Capítulo 1.- Propósitos para un nuevo curso.
Lily Evans ahogó un bostezo y siguió mordiéndose distraídamente un mechón pelirrojo. Echó un vistazo a una de sus compañeras de habitación y comprobó que estaba en el mismo grado de aburrimiento que ella: Nataly Watters estaba estirada en el suelo del cuarto, admirando el fabuloso trabajo que las arañas habían hecho entre las vigas de madera del techo. Tenía el lacio pelo castaño claro, esparcido por el suelo. Sus ojos, de color miel, hacían conjunto con su melena. Odiaba con toda su alma el nombre que sus padres le habían puesto; lo consideraba de niñata pija, así que obligaba a casi todo el mundo a usar un diminutivo. Ella era "Nat"
¿Crees que las arañas realmente disfrutan fabricando telarañas o sólo lo hacen pensando en su propia supervivencia? –preguntó la chica sin apartar la mirada del techo.
- Lo que creo es que el mal tiempo va a acabar con nosotras –gruñó Lily incorporándose de golpe y levantándose de su cama. Dio una patada a su baúl, y se acercó a la ventana para dar un vistazo al exterior.
La lluvia caía con fuerza desde un cielo gris, cubierto por unos nubarrones tan espesos que parecía imposible que despejara algún día. Llevaba desde el viernes por la tarde así, y casi dos días más tarde no parecía tener ganas de ir a menos. El mal tiempo les había fastidiado todo el fin de semana.
¡Vaya mierda de tiempo! –exclamó la pelirroja.
- Cálmate Lily, enfadándote con el tiempo no vas a mejorar nada –le recomendó Nat, aún desde el suelo. La chica normalmente era tranquila y paciente... Y eso, sin lugar a dudas, era beneficioso para todos, pues su mal carácter podía llegar a límites terribles cuando se enfadaba.
- Estoy calmada –replicó Lily mirando con frustración su reflejo en el cristal. La melena pelirroja le caía repartida homogéneamente a lado y lado del rostro, donde dos ojos verdes miraban aún con furia más allá de la ventana. Tenía los labios finos fruncidos en una mueca de enfado. Lily Evans tenía un carácter que los demás calificaban como "Una mala leche impresionante".
En ese momento se abrió la puerta de la habitación, y su tercera ocupante entró. Dawn Caddel era de estatura media, con el pelo liso tono caoba y los ojos azules. Siempre parecía estar de buen humor, y sin duda era la más alocada de las tres. Saludó a sus dos amigas con su habitual sonrisa y depositó lo que llevaba en brazos encima de su escritorio.
¡Por fin¡Comida! –suspiró Lily corriendo hacia la mesa.
Dawn había decidido bajar a las cocinas a por algunas tartas, pues parecía que los dulces eran el único remedio contra la mala leche creciente que había ido acumulando la pelirroja durante todo el fin de semana.
- Cuando Lil termine de engullir podríamos bajar a socializarnos un poco con el resto de pringados ¿no? –propuso Nat, levantándose del suelo– Porque si no, pronto voy a empezar a ponerles nombre a las arañas del techo.
- No creo que te convenga tener otra mascota, Nat –dijo Lily entre bocado y bocado.
Y tenía razón. La chica era dueña de una lechuza, de un gato de color negro que encontró abandonado de pequeño cerca de su casa, y, su última adquisición: un conejo enano blanco y gris que le había regalado una amiga de su madre. Entre esas mascotas y el hurón de Dawn y la iguana de Lily la habitación había adquirido un extraño aspecto de zoológico ambulante.
Cuando Lily terminó de ingerir su dosis de azúcar necesaria, y sintiéndose con renovados ánimos, aceptó el bajar a la Sala Común.
- Antes cuando he subido estaban los chicos de oro liándola –comentó Dawn, en tono casual.
En el rostro de la pelirroja se dibujó una sonrisa diabólica- Perfecto, me apetece usar mi autoridad de prefecta.
- Eso quiero verlo –dijo Dawn saliendo tras Lily.
