Capítulo 1
Limpiaba con esmero los escaparates de su tienda dedicada a la venta de juegos cuando vio descender por las escaleras, pesadamente y adormilado, a su joven nieto con los ojos rojos debido al llanto excesivo y el mal dormir.
-Te ves pésimo. ¿Quieres comer algo?
-Por favor, abuelo.
Tiempo después, Yugi finalizó sus alimentos con un ánimo más levantado, alegrando también a Solomon Moto, su abuelo.
Los ojos de Yugi Moto habían recuperado su apariencia normal, ya no estaban inyectados en sangre por tanto llorar a solas en su recámara.
Aunque no quería ver otra vez triste al chico llorando, lo correcto era confirmar lo que Joey, el mejor amigo de Yugi, le había contado por teléfono.
-Yugi, no llores más por ella.
El pequeño quedó hecho piedra al escuchar esas palabras. Se mordió el labio inferior sintiendo su pecho comprimido por dentro.
-¿Cómo lo supiste?-su voz estaba quebrada.
-Hablé con Joey.
Así que su amigo fue con el chisme. ¡Joey y su gran boca!
-Haré lo que pueda por resistir.
Yugi estaba literalmente destruido por dentro. Toda la tarde había estado llorando a mares sin parar. Solomon decidió que lo más sano sería cambiar de tema evitando que volviera a recaer.
-¡Oye! Mira mi nueva adquisición.
Con una ancha sonrisa dibujada en su rostro arrugado, Solomon Moto se encaminó al sótano y con una seña de la mano le indicó a Yugi que lo siguiera. Extrañado, el joven de cabellos tricolores caminó detrás de él.
Una vez abajo, Yugi vio cómo su abuelo quitaba una gran cortina que envolvía un espejo tamaño natural con bordes dorados y un símbolo egipcio que representaba un ojo.
-¡Wowwww!
Yugi estaba anonadado. Era un objeto bello y raro al mismo tiempo.
-¿De dónde lo sacaste, abuelito?
Solomon volvió a sonreír, satisfecho de haber encontrado algo que hiciera dejar de lado a Yugi sus penas.
-Arthur Hopkins lo halló hace poco en unas ruinas y dijo que es un artefacto valioso.-explicó orgulloso el viejo-Dice que su idea es venderlo a un museo para exhibiciones de objetos poco comunes.
-Si piensa hacer eso, ¿Por qué lo tenemos aquí?-preguntó Yugi mientras exploraba cada parte del espejo sin tocarlo.
-Por el momento es muy difícil llevarlo a un museo. Además necesitan arreglar trámites para lograr el traslado y venta del mismo. Ese fue el motivo por el que me rogó que lo cuidara temporalmente.
Yugi pasaba su mirada radiante del espejo hacia su abuelo.
-¡Es hermoso!
-Según Arthur dice que, en el lugar donde lo encontró, había un escrito donde decía que se trata de un espejo mágico.
-¿Mágico?
Los oídos de Yugi se aguzaron prestando más atención a lo que dijo el hombre mayor.
-Se rumorea que este espejo es un portal a mundos desconocidos y eso aumenta su valor.
-Pero eso es una fantasía.
-Tal vez, pero no deja de ser divertido el saber que tiene una historia para narrar cuando sea vendido.
El joven de cabellos tricolores contempló admirado el espejo sintiendo una extraña atracción por este. Como si tuviera una conexión especial por dicho artefacto. Algo inexplicable sentía al estar frente a ese objeto de aspecto elegante y antiguo, pero con una belleza singular.
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Las semanas pasaron lentamente para el pequeño Yugi que aún le costaba trabajo superar el tema que acongojaba su alma. Ese día sus ánimos estaban por los suelos y no deseaba salir con ninguno de sus amigos. Su corazón seguía llorando por dentro, especialmente después de ver la invitación que ese mismo día le llegó por correo. ¡Tenían el descaro de invitarlo a esa boda!
