¿Por qué a mí?

Capitulo 1

Sinopsis: Nami huye desesperadamente de una persona malvada que la quiere cautiva. Una persona la salva (casi sin saberlo) y se transforma (sin él desearlo) en su "extraño caballero" de brillante armadura, que la salva de su oscuro destino. El "Caballero" no es como nos cuentan en los cuentos de hadas. ¿Podrá acabar bien la historia con el "Extraño Caballero" de por medio?

"Comillas-Negrita." - dialogo.

"Comillas-Negrita-cursiva" - Pensamiento.

-.-.-.-.-.-.- - Cambio de escena.

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Nami Swan. Pelirroja. 19 años. Guapa, Inteligente, atlética, ágil e irremediablemente... en apuros.

La muchacha había estado viajando de pueblo en pueblo, viajando de barco en barco a lo largo y ancho del Grand Line robando a malvados piratas. Pero ahora se encontraba en una grave situación. La perseguían. Una persona asquerosa y cruel que solo desea dejarla inconsciente para poder casarse con ella.

Una criatura mitad bestia, mitad humano, con una peculiaridad... Puede hacerse invisible.

Esa bestia estaba persiguiéndola para obligarla a casarse con él. Sin su consentimiento. Estaba atrapada en una extraña tierra. El barco donde estaba infiltrada de polizón había encontrado un extraño barril, que al abrirlo, había explotado con un extraño estallido. Ya desde ese momento estaba inquieta. Algo malo sabía que pasaría o no muy bueno.

No se equivocaba. Al cabo de poco apareció una extraña niebla y una isla gigante los engullo. Sí, sí, la puerta con forma de fauces les engullo el barco entero y les encerró en la isla. La tripulación asustada no controlo el rumbo y se precipitaban contra la orillas del puerto, pero una gran tela de araña gigante les salvo. Bueno, viendo el tamaño de semejante red, Nami sospechó que el bicho que creara semejante red, no iba a ser precisamente muy amigable.

La tripulación al completo bajo del barco y fue a investigar como abrir las extrañas puertas con forma de fauces de un animal gigante.

Nami aprovecho para salir a cubierta. La verdad es que esta tripulación de la más estúpida que había conocido en su vida. Eran bastante descuidados, guarros y confiados. La pillaron en la ducha durante la travesía, y se inventó que era de la tripulación y que era nueva (Bueno, Nuevo, en masculino). No pudo ver nada de su silueta. Consiguió taparse y poner una voz grave para disimular mejor. No se dieron cuenta ni de los pechos (unos bastante llamativos que le es casi imposible ocultar). Procuro no estar muy a la vista para que no pensaran demasiado, pero al menos no tenia que esconderse entre cajas en el almacén. Comía aparte de los demás, y casi ni la veían entrar a por comida. Se pedía los turnos de vigía para poder estar la noche vigilando (o haciendo que vigilaba, porque acababa dormida) y poder dormir sola y no con la tropa entera. Los había oído roncar por las noches y parecían una orquesta de osos polares en celo. Bueno, había uno que parecía un cerdito con sinusitis.

Nami solo quería una cosa de ese barco... Sus tesoros. Sí, aunque sean idiotas, estúpidos y unos ingenuos marranos, tenían la bodega llena de grandes tesoros. Había entrado en el barco para robarlos todos y escapar con ellos en la primera isla que encontrara... pero la travesía había durado más de una semana. Y la primera tierra que veían era esta isla tan terrorífica.

Nami observaba la oscura e inmensa torre que había en el centro de la isla. Juraría que le recordaba a otra cosa... aunque aún no sabía a que.

Normalmente hubiera cogido el botín y habría huido, pero no sabía si había algún barco pequeño que robar o uno grande en el que embarcar de polizona. Tendría que investigar y volver a por ellos más tarde.

Bajó del barco y cruzo las puertas de hierro. El sitio era lúgubre y triste. Le recordaba a un cementerio abandonado. Bueno, era un cementerio abandonado. Estaba atravesando un cementerio. No es nada malo. La gente muere y debe ser enterrada por sus familiares. Lo extraño es que este colocado justo en la entrada y solo se deba pasar por el medio de este. Eso era lo escalofriante del asunto.

