PRÓLOGO
Mou nakanaideboku ga…irukara
Deja de llorar, por que estoy aquí…
Has… vuelto Fu...uma…
Una tenue sonrisa adornó ese rostro opacado por la agonía, los ojos castaños se cerraban pesadamente; la frialdad de la muerte les había otorgado una expresión vacía… como si a través de sus pupilas se asomara el infinito, aún así, por un breve instante, un dulce destello iluminó su mirada, su deseo, el deseo más grande que tenía… se había hecho realidad...
¡¡¡KAMUI!!!
Las palabras le desgarraron dolorosamente la garganta, mientras se arrodillaba a tomar el frágil cuerpo inerte entre sus brazos, de la herida abierta en el pecho de Kamui brotaba un torrente carmesí imposible de detener.
Una última y débil sonrisa; los ojos castaños por fin se cerraron… La profecía se había cumplido.
El inmenso imperio de acero y concreto permanecía de pie, Tokio se mantenía imponente, indemne: las luces, los autos y esos millones de personas ignorantes de lo cercana que había estado su destrucción; pero al final, tal como en aquellas terribles revelaciones, el Kamui que pertenecía a los dragones del cielo, había sido derrotado a manos de su géminis, su amigo de la infancia… Fuuma le había atravesado el pecho con su espada.
¡¡¡KAMUI!!!
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…Kotori tenía razón Kakyo, El futuro aún no ha sido decidido
Unos pasos ligeros formaron ondas sutiles en el agua cristalina, creando un dulce y suave murmullo, incapaz de turbar el sueño del rubio visionario, sus dorados y lisos mechones, se enroscaban a su alrededor como hierba marina y sus ojos se mantenían cerrados, con la impasible actitud de un santo; sin embargo aquella recién llegada presencia lo obligó a entornar los ojos.
¿Kamui?...tú…
La tierra no está a salvo…Tú lo sabes mejor que nadie. El eco de aquella voz que sonaba a amenaza turbó la etérea calma de Kakyo; lo sabía… la inmolación de todas aquellas almas abrasadas por un sueño absurdo, el sacrificio del propio Kamui para proteger a los que amaba… Todo había sido en vano, tarde o temprano la tierra reclamaría su propio derecho a renovarse… él mismo había visto a Tokio caer en sus sueños. ¿Pero que podían ellos hacer ahora?
No hay nada que se pueda hacer… Tarde o temprano la tierra estará lista para regenerarse sola… Kamui, no nos necesita.
Deseo regresar… Murmuró tan bajo que creyó no haber sido escuchado ni por él mismo, notó su reflejo en el agua, pero desvió la vista de inmediato… Esos ojos suyos hablaban de una triste y extraña verdad que no deseaba confesar.
Tú dijiste que el destino de la tierra te tenía sin cuidado, Kamui… ¿Deseas volver por Fuuma no es así?
El elegido guardó silencio, protegiendo el secreto en sus pupilas marrón, esquivando la mirada ambarina de Kakyo, que lo observaba desde una prudente distancia, deseando poder levantarse para abrazarlo, aunque se contuvo.
¿Fuuma me recuerda? ¿Sabe que existí? Kamui no pudo reprimir más aquel deseo de saber la verdad…aunque doliera. ¿Fuuma… está sufriendo ahora?
El vidente le regaló una lánguida sonrisa, negando con la cabeza…
Lo protegiste hasta el final Kamui… él obtuvo fuerzas de ti para no enloquecer, pero ahora todos sus recuerdos están sellados en lo más profundo de su corazón; no recuerda nada… ni a Kotori, ni a los Dragones de la tierra… tampoco a ti...
Supongo que entonces esta bien… Murmuró con resignación el moreno, mientras su figura se disolvía en la nada, dejando a su paso, únicamente una nube de plumas blancas que besaron el agua con suavidad, devolviéndole de nuevo a Kakyo la soledad de su ensueño.
…Volverás algún día Kamui, lo he visto, pero por ahora debemos ser pacientes… Sólo nos queda esperar… La segunda batalla…
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