El título es una basura, lo sé. Bueh... en realidad es la primera vez que escribo un fic, con nada más y nada menos que con 4 de mis personajes favoritos interpretados por Benedict Cumberbatch y Martin Freeman. Agradecería mucho que me dejasen algún comentario y así saber si no quedó tan mediocre :P
John Watson regresaba de hacer las compras, con un par de bolsas azules que guindaban de sus manos a cada costado, obligando a sus dedos a tomar un color rojizo y más blanco de lo normal por el peso de las compras. Tenía una ligera sensación de preocupación desde que había salido del lugar. Podría haber jurado que lo estaban siguiendo, pero simplemente culpó al cansancio. El día anterior, Sherlock lo había arrastrado con él en una tediosa carrera por Trafalgar Square, persiguiendo a un par de traficantes que, al verse descubiertos, comenzaron a correr con la única intención de perderse de la vista del Detective y su socio. Al final, Sherlock tomó un atajo y en un abrir y cerrar de ojos, tenían a los traficantes frente a ellos. Las cosas se redujeron a una pelea limpia; nada de armas, a pesar de que John llevaba con él su inseparable sig, pero quería disfrutar de partirle la cara al imbécil que le había asestado un golpe a Sherlock, haciéndolo caer sobre su espalda. Había sido una noche ajetreada pero agradable, incluso recordó ese día en que Sherlock lo había hecho correr tras él, persiguiendo al taxista. "Bienvenido a Londres", pensó, con una sonrisa de oreja a oreja.
El tren de recuerdos lo había mantenido distraído, no había notado que se encontraba a tan sólo una calle del departamento. Al llegar, se detuvo frente a la puerta y soltando una de las bolsas a su lado, sacó la llave que le daría acceso al lugar. Cuando introdujo la llave y la giró como había hecho en innumerables ocasiones, un escalofrío le erizó por completo cada vello de su cuerpo. Ahí estaba otra vez esa sensación de ser observado. Se giró y miró de izquierda a derecha; NADA. Absolutamente nada. Suspiró con un poco de alivio. No se podía culpar por sentir aquello, ya habían sido demasiadas las ocasiones en que había sido atacado por la espalda y, si su memoria no le fallaba, recordaba que las cosas no habían terminado muy bien cuando eso ocurría.
Inhaló con fuerza, llenando sus pulmones con el fresco aire de Londres, y exhaló con tranquilidad. Abrió la puerta con pereza y tomó nuevamente la bolsa que descansaba a su lado. Se introdujo en el apartamento y cerró la puerta tras de sí. Miró las escaleras y por un momento le pareció que el camino hacia el primer espacio vacío era mucho más largo. "Alguien tiene que mantenerse en forma, John", pensó. Como si las carreras tras Sherlock no lo hicieran. Al posar su pie sobre el primer escalón, esa ridícula idea de que la escalera era más larga se desvaneció de inmediato. Por asomo creyó escuchar la melodía de un violín escaleras arriba. Lo más seguro era que Sherlock por fin se hubiese dignado a aparecer después de que se había marchado esa mañana sin siquiera hacerle saber a dónde tenía pensado ir.
Subió las escaleras lo más rápido que le fue posible y se percató de que la melodía que le parecía haber escuchado, no había sido más que producto de su imaginación. La puerta que conectaba la escalera con la cocina estaba abierta, y se adentró al apartamento por ella. Con un pequeño esfuerzo, alzó las bolsas y las colocó sobre la mesa, alejándolas lo más posible del reguero de cosas que tenía Sherlock por toda la mesa. Había alrededor de 6 probetas en una caja de plástico. Tomó una y al alzarla frente a sus ojos, notó un espeso líquido blanquecino que se deslizaba hacia abajo. Por un momento, la idea de que Sherlock estuviese experimentando con semen saltó a su mente, pero la desechó por completo. Sabía que Sherlock podía llegar a hacer experimentos con cosas muy inusuales, pero claramente el semen no parecía ser un elemento llamativo para uno de ellos. Observó un par de segundos la probeta y la colocó nuevamente en su lugar, junto a las demás. Había unos pequeños contenedores al lado de la caja en la que reposaban las probetas, pero no se sentía con ánimos de investigar qué era lo que había en ellos.
Guió su vista hacia las bolsas de la compra e introdujo sus manos en una de ella, sacando lo primero que sus manos tocaron: leche. Leyó la tira de plástico que envolvía el envase, como si fuese la información más relevante que pudiese obtener. Frunció el ceño al ver la imagen estampada de una mujer joven, junto con otras tres personas; la viva imagen de la-familia-perfecta. Se preguntó si es que al tipo de la imagen se le había ocurrido alguna vez tener la oportunidad de follarse a la mujer que sonreía hipócritamente a su lado. "Yo lo habría hecho. Claro, si la mujer en realidad fuera Sherlock", pensó. Una sonrisa pícara se dibujó en su rostro.
