Hola^^
Este fanfic es una adaptación del libro: "Nadie como tú" de Susan Elizabeth Phillips.
Espero que les guste tanto como a mí cuando lo leí, y los trasporte por todas las situaciones a lo largo del fanfic.
Alguien Como Tú
Una loca idea
—Vamos a aclarar esto —Dijo Sakura Haruno—. Queréis ofrecerle a Sasuke Uchiha un doncel como regalo de cumpleaños.
Los tres desagradables defensas que pasaban la tarde de noviembre sentados en la barra de Akatsuki, lugar frecuentado por los jugadores de los Chicago Stars en DuPage County, asintieron con la cabeza de inmediato.
El más joven, Hidan, llamó por señas a la camarera para otra ronda.
—Va a cumplir treinta y seis, queremos que sea algo especial.
—Joder —Dijo Sakura. Todo el mundo que sabía algo sobre fútbol sabía que Sasuke Uchiha, brillante quarterback de los Stars, era exigente, temperamental y que en general era imposible llevarse bien con él desde que la liga comenzaba. Uchiha, popularmente conocido como "Dinamita" por su predilección por hacer pases explosivos, era el quarterback con la mayor puntuación en la AFC y una leyenda.
Sakura cruzó los brazos sobre el chaleco blanco que formaba parte de su uniforme de barman. Ni a ella ni a ninguno de los tres hombres se le ocurrió considerar las dimensiones morales de su conversación, y muchísimo menos si era políticamente correcto. Era, después de todo, la NFL.
—Creen que si le llevan un doncel los va a tratar mejor —Dijo ella.
Suigetsu bajó los enfurecidos ojos morados a su cerveza y dijo con voz poco clara.
—Es un hijo de puta, nos presiona todo el rato. Nadie soporta estar cerca de él.
El joven negó con la cabeza.
—Ayer, llamó a Kisame Hoshigake debutante. ¡A Kisame!
Sakura levantó una ceja, varios tonos más oscuros que su inusual cabello rosa. Kisame Hoshigake era un auténtico profesional y uno de los mejores defensas de la NFL.
—Por lo que sé, Dinamita ya tiene más mujeres de las que quiere, y sabemos que los donceles nunca han sido de su preferencia.
El más joven inclinó la cabeza.
—Bueno, puede ser, pero ¿lo habéis visto acostarse con alguna de ellas? Por otro lado hasta que no se acueste con algún doncel no podemos saber.
—¿Qué?
—Es cierto —Dijo Jūgo, el lateral izquierdo de los Stars—. De eso tenemos certeza. Sus novias han hablado con algunas de las esposas, y parece que Sasuke mira pero no las toca. Es todo pura fachada. Quizás con los donceles se reaccione diferente.
—Puede que si esperara hasta que no llevaran las ropas, se animara un poco—Dijo Suigetsu.
El joven prefirió no tomar en serio su comentario.
—No me refiero a eso, Suigetsu. Sabes que Sasuke no sale con nadie que tenga más de veinte años.
Sasuke Uchiha cumplía años, pero las parejas de su vida no lo hacían. Nadie lo podía recordar saliendo con nadie que tuviera más de veintidós.
—Eso lo sabe todo el mundo —Dijo Suigetsu—. Dinamita no se ha acostado con nadie desde que cortó con Karin, y eso fue en febrero. No es normal.
Karin había sido la bella novia veinteañera de Sasuke hasta que se cansó de esperar un anillo de compromiso que no llegaba y se fue con un guitarrista de veintitrés años de un grupo de rock. Desde entonces, Sasuke se había concentrado en ganar partidos de fútbol, salir con una chica nueva cada semana y patear a sus compañeros en el culo.
Sakura Haruno era la seguidora favorita de los Stars, pero aunque había cumplido veintitrés, ninguno sugirió que ofreciera su propio cuerpo como regalo de cumpleaños de Sasuke. Era de sobra conocido que él ya la había rechazado al menos una docena de veces. Eso hacía que Dinamita fuera el Enemigo Público Número Uno de Sakura, quien guardaba una colección de camisetas azules y doradas en su armario, una por cada jugador de los Stars con los que se había acostado, y siempre estaba ansiosa por añadir una más.