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"Mierda. Son todos hombres, joder. ¿Es que no hay mujeres piratas?" Dijo una voz en el aire. No se veía a nadie.

"No sé, señor Absalom. He ido a su barco y no parece que haya ninguna presencia femenina. Y ellos tampoco han comentado nada." Dijo un extraño humano. Tenía el cuerpo lleno de cicatrices y atrás en la espalda unas alas de murciélago. Unos colmillos sobre saliendo de su boca. No se sabe si sus alas sirven para volar realmente, o solo son un adorno.

"Sí claro. Te van a decir a ti precisamente donde tienen escondida a una mujer en el barco. Seguro que la disfrutan cada noche cada uno de ellos. Cada vez que pienso en ello...GRRRR" La voz se cabreaba cada vez más. Sus gruñidos eran cada vez más y más fuertes.

"¿Siente nauseas por ser tan cruel para esa chica inocente?" Pregunto el extraño humano de alas de murciélago llamado Hildon.

"¿Qué? No... Siento envidia por no hacer lo mismo. Que maravillosas cosas haría con una mujer atada y solo para mí. Muhahahaha." Estaba tan excitado (en los dos sentidos de la palabra) que perdía poco a poco el control de su habilidad. Se mostro tal cual era la bestia. Un hombre con grandes cicatrices con implantes de animales enormes y fuertes. Hocico de leopardo y piel de elefante. No se sabe si otras partes de su anatomía han sido modificadas e implantadas de otros animales.

"Señor, eso es malvado y cruel. Bueno, pues parece que no hay una mujer a bordo del barco. Lo siento, mi señor." Hildon estaba asqueado por la actitud lasciva y sádica de su amo, pero debía callar para no morir.

"Hmmm... No... Sé que hay una mujer entre ellos. Lo huelo. Huelo el olor de una mujer. Esa mujer huele a... como a naranja. No... Es más débil... más bien es a mandarinas. Una mujer joven y bonita. Hmmm... De grandes pechos y piel clara." Dado que tenía un olfato animal, percibía olores que el resto de humanos no percibía.

"¿Y puede saber todo eso con solo el rostro vago impregnado en los ropajes de esta sucia tripulación?" Hildon alucinaba con la habilidad de su amo. Se apenaba de que solo la usase para sucias intenciones y no para actividades más ventajosas.

"Sí, consigo ignorar la hediondez que emiten estos insulsos hombres y seguir el grácil rastro de la belleza y olor de una cálida y bella mujer." Comenzaba a caminar siguiendo el rastro del olor.

"¿Pero, y si en vez de ser una bella damisela, es una mujer de las características de Lola?" Hildon, que había vivido esa escena idéntica en el pasado, sabía que su amo no diferenciaba el olor de una mujer adulta, fea y gorda, con el de una mujer joven, delgada y guapa. Su deseo era que fuesen todas del segundo grupo, pero la realidad no le era tan favorable. Por eso él decía que el olor de una mujer era así, como él se imaginaba en si mente.

"Mierda. No puede haber dos personas iguales, y menos como Lola. No, es imposible... este olor es distinto. Sí, en serio, Hildon. Este olor hierve mi sangre... altera mis hormonas y produce en mi un deseo irrefrenable de poseerlo. Sea como sea, debe ser mía." Y salió corriendo buscando alguna pista del paradero de esa mujer.

"Ay, pobre amo si es una mujer como Lola." Hildon se compadecía de su amo y su mala suerte en el amor.

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"Vaya mansión más rara. Esos cuadros son horribles y espantosos. Me da la sensación de que me siguen con los ojos." Nami caminaba intranquila, observando atentamente los extraños cuadros a sus lados. "Debo encontrar una forma de salir de esta maldita isla, conseguir el botín de los idiotas de los piratas y si encuentro alguno en esta mansión, no vamos a desperdiciar la ocasión." Si se trataba de dinero y oro, Nami podía dar hasta su vida intentando robarlo. Era una astuta ladrona. La llamaban "La gata ladrona Nami".

