El último Horrocrux
Prólogo
En sus recuerdos, ella era muy pequeña cuando vió por primera vez aquellos ojos rojos. Era como tener un monstruo personal todos los días. Los monstruos, en la memoria de Pansy Parkinson, no se esconden en los armarios...caminan a tu lado sin ningún miedo. Si la morena de ojos verdes cerraba los ojos, podía recordarse jugando con una varita de mentira frente a un sillón de cuero negro. El suelo grisáceo reflejaba su rostro; la inocencia plasmada en cada movimiento suave de su mano. Tras ella, cruzado piernas y vistiendo su túnica negra, estaría Lord Voldemort. Sus ojos rojos como dos gotas de sangre fijos en la puerta a lo lejos.Si Pansy Parkinson se concentraba, podría recordar la decoración del lugar. El techo era muy alto, el salón era extenso y habían varios ventanales cubiertos con cortinas negras. En el techo, colgaba un enorme candelabro con siete velas. La morena misma las había contado en más de una ocasión. Un poco más de concentración y podía oler el fuego que desprendían los trozos de madera al ser consumidos por el fuego de la chimenea. Además, recordaría el frío...ese lugar siempre estaba frío aun cuando la chimenea estuviese ardiendo.
-Me llegó esta carta.- susurró la morena de once años. Enormes ojos verdes fijos en los ojos rojos de Voldemort. Su cabello negro, cayendo como una cortina enmarcando su rostro. Una túnica negra cubría su ropa, era la misma túnica que vestía el mago oscuro, pero hecha a su medida.
-¿Hogwarts? Hablamos de que irías a estudiar a Rusia.- le recordó el mago tomando la carta de Hogwarts. Sus ojos rojos repasando las letras antes de que esta comenzase a consumirse en su mano. La pelinegra observó como el fuego destruía la carta hasta que esta se escurrió en forma de polvo por entre los dedos del que no debe ser nombrado.
-Solo le informaba...- susurró la pelinegra, omitió la palabra papá porque la última vez que le llamó así, la mirada del otro se había vuelto aún más tenebrosa. Él no era su padre, ella lo sabía, pero ella no conocía a su familia...Tom siempre había estado presente.
-Toma. Ve a comprar tu varita. Algún elfo te acompañará.- habló Riddle extendiendo su mano. La pequeña también extendió su mano derecha, algunos galeones cayeron sobre la palma de la misma y ella asintió. No sería la primera vez que visitaría el Callejón Diagon.
-Ahora sal, estoy esperando a alguien.- murmuró Lord Voldemort señalando la puerta, ella asintió nuevamente y salió del lugar caminando a paso rápido.
La enorme puerta de madera de acacia se abrió delante de ella y luego se cerró. Su figura se veía aún más pequeña delante de la enorme puerta. Frágil: una característica que claramente no le describía en lo absoluto. Parkinson sabía lo que era ser frágil, ella lo había sido...pero los años alteran por completo a las personas. Es interesante cuando se mira hacia atrás...y ya no eres la persona que eras. La morena comenzó a caminar con la mirada fija en el pasillo alumbrado por dos pequeños candelabros. Su mano derecha subió a la parte alta de su cuello mientras llegaba a la sala, sus pequeños dedos trazaron el contorno de su cicatriz y luego acomodó su cabello para asegurarse de que la cicatriz estaba cubierta.
-Tu padre iba a asesinarte...por eso tienes esa cicatriz...- había sido la explicación de su papá adoptivo. Él jamás le había vuelto a hablar a Pansy de la cicatriz...y ella nunca pensó en preguntarle. Pero el destino es bueno jugando sus cartas...nada queda oculto por mucho tiempo.
Eran buenos tiempos en un principio, apesar de que muchos temerían enormemente a un mago como Tom Riddle, Pansy estaba acostumbrada a convivir él. Voldemort nunca le había maltratado, apenas conversaban o se veían en realidad. Cuando Parkinson fue enviada a estudiar a Rusia se veían aún menos. Por ordenes de Voldemort ella no debía regresar a la casa en navidad, debía permanecer en el colegio. ¿Quejarse? La chica de ojos verdes jamás había pensado en hacer algo como eso. No, quejarse no era una alternativa. Volvía a la casa en verano, el mago tenebroso le miraba con sus ojos rojos, le saludaba con un gesto y ella se iba a su recamara y caminaba por el lugar hasta que llegadse el siguiente año escolar.
No siempre fue bueno. Pero jamás fue tan malo. Parkinson era capaz de soportar muchas cosas. Ella creció al paso de los años; entonces ya no era una niña, sino una joven. Esos fueron los peores momentos de su vida, porqué comenzó a sentirse curiosa y a descubrir cosas que prefería jamás haber sabido. Los recuerdos a veces le perseguían, pero ella los ignoraba. Al final, nada era tan malo. Supo quien era realmente Tom Riddle muy tarde, cuando cumplió diez y siete...pero ya no había nada que hacer al respecto...y enrealidad no le importaba mucho.
Ella no debía odiar a Tom Riddle. Pero lo odiaba...lo odiaba lo suficiente como para desear que el tan nombrado "niño que vivió" lo destruyese. Pansy no sabía nada sobre ese tema y cuando se desató la guerra ella estaba sentada en su aula tomando la clase de artes oscuras. La profesora de cabello rubio se movía delante del pizarron mientras hablaba y ella seguía el movimiento de la misma en silencio. Una sonrisa en sus labios mientras escuchaba la voz de la profesora y se obligaba a tomar notas.
Voldemort ganó. El niño que vivió perdió. Y Pansy Parkinson se enteró de eso un año después. Como si la guerra fuese completamente ajena a ella. Al final, ella había estado bajo el regimen de Tom Riddle durante toda su vida.
Continuará...
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