Quiero tenerte dentro, acariciar cada centímetro de tu piel… Quiero sentir la carne de tu polla dentro de mi boca y hacer que te corras en ella- Blaine estaba más que caliente con las palabras del chico al otro lado de la línea. Esos momentos eran los pocos en los que no podía pensar en trabajo. El maldito trabajo.

-Sigue hablando..- Dijo el moreno en un susurro con la voz grave y excitada.

-Oh.. Si... córrete, imagina que tengo tu polla en mis manos y la aprieto suavemente, mis manos van de arriba hacia abajo en ella, mis ojos están cargados de lujuria, solo te quiero a ti, aquí… Vamos... córrete, necesito eso para mí...- Blaine tenía los ojos cerrados e imaginaba todo lo que el chico al otro lado de la línea le decía, llego al clímax y con un suspiro de su parte y un gemido bastante masculino se corrió en su propia mano.

El castaño al oír eso sonrió, no era la primera vez que el jefe de las empresas Anderson llamaba a su extensión y se corría solo de escuchar su voz. Sebastián Smythe se divertía hablándole sexy a los hombres que llamaban a la línea, cumpliendo sus fantasías, lo que nadie nunca les había dicho en el oído, el lo hacía.

Blaine colgó el teléfono y decidió darse una ducha, ese DIA en particular había sido agotador y lo único que deseaba era relajación y distracción. Estaba cansado de no poder encontrar una pareja con la cual estabilizarse, pero como lo haría si todo el tiempo estaba en el trabajo? El único que llamaba la atención era su secretario, Kurt Hummel. Aunque el chico tuviera 21 de edad, estuviera haciendo sus prácticas y fuera menor que el por 6 años, algo tenía que llamaba su atención. Y no era solo ese increíble trasero que se cargaba con los pantalones ajustados que llevaba todos los días a la oficina, si no que había algo más, algo que hacía imposible despegar su vista del joven. Pero aun no sabía que era.

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En el departamento de Sebastian Smythe, un castaño oji-azul estaba mirando la televisión ya en su cama, eran las 3 A.m. y su prometido no llegaba, no le agradaba el trabajo que este se había conseguido pero necesitaban dinero para vivir juntos y el salario de secretario no les daba para mucho.
Se escucho la puerta de la entrada, unas llaves caer en un recipiente y pasos.

-Hola Kurt- Dijo Sebastian dejando su chaqueta café de cuero en una silla de la habitación y acercándose a Kurt para besarlo, el pequeño le correspondió rápidamente y se acostó dándole la espalda.

-Que pasa?- Dijo el castaño obviamente desconcertado, Kurt resoplo y dijo aun dándole la espalda

-Pasa... que siempre estás en tu trabajo y yo en el mío. Pasa que casi no nos vemos, y cuando lo hacemos es en mis horas de comida porque no trabajas en el día, o a esta hora y solamente para tener sexo. Pasa que se supone que estamos comprometidos y ni siquiera me preguntas como estuvo mi día, pasa que no quiero que sigas trabajando en esa operadora. Eso pasa.- Kurt suspiro y abrazo la almohada que tenía consigo.

Sebastian lo miro torciendo el gesto e intento acercarse al soprano, pero este se alejo con un movimiento de cadera, obviamente molesto.

-Kurt... yo..- No sabía cómo replicar, el trabajo le gustaba, pero también amaba a su prometido.

-Sebastian... creo que es mejor que dejemos esto de lado- Se levanto y con un rápido movimiento se quito el anillo dejándolo sobre la cama- Es todo... no quiero saber más de ti hasta que me digas que has dejado ese trabajito tuyo.- Aun dándole la espalda se paro y comenzó a ponerse un pantalón y una chaqueta de marca del closet.

-Kurt.. Kurt, no me hagas esto por favor- Le toco un hombro cuando se estaba poniendo la chaqueta, pero Kurt lo evadió bruscamente y camino hacia la entrada- Vendré mañana por mis cosas, en la tarde... cuando no estés aquí. -Le dirigió una última mirada al castaño que lo miraba tristemente y salió tomando las llaves de su camioneta.

Al salir no quería hacer nada que no fuera manejar por horas y tal vez llegar a la casa de su padre, donde ahora era la casa Hummel-Hudson.

