Inspired by Performance In a Leading Role by Mad_Lori.
Me tomó un buen tiempo animarme a publicar esto, pero creo que si al menos una persona lo lee y puede hacer algún tipo de devolución habrá valido la pena hacerlo. Cualquier tipo de crítica será más que bienvenida.
Es mi primer experiencia escribiendo fanfics. Amo el fútbol y adoro esta serie, la mezcla salió casi por decantación.
Ojalá atraiga y entretenga a quien elija darle una oportunidad.
Intentaré actualizar al menos una vez por semana.
Tengo que agradecerle enormemente a mi increíble Beta-reader, Velia Vasari, que no solo arregla los desastres que dejo en el camino sino que también me alienta, estimula y aconseja.
Por último, the same old, same old:
Los personajes pertenecen al gran Arthur Conan Doyle. Esta versión de ellos que elegí transportar a otro universo está basada en la espectacular serie de la BBC y es creación de Moffat y Gatiss. Yo solo los tomé prestados para que conozcan y disfruten del paraíso en tierra que es el fútbol.
La alegría por haber conseguido quedarse en primera división no le duró mucho. Mientras Williams, el médico del equipo, lo revisaba podía escuchar de fondo los gritos de los hinchas que no paraban de festejar.
John no pudo ser testigo de la celebración. El dolor en su hombro se hizo, a lo largo del partido, cada vez más agudo y ni bien el árbitro dio el silbatazo final, se desplomó de rodillas sobre el terreno de juego.
Williams y los camilleros no tardaron en auxiliarlo e incluso algunos de sus compañeros -aquellos que no corrieron a abrazarse con los simpatizantes- se acercaron a ver cómo estaba. El dolor era insoportable.
—El efecto del analgésico está pasando —le explicó el médico—. Debemos ir ya mismo al hospital.
Allí es donde se encontraba ahora, en una sala del hospital St. Barts, doce horas más tarde, tras haber sido intervenido quirúrgicamente para reconstruir, con cuatro clavos y una férula de metal, lo que alguna vez había sido su húmero.
El cirujano encargado de realizar la operación fue quien le explicó los detalles. Todo había salido de maravilla, pero el haberse expuesto a tantos choques y el retraso en la atención habían producido un derrame de líquido articular que con seguridad derivaría en un dolor crónico en su hombro izquierdo. En total, con rehabilitación incluida, el tiempo de recuperación estimado sería de tres meses.
TRES meses sin entrenar. TRES meses sin tocar una pelota.
El doctor le estrechó la mano derecha y le recomendó que descansara. John sonrió sin ganas y apenas se hubo cerrado la puerta de la habitación, se estiró tanto como el cabestrillo que cubría parte de su abdomen y aprisionaba su brazo izquierdo contra su torso se lo permitió y, con su mano libre, tomó el control remoto del LCD que colgaba frente a su camilla. Sin demasiado esfuerzo encontró lo que buscaba. El canal de deportes mostraba los festejos de la tarde anterior en el Uptown Park. John observó, no sin cierta envidia, cómo sus compañeros celebraban. Alguien les había acercado su camiseta, con el número cuatro y el apellido Watson en la espalda, y dos de sus colegas, asiéndola cada uno de una manga, la exhibían a los hinchas que, al verla, movían de arriba a abajo los brazos extendidos hacia el frente, en claro ademán de adoración. El mediocampista y capitán de los Hammers no pudo evitar que el gesto lo emocionara un poco.
Cuando llegó al West Ham solo tenía doce años, prácticamente había crecido dentro del club.
Todavía recordaba la alegría que sintió cuando pasó a formar parte de las inferiores, tras una prueba junto a otros ciento treinta esperanzados chicos.
Ese mismo día, por la mañana, había sufrido una gran decepción al no quedar seleccionado en el club de sus amores, el Arsenal F.C.
Lo cierto es que no había tenido una gran actuación, tal vez debido a lo mucho que significaba para él jugar allí. Y cuando, resignado, se disponía a retornar a su hogar para dedicarse a estudiar y convertirse en doctor, su hermana Harry le acomodó las ideas de un cachetazo y lo obligó a probar suerte en otro club de Londres.
La mirada de suficiencia que Harry le brindó, desde el borde de la cancha en que realizó la prueba para el West Ham, cuando a los quince minutos de partido le dijeron que querían ficharlo no se había borrado de su cara en más de una década y John dudaba que algún día desapareciera.
Le ofrecieron un lugar en la pensión del club y cuando Harriet, tres años mayor que él, terminó la escuela secundaria se convirtió en su mánager, asistente y perro guardián.
Con solo dieciséis años debutó en la primera división del West Ham United y sus hinchas lo adoraron desde el primer instante por su compromiso y sacrificio. Poco después de cumplir los dieciocho se convirtió en el capitán más joven de la historia del club.
