Prendas

Su padre no la esperó, pero el vestido estaba allí. Él sí creía que valía la pena. Suigintou se lo puso y se dio cuenta de que no era, después de todo, tan diferente de sus hermanas. Las perfectas, que a los ojos de su padre merecían caricias y butacas para sentarse, mientras que ella simplemente se arrastraba por el suelo como una condenada. Quiso pensar que después de todo, le tuvo alguna fé. No la suficiente para terminarle, pero ya era algo. Lloró de emoción.

Por eso no puede ni pensar en cambiarlo por ningún otro. Aunque Megu sostenga esa seda y le sonría. No puede. Y sin embargo, de alguna forma, sus dedos le traicionan y desabrochan los botones sin que ella termine de decidirse a hacerlo, porque mantiene los ojos cerrados. El vestido ha sido generoso, pero no está incompleto como ella, así que cree que se las apañará sin su ayuda. No puede decir lo mismo de su médium espiritual.