TSUKIAKARI NI JINSEI

(Vidas a la Luz de la Luna)

-por Jinsei no Maboroshi-

página I

ADVERTENCIAS:

Uy! Hay muchas. Léelas con cautela:

YAOI: si. Extremadamente yaoi. Como sabrán, no soy muy adepta a la narración explícita de los fluidos y todo eso, y este fic no es la excepción. Pero a diferencia de los otros, las relaciones íntimas son más expuestas y con más frecuencia. Son humanos y como tal, ¡tienen sus necesidades!^^ de todas formas, si no eres adept al yaoi evita leerlo, pero si eres de mente abierta, léelo, pensando en cuatro personajes arbitrarios. Léelo, por el mensaje, no por otra cosa.

DEPRESIVO: si estás triste, no lo leas. Te sentirás peor.

CONTRAPRODUCENTE para gente con nostalgia de un amor pasado muy intenso. Un amor que le haya salvado para luego sumirlo en la total oscuridad. Para ellos también: léanlo con precaución.

MEZCLA TEMPORAL: En los fics anteriores jugaban un poco con el recuerdo de los personajes, pero creo que éste se pasa!^^ Jajaja... resulta que de un momento a otro, al terminar lo que parece un capítulo (pero no lo es, ya que tiene formato novela) surge otra situación que es anacrónica. Por ello, mucha paciencia en ubicar la línea temporal. Recomiendo, al leerlo, tratar de mentalizarse en el tiempo, y en fin... buena suerte!^^ a ver si no marea mucho!^^

FANS EXACERBADAS: no siempre se sabe estrictamente la sexualidad de nadie, inclusive a veces ni uno mismo sabe con exactitud la propia, así que, creo que con este comentario, trato de evitar que las fans de los 'heterosexuales' L'Arc~En~Ciel me envíen troyanos o cosas parecidas a mi mail!^^ jajja. Simplemente utilizo la androgeneidad de la que son tan adeptos los integrantes de este grupo. De todas formas, me gustaría que a pesar de que no te agrade el yaoi con L'Arc~En~Ciel lo leas como una historia de cuatro personas aisladas, desconocidas. Porque más allá de los personajes, como siempre digo, intento enviar mensajes. ¡Solo utilizo el formato fic para aprovechar la gran demanda!^^ jajajajaj

CRITICAS RECIBIDAS: gomen! Sé que el formato 'script' del fic puede llegar a resultar molesto. Mil disculpas. Solo lo hice como una forma de economizar texto y descripción, para hacer mas dinámica la acción, o sea, de pura haraganería de mi parte!XD En algunas partes uso directamente los guiones, y en otras, utilizo el formato 'script'. Esto fue debido a que en la parte de guiones, son solo dos personajes los que hablan entre si, y por eso, con cuidado, uno se da cuenta de quien dice qué cosa. En el caso de un grupo superior a tres personas, esto es realmente difícil de discernir, y por ello, me valí de este mal recurso. Se que es molesto al leerlo, pero eviten de 'leerlo' y simplemente 'pásenlo con la mirada' como para saber qué personaje esta hablando (utilizarlo mas como referencia que como 'palabra a leer' gomen!). Pido mil disculpas, y esto ha sido una critica reiterada, por lo cual, y aceptando con absoluta convicción mi error, prometo que nunca mas en adelante escribiré de esta forma. lo aclaro para futuras criticas de su parte, y que obvien esa atrocidad que he cometido, pues ya he aprendido!^^

Nota de las Evil Twins: a petición de la autora, este fic será dividido por "partes" en lugar de por "capítulos", como es habitual.

Fecha de publicación: 24 de junio de 2006 - Corrección: Ogawa Saya


La luna estaba alta en el cielo, irradiando las antiguas centellas que hacía miles de años enviaba a la tierra, noche tras noche.

La luna, misterio, enigma, silencio, oscuridad. La luna, el gran elemento de devoción. La luna, el secreto testigo de los amores imposibles, de los amores irrealizables, de los amores trágicos. La luna presenció cada una de esas historias, y no hizo más que olvidarla.

Crueldad. Hasta ese bello halo que suele irradiar, y que suele ser confundido con la calidez, esconde una inmensa crueldad. La crueldad del olvido de cada leyenda, con cada uno de sus protagonistas. Personajes caídos, muertos, desaparecidos... Todos olvidados.

Mística luna. Luna del hechizo y la condena. Luna del dolor. Luna que en su soledad estelar, espera el cambio... Sin nunca llegar a él. Luna, que vive escondida tras el tenue regalo del sol. Su sol. El magnifico sol, que un día morirá.

Mientras tanto, antes de que él sucumba, y que la luna se apague por siempre, seguirá esperando la metamorfosis, en su triste soledad, en su propio dolor, siendo testigo de las tragedias ajenas, y en revancha de su propia injusticia, castiga a tales seres a la indiferencia.

Venganza. Se satisface en cada uno de ellos de su propia miseria. Mística crueldad. Daño permanente.

Todos al final seremos olvidados.


Componía en la penumbra placentera de aquella noche especial, el joven protegido por el enigma lunar. Su cabello había sido dejado crecer, permitiéndole acariciar sus pequeñas alas. Alas de ilusión.

Suspiraba, mirando por su ventanal, la extraña luna que le susurraba sus miserias, y que bajo el encanto místico, dejaba al libre albedrío su mano que dibujaba a trazos rápidos el esbozo de una canción. Una canción más, sin respuesta.

Años de canciones vacías, creadas para vender... Hasta que un día, aquello cambió. El misticismo de la luna le había hablado. Le había dictado las tragedias de antiguos amores, de antiguos odios, de rechazos dolosos, y él las había recibido como don preciado, y las había escrito. Historias perdidas, habían sido recuperadas.

Miró a la luna, dejando caer su pluma. ¿Acaso esa crueldad innata de aquella bella esfera celestial había sido amenizada tras un dolor imponente, y la culpabilidad le obligó a redimirse contando sus olvidos a un simple ángel caído? Un ángel caído. Un demonio rechazado por los mundos. Un huérfano sin lugar.

¿Aquella imponente y solitaria luna se dirigía en pedido de la salvación a una criatura tan perdida como él?

El joven suspiró.

¿Cómo podía la luna querer buscar la seguridad en un humano, en un simple mortal, si ni siquiera él podía salvarse de su propia condena?

La oscuridad lo rodeaba siempre. La realidad y la fantasía se mixturaban, rompiendo toda línea divisoria. Él mismo era una creación de la entelequia y la mitología. Un ser creado por sí mismo, un ser dibujado con trazos propios, pero una criatura al fin. Su propia creación: sí mismo. Forjado para los demás. Forjado de tal forma, que su esencia se había perdido.

¿Dónde estaba el joven delicado, llorón, que sonreía con reserva? ¿Dónde habían quedado sus ilusiones, su inocencia? ¿Dónde habían quedado todas las ingenuas creencias que le daban vida a su propia existencia? Todas estaban en el olvido. Todas.

Suspiró con más fuerza, sin dejar de fijar su visión en la bella esfera celestial. Se sumergió en sus pensamientos, para destrozar su ánimo en ese momento, y resurgir al día siguiente de aquellas cenizas.

Bajo esa luz tenue, tomó la botella de vodka que se hallaba a su costado, y se sirvió en el vaso. Una copa más. Había perdido la cuenta. Era una más de la tantas que ya había probado. Una más, para ahogarse a mayor profundidad, una más, para llegar más a fondo.

Tras el trago, continuó mirando la luna.

El silencio cubría a la ciudad.

Y él aún despierto, renuente a sucumbir a los sueños, pero imposible de resignarse a esta realidad. Luchando entre la ilusión y la verdad, entre la mentira y la realidad. Luchando en silencio, y en soledad. Su única compañía desde hacía tanto tiempo. La soledad.

Terminó de escribir unas estrofas más, y se recostó sobre el suelo, sin dejar de observar la luna. El bello halo con el que lo cubría, le agradaba. A pesar de no sentir la calidez de esa mano fantasmal que rozaba su piel, creía sentir que el suave éter le acariciaba. Una caricia de hacía años. Un solo recuerdo, y el sueño se adueñó de su ser.


Tetsu : ¡Ey! ¿Dónde está Hyde?

Ken: ¿Hn? –miraba por todo el estudio.

Yukihiro: ¿Será que habrá olvidado la hora? –susurró en tono conciliador.

10 años de amistad los unían lo suficiente para reconocerse mutuamente. Sabían a ciencia cierta que la única explicación a tal ausencia era el mal hábito del joven a dormir demasiado.

Tetsu dejó pasar una hora, probando nuevos acordes con sus otros dos integrantes, pero era necesario el armónico de la voz.

El disco debía salir próximamente. Cada uno tenía sus propios planes a futuro en cada una de las bandas creadas.

Tetsu aceptó aquellas extrañas propuestas de Ken. Éste le había explicado la necesidad que tenía de crear sus propias canciones, sin tener el método L'Arc~En~Ciel. Independencia de estilo. Deseaba su propia originalidad, su propio grupo en paralelo. Lo mismo iba a hacer el resto. Tetsu, pensó por un tiempo que era una delicada estrategia para romper el grupo finalmente, pero se había equivocado. Más de un año en trabajos individuales, y el grupo aún tenía mucho que dar. El tiempo de nuevas creaciones particulares había enriquecido al grupo y lo había mejorado. El CD que estaban preparando iba a ser un éxito rotundo. Estaba seguro, y trabajaba para ello.

Molesto, dejó a un costado su bajo, y se dispuso a telefonear al departamento de Hyde. Lo necesitaban sin demoras.


El sonar del teléfono lo despertaba torturándole. El chillido del aparato atravesaba sus oídos para aumentar el dolor de cabeza con el que ya despertaba. El mareo producto de la resaca, provocó que se incorporara con movimientos torpes del suelo. Reconociendo el lugar, se arrastró con sus pocas energías hasta el ruidoso aparato y lo levantó.