Al final del largo pasillo, encontró un salón enorme. Estaba vacío. Estaba a punto de subir las escaleras para seguir investigando, cuando una voz la retuvo en el lugar.

"Vaya, parece que está perdida señorita. ¿Puedo ayudarla en algo, señorita?" Un extraño personaje, vestido muy parecido al conde dracula, la preguntó. La verdad es que no daba mucha confianza, pero no parecía que tuviera malas intenciones a simple vista.

"Sí, estoy un poco perdida. Solo necesito salir de esta isla y volver al navegar." No quería permanecer en esta isla por mucho tiempo.

"Oh, ¿usted debe ser parte de la tripulación del barco anclado en el muelle, verdad?" Hildon le pregunto mientras Nami sopesaba que contestarle.

"Hmmm, si. Supongo que sí. ¿Dónde están ellos ahora?" No es que les preocupara mucho, la verdad. Más bien nada, pero quería saber si este hombre, por llamarlo de algún modo, era de fiar.

"Oh, sí. Ellos acaban de terminar de cenar y están descansado en las habitaciones. Se les veía muy hambrientos y cansados. Habéis estado mucho tiempo navegando por lo que me han contado." Eso era verdad, en cierta forma. Cansados y hambrientos estaban, otra cosa es que ellos hubieran disfrutado de un banquete.

"Ah, pues... yo..." Nami observo a su alrededor y sospechó un poco... la mesa estaba llena de polvo y sabia que no era posible que hubieran comido esos sucios hombres aquí. Y menos sin que una mota de polvo se mueva del sitio.

"Aquí no ha sido, si eso es lo que te preguntas señorita. Eran tantos y se veían a la vista que no iban a ser precisamente cuidadosos, así que han comido en las cocinas." Eso tranquilizo muchísimo a Nami. El hombrecillo le trasmitía cierta tranquilidad. Podía relajarse un poco y abusar un poco de su amabilidad por un día o dos.

"Ah, gracias. Pues si no es mucha molestia me gustaría cenar algo. Lo mismo que mis compañeros, está bien. Y si no es tampoco mucha molestia para usted, querría tomar un baño o ducha después de cenar, si no es inconveniente." Necesitaba una ducha con agua caliente pero de urgencia. Se estaba empezando a parecer esos cerdos llamados piratas.

"SIIIII."Se oyó una voz a lo lejos gritar de júbilo.

"¿Qué ha sido eso?" Nami noto un sentimiento extraño. Se sentía observada, pero de un modo muy extraño y raro. Se sentía muy incómoda. Pero allí solo estaban ella y el señor draculin (Como ella había apodado, ya que desconocía su nombre).

"Habrán sido sus compañeros. No parecen ser unas personas con unos modales muy buenos. Iré a ver que puedo hacer con la comida y su baño. No se preocupe, esta como en su casa, Siéntese y esperé. Volveré en breve." Se giró y se dirigió a las cocinas.

"Esto...Perdone señor... ¿Su nombre, por favor?"Nami no sabía su nombre, y no sabía porque se sentía tan segura con ese hombrecillo, y le molestaba ser tan maleducada de no saber su nombre y llamarle por tal.

"Mi nombre es Hildon. Soy el sirviente de mi amo Absalom, el amo y señor de este castillo. El me ha ordenado que los invitados sean bien recibidos en esta casa."Hildon hizo una pequeña reverencia y volvió a intentar a salir en dirección a las cocinas.

"Hildon, perdone, pero su amo... el señor Absalom... nunca nos ha invitado a entrar a aquí. Hemos irrumpido en sus dominios, no debía de tratarnos tan amablemente. Somos intrusos."No estaba acostumbrada a tanta amabilidad a unos piratas (Ya que ella por ser una astuta mujer, joven y guapa, sabía como aprovechar sus armas de mujer... pero esta vez no había ejercido tal poder sobre nadie).

