Ladies and Gentlemen!

Bien. Primero que nada. No se como es que realmente termine esta historia con un toque de lemon o lime. Mi idea de este fanfic era que seria algo lindo y tierno pero de alguna manera terminó así.

No me arrepiento de escribirlo porque quedó realmente bonito y me gustó mucho, incluso el final. Sólo que como es el primer lemon que escribo de ellos dos, me sentí un poco rara e insegura. Pero dije "Al demonio, por eso lo escribí" entonces espero que realmente les guste.

It's showtime!


Aclaración: The ancient magu's bride no me pertenece. Es propiedad de Kore Yamazaki. Yo solamente pido prestado sus personajes para poder escribir mis historias.


Elias Ainsworth había hecho un descubrimiento más que sorprendente y muy evidente.

Y es que después de que Chise Hatori llegará a su vida. Se dio cuenta del tamaño de las manos de su querida aprendiz y futura esposa, aunque realmente era raro fijarse en sus manos.

Regresando al tema principal. Era curioso cuando la misma le había pedido que se quitará los guantes con la excusa de que quería ver y tocar su piel sin ellos.

Un poco temeroso se quito los guantes que habían sido regalo de Silky. Recuerda aquella tarde que tomaba el té, no tenía mucho tiempo de haber llegado a esa casita y de alguna manera le daba un poco de pena, como había descubierto tiempo después, que vieran sus manos con ese color de piel. Aunque por más que quisiera ser como un humano, eso no lo dejaba.

Silky le dio aquellos guantes de regalo, fue así cuando los vio y se sintió seguro, no había otra cosa que enseñar más que unos guantes de blanco color. Sabía que con eso no tendría problema alguno.

Pero eso no quitaba lo que sucedía en el presente. Sus manos de un color morado, llegando al púrpura, y sus uñas pintadas del mismo color. Era la primera vez que se sentía un tanto nervioso por lo que sólo suspiro y enseñó sus manos a ella. No estaba orgulloso de sus manos, eran horribles y muy raros.

Chise las tomo con curiosidad y con profunda concentración. Fue cuando Elias se dio cuenta, por primera vez, de la suavidad en la piel de su aprendiz. Por medio de la tela de sus guantes no se había dado cuenta pero ahora todo era diferente. Podía notar uno que otro pequeño rasguño, como alguna que otra costra en sus pequeñas manos pero lo demás era tan suave.

-¿A los humanos les puede da miedo lo que es diferente a ellos? -Preguntó inseguro.

-Podrían existir algunos... -Su 'chica' tomo silencio un rato. Tocaba sus manos, giraba para ver sus palmas y acariciarlas con suavidad y cariño, seguía con sus dedos las líneas marcadas ahí. Elias sintió un tirón en su pecho -Pero yo no soy quien le teme a lo diferente -Chise sacó una pequeña sonrisita antes de volver a voltear sus manos y entrelazar sus dedos -No tengo problema con que algún día decides quitarte los guantes, con tal de tomar de esta manera tus manos me basta

Y esas habían sido las palabras más sinceras que había escuchado Elias. Iba a decir alguna palabra más pero guardo silencio. Prefirió seguir las mismas acciones de su futura esposa y entrelazar sus manos con las de ella. Se dio cuenta de que a pesar de que sus manos eran pequeñas y las de él mounstrosamente grandes, el llenaba a la perfección los huecos entre sus dedos.

Eran las manos perfectas para las suyas. Es como si esas pequeñas manos hubieran sido creadas o moldeadas sólo para él. Vio las mejillas sonrojadas de su aprendiz pero en ningún momento evitó verlo y mucho menos separó sus manos. Cosa que agradeció internamente para no dejar de sentir aquel agradable golpeteo en su pecho.

Elias se dio cuenta, desde ese momento, que Chise era la compañera que había estado buscando. Porque ella siempre le daba su mano para que siguieran caminando juntos. Incluso cuando salían a la ciudad a comprar unas cosas. Ambos se tomaban de las manos, inconscientemente, sus dedos se entrelazaban con timidez. Y de vez en cuando acariciaban la piel del otro.

Veía a 'su chica' nerviosa y tímida, la veía mirar sus manos entrelazadas y a pesar de todo eso, nunca se soltaban, incluso cuando tomaba a la chica desprevenida y alzaba su mano para besar su dorso, ahí es cuando sentía la respiración errática de Chise. Él sólo miraba a su frente a las personas, en especial llamaban la atención de algunas mujeres, los miraban con curiosidad y hablaban orgullosas de la bonita pareja que se veían.

