¿Cómo están, bellezas? Para los que no me conocen, soy SweetAngel (aunque pueden llamarme Ana) y aquí les traigo mi primer fic largo. Aunque solo lo puse bajo los géneros de "romance" y "familia", planeo incluir un poco de casi todos. Rated T porque los adolescentes dicen palabrotas.

Aspiro a ser escritora algún día, así que sus críticas son siempre bienvenidas y agradecidas.

No soy dueña de absolutamente nada porque soy pobre; lo único mío es la trama de la historia.

Sin más preámbulos, ¡disfruten!


Esto es un desastre

Buttercup bufó otra vez. Si había algo que odiaba más que las cenas formales era tener que prepararse para las cenas formales.

Rodó los ojos mientras su hermana rubia escaneaba todo en su armario e instantáneamente descartaba prendas.

-No… no… no… esto ya pasó de moda… ¡esto apesta! –chilló al tomar entre sus finos dedos una camiseta de mangas cortas muy arrugada- ¿Cuándo fue la última vez que lo lavaste?

La morena simplemente se encogió de hombros. Sabía que eso desesperaba a Bubbles y no iba a perder su oportunidad.

-No sé. Ni siquiera recordaba que la tenía.

Enseguida abrió sus suaves ojos color azul cielo y soltó la prenda con disgusto. Se pasó la mano repetidas veces por el pantalón como para limpiarse y después le dedicó una mirada seria.

-¿Puedes derrotar a cualquier monstruo que ataque Saltadilla pero no puedes siquiera lavar tu ropa? ¡Eso es asqueroso! –Buttercup meramente sonrió ante esto. Bubbles estaba apretando los puños hasta que los nudillos se volvieron blancos y se mordía el labio para no perder el control y arrancarse los cabellos. –Me rindo, no pienso volver a aventurarme ahí dentro –dijo señalando el mueble.

-¡Al fin! –exclamó felizmente la morocha. –Puedo elegir mi atuendo, ¿entonces?

La rubia estaba a punto de hablar cuando una voz autoritaria la interrumpió.

-No.

Ambas se giraron para encontrar a Blossom envuelta en una bata y con la melena cubierta por una toalla. Tenía una mano en la cintura y la otra sosteniendo un vestido negro y simple. Con solamente alzar la ceja logró que sus hermanas menores acallaran cualquier protesta que quisieran expresar y tomó liderazgo en la conversación.

-Imaginé que esto iba a suceder, así que me adelanté y te compré tu atuendo –sonrió altanera mientras se lo entregaba. –Tienes suerte de que decidí no comprarte zapatos de tacón. Quedará muy bien con tus botas.

La pelinegra y la líder se lanzaban miradas de odio y desafío, ninguna de las dos quería ceder. Así se habían vuelto las cosas entre las dos hermanas. El mal temperamento de Buttercup hacía cortocircuito con el ego y orgullo de Blossom y se obtenía como resultado una explosión. De niñas no había sido tan común, pero al llegar a la adolescencia todas empezaron a buscar su propia identidad y cuestionarse cosas. La morena, por ejemplo, se preguntaba día a día por qué no era ella la líder, si después de todo era la más fuerte. Blossom, por el otro lado, no planeaba renunciar al liderazgo en ningún momento y adoraba que todos demostraran admiración por su excelente habilidad de idear estrategias y planes.

Bubbles había decidido mantenerse al margen de eso. Las peleas dentro de la familia eran de lo peor, pensaba, y generaban incomodidades y tensión dentro de una misma casa. A veces la cena era insoportable porque las dos mayores se pateaban por debajo de la mesa o se observaban con maldad. Por eso la rubia era quien intentaba calmar las aguas, aunque eso solo lograba que no iniciaran una pelea física; de todas formas se ignoraban o se descargaban con Bubbles y criticaban a su rival de arriba abajo.

Sin embargo, todo cambiaba cuando el teléfono sonaba. Si su adorada ciudad de Saltadilla estaba en peligro dejaban de lado toda discusión y se unían para derrotar al villano. Aun así, al finalizar, las dos volvían a gritarse y la menor de todas se entristecía hasta las lágrimas.