"Oh, no se preocupe. El amo es una persona amable, que sabe los peligros de esos mares y trata de que los extraviados viajeros estén lo más cómodos posible. Aunque no sea obligatorio pagar los servicios del señor, los marineros e incluso los piratas, le han pagado al amo con parte de su botín, ya sean joyas, oro, muebles exóticos o raros animales, como agradecimiento. Un detalle es un detalle. Nunca obligamos a nada." Le gustaba ese misterioso hombre generoso. Le gustaría darle las gracias. Cuando saliera de aquí, le daría un pequeño obsequio del botín de los piratas...pero pequeño, tampoco había que pasarse.

"Debe ser un gran hombre. Hildon, si no le importa, antes de comer me gustaría una ducha. Me siento muy sucia y no quiero comer oliendo tan mal." La verdad es que apestaba. Las condiciones del baño de los camarotes dejaban mucho que desear.

"Bien, estupendo, voy a pedir que se lo preparen y vengan a avisarla para entrar cuando este todo preparado. Y no se preocupe si tarda mucho. Puede tomar un baño tranquilamente. Lo necesitara. Aproveche. Es uno de los mejores baños que podrá encontrar en mucho tiempo. Con su permiso, voy a prepararlo todo, señorita..." Se acababa de dar cuenta de que él no sabía el nombre de la señorita.

"Swan. Nami Swan." Le gustaba ese hombrecillo. Se le notaba educado, aunque su aspecto de un poco de grima.

"Bien, Señorita Swan, en breve la vendrán a buscar y la llevaran a su habitación, para que se cambie y vaya a los baños." Y por fin, con una última reverencia, se marcho.

"Uff... que suerte haber encontrado este lugar. Aunque es un poco tétrico por dentro y fuera, parece agradable. O por lo menos el mayordomo Hildon. ¿Cómo será el amo? Hildon dijo que le daban oro los otros que visitaron la casa ¿tendrán mucho oro? No, Nami. No seas mala. Esta vez haremos una excepción y aquí no robaremos. Debemos robar solo a piratas y gente malvada. Aunque tengo curiosidad de cuanto tendrán."Nami daba vueltas, investigando por toda la habitación preguntándose donde esconderían los tesoros, mientras discutía consigo misma sobre si descubrir donde guardan el oro, solo por simple curiosidad.

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"Bien. Bien. Bien. Hildon, esto es perfecto. Es preciosa. Como me la imaginaba. No. Mejor aún. Hildon, es ella. Ella es la mujer que quiero como esposa. Exuberante, frágil, preciosa. Ella es. Por fin." Absalom estaba que no cabía en sí de gozo. Había encontrado por fin a la mujer perfecta para él.

"Si, mi amo. Pediré que vayan preparando todo lo necesario." Dijo Hildon a su amo, al que estaba salivando pensando en su princesa Nami.

"Sí, esta noche será mi noche de bodas. Pero primero hay que probar y ver la mercancía... Jijiji, preparen el baño a la futura señora de Absalom. Yo voy a investigar... algo por ahí... lejos. Adiós. JIJIJIJI Mi mujercita y yo hoy... lalalala" El amo del castillo tenia corazones por ojos mientras desaparecía saltando feliz cantando una canción un poco pervertida para los oídos de Hildon.

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"¿Zeñorita Zwan?" Dijeron unas vocecillas a coro muy cerca de Nami. La muchacha se asusto un poco por la sorpresa, y más después de ver los causantes de tal sorpresa.

"Sí, soy yo... ¿Quién me llam... ¡AHHHHH, unas ardillas que hablan!" Unas ardillas más grandes de lo normal y con el cuerpo lleno de cicatrices se dirigían a ella con una sonrisa de oreja a oreja.

"Zi, zomos loz hermanoz Rizky. Hildon noz manda a que la digamoz que ya tiene preparado el baño por si quiere tomar un baño. Pero antes el amo noz obliga a que ze deznude en la habitación para verl..." Dijo la ardilla más pequeña (en comparación con la otra) pero fue noqueada por la mayor.

"Idiota. No debemoz decirla ezo a ella, tarugo. Zeñorita, Zi no le importa, en la habitación le hemos dejado un albornoz limpio junto con unoz champuz y gelez de cuerpo para que pueda azearze bien. No le haga cazo a mi hermano, es un poco dezpiztado y no ze entera de nada." La mayor le pidió disculpas, aunque no entendía casi nada de lo que hablaban las pequeñas ardillitas. Si las miraba entrecerrando los ojos podía verlas como unas ardillas normales.