—Necesitamos a alguien que no le recuerde a Karin, y sobre todo que sea un doncel. Dinamita tiene que probar cosas nuevas —Dijo Jūgo.
—Eso significa que tendrá clase —Agregó Suigetsu— y más años. Pensamos que sería bueno que conozca a alguien con más de veinticinco.
—Alguien elegante. —Hidan tomó un sorbo de cerveza—. Uno de esos chicos de la Jet.
Sakura no era conocida por su materia gris, pero incluso ella podía ver el problema.
—No creo que uno de esos chicos de la Jet se vaya a ofrecer voluntariamente para ser el regalito de cumpleaños de un hombre. Ni siquiera aunque sea Sasuke Uchiha.
—Bueno, eso también lo pensamos nosotros, así que vamos a tener que contratar a un prostituto.
—Un prostituto de lujo —Dijo Suigetsu precipitadamente, ya que todos sabían que Sasuke no iba con prostitutos o prostitutas.
Hidan miró sombríamente su cerveza.
—El problema es que no hemos podido encontrar uno.
Sakura conocía a algunos prostitutos, pero ninguno de ellos tenía lo que llamaría clase. Ni eran sus amigos. A sus amigos les iba la juerga y la bebida y su única meta en la vida era acostarse con tantos jugadores profesionales como podían.
—¿Qué quieren que haga?
—Queremos que uses tus contactos y que encuentres a alguien apropiado —Dijo Hidan—. Su cumpleaños es en diez días y queremos tenerlo para ese momento.
—¿Qué gano yo?
Como las camisetas de los tres ya colgaban en su armario, sabían que tenían que ofrecer algo distinto. Jūgo preguntó con cautela.
—¿Estás interesada en añadir un número a tu colección?
—Aparte del dieciocho —Añadió Suigetsu rápidamente, el dieciocho era el número de Sasuke.
Sakura se lo pensó. Le interesaba tener más la camiseta de Sasuke que encontrarle un doncel. Por otra parte, había un número en particular que deseaba realmente.
—La verdad es que sí. Si encuentro el regalito de cumpleaños, entonces el número doce es mío.
Los chicos gimieron.
—Mierda, Sakura, a Sai Shimura le sobran las mujeres.
—Eso es cosa suya.
Sai era el quarterback suplente de los Stars. Joven, agresivo con un talento sublime; había sido seleccionado por los Stars para sustituir a Sasuke cuando la edad o una lesión lo apartara de los terrenos de juego. Aunque los dos hombres eran educados en público, ambos era feroces competidores y cada uno de ellos odiaba el talento del otro, lo cual hacía que Sai Shimura fuera todavía más deseable para Sakura.
Los hombres se quejaron, pero llegaron al acuerdo de que se asegurarían de que Shimura haría su parte si ella encontraba a la persona adecuada para ser el regalo de cumpleaños de Sasuke.
Dos nuevos clientes entraron en Akatsuki, y como Sakura se ocupaba de la barra, se levantó para atenderlos. Mientas se acercaba, mentalmente repasó a todas las personas que conocía, tratando de encontrar alguien que valiera la pena, pero no lo consiguió. Tenía bastantes amigos, pero ninguno tenía clase.
Dos días más tarde, Sakura todavía le daba vueltas al problema mientras entraba en la cocina de sus padres con una buena resaca. Era sábado, cerca del mediodía, sus padres se habían ido de fin de semana y no tenía que trabajar hasta las cinco, lo cual era bueno, porque necesitaba tiempo para recuperarse de la última noche de juerga.
Abrió la puerta de la alacena y no vio nada que pudiera ayudarla. Mierda. Afuera caía aguanieve y le dolía demasiado la cabeza para conducir, pero si no tenía pronto una dosis de cafeína dentro de su cuerpo no valdría para nada, ni podría disfrutar del partido.
