CAPÍTULO 001
Cerró la puerta tras sus pasos. Cargada con su única mochila, se enfrentó a aquella calle infinita. La que le alejaría de su última casa de acogida. Esa anterior noche había sido el detonante final. No podía seguir entre esas cuatro paredes. Aquel no era su hogar. Ninguna, de sus anteriores casas lo habían sido y, quizá, nunca la encontrase.
Metió su mano dentro del bolsillo de su chaqueta y aferró el papel que guardaba como si fuese su tabla de salvación. Subió al autobús y confió en que su plan no tuviese ningún clavo suelto y poder cumplir con su objetivo. A su mente llegó Clive, Alice pero, sobre todo, la pequeña Anne, a la que había prometido regresar por ella.
Bajó del autobús con un nido de mariposas en su estómago. Paso a paso. Aumentando. Respirando de forma sonora. Deseando, con el corazón, estar en lo correcto. Fue pasando calle a calle. Puerta a puerta. Hasta que llegó a un mediano edificio. El bajo era la entrada de un pub, al estilo irlandés. Merodeó alrededor. Había varias puertas del mismo edificio. Dudó sobre cuál sería la acertada. Se dejó llevar por la intuición. Tocó. Una vez. Dos. Tres. De pronto, escuchó unos pasos. Recordó el texto que había memorizado durante días, cerró los ojos y respiró profundamente. La puerta se abrió.
Alexis se quedó sorprendida. Estuvo a punto de romper a reír pero se contuvo. Un hombre, de unos 36 años, disfrazado, la miraba atónito y con cara de prisa.
- ¿Richard Rodgers? - preguntó con seguridad.
- ¿Quién pregunta por él?
- ¿Es usted?
- ¿Tú quién eres?
- Si me dice quién es usted, yo le diré quién soy...
Richard frunció el ceño. No reconocía aquel rostro. Y, aunque moría de intriga, la fiesta a la que había sido invitado esperaba por él y no tenía tiempo para juegos ni adivinanzas. - Soy Richard Rodgers. Dime. Y que sea rápido porque tengo prisa.
- ¿Alguna fiesta? - sonrió Alexis.
- ¿Tanto se nota?
- ¿Y te van a dejar entrar?
- ¿Qué pasa? ¿Voy mal? ¿No te parece...? ¿Cómo decís vosotros... molón?
- ¿Molón? Creo que estás un poco desfasado... Y el disfraz no está mal, aunque para el año que viene te recomendaría pensarlo un poco más.
- Puede que tengas razón. Pero dime, ¿por qué me buscas?
- Eres mi padre biológico. - escupió sin anestesia.
- ¿Cómo? - se atragantó.
- Que eres mi padre biológico. Vamos, que soy tu hija. - sacó su papel del bolsillo y se lo tendió para que pudiese comprobar que no mentía.
Richard se apartó de la puerta e invitándola, indirectamente, a entrar. Alexis, fue tras él y cerró. - Este papel dice que soy tu padre biológico.
- Lo que yo te he dicho.
- Sí pero, ¿cómo?
- ¿En serio? ¿Voy a tener que darte clases de sexualidad ahora?
- ¿Qué? ¡No! - puso cara de asco.
- ¿Entonces?
- No aparece tu madre.
- Por eso estoy aquí.
- Me pierdo.
- Necesito saber quién es mi madre biológica.
- ¿Y cómo lo voy a saber?
- Si no lo sabes tú, no sé quién más podría saberlo. - gesticuló con obviedad.
- Esto tiene que ser una broma. ¿Dónde están las cámaras? - se puso a buscar por toda la casa.
- No será tan difícil que recuerdes, digo yo. O espera... ¿con cuántas tías te acostaste hace 16 años?
- ¿16 años?
- Sí.
- ¿Tienes 16 años? - se sentó de golpe, en el sofá, esperando la contestación que daba por respondida antes de tiempo.
- Sí, 16 años en una semana.
- 16 años... - repitió en bajito.
- Sí que te ha impactado mi edad... ¿algún recuerdo en especial?
- Katherine Beckett. - Alexis se quedó con la boca abierta al escuchar aquel nombre - Katherine Beckett es tu madre.
- ¿Katherine Beckett?
- Sí. La agente del FBI Katherine Beckett.
- ¿En serio?
- Nunca en mi vida he hablado más en serio.
- ¿Y crees que podrías ayudarme a hablar con ella?
- ¿Para qué la necesitas?
- En una semana cumplo 16 años, edad en la que puedo solicitar mi emancipación.
- ¿Emancipación?
- Sí.
- ¿No has sido adoptada? - indicó el papel de los servicios sociales que tenía en la mano.
- Es una historia muy larga y tampoco quiero aburrirte. Además el tiempo corre y necesito dar con ella cuento antes. Necesito su firma.
- ¿Para qué?
- Para que me dé su consentimiento para pedir la emancipación.
- ¿Y yo no tengo que firmar?
- No. Tú solo apareces como información de mi progenitor.
- Ya veo...
- ¿No te dijo nada?
- No.
- Normal... Yo tampoco lo haría...
- ¿Por qué? - quiso saber.
- ¿Has visto dónde vives?
- Es una historia muy larga.
- Vaya… Los dos estamos igual y no tenemos tiempo para historias largas. ¿Puedes ayudarme a encontrarla?
- Está en Washington.
- Pero...
- Sí, ya sé... la viste por televisión hace un par de días. Vino por un supuesto caso de terrorismo.
- ¿Cómo lo sabes?
- Contactos... - se encogió de hombros restando importancia.
Alexis se sentó en uno de los sofás de aquel espacio tan amplio al que Richard llamaba salón. Unas escaleras en forma de caracol subían a lo que, verdaderamente, era su casa.
- ¿Pasa algo? - preguntó Richard al ver algo de tristeza en su cara.
- No... Nada... - se incorporó, cogió su gran mochila y se dirigió hacia la puerta ante la atenta mirada de él.
- ¿Te vas?
- Sí, tengo que buscar alguna solución.
- Podemos ir a Washington.
- Gracias, pero paso... miraré otra cosa.
- ¡Yo invito! Podríamos salir ya... - Richard no quiso perder la oportunidad de pasar algún minuto más con su hija. La hija de él con Kate. La que se escapó. La que no pudo retener a su lado. Y, ahora, el azar, le confirmaba que siempre había estado ligado a ella. Y que siempre lo estaría.
- ¿Tú no tienes una fiesta?
- Una fiesta más una fiesta menos... nadie se dará cuenta. Dame 5 minutos. Me cambio, preparo una pequeña maleta y salimos. - cuando estaba subiendo las escaleras se volvió - ¿Cómo te llamas?
- Alexis.
- Encantado Alexis. ¡No te muevas que bajo ya!
- Vale. - la adolescente se quedó mirando a su padre, pensando que aquel hombre no era la imagen de un padre convencional y le resultó divertido.
