Blaine, Kurt y Warblerlandia nacieron de otra mente (RM) y pertenecen a otros dueños. Yo nada más los hago caminar por otros mundos :D


One and only.


Capitulo 1. The story of my life.

La gente dice que ella lo miraba como si no existiera otra cosa en el universo. Mi madre, todos suelen contarme, solía perderse en la hipnótica danza de los dedos de mi padre sobre las teclas del piano. Yo no sé si fue verdad.

Cuando pienso en Richard Anderson, todo suele ponerse nebuloso, todo suele volverse confuso. Sé que lo quise mucho como sólo un niño puede querer a aquel que considera su único héroe, pero no lo recuerdo muy bien. De hecho, hay un solo momento que recuerdo a su lado, un instante que estará presente siempre en mi memoria. Él murió cuando yo cumplí seis años y a esa edad, por mucho que te esfuerces, simplemente no puedes grabar todo.

Hoy es mi cumpleaños numero 21, han pasado ya quince años desde aquel día. Hoy, oficialmente soy mayor de edad. Mi madre planea hacer una enorme fiesta después del primer día de clases, cursaré mi último año de educación musical en la Academia de Arte y Música que mis padres fundaron hace más de 25 años, cuando yo y Cooper, mi hermano, éramos apenas parte innombrable de los sueños que nuestros padres querían vivir.

No puedo evitar suspirar al ver el reflejo de mis ojos en la ventana. A veces mi madre dice que son los mismos ojos con los que mi padre solía mirarla. Y eso es un lastre. A veces Danielle Anderson ve eso que perdió en mí. Para mi madre, es difícil separar de mi imagen la imagen de ese hombre al que tanto amó, el único hombre del universo que logró la nada fácil tarea de hacerle pensar en algo que no fuera ella misma.

Mis labios profieren una risa burlona sin que yo sea apenas consciente de ello. Me resulta francamente imposible pensar en mamá olvidándose de ella misma y es que, mi madre es un misterio. Ha pasado los últimos años de su vida labrando sueños para toda la familia, sueños por cierto que son más suyos que nuestros. Mientras el sol de la mañana empieza a despuntar en el cielo, me alejo de la ventana y me tiendo nuevamente en la cama. Sé que puedo saltarme la aburrida ceremonia de inicio de cursos, ceremonia a la que mi madre tiene que ir por fuerza al ser la fundadora y prestigiosa directora de uno de los mejores colegios del país.

A veces me pregunto cómo sería mi vida si mi padre siguiera aquí, si yo… si yo no hubiera tenido que seguir viviendo la vida que él ya no pudo vivir.

La frase suena dramática, idiota, parte de una novela rosa que por lo demás, yo odio sinceramente. Y sin embargo, la veracidad que hay en ella me golpea de tal forma, que no puedo evitar sentir en el pecho el mismo peso que jamás se va, que nunca se aleja. No puedo decir que odie la música porque no es cierto.

Desde pequeño, amaba escuchar las canciones que papá componía, amaba la voz de mi madre guiándome al país de los sueños con las melodías más hermosas que sólo su voz podía crear. Pero desde hace algunos años, desde que dejé de hacer lo que mi madre quería solo porque ella decía que estaba bien, desde que empecé a cuestionar qué tan ciertos eran los sueños que había pensado eran míos, algo ha cambiado.

Hay veces en las que me siento vacío, menos que un títere movido por fuerzas que escapan a mi control. Siento que todo carece de sentido, que la vida que vivo no es mía por más que intente tener algo para mí. A veces quisiera ser sólo Blaine, sólo Blaine Anderson sin que todo mundo tuviera que recordarme lo bueno que era mi padre componiendo, lo maravilloso que fue él al crear una escuela de arte en la que todo aquel que tuviera talento pudiera estudiar, lo bueno que ese hombre revolucionario fue al otorgarle esa oportunidad a los jóvenes artistas que no tenían los suficientes recursos para pagar una educación en Julliard o en otras universidades selectivas.

Cuando alguien menciona a mi padre, cuando los ojos de esa persona se clavan en los míos, sé que todos están pidiéndome algo que seguramente no podré darles. Porque yo no soy Richard Anderson, nunca podré serlo. Seguramente, mi padre era tan maravilloso porque simplemente sólo podía existir alguien como él. Pero sé que todos, mi madre, mis maestros, incluso mis amigos- excepto quizá, Sebastian Smythe- están esperando con anhelo a que me convierta en el digno sucesor de mi padre, en un compositor de renombre, en un artista brillante como él mismo lo fue.

Y sé que no podré. Tus zapatos son muy difíciles de llenar, papá, pienso, mientras dirijo mis ojos al techo y pienso en mi hermano. Todo ha sido más difícil desde que él se fue. A veces creía que el peso de la responsabilidad de "ser el perfecto hijo de Richard Anderson, el más perfecto padre del universo" estaba dividida entre los dos. Pero sus sueños de ser actor, profesión que mi madre califica de vulgar, lo llevaron a abandonar la seguridad de nuestro hogar hace más de dos años. En ese momento lo sentí como una traición, Cooper me dejaba a mí encerrado en una jaula de oro, sin oportunidad de poder largarme so pena de cargar además con el total derrumbamiento de mi madre.

Sé que Danielle Anderson es una mujer de sobra fuerte, orgullosa, incluso soberbia, pero sé que si yo me voy caerá destruida en el suelo como un edificio que después de tantos años, simplemente se derrumba en el suelo con el leve roce del aire. Mi madre no lo soportaría, yo tampoco podría soportarlo. Ella es todo lo seguro que tengo en esta vida y tengo que admitirlo, no soy tan valiente como Cooper, nunca lo he sido. Mi madre dice que no se trata de cobardía, sino de sensibilidad, pero, la verdad es que a veces me gustaría mandar toda esa sensiblería al carajo y huir de este lugar rumbo a lo desconocido, a donde nunca iré porque yo mismo siento que mi alma está empeñada a un recuerdo, al recuerdo suyo, a la memoria de mi padre.

No es justo, me repito una y otra vez, como si repitiendo constantemente el sabor de esa injusticia, todo de pronto dejara de serlo. No es justo, pero es lo que es, es lo que tengo. Hoy por la noche, he de celebrar gustosamente algo que no me da ninguna alegría. Quizá, después de las fotografías de rigor pueda escapar con Sebatian, Andrew y Dorian a uno de los clubes nocturnos donde he perdido mi mente en muchas noches. Quizá pueda simplemente embriagarme y llevarme a la cama al primer incauto que se tope conmigo, no resultaría nada difícil. Siempre es más fácil olvidarme del mundo bebiendo alcohol en cantidades industriales y coqueteando con el chico más guapo del club hasta conseguir lo que quiero, es sencillo. Otra de las ventajas de haber nacido en la familia Anderson, es que heredé los buenos genes de mi padre.