Es imposible no pensarlo. ¿Quién en su sano juicio no ha pensado alguna vez en poder tener la oportunidad de follarse al magnífico Sherlock "Culo-Perfecto" Holmes? Incluso Greg admitió que él mismo se había imaginado en escenarios poco ortodoxos con Sherlock. Las pláticas en el pub siempre son interesantes, más aun cuando la cerveza entre tus manos es la cuarta que bebes. ¿Qué diría Mycroft si supiera lo que Lestrade llegó a imaginar antes de conocerle, cuando sólo estaba al tanto de que había un sólo Holmes?Sonrió al imaginar la cara de Mycroft cuando le dijera: "¿Sabías que Lestrade ha fantaseado con tener a tu pequeño hermano bajo el escritorio de su oficina, con sus deliciosos labios alrededor de su pene? Greg me mataría, si es que Mycroft no lo mata primero a él. Pero sinceramente, no lo culpo, yo mismo he imaginado incontables cosas que sin duda también le he confesado. A ninguno de los dos nos conviene que Mycroft "Jodidamente-Pomposo" Holmes, se enteré de lo que las personas piensan al ver a su hermano.
Salió de su ensimismamiento sólo para percatarse de que las yemas de sus dedos apretaban el envase como si lo quisiera hacer estallar y hacer de la cocina un desastre; con leche por todas partes, gotas deslizándose por cada superficie. Dios. Aligeró el agarre de sus dedos y dio un largo suspiro. Sin duda alguna, esa noche sería una de esas tantas en las que atiende amablemente la dureza de su pene bajo la trusa roja, la misma que en ese momento seguramente tiene una mancha de pre-semen eyectado por el orificio de su doliente erección. "Gracias, Sherlock", pensó, sabiendo que dicha dureza había sido provocada por sus pensamientos sobre él.
— Muy bien, John. — Se felicitó a sí mismo por su calentura digna de un adolescente con las hormonas alborotadas, y que lo hacen ver como un imbécil. — Muy bien.
Tomó las bolsas y las puso en la encimera frente a la mesa, para continuar extrayendo el contenido y guardar las cosas en las alacenas. Terminó de acomodar las cosas, pero dejo sobre la encimera los demás productos que debían mantenerse en refrigeración. Tomó nuevamente el envase de la leche junto con las demás cosas y haciendo malabares, abrió la puerta del frigorífico que, como si ya fuera algo normal, contenía un frasco con lo que parecían ser dedos, junto a otra cabeza. — Buenas tardes, caballero. — Dijo colocando unas cosas a su lado. Al terminar, cerró la puerta, dejando tras ella a quien seguramente pasaría a tomar lugar junto al cráneo sobre la chimenea.
— Dios… Creo que un poco de té me caería bien. — Susurró. Trató de acomodar su ajustada erección y con su mano libre haló de las puertas bajo la encimera. Extrajo una tetera y la llenó de agua para pasar a ponerla en el fogón de la estufa, que estaba hecha un desastre, producto de alguno de los experimentos de Sherlock. Se aseguraría de reprenderle tan pronto como llegase. "Te portaste mal, Sherlock. Debería castigarte, o mejor aún, deberías pedir que te perdoné. Puede que lo consideré si veo tus magníficos ojos fijos en mí mientras te follo la boca. Sí, quizá así pueda perdonarte", pensó, sintiendo un ligero tirón en la ingle. Se golpeó mentalmente, tratando de alejar ese tipo de pensamientos de su cabeza. Inhaló profundamente, cerró los ojos, apretó la tetera y exhaló. "Jodido Sherlock".
Haciéndose con el mechero al lado de la estufa, prendió una de las parrillas y colocó la tetera, dándole el tiempo necesario para que comenzara a hervir el líquido en su interior. Miró las bolsas vacías sobre la encimera y las tomó con la intención de doblarlas de manera compacta y reusarlas en cualquier otra ocasión. Tras guardar las bolsas en uno de los cajones, se percató de que alguien subía las escaleras a paso rápido, indudablemente se trataba de Sherlock, seguramente aguantando las ganas de entrar gritando "¡John, es navidad!".
Decidió que lo ignoraría, sí, eso haría. Quería ver la reacción de Sherlock al verse ignorado. Quería verlo contándole la causa de sus alegrías al cráneo sobre la chimenea. Quería…
— ¡Aquí estás! — Espetó Sherlock.
