Hola!! bueno antes que nada quiero daros las gracias por empezar a leer este fic que para mi es muy personal... y a ver si os animais a dejar algún comentario.
Tambien queria deciros que el fic ya lo tengo terminado, pero si veo que la historia no gusta pues no creo que lo termine de subir¿y cómo sabré yo si os gusta o no? Pues por el número de RR que reciba, asique... el futuro de esta historia está en vuestras manos.
Ahora si os dejo empezar a leer. Esta hubicado en la epoca de después del colegio en la época de los merodeadores y es la historia de amor entre Sirius Black y Ariadna Millers; esta última es quien nos lo cuenta todo.
RECUERDOS
Falta una semana para mi boda, el día más esperado para toda mujer; sin embargo, para mí, es una tortura.
Desde pequeña soñaba con conocer a un actor muggle que vi por la tele y bromeaba con mis amigos diciendo que me casaría con él. ¡Ni yo misma me imaginaba que mi deseo se haría realidad! Pero así es. Ben es el chico perfecto, el que toda chica soñaría; es perfecto salvo por un detalle, insignificante para él, pero enormemente significativo para mí: quiere hacerme volver a Londres, mi ciudad natal de donde me marché para escapar de mi amor adolescente y que, después de cinco años, no he conseguido olvidar.
¡Y quiere enviarme allí, a mi sola, a la boca del lobo! Solo para darles personalmente las invitaciones de boda a Lily, mi mejor amiga; a James, su marido; y al resto de mis amigos del colegio.
No se las puedo mandar por correo como a todo el mundo. No. Tengo que ir allí, a su casa, con su marido, ..., y con Él.
Por supuesto que me muero de ganas por verles a todos, pero no me siento preparada para enfrentarme a los fantasmas del pasado.
En un rincón que he relegado a lo más profundo de mi mente, guardo escondido el deseo y las ganas de volver a verle, pero sé, estoy totalmente segura, de que cuando el gris de sus ojos se encuentre con el verde oscuro de los míos, mi mundo, una vez más, se vendrá abajo.
- Cariño, tienes que estar en el aeropuerto en una hora – me dice Ben subiendo las escaleras hasta mi habitación y se apoya en el marco de la puerta - ¿Estás lista?
¿Lista¡¿Qué si estoy lista, dice¿Pues claro que no estoy lista para lanzarme por un precipicio! Porque, aunque mi flamante prometido no lo sepa, eso es lo es lo que significa para mi este viaje, y aunque él lo ignore, está clavando los clavos de mi ataúd.
- Para separarme de ti nunca estoy lista – contesto mientras paso mis delgados brazos alrededor de su cuello y juego con su pelo rubio.
Le beso insinuantemente en el lóbulo de la oreja para luego dirigir mi boca hacia sus labios a la vez que sus brazos en torno a mi cintura me estrechan más hacia él.
Mantengo la esperanza de que continúe con el juego y se olvide del aeropuerto, del avión y de Inglaterra, pero no, es demasiado responsable. ¡Maldita responsabilidad!
- Ary, cielo, vamos a llegar tarde al aeropuerto y vas a perder el avión – dice mientras se separa de mí.
- ¡Qué pena! – Susurro para mí. Pero él lo escucha.
- ¿Por qué no quieres ir? – Pregunta sentándose en la cama mientras yo continuo sin ganas haciendo la maleta - ¿No quieres ver a Lily?
- ¡Claro que quiero ver a Lily! Lo que no quiero es volver allí – Ni verle a Él, pero eso me abstengo de decirlo en voz alta.
- ¿Quieres que suspenda mi reunión de mañana y vaya contigo? – Pregunta. ¡Si esque es un sol!
Me lo pienso durante unos segundos¿qué es menos malo¿Qué venga conmigo y se de cuenta de que, aunque no quiera admitirlo, Él aún ocupa la mayor parte de mi mente¿Qué me acompañe y descubra que no fui a un internado de monjas londinense, sino a un colegio de magia escocés¿Y Él¿Qué pensaría Él si me ve prendida de la mano de Ben¡Parecería un palero muggle a su lado, uno de los magos mejor cualificados del mundo! No. Creo que lo mejor va a ser enfrentare a todo ello yo sola. Bueno, lo ideal sería no ir y seguir con mi vida; pero ya no hay vuelta atrás.
- No, no hace falta – respondo al fin - ¿Me vas a llevar tu al aeropuerto?
- Si te das prisa si – contesta, me besa en la mejilla y sale de la habitación.
