Es el tiburón que va buscando
Es el tiburón que nunca duerme
Es el tiburón que va acechando
Es el tiburón de mala suerte.
Tiburón, Rubén Blades
9 de Octubre de 1987: 14:20 p.m.
Esa tarde en el Marriott Caesar Park todo era agitación, una noticia tenía a las Aladas exaltadas. Se trataba de una de las últimas asignaciones que habían llegado a Panamá. Era un grupo de Inteligencia Militar. Y se supo que habían sido secuestrados.
Marta Michelle Guizado Yañez quien entrenaba a las chicas junto con Alicia Alejandra Altamirano se hallaba en reunión con Maryland Ainsworth. El gesto de ambas era preocupado.
-¿Cómo ocurrió esto? Se suponía que llegarían el 11 de octubre, no el siete.
-Quisieron llegar de incógnito, y parece que los estaban esperando...
-¿A quién le tocaba esa asignación?
-Mi grupo. Angela Adalgisa Salinas, Grazia Gabriela Stanziola Rivera, Cruz Helena Jaén Zárate, María del Pilar Samaniego Sánchez, Dayra Beatriz Grimaldo Saavedra, Claudia Carolina Torres Conte, Alsacia María Lay Rovira y varias otras que no recuerdo, pero son un grupo grande. Ayer nada más vieron las asignaciones.
-¿Te hicieron algún comentario?
-Adalgisa, dice que Steve es demasiado "cuatriboleado" para que ella lo pueda manejar. La verdad es que estaba asustada, pero aceptó el desafío.
-No puedo criticarla, Steve Mc Garrett es un gallo jugado en todos los campos. Ella apenas tiene 22 años. Tiene toda la razón para asustarse
-Es cierto... lo peor es que no se sabe dónde están... Aunque ya tenemos informes del Comando Marino.
-¿Qué dicen?
-Dicen que los llevaron a Jicarón. Cuando tengamos confirmación de dicha información se decidirá que hacer.
-No creo que Adalgisa se quede quieta. Ella es muy responsable y con un acendrado sentido del deber. Aunque conociendo y aquilatando los atractivos del Coronel... dudo que ella pueda mantenerse fría y distante.
-Cierto, solo lo vi una vez en Hawaii cuando les llevé los informes de las escoltas y la verdad es de un atractivo peligroso. Y ni hablar de sus compañeros... Todos en su tipo tienen la misma cualidad... Además ninguna mujer puede mantenerse indiferente a tanta masculinidad.
El informe del Comando Marino llegó a tiempo... En ese momento la confirmación de que estaban no en Jicarón sino en la Isla de Coiba, pero no dentro de la Penitenciaría.
-Ya tenemos la confirmación... ¿Qué hacemos?
Maryland prefería presentar a sus pupilas. Las chicas eran valientes, y cumplían las órdenes que se les daban. Pero, ahora era una circunstancia especial. Había que tomar una decisión.
-Llama a Adalgisa y a su grupo. Que vayan a rescatarlo. Ya sé que ellas nunca han estado en una acción de rescate, pero hay que hacerlo.
-Las llamaré.
Adalgisa estaba en la sala de su casa, cuando el teléfono sonó.
-Buenas tardes.
-¿Ada? Ven, la tía quiere verte.
-Iré de inmediato.
Adalgisa se cambio de ropa, metió un par de prendas en una maleta y salió después de examinar los grifos del lavamanos y del fregador, las llaves del gas de la estufa, las luces y desconectar los electrodomésticos siempre que le tocaba irse a misión con Maryland. Lo que hacía desde que ingresaron a su madre en el ION. Por ella hacía lo que fuera para que se recuperara, aunque sabía que no se recuperaría. El cáncer era una enfermedad traicionera y mortal.
Tomó un taxi para que la llevara al Marriott Caesar Park. La voz de Marta Michelle, Maty para todas, le había sonado preocupada. Marta tenía la misma edad que Alicia y Olga, 28 años, y era un factor de equilibrio entre tanta tragedia.
Llegó al Marriott. Adalgisa subió las escaleras y se acercó a la recepción. Allí aparecieron Alicia y Marta.
-¿Qué ocurrió?
-Secuestraron al Coronel Mc Garrett, junto con todo su grupo...
-¿Ya están aquí?
-Se les esperaba el once, no el siete, pero tú sabes... querían tener su tour por el país antes de entrevistarse con Maryland.
-¿En dónde los tienen?
-En Coiba. Ya tienen encuadrado el sitio donde los tienen.
-Tendremos que rescatarlos... Son mi responsabilidad.
-¿Estarías dispuesta a encargarte de ese rescate?
-Sí. ¿Cuándo partimos?
-Mañana, a primera hora. Las llevaremos al muelle 18.