"Zí... digo sí. Llevadme allí. De verdad necesito un baño refrescante." Y las ardillas comenzaron a guiarla hasta la habitación mientras bailaban y cantaban con esas voces chillonas y ceceantes.

Como habían dicho, o eso creyó entender a la más grande de las ardillas, estaba encima de la cama es albornoz y los geles de ducha. Los abrió y olisqueo. Eran muy fuertes. Demasiado para su gusto, pero olían bien. Uno olía a fresas y otro a melocotón. Le gustaban los de mandarinas, pero bueno, a caballo regalado...

Las ardillas se despidieron de ella entre risitas. Eran curiosas, raras, pero graciosas. Cerraron la puerta y se dispuso a desvestirse... pero no se sentía cómoda.

Sentía como si fuera observada. Busco algún agujero o ranura donde podían verla, pero no encontró nada por donde poder hacerlo. Miro detrás del espejo, miro en los armarios y no encontró ninguna incidencia de que hubiera alguien. Nada sospechoso, excepto esa sensación que le erizaba la piel.

Notaba como un calor por su espalda y como si tuviera a alguien en su espalda, con su aliento en su nuca. Muy raro. Por más que observaba a su alrededor no encontraba nada. ¿Se estaría volviendo loca?

Pero no había nada ni nadie. Pero por si acaso, se desvistió bajo el albornoz. Su sexto sentido le decía que debía hacerlo así. Nami estaba asustada por esa sensación. Notaba como un bajo gruñido desde algún sitio cercano...muy cercano. Se estaba volviendo loca, seguro.

*TOC-TOC*

"¡AAAAHHHHHH!" Nami estaba tan tensa que salto del susto al oír la puerta ser tocada.

"Señorita Swan, su baño ya está listo. Cuando este lista, la llevo a los baños." Era Hildon, que le hablaba detrás de la puerta. Sin Abrirla. Era un buen mayordomo, o lo que fuera. Sabía lo que era la educación, al menos, al tratar con una mujer.

"Sí, ya salgo enseguida." Se calzo las zapatillas para estar más cómoda y salió de la habitación.

Junto a Hildon se sentía cómoda y quería una respuesta a su enigma.

"Hmmm... Sus compañeros no han dicho nada de sus habitaciones. Y la anterior visita que estuvo en esta habitación no comento nada al respecto, pero si quiere estar más tranquila con sus compañeros la puedo trasladar allí con ellos, si lo prefiere." Hildon era todo amabilidad, a pesar de su aspecto. Era cierto eso que decían del interior es lo que importa.

"NO. No, gracias. Creo que estaré bien. Gracias y lo siento." Nami se sentía apenada por decir que era rara la habitación. Encima de que la daban una cama blandita y cómoda para dormir, un baño que pinta a ser estupendo y una cena que le saldrá gratis y seguro que es estupenda, no se iba a quejar por nimiedades. Y menos iba a dormir con la tripulación pirata, cuando ellos no sabían (o eso creía) que era una mujer.

"Bien. Aquí están los baños. Dentro ya está preparada el agua caliente. Si ve que está muy caliente para usted, tiene unos grifos al fondo de la habitación que regulara la temperatura con agua fría. Y si quiere también, tiene aquí unas sales de baño aromatizadas con distintos olores. ¿Ha cogido los geles de su habitación?" Hildon le indicaba donde estaba todo ubicado y que tenía que hacer si necesitaba todo.

"Sí, aquí los tengo. Una pregunta sin importancia... ¿Tienen algo con olor a mandarina? Es una tontería, pero me trae muchos recuerdos bonitos y me gusta usarlo. Lo tengo en el barco si no tienen." Nami adoraba las mandarinas ya que no había un gel con olor a dinero, sino lo amaría también.

"No, pero si quiere puedo ir a buscárselo ahora mismo." Hildon iba a buscarlo de inmediato.