Nadie puede resistirse al hechizo de mis ojos color avellana, o a la suavidad de mis rizos oscuros, a la cadencia de mi cuerpo al bailar. Esas palabras no son mías, por supuesto. Pero en los últimos meses, es lo más ingenioso que los "afortunados elegidos por el joven Blaine" han podido decirme. Ilusos, sin duda alguna. Todos sabemos lo que buscamos en un club, todos sabemos el secreto que esconde el misterio de la noche: diversión, olvido, alivio, paz instantánea… ¿Amor?

Me río sin poder evitarlo, claro, hay quien se ha enamorado, yo por mi parte, me niego a hacerlo, no puedo, aunque quisiera no podría. Mi madre es la advertencia perfecta que necesito: el que ama mucho, el entrega todo sin pensarlo corre el riesgo de terminar medio muerto en vida, demente, inútil, con el corazón empeñado en un recuerdo que no puede traer otra cosa más que dolor y tristeza. Y sí, mi vida a veces puede parecer absurdamente vacía y triste, pero las noches siguen siendo mías completamente. Si hay algo de lo que soy amo absoluto en el universo, es de las noches, de la risa fácil, de darle rienda suelta a mis deseos más bajos.

Hago lo que quiero, con quien quiero. Jamás en la vida alguien se ha negado a hacer precisamente eso que deseo. Sé que hay chicos que me han odiado al pensar que la magia de una noche de pasión podría volver a repetirse. Claro que no, mi primera regla es no ir más allá de una única vez. Nadie vale la pena. Si sexo es lo que uno quiere, eso es precisamente lo que uno obtiene: sin compromisos, sin ataduras, sólo diversión y poder evitar todas esas escenas estúpidas, absurdas y chapuceras que uno tiene que vivir al querer obtenerlo de la manera socialmente aceptada.

Sé lo que la gente dice que soy y no me importa. Sé que si mi madre supiera lo que las "fiestas en casa de Sebastian" significan en realidad, me mataría con sus propias manos. Ella sigue creyendo que soy su niñito perfecto, aún cuando a los quince años llegué a casa llorando, diciéndole que estaba seguro de que algo no estaba bien conmigo, que era gay. Aún recuerdo la mirada ausente que ella me regaló, me dijo que ya lo sabía, pero que no volveríamos a tocar el tema jamás. Y así fue, no hemos vuelto a hablar de ello. Sé que muchas veces ella me ha visto de la mano de un chico, creo que incluso ha sabido de las aventuras que he tenido con los jóvenes profesores de intercambio, pero no le importa. Para ella todos esos actos son locuras de juventud, simples niñerías que se me pasarán en cualquier día de estos.

Y si ella está feliz con su mentira ¿quién soy yo para contradecirla?

El sonido del móvil me saca un momento de mis cavilaciones. Tomo el celular sin muchas ganas y sonrío al ver la foto de Sebastian en la pantalla:

-Listo para el regreso a clases, señor Anderson- dice el mensaje y me lo imagino muerto de risa al escribirlo.

-Sólo si usted lo está señor Smythe- le escribo- recuerde empacar un poco de alcohol y hierba en su mochila además de sus cuadernos de apuntes si quiere sobrevivir a este último año de cárcel, es decir, escuela.

-¿Hierba?- dice un nuevo mensaje, y sonrío al ver que la fotografía de un muchacho de lacio cabello oscuro, aparece en la conversación. Dorian Leigh.- Blaine ¿estás loco? ¡Tu mamá nos mataría si se entera!

-¿Ya podemos llevar hierba a clases?- aparece otra foto, se trata de otro chico cuyos bucles pelirrojos siempre me recuerdan el atardecer: Andrew Lewis- ¡Vaya Blaine! ¿Volviste a componer algo bueno? Sólo eso puede hacer que Danielle altere el orden del universo de este modo.

-Son unos completos idiotas- escribo yo sin dejar de reír. Sí, son imbéciles, pero son mis amigos- Y además ¿qué hacen despiertos tan temprano? ¿No se supone que los fabulosos cuatro, podemos saltarnos el aburrido discurso de bienvenida de mi madre?

-Yo no puedo faltar- escribe Dorian sin mucho entusiasmo- soy el primero de la clase de este año, es mi deber dar el discurso de bienvenida en nombre de…

-¡NERD!- escribimos Andrew, Sebastian y yo al mismo tiempo.

-Sabía que lo tomarían así- escribe él- esto sería menos malo si Blaine, que también es un nerd camuflado, aceptara el honor de acompañarme en el estrado, se supone que como tenemos las mismas notas debimos de componer el discurso juntos y además…

-¡No lo escribas en línea, estúpido!- salta Sebastian- ¿no ves que eso puede dañar la reputación de nuestro afamado líder? Imagina que todo mundo sepa en el club que Blaine saca buenas notas ¡agh! Todos los hombres guapos huirían de nosotros…

-Guarda el secreto Dorian- escribe Andrew- con un nerd declarado en el equipo basta, gracias. Por cierto ¿quién de los dos me ayudará con los exámenes finales este año? El profesor Isherwood, me ha amenazado con devolverme a primer grado si no soy capaz de pasar el último examen teórico de composición moderna.

-¿Ahora si es conveniente tener a más de un nerd en el equipo, no?- escribe Dorian triunfalmente.

-No te preocupes por Isherwood- escribo yo- va a empezar un año sabático, mamá se la pasó la mitad del verano buscando un profesor sustituto.

-¿EWAN ISHEROOD SE LARGA DEL COLEGIO?- escriben todos a la vez.

-Sí, ya se los dije, se va a investigar no sé qué a Francia. Un año. Así que ya no tendremos que verlo.

-¿Y quién será su remplazo?- escribe Sebastian- dime por favor que Danny se lo pensó mejor y contrató de nuevo a Isaac More, ese hombre era una delicia, y tenía unas técnicas asombrosas para ayudarte con la vocalización… entre otras cosas.

-¿Danny?- escribo yo sin poder evitar un suspiro. Desde que nos conocemos, Sebastian no ha llamado de otra forma a mi madre y a ella parece encantarle.

-Vamos Blaine, dime que es Isaac…- escribe Sebastian.

-Evidentemente no, estúpido- escribe Andrew como leyendo mi mente- Isaac se largó definitivamente porque tú lo asustaste con toda esa mierda de "creo que eres el amor de mi vida dejaré a la escuela y a mis padres por ti, no me importa que tu carrera como músico y profesor se destruyan, siempre y cuando me tengas a mí para todo lo demás".

-Bien dicho, Andy- escribe Dorian.

-¿Entonces quién?- escribe Sebastian, y puedo imaginármelo resoplando de indignación.

-No lo sé- escribo yo- mamá tuvo muchas complicaciones para encontrarlo en tan poco tiempo, sólo sé que ella está contenta y si es así es porque a) el hombre debe ser un viejo decrepito que no nos inspirará otra cosa que no sea asco o b) es en realidad bueno y esta vez la clase composición moderna representará un reto para variar…

-¡Qué exigente!- escribe Sebastian- voy a rezar para que sea otro bombón australiano que me impida quedarme dormido en clase.