¿No se supone que la adolescencia es la etapa más bella de la vida?

Con tanto tiempo para cuestionarse, jamás se habían preguntado por qué o cómo se habían roto los vínculos de amistad entre las tres.

-¿Puedes creerlo? "Tienes suerte de que decidí no comprarte zapatos de tacón" –Buttercup repitió lo dicho por Blossom en falsete, burlándose de ella.

Bubbles suspiró. Parecía que las peleas no iban a acabar nunca.

La adolescente abandonó el cuarto de su hermana rebelde, dejando atrás los pósteres de bandas de rock y deportistas, las prendas desperdigadas por el suelo alfombrado y balones varios. Arrastrando los pies, se dirigió a su habitación y de inmediato se sintió más feliz al ver a Pulpi esperándola en su mesita de noche. Abrazó a su peluche preferido y se sentó al borde de la cama para echar una ojeada a las fotos familiares.

Una de ellas mostraba a Bubbles y al Profesor abrazados con mucho cariño. Era de las más antiguas y la más enternecedora de todas. En la siguiente estaba ella con un primer premio en un concurso de pintura entre sus manos. Luego había dos más, ambas con las tres hermanas como protagonistas. La de la derecha había sido tomada en un viaje al campo que habían realizado cuando tenían siete años y aún carecían de dedos y nariz. La de la izquierda era del pasado Halloween y las tres estaban disfrazadas como personajes de fantasía: Buttercup como vampiresa, Blossom como bruja y Bubbles como ángel. Incluso podía notarse un poco de odio entre la morena y la pelirroja a pesar de sus sonrisas.

"¿Cuándo vamos a volver a ser como en los viejos tiempos?", se preguntaba la rubia, a pesar de que nunca obtenía respuesta.

Con una mirada fugaz vio que ya eran más de las siete de la tarde. Si quería estar preparada para la reserva a las ocho debía empezar a prepararse sin retraso.

Cuidadosamente colocó a Pulpi otra vez en el mueble y luego caminó hacia el armario. Tomó el vestido turquesa con encaje que había apartado para la ocasión y lo depositó sobre la cama. Después preparó los zapatos plateados y los accesorios a juego en la mesa donde además se aplicaría un poco de maquillaje.

A pesar de que solía creer en su belleza natural, la adolescencia y las inseguridades que acarrea la llevaron a cubrir su rostro con cosméticos por no sentirse completamente cómoda con su aspecto. Mientras que Blossom y Buttercup tenían caras más delgadas, la rubia mantenía los mofletes inflados típicos de una criatura y no le gustaba para nada. Además, tenía una pequeña cicatriz en la barbilla que había obtenido en una especialmente difícil batalla a los nueve años, lo cual le hacía sentir fea. Tampoco tenía el cuerpo que quería. Era alta como sus hermanas, pero sin tantas curvas como la pelirroja ni tan musculosa como la pelinegra. Ella era la más delgada de las tres gracias a su dieta vegetariana, aunque no le hubiese molestado –es más, deseaba- tener más carne en las partes adecuadas.

A pesar de todos aquellos pensamientos pesimistas, tenía que admitir que se veía preciosa en ese vestido turquesa.

Dio muchas vueltas, se giró para verse en distintos ángulos y se colocó un poco más de maquillaje para tapar la vieja herida.

"Perfecto."

Quiso probar distintos peinados, pero no pudo resistirse a atarse el cabello en dos coletas que colgaban ligeramente sobre los hombros. Una banda plateada en la cabeza y voilà, ¡estaba preciosa!

Con más confianza, bajó las escaleras para encontrarse al Profesor vestido de traje y corbata, con el cabello entrecano engominado y cepillado. A su lado estaba Blossom, quien había decidido dejar libre su melena radiante y lucir un vestido rojo como la flor de su gargantilla acompañado de tacones del mismo color. Buttercup estaba sentada en sofá con los brazos cruzados y el ceño fruncido. La prenda negra se adhería a su cuerpo en los lugares correctos y las botas iban a juego con ella. ¡Incluso se había quitado el arete de la nariz!

Más tarde felicitaría a la líder por su elección.