"No, no se preocupe. Solo era una pregunta. Este de fresas es también muy bueno. Creo que usaré este. No se preocupe." No iba a hacerle ir hasta allí. Con lo lejos que esta. Anda que no ha tardado en llegar ella hasta allí. Aunque suponía que ellos tendrían algún medio de ir más rápido.

"Como quiera, cuando este lista la cena, le avisaré." Dio una pequeña reverencia y se marchó cerrando la puerta.

Nami observo las sales y geles. Había muchas. Menuda colección más grande. Estuvo oliendo cada una de ellas y se decanto por unas de cítricos, que parecía que tenían mezclados los olores de limón, lima y naranja. Es lo más parecido a mandarinas que pudo oler entre todas.

La echo al agua y comprobó la temperatura. Estaba estupenda. Aunque le gustaba aun más caliente y con mucho más vapor. Así que acciono el grifo de agua caliente que le indico Hildon.

Salió mucho vapor. Casi no podía ver. Era perfecto. Las sales se comenzaban a notar. Emitían un intenso olor muy agradable. No eran mandarinas, pero le gustaba.

Se despojo del albornoz y notó otra vez esa sensación de ser observada. No podía creérselo. ¿Pero por qué? No hay nadie. Ni nada donde le pudieran ver.

"No sé que cojones me pasa, pero estoy teniendo alucinaciones. Todo está bien. Creo que debo comer y dormir tranquilamente y descansar. Creo que tengo sueño y veo cosas muy raras." Nami volvía a hablar consigo misma intentando calmarse.

Se sumergió en la gran bañera. Podrían entrar dos personas tranquilamente e incluso tres, aunque un poco más incómodos.

"Ay, esto es vida." Nami estaba relajada. Notaba como sus músculos se relajaban. Le dolían después de tanto estrés. Ser una ladrona de piratas no era fácil. Siempre tenía que estar escondida y estar en forma por si las cosas se ponían feas con algún baboso en algún bar o la pillaban de polizona en un barco.

Estuvo tranquila allí tumbada bajo una nube de vapor espesa durante unos cuantos minutos con los ojos cerrados. Bueno, apartando el hecho de que sentía esa sensación cada vez más y más fuerte, pero la ignoraba todo lo posible.

Al cabo de un tiempo, Hildon llamo a la puerta, aunque esta vez no salto del susto. Sabia al menos que lo haría tarde o temprano, estaba preparada.

"Señorita Swan, la cena estará servida en breves momentos. Le he dejado una muda de ropa en su habitación. La ropa que usted traía se la he mandado a lavar, mañana estará lista. Le dejo a los hermanos Risky aquí afuera por si necesita ayuda y para llevarla a la habitación. La veo en el comedor cuando se cambie. No hay prisa." Dijo Hildon tras la puerta con voz fuerte.

"Sí, gracias. Salgo ya casi. Me falta lavarme el pelo y salgo. Gracias, Hildon, estas en todo." Nami estaba muy agradecida de verdad. Ojala tuviera un mayordomo como él si se hace rica.

"No hay de que, señorita. Es mi trabajo y estoy más que encantado de hacerlo, y más por usted señorita. Y creo que los hermanos Risky opinan igual." Los hermanos protestaban a Hildon porque le daba vergüenza.

"Zi, Zeñorita. Noz guztaz mucho. Normalmente la gente ze azuztan de nozotroz y noz llaman montruoz. Uzted al menoz zolo ze azuzto como ez normal al principio, pero luego no noz trató mal. Graciaz." Tras la puerta no sabía quién de las dos ardillitas estaba hablando, pero le causaba mucha ternura. Era muy raros, pero muy tiernos. Puede que tuvieran un accidente con algo toxico y quedaron así, y consiguieron enseñarles a hablar, quien sabe.

"Gracias chicos. Sois muy buenos. Ahora salgo, dejarme lavarme y aclararme el pelo y salgo ya. Tardo poco. No se vayan, eh? Que me pierdo sin mis guías favoritos." Sí, les estaba haciendo la pelota. Eran machos, por lo que le parecía al menos, y sabía como tratarlos. Si luego quería algo de ellos, era bueno darles un poco de coba.

