Bienvenidos a esta Nueva Historia

DECLAIMER: Harry Potter y su mundo son propiedad de J.K. Rowling.

RECUERDEN: Las imágenes de TODAS mis historias están en mi perfil. No olviden mirar la de este DraMione.

AVISO IMPORTANTE: En este Fic habrá principalmente Drama y Romance. También, es necesario decir que narré usando un lenguaje fuerte y despectivo en ciertas partes, principalmente donde me dejo llevar por los pensamientos de Draco Malfoy.

Espero que les guste…

"…Draco y Hermione jugarán, ganarán y perderán, respectivamente; pero, el destino se encargará de hacer su propio juego, en el que habrá algo más que ganar o perder…"


CANCIÓN: Él me mintió [Amanda Miguel]


Capítulo I

Él me mintió

Muchos estudiantes agradecieron el sol que comenzaba a iluminar en el cielo sobre ellos. Era agradable apreciar los cálidos rayos atravesar las diversas ventanillas del Castillo. En aquella época, en donde el frio se comenzaba a sentir, siempre aquel brillante astro era bien recibido, aunque, por consiguiente, indicará el inicio de un nuevo día. El inició de diversas actividades, como las clases, que no ha muchos le agradaban.

En una de las Salas Comunes de Hogwarts, un grupo de estudiantes con túnica negra y ciertos adornos en verde, estaban platicando. Entre sonrisas hacían uno que otro chiste obsceno, hasta ofensivo hacia algunos de sus compañeros y rivales, como ellos mismos les llamaban a los estudiantes de cualquier Casa que no fuera la suya.

Draco Malfoy, el conocido Príncipe de Slytherin era el que sobresalía en aquel montoncito de chicos, sentados en los muebles de cuero negro que adornaban la Sala Común. El rubio resaltaba precisamente porque su voz siempre sonaba segura y sus gestos eran fríos y calculados. Draco era la envidia de muchos de sus compañeros del género masculino, en cambio, en el bando de las féminas era el más deseado. Sus ojos grises y su piel blanquecina hacían un contraste que hacia delirar y suspirar a más de una, pero no era solo eso, su sonrisa juguetona, aquella que sabia dibujar en el momento indicado, era lo que verdaderamente estremecía a las féminas.

Unos cuantos días atrás, los amigos de Draco habían hecho una apuesta y él no dudó en aceptar, sin siquiera escuchar de qué trataba. Todos los presentes habían apostado que el Slytherin que consiguiera ganar el mayor número de besos, sería el ganador de una escoba de última generación. Las únicas condiciones de aquel juego, eran mostrar pruebas.

Precisamente, por aquella razón Draco estaba tan radiante y sonriente. Él encabeza la lista de los que habían besado a más chicas en aquel corto tiempo. El que lo seguía en el segundo lugar debía trabajar horas extras para poder igualarlo, al menos. Él era el Príncipe de Slytherin y eso le daba ciertas ventajas, aparte de comodidades como una habitación únicamente para él.

Draco Malfoy amaba lo que era y muchos también lo hacían, pero justo allí, en aquella Sala Común, alguien lo estaba fulminando con la mirada, mientras de forma disimulada hacia puños con sus manos. Precisamente se trataba del Slytherin en segundo lugar. Theodore Nott.

— ¡Draco! — El chico llamó la atención del blondo y no solo eso, la de todos los presentes en aquel lugar — Felicidades, al parecer serás el ganador — Trató de que su voz no sonara irritada, pero no logró conseguirlo. Draco sonrió con suficiencia, mientras asentía dándole la razón — ¿Qué te parece si hacemos las cosas diferentes?

— ¿De qué hablas? — Quiso saber el blondo.

Draco apoyó su espalda en el mueble y extendió los brazos a los largo del mismo. Por lo general, al sentarse mantenía sus piernas cruzadas y aquella no era la excepción. Aristocracia en su estado puro era lo que irradiaba Draco Malfoy.

— Hablo de que, en vez de besar a tantas, solo apostemos besar a una… — Guardó por un momento silencio. Todos estaban a la espera de lo que continuaba — A la más difícil de todas.

Draco comenzó a reír al escuchar aquello y los que lo apoyaban lo siguieron; aunque, no podían negar que seguían interesados en lo dicho por Nott. ¿Quién era aquella mujer, que Theodore consideraba la más difícil? Preguntas como ésta se la hacían los integrantes del grupillo y las chicas que miraban alrededor de ellos.

— Ninguna es difícil, Theodore — La voz de Draco sonó segura, aun cuando habló entre risas.

— ¡Hermione Granger!

Soltó el Slytherin y una masiva extensión de silencio se expandió en la Sala Común. Las féminas comenzaron a cuchichear entre ellas, mientras no dejaban de mirar a Draco y a Theodore, que se habían vuelto los únicos jugadores de aquel juego.

— Es una inmunda y asquerosa sangre sucia — Comenzó a insultarla el rubio. Draco se veía muy molesto — Nunca estaría con ella. Ni a un solo metro cerca de ella. ¡Nunca! — Vociferó. Theo rió.

— ¿Draco Malfoy tiene miedo?

— ¡No! — Gritó como respuesta. Los espectadores miraban atentos y en silencio.

— Entonces… — Theo extendió la mano hacia el rubio — ¿Trato? — Inquirió con una sonrisa de preponderancia.

Draco dudó un instante, pero al ver el gesto de grandeza en el rostro de su compañero de Casa, no pudo negarse. Debía aceptar su desafío y ganar. Por algo era el Gran Príncipe de Slytherin. A su alrededor comenzaron nuevamente los siseos.

Durante aquel día de clases, Draco trató de alejar tan solo un segundo la molestia que sentía y sobre todo, el asco al pensar en lo que debía hacer para ganar. El rubio se carcomió el cerebro en busca de una idea, algún plan que lo ayudara a hacer las cosas rápidas.

Cuando el Slytherin salió de unas de sus clases, pudo observar a la Gryffindor saliendo de un salón contiguo. Titubeante caminó hasta ella. Debía acercarse a la asquerosa castaña hasta lograr su cometido. Una idea vino a su cabeza en el preciso instante en el que caminaba hacia la chica. Intencionalmente, chocó con ella. Aquello era parte de su plan, pero sin siquiera sospecharlo, los dos amigos de la castaña, Ronald Weasley y Harry Potter, salieron del salón tras ella.

— ¡No la toques! — Gritó el pelinegro sacando con agilidad su varita.

— ¡Estúpido hurón! ¿Te equivocaste de camino? — Se burló Ronald con molestia.

— Pero, miren… si son la Comadreja y el Cicatrizado — Canturrió esta vez el Slytherin.

Otra cantidad de insultos se lanzaron entre ellos, mientras Hermione convencía a sus amigos de que alejarse era lo mejor. Una sanción no le vendría bien a ninguno de los cuatro. A los minutos, después que la castaña se cansó de jalonear sus túnicas y que estos se quedaran sin ofensas nuevas, partieron. Draco maldijo la existencia de Theodore Nott y sobre todo, la de esa maldita sangre sucia y sus idiotas amigos.