Yo continúo terminando de hacer la maleta y, cuando abro el cajón de la ropa interior la veo, la caja que une mi presente con mi pasado. Es una caja de madera alargada.
Me aseguro que Ben está en la planta de abajo y me siento sobre la cama con mis temblorosas manos sujetando la caja; dudo en abrirla unos segundos y, finalmente me decido y cierro los ojos mientras deslizo la tapa entre mis dedos, abro los ojos y miro el contenido. Ahí está, larga, de caoba, núcleo de nervio de dragón, 28cm, bonita y flexible. Mi preciosa varita mágica. Llevo años, desde que me fui de Inglaterra, sin tocarla; demasiados recuerdos en un simple palo de madera.
La cojo con mi mano derecha y siento como el poder de la magia se expande por todo mi cuerpo, como la primera vez que la cogí con once años.
Al cogerla algo ha caído de la caja, me agacho a recogerlo, es un papel, le doy la vuelta y al hacerlo mi corazón también da un vuelco.
Es una foto de Hogwarts, toda la panda de amigos, todos a los que dejé en nuestro último año de educación mágica. En el centro están Lily y James cogidos de la mano, a su derecha Remus abrazando por la espalda a Joy, otra de mis mejores amigas. Yo estoy junto a Lily, y al lado de Remus y Joy están ellos. Nathaly con los hombros rodeados por un brazo cuyo propietario la está besando en la mejilla.
Creo que Peter hacía la foto, pero yo solo me puedo fijar en Él, en su sonrisa mientras abraza a su perfecta novia, una novia perfecta de un modo que yo no sería jamás. De pronto escucho unos pasos subiendo la escalera por lo que guardo apresuradamente la foto y la varita en la caja, y esta última en mi bolso de mano, justo cuando Ben entra por la puerta.
- ¡¿Todavía estás así?! – Dice mientras se acerca a la cama y cierra la maleta abierta sobre ella – Voy bajando la maleta al coche, pero date prisa en vestirte.
Me pongo unos ajustadísimos vaqueros con una camiseta de lycra blanca sin mangas y de cuello alto, me recojo el pelo negro en una coleta, cojo una chaqueta, mi bolso y salgo por la puerta. Ben me está esperando apoyado en el coche.
- Estás guapísima – dice tras examinarme con sus ojos azules y me abre la puerta del copiloto.
Se sube al coche y pone en marcha el potente porche que conduce mientras yo abro la ventanilla y me enciendo mi quinto cigarro del día y eso que son solo las diez de la mañana. Siento plácidamente cómo el humo llena mis pulmones y la nicotina recorre mi cuerpo.
Finalmente llegamos al aeropuerto, facturo mi maleta y me dirijo hacia la puerta de embarque para subirme al avión con destino a mi infierno junto a todos esos fantasmas de los que he luchado durante cinco años por escapar.
- Te quiero – dice Ben mientras me abraza – Cuídate y llámame cuando llegues al hotel.
- Yo también te quiero – contesto mientras me abraza más fuerte. No quiero separarme de él. Finalmente me besa y es él quien rompe el abrazo. Empiezo a caminar hacia el avión.
Una vez sentada en mi asiento de 1ª clase abro mi bolso para sacar un espejo; pero en lugar de eso, veo que con las prisas por cerrar la caja de la varita, la foto sobresale de ella. La saco y la miro. Me miro y, aunque en mi boca veo una sonrisa, mis ojos aúllan de dolor.
Recuerdo el día en que se tomó la foto. Fue dos días después de terminar los EXTASIS. Nathaly había ido a hablar con el profesor Dumbledore; James y Lily estaban en Hogsmade; y Remus y Joy llevaban dos días encerrados en la habitación de los Merodeadores, por lo que yo me había quedado a solas con Él.
Estábamos en nuestro rincón del lago; era una parte de los jardines que estaba justo en el límite con el Bosque Prohibido, de modo que nadie iba nunca por allí, pero nosotros, unos valientes y temerarios exponentes de Gryffindor como éramos, nos apropiamos de la tranquilidad del "Hueco", pues así lo llamábamos, los arbustos formaban un semicírculo perfecto, por lo que nadie nos veía, y la orilla del lago quedaba justo enfrente así que los días de calor nos bañábamos ahí.
Bueno, pues ese día yo estaba sentada en el césped con la espalda apoyada en un árbol leyendo un libro. Mentira, más bien miraba la página de un libro ya que el aroma del chico que estaba junto a mi no me dejaba concentrarme. Sabía que me estaba mirando, sentía su penetrante mirada sobre mi, pero no me atrevía a levantar mi mirada del libro. Ahora que lo pienso, me resulta bastante irónico que no me diese miedo de estar casi en el Bosque Prohibido, donde habitaban multitud de peligrosas criaturas, pero que temblase de pavor por el simple hecho de que nuestras miradas se cruzasen.