Nataly soltó un suspiro de resignación. Conocía demasiado bien a sus amigas y sabía que nada bueno podría salir de eso. Presentía otra pelea memorable contra los merodeadores o "los chicos de oro" como despreciativamente les llamaban ellas. Aunque justo cuando puso un pie en la Sala Común, una bomba fétida le pasó rozando la cabeza, para explotar solo unos metros más lejos, contra una de las sillas, detrás de la cual se escondían dos niñas de primer año. Frunció el ceño y clavó su mortífera mirada en los merodeadores. Vio como Sirius la miraba sonriendo burlonamente- Ve con cuidado Watters, casi te da.
¿Qué coño se supone que estáis haciendo, pedazo de inútiles sin cerebro? Si os aburrís podríais ir a tiraros al lago, seguro que el calamar estará encantadísimo de hacer una comida extra –dijo Nat con mal humor mirando principalmente a Sirius Black y a James Potter, pues la escena era la de siempre: Black y Potter haciendo las trastadas, mientras Peter les miraba como a dioses y Lupin estaba sentado en uno de los sillones mirándolos por encima de un libro.
¿Qué te ha hecho el pobre calamar, Nat? Creía que eras una amante de los animales... ¿Quieres provocarle una indigestión con... con... estos? –dijo Lily poniéndose al lado de su amiga.
- Vaya... Ya están aquí las amargadas aguafiestas... –replicó James con una sonrisa burlona; luego suavizó notablemente su grave voz y añadió – No va por ti Evans, claro.
Dawn no solía meterse en los piques con los merodeadores, pero no toleraba que nadie pusiera en duda su capacidad de diversión. Se colocó al lado de Lily y Nat, cruzándose de brazos y borrando su sonrisa- Vamos a ver, gilipollas integrales ¿a caso no tenéis nada mejor que hacer que comportaos como trogloditas sin civilizar?
- Apuesto a que no repites eso otra vez –dijo Sirius sacándose la varita del bolsillo y empezando a juguetear con ella.
- Uhhh... ¿Esto es una amenaza? –Dawn sonrió y también sacó su varita.
Fue entonces cuando Remus dejó de simular que leía el libro y se levantó. Con pasos tranquilos se situó al lado de James y Sirius.
- Chicos... Creo que por hoy ya os habéis divertido bastante ¿no? –dijo con el tono sereno que siempre utilizaba.
- Yo me voy, pero no por ellas. He quedado con Melanie –dijo Sirius sacudiendo sus brillantes cabellos negros, que le llegaban a la altura de los hombros. Hablaba de la rubísima y delgadísima Huffie con la que llevaba saliendo desde principio de curso... Unos diez días. Todo un record para Black. Dirigió una elocuente mirada a las chicas y antes de alejarse añadió– Se tiene que buscar fuera lo que no se encuentra en Gryffindor.
Remus, viendo que sus amigos se habían calmado, regresó a su sillón y retomó la lectura del libro. Peter, dedujo que el espectáculo había terminado y se reunió con él. James se quedó unos instantes más de pie, observando en silencio a Lily. La pelirroja le dirigió una mirada de odio antes de dejarse caer en la alfombra que había delante de la chimenea, donde el fuego crepitaba lentamente. Nat y Dawn se reunieron con ella.
- Bueno... La primera bronca del curso con los merodeadores no ha sido ni de lejos tan apasionante como esperaba –comentó Dawn en tono decepcionado.
- Me he quedado con ganas de más –comentó Nat– Ahora estaré cabreada lo que queda de domingo...
En realidad las chicas y los merodeadores no se odiaban, pero tampoco se llevaban bien. Simplemente eran compañeros de casa, que se metían los unos con los otros si estaban aburridos en extremo. No habían echo el esfuerzo de conocerse, y tampoco parecían tener ganas de empezar a hacerlo en su último curso en Hogwarts.
- Venga... venga... –animó Dawn– Cambiemos de tema... A ver... ¡Lily¿Qué es lo que más despierta tu deseo y tu pasión?
El juego era uno de los preferidos de las chicas para pasar sus ratos de excesivo aburrimiento. Normalmente daba paso a un repasón de la fauna masculina que habitaba Hogwarts.
- El culo de Potter... –comentó distraídamente la pelirroja. Seguía con la mirada fija en el merodeador, que caminaba hacía Lupin y Pettigrew que estaban justo al otro lado de la Sala Común.
