LA MAYORÍA DE LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN.

SON PROPIEDAD DE LA SERIE DE ABC ONCE UPON A TIME O DE ADAPTACIONES ANTERIORES DEL CLÁSICO PETER PAN.

Introduzco el prólogo con la canción This time is different de Evans Blue.


I'm burning up

I'm filling up, see

Forever plagued with this fire inside me

Deliver all, to live or die blindly

It's empty

It's bluffing defining the nothing

I'm giving up

I'm living but weak

I'm hearing voices from shadows inside me

I never sleep,

My eyes are too focused, too hopeless,

too broken, too open,

to notice...

The interfering call of fate

crawling out of you, and now

I know i said

I hope I don't upset the light you defend

But this time it's different

Destroy my pain

Then capture life again

Destroy my shame

Can't live my life this way

Let go, GO! Let go!

And capture life again

LET! Let go! Let go!

Can't live my life this way

Cuando volvió a abrir los ojos, Bianca se encontró a sí misma tumbada boca abajo sobre la arena. Rodó a su costado derecho, escupiendo algo de agua que había tragado. Le pitaban los oídos y su mundo daba constantes vueltas. Tardó unos segundos en recomponerse de su intenso viaje. Se levantó costosamente, aún algo aturdida, sacudiendo la mugre de su ropa. Miró a su alrededor y, a la lejanía, pudo distinguir una roca en forma de calavera rodeada por el revuelto mar. Había llegado a su destino, no cabía duda.

-Parece que, por primera vez, he tenido suerte. -se dijo a sí misma, no pudiendo reprimir una sonrisilla.

En ese mismo instante, y a pesar de estar aún un tanto mareada y descentrada, un crujir de ramas la hizo tensarse de pies a cabeza.

-Chicos, mirad lo que tenemos aquí. -informó una voz a sus espaldas.

Y entonces Bianca sintió algo, una sensación semejante a la que experimentaban los humanos al darles el corazón un vuelco, cuando presa de la emoción ese pequeño músculo rosado se les encogía. Hacía años que no escuchaba esa voz en un lugar que no fuese su propia cabeza. Se giró rápidamente, sin pensarlo lo más mínimo, por mero impulso y se topó con un adolescente vestido en sucios ropajes. Tras él, otros chicos vestidos de forma similar emergían de la jungla. De entre todos, él era el más alto, parecía también el mayor. Estaba a punto de comunicarles algo más al resto, pero volvió a cerrar la boca según Bianca se dio la vuelta. Frunció el ceño en gesto de confusión.

- ¡Es una chica! -exclamó uno de los presentes.

El alto giró lentamente la cabeza hacia él, como si el comentario lo hubiese molestado.

-Eso ya lo veo, idiota...

Bianca dibujó una media sonrisa y miró al chico expectante mientras se colocaba un claro mechón de pelo rubio tras la oreja, ligeramente nerviosa. ¿Qué le diría? Después de tanto tiempo y teniendo en cuenta las circunstancias en las que se alejaron...

-Llevadla ante Pan. -ordenó, apoyando el mazo que llevaba en una mano sobre sus hombros.

Bianca pestañeó, confusa a más no poder. Antes de que pudiese reaccionar, ya se habían abalanzado sobre ella. No tardaron en reducirla y atarla.

"Brillante, Bianca, simplemente brillante" pensaba mientras cuatro chicos la llevaban atada sobre sus hombros, como si se tratase de su última caza. Lo cual, pensándolo bien, era exactamente lo que ella era. Dejó escapar un suspiro. "Bueno...no quería tener que hacer esto, pero..."

No se lo pensó dos veces, sin previo aviso le dio una fuerte patada en la cara a uno de los chicos que le agarraba las piernas, el iluminado de la cresta que había deducido que era una chica.

Ninguno se había esperado el ataque y Bianca pudo incorporarse rápidamente. Se acercó sus atadas manos a la boca y de un solo mordisco consiguió romper la cuerda. Con su mano, ahora libre, lanzó una bola de fuego a sus pies y la cuerda que los juntaba se convirtió en cenizas.

-Yo no lo haría. -amenazó ella cuando los chicos se dispusieron a atacarla. Dejó entrever una peligrosa sonrisa que mostraba sus más que afilados colmillos. -No os quiero hacer daño...-habló seriamente después. Señaló al más alto de los adolescentes con un dedo y dedicándole su mejor sonrisa, añadió. - Especialmente a ti.

Todos parecieron extrañarse, incluso el aludido, aunque no soltaron sus armas. Bianca se encogió de hombros y echó a correr a una velocidad sorprendente, podría decirse que completamente inhumana. La siguieron como bien pudieron.

