TRAMPAS DEL CORAZÓN
Un fanfiction de Slam Dunk, por Haruko Sakuragi
CAPÍTULO PRIMERO: "Sentimientos descubiertos"
El chico de ojos azules abre los ojos. Parpadea y tarda algún tiempo en darse cuenta de todo: es lunes. Un horrible, desagradable y nunca bien recibido lunes. El peor día de la semana, según su consideración. A continuación, el mismo ritual de cada semana: decidirse a salir de las deliciosas sábanas blancas que cubren su cuerpo; esperar algunos minutos hasta que su piel se acostumbre al frío del invierno de Japón; tomar una ducha rápida para despertar lo suficiente y subir a la bicicleta que a diario lo transporta. Después, el desayuno. Un desayuno sin sabor, sólo en compañía de su siempre apresurada hermana mayor. Su madre se fue antes de que él despertara, y su padre, si no mal recuerda Kaede, regresará hasta dentro de dos días de otro de sus importantes viajes de negocios. Así es siempre: nunca nadie está cerca para darle los buenos días. Es como si no existiera en esa casa, como si no importara. Tal vez sea una buena idea mandar al diablo todo y probar suerte en otro lugar, lejos de todos... No, eso no sería bueno.
Tras varios minutos de mirar el vacío de la espaciosa habitación, Rukawa se dirige al baño. No le importa mucho que el agua esté algo fría. Siente las finas gotas sobre su cuerpo desnudo, e, involuntariamente, recuerda que su vida es así: fría. Nadie podría culparlo por ser como es¿cierto: "Kaede-chan, deberías parecerte un poco más a tu hermana. Ella sí trae amigos a casa. Ella sí tiene un novio que la procura. ¿Por qué no te pareces un poco a Yoshie?"... No puede parecerse a Yoshie. Yoshie sí fue una niña amada desde siempre. Ella es la consentida de papá, el orgullo de ambos. Kaede llegó casi seis años después de ella, y él nunca ha sido gracioso, y tampoco se ha preocupado por agradar a los amigos de papá y mamá. Además, Kaede es el hijo que no valora los esfuerzos que hacen sus padres por darle esa vida llena de comodidades y muchos lujos a él y a Yoshie.
Daría lo mismo que desapareciera. Tal vez le quitaría un enorme peso de encima a su familia...
No. No puede hacerlo.
Mientras se pone el uniforme y arregla sus cosas, empieza a recordar: una radiante cabellera roja, un espíritu lleno de vida, la persona más cálida del mundo... Esa es la razón que tiene para no dejar la vida en Kanagawa. No podría alejarse de esa calidez que Hanamichi Sakuragi destila. No tiene otra forma de sentirse vivo que estando cerca de él. Él es feliz por ambos. Él sonríe por los dos. Kaede siente que no necesita nada más que estar a su lado... Aunque sea sólo su enemigo: eso es mejor que nada.
Rukawa baja a la cocina. Sobre la mesa, ya lo espera el desayuno: un tazón de cereal, jugo de naranja, leche, pan tostado con mermelada de fresa y café. Todo frío, excepto el café. Toma asiento y contempla la comida: el café nunca le ha gustado.
—¿Ya despertaste, ratón?
Kaede bufa. Ese es el saludo de Yoshie.
—Apresúrate o se te hará tarde —sonríe.
Yoshie tiene todo el tiempo del mundo porque a ella papá le obsequió un auto hace un par de años. En cambio, él usa la bicicleta que le regalaron cuando cumplió quince.
—Llegaré a tiempo —responde Kaede sorbiendo el jugo pausadamente.
Yoshie recorre la cocina dos o tres veces buscando algo para desayunar. Algo ligero, que no le estropeé la figura y que no deje mal aliento... Después de todo, su novio no querrá besarla si sus besos saben a café cargado.
Finalmente, se decide por jugo. Pero no hay más en el refrigerador, así que le quita el suyo a su hermano menor.
—Lo siento, ratón, pero ya se me ha hecho tarde.
Y, sin esperar el reclamo de Kaede, Yoshie sale de casa. Sólo se escucha el ruido de su auto a toda velocidad.
Rukawa bufa malhumorado. Esa mujer está loca. Pero es su hermana, y tendrá que aguantarla hasta que ella decida casarse, o él se independice... Y no hay manera de que alguna de las dos cosas suceda pronto.