-Yo sólo quiero que esta vez sea alguien que de verdad sepa de qué está hablando- escribe Dorian- mira que Isherwood no tenía idea de nada.

-Dorian, deja de ser tan tú ¿quieres?- escirbe Andy- sea quien sea, yo sé que terminaré haciendo dibujos en mi cuaderno, así que está bien.

-¿Algún día van a crecer?- escribo yo- hablan como chicos de secundaria. En fin, señores, los veré en un rato.

-¿Te vas a volver a dormir?- escribe Sebastian- ¿no quieres que pase por ti a casa?

-¿O que pasemos todos?- escribe Andrew- bueno, Dorian no, ya sabes, el señor "hago conmovedores discursos de bienvenida que serán olímpicamente ignorados" no podrá acompañarnos.

-Gracias Andrew…- escribe Dorian- ¿qué vas a hacer toda la mañana, Blaine?

-Necesito ir a un lugar- escribo yo. Hasta ese momento, la idea no había tomado forma completamente, pero sé que necesito ir ahí, necesito… necesito hablar con él.

-¿Vas a ir a… a?- escribe Sebastian.

-Sí…- escribo yo y siento que un peso vacío se instala en mi pecho- tengo que visitar a Richard.

La conversación se termina con unas cuantas expresiones de apoyo moral de los muchachos. Para ellos también es difícil oírme mencionarlo a él.

Desde que tengo memoria, es decir, desde que inicié mi educación académica en uno de los jardines de niños del condado, Sebastian, Dorian y Andrew han estado a mi lado. Sé que al principio fue porque nuestras madres, todas ellas damas de sociedad, pensaron que sería buena idea dejarnos hacer amistad sólo con aquellos chicos que según ellas, habían nacido con los mismos privilegios.

Los padres de Sebastian, son dueños de la mitad de los teatros de Broadway; Dorian es heredero de una de las farmacéuticas más grandes del país y Andrew, es hijo de dos prominentes productores de cine en Hollywood. Desde pequeños, nos han dado el mote de "los fabulosos cuatro".

Siempre ha sido así, hemos estado juntos desde entonces y a pesar de nuestras diferencias, con los años, hemos aprendido que un mundo como el nuestro, donde todo podemos tenerlo y comprarlo, nuestra amistad parece ser lo único verdadero. Ser guapos y adinerados es sólo un plus que reina en el grupo, en realidad, eso carece de importancia para los cuatro. A veces siento que ellos son lo único real, lo único en esta vida tan bien planeada que tengo, a lo que puedo llamar mío.

Dos bromas después, dejo el celular en la cama y decido emprender el viaje.

El lugar donde mi padre, o lo que queda de él, descansa, no está muy lejos de la casa. A veces creo que fue una broma muy macabra del destino, hacer que el accidente donde perdió la vida fuera a unos pocos kilómetros de su casa, cerca del único cementerio del condado. Él y yo viajábamos juntos aquel día. Era mi cumpleaños. Los dos habíamos salido por órdenes de mi madre a comprar algunas cosas que ella había olvidado. Me es difícil recordarlo, pero, la sonrisa que mi padre me regaló antes de que todo pasara, antes de que los colores se tornaran al negro, es algo que jamás podré olvidar.

Cuando pienso en Richard Anderson, sé que estoy pensando en un hombre que murió sintiendo que era feliz. Por aquel entonces, papá tenía todo lo que él soñó tener: una hermosa familia, una escuela de arte que no excluyera a alguien y el sueño de ganar el concurso nacional de composición que lo lanzaría a la fama internacional como uno de los pianistas más importantes de la década. Él y yo veníamos cantando alegremente, me encantaba escuchar su voz. Él venía diciendo cosas como "el día en que tú puedas componer Blainey, ese día será uno de los más dichosos de mi vida" o "me siento tan feliz hijo, sé que tú heredaste lo mejor de la familia", y yo sólo podía sonreír. Richard Anderson también veía muchas cosas en mí. Yo también era su esperanza, la veía brillar en sus ojos. Pero, minutos después sus ojos se cerraron. Sólo puedo recordar un ruido muy fuerte, dolor, oscuridad y miedo.

Años después, me dijeron que un auto que salió de la nada se estrelló con nosotros, que papá murió al instante al interponerse entre mí y el parabrisas para salvarme de la muerte. Dicen que murió abrazado a mí, que su último suspiro había sido exhalado en mi rostro.

Cuando mamá suele estar en serio enojada, no tiene que hacer nada más que recordarme que mi padre murió por mí para hacerme recordar todo lo que le debo a ese hombre de sonrisa alegre que se fue demasiado pronto. Quizá por eso, para mí es más difícil alejarme de un sueño que no quiero, pero que le debo a mi padre. Si él no me hubiera salvado, yo también estaría muerto y no lo estoy. Sé que mi vida dejó de ser mía y oigo la voz de mi hermano diciendo "¿Y eso no es peor que estar muerto, Blaine?", pero nada puedo hacer. Es mi destino. Es lo que debo hacer así sienta que cada día pesa aún más que el anterior.

Quizá si primero cumplo el sueño de mi madre, si primero pago el tributo al recuerdo de mi padre, algún día pueda tener algo que sea realmente mío…

Tomo uno de los autos de la cochera y noto que la camioneta de mi madre ya no está en la casa. Un suspiro de alivio me abandona, realmente no quería tener con ella la discusión anual acerca de la importancia de mi presencia en la ceremonia de bienvenida de la Academia. La cena de la noche anterior fue una tortura con sus constantes insinuaciones acerca de lo bueno que sería que yo en persona, asumiera la responsabilidad de hablarles a los chicos nuevos del enorme orgullo que representa ser parte de la historia de los Anderson.

Siento que todo mi cuerpo se subleva ante esa sola idea y dándome prisa, como si mamá pudiera regresar de un momento a otro, tomo el auto y me dispongo a realizar el viaje, no son más de diez minutos de tranquilo camino, verde valle y trinos de aves matutinas que evidentemente, aprecian más que yo la alegría del milagro de una nueva mañana en este mundo.

Sonrío con desdén ante mis poéticas cavilaciones, pensando en que mamá estaría complacida de oírlas y es que, hace más de dos años que no soy capaz de escribir una canción que sea lo medianamente decente para alguien como yo, heredero de todo el talento de Richard Anderson. Y eso tampoco importa mucho, al fin y al cabo, llevar ese apellido es como una marca indeleble de calidad.