-Ya están las demás aquí.
-Sí. Grazia, Cruz, María del Pilar, Dayra Beatriz esperan las órdenes.
Marta iría... Iría con las chicas, para apoyarla... tenía que ir por que en el grupo iba el Gobernador de Hawaii. Richard James Hoxworth III nieto de uno de los primeros hacendados en establecerse en aquella tierra tan parecida a Panamá. Una razón muy gorda para arriesgarse.
-Tienes miedo... Angela.
-Sí, Pensaran que he perdido el juicio, que estoy arriesgándome por un tipo que ni siquiera conozco.
-Eso ha sucedido con todas las que estamos aquí.
-Sí, lo sé... Dirán que soy una poco importa, pero mi madre necesita esa plata.
-Por cierto, ¿Cómo está ella?
-Le están poniendo Taxol, y vincristina. Ya te puedes imaginar... vomita mucho y a veces sangra.
-¿Qué te ha dicho el médico?
-Esos tratamientos solo prolongaran un par de meses su vida, pero se sabe que ese cáncer es incurable... Es leucemia.
Los ojos negros de Angela Adalgisa se nublaron con lágrimas... Marta Michelle le puso una mano en el hombro... la entendía... y mucho...
-¿Leíste el informe sobre él?
-Sí, y vi su foto. Es endiabladamente atractivo y masculino. Más que Osvaldo Fábrega.
-Sí, ese tipo que en vez de ser un apoyo para ti en un momento de enfermedad, se convirtió en tu peor juez. ¿Dime, lo amaste alguna vez?
-Tal vez no lo amé lo suficiente. Por eso temo ver a este. Coronel... Es de un atractivo tan peligroso que correría el peligro de enamorarme.
-¿Temes enamorarte de Steve, verdad?
-Sí. Lo temo. Es el tipo de hombre que le cambia la vida a una.
-Ya vi su foto, y es un papi.
-Lo ven en la facultad de derecho y se lo devoran vivo.
Al día siguiente... en el muelle 18...
Había una lancha con un motor de 500 caballos de fuerza. La lancha era número 8609 y le llamaban las chicas La Indomable por ser una lancha super rápida. En esa lancha irían Marta, Adalgisa, Grazia y Cruz Helena, que era la médico titular en el grupo. Junto con María Cedeño, Cruz Helena era la segunda médico en el grupo de las Aladas. Sólo que esta médico era una médico forense. O lo que en buen español se llama una médico legista. En la otra lancha que apoyaría con una ametralladora fija iba Dayra Beatriz, María del Pilar y Claudia Carolina. Esa lancha se llamaba Stella Maris.
-Bueno, aquí vamos...
-Cada segundo cuenta... No sabemos como puedan estar...
-Espero que no lleguemos demasiado tarde...
-Piensa positivo.
-Ojalá tuviera tu optimismo... Se como se las gastan los esbirros del régimen... y tiemblo de lo que les puedan estar haciendo.
-Espero que no estén estropeados. Si lo están no me lo perdonaré jamás.
-Maryland se va a presentar para despedirnos. Teme que no regresemos o que regresemos menos de las que vamos.
-El tiempo tampoco está muy bueno... Creo que habrá tormenta.
-Escuché en la radio que habrá un huracán en el Caribe. Le pusieron el nombre de Flora.
-Eso no ayuda en nada, Adalgisa.
-Cierto, llegaremos a Coiba al mediodía, y con suerte podremos encontrarlos antes de que caiga el aguacero.
Maryland llegó y las chicas la rodearon.
-Sé bien que es una misión riesgosa, pero sé que lo lograrán. Confío plenamente en ustedes, no me defrauden.
-No lo haremos, así regresemos en bandeja, ellos volverán sanos y salvos, se lo prometo, por esa santa que se está muriendo en un hospital, y a la que amo tanto.
Adalgisa miró a Maryland con los ojos arrasados en lágrimas. El recuerdo de su madre la estremecía por dentro y la hacía arriesgar su vida sin importarle lo que dijeran de su conducta y proceder.
Las lanchas salieron del puerto de balboa, en el muelle 18. Maryland le comentó a Grant al verlas irse...
-Ojalá regresen con bien de este riesgo que están corriendo.
-Es la primera vez que las mandas a una misión de peligro, confía, ellas están bien entrenadas y se sabrán desenvolver.
-Veo que también te preocupa la partida de ellas.
-No te lo voy a esconder. Conozco al coronel Mc Garrett desde que fui su jefe inmediato en la sección de inteligencia. Y sé que tiene fama de Don Juan Tenorio. No sé si la edad lo habrá cambiado, pero de una cosa si estoy seguro. Angela Adalgisa le va a mover el piso.