-¡Hyde! ¿Pero qué pasa? ¿Te olvidaste que hoy tenemos reunión? ¡Necesitamos ver nuevos acordes, canciones y la música para ellas! ¿No recuerdas? ¡Siempre el mismo! ¡No me explico cómo has hecho tus trabajos propios con tanta prolijidad! –había dicho en son de broma, pero no obtuvo respuesta hasta pasados unos segundos–. ¿Hyde? ¿Me escuchaste?

-Mmm... No me grites... –susurró apenas, sintiendo cómo su propia voz reverberaba en su mente.

-Yo no estoy gritando... Oye, ¿te encuentras bien?

-Mmmm... Sí, me estás gritando... Y ya voy... Ya... –su voz mostraba desdén, mezclado con rabia, con cerrazón.

-No te escuchas bien. ¿Estás enfermo?

-Sí… De trabajar... –bromeó con suavidad, logrando esbozar una sonrisa en el rostro de Tetsu.

-Bueno, vienes ahora mismo. ¿Te esperamos en 30 minutos?

-No. En 50. Necesito un buen desayuno... –susurró en pedido.

-De acuerdo, de acuerdo... Te esperamos.

Tetsu cerró su celular, posando su mirada en el suelo. Movía el pequeño aparato en su mano, evocando el extraño comportamiento que había tomado el vocalista del grupo a partir de la separación. Sus trabajos eran realmente buenos. Reconocía la calidad de los mismos, pero le sorprendían de sobremanera las letras. Las letras en sí mismas. Eran el reflejo de un Hyde no visto hasta el momento. ¿Quizás maduración profesional? Pero aún así, la naturaleza del joven se había ensombrecido.

Tetsu recordó aquella reunión una vez más. El desfachatado Ken pidiendo por la separación temporal del grupo a favor de la maduración de cada uno de los integrantes. Hyde, como siempre, era el último en llegar a esas reuniones. Había llegado demasiado tarde.

Yukihiro y Ken, cansados de esperar, prometieron reencontrarlos en el bar del centro de Tokyo para festejar el período de maduración de L'Arc~En~Ciel, aunque era una farsa, pues cada uno reconocía en el evento la separación del grupo. Aún así, aceptó. Prometió llevar a Hyde con él cuando llegara, a final de cuentas, debía realizar unos retoques en los temas, que le llevarían el tiempo necesario hasta que éste apareciera.

Esa tarde apareció Takarai en el estudio, muy desgastado. Sus ojos demostraban que no había dormido, y sus movimientos eran muy reprimidos. Tetsu se había extrañado de tal comportamiento.

Hyde apenas había ingresado al estudio, buscó a Tetsu que se hallaba en la cámara de sintetizadores. Tranquilamente trabajaba, sentado en su butaca. El joven rebelde había llegado de improviso, y lo enfrentó con una respiración levemente alterada. Tetsu lo había mirado con curiosidad.

-¡Llegas tarde, Hyde! ¡Muy tarde! ¡Pero no te preocupes! Hay una noticia muy importante que debo darte.

-¡Yo también! ¡La necesito! –Hyde lo miraba a los ojos, con decisión, con la misma predisposición que los suicidas tienen en su momento culminar.

-Bueno, pero yo primero... L'Arc~En~Ciel se separará temporalmente.

-¿Eh? –su respiración se detuvo, y frunció el entrecejo-. ¡Qué mierda dices?

-Pues lo propuso Ken. Es una buena idea, supongo...

-¿Buena idea? ¿Supones? ¿Qué mierda te pasa?

-Sería bueno para renovarnos. Cada uno podría comenzar su trabajo individual, enriquecerse, madurar. Eso beneficiaria al grupo.

-¡No! ¡Es una mentira! ¡Es una estúpida excusa para romper el grupo! –dijo enojado.

-No, no lo creas así –su voz no mostraba convencimiento. Él mismo tenía noción de que eso era exactamente una excusa para el quiebre.

-¡Tetchan! ¡No me digas que crees en eso! ¡Eres un imbécil!

-¡Oye! Tal vez sea mejor, ¿no te parece?

-¿Mejor? ¿Para quién? ¿Para ti? Para ti, ¿verdad? Tú ya tenías escondidos tus propios proyectos. Ken los tenía también con el bastardo ese...

-No entiendo por qué tanto odio hacia él. Ya es hace años...

-¿Tú qué sabes? –le gritó con odio. Tetsu lo observó sorprendido. Podía reconocer la rabieta que atacaba frecuentemente a su amigo, del odio profundo. Ese grito había nacido desde aquella recóndita sensación.

-¡Bueno! No, no sé... De acuerdo... Pero tú tampoco estás tan perdido. Tienes tus propias creaciones por ahí...

-Eran para el siguiente disco... –susurró con tristeza.

-Bueno... Tal vez podríamos posponer...

-Son canciones distintas. No son canciones para vender... Son canciones con una nueva realidad. Con una verdad... –suspiró eliminando su tensión, mirando fijamente a Tetsu. Por su parte, el bajista sólo lo observó por encima de sus anteojos, con expresión de sorpresa.

Esa actitud no era común en él. Sabía que algo estaba ocurriendo. Pero si Hyde no se expresaba, él nunca podría comprender sus problemas.

-Bueno... Hyde, los chicos nos esperan en el bar del centro de Tokyo. Vamos allí para charlar con todos. Tal vez esas canciones, si fueron pensadas para el grupo, deben mantenerse en él. No creo que les moleste posponer la separación...

-No, ve tú, Tetchan. Yo no voy.

-Pero... Al menos para festejar...

-¿Festejar? ¿La separación?

-Ken lo insinúa como 'nuevo comienzo a futuro.'

-Ja. ¿Comienzo…? –sonrió con resignación.

-Vamos, creo que tienes algún problema, no estaría mal que nos acompañaras. Ya sabes, amigos para todo...

-No iré. No estoy de ánimo.

-¡Vamos, Hyde! ¡Te invito las cervezas!

-No. Nada me cambiará de idea –Tetsu suspiró resignado a tal mandato. Movió su cuello, buscado aliviar las contracturas, y recordando el ingreso levemente alterado de Hyde a ese estudio. Lo miró con curiosidad, esbozando una amena sonrisa.

-Por cierto... ¿qué era lo que necesitabas decir?

-Nada.

-¿Eh?

-Ya no importa... –Hyde lo miró con seriedad, con un rasgo leve de tristeza, y se marchó de aquel estudio con su enigmático paso silenciado. Tetsu lo observó sorprendido y preocupado.

A partir de aquel día, el carácter de Hyde se había ensombrecido de manera progresiva. Día tras día. Más oscuridad. Más soledad. Más enigma.

Sujetó con fuerza el celular.

Ken: ¡Ey! ¡Tetchan! ¡Ven aquí, que Yukki y yo tenemos un dilema con el acorde! ¡Ven! ¡Necesitamos al líder! –gritó desde el estudio, con esa voz socarrona.

Tetsu sonrió, y regresó a donde lo clamaban. Sin embargo, estaba inquieto por Hyde.


Hyde lentamente fue al baño y se aseó lo más que pudo. Tomó un fuerte café, para recomponerlo, pero sabía que no le ayudaría como realmente lo necesitaba.

Observó su sala y el gran ventanal. Una vez más había caído en los embrujos de la luna. Hacía tiempo que había dejado el hábito de la cerveza para reemplazarla por el del vodka. Cada vez necesitaba más profundidad en su propio mar. El mar del olvido. Necesitaba olvidar la pesadilla de su interior, y para ello, la cerveza ya no surtía efecto.

Tomando su café negro, releyó el producto de esa noche, que había sido esbozado en el papel de dibujo. Sonrió con amargura. Una canción más susurrada por la luna. Una canción que no hacía más que reflejarlo, más que enseñar de la forma más oculta el dolor que día tras día se intensificaba. El lóbrego Hyde seguía sumiéndose en las penumbras, más allá de la oscuridad.

Suspiró, acabando finalmente el café.

Sin rapidez, abandonó el departamento y se dirigió al estudio.


Yukihiro: yo creo que si le da un par de bemoles el sonido terminaría dando un ámbito más místico que si toca con las notas simples. ¿No lo crees, Tetchan?

Ken. ¡Qué dices, Yukki! ¡Estás loco! ¡Queremos una canción, no un mix!

Yukihiro: ¡Oye! –sonrió, correspondiendo a la broma del amigo.

Tetsu: Yo creo que Yukki tiene razón. Es una canción con toque lejano, melancólico. Los bemoles bien ubicados le darán ese tono.

Ken: ¡No vale! Dos contra uno... –se quejó, sobreactuando, haciendo sonreír a sus dos amigos.

Tetsu: ¡Ganbatte! (ánimo) –le sonrió.

En ese instante apareció Hyde, usando anteojos negros y cargando su bloc de papel tamaño dibujo. Parecía cansado. Al observarlo, todos tomaron actitudes serias. Tetsu no pudo dejar de inquietarse. Hacía mucho tiempo que Hyde tenía ese aspecto abatido.

Tetsu: Etto... ¿Hyde…? ¿Te encuentras bien?

Hyde: Sean buenos y tráiganme un café... Siento que el mundo se mueve aún.

Tetsu: Has bebido mucho...

Hyde: Sí, ¿y qué? ¿Acaso te importa? ¿O qué? ¿Piensas que voy a arruinar el grupo, las canciones y las ventas? ¡Sí quieres me largo…! –el carácter cambió súbitamente. Ken se sorprendió de tal actitud, y levantó una ceja ante el par de amigos que estaban cerca. Por su parte, Yukihiro prendió un cigarrillo y suspiró.

Yukihiro: Ahí de nuevo... –susurró para Ken con resignación.

Ken: Seee. Parece que esto no mejorará nunca –le contestó con preocupación.

Tetsu lo observó con sorpresa. No podía reconocer el significado de aquel sarcasmo, de aquel reproche. No podía hallar el origen.