A veces pienso, que incluso si escribiera incomprensibles cosas- como lo hago actualmente, en realidad- todos pensarían que es maravilloso. Porque soy el hijo de Richard ¿sabes? No hay nada que pueda ganarle a eso, ¿para que esforzarme? Mamá dice que tarde o temprano todos se darán cuenta de mi fraude, que el encantamiento obra del nombre de mi padre no durará por toda la eternidad. Pues ojalá que sea pronto, ojalá que el encantamiento se termine, ojalá que todos se den cuenta de que yo soy una mierda, sólo un jovencito estúpido que cree ser feliz cuando está totalmente ebrio y besando los labios y el cuerpo de un chico al que no recordará en la mañana siguiente. Eso es lo que soy mamá, soy un cobarde asqueroso. Eso es lo que soy papá, sólo un lamentable pedazo de lo que tú fuiste porque tú… tú…

Mi corazón se acelera cuando distingo la sencilla placa de aluminio en la distancia. Todo en ese lugar parece en calma, los cementerios son los únicos lugares en el mundo donde nadie te pide cuentas, donde nadie pregunta quién eres y qué haces ahí. Quizá sea porque todo mundo sabe que en aquel lugar todos somos iguales: ricos, pobres, hermosos, feos, idiotas, brillantes, todos terminaremos en ese lugar.

Me detengo frente a la tumba de mi padre. Han sido quince años, quince largos años desde que mamá y Cooper, lo dejaron aquí, los dos tomados de la mano mientras yo me debatía aún entre la vida y la muerte en la unidad de cuidados intensivos del hospital. Ser consciente de que yo no lo acompañé a ese lugar le añade un poco más de melancolía al asunto. Me imagino a toda la gente que vino a verlo, mamá suele decir que llegó gente de todo el país, amigos de papá de todas las regiones del mundo. Danielle dice que no se habló de otra cosa en semanas, meses. Que todo mundo lamentó la pérdida de ese hombre que contribuyó a darme la vida, a ese hombre que logró quedarse en los corazones de tanta gente, que llenó a mi madre con un amor más grande que el cielo mismo…

-Volverías a morir si vieras en lo que me he convertido- le digo, y me siento sobre la verde hierba.

El sol de la mañana cubre las verdes colinas del lugar con rayos de oro y el viento aún cálido y afrutado del verano acaricia mi cara como si quisiera reconfortarme. Pero no hay nadie que pueda hacerlo, no será el viento el que pueda sanarme, no son los dorados rayos del sol los que pueden liberarme de esta prisión, la que yo mismo mantengo, la que creo neciamente es el único lugar al que pertenezco. Me quedo quieto escuchando la calma que me rodea, hay pájaros cantando. Mi madre solía silbar con ellos, ya no lo hace. Ella solía cantar, pero como muchas otras cosas, la muerte de Richard se llevó todo eso.

Miro la fotografía cubierta por un cristal que me saluda desde la lápida, en ella soy un pequeño de rizos oscuros que guarda en su sonrisa la cálida esperanza de quien confía en que el futuro sólo puede traer cosas buenas. Mi padre me sostiene en sus brazos, mientras mamá abraza a Cooper y éste a su vez, toma una de mis manos. Los cuatro estamos unidos, los cuatro parecemos ser parte de la misma existencia, parte inseparable del mundo. Si bien los ojos de mi madre miran a los de mi padre, la luz de la mirada de los dos alcanza para iluminarnos a todos. Ellos de verdad se amaban, ellos supieron lo que es eso de lo que todos los mortales hablan, de eso que siempre vuelve locos a todos por igual… Amor… ¿llegaré un día yo a conocerlo?

Un suspiro rebelde escapa de mis labios con ese pensamiento. Creo que lo de mis padres fue una excepción a la regla, un extraño acontecimiento que por su misma rareza no volverá a repetirse sino dentro de diez mil años, a muchos años luz de este planeta. Mis ojos siguen absorbiendo el calor de esa imagen, la sonrisa confiada de mis padres, la mirada feliz de Cooper. Todo era perfecto, todo… ¿por qué se terminó?¿Fue mi culpa?

Sé que no fue así, pero a veces he sentido que mamá lo insinúa sin quererlo. "Si tú no hubieras querido una fiesta de cumpleaños en el jardín, Blaine, si tan sólo te hubieras quedado en casa sin insistir en ir con él…". Cooper me ha dicho mil veces que no debo de pensar en ello, que las cosas fueron como fueron y aunque resulte un misterio, a lo mejor tenía que ser así. Siempre que Cooper empieza a hablar de destinos, de planes trazados por una mano divina que entiende mejor que nosotros todo lo que nos acontece, me dan ganas de golpearlo muy fuerte. Sé que él lo hace por ayudarme pero…

-Estoy cansado, Richard- le digo al viento, sin importarme que alguien pueda escucharme. No puede haber nadie por los alrededores a esas horas de la mañana.- estoy cansado, harto de todo. Sé que no le he hecho justicia a tu apellido en los últimos días, sé que si estuvieras aquí estarías avergonzado pero… ya no sé qué hacer, todo me abruma. Este año terminaré el colegio, un año antes como tú querías que lo hiciera. Después de estudiar, no sé qué haré. Mamá insiste en que debo de estudiar un doctorado en el extranjero después de ganar el concurso nacional de composición. Dice que tú estarías encantado… ¿eso es cierto? ¿Te habría gustado verme componiendo cosas como lo hacías tú? ¿Te gusta saber que soy un tú en miniatura?

El viento sopla y agita mis cabellos, parece que habla. Imagino a papá delante de mí: calmo, silencioso, con una sonrisa paciente que me invita a seguir hablando. Él sabía componer porque entre todas sus virtudes, se encontraba la de saber escuchar a la gente, y no sólo sus palabras, no: papá podía escuchar las emociones, el significado de las miradas, la entonación de cada frase pronunciada por alguien. Y quiero que me escuche, desearía de verdad que él pudiera oírme, que pudiera entenderme y perdonarme el no poder con la misión que su partida me dejó.

-Es horrible saber que nunca vas a contestarme- sigo yo, bajando mi mirada al suelo- es de verdad agobiante lo definitivo que es todo. Tú ya no estás, te fuiste y no creas que me han dejado olvidar el motivo. Todos dicen que debo agradecer lo que hiciste, moriste como un héroe ¿sabes? Salvaste a tu hijo, al hijo más idiota que podías haber dejado en este mundo… a veces pienso que debiste llevarme contigo, Richard, tú y yo debíamos estar en el mismo lugar ¿no crees?

El viento sopla fuerte otra vez, llevándose el eco de mis palabras hasta el interior de la arboleda que rodea al cementerio. En mi mente, veo los ojos color avellana de mi padre volviéndose tristes, casi oscuros. No puedo evitar el tirón de culpa en el pecho, no puedo evitar sentir que en serio soy estúpido, que en realidad no valgo lo que él hizo, pero… no puedo, de verdad, ya no puedo con esto.