-Sería lo último en lo que ella pensaría, Grant, teniendo a su madre en el hospital.
-Lo sé, Angela Adalgisa no está pensando en amoríos. Pero, recuerda que una cosa piensa el mulo y otra el que lo pica.
Maryland sonrío, en realidad nadie podría predecir como se arreglarían las cosas.
En el mar, la travesía fue sin contratiempos. Adalgisa pensaba en lo que se encontraría cuando llegaran a Coiba. La isla era muy grande, y no sabían en donde se encontraban ellos.
-¿Preocupada?- preguntó Gracia Gabriela.
-Sí. No tengo la menor idea de donde están metidos.
-Yo tengo las coordenadas del lugar donde las tienen.
Llegaron a la isla de Coiba. El penal estaba del lado derecho de la isla. Debían abrirse paso para llegar al punto desde donde habían recibido la señal.
-Ya estamos aquí. Vamos a dividirnos. Cuando lleguemos al lugar convenido rodearemos el lugar tal como nos enseñaron.
Tal como les habían enseñado así lo hicieron, después de embadurnarse el rostro y los brazos de camuflaje. En un segundo de atractivas jovencitas, se habían convertido en soldados encallecidos.
Marta Michelle cargaba las granadas y las lacrimógenas para arrojarlas en caso de que las cosas se pusieran feas. Marta compartía la misma visión del mundo que su escamada compañera, a la cual unían lazos de una hermosa amistad desde la infancia, la escuela primaria, la secundaria y últimamente, la universidad, ambas estudiaban derecho y a pesar de que Marta estaba en años más avanzados, tenía gran afinidad con su compañera.
-¿Ves algo?
-Aún no, este tremedal esta tan tupido que habrá que blandir la rula para despejar una trocha y no me gusta nada esa brisa que corre. Si no nos damos prisa nos agarrara el vendaval.
Adalgisa, machete en mano, empezó a abrirse camino por entre la tupida maleza que le cortaba el paso. Olor a humedad y a hojas secas llenaba el aire. Pronto vieron una casa en medio de aquella vegetación.
-¡Eh! Creo que ya los hallamos.
-Esperemos que vengan las demás, cúbrete.
Se acostaron en el suelo sin el menor asomo de escrúpulos. No les importaba que sus uniformes de fatiga quedaran perdidos de lodo y suciedad. Ya estaban acostumbradas, a pesar que durante los entrenamientos, la situación era muy diferente.
Las demás llegaron momentos después. Dayra llevaba amartillada una ametralladora para cubrir a sus compañeras en caso de necesidad. Grazia también estaba armada al igual que Cruz Helena.
-¿Escuchaste?-dijo Marta haciendo oreja.
-Escuché un gemido de dolor.
-Aquí es, vamos, y ¡Qué sea lo que Dios quiera!
Silenciosas como los gatos, se acercaron a la casa y la rodearon. Dayra, se colocó frente a la puerta y le descerrajó un metrallazo que hizo saltar la puerta.
-Paso expedito. No hay nadie.
-Vamos, cúbreme, Adalgisa.
Las chicas, entraron en la casa, que estaba sucia. Y vio algo que le oprimió el corazón. Allí estaban, golpeados, y amarrados. Algunos con huellas de haber sido cruelmente torturados.
-Esto es increíble... ¡hay que sacarlos de aquí!
Adalgisa buscó con la vista al hombre que estaban esperando el 11 de octubre. Y lo vio, pero estaba muy mal herido y con huellas de tortura. A pesar de que estaba mal herido, Adalgisa pudo aquilatar que era un hombre de fuerte personalidad y muy apuesto. Este levanto la vista, se veía que estaba pasándola mal. Adalgisa se acercó a él., Que la miró espantado al ver el cuchillo montero que tenía en la mano.
-No se asuste, coronel Mc Garrett, hemos venido a sacarlo de aquí, somos gente amiga.
Steve miró a la jovencita que acababa de hablarle. Tenía el cabello negro, recogido con una liga y una cinta alrededor de su frente. El rostro completamente cubierto de camuflaje.
Sus compañeras corrían a socorrer a los demás. Marta se acercó al Gobernador, que yacía inconsciente con una fea herida en el tórax, Cruz se hizo cargo de él haciéndole las primeras curas.
-¿Crees que regresen a terminar su obra?
-Si regresan encontrarán a su abuela.- dijo María del Pilar- No estaremos pensando en dejarlos aquí.
-De regresar, venderemos caras nuestras vidas.
Ya libre, Adalgisa lo examinó. Estaba definitivamente muy mal herido. Cruz Helena, habiendo terminado de curar al Gobernador, se acercó a Adalgisa.
-Atiéndelo, necesita que se les atienda, tiene heridas muy feas que se pueden agravar.
