¡Muy bien! La película me encantó, me encantó, ¡ME ENCANTÓ! XD La idea de este fic se me ocurrió desde que salí del cine. A mí me agrada Kristen ya que también me gusta La Saga Crepúsculo. ¡Pero Chris Hemsworth! ¡Ese hombre nació para ser Thor! ¡Para ser Eric! Ustedes entienden xD
Dato Importante: El fic será en primera persona. De Blancanieves y Eric (El Cazador). De todas formas yo indicaré quién narrará. =D
¡Espero les guste! =D
I. La Fiesta después de la Coronación.
***Blancanieves***
Estaba tan nerviosa. La corona pesaba más de lo que pensaba. Me sudaban las manos. Y todos estaban viéndome. Desde los fieles guerreros que sobrevivieron al ataque al castillo. Los valientes enanos, que demostraron que no hace falta tener tamaño para tomar un castillo. La mujer de la aldea que nos rescató a Eric y a mí cuando estábamos escapando de los hombres de Ravenna. Greta también estaba allí; ahora lucía hermosa y joven ya que el hechizo de Ravenna desapareció con su muerte. El duque Hammond, quién estaba aliviado de verme al fin, como reina. William, quien me miraba con esa sonrisa que siempre me había encantado desde niña. Y Eric… Mi cazador. Estaba alejado de todos. Pero aún así, me sonreía.
Bien, eso era lo que tenía que hacer. Observarlo a él. Siempre a él.
— ¡Salve a la reina! ¡Salve a la reina! —exclamaron todos. Algunos sacando sus espadas y señalando el cielo.
El duque Hammond se levantó y se situó a mi lado.
Jamás había tenido tanto miedo en mi vida. Exceptuando mi lucha contra Ravenna, claro. Pero lo que me aterraba era el futuro. ¿Qué iba a hacer yo como reina? Mi padre, cuando aún estaba vivo, me explicó ciertas cosas, pero no fueron lo suficiente. Ravenna le impidió que siguiera enseñándome. Ravenna me lo quitó.
— ¿Su alteza?
La voz del duque me hizo dar un brinco. ¿Qué fue lo que dijo? ¿Qué le iba a contestar?
— ¿Sí?
— ¿Quisiera decir unas palabras alentadoras ahora que ya es oficialmente la reina?
Eso era fantástico. Mi cabeza estaba hecha un enrollo y me pedían dar un discurso. Observé de nuevo a Eric. Seguía allí, sonriéndome. Asintió una vez para darme valor. Y realmente lo agradecí.
—La larga época de invierno eterno y dolor ha terminado. Ahora que soy su reina, les prometo que la felicidad y la cálida primavera regresarán. Y haré que este reino sea incluso mejor que el de mi padre. ¡Palabra de reina, mis aliados!
Para mi sorpresa, les agradaron mis cortas palabras. Un alivio inmenso.
Bajé los escalones con lentitud y varias personas me rodearon para felicitarme por mi reciente coronación.
— ¡Fieles súbditos! ¡Ahora iremos a la sala comedor para comenzar la fiesta del nuevo reinado de su alteza Blancanieves! —exclamó el Duque.
Noté que Eric desapareció entre el gentío y me aterré, por un solo y simple motivo: Su partida.
Me disculpé ante los señores que querían interrogarme o felicitarme y me escabullí entre la gente hasta el pasillo que daba a la salida del castillo. Y Eric estaba cerca de abrir la puerta para irse.
— ¡Eric espera! —grité.
Él volteó y me miró torturado.
—No quería que me vieses partir, su alteza.
—Deja las formalidades, Eric. Y no está bien el que… me dejes.
—Nieves, mira dónde estás ahora. Eso era lo que todos queríamos pero sobretodo tú. Ahora yo…
— ¡No! —Le interrumpí a tiempo —. Necesito que estés aquí.
— ¿Por qué? Tienes a William, el hijo del duque. De seguro te casarás con él y siempre te protegerá de todo mal que ose acecharte, mi reina.
—Eric yo no… —no quise decir nada. Estaba confundida —. Solo quédate. Estarás conmigo en todo momento, es lo que quiero. ¿Acaso tú no?
—Oh, Nieves. Yo solo quiero que estés bien.
—Estaré bien si tú estás a mi lado.
Eric alzó un poco la barbilla y suspiró.
—Bien. Me quedaré.
