a Dumbledore le parece divertido traerlo. Bueno, cámbiate y no te peines, quiero que Molly te moleste y a mí me deje en paz.
Harry entró en el cuarto de baño e intentó mejorar su aspecto, tenía unas ojeras muy marcadas por los desvelos y festejos que solía tener con su padrino. La noche anterior habían jugado ajedrez mágico y habían apostado cerveza de mantequilla, habían terminado rendidos y ahora los ojos los tenía enrojecidos y adormilados. Se lavó la cara con agua muy fría y sin querer, por inercia, se tocó la cicatriz, aquella que lo había marcado de por vida. Algunas veces creía no tenerla, hacía tiempo que había dejado de doler. Pero ahí continuaba, era algo que no podía cambiar y a pesar de todos esos años no sabía si odiarla o si sentirse agradecido.
—¡Harry, cariño! —saludó la señora Molly, abrazando al chico que había crecido algunos centímetros más y entraba en la cocina—. ¿Qué tal te ha ido? Mírate nada más, estás muy flaco. Seguro tu padrino no te alimenta bien.
—Si Kreacher te escucha tendrás problemas, Molly —dijo Sirius entrando en la cocina, con el diario del Profeta.
—Estoy bien, señora Weasley. ¿No ha venido nadie con usted?
—Oh no, vendrán más tarde a cenar —regresó a la estufa en la que tenía la sartén y con una palita comenzó a voltear las salchichas que olían deliciosas—. Ronald ha ido a Hogsmeade a recoger a Hermione, su tren debe haber llegado hace una hora. Fred y George tienen mucho trabajo con la tienda. Bill y Fleur están en el ministerio, igual que Percy y Arthur. Charlie llega hoy de Rumania y Ginny se ha quedado en casa pues tenía algunas cosas qué hacer.
—Cuando lo dices así parecen aún más tus numerosos hijos —dijo Sirius distraídamente, mientras leía el diario en la mesa.
—Vaya que son muchos—respondió la señora Weasley que con la sola idea se sentía atareada.
Harry se sentó al lado de su padrino, con el estómago rugiéndole de hambre. Se había sentido incómodo al escuchar el nombre de Ginny, se había quedado mudo y prefería esperar su ración a seguir preguntando.
—¿Has visto a Remus? —preguntó la señora Molly a Sirius, sirviendo un plato a Harry.
—Hace una semana estuvimos en Hogsmeade, Harry y yo compramos algunos libros –dejó el diario en la mesa—. Pero desde entonces no me he comunicado con él.
—¿Qué tal se encuentra?
—Tan culto como siempre.
—Me refiero a otras cosas, Sirius.
—Oh vaya, si lo dices por lo de Tonks, está bien. Bastante bien, diría yo.
—Eso nos preocupaba mucho —la señora Weasley les había servido ya y se sentó preocupada al lado de ellos—. Tonks se encuentra tan normal que es muy raro.
—¿De qué color trae el cabello? —preguntó Sirius comiendo salchicha.
—Rojo, creo…
—Entonces debe estar en la búsqueda de una aventura.
—¿Cómo puedes decir eso, Sirius? —dijo la señora Molly, impaciente—. Acaba de terminar su relación con Remus.
—¿Cuál es el problema? —dijo Sirius masticando las salchichas—. Chicos hay muchos. Hombres lobo no, pero encontrará a alguien.
—No lo sé… ¿ahora qué pasará con Remus?
—No es la gran tragedia, créeme que lo vimos muy bien, ¿cierto, Harry? —Sirius codeó al muchacho que comía rápidamente asintiendo—. También encontrará a alguien, no lo subestimes.
—Es que no puedo creerlo, todo era tan bueno. Se veían tan felices.
—Bueno esta relación comenzó mal —dijo Sirius, pensativo—. Si no mal me enteré, toda la Orden conspiró para que ellos salieran juntos. Creo que no fue tan espontáneo.
—Sí, lo hicimos, pero fue por el bien de Remus. Él no quería aceptar que tenía derecho a ser feliz. Tampoco puedes culparnos.
