Mentiras
Autora: Namida no YukaKyo
Serie: Inuyasha, le pertenece a su Autora.
Pareja: Sesshoumaru x Inuyasha. Ninguna otra en especial.
Categoría: Yaoi (ChicoxChico) Aunque al principio es Shonen-Ai. Mezcla de Drama y Angsty
Justificación: En Memoria al Fic "Lies". Y en honor a la ausente Erekhose y a mi lúgubre psique.
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Mentira mi vida
Lo que se da y no se mira
Mentira prohibida
Debilidad que me domina
Mentira mi vida
No quiero más Mentir
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No sabia exactamente porque demonios se les había unido, así como el tampoco el porque en esos momentos se había convertido en parte de ese grupo, que entre todos se protegía y en conjunto atacaba a un monstruo que se había atrevido a interrumpirlos en el pequeño refugio que utilizaban para resguardarse.
Menudo gusto, una sucia, maloliente y vieja cueva.
Ja, tal vez se tratara de su madriguera
Aunque en un día tan tormentoso como aquellos, no les había quedado otro lugar mas cual escoger.
Aunque si era sincero, no había hecho nada mas que ser un espectador mas de la batalla, dejando tras de si, como si les protegiera, a las enfermas mujeres que extrañamente días antes habían decaído a causa de un… ¿Como le llamaban? ah si, un resfriado.
Con un aire tranquilo y dejando su mano sobre el astil de sus espadas, por si acaso se ocupaba, miraba paciente los torpes y bruscos movimientos de quien fuese su medio hermano y el incesante lluvia de pergaminos que el monje utilizaba para intentar contener a el demonio que les atacaba.
Una bestia de clase baja y fácil de controlar si es que alguien le preguntaba.
Pero que debido a la lluvia y el lodazal que se había formado en el campo de batalla dificultaba los movimientos de ambos guerreros, pero que facilitaba las cosas para un demonio de triple tamaño al que sus oponentes resaltaba.
El monje fue el primero en caer rendido, no era comparable el uso de fuerza de un simple humano, al de una bestia. Escucho con desagrado los molestos gritos de las mujeres, llamándolo con angustia justamente clavada en su voz. Pues Miroku del lugar donde había caído no se levantaba.
Hastiado y a regañadientes levanto una de sus manos para evitar el avance empecinado de una exterminadora más que convaleciente, se empecinaba en acercarse a la salida de la cueva, arrastrando de una de sus piernas a un pequeño zorrito que le rogaba por que no lo hiciera.
Desvió sus ojos dorados hacia ella, haciéndole entender que no habría necesidad de salir, el mismo lo haría. El cuerpo húmedo y golpeado del monje, cayo haciendo un ruidoso golpe seco, después de que lo dejara caer de sus brazos sin piedad alguna.
No había necesidad de ser amable.
Después de todo ninguno de ellos esperaba que lo fuera.
Con exagerada parsimonia recorrió el cuerpo del humano, asegurándose que en el mismo ninguna herida mortal hubiera, para después permitir que finalmente las mujeres se acercaran y lo socorrieran.
Se retiro una vez mas colocándose justo a la entrada de la cueva dedicándose una vez mas a su reservada contemplación de la lucha que afuera entre quejidos y maldiciones por parte de la bestia e Inuyasha se desarrollaba sin alguna tregua.
Rasguños, ropa rasgada y el notable cansancio, eran pocas de las innumerables cosas que Sesshoumaru en mutismo observaba. Sabia de ante mano que a ese ritmo el mitad bestia no soportaría tampoco. Pues a pesar de que detestara el darse por vencido, el malestar en su cuerpo lentamente y aunque el no lo quisiera le dominaba.
No había sido necesario que observara los suplicantes ojos de la chica del futuro, así como tampoco el que la pequeña niña que él había básicamente adoptado le rogara que ayudara a el hanyou.
Con un despliegue de elegancia que a decir verdad le había parecido exagerado, había abandonado la humilde cueva, una vez mas, adentrándose en lo que era un indeseable capo de batalla. Las afiladas garras del monstruo rasgaron la suave piel de Inuyasha, dañándole profundamente uno de sus brazos impidiéndole el manobriar libremente con su espada.
Gruño y maldijo antes de emprender una corta carrera en contra de la bestia que de forma arrogante y burlona le esperaba. Pero se detuvo de golpe al notar como borrosamente la figura de Sesshoumaru delante de él se manifestaba interponiéndose entre el avance del híbrido y las garras del demonio.
Lo vio levantarse en los aires, atrayendo al demonio hacia él, alejándolo de Inuyasha y con mas razón aun, del pequeño e insignificante refugio donde los demás con algo de temor esperaban. Inuyasha gruño de desagrado, tanto por la acción de Sesshoumaru, como la de la propia bestia.