Comprendió que la única forma de sentirse mejor era tener ocupada la mente en otros asuntos, así que se levantó a realizar sus labores hogareñas esforzándose por despejar sus pensamientos. Como muchos hombres, no era muy dado a encargarse del hogar, pero su madre le enseñó algunas cosas. Así que se puso a limpiar toda la casa de arriba abajo.
Llegó el turno de asear el sótano. Se encargó de dejarlo todo en orden e impecable, pero cuando observó el espejo entendió que algo lo motivaba a dejarlo tal cual estaba. Era como si no pudiera tocarlo con sus manos sucias y empolvadas.
Le producía una sensación extraña. Su admiración por el espejo no era normal. Dejó la escoba recargada en la pared y caminó hacía el espejo. Vio cómo su reflejo se iba haciendo más grande conforme se acercaba hasta que pudo contemplar, con lujo de detalle, su cuerpo.
Era de baja estatura, con rasgos que le daban un aspecto más dulce y sus ojos eran grandes de un tono amatista. Era curioso; parecía un niño aunque ya era un adolescente casi adulto que sufría dolores de amor juvenil.
Levantó su mano y tocó la superficie del espejo con las yemas de los dedos. Tocando su rostro a través de su propio reflejo. Cuando deslizó su palma sobre el cristal del espejo, una luz intensa salió de dicho objeto causando que Yugi tuviera que cubrir sus ojos con su mano libre. Sintió como una fuerza succionaba su mano introduciéndola dentro del espejo y, asombrado, pegó un grito. Luego de que su mano había desaparecido dentro del espejo, que no paraba de despedir luz, su brazo también fue absorbido. Poco a poco, hasta llegar a él.
Se jaloneo en un intento por escapar, pero todo fue inútil y, finalmente, se desvaneció en el interior del espejo.
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Lo primero que sus ojos visualizaron fue un sótano sucio, lleno de objetos acumulados, y cayó pesadamente al suelo golpeándose la nariz. Se puso de pie sobándose su cara adolorida, pero se sorprendió cuando vio el panorama del lugar donde se encontraba. Era exactamente el sótano de su casa. Sin embargo la suciedad se veía a simple vista, había muebles llenos de polvo y papeles amarillos con las letras tan borrosas que no se podían leer ya. Las paredes estaban agrietadas y la pintura estaba levantada de las paredes.
-¿¡Qué!? Este lugar es mi…
Miró a su alrededor comprobando que, efectivamente, se trataba del sótano de su casa. Lo que no alcanzaba a comprender era el motivo por el que se veía tan acabado y desastroso; daba la impresión de que nadie viviera allí.
Con paso inseguro, comenzó a avanzar por entre juguetes, ropa, libros y demás objetos regados por el suelo y subió por la escalera de salida. Llegó arriba y grande fue, aún más, su sorpresa al ver que la casa estaba igual de roída y decaída que el sótano. No podía creer el espectáculo ante sus ojos amatistas: las paredes estaban despintadas y agrietadas, los sofás de la sala llenos de polvo, había telarañas por todos los rincones y había olores de putrefacción.
-¿Qué está sucediendo?
Recorrió la estancia buscando algún indicio de su familia, pero el lugar estaba vacío. Pronto se dio cuenta que la tienda ya no se usaba como tal, sino que ahora era parte de la misma casa. Un vértigo se apoderó de él. Todo era extraño.
Se asomó por la ventana contemplando la noche que cubría la ciudad, la cual también tenía diferencias a la suya, pero con algunas similitudes.
-Esto sí que es extraño.
De pronto, escuchó un cerrojo y una llave en la puerta. Un escalofrío recorrió su cuerpo, se apresuró a bajar a la sala y se escondió detrás de un estante. Finalmente, la puerta se abrió dando paso a una persona desconocida para Yugi, pero que lo dejó boquiabierto allí en su escondite.