Durante las horas restantes de aquel día, Draco continuó pensando en lo que debía hacer. Lo único que tenía claro era que debía acercarse a ella cuando estuviese sola. De pronto, una sonrisa surcó sus labios y sin más, salió con seguridad de su habitación.

El blondo supuso donde podría estar la castaña y durante toda su trayectoria no dejaba de reírse y burlarse de ella. Cuando llegó a la Biblioteca, rió en lo bajo. Allí estaba la Gryffindor como lo había imaginado.

— Asquerosa come libros — Susurró mientras caminaba hacia su encuentro.

Mientras más se acercaba, más se daba cuenta de lo patética que era la Leona. Trataba con todas sus fuerzas no reír, pero se le hacía inevitable al mirar a semejante joven sin vida social, como el mismo decía. El rubio observó como la castaña pasaba las hojas del desgastado libro con sutileza, mientras con su mano derecha sostenía la pluma con firmeza y escribía en un pergamino frente a ella. También, logró notar como su frente se fruncía al tiempo que leía.

Draco Malfoy bufó. Granger le daba asco, pero sobre todo, lastima. Era hija de Muggles y lo único que hacía era estar en esa silenciosa y anticuada Biblioteca. El blondo a regañadientes se acercó a uno de los estantes y tomó un libro cualquiera. No se preocupó ni por leer el titulo del mismo.

— Granger — Trató de llamar su atención, pero la chica no realizó mayor gesto. Draco bufó por lo bajo — Mmm… Granger, ¿Podrías ayudarme? — Esta vez su voz sonó más fuerte y gentil en partes iguales.

Hermione logró escucharlo y dejó de mirar su libro para observarlo. Se sorprendió al ver a Draco Malfoy parado allí, justa al frente de ella. La castaña arqueó una ceja con suspicacia, mientras depositaba su pluma en el tintero.

— ¿Qué quieres, Malfoy? — La voz de la Gryffindor sonó brusca.

En realidad, Hermione Granger tampoco soportaba a Draco Malfoy. El blondo insultó internamente la existencia de la chica frente a él y la del propio Nott, nuevamente.

— Tengo una duda sobre algo que sale en éste libro — Explicó Draco tratando de sonar amable, pero la furia comenzaba invadirlo a tal punto que su mano libre había formado un puño. Hermione dudó un momento y luego habló.

— Pásamelo — Pidió extendiendo su mano.

El blondo no lograría nada entregándole el libro, así que conteniendo la respiración recorrió la mesa y se paró justa a su lado. Draco se inclinó lo suficiente hasta estar a la altura de Hermione, la cual permanecía sentada.

No era la primera vez que Draco hacia ese tipo de cosas. Él era un experto. Se acercó aun más a ella, tanto, que sus mejillas casi se rozaban. El rubio abrió el libro en cualquier página y rápidamente hizo una pregunta. Él era ágil.

La castaña estaba anonadada por la cercanía. La exquisita colonia del blondo inundó la nariz de Hermione, sin duda, era una de las más finas y caras. La Gryffindor intentó responder de forma segura la pregunta del Slytherin, pregunta que en realidad era un tanto estúpida. Solo quería saber si estaba de acuerdo o no, con lo que decía el libro. Cuando Draco habló, miró fijamente a Hermione. Los ojos grises del rubio causaron el mismo efecto que en las otras chicas. Él podía notarlo y eso lo ayudaba a confirmar que ningún era difícil. Ninguna.

— Mmm… sí, estoy de acuerdo — Respondió Hermione titubeante.

La chica desvió rápidamente la vista hacia su propio libro. La intensidad de aquellos ojos la turbaron. El rubio especuló que por aquel momento ya era suficiente.

— Gracias, Granger — Dijo y se alejó, pero a su cabeza llegó una nueva idea. Paró sus pasos de pronto y giró para volverla a mirar — Aun no he terminado el trabajo que mandó McGonagall porque tengo una pequeña duda — Draco se sintió estúpido al decir aquello, pero no encontraba nada mejor — Me pregunto, si podrías ayudarme — Su voz sonó gentil, nuevamente. Hermione, sin pensar, asintió y Draco sonrió — Nos vemos mañana — Sin más salió de la Biblioteca, mientras tras de sí, dejaba a una Hermione Granger arrepentida por haber aceptado.

Draco, asqueado, fue a su habitación y se dio un baño que duró largos minutos. Sin dudar, tiró su ropa en el cesto. Cuando se vistió y peinó su cabello nuevamente, decidió bajar, pero antes de ello, trató de tranquilizarse. Estaba muy alterado aun por culpa de la cercanía con Hermione. Se obligó a pensar que todo lo hacía por su propio bien y sin más, salió de allí. Una vez en la Sala Común Draco se sentó en uno de los finos muebles. Allí estaba Theodore.

— ¡Nott! — Exclamó haciendo gestos con la mano para que el chico se acercara. El Slytherin se sentó justo al frente de él — ¿Has logrado algo con Granger? — Quiso saber.

— ¡Por supuesto! — Aseguró y Draco se molestó. Theo no podía ganarle — Hoy me acerqué a ella — Siguió con sus falsas palabras. Tan solo hacia aquello para provocar al rubio y lo estaba logrando — ¿Y tú?

— También y te seré sincero, ha sido lo más desagradable que he hecho en mi vida — El blondo habló de forma amenazante.

— ¿Ya no quieres apostar? — Inquirió Theo con una sonrisa. Draco estuvo a punto de afirma, pero el chico fue más rápido — Ahora, serás… ¿Draco Malfoy el cobarde? — Inquirió y el rubio se enfureció.

— ¡No! Yo no soy ningún cobarde. Además, yo no dije nada de salirme de la apuesta — Gritó y Theodore volvió a sonreír.

El platinado se paró de un tirón y fulminó a todos los que estaban en la Sala Común. Theodore Nott rió por aquello y el resto de sus compañeros hicieron lo mismo. Draco se dirigió a su habitación nuevamente.

Theo estaba seguro que el rubio no conseguiría ganar la apuesta, pero por si las dudas ya tenía el dinero preparado para comprar la Saeta. Por supuesto, Theodore Nott nunca se acercaría a una sangre sucia. Ni lo intentaría, pero nadie sabía eso, tan solo él, por los momentos. Hermione Granger, ni ninguna hija de Muggles, eran de su tipo.

— Maldita seas sangre sucia — Murmuró Draco, mientras recostado de espaldas daba puños al colchón — Maldito Nott. ¡Malditos todos! — A los pocos minutos, cuando logró tranquilizarse, pudo al fin dormir.

Esa noche Draco durmió perturbado. No quería estar cerca de Hermione. No otra vez.

La Gryffindor, por su parte, estaba sentada en su Sala Común con un libro abierto entre sus piernas. Un libro que no lograba leer. La chica no podía dejar de recordar los grises ojos que la miraron de forma penetrante hace unas horas atrás.

De pronto, sus amigos, Ron y Harry se sentaron a sus costados, uno a cada lado y comenzaron a hablar de Quidditch. En ese momento, Hermione percibió un olor a flores, ladeó su cabeza un poco y descubrió que Ronald olía así. De forma disimulada, se acercó esta vez a Harry y notó que éste producía un olor a madera. A madera como las escobas, como su Saeta de Fuego.