En cualquier otra situación, los chicos no hubiesen tenido la más mínima posibilidad de atraparla, pero en ésta, Bianca no sabía dónde estaba y ellos conocían la jungla como la palma de su mano. Tuvo que detenerse en seco para no chocarse con dos adolescentes que se le habían adelantado por algún atajo y ahora obstruían su paso. De reojo pudo comprobar que estaba rodeada, a un lado y a otro. Los chicos no eran muchos, pero los suficientes como para acorralarla y dejarla sin escapatoria.

-Chicos...-murmuró intentando no perder la paciencia y mantener su sentido del humor. -No quiero jugar al pilla-pilla.

Dicho aquello, y con un simple movimiento de muñeca, hizo crecer enormes llamas a su alrededor. Sus atacantes no pudieron más que dar un par de pasos atrás para no quemarse gravemente. Bianca aprovechó la ocasión para, en un ágil salto, escalar al árbol más cercano. Así, comenzó a saltar de una rama a otra, avanzando velozmente hasta camuflarse entre las hojas y que le perdiesen el rastro.

Cuando comprobó que, efectivamente, le habían perdido la pista, aterrizó en el suelo de un salto. Sin embargo, para su desgracia, todos sus sentidos se pusieron alerta según hubo tocado tierra. Había alguien cerca. Bianca no tuvo que pensar mucho para adivinar de quién se trataba.

-Hazte ver, Pan.

Inmediatamente un chico que aparentaba aproximadamente dieciséis años se colocó frente a ella, los brazos en jarra sobre sus caderas. Era delgado y algo más bajito que Bianca, que era una chica relativamente alta. Tenía el pelo corto pero abultado, de un color castaño claro. Sonreía de medio lado, alzando una de sus finísimas cejas mientras la miraba de arriba abajo.

- ¿Así bien? -le preguntó burlonamente.

-Depende. ¿Si te digo que te esfumes y me dejes tranquila lo harás?

-Já. -soltó una irónica carcajada, apareciéndose de pronto mucho más cerca de ella. -Ten cuidado, Bianca, te recuerdo que estás en mi isla.

-No se me olvida... sólo tú podrías hacer que un cuento de hadas se volviese tan siniestro.

-Y, sin embargo, aquí estás. -señaló. - ¿Sigues emperrada en ser una niña perdida?

-Sabes que siempre fue mi mayor deseo...-murmuró.

Si no había forma de mantenerse fuera del alcance de Pan, le sería conveniente que él creyese que seguía siendo una niña cabeza hueca.

Pan no le quitaba ojo de encima, sonriendo de forma burlona y al mismo tiempo siniestra, como era habitual en él.

-Ha pasado mucho...tiempo... desde la última vez, Bianca.

- ¿Te refieres desde la noche que me dejaste sola, totalmente a mi suerte, en un oscuro e inmenso bosque? Sí, unos cuántos años.

-No seas rencorosa...-comenzó a andar en círculos a su alrededor. -Yo solamente te iba a hacer un cumplido.

- ¿Qué es...? -preguntó sin demasiada emoción, siguiéndolo por el rabillo del ojo.

-Te conservas bien. -soltó Pan con una cínica sonrisa, parándose en seco para mirarla fijamente.

-No juegues conmigo. -gruñó entre dientes Bianca, en un gesto amenazante.

-Vampirismo...-murmuró al percatarse de los colmillos que asomaban por la comisura de los labios de la chica. -Interesante...-dijo en tono divertido, más bien para sí que otra cosa. -Sí que has cambiado...-Volvió a dirigirse a la joven. -Verás, Bianca, tengo que admitir que me has pillado ciertamente desprevenido. No te esperaba. Ha sido una grata sorpresa.

Bianca le lanzó una mirada de todo menos amigable.

-Pero lo que sí sé es el motivo de tu visita y ambos sabemos que no es ser niña perdida.

La vampiresa trató de mantenerse inexpresiva, dejó que Pan siguiese hablando.

-Sé por qué...espera...-fingió que procesaba y acababa de darse cuenta de algo. - ¿debería decir por quién? -se detuvo unos segundos más, haciendo como que se lo pensaba mejor. - Sí, eso es. Sé por quién has venido y siento decirte que no va a poder ser.

A medida que hablaba, Pan se iba acercando cada vez más a ella. Bianca sabía que era peligroso, pero cualquier cosa que intentase en aquellos momentos sería peor.

Regla número uno si quería sobrevivir: Nunca, jamás, atacar a Pan sin un plan o una forma de huída de antemano.

-Él no se acuerda de ti. -le espetó aquél cuando sus rostros estuvieron lo suficientemente cerca.

Era como si quisiera analizar con el máximo detalle cómo, con sus palabras, algo se rompía en el interior de la chica.

Bianca no le dio el gusto.

-Mientes.

- ¿Eso quieres creer? -preguntó alzando una escéptica ceja.