¡COMOOOO? – exclamaron al unísono las otras dos, mirando a Lily como si le acabaran de salir un montón de tentáculos y se hubiera llenado de lunares verdes.
¿Eh-Lily pareció bajar de las nubes¡Mierda! No quería decir eso! En serio... ¡Se me han cruzado los cables¡Sobredosis de azúcar!
- El culo de Potter... –repitió Nat, saboreando las palabras– No el culo de un chico, ni un culo cualquiera... ¡El culo de Potter!
La chica estalló en carcajadas al tiempo que Dawn añadía - El mismo Potter que según tu era un insoportable egocéntrico de mierda...
Lily parecía tener ganas de esconderse debajo de algún cojín, pues sus amigas miraban con todo el descaro del mundo hacia el otro lado de la habitación, donde estaban Remus, James y Peter, para dar su propia opinión acerca de dicho culo.
¡Ya basta! –les ordenó la pelirroja dándoles un cojinazo a ambas.
En un momento organizaron una guerra de con los cojines de los sofás. Media Sala Común se las quedó mirando, pero no les prestó especial atención, todos estaban demasiado acostumbrados al comportamiento infantil de las tres chicas.
¿Bajamos a cenar? –dijo Dawn al fin, a modo de tregua. Sus dos amigas aceptaron.
En el Gran Comedor no había demasiada gente, pues era pronto todavía. Pronto descubrieron una Slytherin que se iba a sentar a cenar y se acercaron con sonrisas maliciosas en el rostro.
- Creía que los Slytherin teníais una vida apasionante y que nunca bajabais a cenar a la misma hora que los de primer año... –dijo Lily con tono burlón.
La chica, de penetrante mirada verde y una larga melena morena se giró en su asiento para quedar cara a cara con las otras tres.
- Con este tiempo no se puede tener vida apasionante, creí que vuestro limitado intelectual Gryffindor os daba para saber esto... –les respondió.
Las cuatro intercambiaron unas miradas serias antes de estallar en carcajadas. La chica de Slytherin era Alexiel Laasser; Alex para los amigos. Eran amigas antes de empezar en Hogwarts, eran vecinas desde pequeñas y el hecho de pertenecer a casas enemigas no les había supuesto un problema para continuar siéndolo.
Lily, Dawn y Nat se sentaron al lado de Alex en la mesa Slytherin, ignorando las miradas de reproche que algunos Gryffindor de primer año les dirigían. Estaban demasiado acostumbradas a eso.
¿Qué tal el domingo? –preguntó Nat, al tiempo que empezaba a servirse la cena.
- Pues exactamente igual que el sábado... –siseó Alex.
¿Snape aún te persigue? –quiso saber Dawn, claramente divertida.
- Pues si, no sé que le pasa al tio, pero desde que hemos empezado el curso que no para...
- Pues Snape no está mal... –anunció Lily, por lo que Alex le dirigió una mirada extraña, levantando una de sus cejas.
- Tu sobretodo ni caso a Lil hoy ¿eh? –le advirtió Dawn– El mal tiempo la trastorna.
- Pues si –asintió Nat– Antes ha dicho que le gustaba el culo de Potter...
¡Ya estamos! –la pelirroja se cruzó de brazos, puso cara de cabreada y se dispuso a comer.
- Pues que quieres que te diga... Puesta a elegir un merodeador yo me quedaría con Black antes que con Potter... –dijo la Slytherin.
- Pues si –asintió Nat– Estoy totalmente de acuerdo contigo. Los tíos con el pelo largo siempre han sido mi punto débil. Aunque tendría que extirparle el carácter...
¿Black? –Dawn arrugó la nariz– Pero que falta de originalidad... Exactamente igual que lo que piensa medio Hogwarts...
- Pues a ver listilla¿a que merodeador escogerías tu? –preguntó Nat arrugando la nariz.
- Mmmm... Creo que de entre todos me quedo con Lupin. Al menos él parece un poco sensato.
- Pues yo me hago monja antes de elegir a uno de esos... –interrumpió Lily
¿De verdad? – sonrió maliciosamente Alex – Pues según lo que me han dicho no lo parece...
