La Navidad estaba realmente cerca, solo faltaba un día. Y para celebrar la víspera navideña, por primera vez Nino y Alya decidieron pasar esa noche juntos. Estarían en casa de la morena, con la familia de ésta.

Al principio todo era un ambiente muy dulce. Nora le leía historias navideñas a las pequeñas gemelas, ellas estaban felices. Los padres de Alya colocaban la mesa, él quiso ayudar, así que estuvo solo con ellos.

—¿Sabes cocinar? —le preguntó repentinamente Otis.

—La verdad no soy muy bueno —respondió con sinceridad.

—Mm... —el rostro de Otis demostraba seriedad. Nino se sintió nervioso.

—Seguramente sabe preparar galletas tan buenas como las mías —Marlena le ofreció una galleta, él la tomó con desconfianza, pero la comió.

—¡Es deliciosa! —exclamó con felicidad. Aunque tenía la boca llena, eso hizo reír a Marlena, pero a Otis no le agradó. Nino trago saliva con incomodidad, estaba arruinando todo —. Yo jamás podría preparar algo así de bueno.

—Claro que puedes —Marlena palmeó el hombro de Nino y le pidió que lleve las galletas.

Nino obedeció. Inmediatamente las gemelas corrieron y quisieron tomar todas las galletas, solo que él lo evitó.

—¡Niñas, no molesten al delgado! —gritó Nora —. Además, a Santa no le gusta que coman galletas.

—¿No le gusta? —preguntaron ambas con horror. Nora evitó reír de la expresión de miedo presente en el rostro de las pequeñas.

—A Santa tampoco le gustan las mentiras —interfirió Alya recordando la mentira de Nora. Ahora sí que Nora rió abiertamente.

—Debes tener más espíritu —Nora abrazó con todas sus fuerzas a su pobre hermana.

Nino se arrodilló un poco para hablar con las pequeñas.

—A Santa no le gusta que las pequeñas sean traviesas —les informó —. Solo pueden comer galletas si sus padres les dan permiso. Si no, entrarán

Ellas asintieron y con todo el pesar del mundo, se alejaron de las galletas.

La cena fue algo incómoda para Nino, él se sentía como en una entrevista. Además, las miradas de Otis eran bastante extrañas, parecía estar analizando cada uno de sus movimientos. No tenía ganas de comer, eso era demasiado para el pobre moreno.

—No cocina... —escuchó el susurro de Otis.

—No hablen mal del debilucho —Nora levantó la voz —. Él cuida bien de Alya, puede ser un debilucho, pero la ama —lo defendió y le guiñó el ojo.

—¡Cuenta buenos cuentos navideños! —gritó Etta.

—Y compra helados a escondidas —exclamó Ella.

Alya tomó de la mano a su novio y apoyó su cabeza en su hombro.

—Nino es un excelente chico y lo amo tal cual como es —inesperadamente Alya besó en los labios a su novio, él correspondió. Todos observaron sorprendidos la escena, eso fue algo realmente inesperado.

Cuando se separaron, Nino estaba más sonrojado que nunca. Alya rió de modo tierno.

—Mm... —Otis llamó la atención de toda la mesa —, no digo que seas un mal chico —aclaró él —. Es solo que es una tradición familiar que el padre moleste al novio de su hija —guiñó su ojo.

—¡Otis! —Marlena le dio un leve empujón.

—¿No recuerdas como era tu padre conmigo? —preguntó a punto de reír, ella tapó su rostro mientras reía —. ¡Ese hombre parecía un Sargento! ¡Dios! Pensé que me comería vivo.

Todos en la mesa rieron.

—Gracias por estar aquí —susurró Alya en el oído de su novio y luego besó su mejilla con completa ternura, lo amaba con todo su corazón.