Kurt había pasado lo que restaba de la noche en un hotel, no había podido arreglarse como era debido y aun llevaba la ropa que se puso la noche anterior así que estaba un poco de mal humor. Aun así, fue a su trabajo a primera hora, marco entrada con la recepcionista del edificio

-Que hay, Hummel?- Se acerco Vladimir, otro chico gay que trabajaba ahí y le hablo con tono meloso, ya que Kurt no estaba de buenas, se imaginaran…
-Vladimir, vete- Dijo casi sin mover los labios y buscando unas hojas para el Sr. Anderson.
-Ush, que humor… Parece que alguien no se levanto con el pie derecho hoy- Vladimir puso los ojos en blanco y se dio vuelta yéndose de ahí meneando las caderas hasta su lugar.
La chica que estaba a un lado de el, Rachel Berry, le sonrío.

-Vamos Kurt, que tienes?- La chica era su mejor amiga, al principio, cuando Kurt comenzó a trabajar ahí se caían muy mal, ella le tenia envidia por ser el secretario del presidente y ademas, por ser el que mejor cantaba.

El soprano suspiro mirando a la chica.
-Me pelee con Sebastian- Dijo con la mirada gacha, Rachel se tapo la boca con las manos y el chico le mostró la mano. –Le deje el anillo de compromiso en la cama y me fui a un hotel, no sabes lo mal que me siento…-A Kurt se le cristalizaron los ojos.

-Lo quieres, cierto?- Kurt solo asintió levemente –Pero tanto tu como yo sabemos que no soportaba su trabajo ahí… de eso- Ahora fue el turno de ella el de asentir lentamente con la cabeza.
-Ven, Kurt. Tengo algunas cosas en mi bolso que te pueden ayudar a mejorar tu aspecto. Se nota que no esta tan trabajado como de costumbre- Ella se levanto y le tendió una mano, el la tomo y se fueron hasta el baño de chicas.

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Se hicieron las cuatro, las cinco y las seis de la madrugada, pero Sebastian no podía conciliar el sueño.

-Donde estas Hummel? Donde estas?- Daba vueltas por la habitación, la sala y la cocina mirando el anillo en su mano y el anillo de Kurt en la palma de la otra. Necesitaba encontrarlo. Iría a trabajar? No podía molestarlo en su trabajo, ademas... El sabia que su cliente nocturno era el dueño de las empresas Anderson. Y si el hombre reconocía la voz? Y si sabia que era el?

Necesitaba saber donde estaba Kurt.
No respondía el teléfono y le mandaba directamente al buzón. O lo tenia apagado o simplemente rechazaba sus llamadas. Aunque ahora que lo pensaba bien, el tenia razón, es decir.. solo se miraban para tomarse un café juntos y en las noches después de que Sebastian llegaba de el trabajo tenían sexo, ya que el venia caliente de tanto hablar con los hombres. Ahora todo era una mierda.

Se decidió al fin a las 9 A.m., iría al trabajo de Kurt y hablaría decididamente con el.

Tomo las llaves de su auto al salir, cerro la puerta y salio directo hacia donde Kurt trabajaba.

-Ya no quiero estar con el, Rachel... el. me golpea- Dijo Kurt entre sollozos y entre los brazos de la castaña, ella lo abrazo mas fuerte lo que hizo que el soltara un gemido bastante quedo.
-Tengo lastimado el brazo, Rach... No quiero que nadie me vea así- Kurt se levanto de el suelo donde estaban y se miro al espejo limpiándose las lagrimas.

Manejo a toda velocidad, estaba cada vez mas alterado. Eso no se tenia que quedar así, Kurt tenia que escucharlo. Si no regresaba con el, no iba con nadie... Tenia que oír lo que tenia que decir...

Kurt y Rachel salieron del baño ya calmados y listos para trabajar cuando escucharon que alguien gritaba tras una puerta.
_Joven, no puede pasar! Tiene que tener cita!- La voz de una mujer sonaba alterada, entonces le respondió una voz masculina ya casi entrando a la puerta.
_Al carajo con las citas, quiero ver a mi prometido!- Kurt se puso blanco, era la voz de el, no había duda.

Se abrió la puerta estruendosamente dejando ver a un Sebastian bastante alterado y con los músculos tensos, se acerco hasta Kurt y lo tomo del brazo lastimado.
-Kurt, nos vamos a casa!- Kurt grito ante la agresión e intento zafarse sin éxito, el mayor era mas alto que el.
-Sebastian! Me estas lastimando!- Gimió Kurt, ya casi llegaban a la puerta y por mas que Kurt se resistía, Smythe no lo soltaba.

-Que esta pasando aquí?- Se escucho una voz desde detrás de ellos, y al darse la vuelta, Kurt topo su mirada con los ojos avellana de su jefe, obviamente disgustado.