La asistente le llevó el café pedido y, con sumo temor, se lo dejó sobre la mesa. Hyde, enfadado, sorbió gran parte de una sola vez.

Hyde: ¡Mierda! ¡Imbécil! ¡Está hirviendo! –gritó con malhumor, llevándose inmediatamente una mano a la sien. El grito había reverberado una vez más en su mente.

Yukihiro : ¿Crees que sea mejor dejar que Tetsu hable solo? –sugirió a Ken con el tono de voz lo suficientemente bajo como para que ellos no le escucharan.

Ken: ¿Por qué deberíamos? ¡Lo que tengan que arreglar, lo deben arreglar con nosotros también! -afirmó convencido.

Hyde se retiró hacia un rincón del estudio, donde se hallaba la mesa de trabajo sobre la cual había esparcido muchos papeles. Arrojó su carpeta sobre el montón y se sentó en ella, dando la espalda al grupo, soplando su café. Sabía que erraba a cada paso, pero no podía detenerse. Sabía que lastimaba, pero no podía evitarlo. Estaba tan perdido. Estaba tan solo.

Tetsu suspiró nuevamente y miró hacia el techo, en busca de paciencia suficiente como para hacer frente a ese indomable Hyde oscuro. Se dio vuelta e hizo una seña para que sus otros dos miembros se incorporaran con él a esa mesa.

Se sentaron en silencio. Hyde sólo soplaba su café, concentrado en su propio reflejo dentro de la taza, y cada tanto, sorbía con suavidad aquel líquido prieto.

Tetsu tomó la carpeta y, mirando a Hyde, preguntó en silencio si el permiso estaba concedido. Hyde levantó la vista para clavarla en la de él, sin mediar palabras. Tetsu le sonrió, en muestra del agradecimiento por ese beneplácito. Pero Hyde volvió a sumirse en la profundidad de su taza. Ken y Yukihiro se miraban con temor. Sentían que el Apocalipsis se desencadenaría en cuestión de segundos.

Tetsu abrió la carpeta y encontró un par de canciones. Las analizó con sus otros dos amigos en silencio. Ante la señalización con un dedo de una palabra, los otros dos asentían. Los años habían generado un secreto lenguaje en el mismo silencio.

Hyde había finalizado su taza de café y se serenó lo suficiente como para observar a sus tres compañeros en ese extraño rito de conversación muda. Sentía que lo dejaban a un lado. Sintió la soledad una vez más.

Hyde: ¡Oigan! ¡Hablen! ¡Este silencio me enferma! –gritó con queja malhumorada.

Tetsu le sonrió mirándolo por sobre sus anteojos.

Tetsu: ¡Fantástica!. Muy buenas las dos letras.

Hyde: ¿Lo crees?

Tetsu: Por supuesto. Serán éxitos.

Hyde miró hacia un costado. Tal vez, habían sido escritas para ser algo más que éxitos.

Yukihiro: ¿Si nos ponemos a darle música? - habló conciliadoramente, para tratar de incorporar al auto excluido joven fusco.

Hyde: Ya tienen música. Las últimas hojas –susurró, viendo cómo sus tres amigos, sorprendidos, daban vueltas las hojas hasta encontrar un pentagrama improvisado, con las notas. Las leían con destreza, reproduciéndolas en su mente. Eran más que buenas.

Ken: ¡Guau! ¿Esto hace la bebida en ti? Yo hago cosas menos productivas pero más placenteras que continuar el trabajo –sonrió picaronamente.

Takarai lo observó con desdén. Estaba equivocado. No era la bebida, era su propia oscuridad.

Yukihiro: ¿Podemos tocarlas? –preguntó con un rostro infantil al místico Hyde.

Hyde: Claro...

Yukihiro: ¿Pero podrías cantarlas? Deseo sentir cómo se escuchan.

El joven vocalista lo observó con intriga. Sintió por un instante que su soledad estaba acompañada por la de su amigo Yukihiro. Creyó por un instante que el joven había sido capaz de hallar el secreto código de las canciones y lo había traducido a su propio lenguaje. Pero era una ilusión. No podía ser.

Hyde: Veré que hago –suspiró con resignación. La bebida hacía estragos con su voz, principalmente por el dolor que le generaba el sentir su cabeza. Pero deseaba cantar. La cantaría por primera vez entre ellos, como siempre hacía con todas sus canciones.

Se levantó con lentitud y, tomando su cabeza con una mano, frotó su sien, buscando en vano un alivio.

Tetsu: ¿Estás seguro? La resaca es muy molesta para cantar...

Hyde: ¡Deja, deja! ¡No te preocupes más! –acotó con desdén, dando media vuelta y dirigiéndose al bajo escenario, posicionándose en el micrófono.

El resto lo siguió y, con la partitura esbozada frente a los tres, comenzaron a tocar. Hyde recordaba las canciones. No necesitaba nada.

Los tres jóvenes, a espaldas de Hyde, lo observaban con preocupación.

La canción comenzó con el tono típico de su voz, virando a lamento. Un lamento cortado, contenido. Una letra de olvidos, una letra de abandonos. Hyde sentía su voz reverberar con aguda insistencia en su cabeza. Le dolía, como le dolía la canción. Esa sensación sólo intensificaba más el hecho de querer cantarla con toda su voz, en un grito de desesperación, en un tono de lloro, de ruego, de desazón, que se ahogaba lentamente en su propia miseria. El estribillo se hizo presente, y gritaba su desdicha. Sus ojos brillosos evidenciaban la congoja que se avecinaba. No podía cantar, su garganta se había cerrado. Se detuvo. Los instrumentistas, embelesados con ese tono particular de la voz de Hyde, se paralizaron instantáneamente al creer escuchar el ahogo de la congoja de aquel sombrío vocalista. El silencio se hizo presente. Takarai sólo sostenía con su mano el micrófono de pie, tratando de hallar una estabilidad que había perdido hacía años.

Ken: ¡Ey! ¡Hyde! ¿Estás bien? ¿Te has mareado?

Hyde: No, no. Es sólo que el dolor de cabeza no me deja cantar... –se excusó con elegancia, sin nunca mirar a su amigos. Debía secar el brillo lastimero de sus ojos.

Tetsu: Es genial. Creo que es suficiente por hoy. Mañana tal vez la cantes si te encuentras en mejor estado.

Hyde: Mm... –afirmó con dolor. Le dolía.

Ken: ¡Hay que festejar estas excelentes creaciones del amigo Takarai! ¡Vamos a por unas copas! –alegó con entusiasmo.

Yukihiro: Mmm... Ken, creo que no es lo mejor... Hyde tiene una gran resaca...

Hyde: Está bien –el joven se había dado vuelta y miró a sus amigos. Tetsu hizo una mueca de reprobación–. ¡Vamos! ¿También vas a ser mi mamá? –le recriminó ante tal gesto. Tetsu simplemente suspiró. El lidiar con Hyde siempre era imposible.

Todos se alistaron rápidamente y, ordenando un poco los instrumentos, abandonaron el estudio para ingresar a las actividades que la noche le ofrecía en un bar oscuro y recóndito. El refugio de los cuatro.

Se sentaron en una mesa y todos, a excepción de Tetsu, prendieron un cigarrillo, hasta esperar al mozo.

Hyde observaba a la cantante del lugar. Una joven japonesa de elegancia al gesticular, y un movimiento de manos muy etéreo. Eran los blues de Yukimura Harumi. Hyde podía comprender esas canciones, las podía traducir a su lenguaje original. Era otra chica sumida en el hechizo de la luna. Como él. Criaturas sin realidad y sin ilusión. Criaturas de propia manufacturación.

Ken: ¡Ehhh! ¿Está buena, verdad? –codeó al pensativo vocalista.

Hyde: ¡Oye! ¿Qué te pasa? Tú no puedes ver más que sexo permanentemente, ¿no?

Ken: No. También puedo ver chicas –le guiñó el ojo. Hyde sonrió y movió su cabeza con reprobación.

Hyde: Estaba viendo su elegancia.

Ken: ¡Sí! ¡Yo también! ¡Lindo par de elegancias! ¿No?

Yukihiro: ¡Ken! -censuró con ahínco. Desde hacía tiempo que el joven tímido renegaba de la actitud de su amigo. Sin saber la causa, había comenzado a generar un sentimiento extraño de repulsión cuando su camarada hablaba de esa forma.

Hyde: Ja ja, déjalo Yukki, será un pervertido siempre...

Ken: ¡Ey! ¡Que tú no te quedas atrás! –le sonrió con malicia a su delicado compañero.

Hyde: ¿Tú crees? –susurró con una mirada sensual, reclinando levemente su rostro sobre la mano. Ken parpadeó un instante y su sonrisa se esfumó. Algo le estaba ocurriendo a ese muchacho.

Tetsu: ¡Oigan! ¡Compórtense! ¡No son adolescentes! –dijo con seriedad.

Hyde: Tú siempre nuestra madre, ¿verdad? –comentó con sarcasmo. Tetsu lo observó con resignación.


Mozo: Un gusto de tenerlos por aquí. ¿Qué van a pedir?

Yukihiro: Una cerveza Asahi.

Ken: Que sean dos.

Tetsu: ¡Que sean cuatro!

Hyde: ¡Que sean tres! Tráigame una copa de vodka –el mozo aceptó y se retiró.

Los tres muchachos observaron con asombro al joven. No sabían que él había comenzado a tomar ese tipo de bebidas hacía mucho tiempo.

Tetsu: ¡Oye! No estás acostumbrado, te hará mal, y más en el estado en el que te hayas...

Hyde: ¡Deja de romperme los huevos! ¡Sí quieres me largo a tomar lo que mierda se me dé la gana sin que estés aconsejándome con esa cara de idiota madre frustrada! –dijo con severidad, frunciendo el entrecejo.

Tetsu levantó una ceja, sorprendido. Yukihiro notó la tensión del momento y, como siempre, buscó conciliar.