Las tres estallaron en carcajadas al tiempo que a la pelirroja se le subían los colores y seguía comiendo para disimular. Cuando llegaron el resto de alumnos de Slytherin las chicas ya habían terminado de cenar. Se encontraron con Severus Snape justo en la salida del Gran Comedor.
- Vaya... ¿Ya has cenado? –preguntó el chico mirando a Alex. Su voz sonaba decepcionada.
- Pues si, lo siento. Nos vemos luego –dijo la chica, pasando por su lado.
- Que mala eres con él, pobre chico –comentó Nat– Si en el fondo seguro que te gusta...
¿Pobre chico¿Desde cuando Snape es un pobre chico para alguien de Gryffindor? –preguntó Alex intentando desviar el tema acerca de si le gustaba la persecución de Snape o no.
- Que Potter y compañía le odien no quiere decir que todos los demás pensemos lo mismo. –dijo Lily.
- Pero no cambies de tema, aún no nos has dicho nada al respecto de Sevy. No me negarás que es bastante tu tipo. –comentó Dawn con una sonrisita.
- Es mi tipo, si –asintió Alex– Pero quieras que no sube la autoestima que me persiga un poco... Creo que me haré la dura un poco más.
- Eres terrible –comentó Nat riendo.
- Me halagas –sonrió la aludida.
Las cuatro chicas asomaron la cabeza a los terrenos del castillo, y comprobaron que había parado de llover.
- A buenas horas... – refunfuñó Lily.
Dawn saltó de dos en dos los escalones de la entrada y se plantó fuera- Vamos a respirar un poco de aire fresco.
La hierba estaba mojada, y pronto el bajo de sus túnicas se ensució con el barro, pero poco parecía importarles. Se acercaron al lago.
- Bueno Nat¿y cuando vas a abandonarnos? – preguntó Alex.
- Mis padres van a esperar a hacer la mudanza durante las vacaciones de navidad, así me van a tener de esclava ayudándoles con las cajas – la chica hizo una mueca y se cruzó de brazos.
Las cuatro eran vecinas desde pequeñas, ahora la familia de Nataly iba a aumentar, y sus padres habían decidido mudarse a una casa más grande en el centro de Londres para estar más cómodos. La chica no había tenido más remedio que resignarse.
- Ya no será lo mismo... –suspiró Lily¿Cómo vamos a torturar a Petunia y al ballenato de su novio si no estamos las cuatro?
- Ya encontraremos la forma –Dawn se agachó y cogió una piedra. La lanzó al lago, donde rebotó cuatro veces sobre la superficie antes de hundirse del todo.
- No hagas eso –le regañó Nat.
- Al calamar no le pasa nada, deja de preocuparte por él.
¿A ti te gustaría estar tan tranquila y que te cayera una piedra en la cabeza? Pobre animalito...
- Creo que eres la única capaz de utilizar diminutivos con el calamar –dijo Dawn poniendo los ojos en blanco.
- Bueno... Aún no hemos hecho los propósitos para este curso –recordó Lily.
- Cierto –asintió Alex– El mío va a ser... Resistirme a Snape para que no crea que soy una chica fácil. Aprobar los EXTASIS. Y... mmm... ¿Qué os parece?
- Aceptado. ¿Nat?
- Ligarme de una vez a Jack-respondió la aludida con convicción. Se refería al prefecto de Ravenclaw Jack Madison, de quien llevaba enamorada desde mediados del curso pasado, y no había maneras de pasar del estado "solo amigos" a algo parecido a "amigos con derecho a roce"- adaptarme a la nueva casa, no comer tanto chocolate y también aprobar los malditos exámenes, claro. Añadiría que estaría bien poder adoptar a un dragón o a un hipogrifo, pero creo que tendré que conformarme con un hermano pequeño...
- Parece que si –rió la pelirroja¿Dawn?
- Encontrar a un tío que no sea un gilipollas mental, putear todo lo que pueda a las pijas que hay esparcidas por Hogwarts, quizás cambiar un poco de look... Y aprobar los EXTASIS.
- Bien.
¿Y tu que Lil? –preguntó Alex.