Un chico semejante a él, con cabellos tricolores idénticos aunque con unos rizos amarillos de más, con el rostro más serio y frío y ligeramente más alto. Llevaba la misma ropa que Yugi usualmente usaba y en sus espaldas sostenía una mochila. La tiró al piso de forma fatigada y luego él se sentó pesadamente en el sillón de la sala de estar levantando una nube de polvo.
Se podía ver su rostro agotado. Se llevó los dedos al puente de la nariz con los ojos cerrados, suspirando con cansancio y molestia.
-¡Ese desagraciado de Kaiba!
¿¡Kaiba!? ¿Escuchó bien? Ese chico parecido a él mencionaba a Kaiba, su más grande rival en la vida. Aguzó el oído atento a lo que dijera el joven.
-Estoy empezando a fastidiarme de ese estúpido.
Con paso duro, se puso de pie dirigiéndose a la cocina, Yugi lo siguió en silencio. Al igual que la sala, la cocina estaba en las mismas condiciones: sucia, vieja y con grietas. El chico abrió el refrigerador, sacó rebanadas de jamón, unos panes y un poco de mantequilla. Empezó a preparar unos emparedados mientras Yugi lo miraba detenidamente.
Era guapo, mucho más atractivo que él. Si al menos tuviera ese físico, seguro no estaría sufriendo por la mujer que amaba.
Su embelesamiento era tanto que se estiró de más para poder ver a su igual, haciendo que resbalara y cayera al suelo. El golpe, acompañado de un grito seco, hizo que el doble de Yugi volteara sobresaltado.
-¿Quién anda ahí?
Tomó un tubo de fierro en el piso, levantándolo en el aire con las dos manos y caminó hacia el escondrijo de Yugi. Con pasos lentos y en alerta, el muchacho salió de la cocina y escuchó el arrastre de los pies de Yugi al tratar de ponerse de pie.
-¡Sal de donde quiera que estés!
La voz del chico era gruesa y varonil. Levantó el tubo, encendió la luz de la sala y pudo ver claramente a Yugi hecho bola en el piso abrazándose a sí mismo.
Los ojos amatistas de ese chico se abrieron de par en par quedando boquiabierto. Soltó el tubo dejándolo caer al suelo con un ruido sonoro que llamó la atención de Yugi. Poco a poco se fue desenrollando, asomando sus orbes y girándolos a todas direcciones.
Pronto, los dos pares de ojos amatistas se encontraron; Yugi se puso de pie, hipnotizado, mientras ambos estaban impactados por la sorpresa. Eran demasiado parecidos, casi como si fueran hermanos gemelos. Los rasgos eran similares, pero Yugi lucía más dulce y tierno, mientras que el extraño se veía más rudo y varonil.
Durante varios minutos no se oyó ningún sonido en la casa, ni se movieron. Se recorrían mutuamente con los ojos sin poder dejar de mirarse. Uno tenía que romper ese silencio sepulcral.
-Hola.-fue lo único que Yugi pudo decirle a ese extraño.
-Hola.-fue su única respuesta del chico con similitudes.
-¿Cuál es tu nombre?
-Yugi Moto.
Yugi se petrificó con ese nombre. Era su nombre; ese chico se llamaba igual a él.
-¿En serio? ¿Ese es tu nombre?
-Así es ¿y el tuyo?
-Yugi Moto.
Entonces el ambiente se volvió tenso, el misterio y la intriga inundaron la habitación.
-Mi nombre es Yugi Moto, pero mis amigos me dicen Yami.
Yugi se sorprendió con eso. Él no tenía ningún apodo, sin embargo todo era extraño y mágico.
-A mí sólo me llaman Yugi.
Nuevamente volvió a caer un silencio grueso entre ellos, no obstante, en esta ocasión, fue Yami el que habló.
-¿Viniste aquí con ayuda del espejo?
Yugi se quedó helado por la declaración. ¿El espejo? ¿Cómo sabía ese chico saber del espejo mágico?
