EL ÚLTIMO VALS
Un, dos, tres. Un, dos, tres. Los primeros compases. Se acercan ambos al centro de la pista, los invitados alrededor.
El vals de los novios. De los recién casados. Que abren el juego para que todos los invitados se unan después, de a poco, a medida que bailen con ellos.
Tras treinta segundos a Chase se lo lleva Cuddy. A Cameron, Wilson.
Treinta segundos más. Chase está con la jefa de pediatría. Cameron con Foreman.
Treinta segundos más. Chase, con Trece. Cameron pasa quince segundos con Kutner y otros quince con Taub.
Y entonces, de las bocas de todos los presentes sale una exclamación ahogada. Murmullos de sorpresa, algunos aplausos. En la pista y pidiendo a Cameron, el doctor Gregory House.
Le toma a ella una mano y posa suavemente la otra en su cintura, a una distancia prudencial. Un instante y se inclina hacia ella para posar un beso suave y cortés en su mejilla. "Felicitaciones", murmura cerca de su oído, un tono extraño en su voz.
Se miran a los ojos un instante. Ella, radiante. Él... ¿es tristeza lo que hay en sus ojos? Apenas se mueven con la música, más por causa de la pierna de House que por el shock del momento. "Que conste que me estoy sacrificando por ti". Acompaña la frase con una mirada de perrito abandonado. Y ella asiente con una sonrisa.
La fotógrafa se acerca. Miran a la cámara y sonríen. El momento ha quedado inmortalizado.
Se miran a los ojos otra vez. Ella sigue radiante. Él irradia amor, pero sólo lo justo para que ella lo note. Porque un momento más tarde el doctor Sebastian Charles llega para pedir sus treinta segundos con la novia.
House se demora en soltar su mano. Cameron se da cuenta de ello y lo mira una vez más, pero él voltea y se pierde entre la multitud con los hombros caídos. Porque hace ya mucho tiempo que se resignó a ser un espectador en la vida de ella. Porque aunque la ama ha decidido que ocultará lo que siente al mundo. Porque ella es demasiado para él, y él lo sabe. Aunque la necesita, aunque a cada mujer la compare con ella, él lo sabe. Sus corazones no encajan. Sus vidas son diferentes.
Él sale de la fiesta. En el primer bar de copas que encuentra hace del cantinero el guardián de su preciado secreto. Y decide que aprenderá a vivir sin ella. A fingir que no le afecta que su felicidad esté junto a otro. Ni su mejor amigo lo sabrá. Prefiere a un completo desconocido antes que a alguien que lo mirará con lástima cuando lo descubra mirándola a ella.
Esta noche decide no olvidarla. Esta noche decide seguir adelante. Aunque parezca contradictorio, hará ambas cosas. Porque a pesar de estar en el infierno ha tocado el cielo con las manos esta noche. Y llevará por siempre en su memoria el recuerdo de ese vals. El último vals.
FIN