Yukihiro: ¡Vamos, Hyde! Todos estamos preocupados por ti, somos tus amigos, es lógico. Pero si no quieres hablar, ni modo. Nadie te obligará. ¿Por qué mejor no cambiamos de tema y dejamos en paz a Hyde?

Aceptaron con tranquilidad las palabras del baterista, que había logrado aliviar la situación.

Continuaron observando el escenario del lugar, donde la joven Harumi continuaba sus melancolías hechas blues.

Yukihiro: Canta muy bien. Y sus letras son más de lo que dice -comentó con aire triste.

Hyde lo observó curioso. ¿A Yukihiro le estaba ocurriendo algo también, o era simplemente que el tiempo en que cada uno estuvo separado hizo olvidar la costumbre de algunos vicios de sus colegas? ¿Habría olvidado esa continua tristeza en su amigo? ¿Yukihiro era un ser triste? Viró su mirada para continuar observando a la chica elegante.

Ken: ¡Oye, Yukki! ¡Eso sonó a penas de amor! –comentó con una sonrisa torcida y ojos brillantes de socarronería.

Yukihiro: ¿Qué? Yo no dije nada.

Ken: ¿Quién más que el que sufre puede sentir con tanto dolor una canción blues?

Yukihiro: ¡Estás loco! –dijo con desinterés, prendiendo otro cigarrillo.

Ken: ¡Vamos, vamos! ¡Cuenta! -le decía con un incremento de picardía al codear las costillas del baterista.

Yukihiro: Ya, ¡déjame! ¡Te dije que estás viendo cosas!

Ken: ¡Vaaaaamos! ¡Al tío Ken no se le escapa nada en ese tema! –comentó con grandeza. El mozo había regresado y entregó el pedido a cada uno de los miembros del grupo.

Hyde y Tetsu se reían de la situación. Ken siempre molestaba con el asunto. El único que nunca se inhibía era Hyde, quien siempre buscaba mostrarse tan diestro en el tema como él. Tetsu sospechaba de tal actitud. Más que rumores, a Hyde nunca se lo podía relacionar con alguien en concreto.

Yukihiro: No me busco problemas, Ken –dijo, tomando un sorbo de su cerveza–. Así como estoy soy feliz. No me interesan esas cosas...

Ken: Mmm... ¿Cómo que no te interesan? ¡Hasta al recto y políticamente correcto Tetsu le interesan! ¿Verdad? –guiñó el ojo a Ogawa, quien se ruborizó un poco y, evitando toda respuesta, tomó su cerveza.

Yukihiro: Por suerte, no todos somos como tú... –comentó con engreimiento, buscando de esa forma imponerse, pero tal treta no iba a espantar a Ken.

Ken: De acuerdo, no te interesan... ¿Eres célibe?

Yukihiro: ¡Oyeee! –se sonrojó. Quería ponerle fin a ese pervertido, antes de que terminase en una situación más embarazosa–. ¡No te voy a decir a ti, primero porque es mi vida privada, y segundo porque diga lo que diga, tú eres un pervertido y lo usarás para alimentar tu morbo! ¡No me molestes más con el tema! –comentó con enojo forzado. Hyde sonreía. Sabía ahora que a Yukihiro le sucedía algo.

Ken: ¡Aaaaahhhh! ¡Hablas como virgen con temor a la primera vez! –Yukihiro se atragantó con el sorbo de cerveza y no pudo evitar mirarlo con sonrojo y enfado. No podía creer cómo el gran amigo Ken era capaz de tales imágenes. Tetsu y Hyde reían a carcajadas por el comentario.

Tetsu: ¡Bueno, bueno! ¡Ken! ¡Detente! Yukihiro tiene su vida y sabrá qué hacer con ella... –comentó, ayudando a su amigo en aprietos.

Hyde: ¿Ves? ¡A él le deja tener su vida, en cambio a mí me persigue como si fuera mi madre! –ironizó con desdén hablando con Ken.

Tetsu: ¡De tu vida haz lo que quieras, sólo que no quiero que aparezcas luego en estados como los de esta tarde!

Hyde: ¡Ay! ¡Ya basta, mamá! -declaró con desaire, mirando hacia el escenario, sorbiendo su copa de vodka como si fuera agua. Tetsu observaba la facilidad con que tomaba el trago. Hyde estaba acostumbrado a la bebida. El descubrir aquello alertó a Tetsu. Nunca antes se había dado cuenta. ¿A partir de cuándo bebía vodka?

Tetsu: ¿Hyde?

Hyde: ¿Mmm?

Tetsu: ¿Desde cuándo comenzaste a tomar vodka?

Hyde: ¡Cállate! ¡A ti qué te importa! –dijo con grosería. Tetsu aceptó esa barrera. No quería estropear el humor que tenía el vocalista.

Ken: ¡Ey! Ya que estamos con el tema... ¿y tú, Tetsu?

Tetsu lo observó con temor. ¿Acaso la perversión ahora se dirigía a él?

Tetsu: ¿Yo qué?

Ken: Vamos, salvaste a Yukihiro, ahora el que recibe la maldición eres tú. ¡Habla!

Tetsu: No molestes, ¡Ken! ¿No quieres ir a ver por ahí si encuentras una chica que te agrade, antes de fastidiarnos a nosotros?

Ken: ¡Vamos! Que el muy correcto señor Ogawa tiene amoríos con una chica que hace cosas pequeñas...

Hyde: ¿Qué cosa? –viró sorprendido para observar a Tetsu.

Yukihiro: ¿Hacer cosas pequeñas? ¿Kaori? –preguntó iluso.

Ken: ¡Bingo!

Tetsu: ¡No sé de qué hablas! –dijo avergonzado.

Hyde lo observaba con sorpresa. Podía notar que estaba mintiendo. Miró su vaso de vodka y lo tragó de súbito. Todos observaron el gesto con asombro. Hyde bebió y suspiró. Llamó luego al mozo para que le trajeran una botella del tan puro elemento.

Tetsu se alarmó. Su mirada reprobaba la acción. Sin mediar palabras, Hyde fijó sus ojos en su mirada.

Hyde: ¡Ya sé! ¡Ya sé! Pero si tú mientes, yo no dejo de beber.

Tetsu lo observó con extrañeza. ¿Era un reto, o era un reclamo? No lo sabía.

Ken: ¡Vamos, Tetchan! ¡Vamoooos! ¡Habla! ¿Es cierto que es una gata en la cama?

Tetsu: ¡Vete al demonio, Ken! ¡No manches a una mujer como ella! –dijo enojado.

Ken: ¡Ven, amigos! ¡La prueba viva de que entre ellos dos no hay nada! –ironizó con grandeza, sabiendo que había derrotado a su amigo.

Tetsu: ¡De acuerdo! ¡Ganas! Di lo que quieras...

Hyde: En serio, Tetchan... Habla, somos tus amigos. ¿Cómo sabremos si tenemos que hablar o evadir el tema si la prensa nos ataca? –el tono había cambiado a uno más ameno. Tetsu lo observó asombrado. Le costaba creer la ciclotimia del amigo.

Tetsu: Bueno... Es verdad... Pero aún no es nada formal...

Ken: ¡Ven! ¡Se lo dijeeeee! –gritaba triunfal.

Yukihiro: ¡Basta Ken! –le recriminó–. Si no paras, no nos contará... ¿qué clase de amigo eres? –dijo con molestia. Ken lo observó. La broma anterior parecía que lo había afectado.

Hyde: ¿Dónde la conociste?

Tetsu: ¡Ah! En esos programas de TV... No recuerdo en cuál... –comento con sonrojo.

Ken: Vamos, ¡que sabes bien dónde!

Tetsu: Bueno, bueno... En... El Music Station cuando fui a presentar mis producciones...

Hyde: ¿Cuando expusiste tetsu69?

Tetsu: Ajá.

Ken: Vamos, ¡cuenta! ¿Cómo fue?

Tetsu: Nada fuera de lo común. Nos encontramos en los pasillos, hablamos de algunas composiciones musicales y, como tenía intenciones de hacer participaciones especiales en mis producciones, creí que tal vez ella podía formar parte de una. Le di mi teléfono... Y bueno... Somos buenos amigos...

Ken: ¿Amigos? –dijo con frustración.

Tetsu: ¡Amigos!

Hyde: ¿Seguro?

Tetsu: Pues... Sí...

Ken: El rumor es fuerte...

Tetsu: El de Hyde también.

Hyde: ¿Qué cosa?

Tetsu necesitaba una salida y para ello utilizó lo que tanto tiempo había ocultado. Consideraba que ella era la causa del cambiante ánimo de su amigo.

Tetsu: ¿Megumi te suena?

Hyde: ¡Aaaaarggg! ¡Por un demonio! ¡No! ¿Aquí también?

Ken: ¿Mm? ¿Qué pasa? ¡Me estoy perdiendo! –dijo desconcertado.

Tetsu: Pues el rumor de Hyde con una tal Megumi es mucho más poderoso. Supuestamente ya está casado y con un hijo en dulce espera... ¿verdad? –sonrió con inocencia a su amigo, que tomaba de una sola vez una copa llena del vodka que hacía poco tiempo el mozo había dejado.

Hyde: Sí. Me casaré.

Los tres quedaron asombrados. Creyeron que era todo una mentira.

Yukihiro: Entonces... Entonces... ¿ella está embara…?

Hyde: No, claro que no.

Ken: ¿Te vas a casar? ¡Mira que ellas te cazan!

Hyde: A mí no. A mí no me interesa el amor.

Tetsu: ¿Pero no has dicho que te casarás?

Hyde: ¿Acaso no he dicho que no me interesa el amor?

Todos se sumieron en el silencio. Reconocieron el gran problema de Hyde. Su actitud de hacía tanto tiempo era debida a algo que le afectaba muy profundamente.

Tetsu: ¿Estás seguro?

Hyde: ¿Te importa?

Tetsu: No, claro que no... –Hyde sintió un leve dolor. Tetsu sólo evitaba importunarlo.