-Se ha sorprendido al verme, es porque no me esperaba aquí.

Pan rió.

-Se ha sorprendido al verte porque eres una chica. Nada más.

Bianca silenció. No sabía qué decir y no quería seguirle el juego.

-Lleva unos cuántos años aquí, ya sabes que aquí la línea temporal funciona diferente, ha sido toda una eternidad, lleváis demasiado tiempo distanciados...y bueno, es comprensible que no se acuerde. Parece que, al fin y al cabo, no fuiste lo suficientemente importante para él. -cogió un mechón rubio del pelo de la chica entre sus dedos y lo apartó para susurrarle en la oreja. -Él nunca te ha querido. -se separó lentamente. -Y nunca lo hará, por supuesto. -añadió con desdén. - Los niños perdidos no conocen el amor.

Bianca permaneció quieta y callada, como una estatua, sabía lo mucho que Pan estaba disfrutando con aquello y no quería decir o hacer nada que pudiese aumentar su diversión.

-Tú tampoco lo conoces, ¿no es así?

Esta vez Bianca tampoco contestó.

-No hace falta que respondas. Puedo notar esas cosas... lo vi en ti la primera vez que nos conocimos y lo vuelvo a ver ahora. Sigues siendo esa niña a la que nunca nadie ha querido...

La chica se planteó seriamente asestarle un puñetazo en plena cara. Era estúpido, no le llevaría a nada, pero Pan se lo merecía y ella se quedaría a gusto. Estaba a punto de echar atrás su brazo derecho para coger fuerza cuando Pan cambió su tono de voz a uno más alegre.

-Supongo que eso te convierte en mi primera niña perdida.

Bianca relajó el brazo y lo miró fijamente a los ojos, no estando segura sobre lo que pensar.

- ¿No te alegras? Aquí podrás hacer lo que quieras...no hay adultos, no hay reglas, no hay formalismos. Eres completamente libre. Simplemente tienes que acatar mis órdenes.

-Te dejas el pequeño factor de que no puedo salir de la isla.

-Tienes razón, no puedes. Al menos, no sin mi permiso.

-Creo, Pan, que no te enseñaron bien el significado de "libre". -añadió con notado sarcasmo en su tono voz.

-Pensaba que era lo que deseabas...-murmuró Pan, algo confuso, pues sí que seguía creyendo que Bianca era una niña perdida y aunque no se lo admitiese a sí misma, quería formar parte de su grupo. Clavó sus pequeños ojos en ella y con tono desagradable le escupió- No seas una niñata desagradecida.

-OH, no, no era mi intención. -teatralizó ella, moviendo mucho los brazos. -Es que... sé que no lo aparento, pero... ya sería mayor de edad, ¿sabes?

-Bueno...debido a tus circunstancias...creo que podría hacer una excepción. Nunca es tarde para volver a ser un niño. -Pan pareció pensárselo un segundo. -Niña-rectificó con una sonrisa provocativa.

Bianca no pudo más que dejar caer los brazos y soltar un resignado bufido. No había forma de escapar de Pan.

-Bienvenida a Nunca Jamás. -canturreó el chico en tono burlón, abriendo los brazos.

Acto seguido, le dio un pequeño empujón para que caminase en la dirección que le indicaba.

Bianca supuso que la llevaba al campamento. Tal vez fuese lo mejor. Podía mostrarse rebelde, después calmarse, como si la hubiesen domesticado y entonces, mientras fingía obediencia, idear un plan.

Caminaron en silencio por la jungla durante largos minutos. Bianca observó que las plantas estaban cortadas y la tierra removida y pisada. Estaba claro que era un sendero transitado.

Eventualmente, Pan se detuvo y apartó unas grandes hojas con la mano.

Bianca pudo ver por encima de su hombro que, tras la vegetación, se abría un pequeño claro que pasaba desapercibido ante la espesura y frondosidad de la jungla, haciendo así de perfecto escondite para Pan y sus chicos.

-Ésta es nuestra guarida, el...

-Árbol del Ahorcado. -interrumpió Bianca en un susurro.

La chica se quedó observando el alto árbol sin hojas que, sin duda, estaba muerto. Su tronco era ancho, tenía unos cuantos agujeros y trampillas que indicaban que Pan y sus niños perdidos vivían en él. Era tal y como lo había imaginado, tal y como lo describían las leyendas... aunque puede que ligeramente más siniestro. Todo lo relacionado con Pan ere siempre ligeramente más siniestro de lo esperado.

- ¡Niños perdidos! -llamó de pronto, gritando a pleno pulmón.

Empezaron a salir unos cuantos chicos de diferentes edades, algunos del árbol y otros de la jungla. Bianca pudo reconocer a unos cuantos de los que la habían perseguido, pero había muchos más.