Rukawa se pone en marcha a la escuela. La cadena de su bicicleta se enreda y se retraza cinco minutos, lo que indica que no llegará a tiempo a la primera clase... Bueno, en realidad eso no le importa. De cualquier manera no iba a entrar. Más bien planeaba subir a la azotea y dormir hasta la hora del almuerzo. Hoy no quiere encontrarse con el pelirrojo antes del entrenamiento. Seguramente, él estará intentando quedar bien con esa niñita tonta... ¿cómo se llama? Haruko Akagi, la hermana menor del capitán Gorila. No va a poder contenerse y la odiará más. Si ella le habla, él la despreciará en público. Y eso no hará muy feliz a Hanamichi.
Y justo cuando llega a los límites de Shohoku, Kaede divisa al objeto de su afecto...
Ahí está Hanamichi Sakuragi, hablando con su eterno mejor amigo: Youhei Mito. A veces ha sentido celos de esa relación tan estrecha que llevan. Youhei es un chico con suerte, piensa Kaede, puesto que puede hacer lo que él quisiera: tener la confianza de Hanamichi, verlo sonreír, ser el destinatario de esas bellas sonrisas que sólo a él le dedica... Si tan sólo no fuera tan difícil saltar esa brecha que los separa... Pero, muy a su pesar, reconoce que la vida nunca ha sido buena con él. No tendría por qué irle mejor ahora que le interesa tanto una persona.
Y, sin embargo, la esperanza es lo último que muere...
—¡Yo soy el talentoso Hanamichi Sakuragi! —lo escucha vociferar ante los aplausos de sus amigos.
—Estorbas, torpe: muévete.
El comentario provoca la rápida reacción de Hanamichi, quien se abalanza sobre Kaede tratando de golpearlo. Youhei lo detiene, y el resto del ejército lo ayudan a tranquilizarlo. Y justo entonces, cuando Rukawa está empezando a ocultar la primera alegría de la mañana, viene la causante de todos sus disgustos y rabietas:
—Hola, Sakuragi-kun.
Kaede escucha una voz chillona que le parece insoportable: es Haruko Akagi. Y ahí va de nuevo. Hanamichi se olvida de que estaba discutiendo con él, lanza lejos a sus amigos y corre a llamar la atención de la chica... Y ella pone ojos de corazón en cuanto se percata de la presencia del número once de Shohoku. Seguramente Kaede la odia por hacer sufrir así al atractivo pelirrojo.
—Ru-Rukawa... —alcanza a murmurar con evidente vergüenza y un tono carmín en las mejillas. Pero a Kaede no le simpatiza, y nunca le simpatizará.
—Torpe —murmura cuando pasa junto a Hanamichi, y se marcha del lugar sin siquiera dirigirle una mirada a la chica que lo ama.
Parece dejar una estela tras de sí. Haruko tarda segundos en recuperar la noción del tiempo y el lugar; Hanamichi le lanza una última mirada de confusión, envidia y desprecio, y luego observa a Haruko... Y se siente tan mal, que quisiera mejor dejar de mirarla. Su rechazo número cincuenta y uno... Ya está acostumbrándose a la idea.
—Hanamichi, tenemos clase en dos minutos —el siempre oportuno Youhei al rescate. Hanamichi sabe que no podría vivir sin él. Ha sospechado que él y Haruko harían una bonita pareja, pero siempre descarta la idea. Después de todo, él la ama verdaderamente. Youhei podrá enamorarse de muchas otras mujeres, así que no hay que suponer algo entre ellos.
—Sí, vamos —y se encaminan juntos al salón tras despedirse de Haruko. Ella también tiene clase, de educación física, si no mal recuerda el pelirrojo. Así que no se verán hasta la hora del almuerzo.
Rukawa ya se encuentra en la azotea. Curiosamente, esta vez no puede conciliar el sueño. Tal vez se deba a que Yoshie lo dejó descansar toda la noche. En el cielo, las nubes se mueven muy despacio, como pretendiendo que él las vea y les encuentre forma. Tanta calma, tanta paz arriba, lo hacen imaginar un futuro prometedor con el pelirrojo. No recuerda con exactitud cuándo se dio cuenta de que lo amaba. Ni siquiera sabe cómo todo el odio que alguna vez estuvo seguro de profesarle, se transformó en amor. Pero, según sabe, así son estas cosas: inexplicables.
Sabe que no pasará mucho tiempo antes de que alguien inteligente se dé cuenta de la maravillosa persona que es Hanamichi Sakuragi. Y sabe también que es tanta la necesidad de amar y de sentirse amado del pelirrojo, que se entregará al primer imbécil que le jure amor eterno, sin importar si es sincero o no lo es. Alguien más se aprovechará de su alma noble e inocente, y jugará con ese corazón de oro que se niega a amarlo. Y Dios sabe que Rukawa quiere ganarse ese corazón antes de que lo rompa alguien que no sabrá quererlo como merece. Kaede quiere ser el receptor de todo el amor, el dueño de ese corazón.