-Perdóname…- susurro de repente- sé que tampoco debería decir eso. No sé qué me pasa, papá. Antes cumplir tus sueños parecía tan sencillo ¿por qué ya no es así? Ni siquiera es que yo tenga otros sueño creo que he perdido la capacidad de soñar algo para mí, algo por mi cuenta… ni siquiera podría desafiar a mamá porque al menos ella sabe cuál es el paso que debo dar ahora. Y ya debes saber que Cooper se fue, que me dejó solo… quizá yo también esté abandonándome ¿no crees? Hace meses que no puedo escribir algo decente ¿qué sucede? ¿Esa parte de ti que vivía en mí también me abandonó? No la merezco ¿verdad? No debiste de irte, Richard, papá, no debiste abandonarnos jamás…

Siento en mi cara un poco de frío, gruesas lágrimas que se enfrían al contacto con el viento de la mañana escurren por mis mejillas. Hace mucho tiempo que no lloraba, evito hacerlo, evito sentirme frágil, evito sentirme humano en todo caso. No hago movimiento alguno por limpiarlas, no me avergüenzo ahora, no tengo por qué hacerlo. Ahí estoy yo, solo en un cementerio, llorándole al viento todas las cosas que no puedo llorar con alguien más, ni siquiera con mis fieles compañeros de aventuras. Y es que Sebastian, Andy y Dorian le temen más a las lágrimas que a cualquier otra cosa, y no estoy diciendo que sean una bola de insensibles. Es sólo que estamos tan acostumbrados a reírnos de todo que no sabríamos cómo consolarnos el uno al otro. O al menos, eso es lo que creo.

-¿Quieres darme un regalo de cumpleaños?- me oigo decir antes de levantarme de la hierba y limpiar las últimas lágrimas de mi rostro- dame una señal de que no estoy perdido en un enorme mundo al que apenas comprendo, sólo eso…. Sé que tú no esperas tanto de mí, sé que tú sólo querías que viviera… papá, dame una señal de que la vida que me regalaste tiene sentido después de todo…

Silencio. Sé que mi mente esperaba que de pronto se abriera la tierra y de ella brotara la señal que le he pedido a mi padre, pero nada pasa. Sólo hay silencio. El viento sigue soplando, el mundo sigue girando y yo camino por él, tan vacío como siempre. Un hondo suspiro escapa de mi pecho. Me alejo sin decir más a la tumba de mi padre y camino lentamente hacia el auto. Sé que llegaré temprano a la escuela, pero ya no tengo ánimo suficiente para volver a casa. Mis pasos se pierden entre la hierba, el sol sigue ascendiendo en el cielo.

Camino de forma erguida, con el porte altanero que mi madre me enseñó a utilizar. Lo hago más por costumbre que porque en realidad quiera demostrar mi superioridad ante no sé quiénes, pero a veces esa forma de caminar aleja a la gente, la hace preguntarse dos veces antes de acercarse. Voy recorriendo el camino de regreso como si en realidad no quisiera regresar. No se escucha nada hasta que de pronto, el sonido de una voz entre las tumbas me saca de mis negras cavilaciones.

-Hoy empezaré a andar en un mundo nuevo, mamá…- dice una suave voz masculina. La voz suena alegre y cálida. Es la voz de un hombre con esperanza y fe.

Me detengo. No sé por qué lo hago, pero me detengo. El hombre, que está de espaldas a mí, no vuelve a proferir el menor sonido pero igual me quedo ahí, de pie. Después de varios minutos, él por fin decide darse la vuelta y su cabello castaño ondea al viento. Camina de forma segura, mirando al frente sin temer a nada. Yo lo miro moverse y decido que ha llegado el momento de caminar también, no quiero que piense que estuve espiándolo. Camino con todo el aire indiferente que puedo imprimirle a mi andar, y como era de esperarse, los dos nos cruzamos en el camino que lleva hacia la salida de aquel lugar.

Y sus ojos se quedan prendados en los míos por lo que parece una eternidad que sin embargo en el mundo mortal no pudo durar más que unos cuantos segundos. Sus pupilas son tan azules, tan cálidas que me parece estar mirando el cielo de la primavera en sus ojos. Él me hace un gesto cordial de saludo con la cabeza y yo respondo de igual forma. Él no debe tener más de treinta años, luce encantador, misterioso, con un aire de intelectual juvenil que lo hace parecer un erudito de otro tiempo. Antes de volver la mirada al frente, él me sonríe y mi corazón se paraliza, parece que olvida por un momento cómo debe de funcionar un corazón decente. Y lo miro alejarse sabiendo que nunca jamás volveré a verlo, que sus ojos azules se perderán en los recovecos de mi memoria, que nuestro encuentro fugaz jamás tendrá una razón de ser.

Dejo que se vaya y yo también sigo mi camino. No sé quién es él y no necesito saberlo, es sólo uno más, otro ser humano que ha perdido algo que ama y que al igual que yo, espera que el consuelo escueto de hablar en un cementerio llene su soledad de fe y resignación. Su figura desaparece en la distancia completamente y yo me oigo suspirar otra vez. No puedo evitar pensar que en realidad era un hombre hermoso, el tipo de hombre que nunca en mi vida dejaría ir sin intentar seducir. Sonrío un poco ante ese pensamiento, y luego imagino la cara que Sebastian pondrá cuando le cuente de este encuentro. O quizá no deba contarle a nadie, es decir, no tiene sentido. Hay tanta gente en este mundo a la que no he visto más de una vez, ¿por qué este encuentro tendría que ser importante entonces?

Moviendo la cabeza negativamente y sin borrar la tibia sonrisa de mi cara, me dirijo al auto pensando que es hora de dar la bienvenida que los nuevos alumnos se merecen en la Academia Anderson de Arte y Música de este año, y eso, evidentemente, no puede correr por cuenta de otro que no sea yo…


-Profesor Hummel- me dice la hermosa mujer ataviada en un precioso vestido oscuro de seda- por un momento pensé que no llegaría a presentarse.

-Señora Anderson- digo yo lo más amablemente que puedo- le ruego me disculpe, pero antes de venir aquí tuve que pasar por un sitio al que… tenía mucho tiempo sin visitar.

- Le pedí expresamente que estuviera aquí durante la ceremonia de bienvenida- dice ella reprimiendo un poco el enojo que en vano intenta arruinar sus hermosas facciones- no pude presentarlo ante la comunidad estudiantil, eso será un problema. Todo mundo aquí está preguntándose quién sustituirá al profesor Isherwood.

-Le ruego me perdone- contesto, sin poder evitar pensar que nadie en su sano juicio extrañaría al viejo Isherwood- dígame, ¿será posible dar mi primera lección el día de hoy?

-Evidentemente, para ello fue contratado- responde ella tratando de olvidar los inconvenientes de mi retraso- hoy tendrá clase con los muchachos de último año, y… profesor Hummel…

-Dígame, señora Anderson

-Danielle, por favor, llámeme Danielle- dice ella dejando en claro que me pide eso no como un favor sino más bien como una orden- verá, los muchachos de último año, bueno, son bastante complicados...

-¿Cómo?- digo yo, tratando de averiguar por qué Danielle Anderson luce tan preocupada de repente.- Estoy acostumbrado a todo tipo de estudiantes.

-No conoce aún a mi hijo, profesor- dice ella, con una mueca de evidente disgusto- ni a sus amigos. Blaine puede llegar a ser un reto de verdad, para cualquiera.