En fin, sabia que si le miraba no podría reprimir el impulso de abalanzarme sobre él. No, así estábamos bien. Pero justo cuando ese firme pensamiento cruzaba mi mente, su mano se posó delicadamente sobre mi libro, lo cerró y tomó mis manos entre las suyas en un intento de que le mirase, pero mis ojos siguieron fijos en las puntas de mis pies. Él, en un acto de desesperación, tomó mi cara entre sus fuertes manos haciendo que, por fin, me perdiese en la profundidad de sus ojos mientras me quedaba paralizada, en un silencio solo roto por el canto de los pájaros, en un silencio de esos en los que te puedes quedar a vivir eternamente.
Justo cuando me maldecía a mí misma por no poner fin a ese juego de una vez por todas, cuando me había jurado a mi misma que no iba a volver a caer en sus redes otra vez como miles de veces antes, inclinó su cabeza hacia mí y comenzó a acercarse lentamente, pero cuando nuestros labios estuvieron a punto de rozarse, desvió su boca hacia mi oído y susurro: "Te quiero".
Fue como si alguien me hubiera sacado de golpe todo el aire de mis pulmones. Mi corazón se paró y me olvidé de cómo respirar; pero mi falta de oxígeno se solucionó cuando Él introdujo su lengua y su aire en mi boca.
Yo no sabía qué hacer, le tenia a él sobre mí, abrazando con sus musculosos brazos mi cintura, pero una parte de mí me decía que eso no estaba bien, que una vez más estaba jugando conmigo. A pesar de eso, todos mis reparos desaparecieron cuando volvió a mirarme a los ojos, y por primera vez vi un destello aún mayor que el que emanaban sus ojos grises al mirar a su perfecta novia, una chica perfecta de un modo que yo no lo sería jamás. Pero lo vi ¡sí¡Vi ese destello!. ¡Me amaba!. Por fin la fría barrera que se había creado cuando estaba junto a mí había caído y comprendí que si la única forma de tenerle era esa, que no me importaba.
Después de tantos años mirándole; aprendiendo el significado de cada uno de sus gestos, sus miradas, sus sonrisas..., deseando que fuesen dirigidas a mi con el mismo sentimiento que irradiaban cuando Nat estaba cerca, ahí, en ese momento lo hacían una emotividad aún mayor.
Le agarré del cuello y le besé poniendo todos mis sentidos en ese beso mientras sus manos se deslizaban con la suavidad del viento por mi espalda a la vez que yo acariciaba su pecho por debajo de la camiseta. El dedo corazón de su mano izquierda recorría mi columna vertebral desde arriba hacia abajo provocando en mi un estremecimiento de placer y que mi espalda se arquease bajo su cuerpo. Su mano desabrochaba la horrible camisa de mi uniforme mientras me recostaba sobre la hierba... . Y así, una vez más, me hizo suya; pero fue la única vez que le sentí verdaderamente cerca, sentí que era para él algo más que deseo.
Nos quedamos allí abrazados, recostados sobre el césped durante toda la mañana, deseando que el tiempo se parase y poder pasarnos así toda la eternidad; pero el tiempo no espera por nada ni por nadie, así que llegó la hora de ir a comer, de modo que nos levantamos y echamos a andar hasta la puerta del colegio donde nos esperaban ya el resto de nuestros amigos. Nat llevaba una cámara de fotos.
- ¡Venid chicos! – Nos gritó Nat emocionada mientras corría hacia nosotros para cogernos a cada uno de una mano y hacernos apresurar el paso – Vamos a hacernos una foto todos juntos. Ary, tienes hierba en el pelo, ven que te la quito que tenemos que salir guapos.
Mientras mi rubia amiga me quitaba los restos de césped del pelo con sus delicadas manos me asaltó el sentimiento de culpabilidad. ¡Me había enrollado un montón de veces con su novio! Un novio que, al igual que yo, quería con toda su alma desde hacía años y que, a diferencia de mi, lo había conseguido. Pero yo, sin tener en cuenta la dedicación y el sufrimiento que mi amiga había puesto en su conquista, me había liado con él.
- Gracias – la dije cuando termino con la voz algo quebrada, sentía que el torrente de lágrimas se agolpaba en mis ojos. Eso me asustó un poco ya que yo no soy de esas personas que lloran con facilidad, al contrario me cuesta un montón hacerlo, pero cuando lo hago no hay quien me pare.