Se sentía rechazado y humillado. Insignificante y torpe.
Pero no podía negar que la ayuda no habría podido llegar en mejor momento. Debía aceptarlo, aunque le doliera en su orgullo. Clavo a colmillo de acero en el suelo intentando sostenerse de la misma, cayendo de rodillas y jadeando sin miramiento alguno, dejando que se mostrara el verdadero estado de su cuerpo.
Y es que se encontraba realmente cansado.
No solo por esa pelea en especial, sino por todas aquellas que durante varios días y sin descanso alguno habían tenido de manera constante mientras continuaban su viaje en aquellas tierras del oeste.
Luchando con monstruos de esas tierras, así como también, con aquellos otros que habían sido enviados por Naraku con la intención de destruirles. No había habido descanso alguno, al menos no hasta que por una que otra casualidad se habían encontrado con Sesshoumnaru en su camino y este sin explicarlo aun ahora, les ayudaba en lo que pudiera estar a su alcance.
Consiguiendo comida, algún refugio donde pasar la noche o justo como ahora, peleando en lugar de ellos con la única intención de auxiliarles.
No podía decir que Kagome y los demás confiaran en las buenas intenciones del youkai, también él desde un principio se negaba a fiarse, pero lentamente y con el paso de los días se había acostumbrado, a tenerlo cerca, a verlo ahí.
Y sin que los demás lo supieran o bien que lo sospecharan siquiera. Lo consideraba ya parte de su grupo y un fuerte aliado que aunque se negara a admitirlo, necesitaban con demasiada urgencia.
Levanto la vista de pronto al escuchar el gemido de dolor proveniente de la bestia. La vio caer pesadamente contra el suelo, luchando por levantarse sin conseguirlo. Gruñendo y mirando con profundo odio a aquel ser que del cielo con lentitud bajaba hasta quedar sus pies sobre la tierra.
Inuyasha no podía ver nada mas que el amplia espalda de Sesshoumaru y como este levantaba una de sus manos al cielo, fragmentando de sus uñas un largo y centellante látigo verde, cargado claramente de su corrosivo veneno.
Vio como lo agitaba varias veces antes de azotarlo rudamente contra la bestia, lacerando la ruda piel del mismo, logrando rasgarla, manando cantidades de sangre que manchaban el superficie donde se encontraba tirado.
Bufidos y movimientos violentos acompañaron al ultimo suspiro de aquella bestia, casi todo había terminado o mas bien eso le pareció a Sesshoumaru, pues desvaneció de sus dedos el látigo con el que había castigado cruelmente a la bestia, mas no hubo terminado de hacer aquellos cuando una de las garras del demonio se agito fuertemente tratando de desgarrar al youkai de un golpe certero.
Inuyasha abrió los ojos desmesuradamente al ver como Sesshoumaru inevitablemente caía.
Y es que simple y sencillamente no podía ser posible.
Sesshoumaru mascullo de rabia, tanto por la estupidez de haber caído al suelo, no por el golpe del demonio, que aunque si le había roto la armadura y rasgado algo de carne, había sido mas bien por un resbalón de lodo por el que ahora se encontrara sentado sobre un charco, mezcla de agua y arcilla.
Entorno los ojos coléricos hacia la bestia causante de aquello, para mirar extrañado la escena que frente a él se llevaba acabo, Inuyasha dándole muerte a la bestia, cegado por un odio irrazonable hacia la misma.
Aunque lo curioso fue que lo había hecho solamente con sus garras, dejando en el olvido a su preciada espada.
Sorprendido...
Debía aceptar que lo estaba.
Más no por la insólita proeza del hanyou que muerto de cansancio había logrado aniquilar a esa bestia tan solo con sus garras, sino mas bien. Por la actitud que había tomado este al girarse para luego buscarlo desesperadamente con su mirada.
Lo vio acercarse consternado al ver la sangre manando de el vientre de Sesshoumaru, tal vez por el cansancio las rodillas de Inuyasha flaquearon, dejándolo caer en las mismas al suelo demasiado cerca del youkai. Tanto como para poner sus manos sobre la herida de este y sisear algunas angustiosas palabras que brotaron de sus temblorosos labios.
— No debiste de ser tan descuidado, pudo haber sido peor esta herida—
El peliceleste no pudo mas que asentir a las palabras del menor debatiéndose entre la mezcla de sentimientos que aquellas palabras le habían hecho sentir en su interior. Debatiendo, si seria mejor empujarlo de su lado o bien dejarlo hacer para saber exactamente que era lo que Inuyasha supondría obtendría de todo aquello.
No tuvo que decidir nada.