Y pronto Elias se puso a pensar en una cosa más. Su pequeña aprendiz se vería bien con un anillo en su dedo corazón. Y no sólo eso, también se sentiría bien al momento de tomar su mano izquierda y sentir un pequeño anillo ahí. Entrelazar sus dedos y sentir como sus anillos chocaran.

E inconscientemente empezaba a buscar anillos por todas aquellas tiendas que pasaban por 'curiosidad'. De alguna manera, empezaba a buscar esa sensación. Aunque de primera mano sabía que sólo podía comprar anillos con Angélica, ella sabría como hacerlos sólo para ellos dos.

-¡Elias! -Su esposa estaba gimoteando al sentirlo entrar en su cuerpo por primera vez.

Ambos se encontraban desnudos, bañados de sudor y con los gritos de placer que inundaban el lugar en donde se encontraban. Con su lengua acariciaba todo punto sensible de su esposa.

Si, esposa. Porque cuando Elias volvió alzar su rostro 'calaverico' vio las manos de su esposa enredadas con las suyas. Dos anillos se asomaban de sus dedos, uno plateado y uno dorado, aquel anillo plateado que ella le dio y el dorado el cual confirmaba aún más su recién matrimonio. Su aprendiz había crecido, superado todo tiempo pronosticado y era una bella mujer.

Si, su bella y muy deliciosa mujer. Sentía las manos de Chise acariciarlo, le animaban a seguir con aquel suave vaivén, sabía de primera mano que su esposa tendria que acostumbrarse a lo que había dejado entrar entre sus piernas. Y él con sus manos un poco escamosas le repartía suaves caricias a su suave piel. Suaves caricias que subían la excitación de cada uno.

-¿Lista? -Preguntó ansioso.

-Puedes moverte Elias -Chise lo miro a los ojos segura -Puedes hacerme tu mujer hoy y siempre

-Tu ya eres mi mujer desde la primera vez que te vi

Esas habían sido las palabras que estaba buscando para empezar. Elias no tardó en mover sus caderas y aumentar la profundidad de su vaivén. Le arrancaba a Chise los pequeños gritos de satisfacción, le arrancaba los gritos diciendo su nombre. Aunque él tampoco se quedaba atrás, sentía un inmenso placer en su unión, no pudo dejar de lado que varios gruñidos salieran de lo más profundo de su pecho.

Y es que estando mucho tiempo juntos, Elias entendió que ese golpeteo en su pecho era el amor por aquella chica debajo de su cuerpo. La misma quien se retorcia pidiendo más y tomar entre sus manos su 'rostro' para repartirle suaves besos y acariciar cada poro de su piel de peculiar color morado, ahora entendía que no podía llegar a molestarle ese color y textura, sólo si Chise era la única en su vida quien lo tocaba, no tendría problema alguno. Caricias que a Elias lo hacían enloquecer. El roce de sus pieles se sentía realmente bien.

-¡Elias!

Fue el momento indicado para que el nombrado la tomará entre brazos y así poder sentarse en la cama y permitirle a su mujer saltar sobre él. Elias recorría con sus manos el pequeño cuerpo de su esposa. Su lengua bajo a acariciar sus pechos, a dejarle alguna que otra marca y por último mirarla con los ojos cerrados y con la boca abierta.

El placer había sido el vencedor en el cuerpo de ella. En cada embestida, ella se deshacía cada vez más y Elias bombeaba con más intensidad.

-Mirame Chise -Ordenó -Porfavor... -Suplico.

La nombrada abrió sus ojos con esfuerzo, la penetrante mirada de Elias era como si quisiera escarbar en lo más profundo de su ser. Elias pudo ver en aquella mirada, un poco vulnerable, la inocencia de su mujer. La inocencia que sólo sería otorgada a él y valla que se sentía realmente bien ser el primero y el único en la vida de ella. Y así, abriendo un poco más su 'mandíbula', el acercó su lengua y así empezar un beso que sólo ellos sabían danzar.

No eran como aquellos besos inocentes que se daban de vez en cuando, era un beso húmedo que demostraban el amor y el placer que sentían en el acto.

Elias sentía su cuerpo en el límite, no podía dudar que Chise estaba en iguales o peores situaciones, cada vez sus quejidos subían de intensidad, ella empezaba a enterrar sus dedos en sus hombros, no le iba a causar daño en su piel pero quedaría una bonita marca ahí. Cada vez el cuerpo de Chise se retorcia y lo apretaba arrancandole gruñidos, no lo dejaría escapar de su interior y no es como si quisiera salir de ella. El quería llegar hasta el clímax de su excitación.