Y duele ser consciente de la realidad: Hanamichi lo ve como su peor enemigo. Nada ni nadie hará que eso cambie.
—¿Estás seguro?
Una voz se escucha en la escalera. Y, por un momento, Rukawa piensa que es su conciencia dándole una esperanza de que será feliz... Pero es inconfundible: Youhei. Habla con alguien más, y el primero en quien Kaede piensa es en el pelirrojo.
—No puede ser de otra forma, Youhei.
Efectivamente, es la voz de Sakuragi.
—Hanamichi —dice el chico más bajo en cuanto entran al espacio abierto—, recuerda que tienes que pensar muy bien las cosas. Una declaración de amor no es algo que pueda tomarse a la ligera, y menos a estas alturas..
—Lo sé, Youhei. Pero ya no puedo con la incertidumbre. Todo o nada.
—Mira, Hanamichi. Sabes que los muchachos y yo te apoyaremos, pero... ¿no crees que sería mejor esperar un poco más?
Rukawa se sobresalta. Una declaración de amor no puede estar dirigida a nadie más que a la niña tonta, y no significará otra cosa que la causa de una nueva tristeza para Hanamichi.
Inexplicablemente, ni Youhei ni el pelirrojo se percatan de la presencia de un tercero en la escena, y continúan conversando con la mayor naturalidad del mundo.
—¿Crees que si espero las cosas resultarán bien? —pregunta Sakuragi con la mayor ingenuidad.
—No lo sé, Hanamichi. Pero para algo se hizo el tiempo, y tal vez sería mejor que hubiera una oportunidad de algo más.
Hanamichi mira al cielo. Ve las nubes pasar tan lentas, como si pretendieran darle oportunidad de hallarles forma, y no puede reprimir un suspiro. Que las cosas resultaran bien... Sería ideal que Haruko correspondiera a sus sentimientos, aceptara ser su novia y fueran felices para siempre. Pero la felicidad nunca ha sido eterna para el pelirrojo. Tal vez Youhei lo único que quiere es retardar lo más que pueda el siguiente rechazo.
—¿Verás a Haruko hoy? —Mito siempre ha sido bueno para cambiar las conversaciones.
Hanamichi piensa unos segundos mirando al cielo. Kaede pone atención a su respuesta.
—Sí, creo que sí. Dijo que quería contarme algo.
Kaede se sobresalta. Es obvio que esa chica ve a Hanamichi como su mejor amigo. Y lo más sabido del mundo es que el amor y la amistad no se llevan.
¿Hanamichi lo sabrá?
Si es así, definitivamente es muy tonto al conservar la esperanza de que ella le corresponderá. Pero, si no lo sabe, está a punto de ser muy herido.
El pelirrojo y su amigo abandonan la azotea y vuelven a su salón... O a buscar algo que hacer mientras termina la clase que su grupo está tomando. Rukawa permanece en silencio, pensando largamente en la conversación que escuchó. No le gusta la idea de que Hanamichi le declarare sus sentimientos a la niña Akagi, aunque eso signifique el desengaño tan esperado por él desde hace meses. Pero tampoco quiere que su compañero de equipo siga forjándose falsas esperanzas en un amor que nunca será posible. Él sabe lo que ese enamoramiento significa para Hanamichi, y, aunque no quiere aceptarlo, haría lo posible por verlo feliz, sin importar que esa felicidad esté lejos de él y al lado de Haruko.
Rukawa siente esa punzadita en la boca del estómago que aparece siempre que piensa en Haruko y Hanamichi juntos... Duele mucho. Duele porque lo quiere.
Poco a poco, empieza a quedarse dormido. Desea soñar con él, con Hanamichi Sakuragi. En sus sueños, siempre tienen un final feliz porque se quedan juntos para siempre. Pero, debe aceptarlo, los sueños nunca se han vuelto realidad. La triste verdad es que Hanamichi Sakuragi lo odia, que las fantasías del pelirrojo son protagonizadas por Haruko Akagi, y que él nunca pasará a otro plano que no sea "el peor enemigo, antisocial y zorro dormilón". Y eso lo hace sentir tan deprimido, que quisiera llorar.
Sin embargo, mamá le ha enseñado que los hombres no lloran. Yoshie se burlaría de él si lo viera tan vulnerable. Y es eso, precisamente, lo que lo obliga a no abrirse con el pelirrojo: se volverá vulnerable, débil... y podría ser derrotado si dice cualquier cosa que pueda hacerlo parecer sensible. Ese exterior duro e impenetrable le sirve de protección. Hace tiempo se juró no volver a ser lastimado. No después de aquella trágica situación que enfrentó a los catorce años. No volverá a darse el lujo de llorar por nadie, aunque eso implique marcar una muralla de acero que lo separe de Hanamichi.