Puesto que, sus demás compañeros llegaron hasta ellos, atendiéndolos a ambos, sin miramiento alguno hacia la comprometedora escena que segundos atrás entre ambos se estaba viendo.
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Había pasado más de media mañana desde aquella extraña pelea en la que se habían visto envueltos. El continuar en la cueva había estado más que bien para los humanos que los acompañaban, pero no para él que detestaba estar encerrado en un minúsculo lugar por demasiado tiempo.
Y es que estar rodeado de gente no era algo que le agradara, eso y aun cuando el numero de demonios a su alrededor contándose a si mismo, les superara.
Decidió salir aun y cuando Rin se le había interpuesto y le rogaba por que no lo hiciera, debía de pensar en descansar y en sanar sus heridas. Sonrió al recordarlo, realmente no sabia nada esa niña. Tan solo había sido un rasguño y nada más. La bestia aquella había tenido suerte de habérselo hecho.
Tan solo eso. Simple suerte.
Sesshoumaru termino recostándose sobre un tronco caído, cerrando los ojos lentamente dejándose invadir por un leve letargo que adormeciera un poco sus sentidos. Tal vez el haberse quitado la armadura no hubiese sido una buena idea, pero la misma ahora de nada le servia, mucho menos si estaba rota.
La suave brisa le golpeaba la cara y fue la misma que llevo hasta su olfato el conocido aroma de la persona que justo ahora se sentaba a un lado suyo y que seguramente con insistencia le miraba esperando que se dignara a abrir los ojos y le encarara.
Tardo poco en hacerlo, nuevamente sorprendido y a la vez hastiado pues pocas veces había soportado que alguien le molestara en sus momentos de descanso solitario, justo como el mismo en el que ahora se encontraba.
— Sesshoumaru — escucho como le llamaba suavemente y casi como un suspiro, negándose a continuar con sus siguientes palabras.
Le miro tranquilo observando con claridad todas las pequeñas expresiones que se formaban en el rostro del hanyou, el débil temblor de uno de sus labios, como si buscara las palabras exactas que debía de emplear para hablar con Sesshoumaru.
Y al youkai le parecía extraño observar tal indecisión en Inuyasha.
— ¿Cómo se encuentran los demás? — decidió preguntar Sesshoumaru cansado de esperar algunas palabras por parte de Inuyasha.
— Bien, mucho mejor — contesto después de un rato desviando la vista de los ojos dorados del youkai, que por alguna razón inexplicable para él, no podía sostener la mirada como antes lo hacia.
— Que bien — Siseo sin mucho interés el youkai.
Volviéndose a recostar contra el tronco aunque esta vez sus ojos no se cerraron como en un principio había deseado hacerlo. Y mucho menos al sentir como Inuyasha se acercaba mas a él, quedando tan próximo que una de sus manos había rozado la suya sin intención de hacerlo.
Volvió a mirarlo, notando como este mantenía la mirada baja, tal vez avergonzado, pero con un notorio semblante melancólico en el mismo. Deseo por un momento preguntar el que le pasaba, mas se contuvo, después de todo la mirada del hanyou finalmente se poso sobre la suya. Las mejillas del mismo se encontraban teñidas de un suave carmín, que debía aceptar se veía demasiado bien sobre las mismas.
— Y... ¿Cómo... se encuentran tus heridas? —
Vaya con que eso era.
Sesshoumaru sonrió entre divertido y burlón al hanyou, no supo el porque pero termino dejando su mano sobre la cabeza de Inuyasha.
— Estoy bien —
Las orejas blancas que hasta aquellos momentos habían estado gachas se enderezaron al escuchar el tono dulce con que el youkai le había respondido, no pudiendo evitar que sus mejillas se colorearan un poco mas, mientras asentía tranquilo.
—No fue nada que, unas horas de descanso y reposo pueda sanar — Inuyasha asintió, comprendiendo que debía dejarle descansar tranquilo.
Lucho contra las ganas de desobedecer las palabras que Sesshoumaru había dicho segundos atrás, levantándose al fin. Tal y como había llegado se alejo en silencio, siendo observado en toldo momento por el youkai.
Mismo que ahora recordaba y podía dar una respuesta clara a la interrogante que antes se había impuesto, justo al principio de aquella batalla.
No se había unido a ellos por gusto, sino más bien, con la sola idea de buscar una oportunidad de apoderarse de aquello que por derecho, simple y sencillamente desde su nacimiento le pertenecía.
Y justo ahora sin necesidad de pelea alguna...
Estaba frente a sus ojos la mejor de todas las oportunidades para pode hacerse de colmillo de acero.
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Lo que sostienes en esas manos
Es tu recuerdo y tus palabras
Y admite que no es lo que desea tu corazón
Continua…..