"Ay, zeñorita. Pero que cozaz más tontaz dice. Jejeje. Cuidaremoz para que no entre nadie a moleztarla. Ni el amo podrá entrar aquí. Bueno, zi no está ya den...Ay, ¿por qué me has dado?, joper duele." Estaban discutiendo los dos, pero con esas voces tan chillonas no entendía nada entre la gruesa puerta.

Salió de la bañera y se dirigió a la ducha. Cogió la crema y se la puso en el cabello. Olía tan bien. Le gustaban las mandarinas, pero el champú de fresas no estaba mal. Por cambia un poco.

Seguía notando cada vez más la sensación, aunque ya casi estaba acostumbrándose. Aunque era extraño, notaba como un gruñido leve... como de ronroneo cerca de su vientre. Será el hambre. Aunque no se sentía tan hambrienta como le parecía al oír el ruidito.

Se aclaro el pelo con abundante agua y cerro el grifo. Escurrió el pelo de agua sobrante y cogió una toalla pequeña. Se lo puso en el pelo como si fuera un turbante y se puso el albornoz.

"Bien chicos. Ya estoy lista. Vámonos, que me muero de hambre." Salió y cerró la puerta. Las ardillas le guiaban entonando una cancioncilla alegre mientras le contaban, cantando al ritmo de la canción, que la cena le gustaría. El chef era un gran cocinero que llevaba sirviendo en el castillo al amo desde hace años.

Cuando llegaron a la habitación, las ardillitas se quedaron en la entrada vigilando que nadie entrara. ¿Les habrá comentado Hildon su inquietud? La verdad que ese hombre estaba realmente en todo.

Esta vez no se sintió observada ni incomoda. Todo lo contrario. Creyó que se debía a los nervios y que con el baño se le fueron. Suspiro y observo la muda que le comentó Hildon que le dejaba para que se pusiera.

La verdad es que se sorprendió mucho. Casi parecía más un vestido de gala o incluso un vestido de novia. Uno muy estrecho de cuerpo y cadera, pero ancho y con vuelo por debajo del trasero. Era precioso, pero no sabía si era muy apropiado para cenar. ¿Y si este no era lo que le había dejado Hildon? ¿Y si se lo ponía y le metía en un lio al pobre Hildon por su culpa? Eso nunca. Con lo amable que había sido, no iba a hacerle eso.

Miro en armarios pero no encontró nada. Solo sabanas y mantas para la cama. Estaba el kit completo. Braga, media, zapato, sujetador (parece sabia medir a ojo, porque su sujetador no aparecía la talla escrita por ningún lado, lo mismo que sus

"Esto... Chicos. Hildon me dijo en la habitación había ropa para mí, pero solo hay un vestido blanco muy elegante. Pueden avisarle y que me traiga lo correcto." No podía ser esto. Era imposible.

"No, ez ezo, zeñorita. Hildon nos dijo que le extrañaría pero que no se preocupara. Ezo ez lo único que tienen de mujer en la caza. Pero que mañana eztaran sus ropaz impecablez y liztaz por la mañana." Pues parecía que sí. Era lo que tenía que ponerse.

"Ay, que remedio. Ya casi salgo, chicos. Ya estoy vistiéndome." Les oía discutir ora vez, aunque como normalmente, no les entendía nada. Aunque esta vez, parecía que había una voz más grave con ellos. O sería su imaginación, tal vez.

Se puso el vestido y lo observo en el amplio espejo. Le quedaba genial. Estaba preciosa. Casi como una novia. Esperaba no mancharlo. Le daría un ataque un vestido tan bonito e inmaculado ser manchado. Tendría que tener especial cuidado.

Encima de la cómoda, estaban sus armas. Estaban tal cual las había dejado, intactas. Genial. Se sentía extraña sin llevarlas escondidas entre la ropa, pero se sentía segura en esta casa. No creía tener que usarlas. La dejo en su sitio y fue a abrir la puerta.

"Bien, vámonos mis guías fieles. Llevadme a comer o me desmayo aquí mismo." Las ardillas se pusieron manos a las obra y la arrastraron al comedor. Decían que no iban a permitir que la ocurriera nada malo en su presencia.