-¿Sabes de eso?-preguntó Yugi interrogativamente retrocediendo un paso, con miedo en la voz.
-Porque se sabe que ese espejo es un portal entre dos universos alternos.
La cara de Yugi reflejó sorpresa e incredulidad, creyendo que se trataba de una mala broma. Pero no podía ser un juego; era real. Estaba viendo a un chico idéntico a él, viviendo en su casa completamente destruida. Reaccionó, sacudió la cabeza repetidas veces antes de concentrarse en Yami.
-Espera, ¿qué quieres decir con eso de un portal a otro universo?
Yami le sonrió.
-Si tienes el espejo seguro escuchaste sobre la leyenda que menciona que tiene el poder de abrir un portal a dimensiones alternas.
-Esas son fantasías.-refutó Yugi con firmeza.
-Pues una fantasía te trajo aquí.
Si Yugi no hubiera estado tan pasmado por lo que estaba pasando, se habría dado cuenta de que Yami sabía bastante de ese asunto.
-Esto es una locura. Seguro es un sueño del que voy a despertar.
Ignorando a su doble, Yugi se encaminó al sótano buscando el espejo. Yami suspiró resignadamente mirando al chico.
-Supuse que esto pasaría algún día.
Resignado, siguió a Yugi a la parte baja de la casa.
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Abajo, Yugi tocó la superficie del espejo con las yemas de los dedos deseando que fuera absorbido por este. Esperó por varios minutos sin obtener resultados.
-Sé que esto es un sueño. No es real. No puedo estar en otro universo. He visto muchas películas de este tema.
Yami se cruzó de brazos mirándolo desde el marco de la puerta.
-Es completamente real. Y yo soy tú en este universo.
El cuerpo de Yugi se paralizó. Tardó varios segundos en asimilar lo que sus oídos le trasmitieron. Volteó a ver a Yami que no le quitaba ni un ojo de encima. Palideció.
-¿Qué dijiste?
-Tú y yo somos la misma persona. Existimos en diferentes mundos, pero representamos a Yugi Moto.
Las piernas de Yugi comenzaron a temblar hasta que cayó de rodillas al suelo. Yami se aproximó a él arrodillándose a su lado, lo sacudió por los hombros con un poco de brusquedad, misma que también causó estupefacción en Yugi.
-No te conmociones. Sé que esto es difícil de entender para ti, pero debes de comprender que esto es real. Este es otro universo paralelo al tuyo. Yo soy Yugi Moto en este mundo y tú Yugi Moto en el tuyo.
Yami le sostuvo la mirada a Yugi. Eran los mismos ojos, la misma cara, el mismo cabello. Con diferencias y similitudes. El pequeño cuerpo de Yugi poco a poco se fue relajando sin apartarse de su doble.
-No temas. Estarás conmigo hasta que puedas regresar a tu mundo.
Yugi no entendía qué pasaba, ni el comportamiento de Yami. Como si supiera lo que estaba pasando.
El sonido del timbre sacó de sus casillas a ambos tricolores. Yami giró sobre sí mismo rápidamente y luego se dirigió a Yugi severamente.
-Quédate aquí hasta que vuelva. Ni se te ocurra irte de este lugar.
Corriendo, Yami salió del sótano cerrando la puerta con un gran golpe, mientras Yugi trataba de analizar cada detalle de lo que estaba pasando.
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-¡Tea!-exclamó Yami llenó de júbilo.
Una bella chica de cabello castaño y ojos azules con un top pequeño que cubría sus senos, una chaqueta y una mini falda tan diminuta que con el hecho de subirla un poco se podría ver su ropa interior, entró sin esperar a que el chico le indicara que pasara. Se sentó, como si fuera su casa, en el sofá polvoriento, sacó un cigarrillo y comenzó a fumar con las piernas cruzadas entre ellas.
-Lamento que haya tardado, pero el trabajo en la cantina me entretuvo bastante.
