El Sirenito

Autora:Yakumo Kaiba

Fandom: Yu-Gi-Oh! Universo Alterno

Parejas: Joey/Seto, Yugi/Atemu, Ryou/Bakura, Otras

Advertencias:Basado en La Sirenita, tanto el cuento de Andersen como la versión Disney. Tendrá lemmon mucho más adelante.

Resumen: Aún contra los deseos de su padre, un joven tritón escapa a la superficie junto a sus hermanos ansioso de conocer lo que hay allí afuera. Esto traerá trágicas consecuencias, que sin embargo quizás puedan llevarle hasta el anhelado "Y Vivieron Felices por Siempre". UA Yaoi

Nota: Este es un viejo fic mío re adaptado. Lo he escrito de nuevo utilizando la misma base sin embargo la historia se mantiene. Es uno de mis fics más amados, así que espero que les guste. Publicaré una vez a la semana, sin embargo si hay mucha demanda (reviews, muahaha) quizás suba dos capítulos. Advierto que es algo largo, aunque tampoco demasiado. ¡Disfrútenlo!


El Sirenito
Yakumo Kaiba Eiri

Capítulo 1

El viento veraniego creaba suaves oleajes en el mar que bañaban las costas. El cielo de un celeste prístino apenas si era interrumpido por algunas pequeñas y esponjosas nubes blancas de buen tiempo, fomentando aún más la imagen de tranquilidad del lugar.

Sintiendo la arena tibia en sus pies descalzos, un joven caminaba por la orilla de la playa con la azul y melancólica mirada perdida en medio de esa imagen. La mañana recién comenzaba, pero por alguna razón él se sentía tan agotado como si ya fuese bien entrada la noche.

Vestía un elegante traje azul y plata que indicaba sin lugar a dudas su condición de noble, mientras sus esbeltas piernas eran cubiertas por un ajustado pantalón blanco de montar. Su cabello, castaño y brillante, se encontraba peinado firmemente hacia atrás de su cabeza, sin permitir ni un solo cabello suelto que enmarcase su pálida piel. Sus pasos cortos y sin objetivo le llevaban a través de aquella playa privada, perdido en sus pensamientos y totalmente ajeno a aquel par de ojos color miel que le espiaban desde unas rocas.

Entre ellas una cabeza de cabellera rubia apenas podía observarse. Se ocultaba mientras espiaba, afirmándose firmemente con sus largos dedos de la piedra enverdecida por el musgo. Su mirada melada no perdía de vista la figura masculina y alta del noble, con una expresión llena de ansias y deseos que se reflejaban en sus ojos brillantes y sus mejillas encendidas.

Las olas chocaban contra su cuerpo, pero eso no parecía importarle mientras no perdía ni un solo movimiento del hombre de cabellos castaños, quien en total desconocimiento del escrutinio, no hacía más que seguir su camino. Sin embargo, en medio de la nada y haciendo que el rubio espía chapotease por la sorpresa, un grito se escuchó en medio de la playa, obligándole a sumergirse prácticamente del todo.

Apenas dejando los ojos en el exterior, el rubio pudo sentir su corazón acelerarse al ver la hermosa sonrisa que adornaba las facciones de aquel a quien seguía. Todo su cuerpo se estremeció de deseo, pero se tomó un momento para mirar al otro joven que, corriendo, se acercaba al lugar.

—¡Niisan! —volvió a gritar el muchacho de largos cabellos negros mientras detenía su carrera, tomando una bocanada de aire, ligeramente ahogado.

—Tómate un momento, Mokuba. No puedo creer que hayas perdido la respiración tan solo por esa carrera.

A pesar de su tono de voz ligeramente burlesco, la mano del mayor se enredó en los negros cabellos de su hermano menor revolviéndolos con cariño. Metros más atrás, aquel que les observaba pasaba su propia mano por sus largos cabellos rubios como el sol, suspirando con añoranza, deseando ser él quien recibiese aquel toque.

Cuando el menor pudo erguirse con una mueca de queja ante la burla de su hermano, por fin dejó a la vista sus brillantes ojos plateados, del mismo tono que sus ropajes. Parecía hacer un puchero que quedaba muy adorable en él, a pesar de verse algo mayor para eso.