Nada salía bien. Los Stars jugaban en Búfalo esa tarde, así que no tenía la ilusión de esperar que los jugadores entraran en Akatsuki al finalizar el partido. Y cuándo finalmente los viera, ¿cómo les iba a dar la noticia de que no había podido encontrar el regalo de cumpleaños? Una de las razones por la que los Stars le prestaban tanta atención era que siempre les podía proporcionar mujeres y donceles.
Miró por la ventana de la cocina y vio una luz en la casa del sabihondo. Era el mote que Sakura le había puesto al doctor Naruto Uzumaki, el vecino de sus padres. Era doctor en física no en medicina y la madre de Sakura siempre comentaba lo maravilloso que era, siempre ayudando a los Haruno con el correo y demás mierdas desde que se habían mudado hacía dos años. Quizá Sakura pudiera pedirle café.
Se maquilló con rapidez y, sin molestarse en ponerse ropa interior, se embutió en unos apretados jeans negros, la camiseta de Suiguetsu y sus botas Frye. Después de coger uno de los recipientes de su madre, se dirigió a la casa de al lado.
A pesar de la nevisca, ni siquiera perdió tiempo en ponerse la chaqueta y cuando el doctor Naruto respondió al timbre, tiritaba.
—Hola.
El doctor Naruto se mantuvo al otro lado de la puerta clavando sus ojos de sabihondo en ella, con unas inmensas gafas de montura carey.
—Soy Sakura, la hija de los Haruno. De la casa de al lado.
El doctor Naruto no hizo ningún movimiento para invitarla a pasar.
—Oye, hace frío que te mueres aquí afuera. ¿Puedo entrar?
El sabihondo finalmente abrió la puerta y la dejó entrar.
—Lo siento. No te reconocí.
Sakura entró y no le llevó más de dos segundos darse cuenta de por qué el doctor Naruto no se había apurado a dejarla pasar. Los ojos detrás de los lentes estaban llorosos y su nariz roja. A menos que Sakura fuese más tonta de lo que pensaba, el doctor Naruto había estado llorando a lágrima viva.
El sabihondo era alto, tal vez uno setenta y cinco, y Sakura tuvo que mirar hacia arriba cuando le tendió el recipiente rosa.
—¿Puedo pedirte un par de cucharas de café? No queda ninguno en casa, y necesito algo fuerte.
El doctor Naruto tomó el envase, aunque pareció hacerlo a regañadientes. A Sakura no le parecía que fuera tacaño, así que su reacción probablemente quisiera decir que no estaba de ánimo para tener compañía.
—Sí, lo iré… a buscar. —Se giró y se dirigió a la cocina, esperando obviamente que Sakura se quedara dónde estaba, pero Sakura tenía media hora que matar antes de que comenzase el partido y era lo bastante curiosa para seguirlo.
Llegaron a una sale de estar que, a primera vista, era aburridamente bonita: paredes blancas, mobiliario confortable, uno se moría de aburrimiento mirando a todos lados. Sakura estaba atravesando la habitación cuando unos posters enmarcados llamaron su atención. Todos parecían ser obra de alguien llamado Georgia O'Keeffe y aunque Sakura sabía que tenía la mente sucia, eso no explicaba por qué cada una de las flores le parecían órganos sexuales femeninos.
Vio flores con corazones profundos y oscuros. Flores con pétalos abriéndose desde centros húmedos y secretos. Miró sorprendida. Había una concha de almeja con una pequeña perla mojada, e incluso la persona con la mente más limpia del mundo tendría que ver lo que ella veía. Se preguntó si tal vez si el sabihondo estaría más interesado en las mujeres que en los hombres, era un doncel por lo que sus padres le habían comentado y lo normal sería que le fuera a los hombres. ¿Entonces por qué querría mirar flores que parecían coños cada vez que entraba en su sala de estar?