-Necesitará un médico.
-Más competente que tú, amiga, lo dudo.
Steve miró a Adalgisa nuevamente, a pesar del uniforme de fatiga que estaba por decirlo así chocolate de lo sucio revelaba inconfundiblemente sus formas de mujer. No era el momento para pensar en eso, pero la encontró atractiva a pesar de parecer más un soldado que una mujer. No podía distinguir bien las facciones de la chica, pero intuía que debía ser bella como le habían dicho que eran las mujeres latinas.
Adalgisa se asomó a la ventana. El tiempo no presagiaba nada bueno, y ya se empezaba a poner oscuro.
-Apúrense... ya el vendaval está encima.
Cruz Helena se acercó a Adalgisa, ya había terminado de curar a los que necesitaban cura. Ya todos estaban listos. Los torturadores se llevarían una sorpresa si volvían a buscar a los chicos.
-Vámonos antes de que regresen y no podamos salir de aquí.
Las chicas sacaron como pudieron a los que podían a pesar de sus heridas caminar. Adalgisa y Cruz improvisaron una camilla para transportar a Steve, y otra para llevar al Gobernador.
El tiempo estaba demasiado feo, y así lo hizo notar Cruz.
-No me gusta nada como está ese cielo. Ojalá no nos agarre una tromba de esas que sabe sacar este océano condenado.
-¿Trajiste el machete que te dije?
-Si, lo traje, ya sé que tu abuelo era pescador, Angela.
-Puede sernos útil en caso de necesidad.
De repente, un estallido repentino los hizo volver la cabeza, y un haz de llamaradas apareció en el lugar donde estaba la casa.
-No iban a regresar... Habían dejado una bomba.
-Un par de minutos más que hubiéramos demorado y estuviéramos todos en el valle de los calvos.
-No es hora de bromas, María del Pilar.
-A las lanchas, debemos salir de aquí antes de que venga el vendaval.
Todos subieron, incluyendo los que iban en camillas a los que se les puso una manta térmica encima para evitar que se enfriaran y su condición se agravara.
Malo es el Pacífico desencadenado para la navegación en lancha en medio de una tempestad. Septiembre, octubre y noviembre eran los meses de más agua en Panamá. Estos riesgos no le gustaban para nada a Adalgisa que tomó inmediatamente la ruta a puerto. La lancha 8609 era una lancha rápida y resistente. Aunque en ese sector del Pacífico el agua estaba infectada de tiburones.
-Ojalá podamos llegar a tiempo a puerto, sino tendremos que enfrentarnos a una tormenta en alta mar.
Dayra Beatriz intentaba comunicarse con Magdalena Ferreira, del Comando Marino, ya que comprendía que el temporal estaba por desatarse. Ambas lanchas tenían motores fuera de borda de 500 caballos de fuerza, pero con todo y la velocidad, el tornado podía alcanzarlos.
Ninguno de estos riesgos era nuevo para Adalgisa que había estado el año anterior en entrenamiento, debido a la enfermedad de su madre. Ya conocía el mar y bien sabía que a como podía ser fuente de riqueza y beneficio para un país, también era fuente de peligros y tragedias, no le temía, pero le tenía respeto.
"Vaya circunstancias en las que me ha tocado conocerlo, Coronel. Hubiera querido que estas circunstancias hubieran sido otras. "- pensó mirándolo indefenso y herido, cubierto por la manta térmica. – Pero, este condenado lío en que nos metió Roberto Díaz, no hace que las circunstancias mejoren para nosotras."
-¿A cuantas millas estamos de la ciudad?
-150 o 200 millas creo.
-Ojalá nos deje llegar a la ciudad, al menos. Este lugar está infectado de tintoreras.
-Ni las menciones, un golpe de cola de esos bichos y estamos en problemas.
-Lo sé Marta, entre el pez gordo que tenemos en la lancha y el otro, sería una tragedia que una de esas bestias le diera por embestir, menos mal que no pueden oler la sangre.
-Menos mal que Grant retuvo el rescate, estaba dispuesto a pagarle a los que tenían a estos, pero Maryland confía en nosotras.
Empezó a llover fuertemente y Adalgisa se colocó un jacket militar con gorra, y unos lentes especiales, para poder ver en medio de la fuerte lluvia. Se asombraba de haber salido con vida de aquel trance, aunque bien sabía que no podía cantar victoria. Nunca se había probado en una tempestad y tampoco su grupo.
No se veía la línea de la costa aún, pero sabía que estaban a pocas millas de la ciudad. A ratos el fuerte viento, perdía intensidad, y en el cielo no se notaba alteración de importancia, a pesar de ser apenas las tres y treinta de la tarde. Con suerte llegarían a Panamá a las cuatro si no se formaba aquello que todas sabían que podía formarse en el mar por aquellos días. Todo iba lo mejor posible. , Y así continuó durante otra media hora, la lancha guía reconoció bien distintamente, sin el auxilio de los ojos extraños la playa Mariato y Mensabé, y el Golfo de Veraguas.