—Al menos podrías agradecerme que vengo a decirte que la merienda ya está lista, Seto —se quejó cruzando sus brazos en su pecho—. Noah nos espera. Ah, y Gozaburo-sama estaba buscándote —agregó poniendo una expresión más seria con los ojos ligeramente preocupados.

El rubio no podía ver la expresión de su añorado, sin embargo pudo percibir como su espalda se había puesto ligeramente más rígida apenas escuchó ese nombre, al igual que sus puños, que mantenía tras la espalda, se crispaban. Ese Gozaburo-sama no era del agrado de su Seto, se dijo así mismo, intentando recordarlo por si era importante.

—Vamos, más tarde hablaré con él —indicó el de cabellos castaños mientras volvía a acariciar los largos cabellos de su hermano, apretando su hombro y caminando juntos hacia la mansión que apenas se perfilaba desde la costa.

— ¡De acuerdo! Hay pastel de arándanos, sé que es tu favorito, así que le pedí a Noah que no se lo comiera todo, tú sabes que…

Y pronto la distancia le impidió seguir escuchando esa conversación tan familiar entre ambos hermanos. No importó que se irguiese y casi subiese encima de esas rocas, ya no pudo ver nada de los hombres.

Con un suspiro lleno de amargura, el rubio lanzó un beso rumbo a la dirección donde ambos se hubiesen ido, para luego simplemente sumergirse en el mar, salpicando un poco de agua a causa de su larga cola dorada.


— ¡Pero Padre! Yo… yo quiero ver el exterior ¡Lo merezco! No es justo que todos puedan hacerlo y solo yo no ¡No es justo!

Un sollozo lleno de amargura se extendió por todo el salón del trono, mientras los sirvientes y nobles observaban a distintos lugares para no observar la escena, aunque nada podía evitar que lo escuchasen.

Las paredes del palacio estaban hechas de nácar y corales, arena fundida en cristales, y perlas traídas de todos los confines del mar. Gruesas y duras algas, desconocidas para las criaturas terrestres, provenientes de lo más profundo de los abismos, formaban los pilares del gigantesco palacio del Rey del Mar, el gran Tritón, monarca de las Sirenas y Tritones de todos los mares.

Frente a él, flotando mientras pequeñas gotas de nácar líquido abandonaban sus ojos formando pequeñas perlas que caían hasta el fondo marino, se encontraba Ryou, el príncipe heredero, seleccionado por los Mares para ser el próximo gobernante. Llorando por un derecho que le había sido negado desde el momento de su selección, llorando porque jamás podría sentir la tibieza del sol.

El rey Tritón solo podía mirarle con tristeza, sentado en su trono, observando con amor el largo cabello blanco de su hijo, junto con esa cola plateada idéntica a la suya, símbolo de la Corona de los Siete Mares. Su piel resplandecía, y las lágrimas de nácar no eran más que símbolos de la pureza de su estirpe, del camino que su destino tenía marcado para él.

—Ryou, trata de comprender —murmuró el Rey llamándole con la mano para que se acercase, sin conseguir resultados—. Eres el heredero, no puedo permitir que salgas. ¿Qué pasaría si te sucede algo? No quiero ni imaginarlo. Hijo, por favor, debes entenderlo.

Las grandes manos del rey acariciaron las mejillas del menor de sus hijos, obligándole a ver a sus ojos. Los ojos melados del príncipe brillaban por el nácar no derramado, mientras su cola se movía con tristeza. Tritón podía sentir como su corazón se apretaba ante la expresión desolada de uno de sus amores, pero no había nada que pudiese hacer.

Acariciando sus cabellos blancos, solo pudo negar un poco, finalmente liberándole y volviendo a sentarse bien en su trono. Ryou inclinó la cabeza, sabiendo que no había nada más que decir, que su padre no cambiaría de opinión, y que la reunión había terminado.

Girándose con violencia, mientras más perlas iban cayendo con lentitud hacia la arena del fondo del mar, el joven príncipe abandonó el salón del palacio nadando rápidamente, sintiéndose traicionado y herido, sin mirar a nadie de la corte, quienes ya habían vuelto sus rostros hacia el Rey.

Tras algunos pilares, y no sin antes darle una mirada de molestia al rey, dos jóvenes tritones abandonaron igual de rápido el salón tras el camino del príncipe menor. Le conocían como la palma de sus manos, por lo que no se demoraron en encontrarle en el jardín de Tubastreas (1), recostado sobre la densa capa de corales naranjas, llorando sin descanso.