Sakura entró tranquilamente en la cocina, era de un pálido color lavanda y tenía unas bonitas cortinas de flores, aunque estas flores eran corrientes, no pornográficas como las de la sala de estar. Todo en la cocina era alegre y bonito con excepción del dueño, que parecía más tieso que un palo.
El doctor Naruto era uno de esos donceles pulcros que vestían tweed. Sus pantalones de pinzas a medida de cuadros marrones y negros y su suéter suave, de color avena parecía de cachemir. A pesar de su altura, tenía huesos pequeños, con piernas bien proporcionadas y una cintura sutil y delgada. Sakura podría sentir envidia de su figura si no fuera por el hecho de que no tenía tetas, aunque sabía que eso se debía a que no era una mujer. Pero sin duda poseía una figura envidiable para un doncel.
Su pelo rubio con mechones más claros en distintos matices, le llegaba por la mandíbula y no era teñido. Lucía un corte conservador que Sakura hubiera dejado suelto, no retirado de su cara por un pasador marrón.
Se giró ligeramente y Sakura tuvo una mejor perspectiva de su cara. Las grandes gafas de sabihondo eran una pena, escondían un bonito par de ojos azules tan deslumbrantes como el cielo veraniego. También tenía una frente y una nariz decente, ni demasiado grandes ni demasiado pequeñas. Su boca era interesante, con el labio superior delgado y el inferior más grueso. Y tenía una buena piel, aunque no parecía cuidarla demasiado. Sakura lo hubiera maquillado ligeramente resaltando las partes necesarias. En resumen, el sabihondo era un doncel muy guapo, algo intimidante, incluso con esos ojos rojizos.
Llenó el recipiente y se giró para ofrecérselo a Sakura, que cuando estaba a punto de tomarlo reparó en el arrugado papel de regalo que había sobre la mesa de cocina y el montoncito de regalos que había a su lado.
—¿Qué se celebra?
—En realidad nada. Es mi cumpleaños. —Su voz poseía una ronquera interesante y por primera vez Sakura advirtió sus pañuelos arrugados.
—Vaya, déjate de bromas. Feliz Cumpleaños.
—Gracias.
Ignorando la mano extendida del doctor Naruto que sostenía el recipiente con el resiente café, Sakura se dirigió a la mesa y miró el surtido de regalos: Una insignificante cajita blanca, un cepillo de dientes eléctrico, una pluma y una tarjeta-regalo para una tienda departamental. Patético. Nada de ropa interior sexy ni camisones eróticos.
—Vaya desastre.
Para su sorpresa, el doctor Naruto soltó una risita.
—Tienes razón. Mi amiga Hinata siempre tiene el regalo perfecto, pero está de viaje. —Después, para asombro de Sakura, una lágrima se deslizó por debajo de sus gafas y siguió cayendo por su mejilla.
Naruto se tensó, como si no hubiera ocurrido, pero los regalos eran realmente patéticos y Sakura no podía más que sentirlo por él.
—Oye, no está tan mal. Por lo menos no tienes que preocuparte de que las tallas estén mal.
—Lo siento. No debería… —Apretó el labio inferior, pero otra lágrima cayó por debajo de sus gafas.
—Está bien. Siéntate y haré café. —Empujó a Naruto hacia una de las sillas de la cocina y llevó el recipiente a la encimera donde estaba la cafetera. Le preguntó al doctor donde estaba el filtro, pero tenía la frente arrugada y no hacía más que respirar profundamente, por lo que Sakura abrió un par de alacenas hasta encontrar lo que necesitaba y se puso a preparar la cafetera.
—¿Cuántos cumples?
—Treinta y cuatro.
Sakura se sorprendió. No le habría echado al doctor más de veinticinco.
—Doble desastre.
—Siento mucho montar el número. —Se pasó el pañuelo por la nariz—. Por lo general no soy tan sensible.
Un par de lágrimas no eran la idea que Sakura tenía de "montar el número" pero para un chico tan controlado debía ser algo así como tener un ataque de histeria.
—Ya te dije que no importa. ¿Tienes donuts o algo parecido?