— ¿Qué haces? — Preguntó el pelinegro de pronto. Hermione, sonrojada, pensó que había sido descubierta, así que se enderezó rápidamente.

— Nada — Dijo de forma tímida. Se sentía verdaderamente apenada. Sus amigos se miraron entre sí extrañados.

— Harry, quizás debiste preguntar ¿Qué lees? — Habló Ron con su peculiar tono de voz gracioso.

Hermione aun sonrojada, comprendió que había malentendido las cosas. Observó a Harry y le habló serena.

— En estos momentos, en realidad, no haga nada más que escucharlos. Antes, trataba de leer — Contestó de forma inteligente.

Harry y Ronald sonrieron. Cerca de ellos pasaron los gemelos y no dudaron en seguirlos, dejándola sola nuevamente.

Hermione se sintió estúpida. Aquel acto de oler a sus amigos, lo hizo, pensando en cierto rubio, en aquel olor que él transmitía. Sin haberlo notado antes, ella, buscaba ese aroma, quería volverlo a olfatear y creyó, que quizás, en sus amigos lo encontraría. Se equivocó.

Se reprochó por aquello y se obligó a leer el libro que tenía sobre sus piernas. Lo logró por pocos minutos. Derrotada, subió a su cuarto. Después de un cálido baño se recostó y no logró conciliar el sueño tan pronto como creía, ya que estaba lo suficiente cansada como para lograrlo. A su mente seguía viniendo el Slytherin. Su voz la recordaba tan viva, pero aun peor, era la amabilidad con la que le habló. Aquello aun la perturbaba.

Respiró profundo y decidió comenzar a contar los pequeños puntos en el cielo, que podía percibir desde su ventana. Esas eran brillantes estrellas.

— Uno… dos… tres… — Comenzó tratando de lograr dormir, o por lo menos, dejar de pensar y al fin, logró ambas.

Hermione logró conciliar el sueño. Logró olvidar por un momento el rostro de blondo, su olor, su amabilidad, su voz… esto, solo lo consiguió pocas horas. Su cabeza, comenzaba a jugar en su contra…

Hermione estaba parada en uno de los inmensos estantes llenos de libros, en la Biblioteca. Una Biblioteca más blanca de lo habitual, más pura hasta cierto punto.

¿Dónde está? Susurraba ésta mientras sus dedos iban señalando cada título de los libros muy bien organizados. Ella buscaba un texto específico.

El silencio en aquel lugar era agradable. Pero, ella, ella se sentía perturbada, necesitaba comenzar a leer aquel libro, que más que serlo, era una guía, donde le explicarían… donde le ayudarían a ser la mejor, en algo que nunca antes había experimentado.

Creo que esta vez, no soy yo el que necesita ayuda ¿Buscas algo?

Alguien habló tras ella. Esa voz, esa voz tan fina, tan prolija, sobretodo, tan amable, ella la conocía. Él estaba ahí, era él.

Dudosa, no realizó ningún gesto. No se movió. Su dedo, aquel que se movía frenético en los libros, ya no lo hacía, ahora yacía estático, junto a sus otros cuatro compañeros, posados en el pecho de la castaña.

Hermione siguió allí. Dándole la espalda a aquella voz que suponía era la de él. Estaba segura que era su voz.

¿Quieres que me vaya? Volvieron a preguntar.

Esta vez, sintió como sus labios se movieron involuntariamente. Percibió que sin permiso querían gritar que no.

Escuchó aquel peculiar sonido que hacían los zapatos al tocar el suelo cuando una persona caminaba. Temió. Temió que aquellos pasos sean los de él alejándose y sin pensarlo giró sobre sus pies.

Y allí, allí estaba él. Muy cerca de ella, tanto, que su respiración la sentía sobre su frente por la diferencia de alturas. Él estaba allí. Él sí había caminado, pero no a la salida como supuso la castaña, sino hacia ella.

¿Necesitas mi ayuda? Volvió a preguntar un rubio, mientras clavaba sus grises ojos en unos castaños que no perdían el tiempo pestañando. El chico, desilusionado por su mutismo, volvió a hablar Noto que tu silencio, es un no, pero debo seguir intentado Comentó con una sonrisa. La más hermosa de las sonrisas.

Hermione, no podía responder, no sabía que decir. Temía que sus palabras sonaran tan bajas y que él no pudiese escucharlas. Hermione Granger temía y sobre todo, estaba hipnotizada. No podía apartar sus ojos de aquel perfecto rostro, ni mucho menos, de aquello que la tenia seducida. Sus ojos, grises como un cielo nublado, cielo que siempre le gustaba porque sabía que luego vendría la lluvia y verla caer, escucharla mientras leía, era su mayor pasatiempo; aunque, mirar esas esferas tan plateadas como el mercurio, le ganaban a cualquier cosa.

Draco inclinó su rostro, hasta tal punto donde solo cortos centímetros separaba una nariz de otra.

¿Estás segura que no necesitas ayuda? Murmuró, mientras estampaba su cálido aliento en el rostro de la mujer frente a él. Ella, siguió en silencio Solo, dime. Dime que me vaya y lo haré Susurró y se acercó aun más, tanto, que sus narices se rozaban y aquello, no se sentía mal.

Hermione quería gritarle que se quedará y articuló sus labios, pero voz, voz no salía de ellos. Trató de intentarlo nuevamente, pero con más fuerza y no ocurrió nada. Parecía, como si él no lo notara, como si él no pudiese ver sus labios moverse, como si no pudiese leerlos. Sus ojos grises seguían igual de penetrantes y no cambiaban de objetivo, solo veían los ojos castaños, pero parecía como si no notaran el temor que existía en estos.

No es necesario que lo digas Murmuró el chico derrotado. Su voz, su voz solo era un hilillo. De la nada, hizo aparecer un libro grueso y grande sobre la mesa más cercana ¿Es esto lo que buscabas, cierto? Inquirió.

La castaña posó lo ojos en aquel ejemplar que llevaba como título… Guía para el primer amor. Sí, eso era lo que de forma frenética buscaba y él, él lo tenía bajo su poder.

Adiós Dijo sin más el blondo.

Dio un paso hacia atrás aun mirándola y ella, ella trató de moverse, de volverse acercar, pero sus pies no se movían. Su cuerpo no reaccionaba. Sus manos no cumplían con lo que ella les pedía. Quería sostenerlo, abrazarlo, gritarle que no se vaya. Pero no, no podía. Una triste sonrisa se dibujó en el rostro del rubio y sin más, desapareció.

— ¡No! ¡No te vayas! ¡Draco, no!

— ¿Qué? ¿Qué pasa, Hermione? ¿Estás bien? — Preguntas y balbuceos comenzaron a escucharse en una de las habitaciones en la Torre de Gryffindor. Las luces, una a una comenzaron a iluminar aquel lugar.