- No gran cosa... Controlar mis instintos homicidas contra Vernon y Petunia, aprobar los exámenes y no comer tantos dulces.
¿Y nada relacionado con Potter? Que decepción –comentó Dawn haciendo chasquear la lengua.
Lily le fulminó con la mirada, y agregó- Ahí va algo relacionado con Potter: Pienso dejaros claro que no me interesa en absoluto ese engreído de mierda, y que solo ha sido un error lo que he dicho esta tarde. Demasiadas horas encerrada.
- Quien no cumpla alguno de los propósitos va a tener que cantar algo subida en la mesa el último día de curso durante el banquete, y va a tener una cita con Pettigrew y... besarle.
Todas arrugaron la nariz ante la perspectiva. Pondrían especial empeño en cumplir lo que habían mencionado, pues el castigo era en verdad terrible.
Ya era tarde cuando regresaron. Sabían que a esa hora si las pillaban fuera de sus respectivas Torres tendrían problemas... Se despidieron en el vestíbulo.
Alex caminó con recelo hasta la Sala Común de Slytherin. Suspiró cuando llegó sin haberse topado con nadie. Se disponía a subir directa hacía su cuarto cuando una voz la detuvo.
- Tus amistades en Gryffindor hacen que actúes de forma tan irresponsable como lo hacen ellos.
La chica se detuvo para quedar cara a cara con Severus Snape, que estaba sentado en uno de los sillones, con un pesado libro en su regazo.
- Metete en tus asuntos Snape, mis amistades son cosa mía. –le respondió ella.
Severus se levantó dejando el libro a un lado y se acercó con pasos lentos a la chica. Fijó su penetrante mirada oscura en los ojos verdes de ella durante unos instantes. Alex notó como un escalofrío la recorría de arriba a bajo, pero intentó disimularlo. Estaba tan cerca que solo daban ganas de hacer una cosa... ¡No! Se apartó bruscamente.
- Buenas noches Snape –dijo mientras subía las escaleras en dirección a su habitación. ¿Qué había pasado? Sencillo, acababa de recordar a Pettigrew y lo que tendría que hacer con él si cedía. Además sólo hacía diez días justos que Snape mostraba un poco de interés, y tampoco era que se estuviera esforzando mucho en conquistarla. No, tendría que poner más empeño si quería algo...
Por otro lado, Lily, Dawn y Nat habían llegado también a la Torre de Gryffindor. No quedaba nadie ya en la Sala Común, así que fueron directas a su habitación. Sus otras dos "compañeras" ya estaban allí durmiendo, con unos ridículos antifaces para preservar su cutis. Eran Susan Vance y Amanda Marshall, o tal y como las definían ellas "dos pijas de cuidado con las que hemos tenido la desgracia de compartir habitación".
¿Sabes, Dawn? He estado pensando... Y tus afirmaciones sobre con cual de los merodeadores te quedarías y tu plan para encontrar a un tío que no sea idiota dan que pensar... ¿No será que te gusta Lupin?
- Tu teoría sería perfecta Lily, si hubiera hablado más de dos minutos seguidos con él –explicó Dawn con tranquilidad mientras se ponía el pijama.
- Sin hablar con él también te puede gustar –intervino Nat– Es algo que se llama "flechazo" o "amor a primera vista", como tu prefieras.
- No es mi caso, os lo aseguro –la chica se metió entre las sabanas– Cuando terminéis de decir chorradas apagad la luz ¿vale?
- Que poco sueño tengo... –se quejó Nat. Cogió en brazos a su gato y empezó a acariciarlo distraídamente, mientras se acercaba a la ventana. Las nubes habían despejado del todo y se podían ver claramente las estrellas.
- Pues yo estoy muerta, buenas noches Nat. –Lily también se metió en la cama.
- Buenas noches –contestó ella sin moverse de su sitio. Después de un rato dejó al gato y fue a echarle un vistazo al conejo, para asegurarse que tenía comida y demás. Cuando encontró la jaula vacía frunció el ceño.
Echó una mirada fulminante a Susan y Amanda que dormían a pierna suelta. Seguro que habían sido ellas. Siempre decían que les daba pena el pobre animalito encerrado todo el día en la jaula... ¡A saber donde estaría ahora!