Hyde: Me casaré con ella en secreto. Ustedes estarán invitados cuando eso suceda.

Ken: Oye, ya estás hablando como divorciado. 'Cuando eso suceda' sonó a 'hecho trágicamente irreversible' -Hyde sonrió.

Tetsu: ¿Cuándo?

Hyde: No lo sé. Si no es este año, el otro. No creo que pase de allí.

El silencio sumió por un instante a cada uno de ellos en sus propios pensamientos. Todos reconocían que la actitud de Hyde era el peor presagio para una decisión así. No se veía alegre y, tal como había dicho Ken, más que un feliz hecho, lo narraba como un final trágico. Todos tenían la misma pregunta en la cabeza. Pero sólo Yukihiro se atrevió.

Yukihiro: ¿Pero la amas? –preguntó con temor. Hyde lo miró a los ojos con tristeza. Notaba su reflejo en Yukihiro.

Hyde: ¿No dije que no me interesa el amor? Además yo nunca amé a nadie –el dolor se intensificó. Se hirió a sí mismo con su propia mentira.

Yukihiro prendió un cigarrillo buscando la forma de salir de aquella profunda situación. Tetsu miraba su cerveza con desconsuelo. Hyde iba por el peor camino. ¿Pero cuándo había tomado ese rumbo que nunca se había percatado? Tetsu sentía una culpa leve en su pecho. No podía determinar su causa. Pero la percibía.

Ken intentó salir de aquella situación.

Ken: Ey, Tetsu, ¿y tú también te casarás? –dijo con una sonrisa pícara, buscando reanimar el ambiente. Tetsu fue sorprendido en sus propios pensamientos y no procesó la pregunta.

Tetsu: Tal vez más adelante se lo pida también... –susurró, abriendo sus ojos al finalizar las palabras, descubriendo el error.

Ken: ¿Conque amigos, ne? –sus ojos se habían estilizado, mostrando la superioridad.

Tetsu se ruborizó y miró hacia un costado. Hyde, que parecía ajeno a todo aquello, también había escuchado la respuesta. Volvió a fijar la mirada en aquella joven cantante. Y se sintió solo. Una vez más la soledad le acaricio la mejilla.

Yukihiro: ¡Ya deja de molestar a todos! Y dinos, ¿tú qué tienes por ahí? –le reclamó al alto guitarrista.

Ken: Vamos, Yukki, no me hables en ese tono tan molesto... ¿acaso lo que a uno más le molesta es la pura verdad? –dijo con picardía. Yukihiro se sonrojó levemente, incómodo por la insistencia del amigo.

Yukihiro: ¡No! ¡Lo que más molesta es la mentira hacia uno! –comentó en voz fuerte. Rendido, Ken extendió sus brazos y los apoyó sobre su nuca, reclinándose en el respaldo.

Ken: Bueno... La verdad, tengo planes interesantes...

Los tres prestaron atención a las palabras del camarada. Por un instante creyeron que Ken se asentaría finalmente.

Ken: ¡Estoy buscando a una buena chica sado!

Tetsu: ¿Qué? ¿Ese es un plan?

Ken: ¡Claro que sí! Quiero probar nuevas cosas. Ya me cansé de lo mismo con chicas todas muy parecidas entre sí. Todas son delicadas, chillonas, y se molestan cuando uno no quiere compromiso –comentó con desdén.

Yukihiro: ¡A nadie le gusta que le usen! –dijo con molestia. Ken lo observó. Siempre Yukihiro mostraba ese rechazo a su forma de ver la vida de los placeres.

Ken: Realmente eres un monje, ¿sabes?

Yukihiro: Cállate.

Hyde: ¿Y estás buscando agresividad?

Ken: Seeee... Tú me entiendes, ¿verdad?

Tetsu observó a sus dos amigos. Hyde siempre se mostraba conocedor del tema, pero le parecía extraño. Nunca había visto al joven con alguna chica cerca. Sólo a Megumi. ¿Sería ella su maestra? Tetsu se sonrojo.

Hyde: ¿Y no has probado con un hombre?

Todos se quedaron en silencio. Tetsu enrojeció de la vergüenza. Esas bromas eran típicas en los programas de TV, donde todo era mentira, donde todo era superficie. En esas reuniones de amigos, lo que se decía en la mesa, era la realidad. Y en ella, Tetsu se incomodaba.

Ken: ¿Hn? –no estaba atemorizado. Simplemente observó a Hyde en busca de que prosiguiera con una explicación.

Hyde: El hombre tiene agresividad suficiente en el sexo. Demasiada.

Ken: Oye... Hyde... Tú... ¿tú has probado?

Hyde: Se podría decir que sí.

Todos lo observaron. Buscaron en sus mentes todos los hombres que de alguna forma se habían relacionado con Hyde por trabajo y amistad y sólo encontraron a uno capaz de ello.

Ken observó a Yukihiro, y éstos dos a Tetsu, que también había pensado lo mismo.

Tetsu: ¿Con ese otro pervertido? –se preguntó a sí mismo en voz alta.

Hyde: ¿Qué? ¿Qué están pensando?

Ken: Bueno... ¡gustos son gustos! ¡Oye, tampoco sería malo intentar experimentar con él! –comentó Ken en actitud de meditar la situación hipotética–. Parece un tipo con carisma y agresividad. ¿Y qué tal fue? –le preguntó a Hyde. Hyde estaba con una ceja levantada, pensando en quién ellos suponían que era el que había estado con él.

Hyde: ¿A quién mierda se refieren?

Tetsu: ¿Hubo más de uno? –sorprendido comentó.

Hyde: ¿Qué?

Yukihiro: Creo que es mejor que dejemos el tema...

Ken: ¡No, nada de eso! ¡Él encendió el tema, y el tema continúa! –dijo, golpeando suavemente con el reverso de su mano el hombro de Yukihiro–. Vamos, vamos, ¡habla, Hyde! ¿Cómo fue?

Hyde: Primero díganme qué rayos piensan...

Ken: En el obvio...

Hyde: ¿Obvio?

Ken: No te hagas el desentendido. ¡No te queda bien!

Hyde: Rayos, ¡díganlo de una puta vez!

Ken: ¡Gackt!

Hyde se sorprendió. Parpadeó un par de veces en silencio y echó a reír. Hacía tiempo que no reía. Sus amigos se desconcertaron.

Hyde: ¿Gackt? ¡Cómo pueden! –su risa era incontrolada.

Tetsu comenzó a reír contagiado por la inusual alegría del joven. A su vez, acompañaron con sonrisas la situación los otros dos colegas.

Ken: Bueno, y si no es él, ¿quién se supone que fue?

Hyde se detuvo súbitamente, al recordar. Sintió el dolor nuevamente, pero un dolor que se extendía por todo el cuerpo. Una horrible sensación. Todos observaron su repentino cambio y callaron en espera de la reacción.

Hyde. No importa quién fue...

Ken: Como quieras –dijo, actuando desinterés, aunque su curiosidad lo atormentaba–. De todas formas, no sabría a quién hacerle esa proposición.

Hyde lo observó con malicia. Y Ken entendió. Sería una buena broma para incomodar a los otros dos.

Hyde: Si quieres, te ayudo –había susurrado en una sensual voz.

Tetsu: ¡Hyde! –dijo algo avergonzado.

Ken: Oye, ¡no sería mala idea! ¡Tú sí que tienes agresividad!

Hyde se levantó de su asiento y se ubicó tras el respaldo de Ken, abrazó su cuello y, con su rostro, rozó las mejillas del guitarrista.

Yukihiro: ¡Basta! ¡Dejen de molestar! ¡Hagan esas cosas en sus cuartos! –comento con disgusto.

Ken y Hyde rieron.

Ken: ¡Par de señoritas vírgenes!

Tetsu colorado y Yukihiro molesto, simplemente suspiraron. Esos dos eran todo un tema cuando de perversiones se tratara.

Y amenamente, la noche pasó. Copa tras copa, las horas transitaban, y las bromas y confesiones se hacían evidentes.


Yukihiro había acabado con dos paquetes de cigarrillos, estresado por las situaciones embarazosas que Ken junto con Hyde realizaban. A veces odiaba esa fascinación que tenían sus amigos por el escándalo. Siempre llamando la atención. Como única forma de superar la realidad.

Tetsu se había levantado para invitar a bailar a una joven fan de L'Arc~En~Ciel. Él siempre buscaba ser justo con todos, y protegía a sus fans. Yukihiro comprendía a la perfección el sentimiento de Tetsu.

Allí sentado en la silla de la mesa, solo, observando al líder del grupo, entendía que todo lo que él hacía era para bien del grupo. Buscaba responsablemente tomar las medidas correctas. Si no hubiera aceptado en aquella oportunidad la separación temporal del conjunto al ser propuesta por Ken, eso hubiera generado axiomáticamente la rotura definitiva. Si deseando libertad se atrapaba al alma en pugna de independencia, sólo acarrearía destrucción. Sin embargo, algo había fallado en esa decisión. Lo notaba en Hyde.

Buscó al vocalista en la pista de baile, y lo encontró con Ken. Bailaban sensualmente. Estaban bromeando pero, aún así, se molestaba. Ken le resultaba ser muy superficial. Siempre buscaba tratar de comprender a ese alto japonés. Probablemente sus excesos eran producto de aquello que justamente Tetsu había evitado que sucediera con el grupo. Casado joven, se sintió atrapado en su propia jaula, buscando con desesperación libertad. Sí. Ken era un ser de libertad. No podía ser nunca aprisionado. Ni siquiera, cuando él mismo quisiera encadenarse. Él, simplemente, no podía.

Yukihiro suspiró, fumó un poco, y dejo caer la ceniza al suelo. Miró al acompañante de Ken: Hyde.

Sí. El misterio del grupo. Inclusive para él. Yukihiro era muy perceptivo pero, aún así, su sensibilidad no llegaba a captar la esencia de Hyde.