Pero de repente, toda la felicidad que me llenaba momentos antes en el Hueco, se evaporo por completo al ver como Él abrazaba a su novia por detrás mientras mi amiga se giraba y le besaba allí en medio, a la vista de todos, sin la necesidad de esconderse, sin remordimientos y sin sentimientos de culpabilidad.
Recuerdo perfectamente cómo sentí que algo entraba por mi boca y me estrujaba el estómago pata después arrancármelo de cuajo.
Mientras, Él la abrazaba me dirigió una mirada, que interpreté bien interpretada, de disculpa; yo asentí sonriendo para darle a entender que lo comprendía y que no había nada que perdonar. Pronuncié más mi pobre sonrisa intentando aparentar confianza, y debí de hacerlo bien, porque Él cerró los ojos y siguió a lo suyo.
Mi pelirroja amiga, que había visto toda la escena, se acercó a mi con la censura pintada en sus ojos esmeralda, seguramente con la intención de echarme la bronca por haber caído otra vez en su juego. Lily era la única que sabía de nuestras escapadas al Hueco todos los jueves. Íbamos ese día aprovechando que Dumbledore había asignado a Nat como profesora de apoyo a un niño de cuarto año, ya que por algo Nathaly Stanford era la mejor alumna del colegio.
Cuando vi que Lily se acercaba a mi, la abracé con todas mis fuerzas luchando por contener las lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos. Mi mejor amiga me devolvió el abrazo con fuerza hasta que me hube calmado un poco.
- ¿Se puede saber que haces abrazando a MI Lily? – Me preguntó con tono amenazador James Potter, el celoso novio de Lily que se había acercado a nosotras, claro que su sonrisa restaba peso a la amenaza.
- Para que lo sepas, Lily no es de tu propiedad y además yo la quiero más y desde antes que tú – le contesté divertida por su arranque celoso mientras le sacaba la lengua y abrazaba más posesivamente a mi amiga. Nuestra pelirroja ya había abierto la boca para protestar diciendo que ella no era un objeto propiedad de nadie cuando...
- ¡Al bollo! – Su adorado novio gritó a la vez que se abalanzó sobre nosotras tirándonos al suelo y haciéndonos sentir sobre nuestros delgados cuerpos el peso de tres merodeadores y Joy que también se habían unido. Nat se quedó de pie mirándonos con censura por comportarnos como críos en medio del patio, y diversión por eso mismo. Remus comenzó a hacerme cosquillas por lo que, entre que tenía los pulmones aplastados y al chico haciéndome reír, apenas podía respirar. Hasta que Peter, viendo su oportunidad de meter mano a tres chicas guapas, decidió arruinarnos la diversión uniéndose al bollo y aplastándonos con sus 90kg de peso.
- Peter!! – Gritamos todos con fastidio, James le dio una colleja y por fin nos levantamos. Yo algo más animada.
- ¿Ya habéis terminado de hacer el tonto? – Preguntó Nat con un irritante tono meloso - ¿Podemos hacer ya la foto?
- ¡Colagusano! – Le dijo Remus a Peter – Coge la cámara y haznos la foto.
- ¿Por qué yo? – Preguntó haciendo pucheros – Yo también quiero salir.
- Ya, pero esta es una foto de parejas – intervino James conciliador.
- Entonces Ariadna¿por qué sale? – Volvió a preguntar Peter mirándome.
- Porque si, porque lo digo yo y punto – sentenció Remus su tono autoritario de prefecto que había perfeccionado en los dos últimos años – Y ahora coge la cámara y haz la foto de una vez.
- Vale, pero luego una de los Merodeadores solo¡eh! – Por fin Peter hizo la foto y al día siguiente volvimos a cada.
Fue el último día que les vi, ya que el día de regreso yo cogí el primer tren. Ni siquiera me despedí de Lily, pues cuando me fui ella aún dormía; así que la escribí una carta de despedida. A lo mejor está un poco enfadada por no haberme puesto en contacto con ella en estos cinco años, salvo una vez que me llegó una lechuza de su parte (menos mal que ese día Ben no estaba en mi casa, porque les tiene pánico) invitándome a su boda con James y yo decliné la invitación alegando que tenía que trabajar. Aunque lo cierto era que no estaba (ni estoy) preparada para verle de nuevo.
En fin, espero que no me guarde rencor todavía.
DING, DONG, DING
- Señores viajeros – una voz femenina me devuelve al presente – Les informamos que el avión va a efectuar su aterrizaje. Rogamos se abrochen los cinturones de seguridad. Gracias.