- Idiotas profundas, pobrecillas –masculló mientras se calzaba unas zapatillas y salía de su habitación hacía la Sala Común.
Seguía vacía. No le extrañó. Empezó a recorrer poco a poco todo el suelo a gatas llamando a su conejo en susurros. No quería despertar a nadie. Pero entonces oyó claramente como el cuadro de entrada se abría y entraba alguien. Se quedó paralizada justo donde estaba, agachada detrás del sofá delante de la chimenea. Oyó los pasos de quien acababa de entrar peligrosamente cerca. Lo único que le pasó por la mente es que sería McGonnagall y le caería la bronca del siglo.
- Estoy harto de rubias a las que el tinte les ha freído el cerebro –oyó que una voz murmuraba. Y definitivamente no se trataba de McGonnagall...
Asomó un poco la cabeza y confirmó que se trataba de Sirius Black. Se acababa de quitar la túnica y la arrojó sobre uno de los sillones con fuerza. Se desabrochó la corbata y abrió los tres primeros botones de la camisa, dejando ver un trozo de pecho. Se le pasó por la mente que empezaba a comprender porque medio Hogwarts babeaba detrás de ese chico... Pero antes de que pudiera hacer o decir nada, Sirius se acercó al sofá para quedarse allí un rato. Se quedó con una cara digna de fotografiar cuando vio a Nat, a gatas en el suelo.
¿Watters¿Qué haces ahí? –preguntó extrañado, rascándose la cabeza. La chica se levantó rápidamente del suelo, sacudiéndose la ropa e intentando recuperar un poco su dignidad.
- Resulta que tengo a dos subnormales profundas durmiendo en mi habitación, y han dejado escapar a mi conejo. Intento encontrarlo –explicó, intentando fingir indiferencia.
- Las subnormales profundas parece que abundan... Y también parece que soy una especie de imán para ellas –suspiró él, entonces pareció darse cuenta otra vez que Nat estaba allí, tirando insistentemente del borde inferior de su camisón, intentando que le cubriera un poco más los muslos¿Quieres que te eche una mano?
- No... No hace falta, no quiero entretenerte –dijo ella.
- No pasa nada, no tengo sueño. ¿Cómo es?
- Es pequeñito, blanco y con manchas grises. Se llama Pippin.
¿Pippin? Que nombre tan raro –se extrañó Sirius antes de agacharse
Nat también se agachó, maldiciendo el día que se le ocurrió poner a lavar ese camisón en agua demasiado caliente, por no querer esperar a que su madre pusiera la lavadora. La prenda había llegado a encoger hasta límites insospechados. Pero como la chica estaba cómoda durmiendo con ese camisón, no lo había tirado todavía.
Fue entonces que Sirius se giró, descubriendo así como podía ver gran parte de las piernas y los muslos de la chica. Sonrió. Pensó que si seguía así no tardaría ni dos días en olvidar que acababa de cortar con la cabeza de chorlito de Melanie. Volvió a concentrarse en su tarea, y en seguida vio a una bolita blanca acurrucada en un pequeño rincón que quedaba entre dos butacas. Alargó una mano y lo cogió. Un pequeño conejo clavó en él sus ojos, mientras movía frenéticamente la nariz.
- Encantado Pippin, yo soy Sirius –dijo sonriendo.
Nat al oír aquello se levantó de un salto y se acercó.
¡Lo has encontrado¡Genial! Gracias –exclamó sonriendo también.
- De nada. ¡Oye! Es muy suave –Sirius acariciaba al animal.
- Lo es –asintió ella– Y a él le encanta que le acaricien. A veces si te lo pones en el regazo y lo vas acariciando se queda dormido
- No conocía a nadie que tuviera a un conejo como mascota –el merodeador le entregó a Pippin.
- Bueno... Yo creo que tengo toda clase de mascotas. Tengo cierta obsesión con los animales. Las chicas siempre me dicen que si no paro voy a convertir la habitación en una reserva natural.
