INTRODUCCIÓN
Liverpool. Una ciudad situada al lado del mar, perpetuamente ornada con un abovedado cielo grisáceo. En sus puertos, los pescadores iban de aquí para allá con sus sacos de pescado fresco, con sus barbas blancas y sus frentes curtidas por el sol. Hundían sus buques en los senderos del verdoso y violento océano, navegando a la deriva, buscando nuevos horizontes. Y era precisamente de esos puertos donde llegaban los barcos con las vanguardias procedentes del Nuevo Mundo. Una de las grandes novedades que habían traído había sido: el rock'n'roll.
El fenómeno del rock'n'roll había afectado sobre todo a la población juvenil, que veía en él una rebelión contra el conservadurismo de la época. Todos los jóvenes cayeron bajo la locura de este nuevo tipo de música, que más que eso, llegó a ser una filosofía de vida. No era nada extraño ver a los adolescentes más atrevidos y rebeldes peinados con vaselina, con chaquetas de cuero y tratando de hacerse los "duros"… aquellos eran los llamados 'teddy boys'. Todas las chicas se morían por Elvis, que era un tipo de pelo largo que movía el culo y cantaba "Houng Dog". Todos tocaban algún instrumento -aunque fuese una ordinaria tabla de lavar-, cualquier cosa que produjese sonido y tenían grupos de skiffle: un tipo de rockabilly, cuyo mayor ídolo era Lonnie Donegan.
En los suburbios de esta ciudad, cerca de Penny Lane, vivían tres chicos. John Lennon, Paul McCartney y George Harrison. Los tres eran amigos y tocaban en el mismo grupo: "The Quarry Men". John era el mayor -tenía dieciocho años- y estudiaba en la escuela de Arte; era un rebelde sin causa. Le seguía Paul -de diecisiete- que estudiaba en el Instituto de Liverpool junto con George; era un galán y jamás se despegaba de su guitarra ni siquiera para ir al váter. El más joven era George -de dieciséis-, y por ello, menos tomado en serio. Era el más callado de los tres y el protagonista de esta historia.
CAPÍTULO I
Liverpool, junio 1958.
Era una tarde de junio, y los escolares terminaban el colegio para dar una jovial bienvenida a las vacaciones. Todos estaban felices por no tener que permanecer más tiempo sentados en los pupitres de la escuela, mirando una pizarra con jeroglíficos en ella; ahora podrían bañarse en el río, montar en bicicleta, ir al cine, irse a la cama tarde, y muchas cosas más que planeaban en sus cabezas. No había más dicha que la del comienzo de las vacaciones de verano.
A las doce y media sonó el estruendoso timbre por todo el ancho y largo del colegio y George Harrison iba saliendo de su clase... arrastrado por la multitud. Destacaba entre los demás por la forma inadecuada en que había modificado su uniforme.-¡Esos zapatos no son adecuados!- le dijo el profesor de Lengua antes de que se volteó y se encogió de hombros con cara de fingida inocencia. Se fue antes de que le volviese a echar la reprimenda.
Era el último día de clases, y sus notas no habían sido muy buenas, como de costumbre. Estudiar no era lo suyo, a pesar de que había sido el único de sus tres hermanos en asistir a la escuela Secundaria. Pero él tenía cosas más importantes en las que pensar, como por ejemplo: las guitarras. George estaba obsesionado con las guitarras, eran su pasión. Su mayor sueño era llegar a ser un gran guitarrista. Su primera guitarra fue una Egmond de segunda o tercera mano, ya que su familia no podía permitirse demasiados gastos, que le compró a un compañero de Dovedale (su antigua escuela) por tres libras con diez chelines cuando contaba con la edad de trece años. Poco después, consiguió su primera 'guitarra decente', una Hofner President y formó su primer grupo tras el auge del skiffle: The Rebels, junto a su hermano Peter y Arthur Kelly.
