Cinco años hacía que Harry había acabado con Voldemort, muchas cosas habían ocurrido desde entonces. Harry no pudo finalizar sus estudios de hechicería debido al cierre de Hogwarts cuando quedó destruido, en consecuencia sus acciones en bolsa se desplomaron, lo que provocó una serie de disturbios que terminaron para siempre con el mundo mágico.
Harry, ahora un muggle de mierda, adicto a los esteroides, pensó, sí, pensó que su aspecto físico debía lucir mejor para no parecer un tirillas y ya de paso ligar algo, ya que hacía bastante desde que alguien del sexo opuesto se había abierto de piernas para él, pero bueno, eso es otra historia.
Como cada mañana Harry se despertó, abrió los ojos somnoliento aún y con una terrible resaca. Era una cálida mañana de Mayo, bueno, eran más de las doce de la mañana, puesto que Harry había pasado toda la noche de marcha por ahí. Palpó por la mesilla tratando de encontrar sus gafas pero sin éxito y esgrimiendo una mueca de desgana, cesó en su búsqueda y trató de ponerse en pie.
Se puso su chándal, sus deportivas y su bolsa de mano con una flor y el símbolo de la paz dibujada en ella. En efecto Harry además de vigoréxico era también un hippie convencido. Abandonó el pequeño cuchitril en el que vivía y bajó en el ascensor para no cansarse antes de llegar al gimnasio. Mientras caminaba por la calle sacó un bote de proteínas que le había proporcionado Ron con una fórmula secreta a base de testosterona de minotauro y no sé qué más de mantícora. El caso es que sabía a fresa y a Harry le encantaba, así que mezcló aquellos polvos con agua y bebió un buen trago cuando su Smartphone le importunó.
–¿Sí?... Dime Ron… Voy camino del Gym, hoy voy a machacarme los bíceps… ¿La morena de anoche? Nada, la muy zorrona sólo quería calentarme y al final la mandé a tomar por saco... –En realidad Harry iba bastante beodo y no paró de meterle mano hasta que la chica, hasta el potorro ya, consiguió huir de él en un descuido del zagal–. ¿Esta noche pasas a por mí?... Perfecto, a la hora de siempre.
Harry llegó al gimnasio, saludó al recepcionista de la entrada y caminó hasta los vestuarios donde dejó la bolsa de deporte en una taquilla y se quitó la chaqueta para lucir una camiseta sin mangas que le dejaba los brazos al aire y nuevamente se dirigió esta vez hasta las pesas. Se besó los bíceps y comenzó a hacer serie tras serie hasta que se desplomó en el suelo sin vida.
"¿Qué pollas ha ocurrido?", os preguntaréis.
La última remesa de testosterona de minotauro que le llegó a Ron, la compró en internet en una página china a muy buen precio. No debió comprarla por internet en una página china a tan buen precio ya que realmente, la testosterona de minotauro escasea en China y la remplazan por testosterona de dragón sintética procesada en laboratorios clandestinos de poca monta por científicos con buena formación, sí, pero con materiales y productos deficientes que contenían un aminoácido inestable, el cual combinado con el intenso ejercicio físico que Harry había realizado le causó una parada cardiorrespiratoria que segó fulminantemente su miserable existencia.
Moraleja: hay muchas moralejas en esta historia, podéis sacar las vuestras propias.