-¿Su hijo está estudiando aquí?- digo yo sin poder evitar la sorpresa- pensé que el hijo de Richard Anderson estaría estudiando en el extranjero porque…

-Mi hijo está estudiando en la mejor escuela de Arte del país- dice ella con orgullo- su padre creó esta universidad ¿cree que hay alguna opción mejor en el extranjero?

-No, claro que no Danielle, debe disculpar mi torpeza…

-Por eso, le ruego sea firme con él- dice ella, evidentemente molesta por mi comentario- el chico es inteligente y hábil, últimamente se da aires de rebeldía pero confío en que usted podrá manejarlo.

-Cuente con ello, Danielle.

-Claro que lo hago, profesor- dice ella mirándome fijamente- es el último año de Blaine aquí, antes del próximo verano tendrá que atender el concurso de composición, ya sabe, el concurso nacional. Mi hijo debe estar lo mejor preparado que pueda, confío en su experiencia, sé que usted ha estado rodeado de buenos compositores en toda su carrera, así que haga que Blaine se acerque de nuevo al sendero del bien. El muchacho ha estado un poco distinto desde que Cooper dejó la casa y… bueno, eso no importa. Cumpla con su trabajo de la mejor forma posible, profesor.

-Entiendo perfectamente, Danielle, ahora, si me disculpa…

- Profesor Hummel…- dice ella con voz firme- hablo en serio cuando digo que Blaine no es un chico sencillo ¿entiende? Quiero que le quede muy claro porque debe saber que no admitiré ningún tipo de conducta inapropiada dentro de mi colegio, no sé si entienda muy bien a lo que me refiero…

-Entiendo, entiendo…- le digo, sin creer que de verdad me esté haciendo esa advertencia- haré mi trabajo de la forma profesional en la que usted espera que sea hecho.

-Perfecto entonces- dice ella y en sus labios se dibuja una mueca de alivio.- bueno, no tengo nada más que agregar ¿Ya sabe dónde es su habitación dentro del colegio?

-Aimeé Wallace me acompañará…

-Ah, la profesora Wallace… bien, muy bien. Tenga un excelente día profesor y… espero que Blaine pueda comportarse, por su bien y por el mío.

Salgo de la oficina de la directora sintiendo que he sobrevivido a un interrogatorio de la Gestapo. Desde un principio, Adam me había dicho que la señora directora de la Academia Anderson era un hueso duro de roer. Ahora lo creo, ahora de verdad me doy cuenta de ello.

Evité por muchos años regresar a la que fue también mi escuela hace ya más de nueve años. Ahora que vuelvo a caminar por los suntuosos pasillos, por los jardines que siguen intactos me doy cuenta que dentro de mí supe siempre que regresaría, a qué, eso es lo que tengo que descubrir ahora.

Camino lentamente hacia la fuente del patio principal donde he de reunirme con Aimé. De verdad había esperado dormir fuera del colegio durante mi estancia en él, de hecho, junto con Adam, había planeado quedarme en un pequeño apartamento cercano a la escuela, pero la señora Anderson se negó rotundamente. Parece que adora tener a sus empleados cerca, es eso, o que simplemente mi idea de llegar cada mañana en bicicleta al colegio le causó un poco más de horror que la idea de enviar a su hijo menor a estudiar en el extranjero.

Llego a la fuente sin poder distinguir a Aimé en la distancia y decido sentarme a esperarla en una de las banquitas de madera aledañas a aquella escultura que preside la fuente. Ahí, en medio del patio, rodeado por chorros danzarines de agua se erige la figura del fundador de esta escuela, del esposo de Danielle Anderson. Me quedo un momento contemplando esa figura. Sin duda alguna Richard Anderson es de sobra famoso y reconocido en este país. Todos los que estamos ligados a la música, a la composición, todos nosotros sabemos su nombre, su historia, nos sentimos convocados por lo que él hizo a nuestro favor.

Cuando miro atrás, cuando me remonto al día en el que le dije a mi padre que quería estudiar música en vez de hacerme cargo del taller como él quería, aún puedo ver la agonía de sus ojos al decirme "lo siento Kurt, pero no puedo pagar una universidad como la que tú necesitas". Ese día, recuerdo haberme sentido perdido, realmente mal, sentí que alguien cortaba mis alas, que alguien me decía que no podía volar cuando yo ya había visto mi trayectoria por el cielo.

Pero luego, William Schuester, mi viejo profesor del club Glee en la secundaria, me habló de la Academia Anderson de Arte y Música. Me dijo que podía presentarme ahí, que a pesar de lo modestas que eran las colegiaturas, se trataba de una verdaderamente buena escuela a nivel nacional y que el director, Richard Anderson, a pesar de haber muerto dos años atrás, había dejado a cargo a su esposa y que ella seguía llevando a cabo el deseo de su marido al recibir a jóvenes de todas las clases sociales en su colegio.

Y así fue como llegué aquí con 18 años y miles de sueños por delante. Así fue como gasté cuatro años de mi vida estudiando en estas paredes. Y han sido una serie de eventos los que me traen de nuevo a este sitio, 13 años después de todo aquello. Ya no soy más un adolescente lleno de inquietud, soy un hombre que ha vivido lo que ha querido vivir. He visto Broadway, he compuesto canciones que se seguirán cantando aún cuando yo no esté más en el mundo. Y ahora, quizá sea hora de dar otro paso, de enseñarle un poco de lo que sé a todos estos jóvenes. Sé que no es una tarea fácil, eso de sobra lo sé.

Y mientras miro la cara de Richard Anderson, sonriéndole con confianza al futuro con sus labios de granito, me digo que después de todo uno siempre está en el lugar donde debe estar y éste, la Academia Anderson, es mi sitio ahora. Adam dice que Westerville es un buen lugar para formar una familia, para establecernos. Llevamos apenas un año saliendo, pero el estar junto a él se ha vuelto una placentera costumbre. A veces no sé si estoy enamorado de él, entró a mi vida de forma pacífica, sin grandes aspavientos. La amistad de tantos años que compartimos trabajando en Broadway poco a poco fue transformándose en otra cosa ¿Amor? No lo sé… por algún extraño motivo a veces pienso que esta paz que Adam significa para mí, no puede llevar ese nombre.

Sólo sé que él me hace feliz, que hace lo que esté en sus manos por animarme, por fortalecerme, de hecho fue él quien me consiguió la entrevista con Danielle Anderson. Sé que los dos somos perfectos él uno para el otro, él me sostiene, me alienta y aguanta valientemente mis estallidos de mal humor que han estado a la orden en los últimos días. Que si lo quiero, claro que lo hago y en realidad no me molesta mucho la perspectiva de despertar al lado suyo los siguientes veinte o treinta años de mi vida.