-Tengo algo que anunciaros-Pan dio un pequeño salto para subirse a una altura y que todos pudiesen verle. -A partir de hoy...somos uno más. -dijo señalando a la chica que aún seguía oculta entre las hojas.

La mayoría de los muchachos estiraron sus cuellos y siguieron con la mirada la mano de Pan, pero no podían verla.

-Vamos, no seas tímida...-instó Pan. -Los chicos quieren verte.

- ¿Tímida? -preguntó una voz entre la multitud.

Los niños perdidos se miraron entre ellos confusos, encogiéndose de hombros.

Pan se colocó frente a Bianca en un ágil movimiento y cogiéndola del brazo, tiró de ella hacia el centro del claro, donde todos pudiesen verla.

-Nuestra primera niña perdida. -presentó Pan. -Será uno...una...lo que sea, más de nosotros. Dormirá en el campamento, participará en los juegos y hará lo que haga falta. Y, por supuesto, en caso de desobedecer...será castigada como el resto de vosotros. -hizo una breve pausa, como planteándose si finalizar ahí su discurso o no. Decidió añadir un último matiz. - Claro que...-esbozó una maliciosa sonrisa-...sus castigos serán más interesantes.

Los niños perdidos más mayores esbozaron sonrisillas y compartieron miradas cómplices. La chica se giró a mirar fijamente al cabecilla. ¿Qué demonios se supone que acababa de insinuar? La inundó una irracional oleada de miedo e inseguridad pensando en las posibilidades y sacudió la cabeza violentamente intentando quitarse ciertas imágenes de la cabeza. Intentó relajarse, no tenía de que preocuparse, sabía defenderse perfectamente.

Bianca miró con cierto recelo a los niños perdidos que la observaban, estaba segura de que muchos no eran malos chicos, pero también tenía claro que harían cualquier cosa que Pan les ordenase. Centró su mirada en el adolescente alto que se apoyaba indiferentemente en un árbol tras Pan. Llevaba una capucha puesta y no se le veía bien la cara, pero su rostro era serio. Le inspiró tranquilidad, él no dejaría que le tocasen un pelo.

Volvió a dirigirse a Pan, enfadada por lo que acababa de hacer y cortante, intentando hacer ver que no la intimidaría tan fácilmente.

- ¿Se ha acabado ya la función?

- ¿Qué?

-Si puedo dejar de ser expuesta como un mono de feria.

Pan la miró con ojos entrecerrados, sin embargo, acabó por dedicarle una sonrisa.

-Por supuesto. -asintió. - A la noche haremos una fiesta en tu honor, hasta entonces haz lo que te plazca.

- ¿Una fiesta? ¿En mi honor? Me siento tan halagada...-se burló. - ¡Creo que me estoy emocionando! -fingió secarse una lágrima.

Pan le dedicó una sarcástica y falsa sonrisa, ella optó por darse la vuelta y alejarse por fin.

- ¡No puedes irte del campamento!

-Pan...hazme un favor, cómprate un diccionario y aprende lo que "haz lo que te plazca" quiere decir-le espetó sin ni siquiera mirarle.

-Creo que eres tú la que no entiende su significado. -respondió él, cruzándose en su camino y agarrándole de un brazo, obligándola a que clavase sus ojos en él. -Mira, Bianca, lo repito una vez más para que te quede claro y nos ahorremos tonterías. Puedes hacer lo que quieras...dentro de mis límites. Soy una persona flexible. Cuanto mejor te comportes, más libertad tendrás. Como por ahora lo único que has hecho ha sido destrozar la cara a uno de mis chicos... te quedarás aquí para que podamos tenerte vigilada.

-Claro, Pan. -asintió desasiéndose sin demasiada dificultad. - Lo que tú digas, Pan...-empezó a provocarle, andando en el sentido contrario a él, dispuesta a ignorarlo. -Tú mandas...

No estaba prestando atención a su camino, tenía la cabeza girada hacia atrás para mirar burlonamente a Pan y, así pues, no vio que alguien iba en la misma dirección que ella. Acabaron chocándose inevitablemente.

-Mira por dónde vas, princesa. -le dijo una voz grave de lo más conocida.

Bianca se sorprendió y volteó la cabeza para poder mirarle con gesto extrañado. "¿Princesa? Él nunca me llamaría princesa..." se dijo a sí misma.

Pero sin duda era él, la cicatriz en la mejilla derecha no dejaba lugar a dudas. Tenía ante ella al chico alto del mazo en los hombros. Se había quitado la capucha y ahora podía verle bien el rostro. Tenía una cara alargada de barbilla y facciones marcadas. Su pelo era largo y rubio, adornado con unas plumas y una rasta que le caía a los hombros. Su flequillo justo no le tapaba los ojos, de un color azul claro, que la miraban casi inexpresivamente, aunque hubiese un sutil atisbo de curiosidad en ellos.

