El vivo

No me gusta escucharte gimotear como un crío acerca de lo muerto que estás y menos cuando tiemblas bajo mi peso, suspiras y te arqueas al tocarte, mordiéndote los labios al desnudarte. Lo haces porque estás vivo. Te sonrojas por mis caricias porque estás vivo. Me aprietas contra tu cadera como queriendo matarme porque estás vivo y no quieres morir. Me insultas y golpeas cuando te doy placer porque estás resentido contigo mismo. Como solo un vivo puede hacerlo. Te quejas de mis historias (puros thrillers para tontos que compran la revista para la que trabajo) cuando las leo en voz alta, diciendo que no tienen ningún sentido para ti. Porque estás muerto y luego te agarro de las muñecas, te recuerdo que todo tiene un precio y que aunque me hayan ordenado mantenerte aquí, no tengo que ser amable. Te pido que seas un buen niño, que hagas lo que te pido. Dejo marcas en tu cuello que se esconderán bajo tu polera. Y te recuerdo que la próxima vez te bebas el té que te ofrezco, que te harás daño si sigues forzándote. Me odiaré si eso pasa y dejaré que mis escritos se apilen, inacabados, hasta que vengan a desahuciarme.