Él me conoce mejor que nadie. Él también cambió su vida por mí cuando yo supe que no había más nada para mí en los escenarios de Nueva York. Y ahora comienzo a caminar por un nuevo mundo, como le conté a la tumba de mi madre en la mañana en aquel viejo cementerio. Todo es nuevo no porque sea la primera vez que me encuentre aquí, sino porque no vuelvo como la persona que fue antes. Alguien me dijo una vez que lo que importa no es conocer un lugar sino volver a él. Y heme aquí, preparado para enfrentar el espeluznante reto de ser profesor del hijo de Richard Anderson y me pregunto seriamente por qué Danielle estará tan asustada, y luego me encuentro pensando en él, en el joven Blaine.

Supongo que la vida del muchacho no ha sido nada sencilla. Crecer rodeado de tanta atencióny una fama nacida de su apellido, pero sobre todo, de tanta gente que estaría siempre recordándole la causa de la muerte de su padre, tuvieron por fuerza que cambiar la forma en la que él enfrentó al mundo. Para ser sincero, no recuerdo muy bien al heredero de esta escuela, vaya, las únicas veces en las que pude verlo cuando él no era más que un chico de diez años y yo un estudiante, él caminaba de forma triste al lado de su madre o tocaba el piano con maestría en el salón de música…

Blaine Anderson, le pregunto al cielo, ¿por qué tu madre teme tanto por ti? ¿Por qué yo tendría que tenerte miedo?

-¡Kurt, perdóname!- dice una alegre mujer de largo y rizado cabello oscuro escondido debajo de una boina color guinda.- perdona, los chicos de primer grado me entretuvieron de más.

-Hola Aimé- le digo yo, levantándome de la banca y atrapándola en un abrazo- ¿cómo está profesora Wallace?

-Me gustaría decirte que de maravilla, pero ya debes saber que no- dice ella con un resoplido- esos chicos roban toda mi energía ¿sabes? Pero a final de cuentas lo disfruto, ¿qué tal la bienvenida de Danny, eh?

-¿Danny?- le pregunto y noto como sus mejillas se colorean de repente- con que, estás en buenos términos con la señora directora ¿no?

-¡Kurt!, claro que no…- dice ella visiblemente nerviosa- es sólo que… ella ha sido muy buena conmigo, vaya, creo que le tengo algo de aprecio y… ¡Deja de mirarme así, no estoy enamorada de la directora Anderson!

-No claro que no…- digo yo riendo- nadie ha dicho eso ¿verdad?

-Kurt Hummel…- dice ella con los ojos entrecerrados- iba a decir que te había extrañado, pero me lo he pensado mejor.

-Aimé, no intentes enojarte conmigo por una tontería- le digo, volviendo a abrazarla- si quieres saber cómo me fue con Danny, la respuesta es: ¿no ves que sigo vivo? Pensé que nuestra cálida directora había cambiado un poco durante los años que no tuve el placer de verla y pensé que…

La cara de Aimé se pone seria de pronto, me mira sin expresión. Es evidente que todo lo que dije era una broma pero me parece que ella no lo ha tomado de esa forma. Ella me mira como si estuviera burlándome despiadadamente del mejor ser humano del universo y me doy cuenta de que tal vez es así porque para Aimé, Danielle Anderson es eso exactamente.

-No la entiendes…- dice ella, con la mirada en el suelo- no es nada fácil para ella ¿sabes? Su hijo mayor la abandonó hace dos años y Blaine le ha dado problemas desde entonces.

-¿Es cierto entonces que todos le temen a Blaine Anderson?- le pregunto yo con verdadero interés.

-El chico es un imbécil- dice ella y aunque sonríe, me doy cuenta de que es cierto que el joven Anderson tiene un negro historial conocido de sobra por todos- aunque claro, es encantador y seductor cuando se lo propone. A mí no me ha dado tantos problemas como a otros profesores, pero sus cualidades como compositor dejan mucho que desear… creo que ahora mismo su principal interés es romper el record de hombres con los que se ha acostado en el último año, o algo así…

-¿El hijo de Richard Anderson es un… chico así?- pregunto yo un tanto alarmado- ¿es en serio?

-Sí, así que ten cuidado- dice ella en una advertencia que sigue repitiéndose como si en serio tuviera que hacerle caso- no dudo que Blaine tratará de… obtener lecciones privadas contigo, ¿has notado lo guapo que te has puesto? Pero claro, el amor siempre ayuda ¿cierto? ¿Cómo está Adam?

-No seas tan dura con el chico- le digo yo un poco pensativo.- para él también debe ser difícil.

-Estoy segura de que no dirás lo mismo cuando lo conozcas- dice ella- pero bueno, ya basta de ese tema ¡Dime todo acerca de Adam Crawford!

- Él está terminando de empacar en Nueva York- le digo yo, notando como la sonrisa cálida de siempre se extiende por mis labios- vendrá a vivir conmigo.

-¡KURT!- grita Aimé extasiada de verdad- ¿en serio? ¡Ya te decía yo! Él es el indicado Kurt, el definitivo…

Y mientras ella sigue alabando las virtudes de Adam que yo de sobra conozco, noto como la gente se reúne a la entrada de la Academia. Montones de muchachos usando coloridas prendas de verano corren en estampida hacia la puerta principal del lugar. Yo no sé lo que pasa, pero puedo sentir que una emoción burbujeante llena el ambiente de pronto, la emoción de la juventud sin duda alguna.

-Debe ser la presentación de bienvenida de los fabulosos cuatro- dice Aimé, con una sonrisa que delata que a pesar de todo, ella también está emocionada.

-¿Los fabulosos cuatro?- le digo, al tiempo que ella me toma del brazo y me arrastra al lugar donde los chicos se han reunido.

-Tus alumnos de último grado- dice ella- debo decir que personalmente sólo extrañaré a Dorian Leigh pero… ven Kurt, esto es algo que nadie de esta escuela puede perderse.

El sonido de la música invade de pronto el lugar. Chicos con tambores, trompetas y guitarras se congregan alrededor de tres jóvenes que destacan por fuerza de entre los demás. Yo distingo a un rubio, a un pelirrojo y a un chico de anteojos y cabello oscuro que no por eso deja de ser menos atractivo que sus compañeros. Los tres se mueven sin pena alguna al ritmo de la música y me pregunto si alguno de ellos será Blaine Anderson. Aimé parece leer la pregunta en mis ojos y mueve la cabeza negativamente. Yo sigo mirando a los chicos y de pronto, el rubio se para delante de los demás y con una voz que parece salida de un sueño empieza a cantar con alegría:

Boy step a little closer

´cause I don't think you've heard these words before.
Lay me left and rock me right, baby lift me up so high,

take me to another world. Cause no one else will do.

Don't wanna be by myself, I wanna be dancing with you.