-No me llamo "princesa". -contestó finalmente, lo más seca y hostil que pudo.

El chico debía darse cuenta de que ése no era precisamente el saludo que ella esperaba y desde luego, no era el apropiado.

-Lo suponía, ¿no has oído hablar de los motes, niña perdida?

Los ojos de Bianca ardían en llamas, si las miradas matasen, estaría muerto. No quería que bromease, no era momento. Debería estar de rodillas suplicándole mil perdones o podría también alzarla en brazos y abrazarla, cualquier cosa menos tomarle el pelo de esa forma.

- ¿Cómo te llamas? -acabó preguntando el chico desinteresadamente.

-Bianca. -repuso exasperada.

"Esto es completamente innecesario..." pensó. "¿Tal vez va en serio?" le surgió la duda al ver que el chico seguía sin dejar ver ningún indicio de que pudiese estar tomándole el pelo. Rápidamente, la idea de que pudiese ser una estrategia para engañar a Pan, que aún estaba ahí, cruzó su mente. La descartó, pues le pareció un plan demasiado elaborado como para que lo hubiese pensado en tan poco tiempo.

-Vaya...-murmuró entonces el chico, sacándola de sus pensamientos.

Bianca lo miró confusa, no podía ser que no la hubiese reconocido hasta entonces...

-...Bianca siempre me ha sonado a nombre de conejo...-y dicho eso, siguió con su camino. Volvió a mirarla un solo segundo. -Yo soy Félix, a todo esto.

La chica abrió mucho los ojos, no podía ser verdad. Se quedó completamente paralizada, en blanco durante unos segundos. Tenía que ser una broma.

"Sí, es eso, no es más que una broma, una broma de pésimo gusto".

El confuso rostro de Bianca se encontró con Pan, quién le asintió con la cabeza repetidas veces.

-Y éste es el momento...en el que yo te digo... "te lo dije".

-No...

Bianca no quería creérselo, no era posible, no podía haberse olvidado de ella, él también no...

-Te lo dije. -repitió una vez más.

Bianca echó a correr automáticamente, quería alejarse lo máximo posible de Pan, Félix o cualquier otro y estar sola. Simplemente tenía que pensar en lo que acababa de pasar. Más allá del dolor que pudiese sentir, era una realidad objetiva que el hecho de que Félix no la recordase hacía de su viaje a Nunca Jamás una pesadilla horrible y, además, absurda.

Se detuvo de golpe, se estaba ahogando ligeramente, intentando contener las lágrimas. Se había olvidado de cómo se respiraba. Tuvo que pensarlo brevemente para coger todo el aire que sus pulmones le permitieron y respirar hondo. Era raro seguir siendo una vampiresa, pero tener que hacer esas cosas humanas. Le costaría acostumbrarse. De pronto se había convertido en un extraño híbrido, no del todo vampiro, pero para nada un ser humano corriente. Intentó relajarse y dejar la mente en blanco. Para ello, se sentó en lo que le pareció el tronco más alejado del Árbol del Ahorcado.

Bianca no sabría decir cuánto tiempo estuvo ahí parada, mirando fijamente a la nada. Fue un casi inaudible sonido a sus espaldas lo que la devolvió a la realidad. La mayoría de la gente no lo hubiese percibido, pero ella tenía un buen oído. Escuchó otro crujido y se levantó, dándose la vuelta rápidamente con una bola de fuego en la mano, dispuesta a ser disparada si era necesario.

Una pequeña figura asomaba entre los matorrales. Era un niño de pelo negro del que llamaba la atención una amplia mancha de corto pelo blanco que tenía en el lado izquierdo de la cabellera. Era bajito, de cara redondita y papos hinchados. No podía tener un aspecto más inofensivo.

-Eres... ¿eres una bruja? -quiso saber el pequeño, su rostro era la perfecta mezcla entre miedo y curiosidad.

-Podría decirse...-comentó Bianca indiferentemente, apagando la bola de fuego con un movimiento de muñeca.

-Qué pasada...

Bianca lo miró analíticamente.

- ¿Cuántos años tienes, peque?

-Seis. ¡Soy el más joven! -exclamó alegremente el niño.

- ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

-No lo sé... ¿poco?

"Claro, qué pregunta más tonta, Bianca, el tiempo está congelado en Nunca Jamás" se reprochó mentalmente.

- ¿Y cómo te llamas?

-Me llaman Lelo.

-Qué agradables...-ironizó, volviendo a sentarse en el tronco.