-Ya estamos todos. ¿Podemos irnos ya? –preguntó la morena con su usual mal humor.

-Sí, claro, chicas. Están preciosas –las elogió su padre y creador.

Hasta la morocha se sonrojó al oír el cumplido, pero actuó como si no le hubiese afectado mientras apuraba a todos al vehículo familiar. Las dos mayores compitieron por el asiento delantero y la pelirroja ganó, lo que hizo enfadar aún más a Buttercup.

El trayecto era bastante silencioso y la tensión era palpable en el aire, así que Bubbles decidió romperlo.

-¿Ahora puede decirnos a qué se debe esta cena, Profesor?

-¡Sí! Desde hace una semana que no suelta palabra –exclamó la joven a su derecha.

-Sí, ¿qué es tan importante, Profesor? –inquirió la mayor de las tres.

El hombre pareció abrumado por tantos interrogantes, así que se tomó su tiempo para pensar una respuesta que satisficiera a sus hijas hasta llegar al lugar.

-Sí, es algo muy importante para mí, y ya se enterarán de a qué se debe cuando nos encontremos a la señorita Keane allí.

¿La señorita Keane? Había sido su maestra en jardín de infantes y ellos dos eran grandes amigos. ¿Qué podría querer decirles?

-¿La señorita Keane? ¿Qué podría querer decirnos? –habló Blossom nuevamente, dando voz a los exactos pensamientos de Bubbles.

El adulto sonrió con ternura y con solo un poco de malicia.

-Ya se enterarán.

Todas se quejaron y gruñeron, pero el Profesor no iba a ceder. Tendrían que conformarse con esas pocas pistas y aguantar hasta la cena.

El camino se les hizo bastante largo a las súper heroínas. Usualmente ellas volaban donde quisieran y estaban allí en un parpadeo. No estaban acostumbradas al tráfico, a las luces verdes y rojas ni a los bocinazos. Lo que sucedió en quince minutos les pareció cosa de horas, principalmente porque tenían millones de preguntas rondando sus cabezas.

¿Qué podía ser tan importante para el Profesor? ¿De qué forma se relacionaba con la señorita Keane? ¿Acaso le gustaba y quería sorprenderla con una cena formal? ¿Pero por qué invitarlas a una cita entre el Profesor y Sandra? ¿Tenía que ver con una buena noticia por parte de ella? ¿Habría obtenido algún puesto en la secundaria Pokey Oaks?

-Aquí estamos –declaró su creador al estacionar el vehículo en el aparcamiento del restaurante.

Las muchachas salieron del auto y observaron sus alrededores. La mujer no estaba por ningún lado, así que supusieron que ya se encontraba dentro.

Ahora que lo pensaban mejor, ¿por qué no la habían llevado? El Profesor solía hacer eso cuando la señorita quería asistir a sus conferencias. ¿Qué era diferente esta vez?

El hombre las llamó al verlas inmersas en un trance y les indicó que lo siguieran. Ellas acataron su orden y en cuestión de segundos estaban a solo centímetros de él. Las guio hasta un pequeño escritorio donde un anciano bigotudo preguntó si tenían reservación. Cuando su padre dijo su nombre el señor señaló hacia un sector alejado del salón, probablemente su mesa. Las adolescentes lo siguieron dócilmente hasta que algo en su visión las hizo pararse en seco.

Los Rowdyruff Boys.

¡¿Cómo podían haberlo olvidado?! Hacía poco más de dos años se había propuesto en la Alcaldía rehabilitar a los villanos. La idea era enviar a los malvados con unos guardianes y ponerlos bajo su tutela para que observasen que no realizaran acciones criminales y así esperar a que retomaran el buen camino.

Los primeros seres con los cuales habían experimentado había sido la Banda Ameba. Fueron custodiados por la señorita Bello y, como en realidad nunca habían aprendido cómo hacer maldades, en cuestión de semanas se convirtieron en ciudadanos comunes y corrientes… a pesar de ser organismos unicelulares gigantes con sombrero.