-Ya falta poco, aunque no me gusta como se está poniendo el cielo.
No había acabado Grazia de hablar cuando sintieron en sus rostros la ráfaga húmeda y fría y observó que el sol se obscurecía y que sobre la mar avanzaban al noroeste grandes manchas rizadas, de un verde casi negro, parecía haberse hecho de noche, cuando solo eran las 4 de la tarde.
-Dios nos ampare... Esto es tornado.- pestañeó Adalgisa. – Cruz, saca la rula que te pedí que trajeras y el rosario. Creo que voy a tener que usarlo.
Helada de espanto, vio a aquellos hombres que necesitaban atención médica. Un solo instante de retardo en esa maniobra y sería un desastre completo. No acababan de imprimirle más velocidad, cuando una racha furiosa, cargada de lluvia, se estrello contra la lancha envolviéndola entre rugientes torbellinos, y una densa niebla cubrió el horizonte y la línea de la costa desapareció, solo se podía adivinar por el fragor de los mares que la batían y el hervor de la espuma por todas sus asperezas.
-¿Falta mucho para llegar a Panamá?
-No, esperamos ganarle a este vendaval, -dijo Adalgisa – Cúbrase, no vaya a ser que se resfríe.
No iba a dejar que llegara a puerto con una pulmonía, además de lo que llevaba de heridas. Steve la miraba, y se preguntaba cuántos años tendría. No le calculaba más de 20 años. La admiraba, tan joven, en ese feo oficio. Si el Presidente Reagan odiaba a Noriega, el tambien lo odiaba, mas por obligar a chicas como esa a trabajar arriesgando el pescuezo por ver a su patria libre y en democracia.
Cuanto podían abarcar entonces a su alrededor era un espantoso resalares de olas que zarandeaban la lancha y también a las otras que la seguían, persiguiéndose en desalentada carrera. Correr delante de aquella furiosa tempestad sin dejarse asaltar de ella, era el único medio ya que no de salvarse de intentarlo siquiera... pero el intento no se presentaba fácil. Solamente él ganarle al tornado que amenazaba alcanzarlos, para convertirlos en pedazos era una empresa casi imposible, pero tenían que convertirla en posible.
Adalgisa lo sabía, al observar cómo crujía el motor y la lancha se zambullía en el mar que embravecido la embestía por todas partes. Pensó en Maryland, y en lo que pasaría si perdía a esta gente que venia a sumarse a la causa panameña por la defenestración del sátrapa. Jamás se lo perdonaría. Por eso, debía salvarle, salvarle aunque su propia existencia se perdiera.
La lancha resistió mucho mejor de lo que se esperaba, casi volaba entre el bullir de las olas. Pero, éstas engrosaban a medida de que el huracán las revolvía y el peligro de que rompieran sobre la débil embarcación crecía por instantes. Para evitarle se agotaban todos los medios humanos. No llevaban mucha carga, y eso los beneficiaba, puesto que no eran lanchas pesqueras ni lanchas camaroneras. Huir, huir por delante, esto sólo o resignarse a morir en alta mar.
La lancha seguía encaramándose en las crestas espumosas y cayendo en los abismos y volviendo a erguirse animosa para caer enseguida en otra sima más profunda, y ganando siempre tiempo y procurando al huir no presentar a los mares el costado.
A Adalgisa le parecían siglos los minutos que llevaban corridos en aquel trance espantoso tan nuevo para él y comenzaba a aturdirse y a desorientarse entre el estruendo que le ensordecía; la blancura y movilidad de las aguas que le deslumbraban, la furia del viento que azotaba su rostro con manojos de espesa lluvia, los saltos vertiginosos de la lancha y la visión de su sepultura.
-¿Cuánto falta?
-No mucho, aunque con este tiempo, no se puede predecir.
Entre los pliegues de aquel abismo sin límites, sus ropas, sucias, empapadas hasta los huesos, ya comenzaban a tiritar de frío. En estas condiciones, era cosa segura que pescaran un resfriado. No intentaba preguntar por donde iban si no se veía nada al frente. ¿No lo llenaba todo aquel espantoso aguacero, y no estaban resistiendo durante los bramidos del tornado?
-Que no llegue esa vaina a tierra por que se va a joder un montón de gente pobre.- dijo Dayra con el ceño fruncido.
-Si nos alcanza, pobres de nosotras.
Así pasó largo rato mirando maquinalmente como ellos, los heridos soportaban valerosamente el espantoso frío que había, y la desesperación que sentían al verse cercados del furioso oleaje.