Hermione desconcertada, notó que estaba sentada en su cama, cubierta de sudor. Un sudor que formaba una capa en su frente y cuello mayormente. Miró a los lados y vio a sus amigas de cuarto observándola y preguntándole cosas que para ella solo eran bulla, ruido descomunal. Con sus manos tapó sus ojos, queriendo desaparecer, no solo de aquel lugar donde la perturbaban, donde una de sus compañeras insistía en que había mencionado a un Slytherin, al más odiado de todos y por su nombre; quería desaparecer las imágenes, el recuerdo de sus ojos, la amabilidad que aun siseaba en su odio, el sutil movimiento de sus labios al hablar. ¡Quería despertar! Estaba sumergida en una pesadilla, en su propia pesadilla, que para su pesar, comenzaba a ser, su propia vida, sus horas, sus minutos, el objetivo de sus ojos, el núcleo de sus pensamientos. Él, él era esa pesadilla.

Intentó calmarse y calmar a sus amigas. No trató de mentir, no trató de disimular que había exclamado su nombre; solo dijo, que había tenido una pesadilla, donde estaba sufriendo y él de pronto aprecia. A decir verdad, aquello era cierto. Sufrió en ese sueño, al no poder mover su cuerpo, al no poder hablar, al no poder pedirle que no la dejara.

Una vez logró que las chicas apagaran las bombillas de sus lámparas y volvieran a reconciliar el sueño, ella, trató de hacer eso ultimo. Pero, las tres horas que aun faltaban para el desayuno, las pasó despierta; sin lograr dejar de pensar en el blondo que con un solo contacto había dañado su día, su noche y el resto de su vida.

Cuando el sol comenzó a asomarse por la ventanilla de su cuarto compartido, agradeció a los cielos, que por fin, podía levantarse y mantener su mente ocupada en otras cosas que no sean las dos esferas grises que no podía sacar de su cabeza.

Hermione junto a sus amigos, fue a cada una de las clases que tenía esa mañana. Trató de prestar toda la atención a cada una de ellas y lo lograba. Eso ayudaba a dejar de lado los recuerdos de aquella pesadilla. Sin embargo, más de una vez sintió un peso sobre ella, como el de una mirada, pero no se permitía girar. No quería saber quien la miraba, temía, que quizás fuese su peor pesadilla. Aquello era absolutamente imposible, él no podía estar mirándola, se decía ella misma para calmarse.

Sin embargo, sí era él. Era el rubio el que esporádicamente la miraba a regañadientes. Muy temprano había discutido con sus amigos, había mencionado que no soportaría mucho estar cerca de Granger y nuevamente lo habían llamado cobarde. Quería ganar esa apuesta de una vez por todas, así que debía ir saltando pasos para lograr seducir a la Gryffindor. Asqueado, solo lograba verla cortos segundos, no más. Simplemente no podía observarla por más tiempo, la repudiaba y lo hacía aun más, porque ni una sola vez le devolvió la mirada, ni una y aquello era un punto menos para su juego personal, para su vanidad.

Por fin, las clases por ese día habían terminado. Hermione trató de entrar de forma silenciosa a la cálida monotonía de sus días, en donde sus amigos, las clases y los libros eran los protagonistas, no cierto rubio que como un indeseable virus comenzaba a habitar dentro de ella y lo que era peor, a reproducirse, sin permiso.

La castaña comió solo lo necesario en el almuerzo, no estaba de ánimos para degustar, ni mucho menos para entablar grandes conversaciones y allí, en el Comedor, con sus amigos, constantemente surgía una, donde ella siempre intervenía, pero hoy, hoy no.

Sin más, decidió ir a su lugar de paz, a aquel recinto silencioso que amaba tanto como a su propio hogar. Era su lugar favorito de todo Hogwarts. La Biblioteca.

Draco, en cambio, una vez terminadas las clases se había ido directo a su cuarto. No quería comer, después, si le daba hambre, buscaba la manera de alimentarse, era fácil, muy fácil lograr lo que quería y ahora, en estos momentos, solo quería ganar aquella bendita apuesta que había hecho un maldito día.

El rubio sentado en su cama cavilaba la posibilidad de no ir a la Biblioteca. De darse por derrotado por primera vez, solo por esa vez.

Para él no existía mujer difícil, como Theo etiquetó a la propia Gryffindor. Para él, solo había mujeres desagradables y Hermione Granger era la que encabezaba su lista personal. ¿Por cuánto tiempo lo llamarían cobarde? Se hacia esa pregunta más de una vez y la respuesta era fácil, poco. ¿Necesitaba una escoba nueva? Para nada, ¡Por Merlín! Era Draco Malfoy, podía suministrarle a un ejército de personas escobas voladoras de la más alta tecnología y aun así, podía disfrutar del resto de su cuantioso dinero. Así que, la única pregunta que se le dificultaba responder era…

— ¿Qué perdería si simplemente dejo a Theo ganar? — murmuró en voz alta, mientras cavilaba la mejor respuesta.

Tardó unos segundos en armar cada aspecto negativo en su cabeza. Cuando lo logró, cuando tuvo la respuesta, tomó su terminado trabajo de trasformaciones y lo hizo añicos. Resignado, salió rumbo a encontrarse con la mugrosa sangre sucia, como el mismo le decía.

Decidió seguir participando en aquella apuesta porque su fama, era mucho más importante que aquella desagradable mujer. Él era famoso, porque todo lo que quería, lo tenía; porque todas caían rendidas a sus pies y a Hermione Granger, desde que hizo la apuesta, la quería ver bajo sus redes. Quería anotar su nombre en su larga lista de conquistas. Además, todo aquello se estaba volviendo un capricho, un deseo de ver el rostro de todos, al verlo a él, al Gran Draco Malfoy con la sabelotodo culta y santona. También, podría ser al mismo tiempo, una venganza, a Potty y a la Zanahoria, aquello sin duda no le gustaría para nada y él, podría reírse de ellos en su propia cara.

Draco, más seguro que antes, caminó por los pasillos que lo llevarían hasta aquel lugar.

— Draco… ¡Pss! Draco — Escuchó que alguien lo llamaba entre susurros. Giró sobre sus pies, pero no veía a nadie. Con sus hombros hizo un gesto de indiferencia y siguió su marcha — ¡Draco! — Volvieron a llamarlo. El rubio comenzaba a cansarse — Detrás del mural — Murmuraron y el chico fijó la vista en uno de los gruesos muros que sostenían al Castillo.

Sin duda, alguien estaba allí escondido. Draco agudizó su vista y observó ciertas hebras de cabello largo y rubio sobresalir por el mural. Se trataba de una mujer. Una sonrisa se dibujó en su rostro. Miró a todos lados tratando de divisar si alguien lo miraba. Al notar el pasillo tranquilo y solitario, no dudó en dar los pasos necesarios hasta llegar allá. Quería saber de cuál de las tantas rubias apuntadas en su lista de conquista se trataba.

— Daphne Greengrass, que sorpresa — Observó con una seductora sonrisa — Pensé que estabas molesta conmigo — Señaló el chico, sabiendo que ella, era una más, que había notado que no era de nadie, que no era de una. Todas eran de él, pero él, de ninguna.