—No, no los culpo de eso, pero sí de haber iniciado algo que quizá no estaba destinado a ser. Pero ya está: Lupin estará bien. Ha estado en situaciones peores.
La señora Molly parecía muy decepcionada, había puesto todas sus esperanzas en esa relación. Sirvió más salchichas a Harry. Él tenía sus propios problemas y Ginny estaba en cada uno de ellos, prefería no pensar y evadirlo, pero tarde o temprano tendría que buscar una solución. Sentía que no engullía el alimento sólo de pensar que esa noche tendría que reencontrarse con ella después de todo.
—Mientras ustedes almuerzan yo limpiaré un poco.
Se levantó de su asiento y Sirius la miró de soslayo, muy preocupado. Molly observaba la cocina, apagó la estufa con la varita y puso unos sacudidores mágicos a hacer la labor en el lugar. Se dirigió a la despensa, donde Kreacher el elfo doméstico tenía las esencias y especias. Sirius se levantó rápidamente de su lugar.
—No deberías abrir eso, Molly —dijo Sirius temeroso—. A Kreacher no le parecerá.
—Ese elfo tuyo tiene muy mal carácter, pero no le afectará…
—¡No, no! Es que… si desordenas sus cosas le parecerá un acto muy grosero.
La señora Weasley miró a Sirius con suspicacia. No le creía nada. Harry observaba atentamente y recordó que ahí era el lugar donde Sirius guardaba las cosas que le escandalizarían a su invitada.
—¿Desde cuándo te importa lo que piense Kreacher? —preguntó ella, desconfiada.
—No queremos que se porte malcriado esta noche, ¿verdad?
La señora Weasley hizo un ademán de indiferencia y se giró, parecía que saldría de la habitación. Sirius regresó aliviado a terminar su almuerzo. Pero en cuanto él estuvo distraído, Molly abrió de golpe la despensa. Un montón de cosas se derrumbaron encima de la señora Weasley, eran cosas que ella reconoció provenían de la tienda de Fred y George. Decenas de objetos bromas, además de dotaciones enteras de dulces y comida chatarra. Sirius gentilmente ayudó a Molly a levantarse y quitarse todo de encima. Ella lo fulminó con la mirada y Harry apuró comer sus salchichas antes de presenciar el desollamiento de su padrino.
Lo que restó de la tarde Molly ordenó a Sirius y a Harry a limpiar lo que habían desordenado, pero era un trabajo imposible. Toda la casa se encontraba fuera de su lugar. Ella se dio cuenta de lo que habían estado haciendo en sus días de libertad. Encontró varias bludgers estrelladas contra el techo y una snitch la espantó cuando salió de pronto de un jarrón. Molly le había dado el día a Kreacher, el elfo no se mostró agradecido, pero desapareció inmediatamente.
—A esto le llamo irrupción de morada —se quejaba Sirius mientras intentaba darle a la sala una apariencia estable—. Puedo demandarla.
—Bueno, no sería agradable que llegase la Orden y viera cómo se encontraba esto —dijo Harry, mientras colocaba los cuadros en su sitio.
—Como si no hubiese estado peor antes. Además, todo esto debe estar hecho para un plan muy macabro de Molly. Yo sé que es así.
—¿A qué te refieres?
—Es muy insistente. Seguramente quiere hacer esta cena con otros fines. Reunir a ciertas personas, quizá.
—¿A Lupin y Tonks?
—Sí, puede ser. Pero en realidad me refería a Ginny y a ti.
Harry se quedó callado, evadió la mirada de Sirius y continuó lustrando uno de los retratos.
—No creo que sea eso –dijo él, muy apenado.
—Vamos, lo hace por esa razón —Sirius sonreía divertido—. ¿Acaso tú no lo quieres?
—¿Qué?
—Verte con la pelirroja.
Harry se había ruborizado hasta las orejas. Intentó distraerse y no prestar atención a Sirius que continuaba sonriendo.
—Últimamente no sé qué es lo que quiero —confesó al fin el chico, subiéndose las gafas por la insistente mirada de su padrino.
—Eso es comprensible —respondió él, quitando el polvo de una alfombra con un encantamiento—. Aunque no debería ser así. Hay muchas cosas que no debes dejar pasar. ¿Algo salió mal con Ginny?