El pelirrojo ya ha llegado a su salón. No sabe que Rukawa escuchó toda la conversación, y que ahora lo hace protagonista de sus sueños más dulces en la azotea. Se sentiría halagado si lo supiera, pero nadie pretende decírselo. Además, él prefiere hacerse a la idea de que le será difícil hallar amor. Después de todo, si uno espera lo peor, cualquier cosa lo hace feliz. Ese es su destino: conformarse con lo primero que llegue, con lo poco que le corresponda en esta vida. Haruko no lo amará, eso está casi asegurado. Esa tarde sería una buena oportunidad para sincerarse, pero Youhei ya lo hizo prometer que no le dirá nada de lo que siente por ella. Hanamichi sabe que Youhei siempre lo ha querido bien, y que lo único que busca es su bienestar. No haría nada para perjudicarlo.
Pero Sakuragi sabe también que Haruko no lo hiere intencionalmente. Se ha convencido de que ella no tiene la culpa de no amarlo. Y también, desde hace pocos días, le ha rondado por la cabeza el argumento de que Rukawa no tiene un plan en su contra, sino que él tampoco hizo nada por ganar el corazón de la linda Haruko. El amor simplemente surge. Si lo sabrá él, que se enamoró a primera vista. No debe culpar a Kaede. Es bueno que ya piense así, está madurando. Si su papá lo escuchara, seguramente estaría orgulloso. Muy bien, está decidido: se lo contará a su padre el fin de semana que tenga la oportunidad.
Las clases este día pasan rápido. Hanamichi no tiene deseos de buscar pleitos; eso es tarea del ejército, no suya. Tiene que estar tranquilo para cuando hable con Haruko. Ella tal vez quiera hablarle de su hermano, o de sus padres, como siempre lo hace. Posiblemente, le dé consejos para mejorar sus técnicas en el básquetbol. Después de todo, Haruko siempre se preocupa por él. Y eso le duele: Hanamichi se ha dado cuenta de que él es su mejor amigo... Y el amor y la amistad no se llevan. Jamás lo harán. Es antinatural. Y es un hecho que Haruko no lo amará.
Cielos, qué sabio es Youhei. Qué bueno que lo convenció de no decirle nada a Haruko.
Qué rápido se fue el día. Las clases terminaron, y es momento de reunirse con Haruko. Hanamichi camina hacia la azotea. Curioso que todas las citas siempre se lleven a cabo en la azotea del edificio principal. No quiere toparse con Rukawa. Pretende ir de buen humor a ver a Haruko... Pero ahí está él: interponiéndose entre la escalera y la puerta.
—Torpe —bufa Kaede aún antes de que el pelirrojo lo note bien.
—¡Zorro, cállate! —grita exasperado el ofendido, y se abalanza intentando golpearlo. ¿Es que no pueden verse sin pelear?
Kaede lo mira profundamente. Si las miradas fueran suficiente, en este momento estarían besándose con pasión, satisfaciendo las pasiones y haciendo el amor... Pero el pelirrojo confunde esa mirada cargada de idolatría, deseo y admiración, con una cínica intención de no dejarlo en paz.
—¿Qué quieres, torpe? —es la fría pregunta de Rukawa.
—Que me dejes pasar, zorro —responde el pelirrojo fingiendo enojo. Lo cierto es que ya está acostumbrado a las peleas con Rukawa: le dan sabor a sus días.
—¿Para qué? —y Rukawa parece querer hacerlo difícil esta vez.
—¡Quítate!
Hanamichi le lanza un golpe sin mucha fuerza a su oponente, y este lo detiene con facilidad. Pero al pelirrojo no le gusta la sonrisa que se ha empezado a dibujar en el rostro pálido.
—¡Eres un cínico, Rukawa! —grita, y ahora se abalanza furioso contra el muchacho que lo mira fijamente.
Hanamichi lanza golpes sin atinar. Se desespera, puesto que Kaede parece disfrutar el momento. No entiende qué es lo que disfruta en realidad, pero no le gusta que sea feliz burlándose de él.
Rukawa no borra la sonrisa del rostro. Le gusta provocar así al pelirrojo. Piensa que es divertido. Después de todo, sabe que al menos le provoca un sentimiento... Es cierto que no es el que desearía causar, pero eso es mejor que nada.