Los gritos de las chicas y las miradas de admiración con la que esos jóvenes son observados, me dan la idea de que estoy en frente de esos a los que Aimeé llama "los fabuloso cuatro". Y claro que son fabulosos, claro, a esa edad yo no recuerdo haber tenido tanta presencia, tanta seguridad y mucho menos, la desfachatez para presentarme a cantar y bailar de ese modo delante de tanta gente. Estos chicos parecen estar acostumbrados a la atención, es más, parecen disfrutarla. Los tres siguen haciendo un espectáculo con su talento y yo sigo preguntándome ¿dónde está el otro? Es más que evidente que el líder de ese grupo tiene que ser Blaine Anderson. Pero la canción sigue y mientras sus compañeros unen sus voces haciendo que la energía de la canción suba, el dueño del nombre que he escuchado tanto en las últimas horas sigue sin aparecer…

´Cause you're my stereo, stereo, stereo soldier
Oh oh, oh oh.
My stereo, stereo, stereo soldier
Oh oh, oh oh.
All I need is the beat in my feet, let me lose control
Oh oh, oh oh.
Get me loud, get me now, take my heart, baby take my soul
Left, right, left, right.

Para este momento todos a mí alrededor están bailando, incluso yo me encuentro moviendo el cuerpo al ritmo de aquella música. Los alumnos más pequeños incluso se notan menos nerviosos. Me imagino que el frio discurso de Danielle Anderson que escucharon más temprano en la mañana terminó por asustarlos. Pero ahora parecen ser parte de esto, parece que después de todo, están también en el lugar al que pertenecen. Y es ahora el chico pelirrojo quien se encarga de cantar junto al chico de los anteojos.

-Dorian también sabe cantar- dice Aimé al moviéndose tambien al ritmo de la música y señalándome al chico de los anteojos- Sebastian (sí, el rubio que empezó cantando) siempre se burla de él en clase, igual que Andy, pero escúchalo bien Kurt, él es el único de los cuatro que jamás te dará problemas.

Río un poco de la imparcialidad de Aimé pero me doy cuenta de que tiene razón en otra cosa: esos dos chicos también tienen mucho talento, y eso lo noto desde la primera nota que hacen brotar de su voz:

Run the beat and blow my speakers
and make me feel like I'm the only boy.
The way we move is so in time,
I'm the rare, got the skills to blow my mind,
they don't make 'em like you no more.

I'm in heaven now, so in love.
Lay your weapons down, and turn it up, up, up, up, up.

And be my stereo, stereo, stereo soldier
Oh oh, oh oh
My stereo, stereo, stereo soldier
Oh oh, oh oh
All I need is the beat in my feet, let me lose control
Get me loud, get me now, take my heart, baby take my soul

Left, right, left, right…

Después de eso, noto como el ambiente parece electrificarse. Los tres jóvenes que antes cantaban unidos, de pronto se quedan de pie, a la espera de algo. Los murmullos llenan por un momento el lugar antes de perderse en el silencio. Sé que algo está pasando, pero no estoy muy seguro de qué es, hasta que de pronto, escucho una voz que me causa escalofríos sin razón aparente.

Es como si escuchara por primera vez una voz que antes ya había escuchado en sueños y que ahora se materializa frente a mis ojos e invade mis oídos. Oigo esa voz de terciopelo y me cuesta creer que es real. Los chicos a mí alrededor se empujan los unos a los otros al darse cuenta del origen de aquella voz de fantasía. Y me doy cuenta de que yo también quiero verlo. Me descubro queriendo saber cómo es el dueño de ese embrujo, porque eso parece ser: todos parecemos estar inquietos al escucharlo cantar a él, a Blaine Anderson, no puede tratarse de alguien más… y me encuentro empujando a la multitud, quiero llegar al frente, en este momento no estoy pensando de verdad, sólo sigo su llamado, sólo sigo el camino que él marca sin pararme a cuestionarlo o a cuestionarme.

Sólo me dejo guiar por esas notas que parecen alargarse en el tiempo, simplemente dejo que mi cuerpo vaya al sitio donde quiere estar. En los últimos diez años he estado rodeado de voces hermosas, pero ninguna podría siquiera imitar esta que ahora escucho. Y cuando menos lo espero me encuentro en frente de todos los demás, mirándolo a él, al chico que por sí solo puede crear tanta magia, al joven del que todos me han advertido, al muchacho que me mira directamente con esos ojos color avellana, esos ojos que me habían mirado también en la mañana…

Can you save me?
Can you set me free?
´Cause I need to feel alive
Oh we have to survive…

´Cause you changed me
Now I believe
And I need to feel alive
Oh we have to survive…

La voz de Blaine se une después a la de sus compañeros que cantan por última vez el coro de la canción y yo me quedo ahí de pie, pensando que el hijo de Richard Anderson es maravilloso como todos me decían que era, que su voz está más allá de toda descripción posible y me cuesta admitir que haya algo malo en él. Sí, claro, le gusta ser el centro de atención, le gusta ser admirado de ese modo. Sí, no dudo que sea un completo imbécil por el modo en el que le coquetea a los chicos que ingenuamente creen poder obtener algo de él… pero, el joven que conocí sin saberlo en el cementerio, la mirada rota de esos ojos color avellana… ¿es el mismo?

No me doy cuenta de que Blaine Anderson está en frente de mí hasta que noto el silencio que de pronto se ha hecho alrededor nuestro. Él no parece recordar nuestro encuentro de la mañana y yo me pregunto por qué le doy tanta importancia a eso. El chico me mira con sus pupilas color avellana llenas de un sentimiento difícil de descifrar: burla, diversión, deseo… todo se mezcla en esos ojos que de pronto me dejan sin aire, ¿por qué? ¿Cómo es posible? Blaine me mira recorriendo mi cuerpo de arriba abajo, esa mirada debería incomodarme y sin embargo… yo también me encuentro mirándolo, perdido en esos ojos, atrapado aún por el embrujo de su ser.

-Bienvenido, profesor…- dice él guiñándome un ojo.

Y sin decir más, sin acercarse más como pensé que lo haría (¿o estaba esperándolo?), él se aleja con sus amigos que estallan en sonoras carcajadas, me dirigen una última mirada y se alejan alabando al joven de los rizos oscuros que parece estar acostumbrado a causar una revolución a dónde quiera que vaya.

Yo lo miro alejarse, siento que Aimé me mira de forma extraña y veo cómo la gente a mi alrededor también se dispersa comentando la pieza musical que acabamos de presenciar, y de algún modo que no admite duda, algo dentro de mí me dice que acabo de conocer la razón por la que Blaine Anderson podría encarnar al peligro en persona en mi vida…


CANCIÓN: Stereo soldier- Little Mix

DdA: fdashfdsfdhsfdsha¡ Ok, ok... bien, pues aquí empieza a escribirse una nueva historia, espero que poco a poco les vaya agradando el argumento, estará llena de emociones , lo prometo y gdksjagdjkasgdjs¡ Ojalá les guste :3 Por cierto ¿les gustan las adaptaciones? Es que estoy pensando en hacer una, pero en fin, ya me dirán que les va pareciendo y gdsjkagdjkasgds¡ jajaja... estoy emocionada, ustedes disculpen :)

NOS ESTAMOS LEYENDO, ESPERO :3