Sirius rió, y Nat se sorprendió que estuviera teniendo una conversación civilizada de más de tres segundos con Black. Quizá no fuera tan malo como había creído en un principio... Y fue entonces cuando la verdadera McGonnagall entró en la Torre. Se los quedó mirando a los dos en silencio por unos instantes: Nat en camisón (sospechosamente corto, por cierto), y Sirius sin la túnica, con la corbata desatada y la camisa casi abierta del todo. La mujer, como era natural, sacó conclusiones precipitadas.
¡Pero que se supone que hacen¡Donde queda su decencia? Mañana después de clases les quiero a los dos en mi despacho. ¡De este castigo no se libran!
- Ehh... ¡No, no! Espere profesora McGonnagall... ¡No es lo que parece!
- Cállese señorita Watters, no empeore las cosas o tendré que informar a sus respectivas familias.
Y entonces se marchó.
¡La hemos liado buena! –exclamó Nat perdiendo los nervios– Vamos a estar castigados hasta junio.
- Bueno... Tampoco hay para tanto... ¿Es que a la señorita perfecta le afecta un castigo? –se burló Black.
Nat le fulminó con la mirada- No es el castigo lo que me preocupa, sino que conociendo a la gente de Hogwarts mañana todo el colegio sabrá lo que ha pasado. Y exagerando como se exageran los rumores como mínimo yo terminaré embarazada y tú sin querer hacerte cargo del crío.
Sirius rió ante tal ocurrencia¿Nadie te ha dicho nunca que eres una exagerada? Además ¿qué hay de malo en eso¿Acaso podrías imaginar compartir un rumor subido de tono conmigo? Muchas matarían para eso.
Nat frunció el ceño. Acababa de cambiar radicalmente la impresión favorable que se había empezado a formar en su mente acerca del merodeador. Era un capullo integral. Pensó en las palabras adecuadas para insultarle y ridiculizarle, pero él se le adelantó en hablar.
- En fin, Watters. Buenas noches, nos vemos mañana en el castigo.
Se echó la túnica al hombro y subió tranquilamente las escaleras, dejando a la chica con la palabra en la boca.
Nat también subió a su habitación poco rato después, cerrando tras de si la puerta de la habitación con un fuerte golpe, que por suerte para las dormidas, no consiguió despertar a nadie. Hecha una furia, dejó el conejo a salvo en su jaula, y después empezó a pegarle puñetazos a su cojín, para descargar su furia.
¿Nat¿Qué haces? –preguntó Lily abriendo un ojo.
- Imaginando que el cojín es Black y matándolo... �¡PORQUE LOS TÍOS SOLO TRAEN PROBLEMAS?
- Veo que te diviertes... ¡Hasta mañana! –volvió a murmurar la pelirroja antes de dormirse de nuevo, si es que en verdad se había despertado...
A la mañana siguiente Lily, Dawn y Nat se despertaron tarde. Demasiado tarde tal vez. Susan y Amanda intentaron despertarlas antes, pero cuando Dawn les arrojó un zapato decidieron dejarlas durmiendo un rato más. Faltaba media hora escasa para su primera clase cuando salieron de su habitación; prácticamente habían tenido que arrastrar a Nat a desayunar, pues la chica, imaginando lo que probablemente pasaría, no quería ser sometida a las miradas de odio de casi todas las chicas que se encontraran a su paso.
- No hagas el tonto, Nat –le había dicho Lily– Por supuesto que tienes hambre.
La chica no les había contado todavía nada de lo que había ocurrido la noche anterior con Sirius. Esperaba a que estuviera también Alex para hacerlo. Luego podrían diseccionar a pedacitos a Black y dejarlo en su sitio, junto al resto de paramecios.
Pero en cuanto puso un pie en el Gran Comedor, fueron tantas las miradas que se clavaron en ella, y tantas las chicas que empezaron a cuchichear por lo bajo, que Dawn y Lily notaron que algo no iba bien.
¿Qué pasa aquí¿Hay algún nuevo rumor y no nos hemos enterado? –preguntó Lily mientras se sentaban en la mesa de Gryffindor para desayunar algo.
Pero antes de que Nat pudiera abrir la boca, Alex llegó con prisas.