—Tengo tarta de fruta en la nevera.
Sakura hizo una mueca y se volvió hacia la mesa. Era pequeña y circular con un vidrio en la parte superior y sillas metálicas parecidas a las que se utilizan en un jardín. Se sentó enfrente de Naruto.
—¿Quién te hizo los regalos?
Trató de esbozar una sonrisa pero le salió una mueca.
—Mis colegas.
—¿Quieres decir tus compañeros de trabajo?
—Sí. Mis colegas de Newberry y una amiga de los laboratorios Preeze.
Sakura no sabía que eran los laboratorios Preeze, pero Newberry era una de las mejores universidades de los Estados Unidos y todo el mundo presumía de que estuviera allí mismo, en DuPage county.
—Ajá. ¿Enseñas ciencia o algo por el estilo?
—Soy físico. Doy clases de doctorado sobre la teoría cuántica de la relatividad. También desarrollo un proyecto de investigación patrocinado por los laboratorios Preeze para descubrir quarks con otros físicos.
—No jodas. Debiste ser un cerebrito en la escuela secundaria.
—No pasé mucho tiempo en la escuela secundaria. Comencé la universidad con catorce años. —Otra lágrima resbaló por sus mejillas, pero, sin embargo, seguía sentado en la misma posición.
—¿Catorce? Válgame Dios.
—Cuando tenía veinte años de edad, era licenciado de Física. —Algo dentro de él pareció ceder. Colocó los codos sobre la mesa, cerró las manos en puños y apoyó la frente encima. Le temblaron los hombros, pero no emitió sonido alguno; ver a ese doncel tan digno deshecho era tan patético que Sakura no pudo evitar sentir lástima por él. Pero era demasiado curiosa.
—¿Tienes problemas con tu novio?
Se tranquilizó un poco y meneó la cabeza.
—No tengo novio. Lo tenía. El doctor Nagato. Llevábamos juntos seis años.
Así que el sabihondo si le iba a los hombres.
—Eso es mucho tiempo.
Levantó la cabeza y aunque sus mejillas estaban mojadas, su mandíbula mostraba un gesto de terquedad.
—Se acaba de casar con una becaria de veinte años que se llama Konan. Cuando me dejó, vino y me dijo: Lo siento Naruto, pero ya no me excitas.
Considerando la personalidad del doctor Naruto, Sakura no lo podía culpar exactamente, pero había muchas maneras de decirlo.
—Los hombres son básicamente unos gilipollas.
—Eso no es lo peor. —Se agarró las manos—. Lo peor es que llevábamos seis años juntos y ni siquiera lo echo de menos.
—¿Entonces por qué no lo dejaste tú? —El café terminó de hacerse y se levantó para llenar sus tazas.
—No fue culpa de Nagato. Lo sé… No es culpa de nadie en realidad. No debería seguir. No sé qué es lo que me pasa.
—Tienes treinta y cuatro años y alguien te ha regalado una tarjeta-regalo para una tienda departamental por tu cumpleaños. Cualquiera estaría así.
Él se estremeció.
—Ésta es la misma casa en la que crecí, ¿lo sabías?; Después de que mi padre murió, iba a venderla, pero nunca tuve tiempo para hacerlo. —Su voz sonaba distante, como si se hubiera olvidado de que Sakura estaba allí—. Estaba investigando la ultra-relatividad en los choques de iones pesados y no quise distraerme. El trabajo siempre ha sido el centro de mi vida. Hasta que cumplí los treinta, fue suficiente. Pero a partir de ahí, un años siguió a otro…
—Y finalmente te diste cuenta de que la física no llenaba tu cama cada noche, ¿no es cierto?
La miró, casi como si se hubiera olvidado que Sakura estaba allí. Luego se encogió de hombros.
—No es eso. Francamente, creo que el sexo está demasiado valorado. —Incómodo, se miró las manos—. Es más el sentimiento de conexión.
—No conectas cuando haces arder el colchón.
