-¡Apúrate, Ed! Se supone que teníamos que dejar la habitación a las doce en punto, o si no van a cobrar un día más.

Ed ya había terminado de hacer las maletas, las que estaban a la entrada de la habitación. Pero por precaución, estaba revisando por la pieza y el baño, por si se les había olvidado guardar algo. Había encontrado unos lápices, un walkie-talkie, dos camisas viejas y un cinturón- ¿Qué hora es, cariño?

-Van a ser las tres… Debemos ser afortunados de que aún no nos hayan cobrado otro día más de estadía -para no demorar más, ella lo ayudó a revisar la habitación.

-Encontré las llaves del auto -dijo ella, después de haberlas encontrado debajo de la cama, haciéndolas tintinear.

-Por eso era importante revisar si quedaban cosas -contestó Ed, satisfecho de haber encontrado algo que definitivamente no se podía dejar-. Bueno, creo que eso es todo. Vamos, dejemos el equipaje en recepción, almorcemos, y luego volvemos a casa. No habrá prisa después de haber dejado la habitación.

-Querido, ¿te sientes bien? Si quieres, yo llevo tus maletas…

-Diana, tranquila. El otro día que tuvieron que inyectarme insulina… No fue nada grave. En serio. Estoy bien.

-Pero terminaste en el hospital -contestó Diana, reprochándole-. Incluso llamé a Sandra para avisarle, porque pensé que tendríamos que quedarnos un par de días más esperando a que te recuperaras.

-Pero no fue así. Tranquila mi amor, no fue nada.

El matrimonio dejó su equipaje en recepción, y al bajar al comedor se encontraron con Jane y Claus, un matrimonio amigo que vivía en Savannah, que los habían acompañado durante las vacaciones. Entre los cuatro comieron un abundante almuerzo, consistente de una variada ensalada, pollo relleno, y muchos postres. Ya que no había prisa en irse, se tomaron bastante tiempo para almorzar, y cuando terminaron, permanecieron en la mesa conversando acerca de las experiencias que habían vivido juntos esas vacaciones, que estaban terminando.

-Qué triste que en un par de días tengamos que volver a trabajar, ¿no es así, Ed? -Replicó Claus, mientras comía un dulce de menta.

-Así es -contestó Ed, tentado en comer un dulce más, pero sabía que Diana lo reprocharía por eso.

-Ustedes volverán a trabajar pronto, mientras que nosotras trabajamos todos los días -dijo Diana, dándole un codazo amistoso a Jane-. Ser ama de casa es mucho más agotador que cualquier trabajo.

-Pero me encanta pasar tiempo con mi Lucy y Arnold -dijo Jane con una amplia sonrisa-. Yo dejé a mis hijos con Isis, nuestra nana. Es extraño estar hospedada acá, mientras que mis hijos se encuentran en la misma ciudad, pero al otro extremo de ésta. Bueno, así es mejor. Mis hijos me extrañarían mucho si me encontrara más lejos.

-Sí, yo también extraño a mi Clementine. Espero que Sandra la esté cuidando bien -agregó Diana.

-Tranquila, Sandra es de confianza -dijo Ed, apoyando el brazo por encima del hombro de Diana-. Claus, ¿cómo está Derek?

-Mi hermano se encuentra muy bien, ahora que se mudó a la ciudad. Le convenía cambiarse, como entrenador de las Ligas Menores tenía que llegar siempre temprano, y el trabajo le quedaba demasiado lejos, siempre se quejaba de eso.

-¿Béisbol? -Preguntó Diana.

-Así es -respondió Claus.

-¿Derek no era el esposo de Tess? -Volvió a preguntar.

-Sí, ¿te acuerdas de sus hijos? ¿Adam y Lizzie? Son un encanto -respondió Jane.

-¡Sí, verdad! Podríamos habernos juntado con ella. Lástima que ella esté trabajando. Bueno, será para otra ocasión. Clementine debería conocer a Adam y Lizzie, estoy segura de que se llevarían muy bien.

-Eh, Ed… ¿Cómo va la diabetes? -Preguntó Claus cambiando de tema, preocupado por su amigo.

-Por suerte, aún no es diabetes. Pero estoy a muy poco de padecerla. Eso me dijeron en el hospital hace dos días. Tal vez me de la diabetes pronto, no creo que pueda evitarlo.