— No me interesa… — Murmuró la rubia antes de lanzarse sobre él y estampar sus deseosos labios en los del rubio. Draco, no dudó en responder — Me importa un bledo… si te besas con otras… — Le informó en las cortas pausas que hacía para respirar. Draco no pudo evitar sonreír. Otra vez, había ganado, como siempre — Solo quiero… solo quiero que me beses… que me toques…

De forma tosca, Daphne tomó la mano de Draco, aquella que desde el primer momento ocupaba un lugar en su curvilínea cintura y la posó en su muslo. El rubio había comprendido, pero él era el que jugaba. Él era el que decía que se hacía y no movió la mano. Ella, de forma frenética quería meter su lengua en la boca del rubio, pero él, no lo permitía, solo usaba los labios. Estaba jugando. En un juego siempre hay un ganador y ese era su juego, él siempre ganaba. Aquella no era la excepción.

— ¿Qué quieres decir con esto? — Draco dio fin a aquel furioso beso. La rubia respiraba entrecortadamente.

— Quiero decir, que entendí que no eres mío. Que tocas a la que se te antoja, por eso, te imploro, que anotes mi nombre en tu horario… solo te pido unos cuantos minutos del día para mí. Soy adicta a tus labios, a tus caricias… — La chica se volvió a balancear sobre él, pero éste la detuvo. Su rostro mostraba pura seriedad.

— Eso significa que… ¿No habrá más escenas de celos? — Señaló y la rubia asintió rápidamente con la cabeza, sin dejar de mirar los labios del blondo — Bien, pero… — La detuvo nuevamente, colocando sus manos en los hombros — Debes prometerme que, no hablarás de esto con nadie, muchos menos con tu hermana Astoria — Le advirtió y el rostro de la chica se alteró. Ahora, sus ojos miraban fijamente a los del rubio.

— ¿Astoria? Astoria es mi hermana, puedo contarle. Ella es de fiar, te lo prometo — Comentó pensando que el rubio decía todo aquello porque no quería que nadie se enterará. En realidad, Astoria, era otro nombre en su lista y no quería ocasionar conflictos familiares.

— No. Esa es mi única condición, si no la aceptas… allá tu — Habló y dio media vuelta.

— ¡Esta bien! ¡Está bien! No le diré nada, a nadie — Dejó claro la desesperada rubia y Draco volvió a voltearse.

— Así está mejor — Sonrió.

Colocó su mano en la nuca de la chica y la atrajo de un tirón hacia él. El ganó y victorioso disfrutaba de aquel beso, donde ambas lenguas de forma frenética se tocaban. La mano libre de Draco, rápidamente encontró oficio en el muslo de la rubia, no dejaba de ascender y descender en aquella zona.

Sin duda, Draco tenía lo que quería siempre y eso no era todo, lo tenía cuando él quería y como él quería. Él era un ganador nato.

— Debo irme — Murmuró el rubio unos minutos después rompiendo el beso.

— ¿Por qué? — Preguntó con gesto triste Daphne.

Draco la fulminó con la mirada. Él no tenía porque de darle razón de nada a nadie, mucho menos a ella.

— Tengo que terminar un trabajo — Dijo cortante.

Draco se inclinó y depositó un beso en la mejilla de la rubia. Amaba dejarlas con ansias, con deseos de más. Daphne buscó besarlo en los labios, pero él, la desvió girando sobre sus pies.

— ¡Espera! — Lo sujetó de la espalda y volvió a acercarlo a ella — Casi se me olvidaba — Susurró en su oído. Draco continuaba dándole la espalda y ella, trataba de pegarse lo que más podía a él. Daphne, del interior de su túnica sacó un presente y sin dudarlo, estiró su mano para que el rubio lo viera — ¡La corte solo para ti! — Comentó la chica, mientras Draco parpadeaba varias veces. Aquella rosa roja estaba muy cerca de sus ojos y comenzaba a fastidiar su visión. El rubio la tomó. No le gustaba aquellos escupidos gesto, pero podía soportarlos.

— Gracias — Agradeció volteándose para darle la cara — Lamento no tener algo para ti, yo no sabi…

— ¡Shhh! — Lo mandó a callar depositando un dedo en sus finos labios — Si puedes darme algo… — Murmuró de forma seductora, y volvió a unir su boca a la de él. Aquel beso duró tan poco, como un parpadear de ojos. Draco se alejó.

— Debo irme — Le susurró como excusa y partió.

Con una sonrisa de oreja a oreja Draco continuaba su camino a la Biblioteca. Amaba su vida, lo que era, lo que todos sabían que él era. Sin duda, era el Príncipe de Slytherin y de todo Hogwarts. Justo al frente de él estaba la puerta de aquel lugar contaminado por la presencia de aquella sangre sucia. El rubio volvió a pasar los dedos por sus labios para borrar cualquier resto del labial de Daphne sobre ellos.

Draco había olvidado por completo la rosa que tenia sujeta en una de sus manos, pensó tirarla, pero luego, otra idea vino a su cabeza. Con una sonrisa sutil, que escondía más que un nefasto sentimiento, respiró profundo y entró al lugar.

El rubio observó a Hermione parada frente a uno de los inmensos estantes llenos de libros. Dejando de lado el asco que sentía, la sorprendió por detrás, mostrándole la rosa que sujetaba en una de sus manos. La castaña se tensó al sentirlo. Su sueño casi se repetía en ese momento. Rápidamente giró y lo miró. Había olvidado por completo el porqué el chico estaba allí.

— Malfoy… ¿Qué haces aquí? — Draco casi bufaba al escuchar aquello, pero no lo hizo, sabiendo que no sería amable de su parte y eso podría echar a perder todo el avance de su cometido.

— Prometiste que me ayudarías con mi trabajo de transformaciones — El rubio habló suave y Hermione parpadeó un par de veces tratando de cavilar que por su propia culpa él estaba allí, frente a ella, nuevamente.

— Lo siento… — Dijo de pronto, mientras caminaba hacia su mesa — No puedo ayudarte. Tengo muchos trabajos atrasados — Mintió y Draco sabía eso muy bien.

Maldijo internamente a la castaña. ¿Cómo se atrevía a mentirle? ¿Cómo siquiera podía desear que él se fuera? Draco se acercó a la mesa. Ella no tenía el derecho de rechazarlo. No a él que siempre ganaba. No aun Malfoy.

Aquello, más que una apuesta, se estaba volviendo algo más personal. Era un enfrentamiento entre su ego y las actitudes de la Gryffindor. Su vanidad, su nombre, su todo estaba en juego y él, no podía perder todo el prestigia ganado durante años por culpa de esa Don nadie.

— Si en verdad no necesitara tu ayuda, no estaría aquí… — Susurró cerca de Hermione.

La chica cerró los ojos tratando de tranquilizar su pulso acelerado. Draco decía la verdad, Hermione lo sabía, pero no sabía la verdadera ayuda que el rubio necesitaba. La castaña, aparte de ser muy inteligente, era una muy buena persona. Le gustaba cooperan con los demás. Neville Longbottom siempre decía que ella era una chica de un corazón enorme. Siempre lo ayudaba, así que… ¿Por qué no ayudar al blondo que la necesitaba?

— Está bien. Toma asiento — Pidió y así Draco lo hizo, tratando de ocultar su sonrisa de triunfo. Él había ganado, nuevamente.

Los minutos pasaban muy lentos para el blondo. La cercanía comenzaba a molestarlo, tanto, que sentía una fuerte comezón en su piel. Durante aquel rato en la Biblioteca había comprobado que Hermione Granger le producía también alergia, aparte de asco. Sin embargo, la castaña no se sentía incomoda. Más bien, era agradable ayudar al chico, aunque se preguntaba por qué éste actuaba de esa forma.