Recordó sus palabras en el comienzo de la velada. Amar. Él nunca había amando a nadie y se iba a casar. ¿Sería en serio? Suspiró nuevamente y finalizó el cigarrillo. Sirvió un poco más de cerveza en su copa y la bebió. No dejó pasar mucho rato y, antes de continuar sus cavilaciones, prendió el cigarrillo de su tercer paquete en la noche.

No podía creer que Hyde nunca hubiera sentido nada por nadie. Hyde era oscuro, impenetrable, pero aún así, un gran misterio dispuesto a ser descubierto. Las fans eran atraídas por ese misticismo mezclado con crueldad. Una crueldad tenue, casi etérea. ¿Como la luna? Podía ser.

Yukihiro había ingresado a la banda cuando el antiguo baterista había sido expulsado. Yukihiro sospechaba, como todo el grupo, que entre Sakura y Hyde había ocurrido una gran pelea. Poco antes de la separación, el odio era absoluto. Ken le había comentado las infinidades de veces que Hyde miraba con odio y desprecio a Sakura. Éste por su parte, solamente sonreía con superioridad. Nadie, ni Tetsu ni Ken, nunca lograron develar el verdadero problema que había ocurrido entre ambos. Yukihiro jamás había presenciado tales enfrentamientos, pero por los relatos exactos de Tetsu, tenía la seguridad de que la pelea tenía que haber sido imponente. Una sola vez Ken le había comentado que, en una oportunidad, ya cuando Sakura prácticamente estaba fuera del grupo, Hyde había aparecido con hematomas en su rostro y cuerpo. Nadie había preguntado. Supusieron que había sido el día del enfrentamiento final entre ellos. Habrían descargado los meses de odio mutuo en una pelea a cuerpo limpio.

Yukihiro estaba extrañado. Aún con aquella extravagante y agresiva personalidad, Hyde no era un joven de pelea. No podía arreglar las cosas peleando, por limitaciones propias de su cuerpo. Prefería la ironía y el sarcasmo, más viles que el enfrentamiento. Si era cierto que se habían retado, Yukihiro podía imaginarse el estado devastado en el que se habría visto Hyde. Las fotos de Sakura mostraban a un hombre alto y robusto. La delicadeza de Hyde nunca habría sido suficiente para lastimar a tal hombre.

Recordó cuando pasados un par de años, intentó aclarar con Hyde aquella sombra de misterio que tenía el grupo.

Hyde tomaba agua, y se había dirigido a él, que aún se hallaba en la batería.

-¡Excelente! Yukihiro, ¡eres el amo de la batería!

-Ja, ja. Gracias por el halago, pero no lo hago tan bien.

-Oh, sí, ¡sí que lo haces! Eres mucho mejor que el otro.

-¿Otro?

-Sí, ¡el hijo de puta ese!

-¿Por qué lo insultas?

-No, no lo insulto, lo llamo por su verdadero nombre.

-Es mucho odio, ¿verdad?

-Sí –había dicho secamente.

-¿Qué te hizo, Hyde? –preguntó con sutileza. Quería develar el secreto.

-Nunca me preguntes eso.

Hyde lo había visto a los ojos con una mirada cruel. Yukihiro, a partir de aquel día, nunca repitió tal pregunta. Al igual que Ken y Tetsu, había recibido la misma y única respuesta que les había dado. Nunca nadie la repitió. Y nunca nadie se había enterado del por qué.

Arrojó la colilla del cigarrillo en el suelo, y procedió a encender otro más.

Tetsu había dejado a la joven, contenta por el favor, y se dirigía a la mesa. Se sentó con agrado, y miró a Yukihiro.

-Piensas mucho, ¿ne? Déjame eso a mí... –sonrió.

-Naaa... –esbozó una sonrisa en respuesta. A Yukihiro le agradaba Tetsu. Fue por él que había aceptado. No podía perder la oportunidad de tener un amigo como él. Tetsu era responsable y muy centrado. Tenía sus defectos, pero gustaba de su amistad. Se sentía acompañado.

-¿Y? ¿En qué pensabas?

-Mm, en cosas...

-¡Vamos! ¿Ya se te pegó el estilo de Hyde?

-Me preguntaba una vez más qué fue lo que Sakura le hizo a Hyde...

Tetsu calló. Se sirvió más cerveza y miró en dirección a la pareja de bromistas.

-Realmente no lo sé. Quise siempre averiguarlo, pero nunca me dejó ver más allá. Tiene que haber sido muy grave.

-¿Qué puede ser grave para Hyde? –Tetsu lo miró. Era una buena pregunta, que desde hacía tanto tiempo había abandonado la intención de responderla.

-No lo sé. Lo pensé en su momento, pero nunca una respuesta me dio la verdad, o tal vez, algo cercano a ella.

-Si Hyde no ama nada, no tiene nada grave para preocuparse. Pero si a partir de ese momento cambió su filosofía, es porque en ese momento amaba... ¿no lo crees?

-¿Mm? ¿Dices que Sakura dañó lo que amaba Hyde?

-Puede ser. Pero... ¿no estaba con una chica en esa época?

-No. No al menos que rumores o nosotros nos hayamos enterado. ¿Sugieres que Sakura le robo la chica de su afecto? No lo creo.

-¿Qué puede ser que lo dañe tanto?

-Naaa... Es perder el tiempo, Yukki. Si él no quiere hablar, no puede pretender que adivinemos sus problemas. Además... ¡yo creo que lo único que se le puede dañar es su narcisismo! –sonrió irónico.

-Ja, ja –rió con delicadeza–. Puede ser...

Dejaron la conversación a un lado y se concentraron en ver esa pareja exagerada. Hyde sabía que los estaban observando y colocó sus manos sobre las nalgas de Ken. Yukihiro rápidamente miró su vaso, concentrándose en él.

-¡Rayos, no tienen vergüenza! –dijo Tetsu, con una sonrisa torcida. Sabía que el único fin de aquel actuar era incomodarlos a los dos. Simplemente miró a Yukihiro.

Yukihiro encendía otro cigarrillo más.

-¿No has fumado demasiado? –preguntó con tono amable.

-No te contestaré como Hyde, pero créeme que no deberías alarmarte.

Tetsu sonrió. Yukihiro era hábil tratando a los seres. Hyde era una bestia salvaje en comparación. No soportaba las órdenes que no fueran estrictamente profesionales.

-¡Eres bueno! –Tetsu sorbió un poco de cerveza.

-¿Mn?

-Es la forma más educada con la que me dijeron que no me metiera en donde no debo.

-¿Lo crees? –sonrió.

-Oye... Yukki... ¿Te puedo preguntar algo...?

-Si no es para molestarme, con gusto. Ya Ken me exasperó bastante...

-Jajaja, no, no, no es nada de eso.

-De acuerdo.

-¿Tú qué piensas de Hyde?

-Que es un loco depresivo –sonrió con inocencia.

-No, en serio. ¿Qué opinas de esa Megumi?

-¡Ah! Eso. Pues no la conozco. No sabría decirte.

-¿Pero no has visto cómo nos ha hablado de ella?

-Sí. La felicidad no lo embargaba.

-Si uno se va a casar, debería sentirse feliz, ¿no lo crees?

Yukihiro lo observó por un momento. Regresó su vista a la pareja que se habían detenido en el baile y sólo hablaban. Fumó un poco más de su cigarrillo.

-No lo sé No creo que la felicidad nos alcance. Los seres humanos nunca somos felices -Tetsu lo miró intrigado a los ojos-. No me mires así. Es lo que creo. Nunca nada será perfecto. Siempre depende de algo que se nos escapa del control. Si se casará, tendrá sus razones, buenas o malas, pero prima por sobre las otras una única que nos hace comportarnos a todos de la misma forma infeliz.

-¿Qué quieres decir que le sucede?

-Lo que a todos, Tetchan.

-¿Eh?

-La soledad.

Tetsu lo observó sorprendido. Los ojos melancólicos de Yukihiro miraron de soslayo, reconociendo a los dos que se aproximaban. Y simplemente fumó, tomando en alternancia la cerveza que aún tenía en su vaso.

Ken: ¿De qué hablan, señoritas? ¿Del temor a la primera vez?

No recibió respuesta. Hyde observó a esos dos tan concentrados en sus vasos, que tuvo la necesidad de alterarlos de alguna manera.

Hyde: No, no es eso, Ken, es trauma pre-menstrual.

Ken y Hyde rieron, pero Yukihiro y Tetsu los miraron con reproche.

Yukihiro: Ya están más que ebrios. Y tú por sobre todo –le dijo a Hyde, mirando fijamente la botella de vodka.

Hyde: ¿Un rato con Tetchan y ya te vuelves como él? ¿Tú qué serías, mi padre acaso? –le preguntó irónicamente

Ken: ¡Déjalos, Hyde! Nosotros tenemos que divertirnos. Dime, qué otras cosas nuevas tendrías para enseñarme...

Hyde: Déjame pensar –decía con una maligna sonrisa, mirando de soslayo a Tetsu. Éste se percató de tal mirar y fijó su vista en la de él.

Tetsu: ¡Oh! No. ¡Ni lo sueñen! ¡Ustedes son unos pervertidos! –comentó con indignación al leer las intenciones de Hyde. Molesto por tal seriedad, simplemente apuntó su ponzoñosa lengua en dirección a Tetsu.

Hyde: ¡Bueno, no tan pervertido como uno que conozco que siendo amigos se van a casar sin haber hablado siquiera…!

Tetsu: Lo mismo para ti -comentó con desidia.

Hyde: Al menos lo mío tiene un sentido. ¡Lo tuyo no! –el vodka comenzaba a aflojar la lengua del vocalista. Yukihiro y Ken se sorprendieron al escuchar tal cosa. ¿Cuál era el sentido que Hyde le daba a su futuro matrimonio?

Tetsu: Ja. ¡Ebrio! ¿Por qué lo mío no tiene sentido? –le siguió el juego.

Hyde: Porque te vas a engañar a ti mismo. Tú no la amas.

