D'Jok la mira pasear por Génesis, con un gesto apenado que la acompaña últimamente adondequiera que vaya y la melena blanca inmaculada meciéndose a su paso. Lleva la videocámara en la mano y ha estado rumiando recuerdos de Rocket otra vez, no le cabe duda. Sus ojos verdes le traspasan y parecen querer devastar la poca sensatez que aún le queda.
(Tia tiene piel de melocotón y D'Jok cree que podría correrse
con un nimio roce de su mano)
Por eso desearía que no existiera. Porque se la ve tan pura y tan desconsolada que raya la provocación.
Y D'Jok está harto de su silencioso rencor que le hace sentirse una mierda, de sus expresiones de reproche. A veces sueña con que es capaz de traspasar su odio y la barrera invisible que les separa, comerle la boca y foll… hacerle el amor contra la pared, para hacerle de una vez olvidar al jodido cabrón de Rocket. Gritarle que la ama, zarandearla sin miedo a que se rompa.
Pero de pie en medio del campo la ve pasar de largo envuelta en una nube azul, dejándole a su paso su rechazo y su olor a flores que le quema por dentro. Y se da cuenta de que ella nunca va ser suya, ni ella, ni su voz, ni su sonrisa, ni el jardín de sus pupilas. Desea que le maten o que se muera Tia y entonces irse al infierno con ella.
A pesar de su aspecto delicado, esa chica es el mismísimo Ángel de la Destrucción.
Más tarde a la hora del almuerzo la ve con Yuki y Mei –Mei, esa que es su novia y le profesa auténtico amor, esa por la que en teoría debería estar colado hasta los huesos- mordiendo una manzana, abriendo sus labios de un rojo que debería estar prohibido y clavando los dientes, alzar la vista y pillarle mirándola para apartar los ojos como si no existiera.
D'Jok se levanta y sin pronunciar palabra, se larga a su habitación y tira la puta banda de capitán al suelo.
A la mierda Tia, a la mierda Rocket y a la mierda el mundo.