Hermione le explicaba a Draco lo que debía hacer en el trabajo y él lo hacía, de vez en cuando cometía un error para que ella volviera a explicarle. Pasó casi una hora y Draco no lo soportó más, terminó rápidamente el trabajo con mucha facilidad, ya que anteriormente ya lo había hecho y lo había destruido en mil pedazos.

El blondo le agradeció su ayuda y ella le sonrió animada. Sin más, Draco escapó de aquel lugar contaminado. Literalmente, corrió a su habitación mientras con sus uñas trataban de cesar la comezón en el brazo que estuvo más cerca de la Gryffindor. Cuando llegó a su cuarto, cerró la puerta de un tirón y se metió al baño.

— ¡Qué asco! — Exclamó mientras el agua comenzaba a mojarlo desde la cabeza hasta los pies.

El rubio estaba molesto. Quería terminar todo de una vez, pero para lograrlo debía soportar un rato más a la insufrible sabelotodo. A pesar de su asco y repugnancia, estaba dispuesto a soportarlo, tan solo para seguir siendo el Slytherin más respetado por todos.

Después de aquella tarde en la Biblioteca, esa rosa que Draco el había obsequiado se había vuelto muy importante para Hermione. La guardó en un cajón en su cuarto y se permitió, al menos esa noche, soñar con el blondo.

Al día siguiente, Hermione se veía más animada. Draco, por su parte, más ansioso; quería besarla de una buena vez, pero debía ser en público. Sus amigos debían ver ¿Qué mejor prueba que esa?

Ambos fueron a sus clases normalmente y Draco miraba a Hermione cada cierto tiempo y ahora, ella le devolvía aquel gesto, hasta se permitía sonreír de forma disimulada. Draco estaba más que asqueado. Theodore notó aquello y se burló internamente de su amigo.

Cuando salieron de aquella clase, el rubio buscó la manera de topársela en el pasillo, nuevamente. Cuando la encontró y notó que sus amigos la habían dejado sola, se acercó.

— ¡Granger! — La llamó.

La chica giró y le sonrió tímidamente mientras sujetaba con fuerza los libros que llevaba en ambas manos. La castaña y él entablaron una conversación sin sentido, donde no había un tema específico, tan solo pasar tiempo agradable por parte de Hermione y adelantar pasos por parte Draco.

— Tienes… tienes algo en tu mejilla — Señaló Draco de pronto y Hermione se sonrojó mientras con una mano se limpiaba.

— ¿Listo? — Quiso saber.

Draco no respondió, tan solo se acercó y limpió con su dedo un lugar que siempre estuvo limpio. Hermione se puso muy nerviosa, tanto, que Draco logró notarlo. Las mejillas de la castaña se sonrojaron y el rubio sonrió.

— Ya está lista — Pensó.

Draco se despidió de Hermione con un gesto con la mano y sin más salió de aquel lugar. El rubio sonreía. Ya estaba por cumplir con su cometido, mientras Hermione miraba como él se alejaba con nostalgia. La castaña suspiró y siguió con su camino hacia la Biblioteca.

El día siguiente, Draco se había levantado muy temprano. Quería prepararse mentalmente antes de hacer cualquier cosa. Quería buscar la manera de dejar la repugnancia y concentrarse en su único fin. Poco a poco lo conseguía. Aquella mañana el blondo fue a cada una de sus clases sin mayor percance.

En la tarde, se animó a buscar a Hermione. Quería terminar de una vez por todas con todo aquello. Fue a la Biblioteca y no la halló. Fue al Comedor, se acercó a la Torre de los Leones y tampoco dio con ella.

— El jardín… — Pensó y sin más se dirigió a los terrenos del Castillo.

Cuando atravesó la puerta del Colegio, aparte de mirarla, sintió una fría ráfaga de viento pasar cerca él. El clima era templado, gracias al sol que iluminaba en los cielos. La castaña estaba sentada en un árbol que se encontraba a metros de distancia de él. La chica disfrutaba de la sombra de aquel frondoso arbusto, mientras leí aun libro abierto entre sus piernas encorvadas. El rubio rió mientras giraba sobre sus pies. El Slytherin se dirigió a su Sala Común.

— Theo — Draco llamó a su compañero de Casa, el cual estaba junto a otros estudiantes.

— ¿Y esa sonrisa, Malfoy? — Inquirió el chico y el rubio rió.

— Hoy es el día — Simplemente dijo, mientras hizo un gesto con la mano para que lo siguieran.

Nott, Goyle, Crabbe, Zabini y otros cuantos Slytherin siguieron al rubio que los guiaba hasta los terrenos. Con un dedo en los labios pidió que callaran sus murmullos y risas mientras el contenía la suya propia.

— Quédense aquí… — Susurró mientras señalaba un arbusto que haría un excelente trabajo de escondite.

Hermione desconocía todo lo que ocurría cerca de ella, ya que estaba verdaderamente sumergida en las líneas de aquel libro. Además, estaba muy contenta y animada, ya que el sol brillaba mucho más para ella. Así lo sentía, a pesar de estar refugiada bajo la sombra de un árbol.

Draco pasó sus manos por sus cabellos y caminó rumbo al encuentro de Hermione. No dijo nada. Simplemente ocupó el lugar vacio junto a ella. Odió sentarse en aquella grama y aun peor, recostar su espalda a aquel asqueroso tronco. Pensó que luego de aquello debía perderle a su madre unas cuantas túnicas nuevas.

Hermione notó la presencia del rubio justamente cuando éste se sentó a su lado. La castaña sonrió aun más animada que minutos antes.

— ¿Qué lees? — Preguntó el rubio sin rodeo. Su voz fue amable.

Hermione comnezó a palticarle sobre aquel libro de Runas Antiguas con fascinación, mientras él no perdía oportunidad de acercarse. La castaña notaba aquello, por eso comenzó a sudar en frio. Se obligó mentalmente a volver a concentrarse en su libro, pero no lo conseguía. No podía hacerlo teniéndolo tan cerca.

— Hay… hay algo que quisiera decirte — La voz de Draco sonó temblorosa. Más por las dudas que por los nervios que Hermione pensaba que él sentía al igual que ella.

La castaña miró fijamente sus grises ojos. No pudo evitar sentirse jubilosa. Una emoción comenzó a recorrer su cuerpo como una corriente eléctrica. El rubio pudo observar un brillo distinto en los ojos de la Gryffindor y también notó, como su labio inferior tembló suavemente cuando él se acercó aun más.

— Yo… — El blondo no podía ni siquiera fingir que le atraía, por eso, no podía pronunciar el resto de aquella oración.

— Yo también,… yo también quiero decirte algo… — Lo sorprendió la castaña con aquella intervención — Me estoy enamorando de ti… — Su voz fue a penas un susurro.

Draco, nunca en su vida le había dicho a alguien que lo amaba. Él estaba muy acostumbrado a escuchar cosas como la dicha por la Gryffindor, pero aquello fue tan patético para él que no pudo evitar sonreír. La genuina Hermione pensó que él lo hacía porque sentía lo mismo, pero no, él sonreía porque había ganado. Otra vez Draco Malfoy había ganado.