Pan no sólo les privaba a los pequeños de sus familias y hogares (a esas edades era imposible que fuesen capaces de tomar la decisión de dejar sus casas por voluntad propia), sino que encima les quitaba sus nombres. Les borraba su anterior identidad. Bianca supuso que así era más fácil convertirlos en sus marionetas. No es complicado manipular a un niño, menos si está perdido. Claro que, no todos los niños de Nunca Jamás estaban realmente perdidos. Algunos echaban de menos sus casas. Las leyendas decían que lloraban inconsolablemente por las noches.

-Tú eres Bianca, ¿no?

El niño se había acercado y se colocaba ahora al lado de Bianca, aún a una distancia de precaución.

- ¿Y tú cómo sabes eso? -se sorprendió ella.

-Avispado te ha oído decírselo a Félix.

Lelo analizó a la chica y meditó un segundo, probablemente decidiendo hasta qué punto sería peligrosa, antes de preguntar.

- ¿Puedo sentarme contigo, Bianca?

-Como quieras. -contestó sin mayor emoción; los niños, por lo general, ni le gustaban ni le disgustaban, así que le era completamente indiferente.

Lelo corrió a sentarse a su lado y se la quedó mirando con cierta admiración. Parecía no saber qué decir.

- ¿Vas a...-empezó a susurrar, como si quisiese asegurarse de que nadie lo escuchase. -...vas a ser nuestra madre?

Bianca abrió los ojos como platos y lo miró en gesto preocupado.

-No necesitamos madres. -intervino una seca voz antes de que la chica pudiese pensar una respuesta. - ¿Cuál es la gran regla de los niños perdidos?

-No hablar...no hablar de la familia...

Bianca podía ver que Lelo temblaba del miedo, claramente intimidado.

- ¿Y eso es por...? -siguió Pan en tono serio.

-Porque nosotros somos nuestra única familia. -contestó rápidamente.

-Pues aplícate el cuento. -le escupió. -Y tú, Bianca, estás de suerte, tú primer día y ya vas a presenciar un castigo. -sonrió sádicamente mientras agarraba a Lelo del cuello de la camisa y se lo llevaba con él.

Bianca se levantó de un salto.

- ¿Qué? ¿Vas a castigarle por eso?

- ¿Por romper una de mis reglas? Sí, me da que sí. -contestó Pan con total naturalidad.

Se dirigió al Árbol del Ahorcado a paso ligero, llevando a Lelo arrastras.

Bianca lo seguía apresurada y preocupada.

- ¡Chicos! -llamó la atención de todos Pan. - Lelo ha roto la regla de oro...

- ¡Castigo! ¡Castigo! ¡Castigo! -comenzaron a exigir, arremolinándose alrededor.

-Bien... ¿qué tipo de castigo podría ser? -pensó en alto el cabecilla.

- ¡El de la manzana, Peter! -pidió un chico.

- ¡Ése ya lo hemos hecho hace poco!

- ¡Es el más divertido!

Los niños perdidos empezaron a discutir entre ellos, no poniéndose de acuerdo sobre qué castigo les proporcionaría mayor espectáculo a ellos y mayor humillación y miedo a Lelo.

- ¡Silencio! -gritó Pan. -Tengo una idea mejor...-esperó unos segundos para darle mayor emoción. -La gallinita ciega...

Los chicos victorearon y alabaron a su cabecilla con frases como "Gran idea, Peter".

Bianca se mantuvo en silencio, observando y no sabiendo bien qué esperarse. Lelo lloriqueaba sin despertar la compasión de ninguno de sus compañeros, quienes, lejos de ayudarle, cogieron unas cuerdas y lo ataron al árbol.

-Félix, ¿no habrás estado afilando las navajas, por casualidad? -inquirió Pan.

Éste dibujó una media sonrisa en respuesta, sacando de su bolsillo un puñado de armas blancas fabricadas a mano, puntiagudas a más no poder.

- ¿Pan, qué demonios se supone que vas a hacer? -intervino Bianca con nerviosismo.

No estaba segura de cómo jugaban ellos a la gallinita ciega, aunque, visto lo visto, no se olía nada bueno y no podía quedarse de brazos cruzados, esperando a que hiciesen daño al pobre niño.

-Tranquila, es sólo un juego...

-Ah, ¿sí?

-Sí, uno de confianza. Te tapas o cierras los ojos y lanzas una navaja al árbol. El que está atado debe darte indicaciones para que le esquives y... confiar en que tendrás buena puntería. Es emocionante.

- ¡Es una locura! -exclamó horrorizada.

Miró al pobre Lelo que, atado al árbol, había cerrado los ojos con fuerza y, muerto de miedo, esperaba a que aquello acabase.

-Por esto nunca hemos aceptado niñas perdidas...-murmuró Pan. -las chicas sois unas histéricas.

-Pan, podrías hacerle daño, ¿es que no lo ves? -siguió Bianca.

-Pues claro, los niños se hacen daño cuando juegan, es inevitable.

- ¡Creo que lanzar cuchillos a un niño es algo más que evitable!