-Espero que no haya sido con un hombre.
Yami arqueó la ceja mostrando celos.
-Ay, por favor. No te sientas mal. Sabes que eres el único que puede tenerme completamente.
La sonrisa coqueta de Tea hizo que Yami sonriera con picardía.
-Eres muy traviesa.
-Es lo que sucede cuando tienes un novio como Yugi Moto.
-Hablando de eso. Hoy me fue pésimo en el trabajo.
-¿Seto Kaiba te está haciendo sufrir?-preguntó Tea inhalando de su cigarro.
-Es un martirio. Cree que tiene toda la razón del mundo, que es superior a todos y piensa que los demás somos basura.
-Yo te dije que no buscaras trabajo con él. No es una persona de fiar.
-Era la única forma de salir de esta miseria.
-No te hagas tonto. No has salido de la miseria. Al contrario, estas peor que antes.
Tea era cruel al hablar, pero su honestidad hacía que Yami no se molestara. Al contrario, eso le gustaba mucho de ella.
-No pienso rendirme. Seguiré trabajando para él hasta que pueda conseguir un sueldo honorable.
-Te lo he dicho muchas veces. Deberías dejar KC y buscar un trabajo donde te vaya mejor.
-No será bueno el pago, pero al menos es un lugar con prestigio.
-El prestigio no funciona en esto.
Fatigado de la conversación, Yami cambió de tema. Sus labios dibujaron una sonrisa pícara.
-Olvidemos esas boberías. Concentrémonos en nosotros.
Tea le devolvió la sonrisa entendiendo el lenguaje de su novio. Sin esperar un segundo más, Yami se abalanzó contra ella y ambos se besaron apasionadamente. Él se sentó en el sofá sin parar de besarla y ella se sentó, con las piernas abiertas, sobre las suyas. No paraban de besarse con pasión; era un deseo desenfrenado.
De repente, Yami detuvo a la chica y sacó del bolsillo de su pantalón una envoltura muy pequeña y se la mostró. Tea sonrió otra vez entendiendo qué era.
-No podemos correr riesgos.-dijo Yami.
-Exactamente, no ahora.
-Pero confieso que me sería muy grato que un día planificáramos algo más allá.
Tea entrecerró los ojos.
-Yami, ya hemos hablado de eso muchas veces.
-Ya llevamos 4 años juntos.
-Lo sé.
-Tengo que trabajar más para darte mejores opciones.-dijo Yami acariciando la cara de su chica.
-Pues mientras te organizas, sigamos así.
Yami la miró a los ojos. No le era agradable tener "sólo una novia", pero tampoco podía tener una esposa. La volvió a besar con frenesí apretándola contra su cuerpo.
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El tiempo pasaba lentamente para Yugi que seguía esperando a Yami en el sótano. Estaba tan admirado con los recientes sucesos, que seguía pensando que se trataba de un sueño del que pronto despertaría. Pero siempre que se pellizcaba le dolía: era verdad. Estaba en otro universo, viéndose a él mismo. Sin embargo había mucho que no comprendía y deseaba averiguar qué sucedía y si había una solución.
Aburrido de esperar, con la emoción saliendo de su pecho, subió las escaleras lo más silencioso que pudo hasta llegar arriba. Una vez salió de allí, llegó a sus oídos un sonido muy curioso que poco a poco le fue llamando la atención. Entró en la sala con paso cauteloso oyendo como el sonido extraño aumentaba en sus oídos. Hasta que estuvo muy cerca reconoció que se trataba de gemidos placenteros y sus mejillas adquirieron una tonalidad roja que en medio de la oscuridad no se podía notar. Se dio la vuelta para volver al sótano, pero sus ojos aún no estaban acostumbrados a las penumbras y al pisar erróneamente, rodó por las escaleras.
Los golpes secos alertaron a Yami y Tea, que detuvieron el acto que estaban haciendo y miraron en dirección al sótano.