-Te amo Elias... -Fueron las últimas palabras de Chise antes de desarmarse y caer rendida en el cuerpo de su esposo.

Elias sentía como era apretado y algo cálido lo envolvía, un último empuje y fue lo que necesito para sentir libertad y liberar todo dentro de su esposa. Sus manos se encontraban, sus dedos se buscaban y ambos con mirada cansada se miraban. Compartieron un último beso antes de que Elias saliera de su cuerpo y la tomara, un poco temblorosa, entre sus brazos.

Chise le agradeció al sentir una vez más la suavidad del colchón chocar con su espalda, tenía que regular su respiración, pareciera que su corazón se iba a salir de su pecho. Sintió el cuerpo de su esposo sobre ella y tomar sus manos hasta subirlas arriba de su cabeza. Guardo silencio para escuchar el corazón de su esposo, golpeaba su pecho con intensidad, se dio cuenta que al igual que ella, Elias trataba de regular su respiración.

-Te amo Chise... -Dijo Elias antes de esconder su 'rostro calaverico' entre el hueco de su cuello y acariciarla con ternura.

Chise soltó pequeñas risitas, era un punto débil su cuello y él lo sabía a la perfección. Elias volvió a sentir aquel golpeteo en su pecho, ese sentimiento que cada vez lo sorprendía cada vez más. Pequeñas cosquillas empezó a repartir, con suerte tenía sus manos atrapadas con las suyas y ella sólo se retorcia tratando de evitarlo. Cuando las cosquillas pararon volvieron a mirarse. Chise se soltó de su agarre y acaricio su 'mandíbula' con cariño. Elias le imitó, acaricio su suave mejilla con su mano.

-¿Que tanto piensas? -Chise le pregunto con una gran sonrisa en su rostro.

-Pienso en que fuiste moldeada sólo para mí -Elias acercó su rostro, empezaba a repartir 'besos' en sus mejillas -Pienso en que fuiste creada sólo para mi -Chise empezó a repartir pequeños besos en su cuello -Pienso en que tus pequeñas manos son del tamaño perfecto para tomar las mías -Con sus manos volvió a recorrer el cuerpo de su esposa -Que tu cuerpo encaja a la perfección con el mío -Su lengua se paseaba por su cuello hasta llegar a sus pechos -Que tu eres sólo para mi y ser el primero y único en tu vida suena muy bien

-Tu también fuiste creado sólo para mi -Habló un poco avergonzada pero no podía evitar ver el cuerpo de su marido -Ambos encajamos bien como una pieza de rompecabezas -Chise acaricio su 'cráneo' y bajo su mano para acariciar sus hombros -Me gustas por cómo eres Elias, incluso el horrible color que dices tener -Se levantó un poco y le dio un beso en el hombro -Aunque para mi es más que bello

-Chise... -Elias miraba a Chise embobado, como si de un hechizo de tratará.

Chise volvió a soltar risitas en el momento que ambos volvieron a tomarse de las manos. Y es que Chise también había sentido eso cuando se tomaban de las manos y más cuando salían a la ciudad, de alguna forma quería que vieran que era su esposo. Y ahora que sus pieles estaban más unidas que nunca, pensó que todo era mucho mejor.

Elias ante la mirada un poco perdida de su esposa. Bajo su mano al centro de su esposa. La escucho gemir bajito. Sentía aquel líquido resbalar por sus dedos. Ni lento ni mucho menos perezoso, volvió a colarse entre sus piernas y moverse con un poco más de libertad. Hacer ese vaivén que empezaba, un poco más duradero.

-Porque a pesar de todo... -Su voz sonaba ronca, veía a su mujer tratando de no cerrar sus ojos, Chise hacia el ruido que tanto le gustaba. Pegó sus 'frentes' y siguió mirándole -Eres perfecta para mí

-Oh Elias... -Susurro Chise con ternura.

Una danza más empezaba. Más besos compartían y sobre todas las cosas, sus manos siempre unidas. Elias pensó que así serían sus días de ahora en adelante, disfrutar de su esposa de esta y muchas maneras.

Y sobre todas las cosas, mientras siguieran uniendo sus manos nada más sucedería más que su amor creciendo.


¡Muchas gracias por leer!

¡Yei! A pesar de todo, quedó bonito y me gustó como terminó todo, ya saben la lujuria no debe de faltar en estos casos.

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¡Nos vemos a la próxima!


Atte.: AnZuZu Dragneel

Fecha: Lunes 26 de Marzo de 2018