Tetsu: ¿Y tú qué sabes?

Hyde: ¿No era sólo amistad? ¿Ya en dos horas pasó a amor eterno?

Tetsu: ¡No digas estupideces! Al menos no me voy a casar porque le tenga miedo a la soledad –Hyde se quedó perplejo, para después fruncir su ceño.

Hyde: ¿Y quién mierda eres para juzgarme de esa forma? ¡Tú y Kaori son dos farsantes, no sienten absolutamente nada! ¡Te mueves igual! –dijo agresivamente, golpeando la mesa con el puño. Yukihiro observó la reacción con miedo y Ken tomó una actitud seria. Tetsu había hallado el sentido.

Tetsu: ¡Te equivocas, porque yo sí amo a Kaori! –dijo en voz alta, exasperado por la conversación.

Hyde se quedó sin palabras. El odio ingresaba en su cuerpo. Estaba dolido por aquella contestación, sin saber la causa. Una contestación que le demostraba una vez más que él también podía amar, sin siquiera notarlo. No soportó el ambiente y se levantó, dejando caer la silla. Salió del lugar. Ken lo observó con una ceja levantada, y Yukihiro miraba a Hyde alejarse hacia la puerta de salida, y ver a Tetsu en silencio contemplando su vaso de cerveza.

Ken vio a Yukihiro, y éste levantó sus hombros muy levemente. Ken comprendió que debía relevar toda broma.

Ken: Tetsu... ¿quieres que te lleve a casa? Creo que por aquí ha habido mucho alcohol...

Tetsu: Perdón...

Yukihiro: No, no te preocupes... Hyde también habló de más.

Tetsu: Debí controlarme...

Se sumieron en el silencio y continuaron bebiendo, cada uno sumido en sus propios pensamientos.


3 AM. Hyde ingresaba a su cuarto, con sumo dolor. La discusión en el bar lo había afectado. Sentía que su cuerpo pedía por descanso, pero su mente necesitaba solucionar el veneno que lentamente destilaba con el único fin de corromperse a sí mismo.

Hubiera deseado bañarse, pero simplemente se arrojó sobre la cama. Estaba mareado, y sólo la luna iluminaba su cuarto, dándole una extraña sensación fantasmal.

-Finalmente llegas.

Hyde se movió lentamente en la cama, para tratar de ubicar aquella voz femenina que le reclamaba con un tono suave.

A su izquierda, recostada, estaba ella. Vestida con sus típicas camperas y pantalones jeans. Apoyada en el respaldo, mirándolo con una sentimiento que rozaba la lástima, el temor, y el querer.

Buscó enfocar su cansada visión y reconoció su rostro.

-Megumi... ¿Qué haces aquí?

Hundió su cabeza en la almohada, buscando no recibir respuesta. Buscando un sentido a la estúpida pregunta dicha.

Las reminiscencias afloraron.

Recordó cómo la había conocido en aquel programa de TV. La habían presentado, pero sólo en el camarín lograron entablar una conversación seria.

Él estaba tomando un refresco, sentado frente al espejo, cuando el golpe de la puerta lo sacó de sus pensamientos.

Allí había aparecido nuevamente.

-¡Ah! Takarai-san, me preguntaba si no le molesta que charlemos en privado...

-No, no te preocupes, y dime Hyde. No me gustan los formalismos.

-De acuerdo... Hyde...

-¿Sí?

-Sabes, desde un par de años he seguido a tu grupo. Tus letras son fantásticas. Me gustan mucho. Me preguntaba si no te molestaría cenar juntos mañana. ¿Qué dices?

-Mm... ¿No es demasiado rápido? –comentó con ironía, con sensualidad, apostando el mismo juego de siempre.

-Bien. Si quiere más formalismos, pues... ¿Traigo la carroza para el príncipe? ¿Y gustaría que lo escoltaran testigos que observaran nuestras acciones?

Hyde le sonrió. La joven parecía tener un humor similar al suyo. Era directa y sarcástica. No le costaba nada intentar conocerla y, de alguna forma, olvidar su propio dolor.

-Bien, de acuerdo, Megumi. Mañana nos vemos en el restaurante Norizume.

-De acuerdo.

La joven se acercó al muchacho y le dio un leve beso inocente en la mejilla. Hyde le sonrió.

-¿Y con esto busca enmendar la carencia de ingenuidad demostrada?

-No lo sé... ¿Tal vez? –susurró alegre, desapareciendo tras la puerta.

Muchas noches la pasaban en restaurantes alejados, en forma secreta, tratando de conocerse mutuamente.

Las conversaciones eran principalmente de música y moda. Carecían de otro contenido. Al principio Hyde consideraba perfecto el tener temas en común que los unían pero, con el tiempo, descubrió el error.

Ya no había más qué decir en pocos meses. Todo era lo mismo siempre, una continua rutina. Debía pasar algo entre ellos para reavivar algo que todavía no había nacido por completo. Hyde se había inquietado.

¿Sería que a la esencia de Hyde le era imposible tener tal sentimiento? ¿Hyde estaba condenado a vagar eternamente por relaciones sin contenido, por sentimientos encontrados que se desvanecían al sol, por mentiras que se intentaba creer como absolutas verdades? ¿Acaso se estaba mintiendo él mismo? ¿Y qué sentimiento entonces lo unía a esa joven? Los meses pasaban, y cada vez sentía más vacía la relación. Por otro lado, veía el entusiasmo que su compañera le daba. Era una joven optimista, que ante cada letra hecha por él, aseguraba que eran sentimientos profundos.

Recordó el día que descubrió su verdad condenada.

Ella le había invitado a su casa, para comer en la privacidad del lugar.

La mesa dispuesta con velas, a un estilo europeo gótico, había hecho pensar a Hyde, que esa joven era la única persona que podía comprenderlo. Se había contentado tanto. La cena había transcurrido entre las mismas conversaciones vacías, entre chismes de farándula y del trabajo de cada uno. El café había sido servido en el salón, sentados ambos en el sillón.

El silencio y la penumbra acompañaban la calidez del momento.

-¿Sabes, Hyde? ¿Por qué no me cantas?

-¿Eh?

-Sí, canta una canción...

-¿Cuál?

-La que escribiste para mí...

Hyde la observó en silencio. Nunca había hecho tal cosa. Nunca había siquiera escrito para alguien. Sólo escribía para que Tetsu aceptara lo que consideraba 'éxitos'. Escribía para Tetsu profesionalmente. Sólo eso.

El silencio había inquietado a la joven.

-¿No la escribiste para mí? –preguntó ante esa lóbrega pausa.

-¿Cuál?

-Anemone...

-¿Esa?

Recordó esa noche de composición, rodeado de sus primeras copas de vodka, sumido en las penumbras, acompañado sólo por la palidez de la luna, que se ocultaba entre las nubes. Una noche atenuada por las nieblas. El frío viento ingresaba a su habitación, y esa sensación de desamparo había provocado que escribiera esa canción. Más susurros lunares, sólo eso. Sólo eso, y pensar que Tetsu necesitaba una buena canción para la recopilación de las creaciones del grupo. No pensaba en nadie. O al menos, no lo había notado. Sus canciones sólo eran producto de la habilidad perfeccionada por los años de poesía. Vivía la desprotección de la condición humana, podía escribir sintiendo la soledad, sintiendo el dolor, pero nunca podía escribir para alguien. No lo hacía, o no quería percatarse de que lo hacía.

Suspiró con resignación.

-Megumi, yo no escribo para nadie.

-Ah, ¿no? Pero... ¿Y todas esas canciones tan bellas desde Dune hasta Ark?

-Sólo productos.

-Hyde, ¿nunca has sentido nada especial por nadie? -la miró a los ojos con frialdad–. Yo sé que estás mintiendo. Yo siento el dolor en cada una de esas canciones. Siento que amas a alguien sin reconocerlo... Tal vez no sea a mí, pero es a alguien que has perdido. Tal vez aquellas canciones eran más profundas que Anemone. Tal vez, ésta sí sea la mercantilera. Pero las otras no. Estoy segura.

Hyde la observó con tristeza.

-Si hubieras dicho lo contrario, tal vez pensaría que lo nuestro tendría un futuro.

-¿Qué? –sus ojos dejaron de parpadear.

-Aquellas canciones de los primeros discos eran más vacías. En ellas yo estaba bien, y sólo las creaba mi vocación. No me inspiraba en la luna. Anemone, en última instancia, tal vez puede haber sido escrita inconscientemente para alguien. No lo sé.

-¿Ves? –su voz estaba cortada. Buscó con resignación sujetarse de la mentira, de algún comentario sin sentido de él. Indagaba reafirmar ese sentimiento que surgía en su interior, un sentimiento de orgullo, y ocultarlo con una mentira. Ella lo conocía. ¿Ella lo conocía?

-No veo nada. Sólo que tú no puedes entenderme. Ni tú ni nadie.

Megumi se paralizó ante el rostro triste de su amado. Tomó sus manos frías entre las suyas. Tal vez había sido un error decir tales cosas. Pero ella estaba convencida de eso. ¿Acaso sería verdad? ¿Anemone la había escrito para ella? Sería muy romántico que Hyde se estuviera enamorando de ella sin notarlo, sin saber que caía lentamente al embrujo de su ser, como ella ya había caído con en el hechizo de Hyde hacía mucho tiempo.

Ella se acercó al rostro del joven y le besó con inocencia la mejilla. Posaba delicadamente sus labios contra la tenue piel. Lentamente se acercaba a su boca, hasta que sus labios se contactaron. Hyde no respondía a ese beso, sólo sentía el vacío de esas caricias.

Las manos de Megumi se deslizaron por debajo de su camisa, acariciando su piel, buscando acariciar las alas que hacían a Hyde alejarse tanto de ella.

Lo besaba, con amor, con desesperación, buscando estimularlo, pero no reaccionaba. Sólo dejaba ingresar la lengua de la joven en su interior, que lo explorara, para hallar si algo distinto del vacío, se encontraba en su ser.