Pan soltó un bufido cansado.

- ¿Acaso quieres hacer algo para evitarlo?

- ¿Es que puedo? -preguntó confusa.

-Por supuesto.

- ¿Qué?

-No lo sé...ya se me ocurrirá algo si dices que estás dispuesta...

Bianca estaba realmente recelosa, intentaba leer a Pan y ver qué intenciones podía tener, pero era difícil de adivinar. Miró a Lelo una vez más, lo estaba pasando realmente mal. Decidió que era mejor si no se lo pensaba dos veces y aceptaba.

-Sí, dime qué quieres y deja al crío tranquilo.

-Bien. -Pan dejó de amenazar al niño con el cuchillo y se dispuso a guardarlo en su cinturón. Miró a Bianca con burla. -Bésame.

- ¿¡Cómo?!

- ¿En serio te tengo que dar instrucciones? -vaciló, alzando una ceja.

Los niños perdidos más mayores soltaron una carcajada. Los pequeños en cambio parecían aburridos, un beso no les resultaba nada interesante. Aún así no se atrevieron a protestar.

-Bueno, vas a darme un beso, ¿o no? -exigió Pan, impaciente.

- ¡Já! Eso no va a pasar... no soy un pedazo de carne, no estoy en venta.

-Lo que tú digas...-se encogió de hombros, indiferente. -Él lo sentirá. -dijo señalando a Lelo, sacando el cuchillo de su cinto y lanzándolo en su dirección, con los ojos cerrados.

Rápidamente, Bianca se interpuso entre el arma y el muchacho. Abrió la palma de su mano y se concentró. El calor que desprendía convirtió la navaja en cenizas.

Se hizo un incómodo silencio. Bianca no sólo había interrumpido un juego de Peter, sino que también había mostrado su magia a absolutamente todos los habitantes de la isla (incluido al propio Pan, a quien quería ocultársela por todos los medios posibles). Ya no podría hacerse la indefensa y todos estarían mucho más pendientes de sus movimientos.

Peter estaba enfadado, no era necesario decir que no le gustaba que le llevasen la contraria.

-Ésa no ha sido una buena i...

Sin embargo, Bianca no le dio oportunidad a amenazarla, se acercó a él y juntó sus labios con los de ella, acallándolo. Cerró los ojos para no sentir la mirada del resto o ver lo que estaba haciendo. Pan no tardó en reaccionar, cogiéndola de la cintura y pegándola más contra sí, alargando y profundizando el beso.

Al oír silbidos por parte de los niños perdidos, Bianca reaccionó y apartó al chico bruscamente.

-El trato era un beso. -recordó, ya que Pan la miraba con cierta confusión. -Ya te lo he dado. Suficiente.

El chico rodó los ojos, pero no dijo nada, pues lo cierto era que Bianca había cumplido su parte.

-Ahora diles a tus niñatos que suelten a Lelo. -exigió malhumorada.

Pan no se encontraba precisamente entre la gente a la que no le hubiese importado dar su primer beso y la situación que se acababa de dar no le había gustado lo más mínimo...se había prometido que jamás dejaría que nadie más la tratase así y se acababa de fallar a sí misma. Pero si no lo hubiera hecho y algo le hubiese pasado al niño, se habría sentido tremendamente responsable. Bianca no quería ni una gota más de sangre sobre su intranquila conciencia.

- ¡Cómo negarme a alguien que besa tan bien! -exclamó Pan con una amplia sonrisa, su ego hinchado a más no poder y con clara intención de picar a Bianca.

Aquella, que no estaba precisamente de muy buen humor, lo agarró del cuello sin más miramientos. Fue un gesto tan repentino, que a Pan no le dio tiempo a esquivarlo. Bianca sentía cómo lo iba estrujando cada vez más...

-Suéltalo. -ordenó en tono serio Félix, amenazándola con el mazo.

-Ahora mismo. -sonrió ella con cierto cinismo, bajando al muchacho lentamente.

Lo soltó cuando las puntas de sus pies volvieron a rozar el suelo.

Pan se agarró el dolorido cuello mientras tosía, recuperando el aire que tan costosamente había podido coger mientras Bianca le apretaba con fuerza.

-Que te quede claro, estúpido, esto no va a volver a pasar. No estoy aquí para ser tu muñeca. -aclaró Bianca, lanzándole una asqueada y rabiosa mirada.

-Eso ya lo veremos...-respondió el otro en un susurro arrogante e incluso peligroso.

Bianca lo ignoró y dignamente, le dio la espalda para alejarse de toda la banda de niños perdidos.

-Eh, espera, Bianca...-la aludida se giró sin demasiadas ganas. - es de mala educación irse de una fiesta hecha en tu honor. -le recordó Pan en fingido tono amable y cordial. - Tampoco deberías usar tus poderes contra mí. Los chicos podrían pensar que eres más poderosa que yo... y... sería una pena tener que demostrarles que... no es así.