—Torpe Hanamichi —piensa divertido Kaede, y no cuenta con que el aludido desea golpearlo... Y, como es bien sabido, Hanamichi rara vez reprime sus deseos, así que su puño va a dar contra el rostro de Rukawa. Su labio sangra. Se detiene en seco y mira con profundo enojo al pelirrojo. No quisiera responderle así, pero sabe que debe hacerlo. Y eso hace: lo golpea en el estómago, y Hanamichi se dobla del dolor. Se hinca en el piso y maldice a Kaede, como siempre.
Y justo en ese momento de furia entre los más grandes rivales que ha dado Japón, una voz aguda interrumpe la escena.
—¿Sakuragi-kun?
Es Haruko, la dulce Haruko Akagi, dueña del amor del pelirrojo y receptora del más profundo odio de Rukawa.
—Rukawa-kun... —susurra en cuanto ve al jugador, dueño de sus suspiros y causante de sus penas de amor.
Kaede la mira sin mucho agrado. No es su persona favorita en el mundo, y mucho menos lo será en poco tiempo, cuando se dé cuenta de lo que la chiquilla ocasionará.
—¡Haruko-chan! —sonríe el pelirrojo, y de inmediato se recupera e ignora a Rukawa para centrar toda su atención en ella— ¡Me da gusto que estés aquí! Sé que querías hablar conmigo, por eso vine a encontrarte.
—¿Qué? —a Haruko le toma unos segundos reaccionar y volver a su postura habitual— ¡Oh, sí! Yo deseaba conversar contigo, Sakuragi-kun —la chica mira de reojo al malhumorado Rukawa, y prosigue con su argumento—. Quiero decirte algo...
¿Es que esa chica no puede ser más tonta? Por el amor de Dios, ni siquiera sabe disimular: no le quita la vista de encima a Kaede. Hanamichi, literalmente, está a punto de arrastrarla para que deje de mirarlo y vayan a la azotea.
—Idiotas —murmura Rukawa antes de abandonar el lugar. Por supuesto que Hanamichi está tan ocupado contemplando a la chica, que no se percata del insulto escupido por Kaede.
Haruko observa a Rukawa mientras se aleja. No puede reprimir un suspiro desalentador que la abandona. ¿Hasta cuándo va a sufrir por él?
—Haruko... ¿Querías decirme algo?
La chica responde ante la pregunta de su amigo.
—Sakuragi-kun, yo... lo siento. No puedo evitar amar a Rukawa... Tal vez tú no lo sepas porque no estás enamorado —pobre niña tonta—, pero es imposible olvidar un amor, aunque ya te hayas convencido de que esa persona no merece tu cariño.
Haruko debe ser adoptada. Ni siquiera Akagi es tan despistado... por no decir estúpido.
—¿A qué te refieres, Haruko? —tonto Hanamichi. Se está haciendo pasar por un tonto.
—Yo... Estoy dispuesta a todo por conquistar a Rukawa. Merezco que me ame, Sakuragi-kun. Yo no soy mala, y él no se fija en mi porque no sabe que lo quiero... —Hanamichi no entiende— Estoy segura de que, si él supiera mis sentimientos, me correspondería sin dudar.
El pelirrojo quiere decirle que está soñando, que no puede forzar el amor. Para nadie es un secreto que ella ama a Rukawa, ni siquiera para él, y, si él no la quiere, por algo debe ser.
—Tengo un plan, Sakuragi.
La voz de la chica suena como una sentencia para Hanamichi.
—Y tú tienes que ayudarme...
El pelirrojo asiente sin entender. No cree que se trate de algo del otro mundo, puesto que Haruko no es una asesina en serie ni la cabeza de la mafia japonesa¿cierto?
Haruko, con todos los detalles necesarios, le explica a Hanamichi que lo necesita: él debe fingir ser su novio. Tal vez durante un par de meses, el tiempo suficiente para que Rukawa se percate, se dé cuenta de que ella ya no le pone mucha atención, y descubra que la ama y que se siente celoso de que sea Hanamichi quien esté con ella.
No muy convencido, el pelirrojo acepta, puesto que, como la misma Haruko dijo: "Eres mi mejor amigo, Sakuragi", y los amigos se ayudan en todo y como sea.
CONTINUARÁ...
Nota de la autora:
He vuelto con una nueva historia.
Tras librar todas mis materias y tener como única responsabilidad mi trabajo entre semana, he decidido continuar con esta historia que llevaba mucho tiempo en la computadora.
Ojalá les guste.
Y pronto, volviendo al comienzo de todo, un fic en el que no habrá yaoi, pero que igual tendrá a Rukawa y Hanamichi como personajes centrales.