Algo similar había sucedido con la Mujer Fatal, Abracadáver y otros que atacaban de vez en cuando o después de bastante tiempo de inactividad. Muchos de ellos hasta se habían mudado a otras ciudades o se habían unido al mercado laboral de Saltadilla como trabajadores y consumidores.

Sin embargo, a pesar de los esfuerzos por parte de los civiles y especialmente del Profesor, las chicas, el Alcalde y las señoritas Keane y Bello, siempre surgían nuevos delincuentes de poca monta. No hacían mucho daño, a decir verdad, pero su presencia era molesta y quitaba tiempo a las súper heroínas. Les quitaba tiempo de estudio –excusa utilizada por Buttercup para explicar su examen desaprobado de Matemática-, de distensión, de ayudar a animalitos lindos –queja repetida incontables veces por Bubbles- o de lectura –Blossom estaba particularmente enfadada por no poder terminar "El señor de las moscas"*.

De esa forma, el Alcalde había decidido llamar a los principales intervinientes del plan para una reunión extremadamente importante –y de paso pidió que le abrieran su frasco de pepinillos-. Una vez que todos estaban sentados a la espera del hombre masticando su tentempié, el anciano soltó su idea que cayó a todos como si de una bomba se tratase:

-Hay que rehabilitar a los Roydyruff Boys. Así las ayudarán con los nuevos criminales.

Los ojos de las adolescentes se volvieron tan grandes como lo eran cuando tenían cinco años. Los adultos, por otro lado, tenían una expresión casi aterrada, temían por la salud mental del señor bajito.

-¡¿Qué mierda estuvo fumando, Alcalde?!

-¡BUTTERCUP! –le reprendió Blossom mientras le apretaba el brazo- No puedes hablarle así al Alcalde –siseó.

La señorita Bello, siempre diplomática y conciliadora, habló suavemente para calmar a los presentes.

-Disculpe, ¿pero de qué está hablando?

-Me alegro de que pregunte, señorita Bello –expresaba alegremente como si se tratara de un picnic en el parque-. Es que estuve pensando, esos muchachos tienen poderes como las Chicas. Si estuviesen de nuestro lado podrían combatir el mal con las niñas.

Al parecer ese hombre había tenido un leve momento de lucidez. Sin embargo, había un problema…

-Pero Alcalde, ¡son muy peligrosos! Nadie en su sano juicio se ofrecería a ser su tutor.

-¡Sí! ¡Son una amenaza! Cualquiera que los tenga a su cargo estará en grave peligro –explicó Blossom. Sus hermanas asintieron, ¡era una locura!

Todos estaban alterados, querían disuadir al Alcalde de llevar a cabo esa idea a toda costa. La única persona que se mantenía al margen de todo el griterío era la maestra de jardín de infantes, quien esperaba pacientemente a que todos se calmaran con las manos entrelazadas en el regazo. Carraspeó un poco para atraer su atención y lo logró luego de varios intentos.

-Yo… no creo que sea una idea tan descabellada.

Todos la miraban como si estuviese demente, e incluso oyó que por lo bajo Buttercup preguntaba qué manicomio sería conveniente. De todas formas, la mujer la ignoró y siguió argumentando su teoría.

-Pienso que esos chicos pueden transitar el buen camino… solo necesitan a alguien que los guíe. Son como los demás villanos: jóvenes solitarios que no tuvieron quien los ame y les enseñe lo que está bien y lo que está mal. Yo puedo ser ese alguien –terminó, hablando con ojos cristalinos.

Hubo largos minutos de silencio. Los presentes sopesaban sus palabras, evaluaban lo que se podría hacer, incluso Buttercup pareció meditarlo. Eventualmente Bubbles decidió opinar.

-Señorita Keane, ellos no son villanos normales… Ellos fueron creados para ser malvados, no van a cambiar. No pueden cambiar.

-Si no lo intentamos nunca lo sabremos –replicó con una sonrisa genuina. Ella de verdad quería hacerlo.

-Sandra, ¿estás segura? –cuestionó el Profesor con una mirada llena de afecto que las muchachas no notaron.

-Segura –respondió tranquila y realmente convencida.

Ya estaba todo decidido. No había vuelta atrás.