—Sí, bueno, asumiendo de que realmente arda. Personalmente… —Inspiró por la nariz y se levantó, metió el pañuelo en el bolsillo de sus pantalones donde formaron un bulto—. Cuando hablo de conexión, pienso en lago más duradero que el sexo.
—¿Algo religioso?
—No exactamente, aunque eso es importante para mí. Familia. Niños. Cosas así. —Otra vez echó los hombros hacía atrás y le dirigió a Sakura una brusca sonrisa de despedida—. Ya te he dado bastante lata. No debería contarte este tipo de cosas. Me temo que me cogiste en un mal momento.
—¡Ya lo entiendo! ¡Quieres tener un bebé!
Naruto rebuscó en su bolsillo y sacó bruscamente su pañuelo. Le tembló el labio inferior y toda su cara se contrajo mientras se reclinaba en la silla.
—Ayer Nagato me dijo que Konan está embarazada. No est… No estoy celoso. Para ser honesto, no me importa lo suficiente para estar celoso. Realmente no quería casarme con él; no quiero casarme con nadie. Es sólo que… —Su voz se apagó—. Es sólo…
—Es sólo que quieres tener tu propio bebé.
Inclinó lentamente la cabeza y se mordió los labios.
—Llevo mucho tiempo queriendo tener un bebé. Ahora ya tengo treinta y cuatro años y mi cuerpo envejece a cada minuto, pero no parece que pueda hacer nada.
Sakura miró el reloj de la cocina. Quería seguir hablando con él, pero estaba punto de comenzar la previa del partido.
—¿Te importa si pongo la tele mientras hablamos?
El doctor Naruto pareció confundido, como si no supiera lo que era una tele.
—No, supongo que no.
—Genial. —Sakura cogió su taza y se dirigió hacia la sala de estar. Se sentó en el sofá, puso la taza de café sobre la mesa, y saco el mando debajo de alguna revista científica. Apareció un anuncio de cerveza en la pantalla, así que pulsó el botón de silenciar la voz.
—¿Estás seguro que quieres tener un bebé? Estás soltero.
Naruto se puso las gafas otra vez. Se sentó en una silla con un volante alrededor del asiento y el poster de almeja quedó justo detrás de su cabeza, el que tenía la perla untuosa y mojada. Juntó las piernas, con los pies uno al lado del otro y las rodillas tocándose. Tenía buenos tobillos, advirtió Sakura, delgados y bien formados.
Otra vez tenía la espalda derecha, como si alguien lo hubiera atado al respaldo.
—Llevo pensándolo mucho tiempo. No tengo intención de casarme, mi trabajo es demasiado importante para mí, pero quiero tener un niño más que nada en el mundo. Creo que sería un buen papi. Supongo que hoy me di cuenta de que no va a pasar y me ha afectado demasiado.
—Tengo un par de amigas que son madres solteras. No es fácil. Bueno, tú tienes un trabajo mejor que el de ellas, así que no debería ser tan difícil para ti.
—La parte económica no es problema. Mi problema es que no veo la manera de conseguirlo.
Sakura clavó los ojos en él. Para ser un doncel listo, estaba siendo bastante torpe.
—¿Te refieres al tío?
Inclinó la cabeza rígidamente.
—Hay un montón de tíos en esa universidad. Aunque no son gran cosa. Invita a alguno, pon música, ofrécele un par de cervezas y sedúcele.
—Oh, no puede ser nadie que conozca.
—Pues lígate a alguien en un bar o algo por el estilo.
—Nunca podría hacer eso. Tendría que saber su historial médico. —Su voz perdió intensidad—. Además, no sabría ligarme a nadie.
Sakura no se podía imaginar nada más fácil, pero supuso que tenía bastante más experiencia que el doctor.
—¿Y si vas a uno de esos…, ya sabes…, bancos de semen?
—Eso no me vale. La mayoría de los donantes de semen son estudiantes de medicina.
—¿Sí?
—No quiero que el padre de mi bebé sea inteligente.