Ambos se miraron con tristeza, antes de flotar hacia el joven peliblanco, recostándose a su lado y abrazándole con cariño. Ryou solo tuvo que tomar una bocanada de agua para saber a quienes tenía a su lado, dejándose abrazar por sus amados hermanos mientras las perlas seguían cayendo entre las Tubastreas.

A su derecha se había recostado su hermano Yugi, de hermosos cabellos tricolores, negros, rojos y dorados, grandes ojos violeta, y una suave cola de pez negra con destellos morados. A su izquierda estaba su hermano Marik, de cabellos rubios ceniza y cuya piel era morena en comparación a la de los demás, pero que sin embargo tenía los mismos ojos violeta de Yugi, y la cola dorada como otro de sus hermanos. Él era el único que era completamente diferente a los demás, con su cabello blanco, su cola plateada y sus estúpidas lágrimas de nácar. Por culpa de eso… jamás conocería el exterior.

Un nuevo sollozo se apoderó de su pecho, y solo fue más estrechado entre los brazos de sus hermanos mientras sentía las suaves caricias de las Tubastreas bajo él, sintiéndose poco a poco agotado de tanto llorar. Pero estaba tan triste y enojado. Quería poder enojarse con alguien, pero no podía. No era su naturaleza.

—Lamento que papá te haya dicho que no de nuevo —murmuró Yugi en su oído, mientras sus suaves labios le besaban la sien envolviéndole aún más—, lo siento de verdad.

Los morenos dedos de Marik se enredaron en los mechones blancos, mientras su cola dorada se enredaba con la plateada consoladoramente. Él no era bueno con las palabras de cariño, para eso estaba su hermano tricolor. Él solo podía dar soporte físico, pero no por eso le quería menos, y Ryou lo sabía perfectamente.

—Sé que… me advirtieron, pero yo…

— ¡Hey, ya volví!

Una voz alegre interrumpió al pequeño príncipe quien dobló ligeramente el cuello para mirar hacia arriba, al igual que hicieron sus hermanos. Nadando hacia ellos a toda velocidad se encontraba el hermano mayor de los tres, Joey, el tritón rubio más guapo de toda la Atlántica, o al menos eso decían las sirenas.

Sonreía con la sonrisa más encantadora del mundo, y eso era suficiente para calentar los corazones de todos aquellos que le veían, incluyendo al pequeño príncipe heredero. Eso y la cantidad de payasadas que hacía para hacer reír a sus hermanos menores, como frenar apenas y quedar con la cola hacia arriba y la cola hacia el fondo del mar. Su cola dorada se movió en dirección contraria para voltear con elegancia frente a sus hermanos que seguían recostados destornillándose de la risa, moviendo la cabeza para que su larguísimo cabello rubio no cubriese sus ojos color miel los que destellaban tal como lo hacían cada vez que él se escapaba a la superficie.

Limpiándose una gota de nácar del ojo derecho Ryou se elevó para acercarse a él aun riendo y abrazarse a su pecho. Era increíble como el solo verle podía hacer que hasta el problema más grande se volviese del tamaño de un krill (2). Además estaba equivocado, no era completamente distinto a sus hermanos. Sus ojos eran iguales a los del rubio.

— Hey, parece que me extrañaron.

Con una risita Ryou dio un suave movimiento para elevarse un poco y besar su mejilla. Le alegraba no haberle comentado al rubio de su idea de volver a apelar a la decisión de su padre, porque sino él hubiese insistido en quedarse a acompañarle y no podría haber ido a la superficie. Y Ryou se moría de envidia, sin embargo la alegría sincera que embargaba a su hermano mayor luego de cada escapada era algo que desearía jamás perdiese. Por eso él quería también poder ir, saber que era lo que hacía tan feliz a Joey. Y quizás conseguir un poquito de esa alegría para él.

Sonriendo por el beso, la mirada melada el mayor fue hacia sus hermanos que ahora estaban sentados sobre los corales, ladeando un poquito la cabeza al ver sus sonrisas tristes.

— ¿Y que pasa con ustedes y esas caras de funeral? ¿Yugi, Marik?

No le pasó desapercibida la mirada que le dieron al peliblanco, ni como este les hizo una señal de negación con la cabeza. Solo hizo falta eso para que interpretase que es lo que había sucedido.

— ¿Hablaste con Padre y volvió a negártelo?