-Este mar parece que le hubieran echado toneladas de ají chombo. O un montón de galones del picante que hacen los jamaiquinos.
El exceso mismo del horror, suspendió el ánimo de Angela Adalgisa y fue predisponiendo su ánimo para lo que vendría, estaba ahora en una órbita algo extraña a las condiciones de su espíritu constituido como el suyo. No le importaban los honores que recibiría. Se había vuelto insensible al regocijo, después de tantos malos ratos, y lo que menos se imaginaba era que en el pecho de aquel herido iba arraigando un sentimiento que le iba a cambiar la vida.
Tampoco pensó en la posibilidad de salvarse. Estaba segura de que moriría allí. Analizó el fatal suceso, su madre la necesitaba, aquella santa que languidecía en medio de la agresiva quimioterapia que le aplicaban. Aquella santa no merecía recibir semejante noticia.
Del minucioso análisis, dedujo que su propio cuerpo arrojado de pronto en aquel infierno rugiente, en escala de una proporción rigurosa, representaba mucho menos que el átomo que cae en las fauces de un tigre con el aire que este aspira en un bostezo. Y de repente se acordó de algo.
Enseguida pasó por su memoria en triste desfile todos los sucesos que ocurrieron en su vida desde que nació. Incluida la ruptura con Osvaldo, que le rompió el corazón, y luego el casamiento de él con esa mujer. Le había importado muy poco sus sentimientos.
Ahora, luchaba contra las fuerzas de la naturaleza, sin importarle si seguía viviendo o no. Hundirse en el abismo para luego reaparecer con el espanto en los ojos y la muerte reflejada en el rostro.
Temblaba de horror, cada crujido de la lancha, cada sacudida cada ola que la alcanzaba parecía la señal del último desastre. Para colmo de angustias vio de pronto por su banda flotar un remo entre las espumas alborotadas, enseguida por otras dos. También lo vieron las contristadas tripulantes. Al verlo, dedujo que las habían estado persiguiendo y que ya el tornado dio cuenta de ellos, sin que pudieran disparar un solo tiro.
-Es de la gente que los secuestró... se los llevó la manga.
-Entonces el bicho ese está cerca.
-¿Cómo lo sabe?
-Conozco el mar, y sé que durante un tornado cualquier cosa pasa. Esa lancha quedó despedazada si es que ese bicho no la lanzó por los aires y el resto de la gente comida por los tiburones, así son las costas de Veraguas.
Vieron más, Adalgisa vio frente a sus ojos un vórtice negro que se les venía encima. Espantada gritó.
-¡Cruz! ¡Dame la rula!
-¿Estás segura de lo que estás haciendo?
-¡Dame la rula, carajo! ¿No ves que esa vaina se nos viene encima? Y alcánzame el rosario, por favor.
El rugido del tornado aumentaba con su melodía de muerte y destrucción. Adalgisa se fue acercando a la proa de la lancha con el rosario envuelto en la mano izquierda y el machete en la mano derecha, Y el escapulario de la Virgen del Carmen que Maryland les había impuesto.
Adalgisa elevó al cielo una plegaria hacia la Virgen del Carmen. Si salía de esta, iba a ir a la novena y a la procesión así estuviera lloviendo.
Por obra de esta nueva impresión, le asaltó el pensamiento, tal vez Maryland no había de enviarla en otra misión así. ¿Qué seria de sus compañeras que compartían con ella semejantes aventuras? Ellas seguirían escoltando a los que le habian puesto en asignación
¡Desdichado oficio que tales riesgos tenía! Y fue reparando uno por uno en todas las tripulantes de la lancha. Había de todo. Desde la más pequeña, que era María del Pilar hasta la mayor que era Claudia Carolina y Cruz Helena, sin embargo, cada una de esas vidas era más necesaria que la suya, esta consideración en medio del temor y el espanto, infundió algún calor a sus abatidos ánimos.
Y la tempestad seguía desenfrenada y la lancha corriendo, loca y medio anegada, delante de la tempestad. En uno de esos bandazos estuvo a medio palmo de un par de bultos que estaban entre las aguas. Eran los secuestradores, ahogados.
-¡Jesús, nos ampare! – Exclamó Grazia persignándose.
Se había llegado el momento de cortar en cruz ese espantoso vórtice, que amenazaba con llevarse por delante a la lancha.
Adalgisa sintió que su corazón se paralizaba y que la vida y el aire se le iban, solo un cuarto acontecimiento ocurrido allí en el mismo instante pudo rehacer sus fuerzas aniquiladas.
Grazia por coincidir su movimiento con un brusco balanceo de la lancha perdió el equilibrio y cayó sobre el costado derecho dándose un golpe en la cara con el borde.