Sakura estaba asombrada, que se olvidó de elevar el volumen de la tele, aunque el anuncio de cerveza había acabado y habían comenzado a entrevistar al entrenador de los Stars, Hiruzen "duque" Sarutobi.
—¿Quieres que el padre de tu hijo se estúpido?
Naruto sonrió.
—Sé que parece extraño, pero es muy difícil para un niño crecer siendo más listo que los demás. Lo limita, por eso nunca habría podido tener un bebé con Nagato o con un donante de un banco de semen. Tengo que tener en cuenta mis genes y encontrar algún hombre que los compense. Pero todos los hombres que conozco son genios.
El doctor era muy raro, concluyó Sakura.
—¿Y crees que como tú eres muy listo, todo lo que tienes que hacer es encontrar a alguien estúpido?
—Eso mismo. No quiere ni imaginarme que mi hijo tenga que pasar lo que yo pasé mientras crecía. Incluso ahora…, pero bueno, eso no tiene nada que ver. La cuestión es, quiero un bebé, pero no sé cómo hacerlo…
Una nueva cara captó la atención de Sakura.
—Huy perdona, espera un momento; tengo que oír esto. —Cogió el mando a distancia y apretó el botón del volumen.
Zetsu, un periodista deportivo, estaba haciéndole una entrevista a Sasuke Uchiha. Sakura sabía que dinamita odiaba a Zetsu. El reportero tenía fama de hacer las preguntas más estúpidas del mundo y Dinamita no tenía paciencia con los tontos.
La entrevista había sido grabada en el aparcamiento de los Stars, en las afueras de Naperville, el pueblo más grande de DuPage County. Zetsu hablaba a la cámara, con la cara seria, como si estuviera cubriendo una guerra o algo por el estilo.
—Tengo a Sasuke Uchiha, el quarterback de los Stars.
La cámara enfocó a Sasuke, y la piel de Sakura se puso húmeda y pegajosa producto de una combinación de lujuria y resentimiento. Joder, estaba buenísimos a pesar de su edad.
Estaba parado delante de la Harley con unos pantalones vaqueros y una camiseta negra apretada que mostraba uno de los mejores tórax del equipo. Algunos tíos estaban tan musculosos que parecían que iban a estallar, pero Sasuke era perfecto. Tenía el cuello grande y musculoso, pero no era un tronco como el de algunos jugadores. Su pelo azabache oscuro, lo llevaba despeinado como si no se dignara a perder el tiempo peinándolo. Dinamita era así. No tenía paciencia con cosas que para él no tenían importancia.
Medía alrededor de uno noventa, era más alto que la mayoría de los quarterbacks. También era rápido, listo y tenía la habilidad telepática para leer las defensas que sólo los mejores jugadores compartían. Su leyenda era grande, sorprendente y a Sakura, la idea de que nunca colgaría la camiseta número dieciocho en su armario era algo que nunca le podría perdonar.
—Sasuke, tu equipo no consiguió puntuar contra los Patriots la semana pasada. ¿Qué harás contra los Bills para que no pase de nuevo?
Incluso para Zetsu, era una pregunta estúpida y Sakura esperó a ver que le contestaría Dinamita.
Se rascó la cabeza como si la pregunta fuera tan complicada que tuviera que pensarla. Dinamita no tenía nada de paciencia con la gente que no respetaba y tenía el hábito de parecer profundamente paleto en situaciones así.
Apoyó un pie en la Harley y pareció pensativo.
—Bueno, Zetsu, supongo que tendremos que retener la pelota. Claro, como no juegas los partidos no lo sabes, pero cada vez que el otro equipo nos quita la pelota, quiere decir que no la tenemos. Y `stá no es manera de puntuar.
Sakura se rió entre dientes. Tenía que descubrirse ante Dinamita. Se la había jugado a Zetsu en sus propios términos.
Zetsu no apreció parecer un tonto.
—He oído que el entrenador Sarutobi está muy contento con Sai Shimura. Cumples treinta y seis dentro de poco, lo que te hace bastante mayor para jugar al fútbol. ¿No te preocupa que Sai te sustituya?