Desde entonces puso en segundo lugar sus estudios y en primero sus habilidades como intérprete. En las clases, en vez de atender, se la pasaba dibujando guitarras de todos los tipos y más de una vez aquellos garabatos llegaron a manos del profesor que ya le había castigado más de una vez, pues George no era lo que se dice tampoco muy obediente. Los profesores le tenían fichado, junto con el resto de sus amiguitos, por las 'bromas' que habían realizado con anterioridad. George se había ganado en definitiva su deseada fama de "chico malo". Más de una vez le habían pillado fumando opio en los recreos, pero tras haber lloriqueado un poco, era un experto en esa técnica, le habían absuelto. Fumar le hacía sentir "más hombre", siendo tan joven no pensaba ni por asomo en las consecuencias que le podría provocar aquello en el futuro. Pero aquello atraía a las chicas. Aunque normalmente sus padres los sacaban a patadas si los veían cerca de sus hijas. Tenían que buscarse chicas protestantes para poder hacer con ella "cosas malas". Las familias católicas eran muy ortodoxas como para permitir que sus hijas salieran con unos teddy boys.
Iba pensando en ello, cuando de repente vio a su amigo Paul McCartney a lo lejos y juntos subieron al autobús que los llevaba a casa. Paul era su mejor amigo y además compartían su afición por las guitarras; en sus ratos libres siempre se reunía con él en su casa para tocar. Paul formaba parte de una banda de skiffle llamada The Quarry Men. George solía rondarles a menudo y a veces le dejaban subir al escenario a acompañarlos, pero nadie le había invitado a unirse, ya que era demasiado joven.
-Hola, George -le saludó Paul cuando se sentó a su lado.
-Hola, Paul.
-¿Cómo te han ido las notas?- preguntó Paul arqueando una ceja sabiendo ya la respuesta.
-Fatal -respondió George sonriéndose- he suspendido siete.
Se empezaron a reír, ya que para ellos las notas eran de muy poca importancia.
-A mí me ha ido por el estilo… mi padre se volverá loco.
Volvieron a reír.
-Oye, George… esta noche mi grupo tocará en el Casbah Club. Eric Griffiths, nuestro guitarrista no podrá venir. ¿Te importaría sustituirlo esta noche? Ya le he hablado a John de ti; si hoy le sorprendes, quizá acepte meterte en el grupo.
-¿En serio?- a George le brillaron los ojos, aquella sería su gran oportunidad - Por supuesto, iré.
-Tocaremos "Raunchy" entre otras; ésa te la sabes, y también otras que conoces.
-Es perfecto, Paul. Nos vemos esta noche, esta es mi parada.
Y diciendo esto, a veinte minutos del número 12 de Arnold Grove, en el suburbio de Wavertree el autobús se detuvo y George bajó de él. Después de caminar durante un trayecto a pie, llegó ante la puerta de su casa. Su casa no era muy grande, ni muy lujosa; al contrario, era muy humilde. Cuando entró llegó a su nariz el delicioso olor a comida y se le abrió el apetito. Vio a sus hermanos, Peter y Harry intentando arreglar el gramófono que se había estropeado. Su padre, Harold, que ahora trabajaba como conductor de un autobús municipal, pero que antes había sido marino, había comprado un gramófono de cuerda en Nueva York y se lo había traído en barco. Era de madera, con puertas, las de arriba tenían un altavoz detrás y los discos se guardaban en el fondo. Y las agujas iban metidas en cajitas de hojalata.-¿Aún no lo habéis arreglado?- dijo George como se voltearon y dijeron casi al unísono:-No-Se le ha roto la aguja- declaró Peter-Y no hemos podido arreglarla- añadió tres pusieron cara de fastidio, ya que aquel aparato era un gran medio de entretenimiento para ellos.
-¡Chicos, a comer!- llamó su madre, Louise, desde la cocina. Louise French era ama de casa, provenía de Irlanda y desde siempre había inculcado a sus hijos la religión católica, aunque a George los curas le producían cierta sensación de hipocresía. Todos se aproximaron hacia la mesa y se sentaron a comer.