Sin gobierno la lancha, atravesó el mar y el vórtice se acercaba peligrosamente a la lancha. Se acercaba la hora.
Adalgisa se persignó y cuando el vórtice se había casi acercado al borde de la lancha, ella levantó el machete y ante los espantados ojos de sus compañeras de los rescatados, casi metió la mano derecha dentro del negro vórtice. La mano se movió en cruz, y el vórtice, al sentirse partido en su centro soltó un chorro de aire que lanzó a la atribulada muchacha hacia atrás en la lancha, haciéndola golpearse fuertemente la espalda, y la frente haciéndose una herida en una ceja.
El vórtice, partido en cuatro, se divide, un pedazo fue a dar en tierra, arrancando árboles de cuajo, y zarandeando las palmeras de la avenida Balboa, los tres pedazos restantes fueron a morir al mar. Detrás del vórtice estaba la ciudad de Panamá fundada desde 1643, después del espantoso incendio de la vieja ciudad.
Pasaban en ese momento frente a la Contraloría, y al edificio de la aerolínea española Iberia. Toda la costa de la muy contaminada bahía de Panamá, era una cenefa de mugidora espuma que hervían y trepaban y se asían a los acantilados en ese momento pasaban frente al monumento del Adelantado del Mar del Sur, Vasco Nuñez de Balboa, que daba su nombre a aquella avenida, y era testigo silencioso de los momentos de espanto y horror vividos ya enfilaban hacia el sector del Casco viejo y de la Avenida de los poetas, parte del populoso barrio de Chorrillo, futuro barrio mártir.
-Ya estamos cerca de puerto. Vamos para el muelle 18.
Pasaban entonces por delante del puente de las Américas y se veía claramente aún en medio de la lluvia los silos de las compañías petroleras como la Atlantic Pacific, Chevron Marine y Texaco Antilles. Co. Estas compañías abastecían al Canal de Panamá.
-Un último esfuerzo, ya pronto nos esperan, lo peor ya pasó.
A Adalgisa le parecía no estar allí. Le parecía mentira que todo hubiese pasado, luchando y viendo luchar a sus valerosos miembros, todos habían resistido aquel espantoso trance, la había protegido de mayores heridas su fe en la Virgen del Carmen. Grazia, Cruz, Claudia, María del Pilar, Dayra y Alsacia.
-Un esfuerzo más, ¡adelante! – Dijo Adalgisa- ¡Qué sea lo que Dios quiera!
Adelante ya era acometer las ultimas veinticinco millas que faltaban, era acabar de jugarse lo último que quedaba de existencia en el último y más importante azar, por qué el puerto estaba cerrado por una serie de murallas de las olas enormes que al llegar al angosto boquete y sentirse oprimidos allí, parte de cada una de ellas envolvía el resto del mar que hacía falta para llegar al muelle 18.
Por fortuna esta situación se resolvería pues ese mar le dará el impulso necesario para llegar a puerto, esta convicción se leía bien claramente en las caras de los tripulantes, fijos en la de Adalgisa, como si de repente se hubieran quedado petrificados todos a la vez por obra de un mismo pensamiento.
-Falta poco para llegar al muelle 18.
-Aunque este aguacero no nos lo deje ver. ¿Más cómo entraremos?
-Ponernos en las manos de Dios y entrar por donde se pueda. – Respondió María del Pilar, que después de mirar a su alrededor, y ver el atolladero en el que estaban.
Hasta entonces, después de haberse enfrentado a aquel vórtice que amenazaba con llevárselas, y ahora desde aquel momento podía ser tan peligroso el avance rápido como la atención que le impelía y el boquete que debían acometer para acabar de llegar a puerto seguro.
Sobre el muelle estaba un grupo de personas, entre esas Maryland Ainsworth, cuatro ambulancias de la base de Howard y Grant Mc Allister, quienes comandaban aquel grupo de valerosas jovencitas. Y algunas de las compañeras de Marta, Adalgisa, Grazia, Cruz Helena, Dayra, Claudia Carolina y Alsacia.
Todos contemplaban con espanto aquella desesperada resistencia contra aquel vendaval, la terrible lucha contra aquel aguacero y la situación de la lancha. Adalgisa por fortuna suya, y de cuantos iban con ella no miró hacia el puerto, le robaba la atención el examen del horrorosos cuadro en que iba a librar ya la última batalla, que se le antojaba mucho más fácil que la primera.
Steve aunque adolorido, pensaba en la chica que tenía por delante en ese instante, a pesar de no haber visto aún su rostro, se adivinaba que debía ser bella, como le habían dicho que eran las mujeres de este bello, pero torturado país.