Durante una fracción de segundo, la cara de Sasuke se puso rígida, luego puso cara de póquer.
—La verdad, Zetsu, ese niño aún no `stá listo para que lo entierren.
—Si encontrase a alguien así —murmuró Naruto— sería perfecto.
Sakura lo miró de reojo y lo vio estudiando la televisión.
—¿De qué estás hablando?
El doctor Naruto señaló la pantalla.
—Ese chico. El jugador de fútbol. Es sano, atractivo, y no muy brillante. Exactamente lo que necesito.
—¿Estás hablando de Dinamita?
—¿Se llama así? No sé nada de fútbol.
—Es Sasuke Uchiha. Es el quarterback de los Chicago Stars.
—Ah, ya. He visto su foto en algún sitio. ¿Por qué no puedo encontrar un hombre así? Alguien duro de mollera.
—¿Duro de mollera?
—No muy inteligente. Lento.
—¿Lento? ¿Dinamita? —Sakura abrió la boca para decirle a Naruto que Dinamita era el más capaz, tramposo e inteligente (por no mencionar malo) de los jodidos quarterbacks de la temida NFL, cuando una vertiginosa idea la golpeó en medio de la cabeza, una idea tan colosal que no podía creer que hubiera salido de su cabeza.
Se hundió en los cojines del sofá. Mierda. Buscó el mando y silenció la tele.
—¿Hablas enserio? ¿Escogerías a Sasuke Uchiha para ser el padre de tu bebé?
—Por supuesto tendría que ver su historial médico. Un hombre simple como él sería perfecto: Fuerte, resistente y con coeficiente intelectual bajo. Que esté bueno es un valor adicional.
La mente de Sakura corrió en tres direcciones diferentes al mismo tiempo.
—Y si… —Tragó e intentó no distraerse con la imagen de Sai Shimura desnudo delante de sus ojos—. ¿Y si lo puedo arreglar?
—¿Qué quieres decir?
—¿Qué pasa si te puedo meter en la cama con Sasuke Uchiha?
—¿Estás de broma?
Sakura tragó otra vez y negó con la cabeza.
—Ni siquiera lo conozco.
—No tienes que hacerlo.
—Me temo que no entiendo.
Lentamente, Sakura le contó la historia, omitiendo una parte de aquí y allí, como que Dinamita era una pesadilla para el resto del equipo, aunque fue bastante honesta en otras. Le explicó sobre el regalo de cumpleaños y el tipo de doncel que necesitaban. Luego añadió que con algo de maquillaje, creía que Naruto encajaría totalmente en el papel.
Naruto se puso pálido.
—¿Quieres decir que debería hacerme pasar por un prostituto?
—Uno con mucha clase porque Sasuke no se acuesta con prostitutos.
Se levantó de la silla y empezó a pasearse por la habitación. Sakura casi podría ver su cerebro de sabihondo trabajando como si fuera una calculadora, sumando esto y aquello, dándole a uno y otros botones; apareció la esperanza en sus ojos y luego se dejó caer contra la chimenea.
—Los historiales médicos… —Suspiró profundamente—. Por un momento pensé que realmente podía ser posible, pero tendría que echarle un vistazo a su historial médico. ¿Los jugadores de fútbol usas esteroides? ¿Y qué pasa con las enfermedades de transmisión sexual o el Sida?
—Sasuke no toca las drogas y nunca se ha acostado con demasiadas personas como otros jugadores. Cortó con su última novia el pasado invierno y no parece hacer estado con nadie desde entonces.
—Todavía tendría que ver su historial.
Sakura creía que entre Hidan y Suigetsu podrían convencer a alguna secretaria para que les diera lo que necesitaban.
—Tendré una copia de su historial el martes, el miércoles a más tardar.
—No sé qué decir.
—Su cumpleaños es dentro de diez días —Señaló Sakura—. Supongo que tienes tiempo de armarte de valor para hacerlo.