¡Nat! Dime que no es verdad. ¡No me des estos sustos de buena mañana! –dijo la morena cogiendo a la susodicha por los hombros y sacudiéndola, con demasiada fuerza.
¡Claro que no es verdad¿Por quien me tomas? –Nat hinchó el pecho con orgullo por unos instantes, para luego preguntar con cautela¿Qué rumores hay¿Nos hemos acostado¿Me ha dejado embarazada¿Nos hemos casado en la clandestinidad?
- Tranquila, no han llegado a tanto. Sólo se dice por ahí que McGonnagall os pilló en el sof�, medio desnudos.
Nat dejó que su cabeza colisionara contra la mesa.
¡Bueno, ya vale! –exclamó Dawn perdiendo los nervios¿Qué diablos está pasando aquí que Lily y yo no sepamos?
- Estoy castigada con Black – contestó Nat sin levantar la cabeza.
¿Por qué?
¿Queréis la versión McGonnagall o la mía?
¡Queremos la verdad! – exclamó Dawn.
Nat, les contó en susurros, como había ocurrido todo, hasta el más mínimo y diminuto detalle... Aunque omitió que había llegado a pensar que empezaba a encontrar atractivo a Sirius... Hasta que se comportó como un completo imbécil, claro.
- Pues Black no niega ninguno de los rumores... –dijo Alex cuando hubo escuchado toda la historia.– Eso pone las cosas un poco más complicadas.
¡Como que no niega nada? –Nat irguió la cabeza con los ojos brillantes de furia.
¡Esto merece una buena venganza! –exclamó Lily, que cuando se trataba de algo relacionado con putear a los merodeadores se solidarizaba enseguida con la causa.
- Black va a morir –aseguró Dawn, con sonrisa de maniática.
¡Sangre¡Genial! –exclamó Alex, feliz. Había sido un comienzo de curso bastante aburrido.
Cuando ya se levantaban de la mesa para dirigirse a la primera clase de la semana, que era Pociones, alguien le susurró a Nat al oído.
- Así que duermes con un camisón minúsculo ¿eh? No lo hubiera esperado de ti...
La chica se giró, para dirigirle una mirada cabreada a Jack Madison. El prefecto de Ravenclaw era de estatura normal, con el pelo corto, de color castaño oscuro, y los ojos color café a juego. No era nada del otro mundo, pero para Nat todo el conjunto resultaba encantador... Sobretodo cuando sonreía.
- Te lo advierto Jack, no tengo día para gilipolleces – dijo cruzándose de brazos.
- Uf! Suerte que el rumor no era verdad.
¿Por quien me tomas¡Antes me quedo soltera toda la vida que fijarme en Black! –intentó que su voz no sonara especialmente desesperada para negarle el rumor a él.
- Ah no, si acerca de eso no me cabía duda que era mentira. Me refería al camisón. Era una tortura mental imaginarte con algo tan pequeño, en plena noche...
- Oh... –Nat sonrió coquetamente mientras el corazón le daba un brinco– Lo del camisón si que es verdad.
Y se marchó contoneando las caderas. Al fin y al cabo quizá lo de los rumores no fuera tan malo...
O o o O
Bueno, pues aquí lo tenéis xD Esto ha salido directamente del estrés de los examenes y la necesidad de escribir algo para desconectar un rato de los estudios... Si hay alguien aquí que sigue mis otros fics, tranquilos! Solo me queda un examen y me pondré a seguir con los demás, pero al ser más serios, necesitan más inspiración, y de eso me ha faltado en estas últimas tres semanas... xD Y, que leches, también me apetecía escribir un fic "típico paranoico" de los merodeadores. Aunque he intentado meter cosas para que no sea tan típico... Como una Slytherin amiga de las chicas, no poner a Snape enamorado de Lily... El primer capi es bastante de presentación, y los próximos prometen tener mucha más "acción" ;P
Os estaría eternamente agradecida si me dejaras un revi ¿ok? Aunke sea para decir que pare de escribir chorradas. Sed buenoooooos
Tb decir que es mi intención actualizar este fic regularmente (no como los otros) al ya tener algunos capítulos avanzados. Probablemente cada diez días o dos semanas aproximadamente.
Nada más por ahora¡hasta el próximo!
O o o O