-¿Qué fue eso?-preguntó Tea asustada.
Yugi se sobó todo su cuerpo adolorido quejándose sin parar. Recibió un susto cuando vio que las luces se encendieron en el umbral de la puerta. Ahí estaba Yami acompañado de una chica que dejó a Yugi helado al saber de quién se trataba.
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-¡No lo puedo creer! ¡Es idéntico a ti!
Tea estaba maravillada con Yugi. Le acariciaba las mejillas como si fuera un niño pequeño. Yugi no podía dejar de mirarla. Era Tea, pero su personalidad era completamente diferente. Esta chica era más atrevida, vestía de forma provocadora, era mucho más coqueta.
Todo lo contrario a la Tea que conocía. Ella era dulce, pasiva y más puritana en lo referente a su vestimenta.
Yami sonreía divertido viendo cómo trataban a Yugi de la misma manera en que se trata a un niño inocente.
-Me sorprende que tengas un familiar lejano tan parecido a ti. Creí que toda tu familia había muerto.
Las palabras de Tea conmocionaron a Yugi. ¿Muerto? ¿Acaso su abuelo y su madre estaban muertos?
Yami carraspeó incómodo con las palabras de su novia.
-Es familiar de mi abuelo. No nos conocíamos hasta hoy que llegó.
-¿Por qué no me presentaste?
-Creí que resultaría incómodo para el chico y para ti. Ha viajado desde muy lejos.
-¿Cuánto tiempo estará aquí?
-Por tiempo indefinido, pero espero que su estancia sea agradable aquí conmigo.
Con una sonrisa divertida, Tea habló en voz baja a Yugi.
-Te advierto que es un chico de carácter pesado, pero muy agradable cuando lo llegas a tratar.
La forma de hablar pícara, su rostro bello y su cabello brillante causaban que Yugi se sintiera embobado al tener frente a frente el rostro de Tea: la primera mujer de la que se había enamorado.
Tea le guiñó el ojo y el calor subió a las mejillas de Yugi ruborizándose. Yami le dedicó una mirada seria.
-En fin, es mi deber familiar apoyar al chico así que eso haré.
-Pues te deseo toda la suerte del mundo. Puedes contar conmigo cuando lo desees.
Yami asintió con una media sonrisa. Sin embargo no quería involucrar a Tea en estas cosas.
-Bueno, querido, me retiro.
Atrevidamente, Tea se acercó y besó apasionadamente a Yami. Yugi abrió los ojos sorprendido poniéndose aún más rojo, con la sangre hirviéndole en la cabeza. Más asombro hubo de su parte cuando Yami correspondió el gesto con la misma pasión: tuvo que mirar a otro lado enrojecido hasta los pies por la vergüenza.
-Nos vemos luego.
Tea se despidió y se marchó. Yugi la siguió con la mirada, pero un golpe seco en su cabeza hizo que se llevara las manos a la zona afectada.
-¡Te dije que no salieras de tu escondite!
-¿Crees que es fácil estar encerrado sin saber en dónde estoy?
-¡Ya te dije! Estas en otro universo paralelo al tuyo.
Yami gritaba molesto.
-¿Cómo sabes eso? ¿Por qué es que sabes tanto de ese espejo?
-Me encargué de investigar hace tiempo.
-No lo creo. Pareces ser experto en el tema y no te dio miedo cuando me viste.
Yami retrocedió un paso, flaqueando en su firmeza. Apretó la mandíbula mientras cavilaba, buscando una respuesta adecuada al cuestionamiento de Yugi.
-Te lo expliqué unos momentos antes. Hace años que ese espejo está en mi poder así que investigué a fondo todo sobre él.
Le dio la espalda a Yugi para no tener contacto visual con él. Yugi encogió los ojos mirándolo con suspicacia; algo le hacía pensar que su otro yo guardaba misterios que no pensaba revelar con facilidad.