Danny también observaba a Grazia, y tampoco podía divisar bien su rostro. Esta le preguntaba a ratos como se sentía y le daba ánimos para soportar el malestar que le producían aquellas heridas.
-¡Ahora! ¡A toda velocidad!
Y sacando fuerzas de donde no las tenían se alzaron valientemente en el aire estribando en medio de una ola colosal que los remontó, hinchada, reluciente, mugidora, y ellos en lo más profundo de su lomo, cabalgando, este era tan ancho como un anillo de reptil gigantesco, que se desenvolvía de la cola a la cabeza. Este anillo siguió avanzando hacía el muelle 18. Allí se corría el riesgo de que la lancha se acabara de desbaratar, pero había que correr el riesgo.
La altura era espantosa y podían voltearse con todo y tripulación, pero Adalgisa pensaba en todo. Lo hicieron a pesar de sentir el vértigo del precipicio, pero no se arredraba ni su cuerpo juvenil perdía el aplomo en aquella posición inverosímil.
-Más, más – gritaba Adalgisa a su s extenuadas compañeras, por que había llegado el momento decisivo.
El momento decisivo había llegado, cada una de las chicas estaban esperando salir de semejante resalsero, las lanchas seguían encaramadas en esa ola, cuando la popa tocaba la cima de la montaña rugiente y las débiles embarcaciones iban a recibir el último impulso favorable
-¡Adentro!
La ola pasó limpiamente sin reventar hacia el muelle 18 y la lancha comenzó a deslizarse por la pendiente de un nuevo abismo. Adalgisa sintió que algo tibio se le deslizaba en la mano. Lo que vio la hizo conmoverse. Era él, el quién le había tomado la mano, que la miraba con inmensa ternura y admiración y ella tomándose la libertad de corresponderle, apretándole la mano.
Entretanto, en el muelle Maryland y Grant disponían todo para que pudieran atenderlos apenas tocaran tierra, y a ellas también.
-Son ellas, ¡Loado sea el Señor, se salvaron!
Adalgisa sintió llenarse sus ojos de lágrimas, una vez más, le ganaban la partida a Noriega. Y salvaban cinco vidas. Le valdrá un reconocimiento y un pago especial que sería para pagar parte del tratamiento médico de su madre, amén de algún gusto.
-Misión cumplida, Ada, debes estar orgullosa.
Adalgisa pensó en él, sin quererlo ella, también sin quererlo él sus caminos se cruzaban momentáneamente. Con una agilidad que en esos momentos era producto de la descarga de adrenalina acumulada en aquellos momentos de tensión ayudó a amarrar la lancha, mientras un grupo de paramédicos, de la Base Aérea de Howard sacaban a los heridos.
-¿Te preocupa? Se curará. Hiciste lo que debías hacer.
Grazia miraba como se lo llevaban en la ambulancia. Le había sonreído débilmente al pasar cerca de ella. María del Pilar dominado las ganas de llorar le dijo a J.F.
-Ya pasó todo, veré si me dejan acompañarle en la ambulancia, si lo desea.
Claudia Carolina se quitó la capucha dejando ver una cabellera negra empapada de lluvia, Adalgisa se recostó en el borde de la lancha y dejo correr las lágrimas tanto tiempo contenidas, tan segura de su propia valentía. Grant se acercó y le dijo.
-Estamos orgullosos de ti, Adalgisa, hiciste lo que tenías que hacer.
-Gracias.
Adalgisa entra en la ambulancia ella también estaba herida junto con ellos, debido al golpe que recibió en la espalda.
-Creo que a este hombre no te lo vas a poder sacudir de encima.
-¿Por qué lo dices, Maryland?
-Yo se lo dije, la primera vez que hablamos, le dije que en Hawaii podrá haber mujeres hermosas, pero que a él se le iba a enredar aquí el corazón, y por lo que veo, no me equivoqué.
Adalgisa miraba al hombre que iba en la camilla. Ahora, fuera de la semioscuridad, se daba cuenta que era muy atractivo. Tal cual como en las fotos que le dieron.
-¿Todavía cree que tenga alguna oportunidad después de lo de Osvaldo?
-Eres una mujer joven y hermosa. Y tienes perfecto derecho a hacer tu vida como mejor te plazca.
-Ojalá, Maryland.
En el hospital Gorgas, ninguna de las chicas quiso irse para el hotel sin saber como estaba su respectiva asignación.
-Los maltrataron bastante, pero son jóvenes y fuertes, así que confiamos en que se recuperen del terrible trance que pasaron.
-Gracias a Dios,
En ese momento empezaba un nuevo capítulo en la historia de un grupo de descendientes de alemanas que fueron llevadas contra su voluntad a un campamento donde se mofaban de lo más sagrado que hay en el mundo, el amor, el matrimonio, y la familia.