El rubio respiró profundo tratando de darse ánimos, mientras con una de sus manos tomaba el mentón de Hermione suavemente. Aquel roce hizo que una expansiva oleada de calor golpeara a la castaña y otra de repulsión al rubio.

Draco se acercó con suavidad y antes de llegar a los labios de la chica frente a él, notó como ésta cerraba los ojos dejándose llevar por lo que comenzaba a sentir. El blondo unió sus labios a los de ella en un beso muy suave. Más que un beso, aquello fue un roce de labios que Hermione disfrutó a más no poder. Ese era su primer beso.

El rubio sin pensar en sus actos y olvidando por un instante de quién se trataba, liberó aquellos carnosos y cálidos labios, para descender por la recta que era el cuello de la castaña. Con cada roce la estremeció.

Los labios rozando su cuello, los dedos tocando su mentón y sus labios tibios por el contacto anterior, hacían sentir a Hermione plena.

A los pocos segundos, el rubio escuchó los gritos dentro de su cabeza y se despegó de la chica de forma tosca. Su cabeza gritaba que era la sangre sucia.

— Debo irme… — Habló sin más y se alejó con paso presuroso de aquel lugar.

Hermione desconcertada, sintió un gran vacío al verlo partir y no solo eso, se sintió muy mal. Él la había dejado sola después de aquel beso que había sido magnifico para ella.

Los Slytherin escondidos, después de unos segundos siguieron el mismo camino que siguió Draco, aquel que los llevaría a las mazmorras.

El rubio entró en su habitación y se dio una larga ducha, pero antes, tiró su túnica y el resto de la ropa que llevaba puesta. El chico enjuagó su boca y cepilló sus dientes varias veces.

— Maldita Granger — Murmuró mientras se miraba en el espejo de su baño.

Su cabello caía alborotado por su frente y su rostro estaba todo empapado por el agua. Sentía sus labios tibios aun, y eso le molestaba. Draco había sentido un extraño cosquilleo que comenzó desde sus labios y terminó recorriendo todo su cuerpo. Por eso, odió aun más a Hermione. Sin duda, aquello que había sentido no le había gustado para nada. Sabía que había ganado y debía enfocarse solo en eso.

Draco se colocó una de sus túnicas y peinó su cabello. El chico sonrió sabiéndose victorioso, mientras bajaba a la Sala Común. Él, muy bien sabia que todos sus amigos estarían allí y debían estarlo para recibir al gran vencedor.

Theo y varios de los Slytherin estaban recostados sobre una de las paredes que conformaban la Sala Común. Nott tenía sujeta en una de sus manos la nueva Saeta de Fuego que desde ese momento era propiedad del rubio. Con días de anticipación, Theodore la había pedido a sus padres y allí estaba.

Los Slytherin comenzaron a felicitar a Draco, pero más que congratulaciones y sonrisas comunes, aquello parecían burlas. Draco no le prestó atención, tan solo se acercó a Theodore con una sonrisa de triunfo y superioridad dibujada en sus labios.

— Espero que haya quedado claro que soy el mejor ¿O no, Nott? — Inquirió tomando la Saeta de un tirón.

— Así es, me has ganado — Canturreó el chico y varios de los Slytherin presentes rieron.

— ¿De qué se ríen? — Preguntó el blondo comenzando a molestarse.

— Me imagino lo asqueado que estás… — Theo hizo una mueca con su cara un tanto chistosa — ¿De verdad creíste que la iba a besar? — Inquirió de pronto. Draco y el resto permanecieron en silencio — Estás muy mal Malfoy, si siquiera aquello te pasó por la cabeza — Dijo sin más y subió a su cuarto.

Draco molesto lanzó la escoba a un lado y dando grandes zancadas se acercó a Zabini. Tomó al chico de forma ágil de su túnica

— ¡¿A qué se refiere? — Gritó en el rostro del moreno.

— Él… él… — El chico titubeó y el agarre de Draco se hizo más fuete — Él nunca intentó besar a la sangre sucia — El blondo abrió los ojos de par en par al escuchar aquello.

— ¿Por qué? — Su voz sonó fuerte, pero no tanto como al principio.

— Que estúpida pregunta — Habló esta vez Pansy Parkinson. La chica estaba sentada en un sillón, muy cerca de donde se disputaba aquella escena. Todos la miraron y Draco casi la mataba con la mirada. El rubio soltó a Zabini con un movimiento brusco — Es obvio… ¿Quién sería capaz de besar a ese engendro? — Preguntó con asco — Veo que solo tu — Comentó y rió.

Varios Slytherin hicieron lo mismo que ella, mientras Draco los fulminó con la mirada. El rubio comenzó a insultar a todos sin orden, ni consideración. Después de unos cortos minuto los chicos lograron callarse.

El Príncipe de Slytherin subió a su habitación mientras seguía maldiciendo. Se sentía aun más asqueado que antes. Se habían burlado de él. ¡Malditos imbéciles!

Draco no podía creer lo que le había pasado. Sin embargo, Hermione, sentada aun bajo la sombra del frondoso árbol, sentía que explotaría por la dicha que sentía. La castaña no dejaba de suspirar al recordar lo que le había pasado.

Durante la noche de ese día. Draco no dejó de pensar en alguna forma de callar a todos sus amigos. Después de varios minutos de reflexión lo había conseguido, y al siguiente día lo pondría en práctica.

Cuando Draco abrió los ojos a aquel nuevo día. Se vistió más animado. A cada instante trataba de darse ánimos y por supuesto, de no recordar lo ocurrido con la castaña. Aun sentía el cosquilleo en sus labios, aunque lo ignoraba de forma rotunda. Cuando el rubio estuvo listo, bajó a la Sala Común y agradeció que sus amigos estuvieran allí. Sin dudar se acercó a ellos.

— ¡Está bien! felicidades Theo. No pensé en eso — Comentó, mostrando cierta debilidad — Pero, tú mismo dijiste que, ella era la más difícil y lo conseguí con mis encantos. Soy mejor que tu — Todos comenzaron a abuchear a Theodore.

— Bien, digamos que tienes razón — Habló esta vez Nott y todos lo miraron perplejo — Yo escojo detenidamente a quien besar — Espetó con sorna y Draco rió de forma irónica.

El rubio dio por terminada aquella conversación. Estaba furioso, pero no quería demostrádselo a ellos. Él y sus compañeros caminaron en grupo hasta el Comedor. Draco caminaba adelante como el cabecilla que era.

Cuando los chicos pretendían cruzar la puerta del Comedor se toparon con cierta castaña que traía unos libros firmemente sujetos en sus manos y una estúpida sonrisa en sus labios.

— Draco… — Susurró aun más feliz. El rubio también sonrió de forma torcida y la chica pensó que era por ella. ¡Qué ilusa!

— ¡Mira a quien tenemos aquí, Malfoy! — Habló esta vez Theo, colocándose a su lado. Hermione borró la sonrisa de su rosto cuando escuchó al Slytherin.