—Sí, a decir verdad, todo —dijo Harry, confundido—. No quisiera verla esta noche, me incomoda un poco.
—Bien, podrías hacerte el enfermo allá arriba, pero no te creerían. Además Molly se te lanzaría para sanarte hasta la última de las células.
—Tampoco quiero huir, sólo quiero que las cosas sean… normales.
—Es difícil un poco de normalidad aquí –sonrió al ver una bludger incrustada en la parte trasera de un mueble.
Cuando la noche cayó, uno a uno de los miembros de la Orden del Fénix llegó a Grimmauld Place. La familia Weasley ya se encontraba reunida en la casa. Al llegar Ginny, Harry trató de comportarse lo más natural posible. La saludó y charló unos segundos con ella, hasta que apareció Hermione y con un gran y efusivo abrazo lo salvó de tener que permanecer con la chica por más tiempo.
—¡Harry! —gritaba Hermione—. ¿Cómo la has pasado? ¡Es fabuloso, la casa luce hermosa!
—¿Qué tal, Harry? —Ron le estrechó la mano, entusiasmado—. ¡Vaya, vivir con Sirius Black!
—Lo sé, todo ha sido perfecto —respondió Harry, con una sonrisa amplia.
Ron y Hermione habían estado saliendo juntos. A Harry le había parecido una extraordinaria noticia, pero a la vez muy rara. Era curioso imaginarlos juntos y aún más verlos tomados de la mano. Las primeras veces hizo mucho esfuerzo por no soltarse a reír, poco a poco fue acostumbrándose, a los arrumacos y a las peleas constantes que la pareja protagonizaba, inclusive llegó a pensar que alguna alineación inusual sucedía en el universo.
—¡Hola, Harry! ¿Han llegado todos? —Nymphadora Tonks apareció en el vestíbulo, se quitó el abrigo y miraba con cierta aprensión hacia el interior del comedor.
—Hola, Tonks. Aún faltan personas —sonrió el chico al verle el cabello tan rojizo, recordó lo que Sirius había dicho—. ¿Cómo estás?
—Bien, muy bien, Harry —sonrió la chica, sinceramente, aunque seguía mirando en dirección al comedor—. ¿Quiénes faltan?
—Creo que Moody, Lupin y el señor Weasley —respondió Harry.
—Oh vaya… bien… bueno, iré a saludar —dijo ella alejándose con un gesto de preocupación.
Harry se quedó un rato más en el vestíbulo, mientras escuchaba las voces de los demás surgir de la habitación continua. No quería estar ahí presente hasta que comenzara la cena. Se recargó contra uno de los muros y guardó las manos en los bolsillos, ensimismado en uno de los retratos principales colgado sobre la chimenea central. La importancia de éste hacía de la sala más acogedora. Era la fotografía de la antigua Orden del Fénix, donde sus padres sonreían felices. A Harry le gustaba pensar que lo hacían con más efusión cuando él los miraba.
Seguía sin acostumbrarse a esa nueva forma de vida, como la de cualquier otro mago. Aunque ya era bastante popular por el Ministerio de Magia y a cualquier lugar que salía siempre alguien lo saludaba con cordialidad.
Siempre que recordaba Hogwarts sentía un cosquilleo extraño en el estómago. No había cursado el séptimo año. ¿Cómo habría podido después de todo? Ni él, ni Ron, ni Hermione lo habían hecho. Se preguntaban qué pasaría, pero Dumbledore llevaba un mes sin comunicarse con ellos. Lupin decía que le estaba tomando tiempo recobrar los daños y sobre todo organizar lo que se había salido un poco de control. Pero Sirius bromeaba diciendo que en realidad se encontraba de vacaciones en las Bahamas con McGonagall.
Llamaron a la puerta y Harry atendió rápidamente. El señor Weasley y Remus Lupin saludaban en la entrada.
—¿Qué tal, Harry? —el señor Weasley llevaba una botella de coñac—. Creí que debíamos traer algo.
—Hola, Harry —sonrió Remus, contrario a lo que Molly Weasley creía, se le notaba con el mismo temple de siempre, cansado sí, pero aparentemente tranquilo—. ¿Llegamos tarde?