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"Malditas ardillas del demonio. Pues no me han dejado entrar a ver como se cambiaba mi futura mujer. Y encima por mucho que les daba órdenes, se negaban. Menudo mordisco me han dado en la pierna y el brazo. Luego les castigare por semejante desacato. Grrrr, estoy muy cabreado. Primero, se cambia entre el estúpido albornoz, y luego en el baño, entre tanto humo no pude ver nada. Me acerque mucho a ella, pero no consegui ver nada de nada. Por lo menos lo interesante. Y luego las malditas ratas no me dejaron verla cambiarse. Ya verán, ya. Se van a enterar... uy, si. Las voy a despellejar vivas. Grrrr..." Absalom gruñía y soltaba improperios en contra de las pobres ardillas y se lo contaba a... nadie. Realmente estaba solo. Caminaba en círculos frente a un espejo grande es su habitación.

"Señor, la señorita Swan acaba de aparecer en el comedor. Sí me permite sugerirle, podría cenar con ella. Pero normal. Nada de invisibilidad ni trucos sucios. Ella realmente se la nota agradecida. Podría cortejarla adecuadamente y puede que funcione mejor que drogarla y obligarla a casarse con usted." Hildon sentía pena por la adorable mujer. No podía negarle nada a su amo, pero tenía la suficiente confianza, o valentía, de aconsejarle semejante cosa.

"Hmmm... ¿Crees que funcionará? Mírame. ¿Crees que no le dará miedo una bestia como yo?" Les mostro todas sus cicatrices y operaciones que había tenido que recibir debido al accidente.

"Señor, puede que le sorprenda al principio, pero no se ha mostrado asustada estando en mi presencia o en la de los hermanos Risky, más bien bastante cómoda. Eso sí, no le muestre nunca su poder. Ya me ha comentado que se ha sentido observada e incómoda al estar en la habitación. Espero que no haga eso a menudo, o la asustará y tenga por seguro que huira sin pensárselo dos veces. O por lo menos de momento. Al cabo de un tiempo puede decírselo y puede que la sorprenda pero no huya." Hildon sabía como tratar con las personas. Algo de lo que su amo carecía por completo.

"Hmm, Bien. Te hare caso. Pero si reacciona mal, la ato y no la dejo escapar. Ella es la idónea. Ella es mi mujer, bueno, mi futura mujer. No lo olvides. Trátala bien, y que será tu ama en breve." Hildon le hizo una reverencia como asentimiento y se marchó.

"Bien, querida mía, me conocerás hoy y sé que te enamoraras perdidamente de mí en cuanto me veas. Lo sé. Te volverás loca. Oh, Yeah. Sexy Man, sí señor, eres un tío bueno. Un tío cachas. Un tío...Chachi." Absalom hacia posturitas y se auto adulaba en el espejo para subirse en ego, aunque ya lo tenía bastante subido de antes.

-.-.-.-.-.-.-. TO BE CONTINUE.-.-.-.-.-.-.-.-.

Ay, madre... este tío asqueroso siempre me dio mucho asco (siento si hay alguna fan de este híbrido... pero manía le tengo mucha). Espero que Nami no lo pase mal... JAJAJAJAJ... lo hará, tenerlo por seguro.

Esta vez es una historia 100% mía y no fifty fifty como la otra. De mi puño y letra. Bueno, ni puño ni letra... pero si sale de mi inmenso cabezón. ^^

A ver que cosa rara me sale. De momento se me van ocurriendo muchas ideas... y a veces demasiadas. No sé si lo estoy haciendo bien o mal... pero espero que me apoyen con sus reviews durante mi travesía hacia el estrellato... o estrellándome contra el suelo.

Un beso enorme a mis seguidores, y espero que esta historia sea fresca y nueva, y no sea una de muchas. Si hay alguna similitud con alguna, juro que no es mi intención. He leído muchas, y seguro que alguna idea se me pega, pero intento que sea lo más original posible. Así que discúlpenme. Puede que ni hay leído alguna historia igual, pero yo al menos, no.

Gracias. ^^

Muchos reviews, please.