-Si algo llega a sucederle, no dude en avisarnos –dijo la líder pelirroja.

-Les patearemos el trasero si deciden hacerle daño –añadió Buttercup con una mueca de furia y preparando una bola de energía en su mano izquierda.

Al final, su maestra de jardín de infantes había ganado la discusión.

Eso había sido hacía cuatro meses. Si bien era cierto que los Rowdyruff Boys habían cometido menos crímenes en ese tiempo, aún no habían abandonado el hábito. Nunca habían dañado a la señorita Keane –aunque la súper heroína morena ya les había dejado bien claro lo que les sucedería a sus genitales si lo hacían- y las Chicas Superpoderosas seguían teniéndolos en la mira.

Por supuesto que no habían recogido a Sandra en su casa, ella había ido acompañada por ellos.

Por primera vez en el día Buttercup y Blossom se miraron sin odio sino con estupefacción al ver a sus enemigos en la misma mesa que ellas estarían. Los ojos esmeraldas de la chica estaban abiertos como platos y Blossom apretaba la quijada para evitar volar y golpearlos en la cara. El Profesor, quien ya se imaginaba que eso sucedería, les dio leves empujoncitos hasta llevarlas hasta sus sillas y él tomó asiento entre la señorita Keane y Bubbles.

La rubia saludó con alegría fingida, la pelirroja lo hizo con seriedad y la morena simplemente se limitó a dejarse caer sobre la silla y cruzarse de brazos con la mirada fija en las líneas del piso negro y blanco. Los chicos no contestaron y dirigieron su vista hacia el techo o las servilletas. Los adultos hicieron contacto visual, apenados por la tensión y el ambiente incómodo que se había generado.

Bubbles fue la única que se atrevió a ojear a los otros comensales. Por supuesto, Brick no había abandonado su gorra aunque estaban en uno de los restaurantes más elegantes de la ciudad. Por lo menos se había cortado el pelo, ahora era apenas un poco más largo que el de Buttercup y le rozaba sus anchos hombros. Boomer estaba mejor peinado y también Butch, pese a que aún conservaba su cabello puntiagudo. Sandra también había logrado que vistieran camisas y corbatas. ¡Un gran trabajo!

Boomer alejó las pupilas de la servilleta y las dirigió hacia su observadora, por lo que la adolescente rápidamente desvió la mirada y se removió incómoda en su asiento.

La señorita Keane ya no aguantaba el silencio, así que decidió tratar de hacer conversación.

-Ya hemos hecho el pedido. Spaghetti con salsa y albóndigas para todos excepto Bubbles, sé que eres vegetariana –anunció con una sonrisa que fue correspondida por la rubia.

Y otra vez se hizo el silencio.

-Así que… este año cumplirán dieciséis, ¿no? –volvió a intentarlo la mujer.

Todas asintieron.

-Ajá. Ya podremos embarazarnos y aparecer en televisión –soltó Buttercup, siendo graciosa sin tener esa intención. Hasta Blossom y los varones sonrieron un poco, pero lo ocultaron. La líder de las Superpoderosas no podía ni quería perder la seriedad; los Rowdyruff Boys no debían reír con el enemigo.

-¡Buttercup! –la reprendió en un susurro y con un codazo. Ambas se miraron y se rieron levemente, cosa que no habían hecho en años.

Bubbles lo notó y las comisuras de sus labios se elevaron con alegría. Quizá era el comienzo de un buen cambio en su relación.

Y tan rápido como el silenció terminó, este volvió a reinar en el sector del salón.

Por suerte, los platos humeantes llegaron en pocos minutos y nadie se vio forzado a hacer el ridículo tratando de crear un ambiente agradable. Todos recibieron la comida con agrado y hasta Boomer agradeció al servicio, aunque no lo hicieron sus hermanos.

Entonces las cosas se pusieron bastante normales. Los chicos devoraban los fideos con deseo y dejaban las albóndigas para saborear al final. Los adultos y Blossom comían poco a poco, con clase y pulcritud. Por el otro lado, Bubbles probaba bocado de a ratos, incluso menos hambrienta que en los demás días. Quien más raro se comportaba era Buttercup; estaba atacando la pasta con su cubierto y sin ansias de nada. Normalmente ella estaría deglutiendo todo de la misma manera que los varones, pero esta noche no se sentía con ganas.

