El mundo es cruel... pero a la vez, realmente hermoso.
Nada puede ser más emocionante que mudarse a una nueva ciudad, sobre todo cuando la razón es estudiar en una de las universidades más prestigiosas del mundo. Yo, Mikasa Ackerman, siempre he sido la número uno cuando del promedio escolar se trata, ocasionando la envidia de muchos y, sobre todo, el orgullo de mis padres. Fue gracias a ésto que conseguí una beca completa en la Universidad de Kyoto, en Japón. Gran sorpresa la que me llevé cuando recibí mi carta, desde ese momento mi nerviosismo no ha hecho más que ir en aumento; me iría a vivir sola y conocería un mundo completamente nuevo para mí. El día de mi partida, mi madre me despidió en el aeropuerto -mi padre debía trabajar temprano y se despidió de mí antes de marcharme a dormir- con lágrimas interminables en los ojos. Odiaba verla llorar, además no era como si no volviera a verla nunca más, obviamente los visitaría en vacaciones. Luego de largos minutos de abrazos y lloriqueos, emprendí mi camino hacia la terminal correspondiente, donde me esperaba el vuelo de 12 horas a Japón.
Desde el momento en el que pisé tierra me di cuenta de que todo era completamente diferente a donde solía vivir; la ciudad era magnífica en toda la extensión de la palabra, incluso el clima era totalmente distinto, la brisa se sentía perfectamente; ni frío, ni caliente, y eso que ya daba más de la media noche. Saqué el mapa de mi bolsillo donde me indicaba la ubicación del departamento que mis padres me ayudaron a conseguir y, con el ánimo sobre el cielo, me emprendí hacia mi nuevo hogar.
No tardé mucho en encontrar un colectivo que me llevara, por lo que a los pocos minutos ya me encontraba frente al gran edificio. Emocionada y exhausta a la vez, me acerqué a la puerta de entrada y empujé de ella; lastimosamente, la puerta no abrió. El entusiasmo con el que había llegado desapareció casi de inmediato y la desesperación se apoderó de mí; inconsciente de lo que hacía, pateé la puerta bruscamente ocasionando un fuerte dolor en mi pie, obligándome a soltar mis maletas y sobar de él dando brinquitos para mantener el equilibrio. Lo que yo no sabía, era que al soltar las maletas se abrirían y toda mi ropa se esparciría alrededor. Con suma vergüenza, me agaché a recoger las prendas cuando escuché unos pasos acercándose a mí, o más bien, al edificio. Sonrojada como un tomate, miré hacia arriba para encontrarme con el rostro inexpresivo de un chico que me miraba entrecerrando los ojos.
- Tsk! Mocosa, quítate de mi camino.
El azabache dio unos pasos más pateando mi maleta haciendo que nuevamente mi ropa saliera de su sitio. ''¡Pero qué grosero!'' pensé. Alcé de nuevo la vista atenta a lo que el chico hacía; jaló de la puerta primero y después empujó, ta-ra 🎶 la puerta se abrió así de fácil. Me sentí tonta, y echando humo lo seguí una vez terminé de arreglar mi equipaje. No pasó mucho cuando lo perdí de vista mientras entraba a su departamento. Unos cuantos pisos más arriba, se encontraba mi pequeño nuevo hogar. Sin siquiera deshacer las maletas me tiré en la cama y cerré los ojos con pesadez, entrando en un sueño profundo casi de inmediato.
Y así comienza mi nueva vida, en mi nuevo hogar...