Joey preguntó con lentitud y con el rostro completamente serio mientras sujetaba los hombros de su hermano menor con cuidado, buscando en sus ojos la respuesta. Ryou dudó un momento pero finalmente no pudo resistir el escrutinio y bajó la mirada, asintiendo. Con un chasquido de molestia Joey liberó al menos mientras se alejaba un poco dándoles la espalda a sus hermanos. Maldición, eso era tan injusto.

—Un día de estos me voy a aburrir y voy a llevarte a conocer el exterior aún en contra de los deseos de Padre —prometió el rubio apretando los puños—. Es tan… intransigente —solo morderse la lengua pudo controlar que soltase una corriente de improperios contra su señor padre, tragando duro antes de voltearse a ver los otros tres.

Los ojivioleta se habían levantado ya y solo suspiraban con tristeza mirando como el peliblanco perdía su mirada arriba donde los rayos de luz apenas alcanzaban, con una expresión mitad esperanza mitad lamentación. Joey solo pudo apretar de nuevo los puños, sufriendo en su necesidad de quitar esa horrible expresión del rostro de su amado hermano.

La voz del pequeño príncipe rompió el silencio del jardín, espantando a unos tímidos peces que habían comenzado a pasear por el lugar. Los otros tres príncipes solo pudieron ver los movimientos suaves del menor, mientras nadaba por allí.

—Quiero ver el sol, sentir el viento en mi cara y que mi piel se seque por una vez —murmuraba sin dejar de mirar hacia arriba—. Quiero ver las aves volar, observar un amanecer y sentir la frescura de la noche. Quiero ver un árbol, escuchar ladrar a un perro y relinchar a un caballo. Quiero ver a aquellos hermosos seres de los que tanto me hablan, oír sus voces y ver… ver como caminan con sus piernas. Quiero poder ver todo eso y más. De verdad lo quiero —susurró mientras se quedaba quieto con los brazos hacia arriba para luego dejarse caer suavemente cerrando los ojos, mientras el dolor de lo imposible apretaba su pecho y cortaba su respiración.

Unos brazos fuertes le sujetaron mientras iba cayendo, abrazándole lleno de amor mientras Ryou ocultaba su rostro en el cuello ajeno, dejando las perlas rodar por esa piel tibia. El cabello rubio de su hermano mayor se enredó con el suyo mientras este se inclinaba y le besaba el oído, susurrándole como un secreto un suave "Vamos".

La respiración del pequeño príncipe se aceleró, pero este solo lloró más, aferrándose al cuerpo ajeno.

—Lo siento… no quiero llorar, sé que debo aceptar mi destino, es solo…

—No, no ese "vamos", tonto. Es un "vamos" de ir. Vamos. Déjame llevarte a ver todo eso, déjame llevarte a conocer todo lo que deseas.

Con un movimiento violento el peliblanco alejó su cuerpo del de su hermano mayor, mirándole con los grandes ojos marrones completamente sorprendidos. Debía haber escuchado mal.

—¿Estás…?

Sin embargo no pudo terminar la pregunta, porque la fuerte mano de su hermano mayor había tomado la pequeña suya, jalándole hacia afuera del jardín, alejándose del palacio a toda velocidad. Era imposible. ¿De verdad su hermano iba a llevarle?

—¡Joey!

El rubio solo se giró para sonreírle un poco con los ojos brillando, esos ojos idénticos a los suyos, y solo eso bastó para que se dejase llevar, sorprendido pero más feliz que nunca.

Yugi y Marik solo pudieron mirarse sorprendidos, para luego poner una mueca adolorida antes de seguirles. Iban a meterse en problemas, sin embargo ni se les pasaría por la mente dejarles solos.

Continuará…


(1)Tubastreas: es un tipo de coral en forma de taza con pequeñas extremidades que le dan la apariencia de una flor, los que crecen en los arrecifes en pequeños grupos. Para saber como son poner en Google Images y les saldrán. Son bellos.

(2)Krill: pequeños crustáceos, de entr centímetros, el cual es principal alimento de muchas especies marinas.

Ojalá les haya gustado, ya se presentaron nuestros tritones y si todo marcha bien pronto habrá un nuevo capítulo. Me haría infinitamente feliz saber sus opiniones, malas o buenas. Aunque lo seguiré subiendo de igual manera. ¡Gracias por leer!