-Dime otra cosa ¿qué es eso de que mi familia está muerta?
Hubo silencio. Yami no quería responder. Siguió dándole la espalda apretando sus dientes, con miedo a lo que pudiera decir frente a su otro yo; dulce y tierno.
-En este universo mi abuelo murió de un ataque al corazón y mi madre cuando yo nací.-la sangre se congeló en las venas de Yugi-Mi padre no quiso hacerse responsable y mi abuelo me cuidó hasta su muerte ¿Satisfecho?
-¿Y el espejo?
-Un amigo de mi abuelo lo trajo cuando yo era niño.
Yugi se dio cuenta que era verdad todo lo que Yami le dijo: era una dimensión alterna. Además con muchas diferencias entre sí: su abuelo seguía vivo, igual que su madre y su padre viajaba mucho. Él no usaba ningún apodo. Tea no era su novia, sino su amiga.
Entonces, una idea loca cruzó por su cabeza. La sacudió varias veces antes de dirigirse a Yami.
-Oye ¿cómo le hiciste para que Tea y tú sean pareja?
-Nada, sólo fui yo mismo.-respondió Yami con los ojos cerrados.
-Sé que tienes algo diferente a mí. Dime qué es.
Yami se giró con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido.
-¿Estás diciendo que en tu dimensión Tea no es tu novia?
El tricolor menor agachó la cabeza con ojos tristes. Una sombra se adueñó de él comprimiendo su pecho y adentrándolo en ese dolor que trataba de superar. Yami no necesitó palabras para saber cómo era la vida de Yugi en su universo.
-¿Tan mal está tu relación con ella?
-Digamos que no es como la tuya.
Yugi sonó triste y quebrado. Al verlo así, Yami tuvo compasión de él, además de que no le agradaba ver triste al chico. Su corazón duro se partió al verlo lagrimear por dentro de esa forma.
-Temo que no puedo ayudarte.-Yugi lo miró sorprendido-La Tea de este mundo es muy distinta a la tuya, así que no les gustará lo mismo.
Con toda la fuerza de sus piernas, Yugi se puso en pie con los puños cerrados y una voz muy decidida.
-No es verdad.
Yami se estremeció con eso, abrió sus ojos como platos impactado de la reacción del pequeño.
-Aunque sean dos dimensiones paralelas, estoy convencido de que debe de haber una forma en que Tea pueda sentir lo mismo por mí.
Yami parpadeó varias veces tratando de entender qué pensaba el muchacho.
-Por eso te pido que me brindes tu apoyo. Ayúdame a conquistar a Tea.
El tricolor mayor no salía de su incredulidad. ¿Ayudar a su parte contraria de la otra dimensión? Tuvieron que pasar varios minutos para que asimilara lo que acababa de escuchar.
-Está bien, te ayudaré hasta que tengas que volver.
-Ya que sabes tanto del espejo ¿tienes una idea de cómo podré volver a casa?
Yami guardó silencio. La tristeza lo invadió; conocía muy bien cómo podía Yugi regresar.
-Para volver allá primero tienes que resolver asuntos pendientes aquí.
-¿Qué?-estaba anonadado.
-Hay cosas que tienes que arreglar para lograr abrir de nuevo ese portal.
Antes de que Yugi dijera algo, Yami se alejó y subió a su habitación dejando solo al pequeño que trató de alcanzarlo para preguntarle más detalles, pero su otro yo ya había desaparecido por las escaleras.
Yugi se quedó pasmado en la sala ¿resolver asuntos pendientes? ¿A qué se refería? ¿Por qué Yami conocía tanto del espejo?
Yami se encerró en su recámara con la cabeza gacha y los ojos apagados. Un amargo dolor atravesaba su corazón como una flecha lanzada por un cazador.
-Yugi, tú también me olvidaste por completo.
¿Qué tal? Será una historia corta para este concurso en donde me inscribí. Espero sea de su agrado.