Megumi comenzaba a gemir suavemente, empujando contra el sillón a Hyde. El sólo se dejaba llevar, buscando una solución a esa incomprensión.

Megumi abandonó su boca y besó el cuello del vocalista. Intentó morderle sensualmente la yugular, pero fue en ese instante que Hyde reaccionó arrojándola al suelo. El recuerdo súbito lo había atormentado una vez más.

Ella, desde el suelo lo miraba en busca de la causa de tal trato.

-Perdona, Megumi... Yo no puedo...

-¿Por qué...?

-No puedo...

-Te amo, Hyde...

Hyde empalideció. El recuerdo lo martirizó una vez más.

-¡No digas mentiras! -le dijo en voz alta.

-Te amo, ¿acaso tú no me amas? –Megumi le recriminó desde el suelo, sentada, yaciente.

-Yo... Te quiero... –frunció su ceño, no creyendo lo que decía.

-¡Querer es distinto! ¿Me amas?

Hyde la observó a los ojos. Ella, ante el silencio, comprendió la respuesta. No había nada en Hyde que la apreciara. Ella no era más que un entretenimiento, una compañía.

Comprendió en ese instante cómo sería su futuro, el futuro que Hyde le había expresado. Un futuro sin nada de interés, un futuro vacío, como él.

-Ya veo... No me amas... –dijo con los ojos llorosos, sin que la congoja perturbara sus palabras. Buscaba la única salida que le quedaba. De dos opciones tenía que elegir una, y atenerse a ella hasta el final. La verdad o la mentira, la realidad o la ilusión. Y ella, ciega por su amor, por sus sentimientos, eligió la que pensó, le dolería menos. Eligió la mentira–. Pero sabes, ¿Hyde? Me amarás. Me haré amar por ti. Cueste lo que cueste.

Hyde la había observado con compasión. No sólo a su propia destrucción sucumbiría en sus soledades, sino que arrastraría a esa joven, que a pesar de tener buenas intenciones, había elegido a la persona equivocada.

-No te hará bien... Yo no puedo amar… -sentenció con voz apesadumbrada. Megumi caminó de rodillas ante los pies de Hyde, sentado en el sillón, viéndola con triste mirar.

-¿Por qué? ¿Quién te ha hecho eso? –susurró, apoyando sus manos en las piernas de Hyde.

La misma pregunta. La misma entonación, el mismo recuerdo, una y otra vez, como tantas veces había sido violentado. No. Ya era suficiente con su pasado, como para que el presente lo atormentara de esa forma.

-Nunca, Megumi, me preguntes eso.

Su mirada cruel fulminó todo deseo de insistencia por parte de Megumi.

Hyde se levanto del sillón y se dirigió a la puerta de salida.

-Gracias por la velada –comentó con voz doliente, antes de atravesar la puerta y desaparecer.

A partir de ese día, Megumi había firmado un contrato consigo misma. Pronto no la movería el amor a Hyde, sino su propio orgullo. Ese sentimiento puro de amor, ya no correspondido, se transformaría lentamente en un veneno que la ahogaría, haciendo que continuara con aquella actitud de lastimera condición sólo por orgullo. Buscaría que Hyde la amara, sólo por la vanidad, porque se habría transformado en un reto de por vida.


-¿Qué hago aquí? Se suponía que íbamos a comer juntos. ¿No lo recuerdas?

-Mnnn... –afirmó sin despegar su rostro de la almohada.

-¡Hyde, qué rayos te pasa! Hace días que intento comunicarme contigo y no te encuentro.

-No me siento bien –su voz sonaba ronca y doliente.

-Eso te pasa por beber en exceso. ¡Eres un condenado!

-Tienes toda la razón –sus palabras ahogadas por la almohada se hicieron perceptibles a Megumi, quien lo miró extrañada.

Que le diera la razón en algo significaba que su estado era serio.

Ella acarició la cabeza del joven y éste se posicionó de costado.

Lentamente, bajó su rostro para contactarse con Hyde.

Muchas noches habían pasado juntos, sólo en un simple abrazo, en un sueño profundo, vestidos.

Hacía meses que ella intentaba ahondar en la relación. La única posibilidad para que Hyde se abriera con ella, era penetrar sus más altas barreras. Aquella prohibición que le había exigido en la casa de ella, era el gran enigma a descubrir. Tal vez, sin percatarse, ella también había perdido el interés en él, y sólo la movía el orgullo de ser rechazada, el dolor del narcisismo dañado de por qué no podía hacer que el muchacho la amara, cuando no existía ser en el planeta que no lo hiciera.

Lentamente intentó deshacerse de las ropas de Hyde, dejando su torso desnudo. Lo besaba con ternura. Evitaba morderle sensualmente. Cada vez que lo hacía, Hyde la rechazaba con violencia.

Mansamente, Hyde se tensionaba. Más que disfrutarlo, ella sentía que el joven luchaba consigo mismo, con recuerdos, con sus demonios internos.

Con suavidad, acariciaba su cintura, buscando ingresar su mano en los pantalones. Pero apenas intentó desabrocharlos, Hyde se incorporó rápidamente, y la alejó.

-No, Megumi.

-¡Hyde! –dijo con molestia–. Ya hace casi dos años que estamos juntos y ¡aún no pasa nada! ¿¡Qué rayos te pasa!

-Te dije que no me siento bien.

-Siempre es una excusa... Oye, ¿acaso te gustan los hombre realmente? ¿Acaso es verdad ese rumor entre las fans?

-¡No! ¡Claro que no! –dijo molesto, recostándose sobre el respaldo y frotando su sien, que comenzaba a manifestar las consecuencias del duro trato a su cuerpo al ingerir tanto alcohol en esa noche, sin siquiera haber superado la resaca anterior.

-¿Y entonces? ¿Qué rayos te pasa? No me tocas, no me besas...

-¡Te beso!

-No, ¡no lo haces! Dejas que yo te bese, no respondes. Me dejas sola. ¡Siento que beso un cadáver! –gritó molesta, hablando con los dientes apretados.

Hyde la miró con el ceño fruncido.

-¿O qué? ¿Tienes a otra?

-¡No! ¡Claro que no!

-¿O es que nunca has estado en una cama con alguien? ¿Es eso? ¡No me importa si es eso, yo no te condeno!

-¡Cállate! ¡Me tienes harto! ¡Siempre reclamándome! ¡Por qué no te mueres! –le gritó molesto. Los recuerdos fantasmales agobiaban su ya tan confundida mente.

-¡Hyde! ¡Qué dices! ¿Quieres terminar esto? ¿Quieres eso?

-¡Haz lo que quieras! –gritó molesto.

-Bien, eso haré... ¿Sabes que? Es verdad. ¡No te amo! -le gritó. Hyde la observó. Recordó el bar y a Tetsu por un instante–. No, no te amo. Te tengo lástima. ¡Todo este tiempo que he pasado a tu lado, me di cuenta de que tú aniquilaste todo posible amor que te tuviera! ¡Gracias a tu frialdad! Gracias a tu egoísmo. ¿Sabes? Quería que me amaras por juego, por diversión. Pero creo que fue suficiente. Soy una mujer que necesita cariño, amor, y comprensión.

-¡Y sexo! Eres como todas, ¡una perra!

Megumi abofeteó con todas sus fuerzas el rostro de Hyde. Ebrio como se hallaba, no tuvo reflejo suficiente para evitar el contacto, ni posteriormente para equilibrarse, cayendo al suelo.

La mejilla le dolía. La miró con odio. Finalmente se daba cuenta de que había otra cosa que lo movía a estar con ella. Y era lo que había dicho Tetsu.

-¡Perra, tu madre! ¡Hijo de puta! ¡Eres un bastardo mal nacido! ¡Cómo puedes decirme eso, que he estado a tu lado por más de dos años, tan sólo con tu frialdad! ¡Eres una basura! –le gritó con odio, con rencor, con todo el sentimiento de desazón acumulado en todo ese tiempo de silencios y caricias perdidas en el olvido. Le gritaba llorando, sin perder la mirada de rencor que fluía por sus pupilas.

Megumi se incorporó de la cama y se dirigió a la puerta de la habitación. Volteó por última vez a ver el cadáver de aquel vocalista.

-Olvídate de mí. Te odio.

La puerta se cerró con fuerza, dejando en la cabeza de Hyde la extraña sensación de la reverberación de campanas. Las mismas palabras del pasado, en otras circunstancias.

Hyde observó la portezuela cerrada y escuchó en la lejanía cómo su última compañía salía del departamento y se alejaba de su vida, para siempre. La misma actitud, en diferentes circunstancias, lo sumió en el recuerdo fantasmal una vez más.

Intentó incorporarse, pero la resaca y los efectos del alcohol recientemente bebido hicieron que se arrodillara, sosteniendo su torso con las manos en el suelo. La impotencia lo sumía en la desolación. Cerraba fuertemente los puños, intentando en vano desgarrar la alfombra. Cerraba enérgicamente sus ojos. No quería llorar, no más.

De un salto se incorporó y arrojó la cama contra la pared, desarmándola, destrozando todo lo que había en su mesa de luz. Se dirigió al escritorio y arrojó todos aquellos bellos cristales azules contra las paredes, destrozándolos. Buscaba la salida a su propia condena. Y no sabía cómo salir.

Cayó rendido finalmente al suelo. Los efectos del alcohol lo estaban enloqueciendo. Lentamente la inconciencia se apoderaba de él, mientras yacía sobre la estera. Antes de dormir profundamente pudo distinguir la luna asomándose en la esquina superior del marco del ventanal, en actitud tímida y cruel, observando cómo se hundía en su propia miseria.

-¡Mierda! –suspiró, creyendo que de alguna forma, esa silenciosa testigo lo avergonzaba.

Nuevamente sentía ese roce fantasmal de la luna sobre su rostro. Una caricia fría.

-No me dejes aún más solo... –susurró antes de sucumbir al agotamiento.


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