A veces, Severus recordaba a Lily.
(A veces, significaba la mayor parte del tiempo, y quizá, sólo quizá, siempre)
Recordaba a Lily como esa luz en la oscuridad en la que estaba sumido. Lily era, es, y será eternamente aquella estela de blanco fulgor en medio de una noche tormentosa.
(Noches tormentosas como las que había estado viviendo desde que ella murió)
Cuando veía flores blancas, la sonrisa de ella se le venía a la cabeza como un relámpago fugaz. Y era normal.
(Y no sólo pasaba con las flores blancas. Rojas, azules, violetas. De todos los colores)
Y cada vez que veía ojos verdes, el corazón -el pequeño, herido y marchito corazón- se le apretaba. Porque, no sabía si era sólo su imaginación, cuando los veía fijo, podía vislumbrar acusación.
(Pasaba todo el tiempo con los ojos de Harry Potter. Y no quería, de verdad, volver a mirarlo a los ojos porque, maldita sea, era como mirarla a ella)
Severus es un hombre. Un hombre que cometió muchos errores, y el más grande error que cometió fue dejarla escapar.
(Pero quizá, ella no era para él. Tal vez era él quien estaba siendo necio, un necio que se aferraba a una cuerda que le hería las manos, y no quería soltarla)
Ella era Lily. Lily, la pelirroja. Lily, la flor que había encontrado en aquel parque un día cualquiera. Lily, la mujer a la que había amado tanto, tanto, y que por culpa suya, suya, había dejado de vivir y dolía. Claro que dolía.
(Dolía como enterrarse un puñal en el corazón. Porque así se sentía.)
Y si pudiera ver su sonrisa una vez más, si pudiera ver sus ojos esmeralda fijos en él una vez más, si pudiera escuchar su voz una vez más, quizá no sufriría tanto.
(Pero esos anhelos se quedaban dentro suyo, porque no había magia que trajera a los muertos de nuevo.)
Y porque ella era Lily, seguía viviendo. Porque Lily, su recuerdo -el recuerdo de aquellas manos blancas, aquel cabello rojo, aquellos ojos- y su espíritu seguían acompañando el alma -oscura, oscura- de Severus.
Y porque ella era Lily, él jamás dejaría de amarla. Porque su amor por ella era eterno, e inquebrantable.
(Y tal vez, cuando pudiera reencontrarse con ella, lo que haría sería abrazarla y no dejarla ir nunca)
(Y ese nunca no tenía significado detrás. Era un nunca de verdad.)