—No, sólo falta Moody —dijo Harry cortésmente, cerrando la puerta tras ellos.
El señor Weasley fue directo al comedor, mientras que Remus se quedó con Harry, sin mirar al interior.
—¿Qué tal siguen las vacaciones con Sirius? —preguntó amablemente.
—Excelentes —respondió el chico—. Aunque a la señora Weasley le han parecido un poco peligrosas.
—Bueno, a cualquiera que viviese con Sirius, de hecho eres muy valiente al hacerlo.
Harry se sonrió y ambos se quedaron en silencio. Tenían algo en común, el miedo que provocaba siquiera entrar en esa habitación.
—Bien… ¿regresarás a Hogwarts como profesor? —preguntó Harry, tratando de romper el hielo.
—Oh, sí —contestó Remus, saliendo de sus pensamientos—. Sí, todo indica que así será. Dumbledore me ha pedido que lo considere y ya lo he hecho. Al parecer tiene nuevas asignaturas.
—¿De verdad?
—Sí, desconozco si sean aplicables a todos los grados, pero son bastante especiales. Por cierto, ¿qué ha dicho él de su regreso?
—No se ha comunicado con ninguno de nosotros —dijo Harry, con preocupación.
—Yo creo que pronto lo hará. No se escaparán del último año en Hogwarts —sonrió Remus.
La señora Weasley los llamó para comenzar la cena. Moody había demorado demasiado y empezarían sin él, sabían que no le molestaría. El corazón de Harry comenzó a palpitar velozmente, él y Lupin entraron al comedor. Sirius le mostró un lugar a éste, cerca de él y muy lejos de Tonks, aunque cuando ellos dos se miraron no sucedió nada increíble, ni interesante que los demás pudiesen notar. La metamorfomaga parecía decepcionada, aunque sólo Harry lo notó. Por su parte, Ginny conversaba con Hermione y creía no haber notado a Harry.
La cena realmente fue un banquete extraordinario. La señora Weasley se había esmerado demasiado en prepararlo todo. Aunque el aseo de la casa se le atribuía a Sirius y Harry que a esa hora ya estaban muertos de cansancio. Lupin reía cuando Molly le contaba lo que había encontrado en la despensa de Sirius, se sorprendía de encontrar el lugar en pie. Moody llegó casi cuando la cena estaba acabada y a grandes bocados y tragos disfrutó del festín.
Harry se sentía muy contento, rodeado de todas esas personas. Se frecuentaban para cenar muy de vez en cuando desde que la tranquilidad había vuelto a sus vidas, pero sentía que esta noche era diferente y especial. En un extremo de la mesa Ron y Hermione conversaban animadamente, al lado de la chica estaba Ginny riéndose con sus hermanos Fredy y George, que a su vez hacían bromas a Percy. Bill y Fleur conversaban con Tonks. Sirius y Lupin carcajeaban sobre algunos recuerdos.
Sirius tomó su copa de vino y se levantó de su asiento, pidiendo la atención de todos, muy sonriente y con un brillo evidente en los ojos.
—Quiero hacer un brindis, pero antes quiero que Harry sepa el motivo de esta deliciosa cena preparada por la gracia de Molly —dijo, sonriéndole a su ahijado—. Todo es por ti, Harry. Todos estamos aquí sólo para agradecerte la vida. Pero es todavía más grato para nosotros brindar por ti y por tus padres. Los mejores amigos, los mejores compañeros y seres humanos que he conocido jamás —levantó un poco más la copa—. Por el niño que vivió.
Todos respondieron al brindis de Sirius. Harry estaba muy complacido y entusiasmado. Sus padres, podía sentirlos ahí, casi al lado de su padrino, incluso imaginó que su padre conversaría con Lupin y su madre le habría ayudado a la señora Weasley a preparar la deliciosa cena.
—Hace diecinueve años, un día como hoy, tus padres se comprometieron, Harry —dijo Lupin, contento.
El chico se subió las gafas. Sonrió y miró dichoso su reflejo en la copa del vino. No cabía duda, James y Lily Potter estaban ahí, en él.