Mi alegría fue tan grande, que no pude evitar correr hacia él y abrazarlo. Sus fuertes brazos me aprisionaron. Sentía su fuerte respiración en mi cabeza y escuchaba su estruendoso corazón palpitar de prisa.
—Todo estará bien —susurré.
—Sí, así será, Nieves.
Él me soltó un poco, pero me sujetó por la cintura.
—En verdad te ves muy hermosa con la corona.
Sonreí, ruborizándome un poco. Él alzó mi rostro colocando su dedo en mi barbilla y me sonrió.
— ¿Qué esperas que haga por ti, Nieves?
—Que nunca me abandones.
Acarició mi rostro y escuché unos pasos cercanos.
—Ehm… Mi reina…
Observé a William con cierta rudeza, ya que interrumpió un momento crucial.
— ¿Si, William?
—Todos en la sala ansían tu presencia.
—Bien. Ehm… Eric, ¿me acompañas?
Él asintió solamente y caminó a mi lado. William iba adelante, pero en tres ocasiones nos miró por encima del hombro.
Después del brindis, todos comenzaron a comer. William comía un trozo de carne, sentado en la mesa y limpiándose continuamente los labios con el pañuelo. Eric era todo lo contrario, estaba comiéndose una pata de cerdo, en una esquina. Su barba estaba cubierta de grasa y se veía realmente gracioso.
Me levanté y los que estaban sentados me imitaron.
—Por favor, tomen asiento —rogué.
Cuando lo hicieron, me acerqué a Eric y le di un codazo juguetón.
—Creo que debes limpiarte un poco.
Eric se limpió con la manga de su chaqueta y le dio otro mordisco a la pata de cerdo.
—Deberías estar disfrutando de tu fiesta, Nieves. Estos hombres están aquí por ti.
—Lo sé. Pero me siento algo incómoda. No había estado en una fiesta como esta desde que era niña.
Eric asintió en silencio. Y yo apoyé mi cabeza de su hombro. Algo atrevida, pero a él no le incomodó. O bueno, eso creí yo.
Las personas comenzaron a emborracharse después de unas horas y prontamente se durmieron sobre la mesa o en el suelo como animales. El duque Hammond estaba impactado. William les daba patadas y regañaba a los hombres que aparentemente me "ofendían" por su actitud bochornosa. En cambio Eric y yo estábamos que soltábamos unas carcajadas.
En fin, ya entrada la noche, anuncié que me retiraría a mis aposentos y le pedí a Eric que me acompañara.
Frente a la puerta, suspiré y encaré a mi cazador.
—Disculpa lo de hace rato. Creo que no debí obligarte a quedarte.
—No me obligaste, Nieves.
—Prácticamente lo hice. Lo siento mucho.
—Yo no quería irme. Solo quería escuchar de tus labios tu anhelo por mi presencia junto a ti. Y juro protegerte de todo y de todos. Lo vuelvo a jurar, Nieves.
—Te creo, Eric —acaricié su rostro y besé su mejilla —. Hasta mañana.
—Descansa Blancanieves, mi reina.
***Eric***
Observé a aquella chiquilla tan hermosa cerrar la puerta. Me quedé unos minutos frente a su puerta. Y sabía que ella estaba del otro lado, atenta a cualquier ruido.
— ¿Si, William? —pregunté cuando sentí al chico acercarse por detrás.
—Ehm… Solo quería asegurarme de que la reina estuviese en su habitación a salvo.
—Descuida. Yo me encargaré de ella a partir de ahora.
—Disculpa, cazador. Solo quería cuidar de un bien en común.
Alcé una ceja y crucé los brazos a la altura del pecho.
— ¿Qué intentas decir?
—Nada. Por cierto, creí que te marchabas.
—No. Ella me pidió que me quedara.
— ¿Blancanieves hizo eso? —preguntó sorprendido y ofendido.
—Sí, lo hizo. ¿Por qué?
Mi rudeza al preguntar le hizo petrificarse un poco. Él tenía buena estatura, pero aún así, seguía siendo un chichón de piso ante mí.
—Ahmm… Nada, nada. Bien. Descansa, cazador.
Solo asentí y lo fulminé con la mirada hasta que lo perdí de vista.
Todos me siguen llamando Cazador, la única que me llama por mi nombre es Nieves.
No tenía ganas de dormir. Para nada.
—Nieves, duérmete ya —dije apoyándome del marco de la puerta.
—Bien… bien... —contestó segundos después.
Me reí entre dientes y saqué una pequeña botella de ron. Y después de un par de tragos, me quedé dormido.