Hoy, el Capitán (como lo llamaban compañeros y periodistas), con veinticuatro recién cumplidos, se hallaba totalmente inmovilizado por haber jugado casi sesenta minutos con una fractura de húmero, provocada por una entrada criminal del arquero del Chelsea, Sebastian Moran, quien ni siquiera fue amonestado por la acción. Y lo que más dolor le produjo a John (al menos hasta que el hombro empezó a latirle como una bomba a punto de explotar) fue que el foul le impidió marcar el gol que le hubiese dado a su equipo la tranquilidad de no depender de otros resultados para asegurar su permanencia en primera división.
En el momento del hecho, el Dr. Williams le dijo que no debía continuar en el campo, pero su orgullo y la trascendencia del encuentro hicieron que, pese a que de ratos lagrimeara por el dolor, lo que podía verse claramente en los primeros planos de la transmisión, John hiciera un esfuerzo sobrehumano para seguir jugando.
Un vendaje preventivo y un cóctel de analgésicos hicieron lo posible por atenuar el sufrimiento. Sin embargo, cada choque, barrida, e incluso cada balanceo del brazo en carrera hicieron de esos sesenta minutos un suplicio y del pitido final un regalo del cielo.
El resultado fue un empate cero a cero, chato.
El Chelsea, ya campeón, jugaba con suplentes -exceptuando a Moran- y Los Hammers consiguieron no descender gracias a la goleada que el Arsenal, su amado Arsenal, le propinó a su rival por la permanencia, el Hull City.
Mientras transcurría el encuentro, los hinchas del West Ham habían celebrado los goles del otro equipo londinense por lo que John sabía que el Hull City iba perdiendo, pero aún así se rehusó a salir reemplazado, ya que un gol del Chelsea bastaba para condenarlos a la segunda división.
La T.V. mostraba ahora el resumen del partido del Arsenal.
El club rojiblanco había perdido a su técnico seis fechas atrás y los rumores adjudicaban su salida a diferencias con Holmes, la conflictiva figura del equipo.
John observó maravillado los cuatro goles. Todos habían sido obra de Holmes.
Verlo jugar era un placer. Su cuerpo estaba dotado de una gracia sobrenatural. Cuando corría, el diez del Arsenal le recordaba a una gacela en galope, apenas apoyando los pies sobre el césped. Era un jugador extraordinario, dotado de una técnica inusual para alguien de su estatura -cercana al metro ochenta y cinco- y por la que todo jugador estaría dispuesto a vender su alma.
Si bien a simple vista no parecía un jugador fuerte, ya que físicamente era más bien esmirriado, nadie conseguía derribarlo en el cuerpo a cuerpo. El tercer gol era una muestra de su potencia, se había escapado de dos defensores en un contraataque y antes de entrar al área había sacado un remate fulminante que se clavó en el ángulo derecho del arco del Hull City.
Sin embargo, lo que más admiraba John de Sherlock Holmes era su mente.
Como a sus doce años, John seguía fielmente los partidos del Arsenal y aunque Holmes recién hubiera regresado al club, tras una breve estadía a préstamo en el Lyon francés, cada vez que lo veía quedaba impresionado con su capacidad para elegir siempre la mejor opción. No era el jugador más rápido o el más habilidoso, pero por momentos daba la impresión de saber exactamente qué iba a hacer su oponente. Su estadística de balones perdidos era impresionante. ¡Y tan solo tenía diecinueve años! Si no fuera por los continuos pleitos y su mala reputación, ese chico podría convertirse en una estrella mundial, sin lugar a dudas. Lo malo es que a él parecía no importarle en lo más mínimo.
Harry lo sacó de sus reflexiones sobre la carrera de su colega.
—¿Cómo está el héroe del West Ham? —exclamó alegremente mientras le entregaba un vaso térmico con café de máquina que sabía a agua con colorante—. Están debatiendo en qué parte del estadio poner tu estatua. Aunque, si me preguntas a mí, yo pondría una de él —dijo señalando la pantalla que repetía el cuarto gol del Arsenal, un tiro libre perfectamente ejecutado por Holmes.
John no pudo evitar pensar que una estatua del crack gunner sería mucho más atractiva que una suya. Por alguna razón su mente evocó al David de Miguel Ángel.
Antes de que Harry notara el rubor en sus mejillas, el mediocampista central cambió de tema.
—¿Cuándo podré irme de aquí? No creo aguantar mucho más esta agua para fideos que insisten en llamar café —dijo elevando el vaso.
Harry se lo quitó de la mano sonriendo
—No te preocupes hermanito, estoy aquí para liberarte.
Por recomendación de mi excelente Beta reader, dejo la definición de algunos términos relativos al deporte que, tal vez, no todos conozcan.
Foul: Falta. Cualquier infracción que vaya en contra del reglamento.
Repechaje: última oportunidad que tiene un equipo, después de haber perdido un partido, para seguir participando de una competición.
DT: Director técnico. Quien hace los planteos tácticos y elige qué jugadores juegan en cada posición.
Mánager: Suele ser quien tiene la última palabra sobre los fichajes. Muchos son ex jugadores pero no es absolutamente necesario que lo sean ya que su labor es más bien dirigencial (política).
Gunners/Gooners: Se denomina Gunner a todo lo referido al Arsenal Football Club (estadio, camisetas, jugadores, etc.). Gooner es el apodo que reciben sus simpatizantes.