Los jóvenes tenían los irises clavados en los platos, no se atrevían a levantar la vista por miedo a cruzarse con sus contrapartes o sus hermanos. Los mayores notaron esto y decidieron que era momento de decirles la razón por la cual se habían reunido. Se sonrieron como para darse ánimos y se tomaron de la mano fuera del campo visual de todos.

El Profesor se aclaró la garganta, más para reunir coraje que para atraer la atención de los humanos súper poderosos. Blossom, Bubbles y Brick dejaron los cubiertos y se detuvieron para mirarlo; Buttercup seguía asesinando al spaghetti y Boomer y Butch no pararon de comer.

-Bien, este… supongo que se preguntan por qué los trajimos aquí –todos asintieron sin emoción-. Bueno, lo que sucede es que… -el hombre vio de reojo a la morena y a sus manos entrelazadas-, Sandra y yo… ¡nos vamos a casar! –terminó con alegría.

Era en verdad una excelente noticia y muy importante para él. Sin embargo, no podía esperar que los demás lo festejaran. Técnicamente, las chicas eran las hijas del Profesor y técnicamente los chicos eran los hijos adoptivos de la señorita Keane. Si ellos se casaban entonces los jóvenes se convertirían en hermanastros… y deberían vivir bajo el mismo techo…

-¡Mierda!

La palabrota vociferada por Buttercup resonó en todo el restaurante luego de que el tenedor atravesara su elegante plato de cerámica, el mantel y la madera, aguijoneándola en el empeine; lo que causó que su rodilla se estrellara contra la mesa. Mientras tanto, Butch se atragantaba con sus albóndigas y entraba en un ataque de tos convulsa. El estómago de Bubbles dio un salto ante la noticia y ya podía sentir que lo poco que había ingerido trepaba por su garganta, por lo cual salió disparada en dirección al baño, chocando y derribando gente en el camino. Boomer, para su mala suerte, había decidido beber un poco de agua de su vaso cuando las palabras brotaron de los labios del Profesor. Esto resultó en el líquido cayendo a borbotones de su nariz para aterrizar en su entrepierna, lo cual le obligó a taparse la zona húmeda para que nadie pensara que se había orinado. Brick parecía imperturbable, aunque lo delataron los rayos láseres que escaparon de sus ojos y alcanzaron las posaderas del camarero, quien dejó caer la docena de recipientes de vidrio de sus manos. Por último, Blossom palideció y sintió que su mundo se derribaba.

-¡Santo Cielo! -exclamaron horrorizados los adultos ante el caos causado por los seis adolescentes.

Los pelinegros se encontraban en una pelea de insultos, golpes y comida. El pelirrojo había socorrido a su hermano con la efectiva maniobra de Heimlich y los enormes bocados se habían disparado hacia el cabello de Buttercup, que por supuesto no iba a quedarse de brazos cruzados. Blossom se disculpaba con los clientes manchados con salsa o empapados en jugo de naranja. Brick rugía por lo bajo y Boomer mantenía la cabeza gacha para cubrir el embarazoso accidente.

Un dedo delgado tamborileó sobre el hombro del Profesor para llamar su atención.

-La cuenta, señor -dijo al entregarle un papel con varias cifras en él. Sin duda habían incluido los vasos rotos y las molestias a los demás habitantes.

El pobre hombre se desmayó al ver aquello y la señorita Keane casi cae al suelo para evitar que su pareja se rompiera la cabeza contra el zócalo. La líder Superpoderosa solo pudo esconder el rostro entre sus brazos y lamentarse:

-Esto es un desastre.


*"El señor de las moscas" es una novela escrita por William Golding y publicada en 1954. Personalmente, me parece excelente el tema del libro porque compara a los hombres con bestias y nos lleva a preguntarnos de cuánta maldad somos capaces los humanos. Quizá sea un poco cruda, pero la recomiendo si tienen la oportunidad de leerlo ^^

¡Nos vemos en mi próxima actualización!