Con un solo movimiento, hizo que la chica se elevase en el aire, retorciéndose del dolor. Bianca no pudo reprimir un grito desgarrador.

- ¡Basta! -pidió una aguda y temblorosa voz.

Todos los chicos miraron a Lelo entonces. Un par de niños perdidos más se le unieron.

-Es verdad... ya vale, Peter...

-Peter, no le hagas más daño a la chica...

Pan rodó los ojos, aunque bajó el brazo, parando el hechizo y dejando que Bianca cayese al suelo, golpeándose contra él violentamente.

Bianca se quedó ahí tirada, intentando contener gemidos de dolor hasta que, al de un rato, sintió cómo unos delgados brazos la abrazaban.

-Gracias...

La chica abrió los ojos costosamente, se trataba de Lelo.

-De nada, mocoso...-dijo con una sonrisa cansada, revolviéndole el pelo.

- ¿Te ha hecho mucho daño?

-No, no te preocupes...estoy bien...-mintió, haciendo un gran esfuerzo por incorporarse y arrastrarse hasta el tronco más cercano.

Así pudo apoyar la espalda, aunque no sin notar un inmenso dolor al hacerlo.

- ¿Segura?

-Sí, sí, anda, enano, vete a jugar con el resto.

Le dio una suave palmadita para que se uniese al resto de niños que bailaban y reían alrededor del fuego. Pan tocaba la harmónica para ellos.

Los niños perdidos que eran ya adolescentes, se sentaban juntos, comiendo la cena que acababan de calentar al fuego. Bianca centró su atención en Félix, que jugaba dando vueltas a su navaja, escuchando al resto y dejando escapar una sonrisa torcida de vez en cuando. El adolescente se dio cuenta de que lo observaba y sus miradas se cruzaron durante unos segundos, hasta que Bianca apartó la vista. Nunca lo había pensado, pero, lo cierto era que resultaba de lo más intimidante.

Bianca recorrió con sus ojos bicolores la escena ante ella, los chicos parecían divertirse y estar a gusto. "¿Cómo pueden estar tan tranquilos después de lo que acaba de pasar?" La pregunta retumbó en su cabeza. Sin embargo, en el fondo de su ser, Bianca sabía la respuesta mejor que nadie. Pan podía ser aterrador, pero también era carismático y representaba lo que todos querían ser, alguien poderoso que no tuviese que temer ni necesitar a nadie, alguien que hubiese superado todos los obstáculos que la vida le había puesto, alguien joven y libre. Lo respetaban e incluso admiraban. Y entre tantas almas en pena y rostros manchados de suciedad y pintura, ninguno parecía directamente responsable de cualquier cosa que pudiese suceder. Sus casi inexistentes conciencias podían estar tranquilas. Así pues, el juego continuaba sin cesar.

-Ten, come algo. -ofreció una voz, poniendo un cuenco de madera repleto de comida ante ella.

Bianca levantó la vista del plato, y al encontrarse con los pequeños ojos verdes de Pan, lo miró con verdadero escepticismo.

- ¿Eres bipolar?

- ¿Lo dices por lo de antes? -preguntó sentándose a su lado. -Tenía que hacerlo. Entiéndelo. No puedo permitir que se me desautorice. Nunca Jamás es mi isla, yo mando aquí. -cogió aire un segundo. - Lejos de lo que puedas creer, no quiero hacerte da...

-No quiero oírte. -lo cortó.

De verdad que no. Pan era capaz de convencerte de la más descabellada idea y a pesar de que Bianca creía ser ajena a su verborrea, no quería ponerse a prueba, pues alguna vez, en el pasado, al chico le había funcionado.

- ¿Prefieres esto? -preguntó, alzando la harmónica. -Te tocaré algo mientras cenas. -decidió, sin ni siquiera esperar a que ella le contestase.

Colocó el cuenco en las piernas de la chica y se llevó el instrumento a la boca.

Bianca evitaba mirarle, quería ignorarlo, pero inevitablemente escuchaba la melodía. Era una bonita música, agradable al oído. Decidió comer algo, hacía horas que no probaba bocado y su estómago le decía que ya era hora de que eso cambiase. Para su sorpresa, la comida estaba deliciosa.

Inconscientemente, empezó a mover la cabeza ligeramente, siguiendo el ritmo de la música.

-Sigues escuchándola, ¿eh? -dejó de tocar Pan. Se acercó a su oído y le susurró suavemente. -Nunca se deja de ser un niño perdido, princesa. -hizo especial hincapié en la última palabra.

Tras eso se levantó y se unió a los suyos, dejando sola a una pensativa Bianca.