Siguieron conversando, y las horas pasaron. Ya eran más de las cuatro, Ed y Diana estaban justo a tiempo para volver a casa. Jane y Claus se despidieron y se marcharon para volver a casa con sus hijos. Mientras tanto, Ed y Diana se quedaron un par de minutos más en la mesa, hasta que decidieron irse finalmente.

Diana recibió las maletas de la recepción y las acercó a la entrada, mientras Ed fue a buscar el auto para acercarlo a la entrada del Hotel Marsh House, aunque no encontró un lugar tan cercano a la puerta. Entre los dos subieron las maletas al auto.

-Bueno, eso es todo- dijo Ed mientras cerraba la parte trasera del auto. Diana ya se había subido, en el asiento del copiloto. Creo que volveremos justo a tiem… ¡Argh! ¡Ah!

Asustada por el ruido, Diana se bajó velozmente del auto, para encontrar que un hombre desconocido estaba al lado de su esposo, rasgándole un pedazo del hombro con sus dientes. Presa del pánico, Diana gritó por ayuda, pero al ver que nadie acudía al rescate, ella tomó su cartera y empezó a golpear al hombre.

-¡Qué te pasa! ¡Deja a mi marido! -Gritaba ella intentando apartarle de Ed, y golpeándole.

Llegaron corriendo desde el interior del hotel dos botones alertados por los gritos, que se encargaron de inmovilizar al hombre loco, sin poder evitar ser rasguñados y mordidos ligeramente en los brazos. Se llevaron al hombre hacia adentro mientras lo amenazaban con llamar a la policía, pero el individuo no decía nada. Sólo profería extraños gruñidos de su boca manchada de sangre, con un pedazo desgarbado de carne colgando de entre los dientes.

-¿Ed? ¿Estás bien? -Preguntó Diana horrorizada, tocándole por el hombro y la espalda, revisando la herida. Jamás había visto semejante herida como ésa.

-Duele, mucho -respondió su esposo, sentándose en el suelo, para descansar. Duele como los mil demonios.

-Tranquilo, llamaré a la ambulancia, no te preocupes -acto seguido, Diana llamó al 911, y la ambulancia llegó, con una ligera demora. Se excusaron diciendo que últimamente habían estado muy ocupados trasladando gente en situaciones parecidas. A pesar de seguir sangrando, los paramédicos informaron que no era una herida tan grande para que Ed terminara desangrándose.

-Mi marido tiene principio de diabetes. ¿Eso empeora su situación?

-No se preocupe, podremos controlarlo todo.

En el hospital, Ed fue colocado en una camilla en una sala llena de más personas. Un doctor vendría a revisarlo pronto. El hospital estaba al borde del colapso.

-Volví al hospital antes de lo planeado -dijo Ed con tono irónico-. Creo que no podremos viajar hoy a casa.

-No te preocupes. Los doctores te van a sanar, y tal vez mañana volvamos a casa.

-Ojalá Sandra no se moleste en tener que cuidar a Clementine un día más… Parece que iba a tomar sus vacaciones de Semana Santa pronto.

-Oh, verdad. Será mejor que la llame para avisarle. Tendremos que pagarle un día más, pero no importa, mientras Clementine no se quede sola.

-Así es… -Dijo Ed agotado. Había mucho ruido en esa habitación, llena de enfermos tosiendo, gente gritando, llorando, y enfermeros y doctores caminando de un lugar a otro- Mi cabeza… Hace calor aquí. ¿Podrías traerme un vaso con agua, por favor?

-Claro, cariño -respondió ella, tomándole la mano con las suyas. Ahí se dio cuenta que sus propias manos estaban manchadas de la sangre de Ed, cuando lo había revisado luego de ser mordido-. Mejor me voy a lavar las manos primero.

El baño estaba colmado de gente, por lo que a Diana le costó mucho llegar al dispensador de jabón para poder lavarse. Luego fue a buscar un vaso con agua en una sala de espera, y se la entregó a Ed. Después, ella buscó un teléfono para llamar a Sandra y avisarle lo sucedido, ya que su teléfono celular tenía poco dinero para llamar. Nadie contestó, así que dejó un mensaje de voz.

-Hola Sandra, ésta es Diana. Seguimos en Savannah. Ed tuvo un pequeño incidente con un tipo loco cerca del hotel así que lo tuvimos que llevar de regreso al hospital para que lo revisaran. En fin, él no se siente bien y no puede manejar de regreso, así que nos quedamos un día más. Muchas gracias por cuidar a Clementine, y te prometo que estaremos de regreso a tiempo para tus vacaciones de Semana Santa.

Diana colgó, y volvió a acompañar a su marido.