Naruto Copyright © Masashi Kishimoto
!advertencias: ligero shonen-ai, madre alocada (¿?)


¿Y Sasuke-kun?
»
Modoroshi

·

Kushina adoraba a su hijo, deseando que creciera feliz y fuerte, que tuviese a alguien en quien apoyarse en momentos de dolor y pena; que tuviese una persona especial que no fuesen ni ella ni Minato.

Pero Naruto no ponía ni un poquito de su parte.

—¡Alguna compañera de clase te gustará, Naruto!

Los ojos añiles del áureo observaban con desconfianza a su madre arrugando morros, disconforme con la soltería de su retoño. Él estaba bien como estaba, sin preocuparse de fechas importantes, ni estar haciendo arrumacos día sí y noche también con una mujer que sufriría de cambios de ánimo cada cinco minutos, llevándole al cine para ver aquellas escalofriantes películas cursis en las cuales los protagonistas son dos enamorados y solo se ven besos y besos y más besos…

Un escalofrío le erizó el cabello de la nuca y le hizo abrir como platos sus bellos ojos claros, mirando a su madre como si le hubiese propuesto bajar al infierno.

—¡Ni hablar! —habló el rubio, volviendo a dirigirse a su cuarto con la esperanza de que su alocada madre dejase el tema. Iluso de él, olvidándose de quién había heredado su tozudez…

—¿Y qué me dices de Hinata-chan? ¿Eh, eh? —picó su pelirroja madre, con la mirada brillante y sin darse por vencida. Ante la mención de la tímida Hyûga, Naruto paró y miró hacia los ojos gris-violeta que esperaban una respuesta.

—B-bueno… Hinata-chan es buena chica, pero le falta carácter-ttebayo. Orgullo tal vez, cómo decirlo…

—Entiendo…—susurró Kushina, sabiendo perfectamente a lo que se refería su hijo. Entonces pensó en una pelirrosa que tenía exactamente lo que trataba de decir el rubio. — ¿Y Sakura-chan?

El áureo hizo una mueca de terror.

—¡A ella le sobra, dattebayo! —chilló escandalizado su hijo ante su sola mención.

—¿Y Sasuke-kun?—propuso la pelirroja medio en broma. No esperaba el silencio de su hijo.

Ante la mención del Uchiha, el áureo sin siquiera darse cuenta empezó a imaginar, emprendiendo un camino mentalmente que no le pareció tan malo. Sasuke no le obligaría a ver películas pastelosas, es más, le mataría si llegase a proponer algo así; tampoco debía preocuparse de llegar puntual o de recordar algún evento importante sobre la relación -séase, aniversario-…

No le pareció tan malo, incluso le era agradable. El cosquilleo en su vientre lo confirmaba.

Los ojos de Kushina se clavaron en el rostro tostado de su retoño y no pudo más que sonreír maliciosamente al ver el sonrojo en su rostro.

—Así que Sasuke, eh…—susurró, provocando que los ojos añiles de su hijo se clavasen en ella como si fuese un animalillo acorralado.

Naruto tragó fuerte, debía avisar a Sasuke de la futura amenaza en la que su madre se había convertido… Y darle muchas explicaciones, muchas.