— Sí, es la asquerosa sangre sucia come libros. Lo supe desde que su asqueroso olor comenzó a impregnar mis fosas nasales — Habló de forma desdeñosa y sus amigos rieron. Hermione no podía creer aquello que sus oídos escuchaban, ni los gestos de desagrado que sus ojos habían visto en el rostro del rubio. Sus castaños ojos comenzaron a humedecerse sin permiso — Gracias Granger. Fue fácil ganar la apuesta — Comentó Draco.

— ¿Apuesta?… — Murmuró Hermione con un hilo de voz, mientras una solitaria lágrima acompañaba aquellas palabras.

— Todos creyeron que eras del bando de las difíciles… — Rió — Pero para mí, no fue nada complicado — Dijo y sin más continuó su andar, mientras él y su bando reían.

Hermione no podía creer aquello. Aun perpleja obligó a sus pies moverse. Quería correr de aquel lugar y agradeció poder hacerlo. La Gryffindor fue directo a su cuarto, sin importarle que varios estudiantes la observaron cuando pasó por sus lados.

— ¡Él me mintió! — Exclamó mientras su rostro se empapaba aun más de lágrimas. Su corazón estaba más que destrozado. Estaba tan herida. Tan herida por la culpa de aquella serpiente — Cada palabra, la amabilidad, las ayudas que solicitaba, ¡Todo era mentira! Él no me amaba. Era falso, todo era mentira — Susurró y revoltosas lágrimas continuaron saliendo de sus castaños ojos sin mayor brillo que el producido por aquella humedad — ¡Una apuesta! ¡Un maldito juego! — Lloró.

Su primer beso, uno de sus más grandes tesoros, se lo había arrebatado aquel hombre que insinuaba sentir cosas por ellas, cosas falsas que ella creyó. Pero, aun peor, su corazón, su corazón estaba destrozado por el mismo hombre. Todo era mentira, desde las caricias, las sonrisas, hasta aquel nefasto beso. Se odió, se odió internamente por haber pensado que aquel había sido el beso más perfecto. Se había arrepentido de haber soñado con su futuro y haberlo colocado a él, junto a ella… tomando su mano.

Se odió por haberse estremecido con aquellas falsas caricias. Se odió por haber perdido aquel juego, aquel juego que había creado el mismo Draco Malfoy. Que desdichada se sentía. ¿Cuándo había caído en sus redes? ¡¿Cómo?

El Slytherin era un experto en aquello de la seducción. Usaba las palabras perfectas en el momento indicado. Palabras que no tenían valor, un simple capricho, uno más del rubio. No la amaba, nunca la amó, como la ilusa de Hermione se había creído. Ahora, era una más que lo amaba. Otra del montón.

— ¡Me quiero morir! — Lloriqueó sintiendo un ardor insoportable en sus ya enrojecidos ojos.

Nunca antes había sentido ese dolor en su pecho, aquel que no permitía que el aire transitara hasta sus pulmones. Sus mejillas estaban tan rojas y cálidas que parecía enferma. Sus ojos, habían perdido el brillo de siempre, ahora, ahora estaban inundados, produciendo la peor calidad en visiones. Aquella mujer acostada boca abajo en su cama, no parecía ser ella. No podía ser Hermione Granger. Lamentablemente, sí era. Estaba destruida. Sin saber, jugaron con ella y la vencieron, pero en este juego no había un botón de Volver a jugar para tomar revancha. No, ya todo estaba hecho.

La cabeza de Hermione comenzó a proyectar las imágenes que había atesorado del rubio, las mejores… la de sus ojos; aquella donde estaban tan cerca ambos, que sus alientos se volvieron uno solo; estaba otra, otra imagen que mostraba un objeto que se había vuelto su tesoro personal.

Bruscamente se estiró en la cama todo lo que pudo para abrir uno de los cajones de la mesita de noche que estaba más cercana a ella. Allí estaba aquel objeto, era una rosa, una rosa roja, símbolo de amor, amor que nunca existió. No de parte del rubio.

— ¡Falsa! ¡También era mentira! — Gritó mirando la rosa. La tomó con manos temblorosa y la tiró al piso, lejos de ella. Para la castaña, una parte de él estaba en aquella flor. Aquella era una maldita rosa roja — ¡Merlín ayúdame! — Suplicaba dolida — ¡Ayúdame a olvidar! Ayúdame a creer que solo fue una pesadilla, la peor… — Murmuró y el llanto y los sollozos no cesaron.

Para su alivió. La habitación estaba vacía y lo estaría por unas cuantas horas más. Sus compañeras comenzaban a ocupar sus puestos en la primera clase de aquel día y ella, Hermione Granger, por primera vez iba a faltar. Faltaría porque tenía el corazón destroza, pero sobre todo, porque no quería ver al culpable de aquello.

— Lo de la apuesta no estuvo tan mal — Pensó Draco después de todo, ocupando su lugar — Todos alardeaban de que era la chica difícil de Hogwarts y les callé la boca — Continuaba con sus reflexiones mientras le regalaba una sonrisa a una estudiante de Hufflepuff que le había guiñado el ojo.

— ¿Y Hermione? — Alguien preguntó cerca de él. Aquel nombre hizo que saliera de sus reflexiones de forma brusca.

— No lo sé, ya debería estar acá — Respondieron. Draco, por las voces supo que se trataban de la Comadreja y el Cicatrizado.

Sus ojos, sin permiso, ni premeditación, se fijaron en el lugar que siempre ocupaba Hermione Granger. Hoy, como nunca antes, estaba vacío. Una arruga se dibujó en su frente. Aquello era muy extraño.

La clase había dado inició y el puesto continuaba desocupado. Draco, no podía apartar sus ojos de aquel lugar y la línea en su frente, se había transformado en tres muy bien pronunciadas.

La Gryffindor no había bajado al Comedor en ninguna oportunidad. Ningún estudiante había visto a la castaña durante ese día. Ni sus amigos y estos comenzaban a preocuparse. La Biblioteca estaba solitaria, hoy más que cualquier otro día. Su cama estaba desordenada y una rosa, visiblemente pisada, yacía en el suelo. Sus libros permanecían esparcidos en una de las mesadas ubicada cerca de su cama.

Aquello era alarmante. Para poner las cosas peor, ni un solo profesor la había visto; solo Madame Pomfrey…

CONTINUARÁ…


Muchísimas gracias por la nueva oportunidad(:

Primeramente, esto había sido ideado como un One-Shot, pero como escritora y amante de esta pareja no podía permitir que las cosas quedaran así. Ideé unos capítulos más y formé esta historia. Calculo que serán 15 o 16 en total.

Este Fic aun no está listo, pero sí muy avanzado, por eso quise dárselos a conocer.

Importantísimo: Cada capítulo está basado en una canción y no solo eso, llevará como titulo el nombre de la misma. El primer capítulo se llamó Él me mintió por la canción de Amanda Miguel. Si gustan, los invito a escucharla.

Bien, lo más seguro es que el siguiente capítulo éste publicado el próximo sábado.

Nuevamente, GRACIAS.

Si desean, cuéntenme en un Review que les pareció éste primer capítulo. Acepto sugerencias y cualquier tipo de cosas, pero recuerden usar un lenguaje cordial(:

Lectores, los quiero mucho, siempre recuérdenlo y por cierto, lo extrañé demás:')